Capítulo 1
11 de julio de 2025, 12:12
El servicio de transporte para magos necesitados se detuvo frente al niño que vivió. Desde el suelo, Harry Potter miraba como el imponente vehículo propiamente inglés le daba la bienvenida con la vista de una cara poco cuidada y nada conocida de quien se suponía que era el revisor.
–Bienvenido al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo o mago extraviado. Me llamo Stan Shunpike, estoy a tu completa disposición esta noche. –Recitó el desaliñado revisor mientras leía una chuleta que guardó tan pronto como terminó.
EL diálogo entre Potter y el revisor se sucedía mientras un pequeño animalillo de ojos rojos se fijaba en el niño de la cicatriz. Tras desviar su atención a los matorrales justo antes de subir al transporte, Harry se percató de la atención del roedor en cuestión, una pequeña rata blanca que salió disparada tras notar la mirada del niño de la cicatriz.
De forma paralela, lo que también salió disparado fue el propio autobús noctámbulo a manos de su anciano conductor con obvios problemas de visión, y su cabecilla disecada mágica parlante. El arranque del vehículo, el cual parecía ser indiferente para todos excepto para Harry, vino acompañado con una sucesión de preguntas entre el revisor y el nuevo pasajero.
–¿Y los Muggles? ¿No pueden vernos?
– ¿Los Muggles? Esos no ven nada de nada.
– Pero brincan como conejos si les clavas un tenedor ¡Ajajaja! –Intervino la cabecilla disecada con una dosis de humor negro.
–¡JAJAJAJA! ¡Es gracioso porque es verdad! –Respondió con exagerada risa un cuarto interlocutor al que Harry escuchaba peligrosamente cerca.
Al girarse, Harry encontró la presencia de alguien más que juraba que no estaba ahí hace unos segundos. La jovial y algo inquietante risa era acompañada por palmadas en la espalda del Potter, los cuales tenían la intención de calmar el jolgorio del chico.
A ojos de Harry, ese chico era muy inusual: A primera vista, era un payaso, y no de forma despectiva. El risueño joven vestía un viejo disfraz propio de los bufones, el cual estaba remendado por todos lados, combinando principalmente los colores verde y rosa con otros tonos más vivos que provenían de los trozos de tela acoplados forzosamente al atuendo.
Al cesar la risa, Harry pudo fijarse en su rostro. Su tez era pálida, poseyendo dos marcas de pintura en forma de colmillo bajo cada uno de sus ojos, rosa y verde respectivamente. Estos ojos suyos eran lo más notorio además de su aparente perpetua sonrisa, ya que el chico presentaba heterocromia en ello, uno siendo el derecho rosa y el izquierdo verde, correspondiendo a la marca de cada uno.
Su cabeza era culminada por un gorro de bufón de dos puntas, el cual estaba dividido en dos sectores con los colores característicos del chico, y cada una de las puntas culminada por un cascabel. Bajo este gorro escapaban algunos mechones de color grisáceo o incluso blanco, entre los que se podía ver algunos mechones de vívido rojo que parecía una brizna de vida en la inerte paleta de color de la cabellera del chico, entre la cual, se confundía la misma rata que Harry había visto nada más entrar al bus.
Tras finalizar la emoción, el bufón se levantó de un brinco, haciendo sonar sus cascabeles. El joven Potter pudo evaluar que era un chico de su edad, o quizás menos, ya que su altura era bastante escasa, por lo que no podía evaluar con exactitud su edad, así que la pregunta sobre su identidad era evidente de formular.
—Y tú… quien se supone que seas?
—Richard Dumbledore, 13 años, tercer año escolar en Hogwarts de la casa de Slytherin, 56 bromas contadas a más de 40 alumnos diferentes y algunos miembros del personal docente de Hogwarts —Respondió Shunpike leyendo el billete garabateado de Richard.
—Y contando —añadió Richard con una sonrisa de orgullo —Las presentaciones son innecesarias en esta situación, obviamente te conozco
—Espera, ¿tú eres ese chico que puso un castillo de naipes gigante en los dormitorios de Ravenclaw?
—Y también el que cambió el champú de Malfoy por gelatina de fresa
—¿Eso es verdad?
—Si, pero ya conoces cómo es él, amenazó a todos los de Slytherin para que no digamos ni una palabra… tú lo boquita cerrada, ¿de acuerdo? —dijo acercándose más de lo debido al mago de la cicatriz para sellarle los labios con uno de sus dedos—
Mientras la conversación se sucedía, Stan se entretenía leyendo el periódico, en el que en la parte trasera se podía leer la noticia de cómo el preso número 390 había escapado de la prisión de máxima seguridad de Azkaban.
—¿Quién es ese hombre? El de la parte de atrás.
—¿Cómo que quién es? —Stan reaccionaba extrañado para acto seguido mostrarle con claridad el titular a los chicos —Es Sirius Black ¿Quién va a ser?
—Acaso no lo conoces? —Preguntó retóricamente Richard, observando la negativa de Harry —Es un asesino, fue apresado en la prisión de Azkaban por homicida.
—¿Cómo ha escapado?
—Esa es una buena pregunta, es el primero que lo consigue —Intervino Stan
—Además, se dice que era fiel colaborador de… ya sabes quien…
Richard fijó firmemente su colorida mirada en Harry, quien todavía trataba de procesar la información recién adquirida mientras lidiaba con la siniestra mirada del bufón que presentaba indicios de locura, y los giros y maniobras completamente arriesgadas que el conductor llevaba a cabo sin parar.
Tras mucho traqueteo, el Caldero Chorreante se vislumbraba tras una frenada en seco que mandó a volar a Harry contra el cristal… otra vez.
—Llegamos al Caldero Chorreante —anunció Stan.
—Siguiente parada: Callejón Knocturn —Advirtió la cabecilla parlante.
—Esa es la mía —proclamó Richard con jolgorio, mientras se despedía de Potter con un gentil pero a la vez inquietante gesto con la mano —Nos vemos en Hogwarts
Mientras Harry salía escoltado por el jorobado que entró expresamente a buscarle, se fijó en el reflejo de la ventana. Donde debería estar Richard despidiéndose, el cristal reflejaba una criatura blanca que miraba a Harry de forma amenazante con sus afilados ojos amarillo, como un depredador acechando a su presa.