ID de la obra: 371

Gabrielle quiere mostrar independencia

Het
R
En progreso
3
Emparejamientos y personajes:
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planificada Maxi, escritos 81 páginas, 27.607 palabras, 4 capítulos
Descripción:
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Capítulo 4

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El fin de semana, Gabrielle se la pasó avanzándole a la fabricación de los vestidos y túnicas, de las clientas que le había conseguido su madre.   Cuando se dio cuenta Gabrielle, rápidamente había vuelto a ser lunes.   Gabrielle se apareció rápido en la mañana frente a la tienda de Madame Malkin. Y desde la mañana, Gabrielle hizo sus actividades designadas. Madame Malkin le preguntó a Gabrielle si había cambiado de perfume por el olor diferente que ella emanaba de su cuerpo: mandarinas.   Aquella pregunta preocupó a Gabrielle, porque eso significaba que el hechizo que le había lanzado George a la veela, todavía estaba afectando el cuerpo de ella.   En ese día en particular que Gabrielle había decidido dejar de inhibir su “belleza de veela” fue notorio para Gabrielle las miradas feas y enojadas que le enviaban las clientas que estaban acompañadas por sus maridos. Los maridos de las clientas por su parte se la pasaban embelesados y babeando por Gabrielle. Gabrielle sabía que tenía que adaptarse a ello.   Sin embargo, ella se sentía bien, ya no sentía ese ardor e incomodidad que conllevaba tratar de inhibir su “belleza de veela”.   El martes en la noche, mientras ella seguía avanzándole a la confección de vestidos de las clientas que le había conseguido su madre, llegó al departamento el mismo búho con traje, con otra carta en el tarso para Gabrielle, y con una cuerda en el pico; la cuerda descendía en el aire aproximadamente 30 cm y amarraba una enorme caja. El búho estaba malhumorado.   El búho se posó sobre una mesa, dejando la enorme caja encima de la superficie, mientras Gabrielle con su varita cosía todas las piezas correspondientes de los vestidos.   Gabrielle a pesar de estar de espaldas al búho, ella sintió que un búho la miraba con enojo ¿es que acaso los búhos eran muy resentidos?   Gabrielle se giró en dirección al búho.   —Hola —saludó Gabrielle al búho no muy segura.   A Gabrielle le pareció que el búho la seguía viendo con enojo.   —Tengo algo paga ti —dijo Gabrielle insegura, tratando de apaciguar al búho.   Le sirvió agua en un bebedero y comida en un plato al búho. Puso el bebedero y el plato frente al búho. Gabrielle esperaba con eso haber apaciguado un poco al búho. A Gabrielle le pareció que el búho la miró con recelo, lo cual ofendió a Gabrielle.   El búho se puso a comer. Gabrielle aprovechó el momento para agarrar la carta del tarso y leer el contenido.   Era George, quién quería que se volvieran a reunir el viernes. Gabrielle se sintió feliz al leer que George quería volver a verla.   Posteriormente, Gabrielle extrañada, bajó la enorme caja en el suelo, abrió la tapa de la caja y se sorprendió de ver el contenido: telas; telas de diferentes colores y texturas. Algunas telas tenían el puro color uniforme y otras tenían estampados de frutas. Gabrielle ubicó dos telas con estampados de mandarinas; que raro era de verdad el humor de George. Todas esas telas que Gabrielle había recibido… significaba que George le había prestado atención a ella en sus anteriores conversaciones.   ——oOo——-   El miércoles en la noche, Gabrielle volvió a la discoteca para ver si de casualidad se encontraba con las chicas que ella había afectado; no encontró a las chicas así que volvió al departamento. Suspiró frustrada.   ——-oOo——-   El viernes en la noche, Gabrielle volvió a aparecerse frente el edificio de “Weasley & Weasley”, tocó la puerta y la recibió George. Gabrielle se abalanzó sobre George y comenzó a besarlo, como una forma de mostrar agradecimiento por las telas. George le correspondió los primeros tres besos, pero después él le puso un alto, diciendo que estaban en público y que no podían causar una escena… que se esperaran el próximo mes para eso, porque los demás comerciantes del callejón ya estaban hartos de él en ese mes.   Entraron a la tienda de “Weasley & Weasley”, cruzaron las escaleras de caracol y entraron al piso de George.   Gabrielle notó que George esta vez estaba sobrio.   —¿Qué quiegues haceg Geoge? —preguntó Gabrielle mientras miraba la sala.   —Oh, estaba pensando que tú y yo podríamos acostarnos en mi cama y conversar —se sinceró George casualmente.   Gabrielle parpadeó varias veces ¿conversar? Bueno, no había nada malo con conversar; ella tampoco tenía la expectativa de terminar teniendo sexo con George, porque ella imaginaba que esa noche iba a ponerse él ebrio otra vez.   George los guio a ambos a la habitación. George se abrió camino entre los prototipos sin terminar. Gabrielle siguió desde atrás a George, caminando con mucho cuidado, evitando pisar alguno de esos prototipos; Gabrielle no estaba segura de lo que pasaría si los terminaba pisando por accidente.   Se acostaron en la cama y estuvieron conversando por un rato.   —Hueles a mandarinas amor —dijo George con una sonrisa.   Gabrielle por supuesto pensó que George estaba mofándose de ella.   —Sobge eso Geoge —dijo Gabrielle frunciendo el ceño—. ¿No eliminaste el hechizo cogectamente? ¿Pog qué sigo oliendo a mandagina?   —Qué raro —opinó George— Se suponía que, al eliminar el hechizo, los arbolitos de mandarinas, las mandarinas y el olor a mandarinas, desaparecerían.   George se veía que estaba reflexionando.   Gabrielle rápidamente chilló, algo le estaba lastimando el tobillo. Gabrielle alzó la pierna y vio un peluche mordiéndole el tobillo. Esto era el colmo.   —Déjame adivinar —dijo George con una expresión cautelosa en el rostro—, estás debatiendo internamente contigo misma, si volver a visitarme o no.   Gabrielle todavía acostada de costado en la cama de George, y alzando la pierna izquierda, reflejó una tranquilidad falsa en su cara.   —Debes entendegme Geoge, uno de tus peluches me está mogdiendo el tobillo —se limitó a responder Gabrielle.   Gabrielle estaba acostumbrada a vivir en un entorno mágico, pero eso no quitaba la sensación de ardor, debido a que un peluche con dientes le estuviera mordiendo el tobillo. Los dientes de aquel peluche tenían tan fuertemente aprisionado el tobillo de ella, que hasta unas gotitas de sangre se asomaban fuera de la piel de Gabrielle. Como si no fuera suficiente, una taza muerde nariz, le estaba mordiendo la pierna a ella (se acababa de dar cuenta), lo cual fue desconcertante para Gabrielle, ¿no se supone que la taza muerde nariz, solo muerde narices?, la mente de Gabrielle estaba muy ocupada tratando de determinar qué emoción sentir.   George con unos movimientos de su varita mágica y unas palabras en latín, separó al peluche y a la taza muerde nariz, de Gabrielle. El peluche y la taza muerde nariz, los encerró en un cofre que estaba en la habitación.   —El peluche es un prototipo —dijo George con una pequeña sonrisa—. El peluche está diseñado para morder aleatoriamente a quién esté cerca de él, y la taza la modifiqué para que no solo muerda narices.   —¿Por qué? —preguntó Gabrielle verdaderamente desconcertada.   —¿Por qué lo hice?, porque es divertido Gabrielle.   George desde uno de los cajones del buró sacó esencia de murtlap y la fue pasando por las zonas heridas de Gabrielle.   Hubiera sido feo de parte de George no haber hecho lo mínimo por Gabrielle, curar sus heridas producidas por sus prototipos.     ——-oOo——- George había conversado con Gabrielle, y le había pedido que, si decidía visitar la tienda en el horario laboral de él, no lo fuera a buscar porque iba a estar ocupado en la trastienda. Gabrielle supuso que fue una manera sutil de George de pedir que no lo distrajeran de su trabajo, porque él sabía, que, si ella estaba presente frente a él, por su debilidad ante Gabrielle (probablemente por “la belleza de veela”) George dejaría el trabajo tirado.   Gabrielle un día de la semana, decidió ir a “Weasley & Weasley” después de que terminó su jornada laboral. Gabrielle llegó a las 5:30 de la tarde a la tienda, y se puso a mirar a los alrededores de su interior. Había tantos productos en los anaqueles. Se detuvo frente a un grupo de productos en particular, agarró una de las cajas y se puso a leer detenidamente el texto impreso que estaba en una de las cajas que ella había agarrado.   La etiqueta amarilla que estaba muy grande y que estaba pegada a la caja, contenía una gran lista de instrucciones y advertencias que le parecieron muy invasivas a Gabrielle.   ——-oOo——-   Gabrielle volvió a visitar a George en su piso. Esta vez, mientras Gabrielle entraba a la habitación de George, Gabrielle se percató que el piso estaba limpio. No habían rastros de juguetes terminados, ni prototipos. Y ambos volvieron a acostarse en la cama de George para conversar.   —¿Pog qué los pgoductos de tu tienda tienen instgucciones y advegtencias tan invasivas? —preguntó Gabrielle curiosa.   George sonrió como si Gabrielle hubiera contado el preludio de un chiste muy gracioso.   —Ah eso —dijo George mientras miraba al techo—. Digamos que existen muchos niños que no leen las instrucciones y las advertencias de los productos, lo cuál ha traído como consecuencia que muchos niños terminen en San Mungo —terminó diciendo George con tranquilidad.   —Ah, entonces te pgeocupan los niños —aseguró Gabrielle con duda.   —Sí, sí, podría ser —dijo George no muy convencido.   —¿Geoge? —preguntó Gabrielle.   George suspiró.   —Muchas madres de familia han intentado demandar a “Weasley & Weasley”. Las demandas hasta ahora no han logrado proceder, gracias a Merlin, así que para evitarme más molestias, he decidido hacer las etiquetas de las instrucciones y advertencias más grandes —explicó George con tranquilidad.   —Veo que seg empgendedog es dugo —dijo Gabrielle.   —A veces lo es —afirmó George—. Oye, tengo una pregunta para ti.   —¿Cuál es Geoge? —preguntó Gabrielle.   —¿Qué le hiciste a Montgomery? —preguntó George entrecerrando los ojos.   Gabrielle parpadeó varias veces.   —¿Quién es Montgomegui? —preguntó Gabrielle desconcertada.   George sonrió levemente.   —Montgomery es el búho que he estado usando para mandarte las cartas —explicó George—. Cada vez que le pido que te dé una carta, se pone de mal humor.   Gabrielle jadeó ofendida.   —Yo no le he hecho nada a Montgomegui —se defendió Gabrielle.   —Claro, claro, tú nunca haces nada —dijo George con una sonrisa bromista.   Posteriormente George le acarició la mejilla a Gabrielle.   —Hoy estoy sobrio —afirmó George haciendo contacto visual con Gabrielle.   —Sí, lo veo—respondió Gabrielle.   —¿Hoy accederías a tener sexo conmigo? —preguntó George dirigiendo su mirada a los labios de Gabrielle.   Gabrielle tragó saliva nerviosa. Gabrielle sintió las mejillas calientes.   —Sí —afirmó Gabrielle mirando a los ojos a George.   Unos minutos antes de tener sexo, Gabrielle le aclaró a George que ella no tenía mucha experiencia en el tema, que la única vez que ella había tenido sexo, fue con un ex compañero de Beauxbatons. Gabrielle hizo la aclaración para que George no tuviera muchas expectativas sobre ella.   Aquella noche tuvieron sexo y usaron un hechizo anticonceptivo para que Gabrielle no terminara embarazada.   Durante el sexo, Gabrielle se dio cuenta que George a diferencia de ella, tenía muchísima experiencia en cuanto a ese tema. Ella sintió un poco de celos, pero decidió reprimirlos. A Gabrielle le gustó que George le preguntara a ella, que toques o caricias le gustaban o le incomodaban y en qué lugares. George también fue guiando a Gabrielle, para que ella supiera de qué modo le gustaba que lo tocaran a él.   ——-oOo——-   Al otro día Gabrielle se despertó en la cama de George. ¿Qué debería hacer ella? ¿Debería esperar a que él se despertara para irse? O ¿Debería ella irse así sin más?   George se despertó antes de que Gabrielle tomara una decisión. George invitó a Gabrielle a desayunar, Gabrielle aceptó.   Se dirigieron al comedor y comieron. George comió lo que su madre le había traído en una fiambrera el martes anterior. Gabrielle comió las frutas que vio disponibles en la mesa. George le ofreció parte de su comida, sin embargo Gabrielle la rechazó, argumentando que con la fruta ella ya estaba llena.   Terminando de comer, Gabrielle se despidió de George, pero antes de que Gabrielle se fuera, George la detuvo.   —Tengo algo para ti —dijo George con una sonrisa traviesa.   George le entregó a Gabrielle una planta carnívora como regalo. Aún con la perplejidad cegando a Gabrielle, ella se apareció dónde se estaba hospedando.   ——-oOo——-   La planta carnívora que le había regalado George a Gabrielle era voraz, y también escupía jugo de uva. Aquella planta carnívora escupía jugo de uva tan seguido, que mejor Gabrielle puso la maceta de la planta carnívora en una pequeña tina para niños. Gabrielle le puso de nombre a la planta Venus. El nombre no era muy original, pero ella no quería dejar a la planta sin nombre.   ——-oOo——-   El lunes, Gabrielle en la mañana se fue a trabajar en la tienda de Madame Malkin como su ayudante, en la tarde, a la hora de la salida, se apareció en el departamento dónde ella se estaba hospedando temporalmente, dónde le siguió avanzando a la confección de túnicas y vestidos pendientes.   En la noche llegó a la ventana de Gabrielle el búho que Fleur compartía con Bill. Gabrielle recibió la carta que le mandó su hermana, la contestó y la volvió a mandar con el mismo búho.   Unos minutos después apareció al lado de Gabrielle, Comtesse; el búho de la familia Delacour. Gabrielle respondió las cartas de sus padres, de su amiga Adelaide y de sus clientas. Posteriormente Gabrielle le dijo a Comtesse que podía quedarse los días que ella quisiera sin problemas. Después Gabrielle le sirvió a Comtesse agua y comida.   Gabrielle también le dijo a Comtesse que les entregara las bolsas que ella había dejado en el sofá, a los destinatarios correspondientes. En las bolsas que estaban en el sofá, había en su interior las túnicas y vestidos que ella había terminado de confeccionar.   Unos minutos después llegó Montgomery, búho que también le dejó una carta; la carta era de George. Gabrielle por un momento pensó que ella vio que Montgomery le echó el ojo a Comtesse, pero luego Gabrielle ladeó la cabeza varías veces pensando que era su imaginación.   ——-oOo——-   El martes Gabrielle fue a trabajar para Madame Malkin. En la noche Gabrielle fue a la discoteca para ver si de casualidad se encontraba con las tres chicas muggles que ella había afectado. No, Gabrielle no las encontró. Gabrielle volvió al departamento donde ella se estaba hospedando y siguió confeccionando túnicas.   ——-oOo——-   El miércoles en la noche, Gabrielle fue a ver a George. Ambos subieron al piso de George, fueron al cuarto de George, se acostaron a la cama y se pusieron a platicar.   —Desde la muerte de Fred, no he ido a la Madriguera a los almuerzos o cenas dominicales —confesó George.   —Cgeo que debeguías ig Geoge —opinó Gabrielle—. Me imagino que tus hegmanos y papás han de estag pgeocupados pog ti.   —No me siento capaz de estar con ellos durante muchas horas ya sea en la tarde o en la noche —declaró George.   —No cgeo que sea necesaguio que estés con ellos muchas hogas. Con que estés con ellos pog ejemplo tgeinta minutos, cgeo que ellos estagán contentos —opinó Gabrielle.   George miró a Gabrielle.   —¿Y si vas conmigo a uno de los almuerzos dominicales de la Madriguera? —preguntó George.   Gabrielle peló los ojos.   —No sé Geoge. Mi hegmana ya ha intentado convencegme de ig con ella y no he ido —dijo Gabrielle incómoda.   George observó a Gabrielle.   —¿Por qué? —indagó George.   —No me hace sentir cómoda la idea, casi no conozco a nadie de ahí. Digo, sí los vi a todos en la boda, pero siento que sería una situación diferente —contestó Gabrielle evitando la mirada de George.   Lo que Gabrielle había dicho en parte era cierto. Sin embargo, la verdad era que ella tampoco quería ver a Molly. A Gabrielle, Molly le parecía una señora difícil de tratar.   Gabrielle volvió a dirigir su mirada a George, y ella se percató que George estaba haciendo un puchero, uno que le pareció forzado a ella. Gabrielle sospechó que él hizo ese puchero como burla, pero ella no estaba segura.   Gabrielle se desató el chongo desordenado que ella se había hecho y le entregó a George la dona para el cabello. La dona para el cabello era de color azul marino.   —Ten —dijo Gabrielle haciendo contacto visual con George, mientras le sostenía la mano—. Lleva mi dona para el cabello como una pulsera. Cada vez que te sientas incómodo o inseguro en ese lugar, imagina que yo estoy ahí contigo.   —¿Solo teniendo en mi muñeca tu dona para el cabello? —preguntó George con perplejidad haciendo una mueca.   Gabrielle asintió varias veces.   ——-oOo——-   El jueves en la tarde, Gabrielle desde el departamento, pidió a Comtesse a que le mandara una carta a George de su parte. Gabrielle luego de mandar a Comtesse con George, ella se fue a la discoteca, para ver si ahora sí se encontraba a las mismas chicas de la discoteca. El tratar de encontrar a las chicas ese jueves, fue un fracaso para ella, porque no encontró ni siquiera una sola pista que vinculara a alguna de esas chicas.   ——-oOo——-   Gabrielle el viernes en la noche, esperaba frente a la chimenea, que George hiciera acto de presencia. La veela le había escrito en la carta que había mandado con Comtesse, que ella preferiría recibirlo donde se estaba hospedando, a volver a ir al piso de él.   Cuando George salió de la chimenea del departamento, Gabrielle sonrió.   ——-oOo——-   Domingo en la noche, Montgomery le entregó una carta a Gabrielle. Gabrielle leyó la carta. George le había escrito a Gabrielle con sumo detalle, como la familia había estado feliz y sorprendida de verlo en el almuerzo dominical. De acuerdo con las palabras escritas de George, él estuvo como 30 minutos en compañía de su familia, de ahí el pelirrojo volvió a “Weasley & Weasley”.   ——-oOo——-   Desde que Gabrielle dejó de inhibir su “belleza de veela”, los clientes y acompañantes masculinos de sus clientas en la tienda de Madame Malkin, se volvieron… más osados. De repente los clientes masculinos llegaban con regalos para Gabrielle, regalos que siempre rechazaba Gabrielle y aunque Gabrielle discutiera con ellos para disuadirlos de regalarle cosas, parecía que no le hacían caso, entonces Madame Malkin en esos casos intervenía, sacando casi a patadas a esos hombres junto con sus regalos que no querían comprar nada, solo molestar.   Gabrielle se sentía molesta con esos clientes masculinos, pero el problema un día llegó cuando vio a uno de los acompañantes de las clientas de Madame Malkin entrar a la tienda completamente solo, con una caja enorme cubierta con un envoltorio y un moño. Gabrielle sintió un terror al ver a ese hombre entrar; Jack Macroiatra a percepción de Gabrielle era muy feo, y cada vez que le sonreía a Gabrielle, unos escalofríos e incomodidad muy desagradables invadían el cuerpo de ella, como se mencionó anteriormente, no era cliente como tal de Madame Malkin, más bien, él era acompañante y esposo de una de las clientes más fervientes de Madame Malkin: Abigail Macroiatra, una mujer muy alta, que siempre tenía el ceño fruncido, independientemente de la emoción que estuviera sintiendo. Abigail Macroiatra trataba con desdén a Gabrielle y la primera vez que Gabrielle se acercó para atenderla hace algunas semanas atrás, debido a que Madame Malkin le había dado la indicación a Gabrielle de atender solo a las clientas femeninas, Abigail Macroiatra le puso la palma de la mano en frente de la cara de Gabrielle, a unos 5 centímetros de distancia aproximadamente.   —Si yo quisiera ser atendida por la ayudante de Madame Malkin, yo hubiera pedido expresamente ser atendida por ella —dijo Abigail denotando molestia en su voz.   Gabrielle recordó cómo se quedó quieta en ese lugar sin moverse de la impresión, entonces Madame Malkin se acercó a Gabrielle y a Abigail, a Gabrielle le dijo que atendiera a las demás clientas y a Abigail le dijo algo como “disculpa las molestias, ahora te atiendo”. Y cuando Gabrielle le sacaba las medidas a otra chica que había entrado para que le fabricaran una túnica, Gabrielle sintió la mirada de Monsieur Jack Macroiatra, y posteriormente la mirada de Madame Abigail Macroiatra sobre ella, Gabrielle sintió como metafóricamente Madame Abigail Macroiatra le estaba perforando el cráneo con una mirada llena de ira y cuando llegó el momento de que esa pareja se fuera, Gabrielle soltó un suspiro que no sabía que estaba conteniendo al verlos cerrar la puerta de la tienda detrás de ellos.   Volviendo al presente, un lunes, que Gabrielle quien se encontraba haciendo los moldes para las piezas de las túnicas, al ver a Monsieur Jack Macroiatra caminando hacia ella dentro de la tienda, comenzó a caminar de reversa, alarmada.   —¡No señog Jack Macgoiatga! ¡No quiego ningún pgesente! —exclamó Gabrielle caminado varios pasos hacia atrás para alejarse de él.   —Oh, Pero ¿por qué Gaby? —dijo el señor Macroiatra con falsa aflicción.   Gabrielle al escuchar que él la llamó Gaby, se sintió muy incómoda; para otros parecería una exageración, pero Gabrielle prefería que la llamaran Gaby personas que eran muy cercanas a ella o que le agradasen a ella, y Jack Macroiatra no encajaba en ninguna de esas dos categorías.   —Traje un regalo que iguala la belleza de su destinatario —dijo Jack Macroiatra sonriéndole a Gabrielle.   Gabrielle al ver que el señor Jack Macroiatra le sonreía, un pensamiento invadió la mente de ella, ¿Qué tal si ella huía saltando por la ventana que se encontraba en la parte trasera de la tienda?, Probablemente ella terminaría rompiendo la ventana de la tienda de Madame Malkin en el proceso y previsiblemente Madame Malkin le cobraría la ventana rota, pero creía que esa era una mejor opción que recibir un regalo de Monsieur Macroiatra y hablar con él. Se preguntó si en general a todos los hombres que estaban en presencia de una veela, se les iba el sentido común; si el sentido común de Jack Macroiatra funcionara perfectamente, él no le estaría dando un regalo tan descaradamente en público, es más, él no le estaría regalando nada porque él tiene esposa, esposa la cuál estaba segura Gabrielle, que si se enteraba que su esposo le había tratado de regalar algo a la joven ayudante veela de Madame Malkin, se desataría el infierno; Gabrielle terminaría con una muerte agonizante, probablemente el señor Macroiatra terminaría castrado, y Abigail Macroiatra terminaría en Azkaban.   Parecía que Madame Malkin también estaba en shock (quizás ella sabía el escándalo que se podía aproximar) y que todavía estaba reflexionando lo que iba a hacer, así que no le quedaba otra opción a Gabrielle que encargarse de esto ella misma.   —¡¡YA LE DIJE QUE NO QUIEGO NINGÚN PGESENTE!! —gritó Gabrielle.   La cara de Gabrielle se arrugó feísimo, por un momento la cara de Gabrielle podría haberse confundido con la de un demonio. Gabrielle no estuvo consciente de que al gritar, se escucharon múltiples vozarrones proviniendo de diversos rincones de la tienda de Madame Malkin, como si varias copias de una Gabrielle Delacour, se hubieran sincronizado para gritar. Probablemente eso fue magia incidental.   Jack Macroiatra al ver que su regalo no les estaba causando júbilo a Gabrielle, todo lo contrario, y al ver lo intimidante que ella se veía enojada, salió él corriendo despavorido del interior de la tienda con el regalo en mano.   Cuando quedaron solas Gabrielle y Madame Malkin en la tienda, Madame Malkin comenzó a hablar.   —Se van a tener que tomar nuevas medidas —dijo Madame Malkin sin dejan de ver la puerta de entrada.   –––––oOo–––––   Para Gabrielle admitir que se sentía avergonzada de ver las medidas que tuvo que tomar Madame Malkin en su tienda, por ella, era quedarse corta. Si antes, las ayudantes de Madame Malkin en su tienda podían recibir sin problemas regalos de sus clientes masculinos, pues eso se terminó. Gabrielle se sentía mal por las futuras chicas que fueran a ocupar su puesto, cuando más adelante Gabrielle dejara la vacante vacía, aunque ahora Gabrielle se sentía aliviada por ello.   Madame Malkin pegó en una de las ventanas de la tienda, con vista al exterior y escrito con letras grandes y mayúsculas “Queda estrictamente prohibido para los clientes masculinos darle regalos a la ayudante. A quién se le sorprenda regalándole algo a la ayudante, quedará vetado de por vida de la tienda”.   Oh no, George no dejaría pasar esto.   –––––oOo–––––   Ese viernes en la noche Gabrielle y George quedaron en que se verían en el departamento en el que actualmente Gabrielle residía. Como Gabrielle le había dado permiso a George para aparecerse en la chimenea de aquel departamento, pues eso hizo George; George salió de la chimenea y se sacudió el hollín que cubría a su traje.   A Gabrielle que se encontraba sentada en el sofá que estaba frente a la chimenea, le fue difícil no mirarlo al rostro, pero luego de unos segundos decidió hacerlo y encararlo. George le dirigió una sonrisa burlona, condenado George, definitivamente él no dejaría pasar esto.   —Algo me llamó la atención —empezó diciendo George dejándose caer sentado al lado de Gabrielle en el sofá sin borrar su sonrisa burlona—, resulta que casi no salgo de la tienda de Sortilegios Weasley, a menos que yo esté buscando inspiración para la creación de un nuevo producto.   La pequeña pausa que hizo George, Gabrielle la comparó como si ella estuviera viendo una película de suspenso.   —Salgo de la tienda, camino y recorro un poco el Callejón Diagon y ¡sorpresa! Veo un cartel pegado en unas de las ventanas de la tienda de Madame Malkin, con un escrito bastante específico, un escrito que solo pude relacionar automáticamente contigo —dijo George para luego quedarse callado—. ¿Cuál es la historia de fondo detrás de ese cartel Gabrielle? —preguntó George con mucha curiosidad, un brillo inusual adornaba los ojos de George.   —¿Qué te hace pensag qué hay una histoguia de fondo para ese cagtel Geoge? —replicó Gabrielle.   —Todo mundo sabe que detrás de un cartel pegado en una tienda sin contexto, hay una historia de fondo Gabrielle —dijo George con una sonrisa.   Probablemente George pensó que el trasfondo de ese cartel estaba formado por una anécdota divertida, sin embargo, desde el punto de vista de Gabrielle no era así, no fue nada divertido por lo que tuvo que pasar.   Gabrielle procedió a contarle a George el suceso que abarcaba varias semanas, hasta el lunes de la actual semana, el primer día en el que estaría ese cartel pegado a la ventana de la tienda, por varios días consecutivos por un tiempo indefinido. Durante la narración de su anécdota, Gabrielle se percató de que las principales emociones de manera sutil transitaron por la cara de George: enojo y preocupación…   De repente George acercó a Gabrielle al pecho de él y procedió a abrazarla. Gabrielle sintió su propia cara arder entre tanto sentía el olor de la colonia de George llegar a sus fosas nasales.   —Lamento que hayas tenido que pasar por eso —dijo George, mostrando lo que le pareció a Gabrielle, preocupación y comprensión—. Pero ya todo está más tranquilo ¿verdad? —preguntó George haciendo contacto visual con Gabrielle.   —Sí —respondió Gabrielle segura, feliz de estar con George.   A la semana siguiente Gabrielle notó la ausencia de Abigail Macroiatra, sin embargo, Gabrielle no le dio importancia. Gabrielle siguió confeccionando túnicas y vestidos para sus clientas de Francia.   ——-oOo——-   Fleur le había mandado una carta a Gabrielle, donde la invitaba a asistir a la cena dominical de la Madriguera. Gabrielle aceptó la invitación, porque ella pensó que se vería muy sospechosa y grosera si la rechazaba, Gabrielle ni se acordaba cuantas invitaciones le había rechazado a Fleur. Gabrielle sabía que ahí se encontraría a George y que tendría que disimular el que se conocían a fondo.   Varios minutos antes de que fuera la hora de la cena en “La Madriguera”, Gabrielle se apareció frente Shell Cottage y se sentó en la sala a esperar que Fleur se terminara de vestir. Bill por su parte estaba entreteniendo a Dominique y a Louis.   Victoire le estaba sacando conversación a su tita Gabrielle. A Gabrielle, Victoire le pareció muy curiosa… demasiado curiosa.   Fleur salió del dormitorio ya vestida, entró a la sala e hizo un comentario que le pareció muy revelador e incómodo a Gabrielle.   —No recuerdo que te gustara usar perfumes cítricos —dijo Fleur extrañada mirando a su hermana, mientras tomaba a Louis para cargarlo.   Aquello fue un recordatorio de lo perspicaz que era Fleur. Fleur recordaba que a Gabrielle le gustaba usar perfumes de olor dulce como fresas, chocolates y pasteles.   Todos se aparecieron frente a “La Madriguera”.   Cuando Gabrielle llegó a “La Madriguera” ella no tenía la menor idea que trato esperar. Arthur y Molly Weasley recibieron con amabilidad a Gabrielle. Gabrielle dudaba de que Molly la fuera a tratar otra vez amable si se enteraba que la veela estaba manteniendo una rara relación sexoafectiva con uno de sus hijos.   Gabrielle vio que ahí dentro de la Madriguera estaba el trío dorado, como muchos se habían referido a ese grupo de amigos, también que ahí estaban varios hijos de Molly, a excepción de Charlie. Del mismo modo, ahí estaba una mujer, que Gabrielle supuso que era la esposa de Percy, al ver lo cercana que se estaba comportando con él. Gabrielle también notó que había un niño sentado entre Ginny y Harry.   Ah, y Gabrielle divisó por un momento a George. George se veía un poco apagado. Gabrielle se esforzó en no darle mucha atención a George para no verse obvia y para no meterse en problemas con Molly Weasley.   Fleur terminó arrastrando a Gabrielle a la cocina. Gabrielle se dio cuenta que todas las mujeres, a excepción de las niñas pequeñas, estaban metidas en la cocina, ya fuera cocinando o sirviendo platos y cucharas desde la cocina a la mesa con ayuda de magia. Gabrielle (ya fuera por presión social u otra razón), transportó platos, cubiertos y servilletas desde la cocina a la mesa del comedor con ayuda de la magia. Gabrielle se sintió salvada al ver que no le estaban pidiendo ayuda a ella para cocinar; Gabrielle no tenía ganas de meter mano en la cocina, y ya su hermana le había dicho a ella que su comida era insípida.   Gabrielle se percató de que Harry quería entrar a la cocina a ayudar, pero que Ginny lo había ahuyentado. Gabrielle igualmente se dio cuenta que la señora Weasley quería acaparar todo el trabajo de cocina, pero que ante la insistencia de las demás mujeres, las dejó meter mano en la cocina.   Por momentos, Gabrielle escuchó a Hermione quejarse entre murmullos.   Fleur despidió a Gabrielle de la cocina, diciéndole a ella que ya se podía ir a sentar a comer. Gabrielle rápidamente se sentó. Unos minutos después todas las demás mujeres se sentaron a comer. Varios de los hombres ya estaban por su segundo plato de comida. Gabrielle sintió la mirada ocasional de George sobre ella, lo cuál le pareció a Gabrielle preocupante.   Gabrielle también sintió la mirada ocasional de Victoire sobre ella. Por momentos igualmente Gabrielle observaba que Victoire miraba por unos segundos a George. Victoire siguió el recorrido de la mirada de George, que terminaba en Gabrielle.   Ya varios miembros del clan Weasley estaban conversando entre sí. Sin embargo, los niños a veces olvidaban la etiqueta, o tal vez tener una hermana muy franca, influía mucho. Victoire fue muy indiscreta y por un momento, Gabrielle sintió una soga imaginaria en el cuello.   —¡Al tío George le gusta la tía Gabrielle! —afirmó Victoire con una sonrisa.   Un pequeño silencio hizo presencia en el comedor de “La Madriguera”. George tosió un poco, y trataba de aparentar que lo que había dicho Victoire, no le estaba afectando, pero, el fuerte sonrojo de su cara, lo estaba delatando.   La sonrisa amable y amistosa de la señora Weasley, había desaparecido. La cara de la señora Weasley reflejaba enojo e irritación.   Quizá la señora Weasley seguía teniendo prejuicios hacia las veelas.   Gabrielle se esforzó en imaginar lo que estaba pasando en la mente de la señora Weasley. Quizá ella podría estar pensando algo como: “acepto que uno de mis hijos frecuente a una veela, pero ¡¿dos de ellos?!”   Ron hizo un comentario chistoso acerca de lo que había dicho Victoire, George contestó a ese comentario gracioso con otro comentario gracioso y la tensión fue desapareciendo del aire. Pero el daño ya estaba hecho, por un momento, Gabrielle sintió la mirada de Fleur y la señora Weasley en ella.   Los demás presentes en el comedor, siguieron hablando entre ellos como si nada hubiera pasado.   Gabrielle sintió un sabor amargo en la boca, ella dudaba que fuera la comida, quizá su propia imaginación se había inventado el sabor amargo.   Cuando Gabrielle volvió al departamento dónde se estaba durmiendo. Ella no se pudo quitar de la cabeza, como el resto de aquella noche que estuvo en La Madriguera, las miradas que le dirigió Molly, fueron con los ojos entrecerrados.   ——-oOo——-   El miércoles en la noche, Gabrielle fue al piso de George para platicar. Los dos estando en la cama de George, se pusieron a conversar.   —Mamá ya sabe que me estoy viendo contigo —admitió George con tranquilidad.   Gabrielle peló los ojos.   —¿Cómo qué tu mamá sabe que nos estamos viendo? —preguntó Gabrielle preocupada y nerviosa.   —Sí —afirmó George impasible—. Mamá llega los martes en las mañanas al piso, a limpiar la cocina y la sala, y a dejarme fiambreras con comida. Mientras barría la sala, ella se dio cuenta que habían muchos cabellos plateados tirados por ahí. Yo no me di cuenta de esos cabellos, pero ella…   Gabrielle se quedó con la boca abierta.   —Me empezó a interrogar —divagó George con calma—. Me preguntó si estaba contigo por tu “belleza de veela”, si tú me habías encantado, si tú tenías vil planes para mí. Negué todo por supuesto —dijo George con certeza.   Gabrielle sintió la boca seca.   —No creo volver a pisar “La madriguera” en lo que me queda de estancia en Inglaterra —afirmó Gabrielle incómoda con la boca seca.   Ella sospechaba que si Molly Weasley la volvía a ver pisar “La madriguera”, un hechizo feo llegaría a Gabrielle.     ——-oOo——-   Entre sus muchas reuniones, George le contó a Gabrielle, que la mamá de él, le estaba organizando un montón de citas para que ya sentara cabeza. Gabrielle se desconcertó con aquella noticia, y ella no sabía qué sentir o qué pensar. Por un lado, ella se sentía celosa por eso; había interactuado tanto tiempo con George que, evidentemente se había desarrollado una cercanía entre ellos, pero por el otro lado, Gabrielle creía que eso era lo mejor para él; que él estuviera con una bruja normal, que no le afectara sus sentidos como ella.   —¿No seguía lo mejog paga ti Geoge? ¿Salig con brujas que no manipulen inconscientemente tus sentimientos? —preguntó Gabrielle acostada al lado de George en la cama.   Gabrielle no buscaba manipular los sentimientos de George. Pero Gabrielle no había terminado de conocer su propia naturaleza de veela. Gabrielle no sabía si al ella sentir atracción por George, su “belleza de veela” buscaría de modo constante atraer la atención de George hacia ella.   George se puso de costado y acarició la mejilla de Gabrielle.   George miró a Gabrielle con escrutinio.   —No me importa —dijo George impasible—. Qué tú estés aquí conmigo, me hace sentir bien, como si volara, como si no hubiera ningún obstáculo al cuál hacerle frente.   —¿Geoge? —preguntó Gabrielle desconcertada.   —¿Has escuchado de la marihuana? —le preguntó George a Gabrielle.   —Sí, una amiga una vez me contó sobge la maguihuana —dijo Gabrielle sospechado a dónde quería dirigir la conversación George.   —Hace un tiempo atrás… yo fumé marihuana y tu presencia es como un curioso remplazo para ella —afirmó George mientras se lamía los labios.   Gabrielle sintió escalofríos en su cuerpo, ¿eso es lo que hacía su “belleza de veela”? Gabrielle se sentía muy culpable.   George se acostó boca arriba en la cama.   —¿De verdad eso quieres? —preguntó George sin dirigirle la mirada a Gabrielle—. ¿Qué yo forme mi vida con otra mujer ya sea bruja o muggle?   Parecía que George buscaba generarle malestar para convencerla de estar a su lado.   —No puedes negarlo Gabrielle, yo sé que te gusto ¿por qué otra razón estarías aquí conmigo? —emitió George.   Sí, Gabrielle estaba al lado de él porque le gustaba, pero Gabrielle también estaba al lado de George para monitorear que tanto le estaba afectando aquella vez que ella liberó su “belleza de veela”.   Y el escuchar de George la posibilidad de que él formara su vida con otra mujer que no fuera ella, le generó mucho malestar a Gabrielle.   —¡No! —dijo Gabrielle frunciendo el ceño—. No quiego vegte fogmag tu vida al lado de otga mujeg, yo quiego seg la mujer que esté a tu lado.   Gabrielle se sentó en el regazo de George, y ella puso sus manos en el pecho de él.   Gabrielle no lo sabía, porque no se estaba prestando atención a sí misma, pero ella estaba haciendo un puchero.   George apretó a Gabrielle de las caderas.   —¡Geoge! —exclamó Gabrielle.   —Se mi pareja entonces —enunció George.   Gabrielle y George intercambiaron miradas durante varios segundos.   —Sí —contestó Gabrielle con un suspiro, sintiéndose derrotada.
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