ID de la obra: 552

Pity

Het
G
En progreso
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 27 páginas, 10.255 palabras, 6 capítulos
Descripción:
Notas:
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Me parece justo

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Capítulo 6: Me parece justo —Todavía no entiendo del todo —dije, pasando un dedo por el costado de la máquina y sintiendo el zumbido de los ventiladores en su interior. Edward sacó un teclado de una bandeja entre los servidores, como esos que usaba Jack Bauer en la televisión, y se encogió de hombros. —Llego, hablo con la empresa para entender sus necesidades y luego diseño una red para ellos. Caminé por el pasillo entre esas cosas que no comprendía, tratando de hacerme una idea de la magnitud de la información almacenada y transmitida desde esa misma sala. El espacio tenía por lo menos cien metros cuadrados, con seis filas de máquinas enormes, todas zumbando, parpadeando y brillando con aire de importancia. —¿Entonces tú decidiste cuántas de estas cosas necesitaban? —Más o menos. Y luego ayudé a instalarlas y, eh… ¿cómo decirlo para que lo entiendas? A conectarlas entre sí, con las computadoras y con los equipos portátiles. No había forma de comprender realmente la magnitud de lo que Edward me estaba contando, pero sabía lo suficiente como para entender que era brillante. —¿Tú haces cortafuegos y seguridad y todo eso? Él sonrió -esa curvatura sutil de los labios que usaba cuando le encantaba que intentara entender su trabajo. Siempre le emocionaba que tratara de seguirle el ritmo, aunque al final de cada explicación y demostración, siguiera sin tener ni idea. —Entre otras cosas. ¿Sabes cuando te llega un correo de uno de los autores con los que trabajas? —Sí… —Bueno, parte de mi trabajo es asegurarme de que tu bandeja de entrada esté bien configurada. Pero eso es solo el comienzo. Piensa en cuántas personas hay en tu oficina y en cuántas direcciones de correo tienen que mantenerse separadas. El edificio en el que estamos ahora tiene diez veces más gente… y su oficina en la costa oeste tiene el doble. Me encargo de que toda esa información llegue donde debe llegar, y luego me aseguro de que esté respaldada por si algo sale mal. Asentí, fingiendo entender, cuando en realidad no lo hacía. La magnitud de su trabajo, su genialidad, me abrumaba tanto que no me quedaba otra reacción que negar con la cabeza, asombrada. —Entonces… ¿qué estás haciendo aquí? Nada de lo que había dicho explicaba por qué tuvo que levantarse a medianoche para venir corriendo al rescate de su cliente. —Esta unidad de almacenamiento está caída, y ahí es donde se guardan los expedientes médicos. —Señaló una sección que había estado sospechosamente silenciosa durante nuestra visita. —Ooooh —incluso yo sabía lo esenciales que eran los expedientes médicos. Mi novio era tan importante. Y eso, francamente, era bastante sexi—. ¿Intentaste apagarlo y volverlo a encender? Edward soltó una risa al reconocer la cita de su serie favorita y negó con la cabeza. —Fue lo primero que probé, amor. Pero ganas puntos por tu excelente resolución de problemas. Acepté la palmada implícita como si fuera una perrita bien entrenada y me hice a un lado para verlo trabajar en silencio. Su rostro era pura concentración: ceño fruncido, labios apretados, mandíbula tensa. Con su nuevo corte de cabello, podía ver cada expresión con claridad… y era hermoso. De pronto, toda la pared de máquinas se iluminó y empezó a zumbar como loca. Solté un grito de emoción, feliz por algo que no entendía en lo más mínimo. Solo sabía que acababa de lograr una victoria. Su grito de celebración me confirmó que había acertado al celebrar. La luz azul brillante del frente de las unidades iluminaba el pasillo donde estábamos, y me perdí en el parpadeo rítmico y el zumbido hipnótico. —Es medio bonito —comenté. No me atreví a tocar nada, pero mis dedos se estiraron hacia las luces como si tuvieran voluntad propia. Edward se levantó de golpe y me dejó sola entre millones de dólares en tecnología, sin decir una palabra. Estuve a punto de llamarlo, pero las luces del techo se apagaron antes de que pudiera emitir sonido. No creía que me dejara ahí sola a propósito, ni siquiera como broma, pero el miedo empezó a trepar por mi piel. La sala era un laberinto, y yo estaba atrapada en medio, rodeada de servidores que ahora zumbaban con más fuerza que antes. —¿Más bonito ahora? El aliento de Edward en mi nuca me sobresaltó. Sus palabras eran bajas y tranquilas, pero mi corazón se aceleró como si intentara salirse del pecho. —Me asustaste. —Me giré, lista para soltarle una reprimenda, pero lo vi tan arrepentido bajo la tenue luz de los servidores que no pude. —¿Pensaste que te había dejado? —frunció el ceño, esta vez con preocupación—. Amor, yo nunca haría eso. Nunca. Me rodeó la cintura con las manos y me atrajo hacia él. Sus pulgares acariciaban suavemente mis costados, con la presión justa para hacerme saber que no estaba jugando. La luz ambiental añadía un toque de romanticismo que casi me hizo reír. ¿Quién diría que los servidores podían ser sexis? —Lo sé. Es solo que todo esto me abruma… tú, tu trabajo, este lugar. Me siento como pez fuera del agua. No sé si encajo aquí. El ceño de Edward se volvió más serio. —Tú encajas donde sea que yo esté, Bella. Aunque no lo creas, siempre estás aquí… conmigo. Siempre hay un espacio para ti en mis pensamientos, incluso cuando estoy haciendo «todo esto». Me derretí entre sus brazos y me aferré a sus palabras. Las máquinas que antes me parecían amenazantes ahora solo proyectaban luces y sombras sobre su rostro, haciéndolo ver aún más hermoso. —Estoy muy orgullosa de ti, Edward. Él bajó la mirada y se sonrojó, aún sin acostumbrarse a los elogios. Después de una vida de burlas por cómo se vestía o por lo que hacía, ni mi atención más devota lograba levantarle del todo la autoestima. —Hablo en serio. Eres increíble: muy inteligente, sereno, confiable. Esta empresa te confió su información más importante, y eso es el mayor elogio que podrías recibir. —No —dijo suavemente—. Cualquier cosa que venga de tus labios es todavía mejor. —Jesús —susurré, un escalofrío recorriéndome de la columna a las yemas de los dedos. Sus palabras… siempre tan llenas de respeto y devoción. Y yo las sentía hasta los huesos. Me puse de puntillas, tratando de alcanzar su boca con la mía. Cuando se dio cuenta de lo que intentaba, se inclinó rápido para atraparme los labios, absorbiendo cada gramo de admiración que tenía para darle. Incluso después de seis meses de llamarlo mío, de ser suya en casi todos los sentidos, su beso seguía arrasándome por completo. Sus labios tibios contra los míos, suaves, juguetones, mordisqueando con cariño, me dejaron sin fuerzas. Me aferré a sus hombros mientras su lengua trazaba la línea de mis labios, presionaba con ternura y luego se deslizaba, segura y lenta, en una danza que ya dominábamos. La familiaridad no restaba intensidad; al contrario, le añadía dulzura y alegría al puro arte de su beso. —Edward —susurré al separarme apenas un instante de su boca—. Te amo. Sus ojos reflejaban esas palabras que aún no habíamos dicho. Sabía lo que sentía, lo había sabido desde hacía tiempo, pero él había esperado a que yo lo alcanzara, con paciencia y la más profunda comprensión. Sus dedos presionaron con firmeza mi piel mientras me atraía aún más cerca, con una expresión de felicidad y plenitud. —Tú sabes que yo también te amo —dijo con la voz ronca, cargada de emoción, y mi corazón dio volteretas salvajes. —Te amo mucho. Le agradezco a Dios cada día que me hayas dado otra oportunidad de conocerte, al verdadero tú, para poder enamorarme de ti… y de tus suéteres. —Estúpidos suéteres —murmuró—. Ahora que sé con certeza que eres mía, se acabó el show. Ya tuviste tu diversión; es hora de prenderles fuego. Solté una risita y le di otro beso, lo que lo llevó a envolverme de nuevo en un abrazo ardiente. —Será mejor que salgamos de aquí antes de que me dé por hacerte el amor en el suelo, entre todos estos servidores —susurré. —No podría volver a trabajar aquí jamás. —¿Te daría vergüenza? —hice un pequeño puchero ante la idea. —Para nada. Pero si tuviera que venir a reparar estas cosas recordando cómo te veías desnuda justo aquí, pasaría el día entero escondido… de la cintura para abajo. —Entonces vamos a casa. Quiero una última noche con tus suéteres ridículos antes de que te deshagas de todos ellos. Jack Bauer es el protagonista de la serie de acción "24", un agente antiterrorista conocido por su habilidad para resolver crisis extremas con tácticas audaces, tecnología de punta y decisiones al límite, todo en tiempo real. "¿Probaste apagarlo y volverlo a encender?" es una línea muy conocida del personaje Roy, del programa británico de comedia "The IT Crowd", donde los técnicos siempre empiezan la atención preguntando si el usuario ya intentó apagar y encender el equipo. Nota de la traductora: ¡Muchas gracias por acompañarme en esta traducción! Este sábado 26 de julio publicaré un adelanto de mi siguiente traducción y su fecha de inicio en mi grupo de Facebook.Ahora bien, aunque la autora está retirada del fandom, mucho les agradezco se pasen por la historia original para dejar su agradecimiento por esta historia. El enlace está en mi perfil y en mi grupo.¡Hasta pronto!
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