Recepción inesperada
10 de julio de 2025, 4:51
INT. HANA NO YASHIRO - mañana - dominio nara
1641年1月XX日 - 25 años antes.
Copos frágiles de nieve tiñen las tejas de los techos en Hana No Yashiro. Desde el exterior sólo se aprecia la calma de la villa Fujiwara que parece dirigir la ciudad de Nara, desde la colina en la que se asienta. Las miradas de los habitantes de la ciudad suelen fantasear con los misterios que cobran vida. Aquella era una cuna del arte gracias a la mano de KIYOMI FUJIWARA, la señora de la gran casa.
Una voluta de vapor caliente acompaña los apresurados pero menudos pasos contra el suelo de oscura madera. MEI es la doncella principal, viste un recatado kimono de color beige, del mismo color y forma que la chica que la acompaña, HARUKA, quien apenas lleva unos meses en aquella gran residencia.
Mei mantiene una pose firme pero fluida, en sus manos carga con un zen de madera negra y lacada sobre la cual reposan varios pequeños contenedores junto a una tetera que irradia aquel vapor tan oloroso.
MEI
La espalda recta, niña. Y camina con más elegancia, parece que estáis pisando como un crío que aún no controla su fuerza.
Aun con lo pesada de aquella bandeja en sus manos, la vajilla apenas tintinea y sus pies, cubiertos en aquellos calcetines blancos y gruesos casi parecen ahogar todo sonido en ella.
HARUKA
Si, Mei-san.
Haruka se disculpa, su rostro muestra cierta vergüenza e intenta imitar esos cortos pero rápidos pasos mientras avanzan por el interior de aquel ala de la residencia.
Mei
La señora Fujiwara fue demasiado amable acogiéndote. Debes demostrarle que aprecias la oportunidad que te está dando.
Haruka
Lo estoy, de verdad que sí. Es sólo que hay demasiadas...
MEI
Chst. Será la primera vez que sirvas a la Fujiwara-sama, así que si no sabes hacerlo bien demuestra que te estás esforzando por impresionarla. Yo soy la que está dando la cara por ti. ¿Entendido?
Mei se detiene frente a una puerta corredera. A través se aprecia la luz que proviene del exterior. Mei le entrega la bandeja a la contraria y lentamente desliza una de las puertas correderas. Primero con mucho cuidado, luego hace mas sonoro este acto tras distinguir la figura de la señora de la casa.
Kiyomi sigue mirando el exterior a través de dos paredes correderas que comunican con aquel camino de madera que rodea aquel edificio. El viento es frío pero no parece molestarla. Su cabello, dorado como la luz del Sol en verano, desciende lacio y brilloso hasta casi el suelo mismo. Está sentada sobre sus rodillas manteniendo un perfecto seiza. Su kimono es muy colorido en el que se aprecia el símbolo de la familia Fujiwara, una glicina que desciende en un perfecto círculo.
MEI
Vamos.
Gruñe en voz baja ante la indecisión de la joven. Ambas entran finalmente en el cuarto y Mei permanece tras Kiyomi. Tras una mirada firme a la joven esta entiende lo que tiene que hacer.
En silencio coloca la bandeja frente a las rodillas de la misma tras situarse a su vera, la vajilla tiembla suavemente antes de ser dejada totalmente en el suelo y, sin alzar aún el rostro, Haruka se mantiene con la cabeza gacha en una sincera reverencia.
KIYOMI FUJIWARA
Gracias. Mei puedes retirarte.
Mei
¿Está seg-...
KIYOMI FUJIWARA
No te preocupes. Dile a Reiko que no se preocupe por los jardines. Está nevando, asegurate de que el servicio esté dentro y resguardado. Y a Takashi que prepare el cuenco con las sobras de ayer y lo deje donde siempre.
Mei reverencia en asentimiento antes de mirar a la joven e inexperta sirvierta.
Mei
Haruka, vamonos.
KIYOMI FUJIWARA
No, déjala. Me gustaría hablar con ella.
Mei
Como desee, Kiyomi-sama.
Con gracia, Mei abandona la instancia dejandolas solas. Kiyomi sigue mirando el jardín, la nieve cubre suavemente la arena que en otros momentos tendría dibujos precisos y fluidos. En el centro se encuentra un gran arbol cuyas hojas sisean contra el viento; una glicina que estaba ahí antes siquiera de que se alzase la primera madera de aquella residencia.
KIYOMI FUJIWARA
Siéntate, por favor.
Su mano se extiende y palmea con suavidad el tatami junto a la bandeja que le han traido.
KIYOMI FUJIWARA
No estés asustada, sé que Mei puede ser un poco estricta pero sólo lo hace porque se preocupa, aquí estamos solas. Respira y no estés tan tensa.
Haruka sonrie tímidamente, su cuerpo se destensa. Es entonces cuando se toma el privilegio de mirarla por primera vez más allá de aquel kimono colorido que lleva. Sus ojos marrones se posan en el pristino cabello de la señora, brillante como la luz del mediodía y tan largo que está recogido en un largo tirabuzón a media altura de la espalda.
KIYOMI FUJIWARA
Me alegra que aceptases unirte al servicio.
Emiko, nuestra cocinera, me dijo que era normal verte por el mercado de Nara y que tenías las manos largas.
La vergüenza invade el rostro de Haruka y un rubor se expande antes de mirar hacia sus propias rodillas.
HARUKA
Yo...lo siento. Mi señora.
KIYOMI FUJIWARA
No lo sientas. No importa qué hicieras de puertas hacia fuera de este lugar, sólo lo que hagas de aquí en adelante.
Sus manos delicadas descubren la comida bajo los diferentes cuencos. El arroz blanco recién hecho, un poco de salsa de soja con varias piezas de pescado, edamame y como olvidar el té caliente cuyo aroma las abraza a ambos.
KIYOMI FUJIWARA
Mira tu kimono, ¿ves ese símbolo? Significa que perteneces a esta casa, no necesitarás robar nunca más, te doy mi palabra.
HARUKA
Es demasiado amable conmigo, yo sólo soy una...ladrona.
KIYOMI FUJIWARA
Fuera, quizás, pero aquí puedes ser más. No dejes que tu pasado te arrebate el futuro. Los errores son escalones que nos llevan a donde estamos, no pozos en los que hundirse.
Kiyomi usa los palillos para coger un poco de arroz. Sabe que debe de comer pero las nauseas son últimamente insoportables, aun así hace el esfuerzo de comer.
KIYOMI FUJIWARA
¿Alguna vez has probado el té?
Haruka niega con la cabeza, lo cual no era realmente extraño si apenas tenía con qué ganarse el alimento cada día. Kiyomi sujeta la tetera y usa uno de los bajos y anchos platillos vacíos para servir aquel té.
KIYOMI FUJIWARA
Es koicha quizás te parece un poco amargo.
A/N: Hay una gran cantidad de variantes de té verde, el koicha es un te verde oscuro, usado generalmente en ceremonias y solia hacerse con árboles de te de más de 100 años.
Ambas beben un suave sorbo, el calor reconforta el cuerpo inmediatamente. Una pequeña patada en el vientre provoca un quejido ahogado en Kiyomi justo antes de devolver la taza a su lugar.
KIYOMI FUJIWARA
¿Y b-bien, te gusta?
HARUKA
Es...muy fuerte pero, es...muy diferente a lo que he probado.
KIYOMI FUJIWARA
¿Verdad? Ha-hay decenas de tipos de té. Mi favorito es...
Otra patada, más fuerte le corta la respiracion. Sus manos se abrazan al gran bulto de su vientre con vida y respira profundamente.
HARUKA
(con preocupación)
¿Se encuentra bien, Fujiwara-sama? ¿Necesita que llame...?
KIYOMI FUJIWARA
No. No te preocupes, de verdad, Haruka.
(sonrie forzadamente)
La pequeña Aiko está mas llena de vida últimamente, aún le quedan dos meses para estar con nosotros.
HARUKA
¿Aiko? Es...un nombre precioso.
La señora sonríe mirando su vientre por encima de aquella gruesa tela.
KIYOMI FUJIWARA
Aún no es oficial pero pronto lo será. Imagino que habrá una gran celebración en Nara, quizás hasta coincida con el florecimiento de los cerezos.
HARUKA
Cuando lo anunciaron en Nara la celebración duró dos dias enteros. Repartieron comida y arreglos florales, hasta yo conseguí unos.
Kiyomi sonrie antes de mirar a la joven, ha intentado comer pero realmente no tiene mucho hambre.
KIYOMI FUJIWARA
¿Puedo pedirte algo? Tengo el estomago cerrado, sé que Okāsan y Mei me pondrían mala cara si devolviese toda esta comida asi que ¿podrías ayudarme? Disfrutala por mi, por favor.
HARUKA
No se si debería...pero...claro, sí.
KIYOMI FUJIWARA
Gracias, Haruka.
Haruka intenta mantener las formas, no es que se muera de hambre, ha comido mejor en los dos dias que lleva allí que en cualquier otra noche y no quiere desobedecer ni insultar a la señora de la casa.
KiYOMI FUJIWARA
No le digas nada a Mei, por favor. Ninguna de las dos queremos sufrir sus enfados, hazme caso.
Mientras la joven come, Kiyomi no deja de mirar por aquellas paredes corridas de par en par, vislumbra el jardín y por encima del siseo del viento y de la nieve que sigue cayendo cada poco tiempo casi parece distinguir una voz. Oculta. Aguda y casi indistiguible.
¿?
Algo va mal, nos han visto.
Kiyomi mira a la sirvienta y le extiende la mano.
KIYOMI FUJIWARA
Ayudame a levantarme, por favor.
hARUKA
Claro.
Rápidamente deja el cuenco que ha vaciado. Toma las manos de la señora y con cierto esfuerzo se ponen en pie. Kiyomi camina por el tatami hasta acercarse un poco mas a la pared que da al exterior. No llega a poner un pie en la madera del suelo que rodea toda la casa pero intenta escuchar mejor.
¿?
Se acaba el tiempo. Nos han visto.
HARUKA
¿Se encuentra bien?
KIYOMI FUJIWARA
¿No lo oyes?
Intenta agudizar el oído pero pasados unos segundos desiste, Kiyomi tambien poco más tarde. Una sonrisa torpe curva aquellos labios rosados.
KIYOMI FUJIWARA
Debe de ser el malestar del embarazo, disculpame.
HARUKA
No se preocupe, tiene una vida dentro, es normal.
Por supuesto ella no lo sabía, era demasiado joven, pero si los dioses te bendecían con un vientre lleno de vida el malestar aparecería tarde o temprano para equilibrar la balanza.
Haruka se separa suavemente, retrocediendo hasta la bandeja cuya cubertería recoge y sostiene en sus delgados brazos. Kiyomi le da la espalda, sus piernas tiemblan, sus manos se aferran a su vientre y es cuando una punzada de dolor, mucho más fuerte que otras que haya sentido, recorre desde la intimidad de su vientre hasta su cabeza, helándole la columna como si cristales de hielo se hubiesen formado en su piel.
El quejido acaba siendo incluso audible por Haruka quien se acerca a ella de nuevo.
HARUKA
¿Señora? ¿Se encuentra bien?
Kiyomi no voltea el cuerpo pero asiente con la cabeza un par de veces, más mintiéndose para ella misma.
KiYOMI FUJIWARA
Algo...algo no...
Las palabras se atascan en su garganta y es cuando la electricidad golpea de lleno su cuerpo. Su respiracion casi falla y tiene que apoyarse en la columna de madera para no caer de rodillas al suelo.
HARUKA
(asustada)
¡Kiyomi-sama!
La bandeja que sostenía cae estrepitosamente contra el suelo, la vajilla se rompe y huyen del impacto mientras la sirvienta ignora aquel repentino caos y acude ante Kiyomi para ayudarla a mantenerla en pie.
HARUKA
(nerviosa)
¡Alguien, quién sea, necesito ayuda!
Los chillidos agudos y desesperados chocan contra el viento ululante del invierno. Mira a los ojos de la contraria y luego al creciente líquido que está empapando el suelo.
HARUKA
Vol-volveré ya mismo, pero hay que encontrar alguien.
Haruka se asegura de que Kiyomi permanezca apoyada contra la viga de madera y sale corriendo apresuradamente.
HARUKA
¡La señora ha roto aguas, por favor, necesito ayuda ya!
Pasados unos segundos uno de los guardias que rondaba por el interior escucha los gritos y más pronto que tarde un grupo de mujeres, mayoritariamente, entran a la sala donde encuentran a Kiyomi arrodillada en el suelo con el rostro sudoroso y con claros síntomas de que el cuerpo le dolía.
Aunque hay hasta seis asistentas, la mayor de todas ellas es SACHIYO, tambien conocida como la Okāsan, la matrona que no sólo dirigía al resto de criadas junto a Mei sino que en ya sus largos 48 años había asistido a mas partos de los que podía contar con las manos. Sólo había un hombre acompañandolas aunque no entro en la estancia, Kenji uno de los soto-mochi (o guardianes de la entrada) que había escuchado los gritos de ayuda.
Mientras la mayor se acerca a la señora de la casa, Mei mira a Haruka quien respira agitadamente.
MEI
¿Se puede saber qué has hecho? El estado de la señora era extremadamente delicado.
La sostiene del brazo y la arrincona contra una de las paredes.
HARUKA
¿Qué? ¡Yo no hice nada!
Sachiyo
Vosotras dos, basta. Lo último que necesitamos ahora es empeorar esto.
Sachiyo sostiene el cuerpo de Kiyomi por la cintura y con sus hombros. Mira al resto de sirvientas y señala con la barbilla.
SaCHIYO
Recoged este desastre, y cuidado con los trozos sueltos, no quiero que acabéis con un tajo innecesario.
(mira hacia Kiyomi)
El bebé está en camino.
KIYOMI FUJIWARA
¿Qu-que? Pero es demasiado temprano. Nos dijeron dos meses más.
SACHIYO
(negando lentamente)
Pues ella no opina lo mismo.
MEI
¿Que hacemos entonces? Los preparativos...
KIYOMI FUJIWARA
Los Tomoichi dijeron que estarían agradecidos de alojarme allí para el parto.
SACHIYO
Tendrían que prepararlo todo y habría que trasladarla allí. No. No podemos arriesgarnos, lo haremos aquí.
MEI
¿Aquí? De acuerdo. De acuerdo. Haruka tú vienes conmigo. Usaremos el edificio del ala sur, es el mas grande y despejado.
Un nuevo quejido tras un par de pasos deja claro que aquellas contracciones no son precisamente suaves. Sachiyo no está excesivamente preocupada pero el ambiente no es precisamente el mas tranquilo para las demás.
KIYOMI FUJIWARA
Mi esposo...
SaCHIYO
El señor Fujiwara está en Edo, junto al emperador, mi señora. Incluso si enviasemos un cuervo no llegaría a tiempo.
KIYOMI FUJIWARA
Házlo. Yo...yo aguantaré. Él tiene que estar.
Ambas se miran a los ojos y la matrona termina por asentir suavemente.
SACHIYO
Haré que le envien un mensaje, vos rece a los kami por que llegue a tiempo y que la pequeña no decida apresurarse aún mas.
(con firmeza)
¡Kenji!
El susodicho asoma la cabeza y se retira suavemente para dejarles paso, camina a su altura intentando esquivar aquel líquido que mancha el suelo de madera.
SACHIYO
Kenji, tienes que ir a Nara. Haruo estaba haciendo unas gestiones, asegurate de que vuelva de inmediato, dile que la señora está dando a luz.
(brevememente mira a Kiyomi)
Él se encargara de traer al Onmyoji consigo. Antes envia un mensaje al Castillo de Edo, digale al señor Fujiwara que su esposa está dando a luz y reza lo que sepas a los kami porque el tiempo esté de nuestro lado.
La siguiente hora trascurre muy rápido; Sachiyo deja a Kiyomi al cuidado de su segunda al mando mientras toda la residencia, incluso los cocineros o los niños del servicio se enteran más pronto que tarde de la situación y la residencia sale del letargo del invierno para mostrar una rápida demostración de la preocupacion y entrega que tienen hacia la familia Fujiwara.
Sachiyo, Haruka y dos sirvientas más preparan la habitación del Ala Sur, una estancia que llevaba despejada unos meses. Una estancia cuadrada sin comunicación directa con el camino de madera que rodea todos los edificios de la residencia.
Hay un ir y venir de las sirvientas para prepararlo todo. Mientras montaban aquella ligera estructura del techo hasta el suelo, en mitad de la estancia, otras traían una serie de mantas gruesas y unas sábanas envueltas en algodón. La habitación está iluminada gracias a velas situadas en largas portavelas de metal pues la poca luz del medio dia se encuentra opacada bajo la fuerte ventisca que hace ulular el viento por doquier.
Fujiwara-san espera junto a Haruka a su lado quien está agotada tras mas de media hora corriendo junto al resto de sirvientas.
KIYOMI FUJIWARA
Seguro que no imaginabas que estariamos así tan pronto, ¿verdad?
Intenta sonreír pero las contracciones aunque separadas en el tiempo són como puñaladas en lo más profundo de su vientre, la respiracion se le dificulta y el sudor pese al frío se hace más que evidente.
HARUKA
Todo estará listo pronto.
KIYOMI FUJIWARA
(mirando a las demás)
Lo sé, sólo...hay que ver como se esfuerzan.
En el centro de aquella estructura la matrona está intentando pasar unas gruesas sábanas por encima de un agarre metalico que uno de los sirvientes varones había ajustado.
SACHIYO
Más firme, pásalo otra vez. Ha de sorportar su peso.
HARUKA
¿Alguna vez habeis estado en un parto?
KiYOMI FUJIWARA
No, pero Sachiyo ha ayudado a traer a este mundo a más de quince, sin contar a su hijo.
Haruka
Pareceis muy...en calma.
KIYOMI FUJIWARA
(aprieta los dientes)
Duele, y cuesta respirar...pero si Sachiyo está tranquila, nosotras tambien.
No mucho despues una de las puertas correderas se escucha a alguien caminar a pasos apresurados y hablando en voz alta, a gritos casi, por encima de las voces femeninas que terminaban de dar los últimos arreglos.
¿¿??
¡No, no y no! ¡Esto no puede ser!
Dos hombres aparecen, el primero es el CONSULTOR ONMYOJI cuyas ropas verdes oliva estan cubiertas por una gran cantidad de nieve sobre los pliegues de la ropa. Se sacude y se aprecia al maestro de la casa, HARUO. Ambos rondan los cincuenta años.
CONSULTOR ONMYOJI (CONT'D)
¡Esto es una mala señal de los kami! Ya habiamos seleccionado un hogar y una fecha propicios, ¡desafiarlos no es bueno!
Este avanza al interior y trata de acercarse a la señora de la casa pero es interceptada por Sachiyo.
SaCHIYO
La señora no ha desafíado a ninguno de tus kami. Mírala, estamos así porque tus cuentas han fallado.
CONSULTOR ONMYOJI
¿¡Mis cuentas!? Los kami fueron claros al hablar y este edificio no cumple con ninguna de las especificaciones para este día.
KIYOMI FUJIWARA
Pues haga que funcionen, porque con o sin ellos, mi hija va a nacer y no va a esperar dos meses más.
El consultor se aferra al montón de libros y mira casi con desprecio todo lo que está pasando a su alrededor.
CONSULTOR ONMYOJI
Este tiempo tempestuoso y la tormenta es una señal de que los habéis provocado, este edificio no cumple nada de lo que os dije: esta al Norte de la ciudad, tendría que estar al este en la residencia de los Tomoichi.
CONSULTOR ONMYOJI
(mirando a la habitación)
¡La cardinalidad esta mal, el yagura tendría que estar mirando hacia Suzaku no a Byakko!
A/N: Yagura es el lugar donde se da a luz (delimitado por finas cortinas y un futon en el suelo). Las cuatro bestias cardinales (Norte, Sur...) son Suzaku, Genbu, Byakko y Seiryu.
Haruka recibe un tirón de parte de Kiyomi y con mucho esfuerzo se levanta, sus piernas tiemblan y aun así termina por sujetar al consultor por el cuello de las ropas con tanta fuerza y rabia que le corta la respiración.
KIYOMI FUJIWARA
Asegúrese de que todo vaya como es debido con lo que tenemos, o yo misma lo sacaré a que se hiele en la intemperie. Quizás los kami celebrarían su sacrificio.
Es la primera vez que alguien escucha una amenaza de tan dulce mujer, su voz parece gélida y afilada y al final acaba soltandolo casi con asco.
KIYOMI FUJIWARA
Haruo le proporcionara todo el equipamiento que necesite. Use lo que le haga falta.
HARUO
Por supuesto mi señora.
Este apoya una mano en el hombro del consejero y lo acompaña al exterior de la sala, cerrando la puerta.
Haruo
Ya ha escuchado a la señora, ¿qué necesita?
CONSULTOR ONMYOJI
¿Para el parto? En buenas condiciones bastaría con un par de talismanes. ¿En estas? Necesitaría todo mi equipamiento y un kutsubaku al completo, no solo un grupo de sirvientas y la matrona.
A/N: Kutsubaku (o caja del parto) se refiere al conjunto de personas, que incluye monjes budistas, mikos (sacerdotisas sintoístas) u otras mujeres de apoyo, que ayudan y proporcionan asistencia durante el parto. La presencia de estos individuos era común en los partos de las clases más altas y se consideraba una práctica auspiciosa para garantizar un parto seguro y un futuro próspero para el bebé y la madre.
HARUO
Apenas pudimos volver de Nara y ahora el tiempo ha embravecido.
Haruo lo guía hacia una habitación que se usaba como un pequeño almacén.
HARUO
Habrá que conformarse con esto.
CONSULTOR ONMYOJI
Veré que puedo hacer.
HARuo
Si necesita algo más haganoslo saber.
Durante las siguientes dos horas la habitación queda lista, aunque la estancia es pequeña (no más de doce metros cuadrados) y la Yagura ocupa una gran parte, sólo hay un biombo divisor a un lado en el que tanto él consultor Onmyoji y Haruo permanecen mientras la señora de la casa y su matrona estan en el interior, cubiertas por aquellas finas telas púrpura iluminadas por la luz de las velas.
KIYOMI FUJIWARA
¿Habeis hablado con Takashi?
HARUO
El muy obstinado intentó levantarse de la cama aun en su estado. Dijo que no permitiría que dieseis a luz sin su apoyo. Aún está febril pero ya muestra mejoría.
KIYOMI FUJIWARA
Bien, sé lo mucho que mi esposo lo aprecia, qu-que guarde reposo y si intenta bajar re-recordardle que este es mi dia, y no el suyo.
HARUO
Claro.
SACHIYO
¿Cómo son las contracciones? Rápidas y profundas, ¿verdad?
KIYOMI FUJIWARA
Van a más.
(bebe un poco de agua)
Es...es como...
SACHIYO
¿Si te empujasen desde dentro y no tuvieras aire?
KIYOMI FUJIWARA
Ahá.
SACHIYO
Va siendo la hora entonces.
(asoma la cabeza fuera)
¡Niñas, preparad una tina de agua caliente, y unas sábanas límpias!
Ext. HANA NO YASHIRO - tarde - DOMINIO NARA
La tormenta arrecia y la nieve parece convertirse en finas esquirlas de cristal que lo cortan todo a su paso. La oscuridad reina y los pocos fuegos que estan encendidos apenas iluminan un par de metros de distancia, perdiéndose en la neblina blanca producto de la nieve y el fuerte viento.
Dos guardias, KENJI y KAITO, permanecen apostados en una pequeña apertura en el lateral del muro. Ambos estan sentados en taburetes pequeños, con el áspero aire gélido casi acariciandoles el rostro y las armaduras que llevan. Frente a ellos un brasero de metal resiste las bajas temperaturas.
Kenji
Esta tormenta no es normal.
Kaito
Por la mañana apenas habían nubes, esta puede ser una de las peores ventiscas que he visto nunca aquí.
KENJI
¿Crees que irá todo bien? Ese onmyoji parecía bastante enfadado.
KAITO
¿Y porque tendría que saberlo yo?
KENJI
Tu hiciste los votos budistas cuando eras un crío.
KAITO
No los complete, pero...
(se encoge de hombros)
Dos meses antes no es una buena señal.
No se que hará uno de esos magos, pero la señora tiene a todas sus sirvientas con ella, Sachiyo es de las mejores de todo Nara...No se, pero mejor tener fé en que saldrá bien.
KENJI
Sí, supongo que si.
Kenji frota las manos antes de ponerlas contra las flamas. Incluso entre el rugir de la tormenta se distingue los gritos de Kiyomi en la lejanía.
KENJI
Tu hermana tuvo un par de hijos, ¿Crees que Fujiwara-sama llegará a tiempo?
KAITO
Edo está demasiado lejos y no creo que la señora Fujiwara sea capaz de retrasarlo.
Mira en direccion al edificio en el que apenas se intuye una mota de luz tenue, lugar del que provienen los enmudecidos gritos.
KAITO
Y con este tiempo de mala muerte ya podria estar en la ciudad que no sería capaz de usar un caballo y menos aún ir a pie.
Kenji
Ni este brasero calienta lo suficiente. ¿Nos queda leña hasta la siguiente guardia?
Kaito mira a la espalda de Kenji, el espacio es tan reducido que con las armaduras y sentados este no podría girar su cuerpo hacia atrás para mirarlo.
KAITO
Queda un poco, pero no habrá suficiente para la siguiente así que te toca ir a por unos leños a la cocina.
KENJI
¿Qué, por qué yo? Yo fui la ultima vez.
KAITO
Porque soy el mayor. No te quejes, esquivaras este frío durante un rato, ingrato.
Kenji farfulla y asiente antes de levantarse y desaparecer por la puerta tras ellos. Kaito, en cambio, espera a que su compañero regrese.
Poco despues, algo empieza a llamar la atención. Su mirada escruta aquella densa neblina que rápidamente se transforma en la oscuridad absoluta a apenas diez metros frente a él. No se ve nada pero aun así la piel de sus brazos se eriza como la columna de un gato que ve el peligro.
Lentamente se levanta, sujeta la naginata por el largo mango y sale de aquel cobijo.
A/N: Una nagitana es una lanza de al menos metro cincuenta en cuyo extremo, adicionalmente, se incluye una hoja recta y curva en cada uno de los lados
Kaito
¿Hola? ¿Hay alguien ahí?
Nadie contesta pero Kaito juraría ver algo, muchos 'algo' moverse entre la oscuridad. Pronunciando palabras que se perdían en el viento junto a una sensación ominosa, trágica y pesada. Avanza un poco mas, el viento agita sus cabellos violentamente, los copos golpean su cuerpo y su caminar se hace tosco y lento sobre una nieve que ya llega a casi a la mitad de su rodilla.
Miles, cientos de voces parecen arremolinarse a su lado, en la nieve escudriñando con la mirada distingue decenas de pisadas, algunas demasiado grandes para ser humanas, otras demasiado pequeñas. Irregulares y uniformes. Su piel palidece y las voces se hacen aún mas insistentes; ruido dificil de discernir pero claramente diferente al ruido del viento
¿¿??
Acabad con ella.
¿¿??
Matadla antes de que lo estropee.
¿¿??
¡Es nuestra!
El ruido de varios tocones cayendo contra la piedra arrastran aquellas voces y presencias fuera de su mente.
KeNJI
¡Kaito! ¡Kaito!
(corre hacia este)
¿¡Pasa algo!?
KAITO
¿Eh? ¿Qu-que? Sí...sí...eso creo.
KENJI
¿Eh? ¿Que diablos dices?
KAITO
Creo que la señora Fujiwara necesita ayuda.
KENJI
¿Ayuda? ¿Y cómo quieres que la ayudemos? Vuelve a dentro, el frío ha tenido que congelarte el cerebro.
KAITO
(hablando para sí)
Habían huellas...
Pero al mirar la nieve está totalmente nivelada a excepción de las huellas que habían dejado ambos. Al final da la vuelta e intentan volver hacia su escondite para seguir la guardia.
Kaito
Algo pasa, Kenji, te lo digo, necesitamos a un monje, un sacerdote o a quien sea.
KENJI
¿Te estas oyendo? Incluso aunque pudiéramos y no estuviese cayendo la peor tormenta de los últimos diez años, ¿de donde íbamos a sacarlo? ¿Piensas que iba a aparecer una delegación de monjes sólo porque se te...?
Un sonido rítmico corta el discurso. Golpes de varios agudos a aretes de metal chocando, un gorgojeo musical que se hace cada vez mas sonoro sobre el viento que pasa por encima de los muros de piedra.
KAITO
Dime que eso sí lo oyes.
KENJI
(mira el portón)
S-si que lo oigo.
El sonido se hace mucho mas fuerte con el paso de los segundos. Ambos guardias se acercan a la puerta sujetando las armas en una postura preventiva ante cualquier amenaza.
Entonces, la aldaba al otro lado de la puerta suena, una, dos y tres veces. Ambos guardias se miran, incrédulos.
KAITO
¿Acaban de...
KENJI
...llamar a la puerta? Sí.
KENJI
¿Que hacemos?
KAITO
¿Quien va? ¡Este no es momento ni lugar para visitas, la Residencia Fujiwara está clausurada a cal y canto!
Unos lentos segundos de tensión que se incrementan hasta que al final una voz responde.
¿¿??
¡Venimos desde muy lejos en peregrinación para el parto de la señora Fujiwara!
Ambos guardas se miran.
kenji
¿Cómo han cruzado con este tiempo?
kaito
¿Y cómo sabían que se adelantaría el parto?
kenji
¡Y yo que se! Pero...deberíamos abrir, ¿no? Tú mismo has dicho que necesitabas a unos monjes.
Kaito
¿Y no te parece raro que aparezcan de la nada? Joder, pero nadie estaría tan loco como para cruzar con este tiempo.
¿¿??
¡El tiempo apremia y vuestra señora nos necesita, los malos espíritus acechan en estas ocasiones!
Con un gran esfuerzo ambos guardias retiran las piezas de madera y sostienen como pueden las regias maderas y abren un pequeño hueco suficiente para que aquella delegación religiosa cruce. En total hay seis monjes budistas, vestidos con sus kesa de color cobrizo, varios de ellos sostienen bastónes shakujō que tintinean con aquel sonido tan característico.
A/N: Las Kesa son tunicas alargadas atadas con un cinturon grueso, generalmente propio de los monjes budistas. UN shakujō es un bastón cuya punta de metal tiene aros metalícos que tintinean para alejar a los malos espíritus
La mayoría estan en su mediana edad, no menos de cuarenta, y solo el primero conserva el pelo corto siendo, a su vez, el mas mayor de todos, sus ojos estan blanquecinos pero TOMO NUE parece moverse sin problemas.
A/N: TOMO NUE es un juego de palabras (con los kanji) con el nombre de un famoso personaje histórico en Japón.
Entre la formación hay una mujer, KURENAI. Una sacerdotisa sintoísta cuyo hakama blanco apenas destacan frente a la uniforme nieve a excepcion de un bordeado rojo, debajo un kosode del mismo color, desde su espalda se aprecia el haori esa chaqueta corta de un vivo color rojo que está decorada con un símbolo floral que aquellos versados en el mundo sintoista identificarían como el jardín Shukkeien, muy conocido en Hiroshima.
De sus ropas descienden pequeñas piezas de metal circulares, con cadenas que tintinean en notas agudas y sirven de proteccion. Incluso bajo aquella prenda que cubre sus ojos, se aprecian unas facciones bastante jóvenes que distan mucho de la mediana edad.
KURENAI
(entre susurros)
Es aqui, los oigo. Muchos. Demasiados.
TOMO NUE
¿Tantos?
KURENAI
Más de los que nunca he sentido en un mismo sitio.
KAITO
¡Pasen, pasen, aguantaremos la puerta!
Con una inusual gracia la delegación se introduce en la residencia, el viento ruge tras ellos pero parecen mostrarse impertérritos ante la violencia del viento.
Cuando avanzan Kenji les señala el camino con su nagitana mas no les acompaña pues la puerta amenaza con abrirse incluso si ambos empujan con su cuerpo.
Kenji
¡La señora Fujiwara está en el ala sur, no más de a un minuto, sigan el muro y no se despeguen!
KAITO
¡Hay que empujar ya!
INT. HANA NO YASHIRO - TARDE/Noche - DOMINIO NARA
El interior del Ala Sur permanece en un agónico letargo. La mayor parte de las luces se congregan en una sala contigua a la que ha sido designada para el parto. Allí está casi todo el servicio, las mujeres separadas de los hombres y son las que mas alerta se mantienen. Ellos, en cambio permanecen bajo el manto de una suave charla y los niños, siendo niños, más que preocuparse por los gritos de dolor luchan contra el sueño de la noche.
Alguno de los mas pequeños es reprimendado cuando intentan asomarse a la habitación de enfrente, curiosos quizás y lo mismo les sucede a un par de los hombres quienes, atraídos por la idea de contemplar el milagro de la vida mientras alejan a los niños de aquellas puertas correderas intentan vislumbrar algo del interior de la habitacion.
Las velas del pasillo son escasas, colocadas a cada lado de la puerta corredera, apenas son capaces de iluminar apropiadamente para una noche en la que la ventisca parece haberse cobrado toda la luz. El interior del paritorio, sin embargo, era mucho mas frenético, con las velas iluminando amplia y especialmente el yagura en el que Sachiyo atendía como bien podía a una Kiyomi que mostraba signos evidentes de estar en sus momentos más bajos.
SACHIYO
Tranquila, Kiyomi, vas bien, vas bien. Casi es momento de empujar.
Sachiyo recompone su postura, Kiyomi yace en el suelo, con sus piernas abiertas y sus rodillas semiflexionadas en el aire. Su rostro está bañado en sudor, su cabello dorado ha dejado atrás su forma cuidada y sus ropas entre abiertas muestran el descuido que acompaña al dolor tan prolongado.
KIYOMI FUJIWARA
(respira con dificultad)
¿A-aún? ¿Cua-cuanto llevamos?
SACHIYO
Al menos cuatro, cinco horas, es normal. La primera vez suele ser la más larga. No debe de quedarte mucho.
KIYOMI FUJIWARA
(entre sonoros quejidos)
¡D-duele mucho! N-no puedo ni...respirar.
Sachiyo no se despega de ella, sus manos sostienen las de la contraria y trata de aplicar esos ejercicios de respiración que le había enseñado pero ni siquiera ella se acordaba ya del dolor de engendrar una vida aún habiendo sido madre. Sostiene un pequeño vaso que le ofrece a su señora.
SACHIYO
Fujiwara-san, debería de tomar la leche de amapola.
KIYOMI FUJIWARA
(golpea el vaso al suelo)
No. Si este dolor es mío lo aguantaré.
SACHIYO
(asiente)
Como desee, sólo concentrese en respirar profundamente.
Es entonces cuando una de las puertas correderas se abren de sopetón y Mei cruza el umbral de la misma, yendo aceleradamente hacia la yagura. Con respeto y pudor aparta las sábanas que otorgan de intimidad para su señora y Sachiyo y, entonces, habla.
MEI
Señora, ha llegado una visita de improvisto.
KIYOMI FUJIWARA
¿Q-qu-que?
SACHIYO
Mei, este no es el mejor momento.
Mei
Es una delegación, no sé como han podido cruzar con esta ventisca pero dicen que estan aqui por Fujiwara-sama y su bebé.
Del lado opuesto de la yagura hay dispuesto un biombo tras el que Haruo y el consejero Onmyoji permanecen cerca, pero separados, de aquella concepción. El consultor es el primero que se levanta y camina por voluntad propia hacia la entrada.
CONSULTOR ONMYOJI
Es la señal que necesitamos, ¡que pasen! Toda ayuda es buena.
Las tres mujeres dentro de la yagura se miran mutuamente y es cuando Kiyomi asiente que Mei se retira y acude a la entrada de la habitación.
CONSULTOR ONMYOJI
Benditos sean los dioses, todas las predicciones estaban en nuestra contra, sois justo quienes necesitabamos.
La delegación religiosa, liderada por Tomo Nue, accede lentamente a la sala.
TOMO NUE
Vuestro agradecimiento es bien recibido pero no serán necesarios vuestros servicios en esta sala de aquí en adelante.
El consultor frunce el ceño y su rostro enrojece pero entre farfullos, se abre paso por uno de los lados y se marcha de aquella sala.
Mei
Lamentamos no tener una sala más apropiada pero no tuvimos tiempo para preparar una mas apropiada y no sabíamos que...
TOMO NUE
No hacen falta las disculpas, hay espacio de sobra. Llévese por favor a toda persona que no sea necesaria en esta sala y procederemos con el ritual.
Sonríe amablemente y Mei termina por asentir obedientemente, Haruo abandona la sala tras unas breves palabras a la señora Fujiwara y Mei sale finalmente.
Entonces la comitiva avanza, Kurenai es la última en poner uno de sus pies, desnudos, en el tatami y es cuando el aire parece volverse pesado y desolador. Una presión en su pecho es ejercida con violencia, sus piernas tiemblan, las piezas de metal de sus ropas tintinean. Tras aquella venda que cubre sus ojos varias presencias parecen mostrarse vagamente ante ella y clavan su atención en ella.
¿¿??
¡Una reishisha!
A/N: Reishisha significa 'vidente espiritual' y es un termino usado para quienes ven fantasmas y espiritus (pero no abarca otras cualidades sobrenaturales).
¿¿??
¡Ya es tarde, será nuestra!
El séquito budista se situa en un lateral de la yagua y se sientan con las piernas cruzadas, un par de ellos tienen pequeños instrumentos de percusión con forma de craneos tallados en madera, otros sacan cuencas que aferran con sus manos y que acompañaran los rezos.
Tomo no permanece con ellos sino que mira a Kurenai al notar sus labios apretados y una postura extremadamente rígida.
TOMO NUE
¿Muy mal?
KURENAI
¿Recuerdas que dije que habían muchos?
(avanza lentamente y encara la yagura)
No son nada a los que hay aquí. Decenas. Jamas...jamás he sentido tantos en un sólo sitio
TOMO NUE
(mueve la mano derecha)
Comenzad, no tenemos un sólo segundo que perder.
Los canticos comienzan, profundos rezos que resuenan al son de los golpes en la madera. Tomo saca de una pequeña caja de caoba unas varillas de incienso y las enciende con las flamas de las velas que están esparcidas a lo largo de la habitación. El aroma cálido y maderoso del sándalo abraza a los presentes; toques de canela y lirio se entremezclan con las volutas del humo que se adhieren a los presentes.
El sonido de aquella musica y cánticos entrelazados no acalla a una Kiyomi que está sufriendo; su rostro está tenso, su cuerpo tiembla, las fuerzas parecen escaparse y no importa cuanto empuje o aguante pues no es suficiente. Su vientre arde, sus huesos retroceden centimetro a centimetro, preparandose para aquello que ahora es inevitable.
TOMO NUE
Fujiwara-san, abriremos la yagura un poco, yo me pondré de espaldas y Kurenai será la única que pueda mirarla.
La yagura se descorre lo suficiente como para que los gritos de dolor y frustracion corran libres aunque no es que aquellas finas sabanas y casi translucidas hiciesen mucho por contener el milagro de la vida.
Ambos se sientan uno frente al otro, el monje usa aquellas cuencas, empujandolas con la uña del pulgar mientras su mano libre, situada frente a su boca y apuntando hacia el techo silencia las sagradas palabras que emanan de esta. La sacerdotisa se sienta de rodillas, sus manos se extienden y acarician el tatami su espalda se curva hacia adelante y su cabeza termina por apoyarse contra el suelo.
Su pecho vacía el aire que lo habitaba, unos segundos, pocos. Una misera exalación, sus abalorios de metal tintinean.
Mientras el 'Sutra del Corazón' es recitado por los monjes, Sachiyo sostiene las manos de su señora mientras trata de darle fuerzas.
Han pasado unos dolorosos e insufribles quince minutos y aunque la sensación de opresión en el pecho de Kiyomi parece haberse reducido, pudiendo respirar cuando no sufre las contracciones.
SachiYO
Ya ha dilatado lo suficiente, ahora vendrá lo peor.
KiyOMI FUJIWARA
¿Peor?
Una especie de sonrisa quebrada se muestra en sus ojos llorosos, tanto es el dolor que sus cristalinos están enrojecidos, la ropa que llevaba puesta ahora está mucho mas abierta. El sudor empapa su cuerpo y su cabello está totalmente desordenado, la sangre escapa por sus piernas a un ritmo lento pero constante.
Un chillido como nunca antes, una punzada de dolor tan profunda y visceral que su instinto es patalear al aire intentando arrastrarse futilmente hacia atrás. Su visión está borrosa, todo le da vueltas y apenas escucha el mundo exterior; su corazón retumba en su cabeza.
Empieza a ver cosas que no estan ahí, seres que flotan sobre aquella yagura, distingue ojos no humanos que se esconden tras las sombras titilantes, siente una oscuridad incipiente, opresiva y una frialdad innatural. Se aferra a su vientre mientras aquellas voces repican en su cabeza y al mismo tiempo Kurenai parece repetir las mismas palabras con mil y una voces diferentes.
Kurenai
Debe morir.
¿¿??
Debe morir.
KURENAI
Se nos prometio; su destino está sellado.
¿¿??
Se nos prometio; su destino está sellado.
KURENAI
Tus rezos no funcionarán, viejo.
¿¿??
Tus rezos no funcionarán, viejo.
Con cada palabra su voz cambia de tono y timbre, algunos guturales, otros mucho más masculinos de su voz normal. Los espíritus más pequeños son atrapados en su interior como un vórtice en el agua que lo absorbe todo.
Los cánticos de los budistas, en cambio, son como las ondas tras la piedra que quiebra la calma del agua; rebotan contra las paredes, los más débiles de aquellos seres huyen entre chillidos, otros resisten con claras dificultades y sólo una entidad escondida entre aquella estructura, Kurenai intenta discernir que es pero sólo percibe sus largas garras que van cubriendo poco a poco el cuerpo de Kiyomi aunque esta no pueda percibirlo.
Tras concentrarse, para ella todo se vuelve oscuro y el sonido de las piezas de metal de su ropa provocan una onda de un color azul que se transmite, invisible para todos, y elimina todo el ruido de su mente.
El tiempo parece detenerse, líneas blancas surgen dibujando el relieve de todos los presentes; sus compañeros, la yagura, las dos mujeres que hay dentro y el resto de objetos.
KurENAI (v.O.)
Muéstrate, monstruo.
En su mente Kurenai se eleva de su postura, sólo están ella y aquella criatura; sumidos en la oscuridad más absoluta aunque ambos se veían claramente. Dicho ser abarca al menos diez metros de altura, su figura, humanoide, apenas destaca en aquel reino inmaterial pero sus garras alargadas casi aprisionan la yagura.
Su espalda, curvada hasta una posición incomoda sólo demuestra que, en realidad, aquella estancia le queda muy pequeña. Su rostro difuso deja entrever unas cuencas vacías, unos afilados dientes de una boca que podría devorar a una persona de un sólo bocado.
Alas negras y decrépitas, brazos demasiado largos y aparentemente huesudos, nada en aquella complexión resulta humano pero Kurenai no tiembla.
¿¿??
¡Ya es tarde! No podéis hacer nada por ella.
KURENAI (V.O.)
Márchate por donde has venido, este lugar y esta gente no te pertenecen.
Se levanta, y del interior de las mangas de sus ropas saca dos blancos gohei que parecen irradiar un cierto brillo purificador.
¿¿??
Ella morirá porque así está escrito.
Aun así, esa fuerte presencia no se altera lo más mínimo. Ni siquiera puede percibir el rostro de la criatura más que su imponente aspecto. Kurenai no titubea y comienza una lenta danza purificadora, sabe que no podrá expulsarlo de allí pero tiene que ganar todo el tiempo que pueda aunque sea siendo un cebo.
Mientras ella danza y mueve las varitas de papel al son del Sutra del Corazón más molesta se muestra aquella entidad. Una lenta batalla de voluntades en la que la miko parece tenerlas consigo hasta que otro profundo chillido de Kiyomi penetra en aquel plano terrenal empujándola como una onda expansiva hacia atrás.
El espíritu ríe, divertido incluso, antes de girar lentamente su cabeza y clavar sus rojos ojos en ella.
¿¿??
No hay nada que puedas hacer, ya nos pertenece. Morirá. Así lo planearon y así es como debe ser.
Kurenai vuelve en si y las siguientes palabras que pronuncia sí las escucha su maestro.
KURENAI
Es...MUY...fuerte. El dolor... se nutre y más se aferra a ella. La matará.
TOMO NUE
¡Rezad mas alto! ¡No permitiremos que los malos espíritus ganen!
Sachiyo intenta por todos los medios traer en si a Kiyomi, está febril o al menos su piel le arde. Vocaliza cosas sin sentido, palabras sueltas que se atascan en su boca. Llora casi sin fuerzas, lágrimas saladas se escurren por su rostro y entre sus muslos la sangre no deja de fluir aún mezclada en un color ambarino sucio.
SACHIYO
Kiyomi. Necesito que aguantes, voy a pasarte las telas por los hombros, ¿vale? Tienes que empujar con fuerza, más fuerte que nunca, dolerá, muchísimo pero tu hija te necesita.
La mirada, perdida en algun punto lejano de la sala parece volver lentamente en sí, sus pupilas se contraen antes de poder asentir.
Pero las palabras pesan menos que el dolor y cuando intenta reincorporarse un chillido golpea los tímpanos de los presentes. Niega con la cabeza entre aullidos de profundo dolor, como cuchillas que descienden por el interior de todo su ser.
TOMO NUE
Voy a tener que prepararla, Kure. Incluso si no podemos salvarla podemos evitar su perdición.
Kurenai no responde, inmersa en aquel estado mental intenta luchar contra aquel ser con todas sus fuerzas. Su cuerpo se contrae, sus huesos chasquean y recibe a aquella entidad dentro de ella.
KURENAI (O.S.)
Humanos insensatos y molestos. ¡Ella es nuestra! Morirá. ¡MORIRÁ!
Tomo saca una navaja de su cinto y camina hacia el interior de la yagura. Sachiyo ni siquiera tiene tiempo de echarlo fuera mientras intenta cargar con ella.
TOMO NUE
Señora, es posible que esto no acabe bien. Tengo que afeitarle la cabeza para que no termine en el Nyūgakudō y no pueda reencarnarse.
Incluso Sachiyo sabe que eso es necesario, la señora Fujiwara siempre había sido una mujer de fe y aunque el tiempo apremiaba las preocupaciones no parecían ir a menos.
KiYOMI FUJIWARA
¡JAMÁS!
Con más fuerza que nunca detiene al hombre por el brazo. Su mirada perdida y su piel pálida contrastan con sus venas marcadas y el dolor que contiene en sus músculos tensos.
TOMO NUE
Señora, su alma aquí está en peligro.
KIYOMI FUJIWARA
He dicho que NO. Renunciar a mi cabello es renunciar a mi hija y NO PIENSO DEJARLA SOLA.
TOMO NUE
No se trata de eso e...
SACHIYO
Ya ha escuchado a la señora. Ya que está aquí ayúdeme, hay que levantarla y pasarle las sábanas por los hombros para que pueda colgarse y empujar.
Reticente pero obediente, Tomo accede y eleva el cuerpo de la señora Fujiwara, Sachiyo pasa las sabanas por sus brazos y ayuda a la mujer para que pueda agarrarse con las rodillas sutilmente elevadas del suelo.
Sus manos acarician el rostro empapado de Kiyomi y trata de sonreír en un intento de ocultar cualquier otra emoción.
KIYOMI FUJIWARA
La veo...tras tanto tiempo...
Su voz apenas es un hilo sin fuerza.
KIYOMI FUJIWARA
Se comió el cuenco con las sobras. Está en el bosque.
SaCHIYO
Kiyomi-san, centrese en mi. Necesito que empuje, sujetese con fuerza y empuje como nunca lo ha hecho, ¿vale? Su niña está aqui, ya esta casi, sólo hace falta un pequeño empujon.
Y entonces sucede.
Los segundos más desoladores se suceden en una larga ráfaga que parece transformarse en décadas para los presentes.
¿¿??
Es el momento.
Aquella figura maligna intenta moverse y clavar sus garras en la yagura pero una barrera cristalina repele el ataque.
Primero se sorprende, luego dirige su mirada hacia la sacerdotisa.
¿¿??
¡TÚ, HUMANA! ¿QUÉ ES LO QUE HAS HECHO?
KURENAI (V.O.)
Estamos en la misma prisión y no saldrás de aquí hasta que esto termine.
Pese al gigantesco tamaño y la innatural extensión de su cuerpo, Kurenai es agarrada tan rápido que apenas puede reaccionar. Aquellos dedos decrépitos se aferran con la firmeza del acero, el aire le falta. El yokai clava sus ojos en ella, tan grandes que su cuerpo podría caber en sus cuencas vacías sin problema.
KURENAI (v.O.)
Esta noche no causarás ningun mal. Si me matas morirás conmigo, así que aprieta mas fuerte, hazlo. ¡Vamos!
Aquel desafío tiene cierto efecto en la criatura; la ira se aprecia incluso en la carencia de las facciones, él mismo siente ese dolor que le está causando y frustrado decide lanzarla por los suelos antes de intentar destruir aquella protección que cubre la yagura cual velo.
¿¿??
¡Romperé esta barrera y os mataré a
todos!
Aún en el suelo, la sacerdotisa eleva el rostro y sonrie, unas gotas de sangre descienden de su boca y siente cada golpe en aquella protección como puñales en lo más profundo de su cabeza pero Kurenai no flaquea.
KURENAI (V.O)
No te harás con Kiyomi ni conmigo, estas en mi reino y sólo te sacaré para que no vuelvas si me das tus votos.
¿¿??
¿Un voto? Veo que eres una reishisha competente.
Sus golpes se detienen, su cuerpo y huesos crujen mientras se gira y camina, tan ligero y pesadamente al mismo tiempo hasta elevar el cuerpo de aquella humana con las uñas como unos palillos que sostienen un grano insignificante de arroz sin aplastarlo.
¿¿??
Juremos, entonces.
Sus ojos irradian una luz blanquecina mientras encaran los de Kurenai quien trata de mantener en pie aquella prisión mental a toda costa.
Los chillidos de Kiyomi son desesperados, su mente es incapaz de soportar aquello tras tantas horas. Aunque la habitación está tenuemente iluminada ella misma se ve en fragmentos de su memoria; la perdida de la sangre la hace palidecer aún mas y las voces de su matrona y los ánimos del sacerdote se pierden como rumores en una tormenta.
No.
Ve aquel árbol, en lo más profundo del bosque al otro lado de la colina, allí donde Takahiro y ella compartieron sus secretos. Donde tras el calor del verano y un fresco baño sus pasiones se fundieron en un mismo cuerpo.
Aquella glicina que parecía una hermana gemela a la que reinaba en mitad del jardín zen que tanto observaba en los últimos meses.
Voz suave (V.O.)
Se nos acaba el tiempo. Recuerda lo que prometiste.
Cada contracción arrasa con su cuerpo, su feminidad dilatada ya recibe aquella cabeza que asoma y aunque sólo es el principio las hormonas inundan su mente, la adrenalina le da fuerzas; duele tanto que ya no duele; quema pero siente frío.
Kiyomi se aferra a las sábanas que cuelgan del techo, aprieta los dientes y empuja. Empuja. ¡Empuja! Su boca se abre con aquel último estertor de sufrimiento visceral, sus pies se ponen de puntillas, sus piernas tiemblan como nunca.
SACHIYO
¡Ya esta, ya esta! ¡Vamos, Kiyomi, una ultima vez!
¡Duele, y duele pero no piensa parar! Un desgarrador grito trae el último empujon y Sachiyo, arrodillada y con un paño húmedo entre sus manos espera el momento.
SACHIYO
¡Ya esta! ¡Una niña preciosa y sana!
Hábilmente acuna a la recién nacida, está impregnada en líquido amniotico y sangre pero con gran precisión corta el cordón umbilical y el llanto sucede poco después, algo ante lo que todos los presentes respiran con alivio.
SACHIYO
(limpiando al bebe)
Muy muy bien hecho, Kiyomi. Lo has hecho genial. Vamos, es momento de que estés con tu madre.
Kiyomi aún está aturdida pero es ayudada por el monje para recostarse contra uno de los pilares de la yagura, su respiracion es agitada, el dolor aún no ha regresado pero sus brazos se extienden ante su hija y la recibe entre emotivas lágrimas. Está feliz, más que nunca y aun así no puede evitar llorar.
Sus ayudantes se miran entre si y se dan la señal para abandonar aquella pequeña estructura y, tras ellos, los cánticos y la música de percusión se detienen.
Sachiyo sale hacia el pasillo, el séquito budista la sigue y poco después, Tomo Nue y Kurenai abandonan la sala con esta teniendo ciertas dificultades al andar.
KIYOMI FUJIWARA
(aún llorando)
Mi niña...mi pequeña...mírate, has sacado mis ojos y...la nariz es la de tu padre. Todo está bien. No llores, no pasa nada.
La mujer acuna a su niña contra su pecho, sus ropas estan abiertas y aun pese al frío del invierno su piel cálida parece calmar poco a poco a la bebe.
KIYOMI FUJIWARA
Eso es, Aiko...ya está, mi vida.
Besa su cabeza y no la separa de su cuerpo, una suave nana emana de boca para calmar a la pequeña y es lo único que termina por escucharse.
SaCHIYO
Todo ha ido muy bien, la señora ha dado a luz y la bebé está perfectamente.
Las caras de felicidad invaden a todo el servicio, los que estaban sentados en la sala contigua se levantan casi en unísono.
SACHIYO
De momento reservad vuestras alegrías para esta sala, la señora necesita descanso y la recién nacida aún mas. Necesitaré un par de gasas y unas toallas húmedas.
(respira agotada)
Mei, ve y avisa al resto del servicio. Asegúrate de atender a nuestros invitados como agradecimiento por su ayuda.
(mira a la más joven)
Haruka, tu encárgate de limpiar a la señora.
Las sirvientas asienten y Sachiyo, agotada, sale la primera.
SAChIYO
Yo iré a avisar a Takashi, conociendo a ese vejestorio estoy seguro de que me lo encontraré intentando echar la puerta abajo incluso en su estado febril.