ID de la obra: 386

Shūmatsu no Hibi | Los días del final

Mezcla
NC-17
Congelada
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
93 páginas, 6 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

El festival

Ajustes de texto
EXT/INT - Castillo tokushima - NOCHE - DOMINIO TOKUSHIMA 1566年2月XX日 - Actualidad - (Prefectura de Tokushima) https://en.wikipedia.org/wiki/Tokushima_Domain https://es.wikipedia.org/wiki/Distrito_de_Katsuura#/media/Archivo:Tokushima-katsuura-district.svg El camino hacia el castillo Tokushima está más concurrido que de usual; los faroles se han iluminado en las últimas horas y hay un trasiego de carros, hombres y mujeres que caminan en dirección a la fortaleza del clan Hachisuka. Serán hasta tres días de celebración en la que el pueblo llano permanece en el terreno anexo al castillo tras la primera de las murallas, y los más pudientes y cercanos al daimyo Hachisuka disfrutarán de poder darse a conocer; cerrar negocios y aprovechar los placeres carnales para honrar al señor feudal por su benevolencia y sus efectos en el porvenir de la región. Y hoy hacían quince años desde su ascenso como líder y la celebración se esperaba aún mayor. Los comerciantes y propietarios exitosos y más reputados de la región llevan sus presentes en carretas y carros fuertemente vigilados, un intercambio que les permite acceder a los niveles más profundos de la fortaleza. Cuanto más exquisitos son los regalos más posibilidades hay de acercarse al señor feudal y su séquito mas privado y cuando eso pasa los negocios y el éxito están casi garantizados en su totalidad. Quizás hasta el mismísimo shogun, Tokuwaga Ietsuna, fuese a hacer aparición por lo que las expectativas estaban por las nubes y el castillo y los caminos que conducían a la fortaleza estaban más llenos de vida de lo usual y eso que la poca luz del Sol empezaba a diluirse por el horizonte. Pequeñas caravanas de mercaderes, comerciantes y viajeros recorrían en conjunto los caminos. No era inusual cruzarse con miembros de las familias vasallas del daimyo Hachisuka pero todos sabían que los asaltos, robos y crímenes se volvían mas probables cuanto más tardasen y, cuanto más tarde llegasen, aquellas ambiciones podían truncarse. Un pequeño grupo de carros habían salido desde Miyoshi, al oeste del dominio Tsukushima, a primera hora de la mañana hacía casi dos días atrás. Dos hombres de mediana edad hacían las de jinetes, subidos en corceles negroscuros, tras ellos habían dos carros, el primero llevaba una litera de madera cubierta tirada por dos caballos, la madera está grabada con delicadas formas pero apenas un par de hendiduras permiten ver el exterior desde dentro. Tres más tiraban del carro anterior que portaba hasta diez barriles llenos de la producción de sake personal y un par de ESCOLTAS contratados para la seguridad de aquella mercancía tan valiosa. Escolta Señor, ¿estais seguro de que os atenderá el daimyo? Hay más gente que nunca por estos caminos, Hachisuka-sama debe recibir más ofrendas de las que pueda apreciar. MINAMOTO MIYOSHI sonríe sin dejar de mirar al frente donde aquel castillo, iluminado por centenares de faroles destaca sobre el cielo cada vez mas oscuro. Minamoto MIYOSHI La mayoría de los presentes vendrán a agasajarlo, a intentar comprarle favores por otros. Puede que mi familia y mi negocio no estén a la altura de un daimyo pero los presentes no son lo mío. Son malos negocios. ESCOLTA (mirando hacia atrás) ¿Y todos los barriles de sake? MINAMOTO MIYOSHI El daimyo adora el sake, el de esas barricas los he perfeccionado durante años. (sujeta las riendas) El sake nunca es un regalo, siempre es una celebración. Igual que ese que os he apartado para ti y tus hombres, para celebrar que me llevasteis a salvo como acordamos hasta aquí y que volveremos a mi hogar una vez todo termine. ESCOLTA (sonrie) Entiendo, ¿y entonces que...? MINAMOTO MIYOSHI ¿...se le regala a un hombre que tiene de todo? Lo que siempre quieren con más ganas. Y no son joyas, ni armas, ni dinero, no. Tú y yo sabemos que es lo que todo hombre quiere. Su escolta gira el cuerpo, mirando el Goshoguruma que había permanecido cerrado desde que salieron. No había mirado que había dentro pero tenía mas que claro que cuando paraban por el camino las puertas se abrían y volvían a cerrarse antes de que ellos volvieran de sus rondas. A/N A efectos practicos un goshoguruma es un tipo de carruaje usado por la nobleza y los mas pudientes. Solía tener grabados y dibujos de todo tipo y era mucho mas caro en su confección que un carro al uso. ESCOLTA Si su sake está la mitad de bueno de lo que dice puede ahorrarse el pago para la vuelta, ¡si es que podemos cabalgar sin caernos! Mientras aquel pequeño grupo avanza en dirección al castillo algo se mueve entre los arbustos, las pequeñas ramas casi se apartan de manera autónoma, sin hacer ruido siquiera. Una figura animal se mueve con rapidez dejando tras ella unas volutas azules invisibles para el ojo humano. Con gracia y rapidez aquel espíritu corre a toda velocidad, se impulsa sobre sus patas antes de saltar casi un metro de alto. Vuelve a impulsarse en el aire como si este fuese una plataforma más en la que apoyarse. Su pequeña cabeza busca entre las múltiples caravanas y carros hasta que encuentra el apropiado. Raudo cual relámpago cruza el aire, aquella estela que la sigue como un velo de novia que poco a poco se deshace. El goshoguruma está cerrado pero aquello no le impide que su cuerpo se desvanezca al chocar contra aquellas finas rendijas por las que pasa el viento y la luz del exterior. Un fuerte y seco sonido sucede en el interior del carro, este se tambalea, los caballos bufan pero salvo una cautelosa mirada de Minamoto, quien sigue por el camino, parece que el mundo exterior ignora lo que acaba de pasar. AIMI MIYOSHI, vestida en un kimono de algodón de alta calidad con un delicado patrón floral. Su obi, aunque sencillo, está atado con cuidado y estilo, realzando su figura. Sus sandalias zori de madera y calcetas tabi simples, le dan un aire de refinamiento sin ostentación. Su cabello, recogido en un peinado tradicional pero sencillo, está adornado con kanzashi de madera. El maquillaje es ligero, con labios pintados de un suave color rojo y ojos apenas delineados. Lleva una kinchaku sencilla y un abanico sensu con un diseño modesto, reflejando su estatus pero también su dedicación y preparación para honrar al daimyo. Bruscamente Aimi se echa hacia atrás, poniéndose en alerta cuando frente a sus ojos se materializa una persona que no conoce. Su espalda choca contra una de las paredes del goshoruma, a los ojos de aquella extraña se distingue una mirada de triste empatía; en aquellas prendas elegantes para la mayoría de la población veía su propio reflejo. AIMI MIYOSHI ¿¡Q-qu-quien sois!? La misteriosa figura se abalanza contra Aimi silenciando su voz al cubrir su boca con una de sus manos. SHINPI mira a través de las pequeñas aperturas; siguen en movimiento y no parece que hayan percibido su presencia aún. SHINPI No vengo a hacerte daño así que guarda silencio. El horror se aprecia en las orbes marrones de aquella chica pero, al final, termina por asentir. SHINPI Bien, ahora quitaré la mano. No chilles. Poco a poco su mano se aparta y Shinpi recupera su postura, dejando cierto espacio para que se sienta tranquila. AIMI MIYOSHI ¿Qué es lo que queréis? ¿Vais a hacerme daño? Shinpi la mira a los ojos y niega con la cabeza. SHINPI Si quisiera haceros algo no estaríamos hablando. No soy yo quien causa ese terror que te acongoja. Sus ojos esmeralda se adhieren a los de ella y sabe que han acertado con su carruaje. AIMI MIYOSHI ¿Cómo sabéis...? SHINPI Conozco ese miedo de tus ojos, pero es lo de menos, no me sobra el tiempo y a ti menos. Se inclina de nuevo, examina su ropa, sus manos acarician aquellas prendas que superan por mucho lo que un simple comerciante podría permitirse aunque estuviera aún lejos del nivel de las familias más privilegiadas, en comparación, seguían haciendo que sus prendas pareciesen meros harapos ante los de ella. YAE No queda mucho tiempo, tenemos que hacerlo ya. Sólo Shinpi escucha aquellas palabras en su mente y aunque sabe que Yae tiene razón prefiere hacer las cosas a su manera. SHINPI (V.O) Lo sé, lo sé. Déjame hablar con ella antes, seré rápida. Shinpi ¿Sabes por qué estas aquí? AIMI MIYOSHI Por el festival, padre siempre ha intentado mantener buenas relaciones con el daimyo y este año espera convencerle de hacer negocios con nuestra familia. SHINPI No tienes que mentirme pero tampoco tienes que decirlo si te aterroriza. Apunta a las cuidadas manos de aquella joven cuyos dedos están por destrozar las uñas que se habrían mantenido ocultas bajo las largas mangas de sus ropas. Habían heridas y pequeños cortes y seguramente le arderían, mas ese dolor serviría para lidiar las náuseas. El carro y sus ocupantes siguen el camino establecido. El sonido de los tambores y diversos instrumentos que llenan el aire anuncian la inminente cercanía a la fortaleza. La espalda de Aimi se tensa y, nerviosamente, intenta mirar por las aperturas que dejan ver el interior. AIMI MIYOSHI ¿Ya llegamos? SHINPI En seguida cruzaremos el primer portón. Ya sabes lo que tu padre quiere de ti, en cuanto te montaste en este goshoguruma ya conocías tu destino. (posa sus palmas en el rostro ajeno) Escúchame muy bien: en el mejor de los casos tu padre tendrá razón y el daimyo te tomará como una de tantas. En el peor serás pasada entre sus hombres como un divertimento pasajero hasta que el festival termine. WE STOPPED HERE AIMI MIYOSHI No sigas. Cállate. No puedo...yo...le dije a padre que sí, que haría lo que haga falta pe-pero... Aimi se sujeta el cuello de sus ropas buscando un aire que parece ser incapaz de entrar en su cuerpo. Se remueve, intenta escapar de aquella prisión en la que se ha convertido aquella caja de madera en la que esta. Aimi MIYOSHI Tengo que salir, no puedo...no puedo. Intenta abrir las puertas antes de ser interceptada por Shinpi quien la aprisiona para que no escape. SHINPI (severamente sujeta su rostro) Mírame. Lo que te espera tras esas puertas sólo te hará sufrir, habrá una decenas de chicas en tu misma situación y un buen numero de mujeres dispuestas a todo pero tú no eres como ellas y sólo estás aquí porque tu padre te lo ordena. Los ojos de Aimi brillan casi al borde de las lágrimas, los pulgares de Shinpi se apoyan en sus mejillas. Sus miradas chocan y algo, invisible parece unir ambas pupilas, robando así toda la atención de aquella chica para aislarla del mundo exterior. Retira una de sus manos y de un cinto saca un tantō que le ofrece sujetándolo por la vaina. SHINPI Te prometo que esta noche terminará pronto y que nada malo te pasará pero tienes que darme una cosa. Temerosa y confusa los ojos marrones de Aimi se centran en aquella pieza de metal afilada que le tiende. SHINPI/YAE Entréganos tu sangre para poder usar tu carne. Su voz se modula de una manera misteriosa como si diez voces resonasen en su cabeza, Aimi se siente sobrecogida pero poco a a poco se relaja. No puede apartar la mirada de los ojos ajenos y, al final, acaba por sostener el arma entre sus manos. Shinpi/yae Un par de gotas bastarán. Shinpi sujeta la mano diestra de Aimi y lentamente la posiciona contra la palma opuesta. Entonces ella da un tajo, sisea de dolor al sentir aquel pinchazo y lentamente la sangre brota, aunque es un corte visible y claro no es una herida demasiado preocupante. Sumisamente Aimi busca aprobación antes de tenderle la hoja de vuelta. AIMI MIYOSHI ¿Es suficiente? Shinpi responde afirmativamente con la cabeza y acerca el arma hacia su propio rostro. Aimi distingue algo extraño en aquel rostro aparentemente masculino y en sus ojos; un vibrante y denso color azul aparece en sus orbes reluciendo como un fuego que cobra vida. Sus facciones parecen alterarse, difuminadas por un humo invisible que revelan otros detalles que no son suyos. Abre la boca, saca su lengua y recorre aquella hoja sin miedo a cortarse. El amargo umami de la sangre sabe muy diferente que para cualquier otra persona y tan pronto como el liquido se desliza por su garganta termina por enfundar el cuchillo en sus ropas. Una vorágine de recuerdos que no son suyos bombardean su mente como si aquel néctar prohibido arrastrase consigo todo lo que aquel dulce e inocente corazón había vivido desde su primer latido. Tarda unos segundos pero al final relame sus labios y vuelve a su postura erguida. El carro en el que van deja de tambalearse tanto lo que indica que el tiempo se les agota pues ya han llegado a las puertas del castillo. Shinpi Lo único que tienes que hacer es quedarte aquí. Yo saldré en tu lugar. AIMI MIYOSHI (confusa) Pero mi padre te reconocerá, ni siquiera llevas mis... SHINPI No, no lo hará. En cuestión de un solo parpadeo Aimi se da cuenta de que aquella misteriosa persona ahora es tan ella como puede serlo un reflejo en un rio. Sus ropas también parecen haber mutado y el brillo de sus ojos se apaga hasta imitar el mismo tono de marrón. AIMI MIYOSHI ¿Qué...eres? ¿Y cómo has podido...? El aire esta cargado de música y risas mientras los invitados se acercaba a la imponente puerta principal del castillo Tokushima y pasan al patio mas exterior. Faroles de papel colgaban de cada lado, proyectando una cálida luz anaranjada mientras ondeaban estandartes con el emblema del clan Tokushima. Los guardias, vestidos con armaduras tradicionales, revisaban las ofrendas y cargamentos de aquellos menos 'dignos' mientras que aquellos comerciantes y personas de importancia eran dirigidos hacia el interior. Al pasar por la puerta, un vibrante patio exterior se desplegaba ante ellas, Shinpi no pierde detalle de aquello que ve a través de las rendijas. Puestos llenos de comida humeante y sake perfumado formaban filas, con familias y mercaderes disfrutando del festín. Músicos tocan ritmos alegres en taiko y shamisen, mientras bailarines enmascarados giraban al compás de la música, fascinando a los presentes. Una fiesta que le revolvía el estómago pero salvo una breve parada, el goshoguruma no se detendría para siempre. Un par de GUARDIAS los detiene antes de que crucen hacia el otro lado del patio. GUARDIA Alto. ¿Quién es y que trae consigo? MINAMOTO MIYOSHI Miyoshi Minamoto, y traigo un presente para el daimyo. GuARDIA No veo ningún emblema, deberá de quedarse en el patio exterior, el resto está reservado... (mira los carros detenidamente) ¿Un presente ha dicho? MINAMOTO MIYOSHI Y sake, fermentado y perfilado en mis mejores barricas. Traigo diez barriles, uno de ellos es para mis acompañantes, y otro para usted y sus hombres. Estoy seguro de que será una noche agotadora y toda celebración requiere de sake. El guardia mira a sus hombres y decide avanzar hacia el goshoguruma, no puede avistar quien hay dentro pero no es el primero que ha visto y sabe lo caros que son. Luego mira el carro de sake, y a los dos hombres que lo custodian. GUARDIA Está bien. (camina de vuelta) Pero sus hombres se quedan aquí. Que se queden con uno de los barriles, llevaremos el resto al daimyo en su nombre, Miyoshi ha dicho, ¿verdad? Minamoto asiente y sus hombres se repliegan separándose antes de que el guardia le de un papel. GuARDIA Enséñelo y podrá subir hasta la entrada del castillo. Si tiene suerte el daimyo le concederá su presencia. (mira hacia atrás) ¡Siguiente, venga que no tengo toda la noche! En el interior del carro se respira cierta tensión pero al ponerse en marcha Shinpi no pierde el tiempo. SHINPI Sólo tienes que quedarte donde estás. Cuando las puertas se abran yo bajaré y tu te quedarás aquí. No salgas hasta que lleven el goshoguruma a los establos. ¿Entendido? Aimi asiente, es...extraño escuchar su propia voz con tanta claridad pero si tiene que elegir, prefiere quedarse allí tanto como haga falta. SHINPI (v.o) Todo tuyo, Yae. Yae toma el control, fundiéndose con Shinpi que ahora se ve como esa misma cría que estaban a punto de soltar frente a las fauces de una hambrienta bestia. YAE Ahora duerme. Su voz es melosa, seductora y demasiado convincente. Los ojos de Aimi se tornan azules durante un instante, y palidecen al mismo ritmo de un letargo que parece eterno. Las sombras de aquel carro se mueven silenciosas cubriendo cada parte de su cuerpo hasta llenarla por completo en una oscuridad absoluta. Yae Con lo dulce que eras...podríamos habernos divertido tanto. El ruido del patio mas exterior se reduce a cada segundo que pasa, la acumulación de gente es mucho menor tras pasar al siguiente nivel y las ropas de los presentes denotan un nivel adquisitivo mucho superior al de la mayoría. Con su caballo Minamoto lidera aquella marcha hasta la entrada del edificio principal. Un arco en la última de las murallas detiene los caballos se produce una breve charla con los guardias deciden dejarle pasar hasta una de las entradas laterales del castillo. MinAMOTO MIYOSHI Ya casi estamos, Aimi. Yae, por supuesto, no contesta, sino que se mantiene a la espera. MINAMOTO MIYOSHI No dejes a la familia en ridículo. Ya sabes qué tienes que hacer, recuerda lo que nos estamos jugando. Yae Sí, padre. No hay una duda de sospecha y los caballos continúan hasta llegar al ala este del edificio principal. Las puertas correderas estan abiertas de par en par y la luz de las lámparas se filtra en contraste al despejado cielo que los mira desde arriba. MINAMOTO MIYOSHI Baja. Recemos porque quiera verte. En cuanto el carro se detiene, la puerta se abre y el aire frío entra por fin en contacto contra la piel de su rostro. Sus pasos son delicados y los guardias apostados en la entrada dejan su pequeña conversación y clavan su mirada en ella, embelesados ante su mera presencia. MINAMOTO MIYOSHI Buenas noches, soy Minamoto Miyoshi, y me gustaría hablar con el daimyo si fuese posible para entregarle un presente por estas fechas tan señaladas. Yae inclina la cabeza en un formal reverencia, ni siquiera le importa lo asqueada que se sentiría Shinpi. Lleva bastante tiempo sin divertirse y aunque tiene sus reparos el hambre, o la sed mas bien, es una angustiosa necesidad que se ancla en su garganta con unas afiladas garras cada segundo que pasa. En otras condiciones aquellos guardias habrían recibido el regalo del daimyo en su lugar pues este ya estaba ocupado con otros asuntos pero aquella aura que irradia la joven resulta tan sobrecogedora que su señor debe de recibirla. GuaRDIA Acompañadnos. Hachisuka-sama está en el salón principal con el resto de invitados. El interior del castillo está bastante lleno, el ruido de las conversaciones, el olor a incienso y el sonido de los instrumentos insufla vida a la plata baja de aquella fortaleza. Los guardias guían a la familia Miyoshi por el salón principal donde alargadas y bajas mesas se extienden a lo largo de la sala. Grupos de los aristócratas mas importantes se reúnen dejando atrás las formalidades tras lo que debe de ser ya la quinta hora desde que se les recibieran. La comida, vibrante y colorida llama la atención de Yae y si Shinpi hubiera podido verla sabría que habría intentado comer lo que fuese de aquellas mesas. Aunque lo parecían, las mujeres que no pertenecían al grupo de excelsos invitados (que eran pocos) y no estaban tras un biombo que las separaba lo justo de sus cónyuges y familiares, no eran geishas sino mujeres que ofrecían sus encantos más personales y sus dotes mas privadas como divertimento mientras las monedas fluían y se escondían bajo los bolsillos ocultos de sus ropas abiertas. Al final de la sala, donde aquella mesa culmina tras una chimenea encendida. Allí reina y domina la sala NOBUYASU HACHISUKA hombre de mediana edad y estatura, su cuerpo refleja una vida de excesos: ligeramente obeso, con una barriga prominente que denota su afición por banquetes y una vida de lujo sin moderación. Su rostro no es agraciado; tiene rasgos duros y angulosos, una mandíbula cuadrada y prominente, y una piel marcada por los años y quizás por enfermedades pasadas. Sus ojos, pequeños y hundidos, son oscuros y penetrantes, capaces de intimidar con una sola mirada. Sus cejas gruesas y arqueadas le dan una expresión perpetuamente severa y desconfiada. El cabello, que alguna vez pudo haber sido negro y espeso, ahora muestra signos de edad con mechones grises y una notable calvicie en la coronilla. A pesar de su apariencia poco atractiva, su porte es regio. Viste ropas elaboradas y caras, adornadas con símbolos de su clan, que contrastan con su figura robusta y poco agraciada. Sus manos, aunque grandes y algo toscas. A cada lado un par de mujeres agasajan y consienten a su señor feudal sirviéndole desde sake hasta ofrecerles aquellos pechos turgentes entre risas. El guardia que los acompaña se detiene a una distancia de un par de pasos de su señor y llama su atención tras un carraspeo y luego se inclina. GuardiA Disculpe la interrupción, Hachisuka-sama. El gesto de su rostro se quiebra pasando de aquella expresión de júbilo a una mucho más molesta. Nobuyasu saca su mano diestra de aquellos cálidos muslos y apunta agresivamente a aquel samurái y a su acompañante. Nobuyasu hachisuka ¿Qué es tan importante como para interrumpir a vuestro señor cuando tiene a estas dos bellezas clamando por su atención? ¿No veis que la celebración ya ha empezado? Varios de sus invitados más excelsos ríen, brindando y alzando sus copas, dejando atrás todo decoro mientras rugían como perros alabando a su señor. GUARDIA Lo lamento profundamente pero creo que querría... MINAMOTO MIYOSHI (dando un paso hacia delante) Permítame presentarme, Hachisuka-sama. Soy Minamoto Miyoshi y me justaría entregarle unos presentes personalmente como muestra de respeto y admiración por sus quince años como nuestro daimyo. Algo en aquella parafernalia, la reverencia posterior y esa admiración, falsa, pero tan incrustada del protocolo resulta del agrado del daimyo quien casi saliva del gusto. Ríe ante aquella osadía pero está de buen humor así que le dejará pasar ese desafío velado. NOBUYASU HACHISUKA Mirad esta sala y a estas gentes, ¿Qué creéis que podéis darme que no tenga aún? (mira a sus invitados quienes ríen) No veo que traigáis oro encima, ni joyas o armas y de alcohol vamos más que mejor servidos. Minamoto observa la mesa, de allí coge una taza, huele su contenido y chasquea la lengua en desaprobación. MINAMOTO MIYOSHI Llevo dedicándome al negocio del sake toda mi vida, y con todos los respetos posibles, Hachisuka-sama, sea quien sea su proveedor ha optado por darle uno indigno de su estatus. Aquella osadía provoca un fruncir de ceño en el severo rostro del daimyo quien inquisitivamente se inclina hacia adelante, aun sentado tras aquella mesa. NOBUYASU HACHISUKA ¿Osáis decir que este sake es de segunda categoría? Quizás no sepáis una mierda de sake, este que bebemos hoy es del mismísimo Tsuchinaga-san aquí presente. TSUCHINAGA ¿Qué diablos sabrás TÚ de mi sake? Nobuyasu alza la mano para silenciarle. MINAMOTO MIYOSHI 'Segunda categoría' se le queda muy corto. Y para demostrárselo... Un sonoro golpe suena al fondo de aquel salón; las puertas correderas se abren y unos cuantos de los hombres aparecen con los barriles de sake que Minamoto traía consigo. MINAMOTO MIYOSHI Pero el sake es el menor de mis regalos, eso sólo endulzara vuestro paladar. El presente que espero que disfrute tanto como desee es otro. El daimyo entonces percibe aquella figura que se esconde entre su hombre y aquel osado de Miyoshi. MINAMOTO MIYOSHI Permitidme presentaros y entregaros como regalo de esta celebración a mi hija Aimi. Entonces se aparta y aquella joven de aspecto inocente es iluminada por la luz del chisporroteante fuego que hay tras el daimyo. Se produce un breve silencio, por una vez aquella boca permanece en silencio. Hay algo en aquella chiquilla que despierta una sensación indescriptible irradiando una luz única que hacía bombear los corazones de quienes contemplaban sus orbes marrones. Era cierto que su belleza resultaba evidente pero aunque su busto, curvas ni ropa eran tan descaradas como las de dos aquellas mujeres que acompañan al señor feudal y que podrían haber resucitado la lívido de cualquier hombre de aquella sala sufrieron el mismo embrujo que su señor; como cadenas invisibles que se enredaban en tu piel, tan frías y tan duramente que arrebataban el aire de aquellas pobres víctimas. El daimyo trata de recuperar la compostura aunque es incapaz de no perderse en aquellos ojos que relucen como lucero del alba. NoBUYASU HACHISUKA ¡M-magnifico, si! Es... definitivamente un regalo adecuado. Toma asiento junto a mis mas allegados y hablaremos de su productivo futuro si su sake está la mitad de bueno de lo que dice. Orgulloso su padre hincha el pecho y ladea el cuerpo antes de sujetar a su hija por su brazo. MINAMOTO MIYOSHI (susurrando) Compórtate como es debido niña y no me dejes en ridículo. Recuerda lo que practicamos. Yae revive aquellos recuerdos que no son suyos, como si hubieran despertado de un profundo letargo. Y entonces ella queda frente a aquel hombre y sus dos acompañantes. AIMI MIYOSHI (con una formal reverencia) Es un placer conocerlo, Hachisuka-sama, mi padre solo tiene buenas palabras de usted. Enrojecido por el alcohol que fluye por sus venas y acalora su piel el varón sonríe y ríe ampliamente, alzando su copa hacia el resto del salón. NOBUYASU HACHISUKA ¡Bebed y comed a mi salud, amigos y aliados que yo haré lo mismo! (aparta a la mujer de su diestra) Venid aquí, pequeña criaturilla. Vosotras, marchaos. Ambas dos se muestran molestas pero mientras Aimi avanza hacia las dos es cuando las sujeta suave, pero firmemente, de las muñecas. AIMI MIYOSHI Mi señor, si me permite la osadía ¿por qué renunciar a dos mujeres? (se acerca hacia él y se inclina hacia su oído) ¿No es el deber del daimyo atender a sus entregadas súbditas? NOBUYASU HACHISUKA (sorprendido) Así es. Aimi mira a las mujeres, no les dice nada ni ellas protestan, más bien lo contrario: están fascinadas, absortas en su nueva acompañante, como si al contacto con su piel sus corazones bombeasen toda la sangre de su cuerpo al instante. NOBUYASU HACHISUKA ¡Amigos y mis queridos aliados! (se levanta) Brindad por mi y disfrutad de este festin, que yo haré lo mismo. Una oleada de risas y charlas a viva voz más propias de una taberna de mala muerte que aquel salón en el que se encontraban se expanden sin ningun tipo de pudor. Unos berridos y golpes en las mesas despiden al daimyo y sus tres acompañantes. NOBUYASU HACHISUKA ¿Habeís conocido los aposentos de un señor de primera como yo? (rie para si) Por supuesto que no, ¡pero hoy será vuestra noche de suerte! El varón prosigue aquel camino mientras las tres mujeres lo siguen de cerca, Aimi en el medio y una de las otras mujeres, cinco años más adultas que ella, quizás, se mantienen con sus manos entrelazadas. Aimi se muestra juguetona, disfrutando de aquella devoción que percibe a través del mero tacto; risas aniñadas y tímidas casi escapan de los labios carmin de aquellas, con suerte, futuras concubinas del señor Hachisuka. De la planta mas baja pasan hasta la tercera, aquel castillo es muy grande y no solo en extensión; la altura de sus techos parece el doble de lo normal y aunque desde las ventanas se aprecian las luces del gentío por el interior del recinto y el ruido de la fiesta en aquellos pasillos casi confusos todo parece mucho más solemne. Hay un sin fin de sirvientes que vienen y van, muchos ni siquiera se atreven a mirar a su señor, inclinandose cuando pasan; haciendo oídos sordos y ojos ciegos cuando se cruzan. En alguna salas hay miembros del clan Haachisuka, teniendo sus propias fiestas y comidas sin tener que tratar con el resto del pueblo llano. La tercera planta derrocha mucho mas lujo; divida por un gran portón y custodiado por tres guardias que la abren para que pasen. Dentro el suelo de madera está impoluto; las paredes de papel que separan las diferentes habitaciones tienen dibujos detallados, obras de alfarería y cerámica se exponen de tanto en cuanto y al final una puerta de madera que separa la estancia por completo del resto. NOBUYASU HACHISUKA Preciosas, espero que os pongáis cómodas porque estaremos aquí hasta que el sol salga. La habitación personal del daimy es un santuario de lujo decadente, diseñado para el placer y la intimidad. Es espaciosa pero acogedora, con paredes recubiertas de paneles de madera oscura y lacada, adornadas con pinturas sensuales y elegantes biombos decorados con motivos de flores de cerezo y grullas en vuelo. El suelo está cubierto por gruesos tatamis y alfombras de seda, proporcionando una superficie suave y cómoda. En el centro de la habitación se encuentra un futón extragrande, ricamente adornado con sábanas de seda roja y cojines bordados con hilos dorados, y es inusual pues se asienta sobre una estructura hundida en el suelo que casi la dota de ciertaa privacidad. Alrededor del futón, hay almohadones dispersos estratégicamente, invitando al relax y la indulgencia. Lámparas de papel y velas perfumadas con aromas bañan la habitación en un resplandor cálido. Un pequeño mueble lacado contiene una selección de bebidas exóticas y sake de alta calidad, junto con elegantes copas de porcelana. Elementos personales del daimyo, como una pantalla con su emblema familiar y una armadura parcialmente desensamblada, recuerdan su poder incluso en este espacio íntimo. La combinación de lujo, confort y sutiles recordatorios de su autoridad hacen de esta habitación el escenario perfecto para sus encuentros privados y hedonistas. Las tres mujeres entran en los aposentos primeros, las dos mas mayores caminan hacia aquella amplia cama, Aimi se queda junto a las puertas, vira su figura hacia el señor feudal y sus manos, apoyadas en aquellas elegantes prendas lo detienen. AIMI MIYOSHI Mi señor, deme unos minutos con ellas a solas. Aquella orden está a punto de enfurecerlo, pero son las hábiles y delicadas manos de Aimi quienes absorben aquellas emociones. Acaricia el pecho desnudo bajo la apertura y aquel fuego que lo quema por dentro se aviva con desespero. AIMI MIYOSHI Aprovechad y ordene a vuestros hombres que se aseguren de que mi padre está bien atendido y le hagan saber que su hija y su gran señor disfrutaran juntos hasta que el alba llegue. Su voz suena a jadeos ahogados, mira hacia las otras mujeres que se han acomodado en aquel blando y mullido futón. NOBUYASU HACHISUKA No tardaré, más te vale que cumplas la promesa a tu señor. AiMI MIYOSHI Será una noche que jamás olvidara. Fielmente, y guiado como un perro por la promesa de una recompensa, el varón desaparece; a todo sirviente al que ve le ordena de malas maneras que abandone aquella planta y con su guardia hace lo mismo pero con miradas complices que denotan la perversión que contamina aquella mente desesperada. Sus pasos de vuelta son aún mas rápidos incluso cuando despacha a aquellos con los que se ha cruzado hasta las mismas escaleras. A medida que la luz de su dormitorio está más cerca, aquella sensación se vuelve mas imperiosa; una sed que oprime la garganta, que quema en el pecho y que duele. La luz titila al otro lado de la puerta en un pulso atrayente. En cada paso aquel embrujo que azota a los hombres en sus momentos más bajos. Frente a la puerta entreabierta, el señor feudal observa su propio cuarto y su rostro se enciende, su pecho arde mintras se adentra en aquella estancia. El sonido del exterior queda mullido y ahogado entre los placeres que ahi tienen lugar. Los marrones ojos del señor Hachisuka contemplan a las tres mujeres y el desconcierto de aquello que observa sólo despierta aún más aquella excitación. Las tres mujeres estan desnudas, exibiendo sus cuerpos a las demás sin ningun tipo de pudor ni escándalo. Todas permanecen cómodas sobre aquel blando futón, sentadas sobre sus rodillas las otras dos mujeres beben no solo de aquel frenesí que les consume sino que sus manos recorren el cuerpo de la dulce Aimi. Dos de esas manos disfrutan de los prominentes pechos de aquella chica, las otras repasan las curvas de su trasero, la calidez de su piel en la que dejan finas marcas rojizas. Un sonido mucho más humedo y cálido envuelve a las mujeres cuyas bocas chasquean empapadas en aquella saliva que comparten. Pocos podrían ser los hombres que contemplasen un acto como aquel y la excitacion del señor de aquel castillo era evidente. Se acerca a ellas, traga saliva mientras ellas beben las unas de las otras, disfrutando no solo del deslizante calor que desprenden sus lenguas sino de la humedad cuando choca y se enredan sinuosamente a ún apice de sus labios. AIMI MIYOSHI Mi poderoso y apuesto señor. Cada palabra es interrumpida por un chasquido tras otro, los gemidos se prolongan con cada silaba y los brazos que acogían a las otras mujeres ahora yacen frente a ella. Inclinada hacia adelante los besos no se detienen aunque ya no esté. Mientras Nobuyasu se desprende de sus pocas ropas, ella gatea hacia adelante, su espalda se curva y su trasero y partes mas pudientas quedan expuestas a sus dos fieles devotas. AIMI MIYOSHI Venga, venga aqui. Déje que mi boca le lleve a un lugar digno de alguien como vos. NOBUYASU HACHISUKA Tu padre deberia de haberte traido mucho, mucho antes. Tras unas suaves palmas con la diestra, aquel señor de la guerra se acerca hasta su cama. Su firme masculinidad, más erguida que nunca, se situa justo a la altura de quien ahora se había hecho dueña y señora de esa cama. AIMI MIYOSHI Tumbaos, y cerrad los ojos. Dejaos llevar por el sonido de vuestras invitadas. Su voz es dulce como la miel e irresistible y obedece. Sus dedos, delicados y calientes, se enredan en su extensión, la cubren desde su base y recuerda, muy claramente aquellos recuerdos que no son suyos ni de Yae pero que ambos han vivido multiples veces. NOBUYASU HACHISUKA (gimiendo placenteramente) Jod-der. Sí. Sus manos se sujetan con ciertaa fuerza, juntas mientras suben y bajan por su extensión. El señor feudal tiembla excitado y aquella emoción se propaga a las otras mujeres. Una de ellas acude gateando a un lado, con su boca deposita besos y lame aquella delicaada piel. La otra, sin embargo, decide tumbarse, aún desde atrás y se cuela entre sus piernas. Abre su boca y recibe aquella humeda y empapada feminidad contra su aspera lengua y un gemido sonoro huye de los labios de Aimi en respuesta, con sus caderas contoneandose por puro instinto. Aquellos momentos nutren a Aimi quien, al sentir aquella pasión que la invade en lo mas profundo de su cuerpo, se siente más viva que nunca. Poderosa. Aúnque los espasmos descargan electricidad por su columna, sus manos se retiran, la otra chica descendiende por un lado del miembro erguido de su señor y ella la imita. Sus lenguas casi se rozan mientras él usa sus manos para aferrarse al pelo de Aimi. NOBUYASU HACHISUKA Vamos a ver cuan fiel puede ser esta boca tuya. Un fuerte tirón de su pelo le hace sisear aunque el dolor solo alimenta más ese fuego que la devora. Con la mano dominante toma su mandibula, la aprieta con fuerza obligando a abrir su boca. Obedientemente Aimi no opone resistencia, saca aquella rosada lengua y trss unos instantes engulle su masculinidad. Succiona de manera entregada, siente aquella dura parte presionar contra lo más profundo de su garganta, resiste las arcadas y entonces sus ojos marrones se iluminan mientras las clava en las de su señor. Desafiante. Aimi MIYOSHI (V.O.) Esto te encanta verdad, ver las lágrimas caer te excita aún mas. Él no dice nada pero aunque ella no podría pronunciar palabra alguna con cada empuje, él contesta mentalmente. NOBUYASU HACHISUKA (V.O) No te haces una idea de cuanto, y vas a suplicar hasta que te quedes sin voz. Esas palabras remueven sus entrañas, ardientes como punzadas en lo más profundo de su corazón. AIMI MIYOSHI (V.o) Siempre te ha gustado coger a las mujeres así, pero te gustaba más violarlas a crías indefensas y golpearlas si lloraban o suplicaban por tu clemencia. Los ojos del señor de la guerra se abren, aquel torrente de placer se detiene de manera brusca. La mujer que con tanto ahinco repasaba sus zonas más privadas y la otra que permanecia sentada a su altura retroceden en silencio, separandose como si una orden invisible les hubiera sido impuesta. Entonces hace contacto con Aimi y cuando ambas miradas chocan una punzada intensa y repentina acompaña a un chillido de dolor y terror mientras es apartada violentamente por el daimyo. Un reguero de sangre desciende por su boca pero este no procede de su boca sino que las densas gotas descienden rápidas por las piernas del varón. Aimi escupe aquel cercenado miembro mientras Nobuyasu cae de rodillas por el dolor, agarrandose lo poco que le queda de sus partes en un intento de cortar la hemorragia mientras la excitación abandona repentinamente su cuerpo para transformarse en un gélido hielo. Se tambalea, la voz ni siquiera es capaz de emanar entre las lágrimas de su cuerpo, tropieza varias veces, trastabillando mientras empuja uno de los candiles que iluminaban la estancia. Los cristales se quiebran, las chispas son libres por fin y el aceite que las mantenía vivas salta a los muebles cercanos. NOBUYASU HACHISUKA ¡Me cago en todo, joder! ¡¿Q-quién, quién eres!? Pero no quiere enfrentarse a la verdad sino que intenta encontrar un camino hacia la puerta aún cerrada. Aimi no contesta sino que abandona su posición de rodillas, ignora a las otras dos mujeres y camina hacia él de manera lenta, como un animal de caza que está jugando con su presa. YAE Tus días terminan esta misma noche, Nobuyasu Hachisuka. El cambio en la voz hiela el cuerpo de aquel hombre más aún que la sangre que se escapa por su entrepierna. La figura de aquella niña apenas mujer pronto cambia a una mucho más diferente: cabellos rubios y largos que descienden como una cortina rígida, ojos tan azules que brillan en la contraluz de aquel fuego que se va propagando poco a poco por las paredes de papel. SHINPI ¿Me habíais olvidado? El terror se aprecia en Nobuyasu pues sabe ahora quién es esa mujer que contempla. Su espalda choca contra la puerta de madera y aunque han pasado más de diez años lo recuerda, lo recuerda perfectamente. Su rostro, descompuesto, niega con la cabeza, intentando huir de la revelación de tener a una muerta frente a él. SHINPI Te arrancaré algo más que esa polla que tanto aprecias. Me aseguraré de que no quede nada que enterrar de ti. El forcejeo con la puerta se hace más evidente. Sólo los separan diez escasos metros. Shinpi desenvaina su espada diestra, su hoja sutilmente azul contrasta con los colores que van creciendo mientras el fuego se expande tras ella. Nobuyasu abre las puertas y escapa a paso raudo, cada zancada que da hace crujir las maderas, la sangre cae a chorros por más que intenta apretar aquella zona amputada. Su mente le dice que tiene que huir pero sabe que si aquel espíritu vengativo lo persigue, ninguno de sus hombres podrán hacer nada para ayudarle. Su cabeza nubla por el incipiente dolor que ahora ocupa toda su atención, cuando llega a las escaleras se agarra al pasamanos. Con gran dolor asciende rápidamente por los escalones hacia el piso superior. Shinpi lo sigue de cerca. Abriendo las puertas del dormitorio de golpe, el aire del exterior se filtra rápidamente avivando las llamas que ahora se propagan por el resto del mobiliario. Dedica un sólo instante a aquellas dos mujeres que siguen deleitandose la úna con la otra mientras las llamas las envuelven y sólo cuando les alcanzan el hechizo que las mantenía unidas se quiebra y sus chillidos de dolor son prontamente ahogados por las llamas. En el exterior del dormitorio Shinpi se mueve con calma, y se sorprende al encontrar que el rastro de sangre asciende en vez de descender, a excepción de ella, no hay nadie más, ni siquiera los guardias que esperaban en el piso inferior. Se detiene un segundo antes de mirar hacia arriba, es el último piso así que se pregunta por qué iba a ir hacia un lugar sin escapatoria aunque no pierde tiempo y asciende con el tintineo de las vainas que sostiene juntas acompañando cada ágil paso. Cuando asciende se lo encuentra en el único pasillo que hay, en realidad, el último piso es mucho mas pequeño pues la mayoría lo ocupa la estructura del techo. Están a mas de quince metros de altura frente al nivel inferior y al otro extremo está el acantilado formado por la depresión repentina del terreno que hacía de aquella fortaleza una construcción muy fácil de defender pues sólo podían venir por delante. NOBUYASU HACHISUKA (con desespero) Abrete, ¡vamos, joder! Nobuyasu está al fondo, intentando abrir una puerta de madera negra que parece resistirsele. En cuanto él la ve ascender por las escaleras, su desesperación se incrementa. Tiene las llaves mas su mirada nublada no favorece la tarea y al final acaba por golpearla contra su hombro aunque esta parece no moverse. Aún con la espada desenvainada, Shinpi avanza con su diestra apuntando hacia el suelo, la punta de la katana raspa la madera dejando una marca totalmente distinguible y recta. NOBUYASU HACHISUKA ¡A-alejate de mi, yōkai! Un empujón más, y otro, hasta que la puerta se abre, pero cuando intenta encontrar cobijo en aquella habitación uno de sus pies le fallan pues ha sido cercenado de golpe. El seco sonido de su pierna acompaña el de su cuerpo cayendose. Los chillidos son ahora desesperados pero nadie los escuchará mas que ella. Su piel se muestra pálida de repente, sigue intentando arrastrarse mientras la hemorragia es tal que apenas le quedaran treinta segundos de vida. Su voz se pierde cuando la adrenalina está al máximo y lo siguiente sería el desmayo aunque para sorpresa de Shinpi, este aguanta mientras algo parecido a un rezo, un murmuro indistinguible de las divagaciones de quien tiene su destino sellado escapa de sus labios. SHINPI Ahorrate esos rezos que no mereces, los dioses nunca nos escuchan. Shinpi sujeta la espada con ambas manos, la coloca a su costado derecho, el filo apunta a su enemigo en el suelo. Va a terminarlo todo de un tajo sin importar si cortarle la cabeza sería más limpio y mucho más rápido. La espada clama por sangre, siente aquella necesidad como una presión en sus palmas que la obliga a mantener firmemente el arma agarrada con sus dedos. El varón se arrastra tras aquella puerta recién abierta, la penumbra apenas permite ver que hay mas allá pero nada va a detenerla. Shinpi da el primer paso tras aquel umbral y entonces Yae intenta detenerla. YAE ¡Detente, Shinpi! Pero la advertencia llega demasiado tarde y al atravesar aquella barrera invisible una fuerza primitiva atraviesa a Shinpi de lado a lado. Se desliza por aquella madera y su arma sigue sus instintos más basicos. La hoja de metal se abre paso por cada capa de piel del abdomen, la sangre emana casi tan rapido como los musculos que se quiebran a su paso. El corte encuentra resistencia pero la hoja es más fuerte y las costillas se parten mientras uno de los pulmones se raja por la mitad. Sujeta con más fuerza el mango, empuja con todas sus fuerzas, chilla con rabia y furia y con un ascendente movimiento de muñeca la espada atraviesa la clavícula separando aquel cuerpo en casi dos mitades. Una ráfaga de sangre la baña por completo, sus ojos se cierran y entonces es cuando las palabras de Yae llegan a su cabeza. Su cuerpo se congela, su sangre se transforma en puro hielo con la piel de su espalda erizandose como el de un felino ante el peligro. Las velas que yacían apagadas a lo largo de la estancia se encienden en una rápida sucesión y el interior queda por fin a la vista. Incluso sin el cada vez mayor rastro de sangre aquella estancia emana una oscuridad indescriptible. El interior parecía angosto pese a ocupar mucho más espacio que una casa tradicional, sus paredes parecían corroídas y húmedas pese a que el aire era tan seco que casi costaba respirar. En las paredes habían símbolos que no podía discernir, kanjis elaborados que narraban palabras y conceptos inconexos como divagaciones de alguna mente perturbada que no podía dejar de escribir. La caligrafía, agitada y casi temblorosa se esparcía por cada pared, hasta el lado interior de la puerta parecía estar totalmente empapelado. YAE Shinpi, tenemos que irnos. Ya. Esto...esto no me gusta. A ella tampoco pero sus pies parecían haberse solidificado y ahora unas cadenas invisibles la mantenían en su sitio. SHINPI ¿Qué demonios es todo esto? En la mitad de la sala más prominentemente destacaba una estructura similar a la de un torii aunque sus colores negros y sus pilares torcidos junto a una madera casi decrépita inspiraban de todo menos un sentido de seguridad, mucho menos sacritud. Bajo aquella retorcida figura hay una especie de fuente en la que el brillo del agua, oscura como la noche hecha líquido, hace rebotar las luces de las velas encendidas por todas partes. YAE Esto es oscuro, Shinpi. Ya tenemos lo que querías, hay que marcharse ya. Pero algo la atrae hacia esa fuente de agua en total calma, sus pasos desnudos la llevan hasta ella en un absoluto silencio. Al inclinarse no sucede mucho, la superficie sigue en calma y es entonces cuando parece aclararse, poco a poco, hasta que, finalmente observa esa misma sala pero desde arriba, como si viese a traves de los ojos de algo más. Algo situado muy lejos. SHINPI ¿Pero que...? La espada que aún sujeta sigue dejando caer tímidas gotas de sangre contra el suelo. Aquel reflejo extraño le parece extraño, casi...casi... SHINPI ¿Lo escuchas? Es música...casi como... Shinpi se sumerge en aquella reminiscente melodia que parece robarle la atención poco a poco. ¿Hace cuanto que no escucha esa música? No es una canción cualquiera, no una que haya escuchado antes, eso seguro, pero parece tan familiar y conocido que casi puede tocarla con las yemas de sus dedos. Yae (empuja a Shinpi) ¡Detrás! Shinpi es movida de manera brusca, apartada de aquellos pensamientos de repente cuando una figura recorre la distancia desde la puerta hacia aquella fuente tan rápido que aquella espada que apuntaba directa a su cabeza pasa tan cerca que varias hebras de su pelo rubio son cortadas de golpe. Shinpi trata de virar para apartarse, interponiendo su espada en vertical sólo para detener el segundo golpe, tan violento que sale despedida hacia una de las paredes levantando tras de si una gran voluta de polvo. El aire escapa de sus pulmones y un quejido ahogado es lo único que llega a escapar de sus labios. La misteriosa figura rie, su voz es gutural y afilada, como una garganta que no acostumbra a hablar el idioma de los mortales. Da un par de pasos y la madera cruje ante su peso. El corazón de Shinpi late aceleradamente y su mirada se nubla. Cuando el aire vuelve a su pecho y el polvo cede lo suficiente mira en dirección a su misterioso oponente y entonces sus ojos se abren de par en par. Dos alas negras y decrépitas son las que captan su mirada en primer lugar, recogidas por su espalda además de un rostro humanoide pero claramente reminiscente de un pájaro: pico alargado, rostro rojo, plumas en vez de cejas una gran cantidad de pelo fino cubre su pecho y su espalda como un abrigo contra el frío. Sus ropajes son elegantes, hechos con patrones que jamás nadie con vida habría visto. Sin embargo, sus pies, recordaban a las patas de un águila cuyas uñas tan afiladas como cuchillas no parecían tener problema en rasgar la madera como si fuese arena. Al mirarlo, Shinpi siente un escalofrío gélido pues frente a ella tiene a un tengu, y en este caso no era un samurai queriendo hacerse pasar por uno con una máscara mientras las sombras lo envolvían. Allí esta claramente, ante ella, bajo las luces de esas velas que...¿lo habían vuelto todo blanco y negro? Su piel se eriza y el pavor acelera aún más su corazón. SHinpi (V.o.) Esto es muy malo. Tengo que salir de aqui, ya. Si no... Tengu ...estarás muerta en menos de un sólo minuto. Su voz suena confiada y el hecho de que haya leido su mente sólo acrecenta ese sentimiento de indefensión. Su cuerpo se escurre entre las maderas que su espalda ha quebrado, si no tuviese a Yae de su lado su espalda se habría roto y no habría hecho falta aquel enfentramiento. La busca con la mirada, pero no está así que es ella misma quien sujeta el arma que no ha abandonado su mano. Sin dudarlo, lanza aquel arma en dirección a su atacante sin de ningun miramiento. Al mismo tiempo que desenvaina la segunda de sus armas haciendo todo el ruido que puede quizás como una distracción. La criatura está lo suficientemente confiada como para creer que va a atacarle pero aquel destello metálico le permite ver a duras ***** aquel arma y apenas puede reaccionar a tiempo. Su espada desvía aquel arma sin problemas pero tan justo de tiempo que para cuando mira en esa dirección, Shinpi ya ha dado sus primeros pasos, con los sonidos mullidos de sus pasos gracias a aquellos gruesos calcetines se desliza con la espada apuntando hacia adelante a la altura de su cabeza y carga con rapidez. TENGU ¿¡Vas a atacarme de frente!? Pese a su ventaja y su rapidez, la criatura lo es mucho más, tanto que la espada de Shinpi se detiene cuando su punta apenas llega a tocar la garganta de su oponente. Aquella mano, huesuda y afilada es la que detiene todo su movimiento desde su muñeca. TENGU Eres rápida, pero no lo suficiente. Una fuerte patada en su estomago le arrebata el aliento, su cuerpo rebota por el suelo hasta estamparse con el poco mobiliario que había en aquella habitacion. TENGU ¿Cómo es que aún sigues respirando, eh? La sorpresa se aprecia en sus palabras, en ese acento de quién intenta emular algo que sólo ha oido en la lejanía. Lejos de prestar atención a esa mujer, se deleita con aquel arma ensartada en la pared, en especial en el brillo azul que parece desprender la hoja. TENGU ¿Qué es lo que tienes aqui? Guarda su espada como si ya no la necesitase y sujeta la opuesta con sus dedos. En cuanto la sostiene una sensación ardiente y profunda se desliza por todo su cuerpo, su pecho se infla y siente casi un poder más allá de toda razón. No pocas son las armas imbuidas en aquellos dones pero una tan oscura resultaba insólita. SHINPI (v.o.) T-te-tengo que... Tose bruscamente, una pequeña cantidad de sangre mancha su boca y sus dientes. TENGU No hay escapatoria, humana. Tus dias terminan aquí. Destruiste a uno de nuestros peones, y mi señora no estará contenta, lo mejor es darte fin aqui y ahora con esta arma que clama por sangre. Podía escucharlos, sí. Habiendo acercado el filo a sus oídos percibía con claridad esos chillidos, esas ordenes que habrían vuelto loco a cualquier mortal que la empuñase pero que en él resultaban hasta divertidos. Tranquilo avanza hasta Shinpi que apenas ha podido volver a ponerse en pie, usando su otra espada como un punto de apoyo para erguirse. Shinpi aprieta los dientes y se alza, su pierna le duele al apoyarla, quizás se la ha torcido girando de aquella manera, o al parar el golpe contra la pared del fondo, sea como sea se alza y se pone en postura. TENGU Así que quieres morir de pie, lo respeto. ¿A la de tres? (sorna) Una. Dos. Tres. Ambos cargan contra el otro, las espadas apuntan hacia adelante y chocan en apenas un instante. Ápices de segundo que parecen que concluirán tan trágicamente como los otros dos intentos. A cámara lenta las espadas descienden siguiendo el filo de la opuesta. Chispas brillantes iluminan ambos rostros, él es mucho más rapido y su espada está a punto de tocar la muñeca de Shinpi cuando sus ojos se iluminan de un intenso azul. Yae (v.o) ¡Ahora! Una ráfaga brillante escapa de su pecho como una explosión causada por la pólvora de un brillante color azul. Shinpi no siente nada más el tengu, sorprendido, retrocede en su empuje, perdiendo la ventaja que había dado por garantizada. La espada de Shinpi se clava en el brazo de su oponente. Entonces el tengu agudiza su mirada y mientras aquella espada se abre paso por su piel, instante a instante, extiende sus garras al cuello ajeno mas parece fallar cuando pasa justo por encima de su hombro. Pero la agarra. Toca a Yae como si estuviera allí, sólida y presente y con violencia la lanza hacia un lado obligandola a alejarse de Shinpi dandole un codazo a esta que le parte la nariz con suma facilidad y la obliga a retroceder dos pasos. TENGU Te tengo. Aunque Yae da un par de vueltas por el suelo, es mucho más rapida y agil que Shinpi, llegando a recuperar la compostura en una posición feral; a cuatro patas, unas cuantas de sus colas asoman por su espalda, rígidas y en posición de defensa. TENGU Asi que eres TÚ. Shinpi no puede respirar por la nariz y una fuerte tos la obliga a caer de rodillas al suelo mientras retrocede buscando cualquier escape. TENGU ¿Que hace alguien como tú en este lugar, y con una mortal? (con sorna) Deberías de estar muerta como el resto de los tuyos. Yae no dice nada pero aquellas palabras encienden un fuego primigenio que Shinpi ni siquiera había visto. Esta siente su furia como si fuera propia. Malherida se arrastra a espaldas del Tengu, siente como el suelo está...caliente, y sus ojos se posan en aquella ventana cerrada. Si pudiera abrirla, quizás... Con molestia el tengu retira esa mundana espada de su brazo y estira su cuello como quien se prepara para algo que si requiera su esfuerzo. TENGU Tú eres a quien he notado cuando habeis cruzado por su torii. Supongo que la peste de esa mortal ocultaba tu verdadera presencia. Aunque Kagefumi disfrutaría arrancandote ella misma esas colas de ahí no le importara si le llevo yo mismo tu cuerpo. Quizás hasta me recompense. Shinpi se reincorpora, escucha el crujir de algo bajo sus pies, el humo empieza a filtrarse por las grietas de la madera en expansión del suelo y un calor sofocante que no pertenece a la sangre que escapa de su nariz empieza a rodear poco a poco la habitacion. Yae (furiosa) ¡Inténtalo, vamos! ¡Te abriré en canal yo misma con mis garras! Sus colas se tensan separandose en un abanico que la hace ser más grande. Y entonces sin previo aviso ámbos se lanzan a un combate a muerte. Chocan con tanta fuerza que el suelo tiembla bajo sus pies y no es metafórico, los impactos suenan con tanta violencia que casi aturden a la misma Shinpi. El calor que desprende el suelo se vuelve casi insoportable y el suelo parece temblar a cada golpe que Yae y el Tengu se dan. Un temblor tan real como el dolor que fluye por su cuerpo le hace sujetarse contra la pared pero el suelo se resquebraja con un crujido y el suelo en el que están cede, hundiendose de manera brusca y cayendo contra el piso de abajo. Una densa nube de humo negra los envuelve, la tos se une a una falta de aire imperiosa. Shinpi cubre su boca con el antebrazo y trata de discernir algo entre aquella densa capa oscura capa de humo que se abalanzaba contra ella. Las llamas cegadoras avanzaban demasiado rápido pues a su espalda el hueco de la pared atraía las llamas con tanta intensidad que no pudo avanzar y sólo podía retroceder. Podría escapar de alli aunque estuviese a más de cien metros del río que atravesaba el acantilado sobre el que se afianzaba la fortaleza. ShiNPI ¡Yae! La llama, pero no sabe donde está. Sus ojos llorosos y aquella densa pantalla no le permiten ver nada y sus gritos se ahogan ante el crepitar de las llamas y las voces en la lejanía de los invitados que intentaban por todos los medios huir o apagar las llamas que ahora lo consumían todo. Se apoya contra el hueco, respirando algo de aire limpio y frío, duda y espera unos segundos pero cuando el techo cruje fatídicamente sabe que no tiene más tiempo y que tiene que salir de alli cuanto antes. Brevemente mira al interior y gira su cuerpo para saltar cuando una figura arrastra el humo consigo y la empuja al vacío sin ningun tipo de miramiento. El tiempo parece detenerse y ve al mismo Tengu aunque más malherido y con la expresión de una evidente molestia y rabia. Mientras Shinpi descendía aquella altura de espaldas al suelo aquel ser se impulsó con sus alas para descender aún mas rápido. Sujetaba en sus manos la espada que le faltaba a esta entre sus manos. Intentó girar sobre si misma, sin Yae no podía convocar su única manera de detener la caida aunque tampoco hizo falta. El Tengu detiene su caida clavando sus afiladas uñas como cuhillos en su estómago y sostiene la espada con fuerza entre sus dedos. TENGU (furioso) ¿A donde creías que ibas? SHINPI ¡Sueltame! TENGU Esa zorra tuya no te salvara ahora. Despidete. Entonces de un seco golpe la criatura atraviesa el hombro derecho de Shinpi. La espada se abre camino por su piel y corta los huesos que encuentra como meros cartilagos que no pueden resistir el afilado filo. Es un corte seco pero aquella criatura se deleita, empujando más y más cada vez. La sangre desciende como una cascada, el dolor es tan grande que los dientes de Shinpi se aprietan mientras palidece rápidamente. Su visión se nubla. Va a morir. Esa sensación de frío mortal se adhiere a su espalda como garras clavadas en su columna y aunque intenta resistir sus fuerzas la abandonan. No puede chillar, ni siquiera le queda aire. Su corazón late desesperadamente, ensordeciendo el ruido de aquellas llamas. La luz de la luna parece ahora más lejana que nunca, tose, escupiendo sangre, vomitandola. Tengu (rostro contra Shinpi) Te dije que... Justo cuando todo va a apagarse, Shinpi gira su cuerpo, su mano se ha colado en uno de los bolsillos de sus prendas y con el único brazo que le quedaba consigue clavar un kunai en el cuello en un seco movimiento. La expresión de aquella criatura muestra una gran sorpresa, la sangre fluye como una fuente cuando Shinpi lo arranca y cuando este intenta taponar y apretar su cuello termina por soltarla mientras este aletea suspendido en el aire dando más prioridad a su propia vida que a terminar de cortarla en dos. Su cuerpo desciende aquellos metros tan rápido como un relámpago. El impacto sonoro apenas es percibido por Shinpi y las aguas reclaman su aún caliente cuerpo.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)