ID de la obra: 359

Salto a la locura

Het
PG-13
En progreso
2
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Midi, escritos 56 páginas, 6 capítulos
Descripción:
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Salto a la locura

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CAPITULO 1

Le habían llamado loca toda su vida. Tal vez lo estaba. Pero había una diferencia cuando te lo decían los médicos de una manera clínica y fría ,y cuando lo decían tus familiares a tus espaldas con esa mezcla de lastima y prejuicio. Sus amigos – que en realidad solo eran una bola de parásitos que solo estaban cerca para sacar el mayor provecho de la situación- disfrazaban sus comentarios agresivos con bromas sobre su condición. ─ ¿En serio viste como la tetera se convertía en un conejo y trataba de atacarte? Vaya … iré a visitarte para que me compartas de lo que consumas- le había dicho Jason, el chico que le gustaba en secundaria cuando ella fue valiente para contarle una de sus experiencias traumáticas. Ver una tetera convertirse en animal no fue espantoso. No. Lo aterrador fue ver a un hombre salido de la nada, capturarlo y convertirlo nuevamente en un objeto inanimado. Tenía siete años cuando fue testigo de ese evento, y el hombre —que lucía exactamente como las personas que debía evitar porque no lucía cuerdo, pero sí peligroso— la había apuntado con alguna clase de extraña vara en el rostro. Luego su mente quedó en blanco; miraba embobada un faro con un helado derretido en la mano. Un helado que no tenía momentos antes. El recuerdo , ahora vívido , se manifestaba en sus sueños con detalles cada vez más lúcidos y extraños , pero eso fue solo el comienzo de los extraños eventos que experimento a lo largo de su vida. A los diez años, fue testigo de otro evento que la marco : había ido de viaje con sus padres a visitar a una abuela lejana quien ya estaba al borde de la demencia senil. Su abuela materna, con lo poco que recordaba, le contaba historias que se transmitían en su familia sobre que alguna vez sus ancestros, lograron estar en un mundo completamente diferente al de ahora, según sus palabras, había escobas voladoras, animales extraños y hombrecillos codiciosos de oro pero de un día para otro dejaron de verlos. A ella le gustaba escuchar las historias desvariadas de su abuela, aunque a su madre no le hacía gracia que, de regreso a casa, ella no hablara de otra cosa. Ese día recordaba que fueron a la estación King's Cross, como solían hacerlo para viajar en tren a casa de su abuela. Sin embargo, debido alguna falla del tren, todos los pasajeros tuvieron que bajar hasta que lograran encontrar la falla y fue por eso , que entre el aburrimiento sentada en la maleta, observando a varias personas moverse inquietas de un lado a otro y exigirle al conductor del tren y a los guardias que se apresuraran que ella noto algo que los demás no. Había una señora con aspecto extraño empujando un carrito lleno de bolsas que se movían. Movida por la curiosidad, se acercó a revisar cuando una bolsa se cayó al suelo y la señora seguía caminando sin darse cuenta, que Alice abrió la bolsa creyendo que había un gato dentro al sentir la textura suave ,pero cuando saco lo que era un libro viejo, este abrió su lomo y mordió su mano como un perro salvaje. Recordaba haber gritado, recordaba que una persona se acercó a ella para quitarle el libro y recordaba no recordar nada después, salvo que estaba de la mano de su madre mientras su padre la apresuraba a subir al tren que ya estaba en funcionamiento. Según le dijo su madre después, un perro pequeño le mordió mientras ella se distrajo jugando y por eso le quedaron esas marcas de dientes en su mano. Sabía en el fondo que no era una verdad, pero cuando su madre empezó a despotricar sobre la demencia de su abuela, supo que era mejor quedarse callada. Entre los once y doce años, estaba segura de haber encontrado estaciones de radio que para ella eran paranormales —le gustaba leer todo lo que su madre consideraba "subnormal" por el simple hecho que ella creía fielmente en la existencia de pie grande. Una tarde, girando la rueda de la radio de sus padres, se detuvo en una voz femenina que cantaba bonito, aunque no entendía muchas de las palabras: “embrujo, poción, caldero". Cuando preguntó a su padre qué significaban, él solo intercambió una mirada con su madre, quien arrugó la frente con preocupación. Al día siguiente, había un pastor en su casa. Las otras veces que escuchaba las noticias, porque le gustaba informar a su padre de los acontecimientos cuando llegaba de trabajar, al otro lado del canal se encontraba hablando un hombre con voz animada sobre tentáculos venenosos y gnomos con coles. No se molestó en decirle a su madre, sabía que llamaría nuevamente al pastor y odiaba estar sentada escuchando lo que el pastor decía una y otra vez sobre ir al infierno. Jason era otra parte desagradable de su pasado. Después de que le dijera sobre el incidente del conejo que para ella no era un sueño perdido y que le diera su primer beso, el malnacido se había encargado de esparcir más rumores y chismes sobre el grado de alucinaciones y la aparente adicción a sustancias ilícitas, razón por la que tuvo que pasar una temporada en un centro de rehabilitación para adictos antes de que le avalaran su certificado de secundaria. Tenía catorce años para entonces. La decepción de sus padres fue evidente, como si de repente ella no fuera más que un juguete descompuesto del que tenían que hacerse cargo. Lo que Jason no sabía, y que sus padres tampoco creían, era que estar en ese centro donde veías a personas sucumbir a su desesperación, entregarse a sus instintos más salvajes y primitivos en su estado de abstinencia era jodidamente más aterrador que los susurros y burlas que soporto después de ese verano gracias a él. La broma cruel había sido que ni siquiera tomaba analgésicos. ¿Por qué, qué droga más pasiva agresiva era más peligrosa que los medicamentos y la dependencia que generabas? Así que al final, durante medio año, con catorce años de edad ya había salido de ese centro infernal con más traumas en su repertorio mental que la cantidad de veces que piso el hospital por una enfermedad y , ah claro, cargando media bolsa de cajas y frascos con nombres de medicamentos que parecía un trabalenguas más difícil que el anterior. Tan pronto pudo demostrar – con papeles y certificados que declaraba que ella estaba limpia aunque nunca había fumado hierba ni inyectado más que suero cuando fue hospitalizada por un accidente – que podía seguir estudiando, el historial que cargaba en sus espaldas era tan pesado que las pocas personas que se atrevían a juntarse con ella , solo lo hacían porque de alguna manera se habían enterado que poseía un fondo financiero bastante gordo -cortesía de una tía bisabuela que jamás conoció – y daba la casualidad que era tan generosa como pagar alguna de sus deudas. Porque era mejor estar con “amigos” que volver a estar sola en una habitación preguntándose cuando entraría de nuevo otro maniaco con abstinencia a intentar apuñalarla por la noche mientras gritaba “¡¿Dónde mierda lo has escondido , Spykey!?” durante tres jodidas noches consecutivas. Si antes estaba mediadamente cuerda, el centro de rehabilitación la hizo colapsar seriamente en ese filo de navaja entre estar loca o muerta. Así que cuando había terminado de salir de su trabajo de medio tiempo, porque el dinero que su tía bisabuela le había heredado estaba guardado en el banco con restricciones y su padre como tutor provisional y los pocos ahorros que tenia se esfumaron para pagar las deudas de sus "amigos ", tomó un atajo para ir a su frívola casa . Se detuvo solo unos segundos en una calle poco transitada cuando el ruido de una moto la distrajo lo suficiente para voltear en su dirección. En la moto, estaba segura sin alguna duda, que la conducían un perro enorme con una destreza inhumana, aferrándose a los hombros del perro con una sonrisa desquiciada, estaba un hombre con la cara partida y en la espalda del hombre había un animal con astas – como de un ciervo o venado – parado en dos patas como algún tipo de truco de circo se tratase, tratando de no caer por la velocidad vertiginosa antes de que la moto, metafóricamente despegara del suelo unos centímetros. Se tallo los ojos para disipar la visión, pero cuando siguió viendo alejarse aquella motocicleta cada vez más alto supo que no era su imaginación – y si lo era, mira que su mente tenía fantasias descabelladas - no supo la razón , pese a que su experiencia previa ya debería de saberlo, que marco frenéticamente a la policía en la primera cabina telefónica que encontró, contando que vio un hombre con animales a bordo de una motocicleta voladora. Esperaba que al menos no colgaran la llamada a la mención de “animales en motocicleta” así que fue una sorpresa cuando la operadora, después de escucharla sin interrupciones , le preguntara donde estaba ella y la dirección que tomaron los animales . Ella proporciono los datos y en menos de cinco minutos ya estaba un coche de policía estacionado frente a ella, un oficial de barba y cansado, la hacía caminar en línea recta, contestar preguntas y ser sometida a prueba con un alcoholímetro. El oficial quien no dejaba de lanzarle preguntas, anotaba en una pequeña libreta las respuestas que ella daba. ─ ¿Ha probado alguna vez un estupefaciente? ─No ─ ¿Tomo algún medicamento que haya mezclado con alcohol? ─No ─ ¿Se golpeó la cabeza o tuvo algún accidente que le haya dejado secuelas mentales? ─ … Cuando tenía nueve años, me caí desde lo alto de la resbaladilla. El oficial dejo de escribir unos segundos y después hizo la pregunta que menos quería escuchar ─ ¿Toma medicamentos que le ayuden a su mente recordar las cosas? ¿Es posible que haya sido alguna alucinación? No tuvo tiempo de responder con sarcasmo si quería que se acostara en el suelo y empezara a responder como solía hacerlo con su terapeuta (psiquiatra, sana locos, loquero, daba igual el nombre) antes de que el oficial le pidiera el número de teléfono de sus padres y ya estuviera dentro de la patrulla siendo escoltada hasta su casa. Había escuchado a su padre responder la llamada y el audible suspiro que lanzo cuando el oficial le explico la situación y ella supo que de alguna manera ya había conseguido su primer strike. Su padre, un hombre bastante intimidante y una mirada apagada, la esperaba en la entrada de la casa con los brazos cruzados, solo le dio esa mirada de “entra a la casa y hablaremos” y ella entró obedientemente a la casa , se sentó en la silla y dejo en la mesa ,todo el contenido de su bolsa y dejaba en el centro ,su libreta donde tenía el horario en el que llevaba el riguroso calendario de todos los días con sus medicamentos ( tres ansioliticos) tomados y la hora exacta. Su padre entró unos minutos después, se sentó frente a ella , tomo el cuaderno , le echo un vistazo y después se recargo en la silla. ─ ¿Qué fue lo que ocurrió? El silencio de la casa era casi sepulcral si no fuera por el sonido de la tetera hirviendo a fuego lento, el tic tac del reloj y las burbujas que salían de la pecera colocada encima de una mesa al lado del ventanal. Miro unos segundos a los ojos de su padre, debatiéndose que respuesta debería de dar sin tener que mentir o parecer una desquiciada. ─ Una motocicleta conducida sin control – su padre levanto una ceja , esperando sin duda a que continuara la versión que el oficial ya le había dicho. Soltó un suspiro – un hombre manejaba la moto … con animales . Un segundo. Dos segundos. Un suspiro cansado ─ Sabes lo que ocurrirá si continuas con tus historias de fantasía. La última notificación de la escuela fue clara : compórtate o no tendremos más opción que dejarte en un manicomio, Alice. ─ Lo se padre, pero te juro que no estoy mintiendo. había un perro manejando la moto ... ─ Alice. Ella se calló de inmediato. Su padre nunca había sido un hombre severo, de hecho, lo recordaba en sus primeros años de infancia y preadolescencia como cariñoso, tolerante y confidente pero después de los rumores de que se drogaba y luego ser obligada a entrar en ese centro de rehabilitación, se había convertido en este hombre más duro. ─ Escucha bien Alice. Se qué crees que somos indiferentes y que no nos importas, pero es todo lo contrario. Nos importas y mucho, eres nuestra hija, pero debes saber que hay un límite. Su padre se levantó y apago el fuego de la estufa, sirvió dos tazas de agua caliente y les coloco una bolsita de té en cada una. Le tendió una taza a ella y después le agrego miel a su taza y comenzó a beberlo. Alice apretó la taza contra sus manos, ignorando el dolor. Hacía mucho que ya no consumía azúcar porque según su madre eso le beneficiaria a dejar de tener una mente tan activa. ─ Sí padre. No volverá a suceder. Fue todo lo que prometió. Su padre se quedó un rato más con ella y después le deseo buenas noches y subió a su pequeña oficina, dejándola sola. Después de que regresara a casa hace unos meses atrás, descubrió que el matrimonio de sus padres pendía de un hilo. Su madre era una secretaria de un abogado importante de la ciudad. Llevaba laborando para el señor Harrington más de dos décadas mientras que su padre era gerente del banco más importante de Cornstore . Tenían buenos empleos y una economía estable, aunque con la cantidad de veces que ella había ido a parar al hospital y el pago de sus terapias, la situación financiera era casi inestable tanto como la tranquilidad de la casa. A menudo los escuchaba discutir en su recámara a puertas cerrada sobre “locura heredada” en sus árboles genealógicos y su madre, tal vez harta de todo, se desatendía ocasionalmente de ella en la mayor parte de sus activades y su padre empezaba a cargar más con su hija loca y gastos de hipoteca mientras su madre solo se encargaba de mantener la agenda del señor Harrington ordenada para el pudiera pasar mas tiempo con su familia. Era agradable saber que prioridad tienen sus padres con ella. Era de verdad doloroso tener que esconder sus lágrimas , viendo como sacrificaban el tiempo con ella para mantener a la familia de sus jefes unida. No como la de ella, que empezaba a destruirse lentamente. Amaba a sus padres. Esperaba que ellos la siguieran amando como una vez de niña, antes de que la locura clavara sus garras en ella. Los meses siguientes fueron en picada. En el barrio cercano al suyo y algunos puntos lejanos de poblados, ya circulaban rumores y noticias alarmantes de que algunas personas desaparecían de sus hogares sin dejar rastro. Mientras las noticias incrementaban con notas de muertes por paros cardiorrespiratorios debido algún virus o bacteria , también aumentaban los problemas en casa. Su madre iba a mudarse al centro, cerca del nuevo despacho de su jefe y la noticia no le cayó en gracia a su padre quien tendría que hacerse cargo una temporada del cuidado de ella. Por supuesto su opinión no fue tomada en cuenta. Varias veces trato de decirles que ella podía arreglárselas con los transportes si se mudaban a la otra casa en el centro y su madre había volteado a verla como si hubiera dicho una barbaridad, la mando a su cuarto con un tono de voz que nunca había escuchado en su vida, ni siquiera cuando había roto su jarrón favorito por accidente. Más tarde, su padre había entrado a su habitación y le había explicado que su madre planeaba mudarse … sin ellos. Allí supo que el matrimonio de sus padres ya no tenía salvación. No odiaba a su madre por perseguir su ambición ni siquiera estaba resentida porque la dejara atrás pero no comprendía esa decisión tan apresurada de empacar sus maletas y alejarse de ellos. ¿Tan ciega estaba que no había notado las señales de distanciamiento que su madre tenía con ella? Al finalizar el verano, su madre ya no estaba en la casa. Su padre seguía yendo a trabajar con normalidad mientras ella tuvo que acomodar sus horarios para seguir aportando dinero a sus ahorros y seguir estudiando hasta que fue difícil seguir el ritmo cuando entro a la preparatoria porque consumía más tiempo y tuvo que dejar su empleo de tiempo parcial. Por las tardes, se encargaba de realizar la mayor parte de las tarea domésticas de la casa mientras por las mañanas estudiaba, sin embargo el vacío se sentía en la casa por la ausencia – ya de por si nula – de su madre . Al menos su padre colaboraba también en ayudar con la comida porque según parecía no podía utilizar la cocina sin supervisión. Como si quemar la casa en un ataque maniaco favoreciera la situación. En serio ¿Qué les decía su terapeuta a sus padres para limitarle ciertas actividades o era de verdad una discapacitada mental que no podía realizar actividades cotidianas? Visitaba a su madre los fines de semana hasta que entendió que su madre quería estar sola cuando había llegado un sábado por la mañana al edificio de departamentos donde ahora vivía y la vio entrar apresuradamente al edificio. A ella le pareció buena idea pasar a comprar una tarta de zanahoria para el desayuno, almuerzo o cena así que tardo unos quince minutos en comprarlo y entro a la recepción del edificio con la cara sonriente mientras le pedía al conserje que le avisara a su madre que ella estaba allí. El conserje la miro con una expresión de lástima y remordimiento y le dijo que su madre no estaba, que había salido. Mantener la sonrisa en su rostro y sonar despreocupada al mismo tiempo mientras decía “oh, bueno. Creo que confundí las fechas ¿le puede decir que no me vio” fue un trabajo olímpico. Salió del edificio mordiéndose los labios con fuerza para evitar echarse a llorar en medio del estacionamiento. No volteo la mirada a las ventanas donde estaba el apartamento de su madre ni tampoco le conto a su padre la razón de llegar con una tarta más temprano de lo normal. Así pues, sus visitas eran escasas y siempre eran telefoneadas y avisadas con anticipación a su madre para evitar “no encontrar a su madre” al momento. El otoño llego en un abrir y cerrar de ojos. Su padre le dio de regalo un sobre con 45 libras que fueron a parar a su ahorro mientras que su madre le envió un bonito conejo blanco de peluche con una tarjeta que decía “ feliz Hallo – Nukan” . Tiro la tarjeta a la basura no sin antes romperla para que su padre no viera que su madre no tuvo la consideración suficiente de al menos escoger una tarjeta que dijera “feliz cumpleaños”. La relación entre sus padres era más tensa con cada mes transcurrido. El divorcio ya no era una opción. Las festividades de navidad fue básicamente estar en la sala con un árbol de navidad brillando con lucecitas led ,y varias cajas que sus familiares les mandaron ,y con la cena que su padre compro enfriándose lentamente en la mesa esperando la llegada de su madre. No llego en Navidad. No llego en año nuevo. Alice descubrió que pasear por las noches le ayudaba a esclarecer las cosas en su cabeza. Fue cuando ocurrió otro incidente anómalo. En uno de sus paseos nocturnos, en los que su padre no llegaría a casa esa noche y se la pasaba bebiendo en algún bar, ella aprovecho el momento para salir a las calles nocturnas de la localidad. No había nadie en casa que la reprendiera o esperará , así que, decidiendo que pondría a prueba su sentido de la responsabilidad - y ser imprudente por primera vez en sus quince años y siendo su elección - tomo un autobús que la llevará a las inmediaciones del centro. Sin embargo, a punto de bajarse se percató que estaría yendo al apartamento de su madre así que volvió a sentarse y esperar que el destino decidiera su viaje. Para cuándo despertó de su pequeña siesta, había llegado a la última parada del autobús y el conductor , tal vez acostumbrado a que siempre hubiera un último pasajero en su ruta, leía tranquilamente una historieta desgastada. — El último autobús sale a las 11 de la noche. Fue todo lo que le dijo el conductor. Atino a decir un gracias mientras bajaba y observaba a su alrededor. Nunca había llegado a esta parte de la ciudad. Había varios establecimientos cerrados, algunos estaban semi abiertos y podía oler en el aire el humo de algunas fábricas. Caminó por entre callejones y cuando empezó a temblar de frío y miedo porque se había perdido, giro nuevamente en otro callejón para buscar una salida. Se detuvo en seco al escuchar unas voces susurrar y las débiles sombras que proyectaba la luz de un poste, le indicaba que había tres personas allí. Estaba a punto de irse tan silenciosamente como podía, pero una cuarta figura con forma de un roedor se acercaba con prisas a ellos. La forma del roedor fue convirtiéndose lentamente primero en dos piernas, dos brazos y una cabeza, muy parecido a una persona , quien se levantó con cierta dificultad en su máxima altura, que era por lo menos más baja que las otras tres figuras por su postura semi jorobada. Alice abrió la boca, ningún sonido salió. — Tarde como siempre, Pettigrew . La voz de una de las figuras sonaba con un acento impecable, elegante, como si se tratara de un noble inglés salido de una corte real. Alice pensó que hablaba con la altivez y la autoridad de un rey, como si se dirigiera a un sirviente . — Lo siento. Pero Sirius estaba conmigo así que tuve que esperar a que se fuera para poder escabullirme . Pettigrew - supuso Alice- tenía una voz demasiado nasal. Cómo si tuviera demasiado miedo en su voz. — ¿Te dijo algo útil, Black? ¿Algo que hará la Orden? Habló otra voz, está era más ronca. Alice se pregunto si acaso era alguna secta con la que se había topado. Pensó rápidamente en su conocía alguien apellidado Black , un apellido tan singular como su nombre no debía de ser difícil de pasar desapercibido pero no recordaba a nadie llamado así. Hubo silencio y después volvió hablar Pettigrew — Tengo algo valioso. Se cuál es la ubicación de los Potter. Silencio luego risas apagadas. Un temblor la sacudió de pies a cabeza. — El señor Tenebroso estará feliz ... muy feliz de saberlo. Vamos Peter, dime dónde están, yo le comunicaré a nuestro señor. La cuarta voz era más insidiosa, pegajosa, como la de los matones que cobran deudas de apuestas. No tenía duda que inesperadamente estaba escuchando a una secta peligrosa que estaban buscando a unos tal Potter y que Pettigrew sabía dónde estaban. Rezaba porque al menos Pettigrew no se lo dijera a ellos y para ser honesta ella tampoco quería escuchar porque si lo hacía significaba que debía de poner sobre aviso a esos Potter ¿No? ¿Eso no era lo que hacían las personas decentes? ¿Salvar a los prójimos? Pettigrew pareció dudar, incluso ella notó que su sombra se movía inquieta como si no quisiera decirles a ellos. — Es mejor que le comunique personalmente a mi amo . ¿Amo? ¿Señor tenebroso? ¿Era esa persona tan importante como para que ellos se dirigieran así sin que el estuviera presente? Nunca había escuchado esa clase de devoción con la que ellos se dirigían y no quería averiguar quién podía infundir tal respeto . En las noticias había escuchado como un pastor había llevado a toda su congregación a suicidarse porque según el, el fin del mundo se acercaba. Aún le ponía los pelos de punta cuando veía las grabaciones de aquellos fieles, momentos antes de cometer tal acto, dirigirse a su pastor. La devoción que le profesaba rayaba en lo insano. — Nuestro amo y señor tenebroso no tiene tiempo para ti, rata de alcantarilla. Volvió a decir la cuarta voz, perdiendo toda amabilidad de antes. Alice ya empezaba a dar pasos hacia atrás para alejarse de allí. No quería ver cómo le daban una paliza al pobre infeliz del tal Pettigrew. Los hombres soltaron un siseo, y Alice se paralizó en su lugar. Su corazón, que hasta ese momento latía con fuerza, se desbocó de miedo. Calculó mentalmente qué tan rápido podría llegar al paradero. El problema era que no recordaba cómo había llegado allí. De repente las sombras desaparecieron como un chasquido, todos ellos desaparecieron en el instante. Alice se quedó allí dos minutos hasta que el ruido de una puerta siendo azotada la despertó de su estupefacción y corrió como alma que lleva el diablo. No supo cómo, logro llegar al autobús a tiempo, se sentó en el asiento de en medio y se agacho lo más que pudo en los asientos. Él autobús avanzó con normalidad, de vez en cuando el conductor la miraba por el retrovisor como vigilando que no se pusiera como loca o algo parecido, aunque tenía razón de sobra, y Alice se mantuvo agachada en el asiento, escondida, hasta que reconoció algunos edificios que le indicaban que estaba cerca de casa. Llegó a su casa con una palidez fantasmal. Se quedó allí en la sala rememorando lo sucedido, vio al lado del teléfono un directorio y fue hasta él. Busco el índice con la letra P , su dedo bajando en la lista de apellidos pero no encontró a nadie llamado Potter o Pettigrew. Cerró el directorio, se levantó y caminó en círculos alrededor de la habitación, debatiéndose que hacer a continuación. Podía llamar a la policía e informar que planeaban hacer algo contra los Potter – quién fuera que sean – pero la policía comenzaría a interrogarla Ella terminaría admitiendo que unas sombras, que hablaban con una rata que se convirtió en hombre, planeaban algo malo junto a su amo tenebroso... y que luego desaparecieron. La llevarían directamente al manicomio. Ni siquiera se molestarían en avisarle a su padre. No. Tampoco podía contárselo a él. Con todo lo del matrimonio y su situación familiar, solo empeoraría la relación. Su padre era el único sostén que le quedaba. Ni siquiera una llamada anónima serviría sin que pensarán que era una broma . Además, ¿cómo saber que los Potter vivían siquiera en el país? No, no había nada seguro más que mantener la boca cerrada y rezar para que no pasara nada grave. También cabía la posibilidad de que todo fuera una alucinación. Había tanta mierda con la que lidiar que tal vez su cerebro colapsó y se imaginó hombres-rata, sombras que se esfumaban y sectas mafiosas. Sí, era una posibilidad. Por la mañana, todo sería como una pesadilla extraña. Además, tenía que presentar un examen de recuperación y no podía perder más tiempo resolviendo escenarios ficticios ni jugar al detective. Antes de acostarse, escuchó a lo lejos a unos gatos pelear en algún patio vecino. Luego, el sonido de botes de basura cayendo, seguramente por la misma pelea gatuna. Pero entre sueños, escuchó el sonido amortiguado de pasos debajo de la ventana de su habitación. Tenía tanto sueño que simplemente se dejó arrastrar por el cansancio y los sueños extraños. No fue consciente de que una sombra se colaba en su habitación en la oscuridad y seguridad de su hogar.
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