ID de la obra: 406

Esmeralda

Slash
PG-13
Finalizada
28
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
6 páginas, 2 capítulos
Descripción:
Notas:
Dedicatoria:
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Capítulo 1

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En menos de un año, su vida había cambiado por completo. No solo se había graduado del prestigioso colegio Hogwarts de magia y hechicería, luego de la guerra, sino que la fecha de su coronación acababa de anunciarse en todos los periódicos. Y por si fuera poco, el ministerio, en palabras del ministro, “queriendo velar por su seguridad”, le había asignado un nuevo guardia personal. Draco, príncipe del clan Malfoy y heredero al trono de Gran Bretaña, se preguntaba si todo no era más que una broma cruel del destino, que decidía por fin vengarse de sus jugarretas de joven; porque este hombre era nada menos que Harry, Harry Potter. Salvador del mundo mágico,exjefe de aurores y… su primer amor a los 11 años. Al principio, había pensado que quizá realmente no fuera nada. Tal vez, era solo una coincidencia, algo agridulce que podría ignorar, al igual que al propio Harry. No se habían visto en, prácticamente, dos años, luego de graduarse; además, no había ninguna ley que lo obligara a ser amable con su guardaespaldas, nunca habían sido amigos, tampoco tendrían que serlo ahora. Sin embargo, sus planes de ignorar al elegido, fracasaron estrepitosamente desde el segundo uno. Harry había llegado al palacio hacía unos dos meses. Los duques Lucius y Narcissa habían salido a recibirlo, agradeciendo la disposición que tenía para proteger a Draco. El rubio había caminado hacía él para darle la mano de manera cortés. Lo tenía todo planeado, caminar en línea recta, con la cara seria. Sería un apretón firme, pero corto, no había necesidad de ser en extremo amigable. Tampoco era necesario revivir el pasado. Pero claro, el bastardo solo tenía que mirarlo con esos ojos esmeralda y sonreír para que esa seriedad se esfumara por completo. Draco había sentido sus mejillas arder, entonces, tropezó y cayó rodando por los escalones de la mansión. Se había quedado muy quieto, deseando que la caída lo hubiera matado, cualquier cosa era mejor que haber rebotado por veintitrés escalones en frente de Harry Potter. Esperaba no haber gritado, pero había sido muy confuso. Todos habían corrido hacia él preocupados. En San Mungo le dieron algunos tónicos para los moretones y una sanadora conjuró un hechizo sobre su tobillo, que se había fracturado con el impacto. A pesar de la curación tuvo que estar en reposo por un tiempo, ya que los sanadores temían que al tener el hueso tan débil, cualquier caída volvería a romperlo. Cuando por fin fue su último día se sintió aliviado. Después de la humillación de la caída y el sufrimiento de pasar casi un mes siendo ayudado a caminar de un lado a otro por el chico de oro, podría volver a disfrutar la tranquilidad de la soledad. Harry había sido extremadamente amable, por su puesto. Sonrisas de aquí a allá, movimientos pausados y modales impecables. Había tratado de entablar conversación con Draco; pero el rubio era testarudo, y decidido a evitarlo, respondía tranquilo, pero cortante. Después de un tiempo Harry había dejado de presionar. Una pequeña parte de Draco estaba decepcionado, pero no permitiría que nadie se diera cuenta de que su corazón todavía se aceleraba cada vez que el pelinegro se le acercaba lo suficiente para alcanzar a oler su perfume con toques de roble y sándalo. Así que se convenció de que era lo mejor. Gracias a su caída la coronación se había pospuesto un poco. Ahora la ceremonia se celebraría dentro de tres semanas, y ocho días antes estaría precedida por un magnífico baile de máscaras para conmemorar el avistamiento deLa Luna Roja.Ese misterioso fenómeno que sucedía cada doscientos años y pintaba la luna del más puro carmesí. Se decía que aquella era la bendición de los amantes, que si durante el baile, su luz se postraba sobre ti y tu pareja, su amor estaría bendecido por el mismísimo Eros. Draco ya no creía en cuentos de hadas, pero podía escuchar los cuchicheos emocionados por toda la mansión. Los sirvientes susurraban que tal vez sería la mejor manera de que el príncipe encontrara consorte. A decir verdad, Draco nunca había tenido mucha suerte en el amor. Claro, en medio de la guerra no era sencillo encontrar pareja, pero él mismo tampoco había colaborado mucho. Se había aferrado a un patético enamoramiento infantil durante seis años, luego había tratado de entablar relaciones que no dejaban de fracasar, y ahora, al parecer, volvía al enamoramiento infantil. Tal vez los sirvientes tuvieran razón, un pobre idiota como él tendría que esperar un milagro divino para poder emparejarse. Quizás, incluso ese milagro pudiera permitirle tener esos ojos esmeralda solo para él y… —Su alteza… ¿Alteza? Mmm, ¿Draco? —El chico salió de su ensoñación con un sobresalto y vio a Harry. Se había acercado y lo observaba con gesto preocupado. —Vaya, ¿se encuentra bien, Alteza? Parece distraído, ¿hay algo que lo esté molestando? —Estoy bien, Potter, solo pienso en los rumores acerca del baile deLa Luna Roja. —Harry frunció un poco el ceño, ahora lucía intrigado. —¿La Luna Roja? ¿La del mito, verdad? No sabía que le gustaban los cuentos, Alteza. Draco se cruzó de brazos y comenzó a caminar hacia su cuarto. —No es ningún cuento, Potter. Es una tradición, parte de la historia mágica. Que Eros haya decidido bendecir al reino con La Luna de Sangre justo antes de la coronación es un gran honor. Además, es perfecto, ni siquiera tendré que buscar esposa yo mismo, la luna la traerá a mí. —Justo después de terminar se detuvo, su mandíbula crujió. Carajo, se le había escapado eso, ahora de seguro el chico creería que era patético. Draco volteó para tratar de explicar lo que acababa de decir, abrió la boca, pero se detuvo al ver la expresión de su guardia. Harry ahora lucía algo triste, desanimado, y miraba al suelo con pesar. Draco sintió el corazón estrujarse en su pecho. Sin duda, ahora Harry pensaría que era un perdedor. Podía sentir lástima en su mirada. —Claro, asistirán hermosas princesas a la fiesta. —El pelinegro levantó la mirada y forzó una sonrisa. —Discúlpeme, debo pasar por los jardines a revisar el nuevo esquema de seguridad, Alteza. —Parecía querer decir algo más, pero apretó los labios e hizo una reverencia. Luego caminó hacia el final del pasillo.
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