ID de la obra: 552

Pity

Het
G
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 27 páginas, 10.255 palabras, 6 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 1

Ajustes de texto
Pity* Por SunKing . Capítulo 1: Lástima* —Ese tipo te está mirando —dijo Rosalie, ladeando la cabeza y señalando con la barbilla antes de terminarse su martini. —Ni en un millón de años —respondí con ligereza. No era difícil que me miraran cuando estaba sola, pero nadie se quedaba viéndome si Rosalie estaba cerca. No me molestaba. Parte de mí ya estaba acostumbrada y entendía que una modelo de lencería llamaba inevitablemente la atención. Cuando Alice se nos unía, yo me volvía prácticamente invisible. Alice era tan diminuta como Rosalie era alta, con cabello negro, ojos oscuros y rasgos tan perfectos que parecía una muñeca de porcelana. No era falta de autoestima asumir que quien no podía apartar la mirada, en realidad estaba mirando a mis amigas. —Definitivamente te está mirando a ti. Oh, ya verás que sí. Viene para acá, y es todo un caso; ya te digo. Cualquier emoción que pudiera haber sentido por recibir algo de atención mientras Rosalie estaba presente se esfumó al instante. Su tono me dijo todo lo que necesitaba saber, y sus palabras lo confirmaron: el tipo lucía como un perdedor de proporciones épicas… y estaba obsesionado conmigo. Por supuesto. Supe de inmediato a quién se refería en cuanto lo vi. No distinguía mucho más allá de una mata de cabello rojizo y alborotado y unas enormes gafas negras. Había algo familiar en él, aunque quizá era solo el suéter de hijo de mamá que traía puesto… o los pantalones de pana marrones. Era el típico fulano dispuesto a coquetear con cualquier zutana. De todas las chicas en el bar, probablemente yo parecía la más accesible. Si hubiera llevado cualquier otra ropa, tal vez hasta me habría interesado. —¿Bella? ¿Bella Swan? Mierda. Me conocía, lo que significaba que yo lo conocía a él. Y aunque sí me parecía familiar, no se me venía ningún nombre a la cabeza. No hay nada más incómodo que te reconozca alguien a quien no recuerdas. —Voy por otro trago —dijo Rosalie con una sonrisita. Le lancé una mirada suplicante, pero ya se había ido. Su silla quedó vacía, invitando al desconocido-no-tan-desconocido a sentarse. Y lo hizo. —No puedo creer que seas tú… ¡y justo aquí! Vaya que estamos lejos de Forks, ¿eh? Ah, Forks. Eso me dio un par de pistas más, considerando que no había vuelto allí en casi diez años. El día que me gradué, me despedí y salí huyendo. Papá me visitaba siempre que podía y nunca me presionó para que yo hiciera lo mismo. Ayudaba que le encantara New York. Nunca dijo lo obvio: que yo tenía demasiado de mi madre en mí. El pueblo pequeño simplemente me asfixiaba, y el corazón roto que me dejó Garrett Stone fue la estocada final. —Sí —respondí con una risita—. Tan lejos como se pudo. ¿Y tú qué haces en New York? Tenía la esperanza de que su respuesta me diera más pistas sobre quién era, algo que me ayudara a ubicarlo. No parecía alguien con quien hubiera andado en la secundaria, pero se mostraba amigable. Algo de lo que dijera tenía que despertar algún tipo de recuerdo. O al menos, eso esperaba. —No me he ido desde la universidad —dijo—. Saqué mi título, luego la maestría, conseguí trabajo. Así es como funciona, ¿no? —Pues… sí —respondí con cautela—. ¿Pero qué tipo de trabajo? Por un momento pareció dolido, pero luego se animó. —Soy arquitecto de sistemas. Ya sabes que siempre me gustaron las computadoras. No, no lo sabía. No lo conocía. Y eso de «arquitecto» sonaba más a que se supone diseñara edificios, no que jugara con computadoras. Forks High era una escuela pequeña. Todos nos conocíamos con todos. Debería reconocer al tipo frente a mí, pero por alguna razón, seguía en blanco. Pensé en los tres años infernales que pasé allí. Había sido parte del grupo de los populares, simplemente porque una chica delgada y sin acné era aceptada sin más preguntas. No era una mala estudiante, pero tampoco excelente. De hecho, me mantenía al margen… hasta que, milagrosamente, atraje la atención de Garrett, el hermoso mariscal de campo. Recordaba a Tanya, Kate e Irina, las porristas lindas y altaneras; a Mike Newton, el locuaz y más o menos guapo lanzador del equipo de béisbol; a Eric Yorkie, el formal pero simpático presidente del consejo estudiantil; e incluso a Angela Weber, la callada hija del pastor. Busqué en los rincones de mi mente al tipo que tenía enfrente y apenas me venían flashes vagos de un chico que estaba aún más en la periferia que yo. Un suéter, un mechón pelirrojo, un reflejo de luz fluorescente sobre unas gafas… y nada más. ¿Quién era ese chico? Me esforcé por recordar, antes de la noche del baile de graduación, cuando Garrett se fue con Kate y me dejó sin forma de volver a casa. Antes de eso, antes de que me invitara a salir a comienzos del último año, había un chico… Me miraba desde un rincón de la cafetería, espiando por debajo de su cabello después de subirse los lentes para verme mejor. Siempre envuelto en suéteres aburridos y un aire de rechazo, ese chico hacía todo lo posible por pasar desapercibido. A veces recibía burlas de las personas que yo llamaba amigas, pero la mayoría simplemente lo ignoraba. Si no me fallaba la memoria, habíamos estado juntos en Biología. Casi podía escuchar al señor Banner llamándolo para que respondiera una pregunta que nadie más conocía la respuesta. ¿Cómo lo había llamado? —¡Edward! —solté casi gritando—. ¡Edward Cullen! Él se echó hacia atrás en la silla, sorprendido, y sonrió. —Bueno, sí. Pensé que ya lo sabías. Su sonrisa se desvaneció rápidamente en un gesto de decepción, y me sentí fatal por haber herido sus sentimientos. Después de diez años, seguramente esperaba que el sistema de castas del colegio ya no aplicara. En una ciudad de doce millones de personas, encontrarse con alguien conocido ya era raro, y más aún toparse con un chico que había conocido al otro lado del país. Aunque no hubiéramos compartido mucho, la coincidencia merecía al menos un saludo. —Lo siento muchísimo —dije de inmediato—. Es solo que… fue hace tanto tiempo. Y este es el último lugar donde esperaría ver a alguien de Forks, ¿sabes? Pareció satisfecho con mi explicación, y volvió a sonreír. Me incliné hacia adelante y le apreté la mano brevemente, contenta de ver a alguien de mi pasado que no estuviera ligado a la angustiante tristeza de mis últimas dos semanas de secundaria. —Seguramente estás esperando a alguien —dijo de repente, soltando mi mano y mirando alrededor con rapidez. Casi me reí de solo imaginar a algún tipo viniendo a rescatarme. No había ningún hombre, y no lo había habido desde la universidad. Marcus se había ofendido cuando le dije que quería hacer carrera en lugar de convertirme en esposa decorativa, y ahí se acabó todo. Desde entonces, me había enfocado en alcanzar el puesto de editora senior en la pequeña editorial donde trabajaba, aunque todavía me faltaban unos años para lograrlo. Los hombres eran una idea secundaria. —No —respondí por fin—. Ese asiento no está destinado a ningún hombre. Pero mi amiga Rosalie probablemente vuelva en unos minutos. Nos conocimos en NYU y desde entonces somos amigas. —¿La rubia? —preguntó con interés, pero no por ella. Fue un cambio agradable sentir que alguien se interesaba en mí, y no en cómo podía presentarlo a mi espectacular amiga. —Bueno, no quiero interrumpir —continuó—. Me basta con haberte saludado. —No tienes que irte. Quédate con nosotras. Por un momento, pareció dudar. En realidad, era agradable ver a Edward, aunque no recordara nada de él. Si Rosalie se portaba bien, podía ser una noche bastante amena. —La verdad, no puedo —dijo finalmente—. Vine con mi amigo Emmett, que… bueno, al parecer está entreteniendo a tu amiga. Me giré y vi a Rosalie prácticamente colgada de un tipo que parecía jugador de los Giants. Era enorme, pura musculatura y hoyuelos, exactamente el tipo de Rosalie. —Trabajamos juntos —añadió Edward. Estuve a punto de soltar una carcajada solo de imaginar la decepción de Rosalie cuando descubriera que su nuevo galán jugaba con computadoras en lugar de balones. Me encantaría estar presente en ese momento. —Bueno, mantengámonos en contacto —dije con cortesía. Era poco probable que volviéramos a cruzarnos, y la idea me provocó una pequeña punzada de tristeza. Jamás imaginé disfrutar de algún vínculo con Forks, pero una vez que encontré uno, me costaba soltarlo. Estaba a punto de irse, pero se detuvo con mis palabras. Una expresión esperanzada cruzó su rostro fugazmente antes de desaparecer. Por un instante, pareció reunir valor y entonces habló. —¿Tal vez podríamos tomar algo una noche de estas? Solo nosotros dos —dijo, sonrojándose mientras se pasaba los dedos por el cabello, nervioso. Pude verle todo el rostro por apenas un momento, antes de que el telón de flequillo y gafas volviera a caer. Era un rostro claro y abierto, nada mal, si de caras se trataba. Y antes de que pudiera detenerme, respondí: —Claro. Me encantaría. En cuanto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí un poco. No tenía nada de malo salir a tomar algo para ponernos al día, pero en el fondo sabía que para Edward significaría mucho más que una salida entre conocidos. Mi subconsciente recordaba la forma en que me miraba, y la expresión de pura felicidad en su rostro al escuchar mi respuesta confirmaba que sus sentimientos no habían cambiado mucho en los últimos diez años. De todos modos, le entregué mi tarjeta, decidida a seguir adelante con eso. Una sonrisa se le extendió por el rostro, haciendo que al menos la mitad inferior se viera hermosa. Aún no podía ver la parte superior por culpa de las gafas y el cabello, pero no podía negar que tenía unos dientes preciosos. —Te llamaré pronto para concretar —prometió, poniéndose de pie lentamente. Antes de que pudiera asimilar todo lo que acababa de pasar, él ya se había ido y Rosalie había retomado su lugar en la mesa. —Su amigo está buenísimo —dijo a modo de saludo—. Qué lástima que el tuyo sea tan desafortunado. Le noté algo de intención… ¿Alcanzó a invitarte a salir? Sentí una punzada de irritación por lo rápido que Rosalie desechaba a Edward, pero fue reemplazada de inmediato por el pánico ante nuestra inminente «cita». —Sí. —Pobre tipo. Qué feo ser rechazado, y peor si es frente a sus amigos —dijo, mientras se terminaba su cuarto martini de la noche, completamente segura de que yo había tenido el buen juicio de decirle que no a una cita con un tipo flacucho, nerd, torpe y sacado del baúl de mis recuerdos. —Dije que sí. Rosalie se quedó congelada, con la copa a medio camino entre la boca y la mesa. Estaba tan sorprendida que parecía una pintura de naturaleza muerta. —No. No, no, no. Acabas de cometer el peor error, Bella. La cita por lástima. No hay nada más incómodo que una cita por lástima. Él va a pensar que estás interesada, y tú vas a estar buscando cómo salir del compromiso el resto de la noche. Yo no veía mi aceptación como una cita por lástima, pero muchas de las cosas que decía sonaban exactamente a lo que ya había imaginado que sería esa «cita». En cierto modo, Edward Cullen estaba muy lejos del desastre llamado Garrett que casi deseaba poder recordar los buenos tiempos en un entorno seguro. Por otro lado, lo sabía. Sabía sin lugar a dudas que él tenía expectativas bastante altas respecto a lo que fuera que se venía. Esquivar insinuaciones mientras intentaba revivir los «felices» años del colegio podía terminar siendo mucho más estresante de lo que quería o necesitaba. —Bueno, ya es tarde. Tomaré algo con él, le diré buenas noches y se acabó. —Eso esperas tú —replicó ella, mirándome con intención… bueno, con tanta como le permitía su mirada enturbiada por el martini—. Y yo espero que aguantes lo suficiente como para que yo pueda conocer a su amigo. No hay razón para que todas tengamos que sufrir, ¿cierto? —Eres la mejor amiga que una chica podría tener —solté con sequedad. *El título "Pity" (Lástima) tiene un doble sentido irónico que se irá revelando a lo largo de la historia. No te dejes engañar por las apariencias… Los New York Giants son un equipo profesional de fútbol americano de los Estados Unidos con sede en el área metropolitana de New York.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)