ID de la obra: 546

Lilium- Alastor x oc

Mezcla
NC-21
Finalizada
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
11 páginas, 3.094 palabras, 2 capítulos
Descripción:
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Capítulo 1 - El comienzo

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El justo meditará en sabiduría, y su boca pronunciará un juicio justo. Bendito quien, tras sufrir la tentación, se eleve: recibirá la corona de la vida. ── ¡Alice! ¡Alice! ¡Despierta! Escuchar la voz de mi hermano me hizo abrir los ojos de inmediato, mientras soltaba un gran respingo. Estaba acostada sobre el pasto, y frente a mí, Álexei cargaba un montón de leña en sus brazos. Al parecer, todo había sido un sueño. ── ¿Álex? ¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo dormí? ── pregunté, incorporándome y llevándome la palma a la frente húmeda. ── Unos veinte minutos ── respondió, dándose la vuelta. ── Debemos regresar, Alice. Pronto anochecerá, y recuerda que hay toque de queda ── dejó la leña en el suelo y se estiró, aliviando el peso del trabajo. Volví la vista a mi alrededor. El sol se ocultaba tras los altos girasoles que acariciaban mi rostro, el viento jugaba con mi cabello y el mundo se teñía de tonos anaranjados. Era evidente: debíamos regresar. Más tarde, ya caminando por las calles de Berlín, mis pensamientos se enredaban en un solo temor: ¿qué sería de nosotros cuando mi padre ya no tuviera ese trabajo? Últimamente, había tenido problemas con la jefa de la S.S. Me contaba que era una mujer de carácter duro, alguien con quien no quisieras cruzarte. ── ¿Ali, en qué piensas tanto? ── Álexei me miró de reojo. ── Estoy preocupada... esa gente no tiene escrúpulos. En cualquier momento podrían deportarnos. Aunque papá los ayude en sus experimentos científicos, no creo que eso nos salve ── bajé la mirada. ── Debes dejar de preocuparte, Alice. No has dormido bien. Falta mucho para que algo así ocurra, ¿de acuerdo? Para cuando eso pase, la guerra ya habrá terminado ── dijo, con una sonrisa que buscaba darme aliento. Al llegar a nuestro pequeño hogar, encontramos a mamá en la cocina. Siempre fue una mujer de carácter frío, pero de gestos sutilmente amorosos. Nos miró y nos regaló una pequeña sonrisa. Papá, por su parte, estaba absorto en el periódico, leyendo sobre los supuestos logros del Tercer Reich. ── Ya volvimos ── anunció mi hermano, colgando su abrigo y colocando la leña en la chimenea. Luego se dejó caer en el sillón, exhausto. ── ¿Cómo va todo? ── pregunté, con algo de nerviosismo. ── Cada vez peor ── respondió mamá, sin apartar la vista del fuego. ── Hoy, mientras ustedes estaban en el campo, se llevaron a tres familias a empujones hacia el centro de la ciudad ── su mirada era helada. ── Nadie sabe qué les depara. Y lo peor... es que a tu padre no le importa que su gente sea tratada como ganado ── dijo con indignación. ── ¡Kotonoha, debes entender que no es que no me importe! ¡Estoy obligado a ser indiferente! Si desde el principio hubiera protestado, ahora mismo ninguno de nosotros seguiría vivo ── gritó, poniéndose de pie. Mi madre solo lo miró con frialdad y continuó cocinando. Horas más tarde, estábamos todos en la mesa, dando gracias por los alimentos. ── Señor, te damos gracias por esta comida y te pedimos que nos protejas. Amén. Aunque mamá fue criada en una familia budista, adoptó con fervor el cristianismo. Desde niños, inculcó su fe a Álexei y a mí. Aquella noche, como muchas otras, no podía dormir. Las pesadillas eran constantes. Desde los doce años, un ser extraño visitaba mis sueños. Me decía cosas que no entendía, me tocaba, me hablaba... y me aterraba. Por eso, evitaba dormir. Pero esa noche fue distinta. Sentía una alerta en mi interior. Algo no estaba bien. Me tapé con las sábanas, buscando seguridad. Afuera, el ejército enemigo bombardeaba la capital. Aunque rara vez llegaban a nuestra zona, algo me decía que esta vez sería diferente. Finalmente, mis ojos se cerraron. Pero esa cosa volvió. Me empujó con lo que parecían ser manos... Desperté en el suelo. Mi mejilla sangraba. Estaba tendida del lado derecho de la habitación, el cual daba al pasillo. El olor a quemado me alertó, y al girar la vista, vi que el lado izquierdo, el que daba a la ventana, había sido reducido a cenizas. Abrí la boca sin poder articular palabra. Estaba en shock. Entonces, mi padre irrumpió en la habitación, me apartó de las llamas y gritó órdenes a mi hermano, pidiéndole agua. Yo apenas podía oír un zumbido dentro de mi cabeza. A la mañana siguiente, durante el desayuno, discutíamos dónde dormiría por ahora, mientras reparaban mi cuarto. Álexei se ofreció a compartir su habitación conmigo, y nuestros padres accedieron. Después de la charla, me dediqué a sacudir los muebles de madera, como cada domingo. ── ¡Alice! ── me llamó mi hermano. ── ¿Qué pasa? ── me giré hacia él. ── Tienes un gran arañazo en la mejilla. Déjame ver ── se acercó a examinarme. ── ¡Auch! ── me quejé, al sentir la herida arder. ── Vamos a desinfectarla ── dijo, haciéndome una señal con la mano. Ya en la cocina, me senté mientras él sacaba agua oxigenada. La vertió con cuidado sobre mi herida y luego aplicó alcohol con un algodón. ── ¿Recuerdas cómo te hiciste esto? Es bastante profundo ── dijo, preocupado. ── No... no lo recuerdo bien ── mentí. Aunque en ese momento, una imagen cruzó mi mente: aquel ser que me había empujado lejos de la explosión. ── ¿Sigues teniendo esas pesadillas, verdad? ── Se podría decir que sí ── murmuré, apretando los labios. ── Espero que ahora que dormiremos juntos, te sientas más segura ── sonrió. Respondí con un leve sonrojo. Horas después, fuimos de nuevo al campo por más leña. El invierno alemán no perdonaba, y las noches eran cruelmente frías. Volví a recostarme en el pasto, inhalando el aire fresco. ── Deberías descansar, Álex. Quédate aquí conmigo ── le tomé del brazo y lo atraje hacia mí. Cayó encima de mí, sorprendido. Lo miré fijamente, me acerqué y junté mis labios con los suyos. Me subí sobre él y lo besé de nuevo. ── ¿Alice, qué haces? ── me apartó, desconcertado. ── ¡Somos hermanos! ¡No podemos besarnos! ── exclamó, con el ceño fruncido. ── Solo quería saber qué se sentía besar a alguien ── respondí, mirando hacia otro lado, avergonzada. Él suspiró, incómodo. ── Alice... ¿por qué no intentas eso con Wilm? Sé que le gustas. ── ¡Es un idiota! Es hijo de un soldado de la S.S. Se cree superior solo por ser un alemán "puro" ── rodé los ojos. ── Ya veo ── dijo, bajando la mirada. Luego, tomó mi barbilla con suavidad, y volvió a besarme. Yo solo sonreí.
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