Capítulo 5: Silencio roto
13 de agosto de 2025, 7:49
Capítulo 5: Silencio roto
El nombre brillaba en la pantalla como una alarma encendida: Aoyama.
Mis dedos temblaron sobre el botón de contestar. Kisshu me miraba sin decir nada, pero esa mirada suya —profunda, resignada— me clavaba al suelo más que cualquier palabra.
Respiré hondo.
—¿Vas a contestar? —dijo él al fin, casi en un susurro.
Asentí en silencio, aunque cada fibra de mi cuerpo quería hacer otra cosa. Pulsé el botón.
—¿Aoyama?
—Ichigo, por fin… ¿Dónde estás? He estado preocupado. No contestabas los mensajes. ¿Estás bien?
Quise decirle que sí. Quise mentirle. Pero algo dentro de mí ya no encajaba.
—Estoy bien… solo necesitaba un poco de espacio. —Mentira a medias.
Hubo un silencio al otro lado. Uno denso.
—¿Podemos vernos hoy?
Tragué saliva. Mi mirada se cruzó con la de Kisshu. Él desvió la suya, fingiendo observar la nada, pero se notaba en su postura: ya se estaba despidiendo.
—No lo sé —respondí—. Hoy no… Mañana, tal vez.
—Ichigo, ¿pasa algo?
Cerré los ojos. Sí, pensé. Mucho.
—No. Sólo necesito pensar.
Colgué. Y por primera vez, no sentí alivio. Sentí vacío. La pantalla se apagó. El mundo pareció también hacerlo por un segundo.
Kisshu no dijo nada, pero ya estaba empezando a alejarse.
—Será mejor que me vaya —dijo él finalmente, con un tono bajo, contenido—. Volveré a la nave. Tengo que analizar ciertos movimientos recientes. No quiero… incomodarte más de lo que ya lo he hecho.
Ichigo alzó la vista hacia él, sorprendida por su forma de decirlo.
—No es que me incomodes… Es… —susurró, aunque no supo si se lo decía a él o a sí misma.
Kisshu sonrió con melancolía, sin acercarse.
—No tienes que explicarlo. Sé lo que sientes... o creo que lo sé. No quiero presionarte. Me importas demasiado cómo para arrastrarte a más confusión.
—...Kisshu…
—De verdad, Ichigo, no he venido aquí para meterme en tu vida. Ya te lo he dicho. Somos buenos aliados y estamos en deuda por ayudarnos a curar nuestro planeta con la ayuda del Mew Aqua. Por eso, he venido a luchar contra los Zynexianos y a protegeros a ti y a todo tu equipo.
—Lo entiendo, Kisshu. Es sólo que no sé cómo me siento. Ha pasado mucho tiempo, y ahora de repente, estás aquí y ha venido una nueva amenaza. No me veo capaz de lidiar con todo esto. No quiero poner a nadie más en peligro.
—Acabaremos lo más rápido posible con ellos, para que todos podamos seguir con nuestra vida. — contestó Kisshu más fríamente.
—¡No lo entiendes! Yo he tenido…
Pero él ya estaba desapareciendo entre luces verdes antes de que pudiera decir más. Y ella se quedó sola en el parque, con un eco de cosas no dichas y una herida que no sabía que tenía.
De repente, apareció Lettuce corriendo.
—Ichigo, nos acaba de avisar Ryou, Pai ha descubierto un posible lugar donde están ahora los Zynexianos. Tenemos que ir todas.
—Está bien. —pero evidentemente nada estaba bien. Tenía la sensación constante de estar cayendo sin saber dónde estaba el suelo.
El lugar era una zona portuaria abandonada. Contenedores oxidados, grúas inmóviles. El aire olía a sal y amenaza. Ichigo no quería que nadie más saliera lastimado, no quería que sus pesadillas se volvieran realidad. ¿Sería verdad que Kisshu ya no sentía nada, y era cosa del pasado? ¿Por qué una pequeña vocecita en su cabeza decía que eso no era verdad?
Y entonces lo vieron.
Un hombre alto, de cabello negro y ojos rojo sangre, de pie sobre uno de los contenedores. Su uniforme oscuro parecía hecho a medida, elegante y militar. Irradiaba autoridad… y desprecio. El mismo hombre que atacó a Ichigo. Sus vellos se erizaron.
—Tanto tiempo observándolas… esperaba algo más. ¿Esto es lo mejor que la Tierra puede ofrecer?—dijo con voz grave, sin mirar a nadie en particular.
—¡No te dejaremos capturar el Mew Aqua para que lo utilices para destruir otros planetas! — le soltó Ichigo.
—Vaya… ¿Y qué es lo que se supone que van a hacer para interponerse? ¿Lanzarme una flechita? ¿O tal vez algo de agua? — preguntó mirando a Mint y Lettuce.
—¿Pero cómo sabe sobre nuestros ataques? — preguntó Lettuce.
Kisshu apareció de repente junto al grupo, con el rostro serio.
—Kael… —masculló entre dientes.
—Kisshu. El traidor que se encaprichó de una humana.
—No hables de lo que no entiendes —espetó Kisshu, con rabia contenida.
—Oh, lo entiendo muy bien. La debilidad sentimental. Una tara de tu especie. Mira cómo te has contaminado.
Kael bajó de un salto, elegante y preciso como una máquina de guerra. Su presencia imponía, como si el aire a su alrededor se congelara.
—Es tu especie la que no quiere vivir en paz. Curamos a todo el planeta con la Mew Aqua. ¿No tienen suficiente con eso? —preguntó Kisshu.
—Claro que sí, pero necesitamos algo más para otros asuntos relacionados con la corona. Sabes que el idiota de tu padre no sabe valorar ese trono, es blando e inutil, y mucho menos dejaremos que lo herede un traidor como tú. —dijo Kael alzando la mano.
—¡Chicas, transformémonos! —gritó Mint.
Una tras otra, todas gritaron sus frases de transformación. Explosiones de luz y color llenaron el aire. Excepto Ichigo.
Nada.
Su colgante vibró… pero no reaccionó. Solía transformarse sin pensar. Instintivo, como respirar. Pero ahora... ni siquiera eso.
—¿Ichigo? —preguntó Lettuce, preocupada.
"Apreté los dientes. Miraba el colgante como si fuera un objeto ajeno. Sentía los ojos de todas sobre mí. Las palabras de Kisshu, la llamada de Aoyama, las mentiras, el silencio, el miedo, la soledad. Todo."
No confías en ellas. No confías en él. No confías en ti.
Recordó las conversaciones que nunca le habían dicho, las veces que sus compañeras habían ocultado que estaban en contacto con Kisshu, Pai y Taruto.
Recordó también el silencio de Kisshu.
Ese maldito silencio.
Parte de ella lo agradecía: él había respetado su vida.
Otra parte lo odiaba: ¿por qué no había intentado verla?
Kael lo notó.
—Interesante. Eres la más valiosa… y la más débil a la vez.
Sin previo aviso, se lanzó.
Demasiado tarde.
Kael se lanzó hacia mí. Su silueta oscura cortó el aire como una cuchilla.
No tuve tiempo de reaccionar. Un golpe seco me atravesó el costado y me lanzó contra un montón de cajas metálicas. El ruido del metal reverberó en mis huesos. Un sabor metálico y espeso llenó mi boca: sangre.
El colgante… seguía inerte. Frío contra mi piel. Como si ya no me perteneciera.
Me incorporé a medias, las piernas temblando, y entonces lo vi: Kael caminaba hacia mí. Despacio. Implacable. Como si disfrutara de cada paso.
Su sombra se extendió sobre mí justo antes de que levantara la mano, una esfera de energía oscura formándose en su palma. El aire se volvió denso, pesado, difícil de respirar.
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.
No… No podía moverme.
—¡ICHIGO! —La voz de Kisshu cortó el aire como un latigazo.
Apenas alcancé a girar la cabeza antes de que su figura verde esmeralda apareciera frente a mí.
—¡KISSHU, NO! —grité.
El rayo impactó contra su espalda. El sonido fue como el de un trueno partido en dos. Su cuerpo salió despedido, golpeando el suelo con un ruido sordo que me arrancó el alma.
—¡Kisshu! —Me arrastré hasta él, mis rodillas golpeando el asfalto.
Lo giré con cuidado. Sus ojos estaban abiertos, pero vidriosos; su respiración, corta y dolorosa.
—Estoy… bien… —murmuró.
Mentira.
—¿Por qué… hiciste eso?
—Porque no iba a dejar que te matara… koneko-chan.
Las demás seguían luchando, pero todo me parecía distante, como si estuviera bajo el agua. Lo único que oía eran mis propios latidos, rápidos, desesperados.
No podía perderlo. No otra vez.
No es solo que no confíes…
Es que no sabes quién ser… sin él.
—Bueno, creo que ya está bien de juegos. —escuché decir a Kael detrás mía.
De repente, elevó su mano al cielo, y en un abrir y cerrar de ojos, 4 rayos bajaron del cielo y cayeron sobre las Mews. Una descarga eléctrica tan fuerte que hasta la tierra se quebró.
Algo en mí se rompió.
—Tú… Te has atrevido a herir a mis amigos… Te has atrevido a atacar la Tierra… ¡No te lo perdonaré! — dije gritando con todas mis fuerzas.
Un calor insoportable me llenó el pecho, expandiéndose por mis venas como fuego líquido. Sentí un poder inmenso. El colgante ardió contra mi piel. Una luz cegadora brotó de mí, tan intensa que incluso el aire vibró. Kael se cubrió con el brazo, pero no fue suficiente: el destello lo golpeó de lleno. Cayó de rodillas, soltando un gruñido ahogado.
—Ya nos veremos...— dijo mientras desaparecía.
Caí de rodillas junto a Kisshu, todavía sintiendo el temblor de la luz que acababa de atravesarme. No podía… no podía estar ocurriendo otra vez. No podía perderlo.
Mis manos, temblorosas, buscaron el comunicador en el bolsillo. Lo encendí con un gesto brusco, casi desesperado.
—Pai… Taruto… por favor… —mi voz se quebró— tienen que venir, Kisshu está muy mal.
Alrededor, las chicas se incorporaban lentamente, sacudiéndose el polvo. Estaban magulladas, pero vivas. Yo apenas lo registraba. Todo mi mundo era el rostro pálido de Kisshu, su respiración irregular, la sangre que se filtraba entre mis dedos.
Un destello verde y uno dorado aparecieron a mi lado: Pai y Taruto.
—¡Kisshu! —Taruto se arrodilló, los ojos abiertos de par en par— ¿Qué demonios ha pasado?
—Está perdiendo demasiada sangre —dijo Pai, su voz grave y controlada, aunque vi la tensión en su mandíbula—. Hay que llevarlo a la nave ahora.
—Voy con ustedes —contesté sin dudar.
—Ichigo, ¿qué dices? —Mint se adelantó, su ceño fruncido— Tenemos que volver al Café y comprobar si Keiichiro y Shirogane están bien. Si los Zynexianos los han encontrado…
Negué, apretando la mandíbula.
—Lo siento, chicas, pero no puedo.
Pudding miró de un lado a otro, inquieta.
—Yo iré con ellas, será más rápido si las teletransporto —dijo Taruto, tomándola del brazo.
—No me puedo creer que en medio de esto te vayas, Ichigo —Mint escupió las palabras como un golpe.
—Piensa lo que quieras —murmuré, evitando su mirada—. Vámonos.
Pai me tomó del brazo. Justo antes de que la luz de la teletransportación nos envolviera, un escalofrío me recorrió el cuerpo, como si algo invisible se hubiera enroscado en mi interior. Un latido extraño, ajeno, palpitó en lo más hondo de mi pecho… y luego desapareció.
No dije nada.