Narrado por Alice Grindelwald.
Era tarde, muy tarde. Hermione respiraba tranquila en su cama, con un libro sobre su pecho, Lavender roncaba y yo no podía dormir. Tenía el corazón palpitándome como si acabara de correr por todo el castillo. El recuerdo del lago, los fuegos artificiales girando alrededor de mí, la manera en la que Fred me había mirado… todo eso seguía retumbando en mi mente. No recuerdo la última vez que sonreí así, o si alguna vez lo hice sin sentir culpa. Me levante con cuidado, tratando de no hacer ruido, baje las escaleras, descalza, ya con la pijama, aun con el eco de aquella sonrisa en mis labios. Cuando llegue a la sala común, no me sorprendió verlos ahí. Fred y George agachados sobre lo que claramente era una de sus futuras travesuras, jugando con un pequeño frasco que brillaba entre sus manos. Fred fue el primero en verme. - ¡Vaya! -dijo con una sonrisa de esas que te desarman-. ¿Es un fantasma? ¿Una aparición? ¿O es nuestra pequeña Grindelwald? George levanto la vista también. - Sí, parece ser un espectro. ¿A qué debemos el honor? Me acerque de pie frente a ellos, me sentía tonta, nerviosa, pero también feliz. - Estuve pensando -dije mirando el fuego y no a ellos-. Sobre ser su cuartada. Hubo un silencio repentino, como si hasta las llamas se hubieran detenido. - ¿Y…? -preguntó George con voz baja. - Acepto -dije casi en un susurro. - ¿Qué? -Fred se incorporó como un resorte. - Pero solo en bromas grandes. Las que los puedan meter un gran problema si los descubren, no quiero que los expulsen -me apure a añadir. - ¿Y las demás bromas? -pregunto George con una sonrisa pícara. -pueden arreglárselas solos, son unos expertos -respondí alzando una ceja. Ambos soltaron una carcajada y por primera vez no me sentí fuera de lugar, no era la chica rara ni la Grindelwald era solo yo, y ellos me miraban como si eso bastara. - Muy bien, señorita cuartada oficial -dijo Fred haciendo una reverencia exagerada-. Para comenzar esta alianza criminal, necesitamos tu horario. - ¿Mi horario? - Claro -respondió George-. Si vamos a hacer esto, lo haremos bien, además si vamos a coordinar nuestros encuentros y escapar de castigos juntos, necesitamos saber dónde encontrarte. - ¿Y no pueden hacerlo con el mapa? - Bueno sí, pero también es para que los profesores nos vean más tiempo juntos -añadió Fred-. Si nos ven caminando contigo, comiendo contigo, hablando contigo todo el tiempo así sospecharan menos. - ¿Pasaremos tanto tiempo juntos? - Sí -dijeron al unísono. - ¿No puedo arrepentirme? - No, ya no -volvieron a decir ambos. - Bueno, ya que -les entregue mi horario como si me pesara aunque en realidad no podía estar más feliz. Nos quedamos un rato más, sentados en el suelo, mirando como la pócima dentro del frasco seguía brillando. No dijimos muchas palabras después de eso, no hacía falta.Capítulo 15: El trato.
12 de julio de 2025, 21:39