ID de la obra: 375

Azul Fragmentario

Slash
G
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Fandom:
Emparejamientos y personajes:
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planificada Mini, escritos 19 páginas, 9.563 palabras, 2 capítulos
Descripción:
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Los candidatos

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Nunca estuvo en sus planes enlistarse en el PPDC. Sus días de jugar a ser un superhéroe disfrazado de mapache terminaron cuando aprendió a masturbarse, y no ha tenido intención de revivirlos desde entonces. Mudarse a Alaska tampoco estuvo alguna vez en su plan de vida. Cuando Cartman dejó South Park, lo hizo deseando un cambio en su vida, harto del frío y los cielos nublados, en busca de paisajes más pintorescos y climas más agradables. No obstante, con el rumbo que tomó su vida en los últimos meses, sus opciones se vieron drásticamente reducidas. Intentó mezclarse con el resto de los civiles al inicio. La sociedad se está desmoronando poco a poco allá fuera, el caos gobierna entre la destrucción y escombros; convertirse en un veinteañero más desaparecido en medio del apocalipsis, no suponía una hazaña difícil de lograr. Así que mantuvo su cabeza gacha, no se quedó en el mismo lugar por mucho tiempo, cortó todo contacto con Butters, y aquel que mantuvo con Liane y con Kenny fue breve y limitado. Su plan pareció funcionar por varias semanas, en donde llegó a pensar que se saldría con la suya. Sin embargo, no comprendió exactamente cuán enojado estaba su antiguo jefe hasta que fue sorprendido por una navaja enterrándose en su costado cuando salió de la ducha una noche. Cartman atribuye el que se encontrara desnudo y empapado como factores clave para haber sobrevivido milagrosamente a su encuentro con aquel asesino, pues le dificultó al otro la tarea de incapacitarlo para continuar apuñalándolo y dándole la oportunidad a él de subyugarlo bajo su peso. Fue así como, con una profunda herida abierta, un asesino degollado en su habitación, la amenaza constante de monstruos marinos, sin aliados y un poderoso criminal en su búsqueda, que Cartman supo que tenía sus días contados. Después de cinco meses de tratar de sacar a su madre, Kenny y Butters del país, y luego de incansables persecuciones, cambios de identidad, así como varios intentos de asesinato, logró ponerse en contacto con un viejo conocido que le debía los suficientes favores como para arriesgar su propio cuello y hacerle sitio en una de las academias Jaeger, específicamente, en aquella de Anchorage, que es tan fría y miserable que es conocida entre cadetes como "La caja de hielo". Pero al menos allí Cartman tendría un techo, comida y ningún contacto con el mundo exterior. Aún más importante, estaría a salvo entre los militares y sus extremas medidas de seguridad. Pero Cartman no quiere ser un piloto. Los robots son geniales, sacados directamente de sus fantasías de infancia que alguna vez lo hubieran tenido saltando de emoción ante la posibilidad de poder pilotar uno, pero Cartman ya no es un niño. Sabe lo que está en riesgo, sabe lo que es estar frente a aquellos monstruos y no le interesa en lo más mínimo arriesgar su culo haciendo las veces de carne de cañón para darle una oportunidad a la humanidad. A pesar de ello, su contacto le ha asegurado que, si mantiene un desempeño decente en la academia y muestra una actuación medianamente impresionante en la selección, podrá postularse para algún trabajo en un área diferente dentro del domo, algo que no incluya destapar baños o lavar platos. Ese era su plan. Ese ES su plan. Aunque con el espectáculo que acaba de poner frente a Casey, sin siquiera salir victorioso al final, ha comenzado a dudar que obtenga un resultado positivo. El marcador no quedó en ceros, pero la disciplina y el control son las características principales que evalúan en esas selecciones, y él se dejó llevar tan pronto tuvo a Kyle delante de él, hablando de más, objetando y cuestionando la decisión del Sargento frente a todos, como si no debiera estar moviendo cielo, mar y tierra para congraciarse con él. Pero los malos hábitos son difíciles de olvidar y, una vez más, confrontado con su ira y su atención, su mundo se vio reducido a Kyle. En aquellos momentos un puto Kaiju bien pudo haber levantado el techo sobre sus cabezas para devorarlos a todos, y Cartman no lo hubiera notado hasta que comenzaran a llover los huesos de los otros cadetes sobre él. —¡Cartman! —Llama detrás de él una molesta voz que reconocería en cualquier parte, y cuyo efecto en él es inmediato. No mintió cuando dijo que extrañaba escucharlo, por irritable que le resultara la mayor parte del tiempo, si bien ahora es un mal momento (aunque, ¿alguna vez ha existido un "buen" momento cuando se trata de lidiar con Kyle?). Cartman añora su dura cama metálica, no quiere más que rendirse ante el sueño tan pronto su cara toque la almohada. Sin embargo, los años no han vuelto a Kyle menos obstinado, y cuando Cartman se niega a darse por aludido, el sujeto tira de su brazo violentamente, forzándolo a detener su paso. Al tenerse frente a frente, por un par de segundos, Kyle no atina a decir más. —¿Qué mierda...? —Pregunta Kyle finalmente, pero deja su boca entreabierta al final, como si planeara continuar, encontrándose incapaz de decidir cómo. "¿Qué mierda?", es lo único que atina a decir, englobando todo y al mismo tiempo nada. Ahora que puede apreciar su rostro sin prisas, sin peligro inminente, Cartman nota el contraste de su apariencia actual con aquella que se mantenía eternamente preservada en sus recuerdos. No es que haya cambiado demasiado, pero memorizó cada detalle de él en el tiempo que estuvieron juntos, de manera casi obsesiva, así que ahora no hay diferencia, por minuciosa que sea, que se le pase por alto. De súbito, tiene el voraz impulso de hundirle el puño en el rostro, de torcerle la nariz un poco más, de deformarle la cara con hematomas y protuberancias, para marcarlo más de lo que el tiempo en su ausencia ha podido lograr. Dejar su firma personal, en el rostro de Kyle Broflovski, como en los viejos tiempos. —Lo sé, de no ser por Casey te hubiera hecho mi perra en ese tatami. —Es lo que dice en lugar de ello, fingiendo ignorancia, si acaso para continuar haciéndolo enfurecer y ocultándo todo lo demás en el fondo de su mente, a donde siempre ha pertenecido. Cuando la expresión de Kyle se vuelve torva, y se forma esa familiar arruga entre sus cejas, la nostalgia se agolpa en Cartman con alarmante intensidad, descubriendo, con regocijo, que él no fue el único que se quedó con ganas de terminar ese duelo. —¿Qué haces aquí? —Especifica Kyle. — Extrañaba que se me congelara el culo en South Park así que opté por vacacionar en mi segundo lugar preferido, ¡Alaska!—Replica, con sarcasmo. — ¿Qué parece, idiota? El agarre en su brazo se vuelve más fuerte, dejará marcas si continúa por mucho rato. La idea hace a su corazón acelerarse en su pecho. —Sabes bien a lo que me refiero, jamás te ha importado una mierda salvar a alguien. — ¿Qué puedo decir? Años de escuchar tus cátedras moralistas despertaron mi espíritu solidario — Es una mala evasión, pero es gratificante ver las mejillas de Kyle arder en cólera. Es una pequeña satisfacción más que no había creído que volvería a experimentar. — ¡Jódete! ¿Cómo te dejaron entrar si quiera? —Exactamente igual que a ti, judío. Kyle suelta una risotada aguda, cargada de negación e incredulidad. —¿Cómo coño pasas las pruebas psicológicas? —Oh, Kyle, si tu pudiste, cualquiera puede. Ya que estamos, ¿Qué haces tú en las pruebas para pilotos? ¿Qué no te enlistaste hace casi dos años? Kyle hesita en su respuesta, sorprendido. —¿Cómo sabes...? —Kenny —Responde, anticipando el resto de su pregunta. Lo sabe gracias a Kenny, si bien no fue él quien preguntó al respecto — ¿Entonces es verdad? ¡No me digas que no has pasado ninguna selección desde entonces! Hacen estas pruebas cada seis meses, ¿En serio las reprobaste todas? —Pregunta, con sorna, y siente el ardor de cinco uñas encajándose en su piel con rencor. —¡No cambies de tema! No sé qué clase de plan retorcido tengas en mente, no sé por qué estás aquí, pero no me trago esa basura de "salvar a la humanidad", se exactamente bien con quien estoy lidiando. El domo es un lugar gigantesco, concurrido. No todos los pasillos tienen el mismo tránsito de personas a lo largo del día, pero nunca están completamente vacíos. Siempre hay trabajo que hacer, a todas horas. Ese sitio no es la excepción, y Cartman ve pasar a un par de técnicos al final del corredor; los ruidos de cadetes aun luchando que provienen de la Sala de combate no logrará opacar una conversación azorada como la suya. Kyle no luce con ánimos de calmarse, pero Cartman no puede seguir jugándose su estadía allí solo para continuar consintiendo el claro despertar de sus antiguos resentimientos. —Han pasado cuatro años, Kyle. —Con un fuerte jalón, Cartman se zafa del sólido asir de Kyle, y le recuerda, con tono de finalidad— Ya no sabes un carajo de mí. Le da la espalda una vez, y casi espera que lo jale del brazo de nuevo, que lo insulte una última vez, pero no lo hace. Cartman pretende no sentirse decepcionado. La obstinación es un defecto que corre en la sangre de los Broflovskis, y la de Sheila finalmente se enfrentó a la de Kyle hace dos años, en su fiesta de graduación de la universidad. Supo que su madre estaría en desacuerdo con su decisión de unirse a la Academia Jaeger desde el inicio; aun así, Kyle no anticipó que su silencioso castigo hacia él fuera a durar por tanto tiempo. Kyle creció con la costumbre de rehuir de la mirada desaprobatoria de su madre, de pedirle disculpas ante su más mínimo, irracional, agravio, y de obedecerla en lo posible (ocultándole la verdad en lo que no) para no avivar la ira que la caracteriza. Por lo que sospecha que debió tomarla por sorpresa cuando esta vez él no dio su brazo a torcer. Desde entonces, Kyle hace llamadas a su hogar cada dos semanas, específicamente a su padre y a Ike, quienes lo mantienen al tanto de sus vidas y la de su madre, pues esta última se niega a contestarle pese a sus intentos de hacer las paces. La extraña, a ella, a sus palabras de aliento, a la amorosa forma en que lo llama "Bubbala". Desearía que las cosas fueran diferentes, desearía que ella pudiera apreciar lo que ha hecho a lo largo de su vida solo para complacerla, desearía saber que puede contar con su apoyo no solo en sus victorias, sino también en sus fracasos. Encontrar a un cadete compatible con él y ser elegido para pilotar un Jaeger no solucionará su situación con ella, ni tampoco le asegura que será la clave para hacerla sentir orgullosa, pero al menos entonces Kyle podría decirse a sí mismo, con total honestidad, de que todo su tiempo invertido en la academia y sus sacrificios personales valieron la pena, que no ha pasado por todo aquello en vano. Pero las selecciones se realizan dos veces al año: Al finalizar las veinticuatro semanas de entrenamiento de nuevos reclutas en la academia, en los meses de marzo y septiembre, y Kyle ya ha fallado dos desde que se enlistó. Lo cual no es exactamente inusual entre aspirantes a pilotos, la habilidad para enlazarse con alguien es rara, independientemente del desempeño general del cadete, pero, próximo a cumplir dos años en el Shatterdome, y habiendo presenciado a seis aspirantes (con menos tiempo que él en el domo) ser capaces de enlazarse exitosamente con alguien, Kyle no puede evitar preguntarse, ¿Qué está haciendo mal? ¿Qué tienen ellos que a él le falta? Lo que es más, se había prometido que no fallaría una tercera vez, pero con el suceso más reciente duda que pueda cumplirlo. En un esfuerzo por ser optimista, analiza la contienda desde un punto de vista objetivo: Contrario a su observación inicial, calcula que en realidad debieron durar al menos diez minutos en combate, si bien el promedio suele ser quince; logró llevar la delantera al inicio de este, aunque no pudo evitar que el marcador terminara en un empate; las cosas se pusieron intensas al final, pero no perdió el control, como hubiera sucedido antes de entrar a la academia, y eso es algo que lo alivia. La tentación de golpearlo es un efecto natural en cualquier humano que es expuesto a Eric Cartman, pero para Kyle en particular siempre se ha tratado de un impulso irrefrenable y que revivió tan pronto lo vio al otro lado de la Sala de combate. De haberlo hecho, en un arrebato, lo hubieran descalificado de inmediato, y ahora mismo se encontraría en un problema mayor. Tomándolo todo en cuenta, es cierto, las cosas pudieron ir mejor, pero no por eso va a rendirse. Habrá otra selección en cinco meses y volverá a tomarla. No se trató sino de mera mala fortuna el que no solo Cartman haya reaparecido, sino que, de entre todos los cadetes, él fuera seleccionado como su contrincante, pero aquel es un error que no volverá a repetirse. Nunca hacen a desconocidos enfrentarse dos veces luego de una derrota. Desconocidos... Si Kyle tuviera que apostar, alguno de los encargados de emparejar a los contendientes debió revisar la documentación de ambos y al descubrir que provenían del mismo pueblo, apostó por la compatibilidad que podría surgir por crecer en entornos similares, lanzando por la borda el resto de los factores, como los porcentajes de victorias/derrotas en el simulador, los resultados de sus pruebas académicas y sus exámenes psicológicos. Lo cual es absurdo, alarmante, y definitivamente lo hará indagar más en la capacitación del personal a cargo de las selecciones. Aunque bueno, no es un esfuerzo totalmente fútil, incluso Kyle reconoce que el sistema tiene su sentido: La mayoría de los pilotos más exitosos son familiares, viejos amigos de infancia o amantes. Entre más cosas en común tengan, entre mejor se conozcan, mayores serán las probabilidades de ser compatibles y lograr un Enlace perfecto. Pero él y Cartman... crecieron juntos, compartieron amistades, pero ese es el límite de sus similitudes. Nunca han podido coincidir en nada importante. La única vez en que Kyle pensó que así era... (una sonrisa juguetona acude a su mente, una fría puesta de sol, y la canción de una banda que odia, cuya letra no ha podido olvidar desde que la escuchó), bueno, no coinciden en nada, ese es el principio y el fin de ese asunto, y es algo que el encargado de emparejarlos descubrirá pronto. "Ya no sabes un carajo de mí" Le había dicho con descaro el hijo de perra, y Kyle le daría la razón si se tratara de cualquier otra persona. Lo ignoraría, lo evadiría incluso, pero se trata de Eric Cartman. El sujeto siempre ha sido como un agujero negro con forma humana, que absorbe la felicidad y la tranquilidad del resto, destruyendo sus vidas en un parpadeo, sin un dejo de arrepentimiento. Y tarde o temprano, él y todos en aquel maldito congelador que hace las veces de Shatterdome serán arrastrados a cuál sea la caótica, inmoral, y descabellada razón que lo llevó allí. Esa noche, Kyle apenas consigue dormir. Tiene pesadillas, todas relacionadas con Cartman. La que lo hace despertar a mitad de la noche, asustado y sudando frío, es aquella en donde el bastardo se presenta ante los kaijus, en la cima de un Jaeger (que por algún motivo luce como Mecha Streisand), ataviado en su traje de Coon, actuando de forma tan vomitivamente adorable que, a pesar de su edad y tamaño, logra inspirar la suficiente ternura en los kaijus como para hacerlos desear consentir sus caprichos en una inverosímil secuela de los eventos ocurridos con Cthulhu, solo que a mayor escala y con la extinción de la raza humana como gran final. Para cuando dan las seis de la mañana, Kyle ya se encuentra con una mano oscilando sobre el botón de apagado en la alarma de su celular, preparado para iniciar su rutina diaria luego de apenas tres horas de descanso. Como es su costumbre, hace algunos estiramientos antes de meterse a la ducha, para luego cambiarse y dirigirse al comedor con el resto de los técnicos y el personal administrativo que deben estar en sus oficinas antes de las ocho. Las filas cortas en la cafetería son unas de las pocas ventajas que tienen aquellos que despiertan tan temprano, y pronto, Kyle encuentra una mesa vacía para desayunar en silencio, si bien no dura por mucho, pues Jay, uno de los Ingenieros del J-tech, se sienta frente a él, con su charola en mano, tratando de entablar una conversación. Kyle lo escucha a medias, dándole pequeños sorbos a su café negro, asintiendo distraídamente mientras pasea su mirada en los alrededores. El domo se encuentra parcialmente vacío a esas horas. Los cadetes y los pilotos no suelen despertar antes de las siete, así que es poco probable que se encuentre con Cartman. Espera que sea así hasta que lo reubiquen o, preferentemente, lo saquen de una patada en el culo, porque, siendo honestos, ¿en qué mundo encajaría Cartman en el ámbito militar? El sujeto es prácticamente alérgico a la disciplina. Para cuando llega a su cubículo, quince minutos más tarde, Kyle siente una jaqueca aproximarse. El panel bajo sus manos se ilumina con números y gráficos en los que trata de concentrarse, pero su mente continúa vagando, continúa volviendo a hacerse las mismas preguntas de una forma casi frenética: ¿Por qué está el culón en el domo? ¿Cómo logró entrar? Es verdad que una buena condición física no es requisito para entrar a la academia, pero no hay forma de que Cartman pudiera pasar el resto de los exámenes y pruebas ¡No hay manera! La falta de personal no ha vuelto a la PPDC menos minuciosa y cuidadosa con las personas que tienen permitido cruzar las puertas de sus Shatterdomes. El curso que él mismo tomó en la academia inició con cincuenta cadetes, de los cuales solo quince resistieron hasta el final. De esos quince cadetes, solo diez mostraron tener las aptitudes necesarias para ser contratados en otras áreas. La PPDC no está desesperada ni hace las cosas a medias, así que, ¿cómo coño es que alguien como Cartman pudo colarse entre sus filas? —¡Broflovski! —Le grita Fred Carmichael, haciéndolo brincar en su asiento. —¡Señor! —Responde Kyle en automático, saludando torpemente con una mano. Fred y sus compañeros veteranos del área administrativa se echan a reír. Carmichael (Oficial analista de operaciones comerciales y, lamentablemente, su jefe directo), es un hombre de mediana edad, con el pelo completamente gris y un rostro permanentemente rosado, que ama asomarse por encima del cubículo de Kyle cuando se encuentra concentrado para luego berrear su nombre a voz en cuello, mofándose de poder asustarlo con facilidad. Kyle a menudo fantasea con las diferentes formas en que los Kaijus devorarían al insoportable vejete. —Descansa, soldado. —Le dice, entre risas tan agudas que le traen a la mente hienas, y con la expresión de profunda aflicción que pone siempre que expresa algún tipo de alegría. —La Oficial Rivers solicita tu presencia en su oficina. ¿La Oficial Rivers? Kyle la ha visto algunas veces alrededor de la academia y en las selecciones anteriores, pero nunca ha tenido contacto directo con ella. —Relájate, chico, cumpliste un año aquí en mayo, ¿no? Probablemente sea para rotarte de área. —Le dice, dándole fuertes palmadas en el hombro que lo empujan hacia el frente, malinterpretando la suspicacia de Kyle por nerviosismo. —¡O tal vez pasó la Selección! —Sugiere otro vejestorio al fondo, y todos comienzan a reír de nuevo, como si el 60% del personal no hubiera acabado allí por exactamente esa misma razón. Jodida área contable. La Official Penélope Rivers es una mujer pelirroja, alta y fornida que siempre está ocupada entre una cosa u otra y parece tener ojos en todas partes. La ha visto gritarle a alguien que se encontraba al otro lado de la cafetería porque, entre el mar de gente, alcanzó a verlo lanzar su lata de refresco hacia la cesta de la basura y fallar el tiro. La forma natural en que sus delgadas cejas se curvan hacia sus ojos le otorga una apariencia permanentemente severa que, junto a su mirada, atenta y bien despierta, suma a su intensa expresión una cualidad de ultratumba. Kyle no ha tenido oportunidad de tratar con ella, pero, de acuerdo con los rumores en las otras áreas, Rivers es tan intimidante como competente. Cuenta con una larga carrera militar, tiene experiencia de primera mano en combate, y trabajó junto al Mariscal Pentecost en la creación del Shatterdome de Hong Kong desde sus inicios, para después quedar a cargo de la supervisión del domo en Los Ángeles. Su paso por Anchorage es temporal y enteramente relacionado con el Jaeger estacionado en su domo, recién terminado y sin pilotos aún que lo reclamen. Tan pronto Kyle entra en su pulcra, amplia oficina (tan gris y metálica como el resto del sitio) y realiza el saludo formal, Rivers le pide que descanse, mientras continúa escribiendo y revisando pilas de papeles sobre su escritorio, haciendo anotaciones aquí y allá en silencio, por un largo rato, provocando que la incertidumbre en Kyle crezca con el paso de los minutos. Ha comenzado a creer que la mujer se olvidó de su presencia allí, cuando escucha a alguien llamar a la puerta. En el momento en que ve a Cartman asomarse tentativamente, Kyle siente su estómago volverse piedra en sus entrañas. ¡Cual sea la razón por la que ambos fueron llamados allí, no debe ser buena! —Bien, con los dos aquí, ahora sí podemos ir al meollo del asunto —Anuncia Rivers, una vez que ha terminado las formalidades con Cartman. Entrelaza sus dedos sobre la mesa y, en sus casi inexistentes labios, se forma una pequeña sonrisa — Cadete Broflovski, Cadete Cartman, han sido seleccionados como posibles candidatos a pilotos. Felicidades, chicos. Silencio. Rivers parece esperar alguna reacción, pero la quietud se prolonga por segundos que se le antojan infinitos en donde nadie se mueve un ápice. Junto a él, es la voz incierta de Cartman la que termina con el mutismo del que ambos han caído presa. —¿P-perdón? La intensa mirada de Rivers pasa de uno al otro, confusa. —Fue decidido que, de entre todos los candidatos que tomaron la prueba, ustedes son los que tienen compatibilidad para un Enlace. Alguien se echa a reír entonces, y le toma algunos instantes a Kyle darse cuenta de que las risas provienen de él mismo. Cuando mira a Cartman, la palidez en su redondo rostro y el horror en sus ojos solo lo hacen reír con más ganas. —Vaya, esta no es la reacción que generalmente recibo. — Dice Rivers, mirando a Kyle como si estuviera considerando cambiar su uniforme por una camisa de fuerza. —Disculpe, Oficial, disculpe... es solo que es imposible. Este sujeto y yo no somos compatibles. —Luego pasa una mano enfrente de Cartman, como tratando de traerlo de vuelta al presente. — ¿Me ayudas a explicarle la situación? Pero Cartman parece haber sido robado de toda palabra. Estupefacto, ignora a Kyle, en su lugar dirigiendo su mirada hacia su brazo, acariciando lo que parecen ser marcas de rojas medias lunas grabadas en su piel. — Hubo un error, debieron traspapelarse algunas notas —Decide retomar la conversación Kyle— Tal vez los resultados se mezclaron con los de otros candidatos, en el departamento contable ocurren errores así todo el tiempo. — ¿Errores? —Cuestiona Rivers, sus ojos abriéndose todavía un poco más, luciendo lo suficientemente escalofriante para hacer a Kyle perder su sonrisa y recuperar algo de compostura— ¿Qué fue lo que dijo el Sargento Casey...?—La Oficial deja la pregunta incompleta, abre un cajón, saca unas hojas sujetadas por un enorme clip negro y lee una nota adherible en la segunda hoja.— "El cadete Broflovski y el cadete Cartman parecían bailar rumbo al final del combate, era difícil discernir si el resultado de un tropiezo sería letal o de índole íntimamente personal; después de deliberarlo por varios minutos, concluí que lo más prudente era detenerlos antes de poder averiguarlo" —Rivers vuelve su vista hacia él, con absoluto escepticismo — Casey ya fue reprendido por las insinuaciones inapropiadas, pero me parece que dejó su punto en claro. Lo crea o no, sabemos lo que hacemos, joven Broflovski. No somos el departamento contable. Nosotros no cometemos errores. —¡Entonces es un malentendido! —Dice, lanzando las manos al aire, porque no hay otra explicación racional. Casey pasó la mayor parte del combate distraído y bostezando garabateando sus estúpidas notas, ¡Sus observaciones (si es que ameritan el siquiera ser llamadas como tal) claramente están equivocadas! — ¡Apenas nos vio blandir varas Bō por diez minutos! —¿Está cuestionando nuestros métodos, cadete? —Cuestiona Rivers, entrecerrando sus intensos ojos claros y luciendo aún más aterradora. Cerrar la boca sería lo más conveniente para él y su carrera, pero Cartman ya se encuentra haciendo eso por ambos, así que, en lugar de ello, Kyle reformula sus palabras con la delicadeza que su actual estado de incredulidad le permite. —No, Oficial Rivers, simplemente me pregunto cómo es posible obtener un resultado así cuando ni siquiera se nos permitió finalizar el combate. Rivers se recuesta sobre su asiento, contemplándolos a ambos, sin mediar palabra, como si estuviera tratando de descifrarlos solo con la mirada. — Cuando un combate se prolonga por más de quince minutos, es protocolo el darlo por terminado. ¿Más de...? Rememora el combate en su mente. Todo pasó tan rápido para él, así que tal vez duraron un poco más de lo que consideró inicialmente, pero... ¿más de quince minutos? —Su marcador fue un empate de 2 a 2 en los primeros diez minutos —Prosigue Rivers, como si pudiera ver la negación en su semblante— Luego de eso pasaron casi diez más atacando y evadiendo sin acertar una sola vez porque se predecían el uno al otro demasiado bien. Le recuerdo, cadete, que los combates de las selecciones no se hacen con la finalidad de tener ganadores, sino para poner a prueba la química entre los combatientes. Prolongar el encuentro era inútil cuando ya habían demostrado tener lo que buscábamos. Kyle se pregunta si, tal vez, se ha quedado dormido en su cubículo, sin notarlo, y ha soñado cada interacción humana desde entonces, haciendo de aquella otra pesadilla más, como las que tuvo a lo largo de la noche. Tal vez incluso sufrió una apoplejía de camino a la oficina, por el estrés, y ahora está teniendo una última, implausible, alucinación antes de morir. —¡Pero eso no significa que seamos compatibles! —Insiste, incansable, porque no quiere tirar por la ventana su carrera y futuro en el domo por algo como aquello, pero tampoco puede permitir que sus jefes y colegas (y, dios no lo permita, su familia y amigos) vayan por ahí, pensando que él y Eric Cartman tienen química — Se de que debe estar escrito entre sus notas que Cartman y yo crecimos en el mismo pueblo, y es verdad, nos conocemos de toda la vida. Y es por eso por lo que le aseguro que no hay posibilidad alguna de que seamos compatibles: Nunca fuimos amigos, jamás hemos coincidido en una sola cosa y en el mejor de los días apenas nos tolerábamos. Pasamos toda nuestra infancia y adolescencia peleando, es solo por eso es que sabíamos lo que haría el otro en el combate, pero la realidad es que nos odiábamos tanto que aprendimos a discernir cuando el otro mentía, memorizamos nuestros puntos débiles, sabíamos qué es lo que más hace enojar al otro y.... y... Rivers levanta una fina ceja. Mierda. No necesita decirlo, Kyle puede ver que, a sus ojos, sus palabras no hacen sino reafirmar su punto. —¡Va más allá de eso, Oficial! Lo que el Sargento observó en esos minutos, de verdad, no alcanza a cubrir toda nuestra historia, nuestras diferencias morales y personales son tan diferentes... ¡Es imposible que seamos compatibles! ¡Carajo, culón, dile algo! —Suplica Kyle, tirando del brazo Cartman, perdiendo la paciencia. En una voz muy baja, luciendo como si su alma estuviera en el proceso de abandonar su cuerpo, Cartman dice: —Creo... creo que necesito sentarme —Y luego hace exactamente eso, dejándose caer sobre un pequeño mueble pegado a la pared de la oficina. Rivers se incorpora de su silla, rodea el escritorio para sentarse en una esquina de él, cruzándose de brazos y mirando a Kyle fijamente. —Joven Broflovski, corríjame si me equivoco, pero ¿no es esta su tercera selección? Kyle contiene un suspiro, y asiente, anticipando el rumbo que tomará la conversación, así como su lamentable desenlace. —Trabaja como especialista administrativo en el área contable desde hace poco más de un año; finalizó la academia de entrenamiento con excelentes notas; su puntaje en el simulador no es nada particularmente prodigioso, pero es lo suficientemente decente para tomarlo en cuenta. Y aun así en todo ese tiempo no logró ser compatible con un solo candidato. Ni uno solo —Rivers ladea la cabeza, entrecerrando los ojos de nuevo — Me daba la impresión de ser un hombre persistente, cadete. Creí que su objetivo era convertirse en piloto de un Jaeger, debería estar celebrando, no autosaboteándose. Eso es lo peor. De haberse tratado de otra persona, Kyle no cabría en sí de emoción en aquellos momentos. Rivers no tiene la menor idea de cuánto ha deseado tener la oportunidad de probar su potencial. Debe parecerle caprichoso, infantil incluso. Pero no lo conoce a él, no conoce a Cartman, ni a su historia juntos. Kyle pudo haber vivido con otro rechazo inmediato, pero esto, vislumbrar una luz al final del túnel, cuando sabe que es artificial, es aún más doloroso. —Son buenas noticias, en serio estoy agradecido por la oportunidad, pero... —Hay más de cuatrocientos candidatos allá fuera, joven Broflovski. No hay cabida para "Peros". Prepárense para su Enlace de prueba, den lo mejor de sí. Si funciona, felicidades, estarán a un paso más cumplir su objetivo. Si no, bueno, al menos llegaron más lejos esta vez, y los datos de esta experiencia nos ayudarán a elegir a sus próximos oponentes con más precisión el año entrante –Rivers vuelve a su lugar previo, detrás del escritorio y toma los documentos que había estado leyendo cuando Kyle entró a la oficina — El Enlace de prueba está programado para mañana. Hoy podrán tomarse el resto del día para descansar y hacer los preparativos que consideren apropiados, yo me encargaré de hacérselo saber al Oficial Carmichael, así que no se preocupe, cadete Broflovski, ¿Tiene alguna duda? Kyle abre la boca, sin estar seguro de lo que dirá más allá de protestar lo mismo que ya ha dicho, pero Rivers se apresura a interrumpirlo, dirigiendo su mirada hacia Cartman. —¿Y usted, cadete Cartman? —El bastardo inútil sacude la cabeza, con aire ausente —Excelente, entonces nos veremos mañana en la Sala de pruebas a las 1600 horas. Tan pronto abandonan la oficina y han puesto algunos metros de distancia de ella, Kyle toma a Cartman por los hombros. —¿Qué mierda te sucedió allá dentro? ¿Por qué carajo no dijiste nada? —Brama, enfurecido. Las probabilidades de hacer entrar en razón a Rivers eran mínimas, sino es que nulas, pero el gordo ha logrado hacer milagros con anterioridad, bien pudo haberlo intentado en lugar de dejarlo morir solo. Saliendo de su ensimismamiento, aunque luciendo igual de pálido que en la oficina, Cartman repone: —¡Porque cualquier cosa que le dijéramos solo iba a terminar por darle la razón! —Se lamenta, totalmente convencido —Fui tan estúpido... ¡Cómo no lo vi venir! —¿De qué hablas? —¡Las razones por las que no deberíamos ser compatibles son exactamente el motivo por el que lo somos! —Dice, perdiendo la paciencia, como si aquello tuviera todo el sentido del mundo y fuera Kyle quien se rehúsa a verlo — ¡Estuvimos jodidos desde que pusimos un pie en ese maldito tatami! Dando un paso hacia atrás, Kyle lo mira con dudosa expresión. —No me digas que en serio crees que somos compatibles... Cartman le devuelve la mirada de tal suerte que hace a Kyle sentirse un imbécil. — No tengo tiempo para esto —Es su respuesta, para luego empujarlo con un hombro mientras pasa a su lado en el pasillo. —¡No te atrevas a dejarme hablando otra vez! —Exige Kyle, caminando junto a él, decidido a no permitirle ser quien esta vez da la última palabra — Entiendo que Rivers y Casey malinterpreten la situación porque somos desconocidos para ellos, pero ¿tú? De todas las personas, ¿tú estás de acuerdo con el resultado? —¿Cómo es que tu no? —Cuestiona, mirándolo a los ojos con seriedad—Kyle, tú y yo pasamos la mayor parte de nuestra infancia y adolescencia tratando de meternos en la cabeza del otro. Si fue por rivalidad, por obsesión, por odio... eso no importa. Sabes cómo funciona mi mente y yo se como funciona la tuya de tal manera que los dos podemos anticipar lo que hará o dirá el otro en ciertas situaciones. Que además hayamos cogido de todas las formas posibles solo empeora el asunto. —Por un viejo habito, Kyle mira de un lado al otro con alarma, nervioso ante la posibilidad de que algún extraño los escuche, pero afortunadamente nadie en los alrededores parece prestarles atención— Nos guste o no, nuestra enemistad es lo que nos hace compatibles. Esta vez, aunque quiere hacerlo, Kyle no objeta. Cartman tiene razón: Que la compatibilidad se base en la afinidad entre combatientes, no significa que, obligatoriamente, requiera que tengan cosas en común. Compartir perspectivas y sentimientos mejora las probabilidades de lograr un Enlace, pero al final del día, no son las creencias, ideologías o posturas políticas compartidas lo que pone a prueba. Si lo ve desde esa perspectiva, la conclusión de Cartman tiene algo de sentido, por perturbador que sea: Es verdad que Kyle aprendió a saber cuándo este le ocultaba algo solo por leer su lenguaje corporal; es verdad que a menudo trató de ver el mundo a través de sus ojos para comprender porqué hacía las locuras que hacía; es verdad que logró vencerlo en su propio juego en más de una ocasión, usando sus propias mentiras y manipulaciones en su contra; y si, por bochornoso que le resulte reconocerlo, también es cierto que, en algún momento, llegó a conocer el cuerpo de Cartman mejor que el suyo mismo. Tal vez no comparten casi nada en común, pero no es necesario; se conocen lo suficiente para compensarlo. Y así hayan pasado cuatro años distanciados y desconozcan los detalles de sus vidas actuales, lazos como los suyos, por retorcidos que sean, no pueden desaparecer de un momento al otro; el pasado no puede cambiarse y el de ellos ha vuelto para jodérselos en el culo de forma épica. —Espera...Incluso si lo que dices es cierto, no bastará para tener un Enlace exitoso —Reflexiona Kyle, haciendo un esfuerzo por no perderse en la amargura de viejas remembranzas, centrándose en su apremiante problema actual — Los requerimientos para lograr uno son diferentes así que una buena compatibilidad física y mental no será suficiente. Cartman resopla, poco convencido, con sus manos en sus caderas. —No funcionará —Le asegura— Piénsalo bien, un Enlace requiere cooperación, pero, sobre todo, necesita la confianza de ambas partes o que al menos se permitan cierto nivel de vulnerabilidad, y nunca ha existido nada de eso entre nosotros. Cartman sacude su cabeza, su semblante pasando de la preocupación a una sonrisa cínica. —Supongo que en eso tienes razón. —Lo único que tenemos que hacer es lo mismo de siempre: Cerrar nuestra mente al otro—Sintiendo la calma volver a él poco a poco, Kyle cae en la cuenta de que su reacción inicial, si bien comprensible en su absoluta sorpresa, fue exagerada. ¿Qué más da que sean compatibles? Mañana, cuando intenten conectar sus mentes y no funcione, demostraran que no son aptos para pilotar juntos. —Aún así tendremos que soportar que nos conecten en el Enlace de prueba. —Le recuerda Cartman. —Solo será por algunas horas, a Rivers y a Casey no les quedará más opción que rendirse cuando vean que están perdiendo su tiempo. De ninguna manera está dispuesto a abrir su mente a Cartman, incluso de intentarlo, no cree que le sea posible. Y sabe bien que el gordo bastardo jamás lo dejará entrar en su cabeza. Cartman suelta un largo suspiro, y Kyle puede ver la tensión en sus hombros abandonarlo. No sabe por qué el cabrón está ahí o con qué fin, pero pese a su inoportuno silencio en la oficina, está claro que tampoco está feliz con los resultados. —Y no es como que seamos los únicos candidatos ¿verdad? ¡Seguramente nos reemplazarán ese mismo día! —Le dice Cartman, con renovado ánimo — ¡Menos mal! ¿Te imaginas? ¿Los dos en un puto robot gigante con trajes de neopreno, compartiendo nuestros pensamientos? Kyle siente escalofríos solo de pensarlo. —Nos hubiéramos asesinado el uno al otro antes de siquiera subir al Jaeger. —Eso o hubiéramos acabado con el domo, a veces nos salíamos de control. —Le recuerda Cartman, entre risas, llevando su mano a las marcas en su brazo nuevamente, aquellas que, cae en la cuenta Kyle, habían sido dejadas ahí por él el día anterior. Pese a su mejor intento, no puede evitar sonreír también, la nostalgia acudiendo a él sin invitación—Pero debo admitirlo, me sorprende ver que estés dispuesto a dejar pasar tu oportunidad de ser piloto solo para no trabajar conmigo. —Bueno, no es como que como vaya a ser la última. —No, pero el Kyle que recuerdo podía llegar a ser tan ambicioso y a tener un complejo de mesías tan arraigado que probablemente hubiera priorizado el cumplir sus metas y la posibilidad de salvar a los civiles por encima de su desprecio hacia a mí. Supongo que no soy el único que ha cambiado. Cartman le da unas amigables palmaditas en el hombro, antes de retomar su marcha nuevamente, sin decir más, luciendo relajado en contraste a como había abandonado la oficina momentos atrás. Por su parte, Kyle de pronto se encuentra petrificado en su sitio. Había sido su intención ser quien tuviera la última palabra esta vez, pero ahora mismo no podría importarle menos: La competitividad que había intentado reprimir desde que Cartman mencionó la inevitable elección de otros pilotos ahora se encuentra en conflicto con su orgullo, su resentimiento y su abnegación. ¿En serio va a ceder su oportunidad? ¿Y qué pensaría su familia de aquello? ¿Qué diría su madre? ¿Su decisión, inherentemente egocentrista, realmente está justificada? ¿En serio está haciendo lo correcto? Kyle se dirige a su habitación algunos momentos después, anticipando una noche más de insomnio y pesadillas acechantes. Tiene mucho en qué pensar.
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