ID de la obra: 528

Crónicas de Ostara

Gen
G
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 5 páginas, 2.072 palabras, 3 capítulos
Descripción:
Notas:
Dedicatoria:
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ᚠ. Sobre la gran sequía

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Cuentan los ancianos que hubo un tiempo, hace más de que que pudiera imaginar, incluso antes de que el bosque fuera un bosque, en la que los gatos y los conejos vivían juntos en armonía bajo la firme protección de la diosa Ostara. Cada año, ella llegaba después de cada crudo invierno y traía consigo sus bendiciones. El páramo se llenaba de vida cuando recorría el camino de hogueras que los habitantes de la tierra prendían para iluminar el sendero hacia su trono. Cada año, todos agradecían el regreso de Ostara al territorio ofrendándole algo creado por ellos mismos. Hermosos tejidos, bellos tocados de plumas, deliciosas comidas. Todas esas cosas hechas con amor, llenaban de felicidad a la diosa, y los retribuía fertilizando todo a su alrededor. Y fue así por muchos años, hasta que pasó lo inaudito. Los miembros del clan de los conejos se encontraban preocupados. Todos los líderes estaban presentes para entregarles sus ofrendas a Ostara, menos el de ellos. Hacía varios días que el conejo había salido a buscar más flores de endrino para embellecer aún más la ofrenda del clan, pero nunca regresó. Su turno había llegado y no lo siguieron esperando, se acercaron a donde estaba la diosa y le entregaron el tocado de endrino, cuyos pimpollos florecieron apenas ella lo tomó entre sus manos. El clan de los conejos había recibido las bendiciones y podrían vivir tranquilamente otro año más. Con el atardecer, llegó el turno del clan de los gatos. Un olor diferente envolvía al líder, no se percibía correcto para los otros clanes, les despertaba un sentimiento que no era digno mostrar ante la presencia de Ostara en el día de su regreso. Ninguno quería perder las bendiciones indignando a la diosa con esas impuras sensaciones viscerales, así que nadie se atrevió a decir nada en contra de los gatos. Tal vez ese fue el error, si alguno hubiese impedido que ellos se acercaran a la diosa, nada realmente malo habría pasado ese día. Para el horror de todos los presentes, los gatos presentaron su ofrenda. Allí, tendido, inmóvil, carente de cualquier signo de vida, se encontraba el cuerpo del líder de los conejos. Un silencio espectral se extendió en el aire, ya no había lugar para los festejos y la alegría. Los clanes tenían un periodo de paz, destinado a la preparación de las ofrendas, y los gatos lo habían roto sin miramientos. Toda la alegría que traía consigo la llegada de la primavera transmutó en miedo. La energía desencadenada por la desconfianza de los clanes hacia el clan de los gatos y, en especial, por la ira del clan de los conejos despertaron algo negativo en el corazón bondadoso de la diosa, quien se retiró del lugar llevándose todos los dones que había concedido y desapareciendo junto con el sol. Así fue cómo sucedió que la Rueda del Año se rompió, causando la primer y única sequía de esa tierra. Casi todos los clanes lograron recuperarse de ese terrible acontecimiento que casi los aniquila a todos. Todos volvieron a recibir las bendiciones de la diosa Ostara, cuando su herido corazón se apaciguó. Todos, excepto los gatos, cuyo clan fue desterrado por los otros; y, sin las bendiciones de Ostara, estarían condenados a la desaparición.
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