El viaje de Mel
22 de octubre de 2025, 10:37
Bella
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Es una audición cerrada: solamente por invitación. Llego al almacén frente al río en el Lower East Side a las ocho de la mañana, aunque no saldré hasta el mediodía. Eli viene conmigo como mi representante porque él fue quien me consiguió esta audición. Usamos una de las antiguas salas de almacén para practicar. Justo antes de mi turno, me lleva aparte y me asegura que estoy lista, que tengo esto; que es mi turno de brillar.
Sosteniendo mi portafolio lleno de tomas y las pocas y pequeñas partes que logré conseguir, se lo entrego al panel de jueces y procedo a bailar para ellos; perfeccionando cada salto, cada giro, cada vuelta. Creo que veo asombro y admiración en sus expresiones ocultas mientras salgo del escenario.
—¡Lo hiciste genial! —Eli dice detrás del escenario mientras yo jadeo y trato de regular mi corazón acelerado. Mi cabeza da vueltas por la emoción y la mega dosis de adrenalina; tanta adrenalina que apenas sé qué hacer conmigo misma. Mi cuerpo tiembla con eso.
—Lo tienes, bebé. ¡Lo sé! ¡Lo hiciste!
—Gracias, Eli. —Respiro con dificultad, sacudo mis brazos y piernas y doy vueltas en un semicírculo mientras todo mi cuerpo tiembla como si algo me estuviera zumbando.
Eli me agarra y me gira para mirarlo. —Oye, mírate. Estás tan... agitada. No te había visto así en mucho tiempo. —Se lame los labios —. Vamos, nena, vamos a solucionarlo como solíamos hacerlo. Vi a Carmen y Felix por aquí antes…
Toda la adrenalina, la emoción y el frenesí desaparecen por completo.
—¿Carmen y Felix están aquí? No me dijiste que estarían aquí.
—¿De verdad pensaste que Felix no invitaría a Carmen a esto? El hecho de que ya no quieras que él te represente no significa que ella no quiera. —Me pasa un dedo por la cara—. Vamos, vamos a buscarlos. Será como en los viejos tiempos.
Aparto su mano de mi cara y me alejo de él. —No, Elí. No. Eso no volverá a suceder. Nunca.
Me observa atentamente. —Te encantaba. No finjas que no lo hacía.
—Eso ya no es lo que soy. Eso no es lo que necesito.
—¿Qué necesitas, Nenita? —Resopla ante mi silencio—. ¿Lo sabes siquiera?
Cerré los ojos con fuerza, enojada porque no, no lo sé, y desearía saberlo, así podría simplemente callarlo de una vez, borrar esa mueca de desprecio de su cara.
—No, no lo sé, pero sé lo que no necesito: a ti o a esa vida.
—No me necesitas, ¿eh? —Se ríe—. Déjame decirte algo, Bellita: en esta ciudad, chicas como tú, hermosas, talentosas, pero sin ni puta idea, abundan. Así que aquí tienes un consejo: si alguna vez planeas triunfar como bailarina, necesitarás despertarte, y pronto.
Y con eso, se da vuelta y se aleja, dejándome allí parada.
S&S
Después de eso, me quedo sola durante las siguientes horas, con la esperanza de no toparme con Carmen o Felix, mi antiguo agente, o incluso con Eli.
Angie tiene razón. Estar cerca de Eli no es bueno para mí, pero ¿cómo empiezas a romper lazos que están tan profundamente anudados en las facetas más importantes de tu vida? ¿Lazos que están anudados en las únicas cosas que alguna vez pensaste que querías?
Cuando el panel me vuelve a llamar a las cuatro de la tarde, entro sola.
—Lo siento, señorita Swan. Estuviste muy bien, pero buscamos algo diferente… alguien con un poquito más…
Sus voces suenan una y otra vez y cuando terminan, les agradezco la oportunidad y me voy a casa.
S&S
Mel se dirige directamente hacia mí tan pronto como entra a clase el lunes, saltando emocionada sobre las puntas de los pies.
—¿Cómo te fue, señorita Bella? —susurra ansiosamente—. ¿Conseguiste el papel?
Aparte de mi personal y Angie, es la única estudiante que sabía que estaba audicionando este fin de semana. Quiero decir, ella ha estado presente durante gran parte de mi práctica.
—No, princesa. —Sacudo la cabeza, apenas logrando esbozar una débil sonrisa.
Sus pequeños hombros se desinflan y sus rebotes se detienen. —Oh, señorita Bella.
Y luego me rodea con sus brazos en un fuerte abrazo.
Decir que estoy sorprendida sería quedarse corto, así que me toma unos segundos devolverle el abrazo, pero cuando lo hago... ella es tan joven y dulce, y siento que algo de su inocencia se filtra en mí a través de ese abrazo, y Dios. Cómo desearía poder volver a aquellos días en los que todavía tenía algo de mi propia inocencia.
Debido a los constantes retrasos de su tío, Mel y yo hemos pasado mucho tiempo juntas durante las últimas semanas, pero eso no significa que deba mostrar favoritismo. No es profesional. Y más que nada, eso es lo que quiero ser.
Profesional.
Entonces, a pesar de lo cálido que se siente su abrazo, la alejo suave pero firmemente.
Da un paso atrás y se encoge de hombros. —Habrá más audiciones, señorita Bella; ¡ya verás! Eres tan genial —susurra—. ¡Algún día tendrás tu propio espectáculo en Broadway y todos los demás bailarines serán muy gelatinosos porque todo se centrará en ti!
Solté una leve risa, excepto que suena un poco estrangulada porque mi garganta está apretada, y es todo lo que puedo hacer para no llorar aquí y ahora.
—Quiero ser una Rockette (7) —le susurro, admitiéndole el sueño de mi vida a pesar de toda la mierda que acabo de recordarme sobre el profesionalismo y mantenerla a distancia.
Mi aspiración casi inalcanzable de ser una Rockette es un sueño del que nunca he hablado con ninguno de mis alumnos. Las audiciones para Rockettes son poco frecuentes, extremadamente difíciles y solo aceptan bailarines con formación clásica. Y soy un par de centímetros demasiado baja.
—Lo serás. ¡Ya verás! —dice con toda la fe y sencillez de una niña de doce años—. ¡Serás la mejor Rockette que jamás haya bailado en Radio City! Si al principio no lo consigues, ¡inténtalo una y otra vez!
Me hace reír a pesar de la miseria en la que todavía me hundo; tan dulce y con los ojos muy abiertos a pesar del duro caparazón con el que normalmente intenta envolverse.
—¿Y dónde aprendiste eso? —pregunto con una sonrisa.
La bonita sonrisa de su rostro se desvanece lentamente. Se encoge de hombros y esta vez soy yo quien la atrae hacia mí y la envuelvo en un abrazo.
—Mel… gracias, Princesa —le digo, acariciando su mejilla con gratitud.
Consigo terminar la clase sintiéndome un poco mejor. El mundo está lleno de posibilidades nuevamente, y fue necesaria una niña de doce años, dulce y hermosa, aunque a veces melancólica, para recordarme que no necesito a Eli ni a Felix. Será más difícil, pero puedo hacerlo sola.
Y mientras todas las chicas salen del aula, salgo corriendo sintiéndome con más energía que durante todo el fin de semana. ¡Hoy tengo clases consecutivas y ahora es el momento de Zumba! Una vez que termine, pienso ver si Angie y Mel quieren probar comida china esta noche. Siento que mi apetito regresa, y entre la comida china, el chocolate y la compañía de mis chicas, tal vez pueda sacudirme la última parte de esto...
—¡Bella! —Angie me llama desde donde está parada junto a la puerta de nuestra clase de Zumba.
Rápidamente me acerco a ella. —¿Qué pasa?
—¿Cómo te sientes, Bellita? —Me acaricia el brazo—. ¿Te sientes mejor?
Le doy un encogimiento de hombros y una sonrisa. —Sí, la verdad es que sí.
Ella busca mis ojos y asiente antes de señalar con la cabeza algo detrás de mí. Sigo su mirada.
A pocos metros hay una mujer. Lleva una expresión de frustración en su rostro muy maquillado mientras observa a la multitud de chicas y chicos corriendo a su alrededor. Está vestida con un ajustado top negro corto y unas mallas negras igualmente ajustadas y cortas. Su cabello es rubio platino decolorado. Mientras se mueve de un lado a otro, aparentemente buscando a alguien, se tambalea sobre unos tacones de aguja ridículamente altos, mientras apoya las manos en la cintura, haciendo pucheros a través de sus labios rojo sangre. No la reconozco como nadie que haya visto aquí antes.
—Solo mira esas tetas; no se mueven. —Se ríe Angie—. ¿Cuánta silicona crees que hay en esas? ¡Y esos labios son colágeno en abundancia! ¿Y qué caballo tuvo que morir por esa cabellera? —Cuando la mujer se da vuelta nuevamente, Angie resopla—. Ah, diablos, no. —Inclina la cabeza hacia un lado—. ¡No vas a intentar decirme que esas nalgas son reales! Esa mierda es pláááástica. —Se ríe—. Empezaré la clase; ve a descubrir quién es ella. ¡Ve! ¡Anda! —sisea, empujándome hacia la mujer.
Me acerco con cautela. —Hola, ¿puedo ayudarte?
—Estoy buscando a Mel. ¿Melody Cullen?
—¿Y tú eres?
—Soy la novia de su tío. Vine a recogerla.
Durante dos segundos, se siente como si todo el aire hubiera sido succionado de la habitación.
—¿La novia de Edward? —Me encuentro preguntando porque siempre existe la posibilidad de que esté hablando de otro tío de Mel.
La mujer me arquea una ceja. —Sí, la novia de Edward.
Ni en un millón de años me lo habría imaginado con alguien como ella. Pero me recuerdo a mí misma que no lo conozco en absoluto.
Supongo que me quedo ahí mirándola estúpidamente durante unos segundos de más, porque ella resopla con impaciencia.
—Lo siento, ¿puede darme su nombre, por favor?
Sus ojos brillan. Al menos eso creo. Es difícil saberlo con todo ese negro que se supone-de-estar-ahumado-pero-parece-mierda alrededor de sus ojos.
—Soy Heidi —espeta.
¿Qué carajo? ¿Esta perra acaba de gritarme?
Nos miramos fijamente por un segundo, pero soy profesional, así que en lugar de darle un puñetazo en la boca llena de colágeno, me acerco al estudio uno.
Mel está sentada en el suelo hablando con Becca y un par de chicas más.
—¿Oye, Mel?
—¿Sí, señorita Bella?
—¿Conoces a alguien llamado Heidi?
Por favor di que no. Por favor di que no. Por favor di que no.
Mel comienza a negar con la cabeza y siento que una oleada de alivio comienza a recorrerme. Pero entonces se forma un ceño fruncido en su bonito rostro.
—Espera, la folla… quiero decir, amiga. La amiga de mi tío se llama Heidi.
Coño, carajo, puñeta y cualquier otro puto sinónimo de joder que se me ocurra.
—Bueno... ella está aquí por ti.
—¿Qué? —Mel llora—. ¡Puaj! —Cierra los ojos y agarra su bolso del suelo, se levanta de un salto y sale pisando fuerte de la habitación pasando junto a mí.
Miro y cuando ve a Mel, la expresión de Heidi se transforma de la mirada abierta que me estaba dando a una enorme y obviamente tan falsa como el resto de su sonrisa.
—¡Mellie!
—¿Él te envió? —Mel le pregunta, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Por supuesto que sí. —Los labios rojo sangre de la mujer se extienden de un extremo a otro. Sus ojos brillan en mi dirección con aire de suficiencia.
Mel simplemente se queda ahí. No es difícil ver que ella no soporta a esta mujer y, por alguna razón, eso me hace mucho más feliz de lo que probablemente debería. De hecho, es lo que más me hace feliz en mucho tiempo.
—Vamos, Mellie —dice la perra de plástico.
Pero Mel no se mueve.
—Mel —digo—, ¿quieres llamar a tu tío y confirmar?
Ahora la mujer se vuelve hacia mí otra vez, su sonrisa falsa reemplazada por una mirada furiosa.
—¿Confirmar qué? ¡Edward me dijo que la recogiera! ¿No lo entiendes?
—Lo entiendo —respondo con la mayor calma posible, pero siento la forma en que mis fosas nasales se dilatan—, pero debes entender que en este momento soy responsable de Melody y no puedo entregártela a menos que tenga la confirmación de Edward.
—¿Qué está pasando? —Angie dice detrás de mí.
—Lo tengo, Angie —digo, pero todavía puedo sentirla cerca—. Ya me estoy encargando —murmuro, volteándome para encontrar su mirada. Ella está mirando a Heidi—. Hazme un favor y ve a empezar la clase.
Angie frunce los labios y se da vuelta. —Puta plástica, le patearé el trasero —la oigo murmurar en voz baja mientras se aleja.
—Esto es una tontería total… —Heidi se enoja, sacando un teléfono celular de su bolso Fendi falso, con «P» por todas partes en lugar de «F».
—No —digo y me vuelvo hacia Mel—. Llámalo desde tu celular.
Mel me mira fijamente, y luego las comisuras de su boca se levantan en una sonrisa. Sus ojos, de un azul intenso, brillan como si supiera exactamente lo que estoy haciendo, como si entendiera que estoy jugando con esta tal Heidi, y aprobara completamente el juego que estoy llevando. Pero no estoy jugando con ella. Como maestra de Melody, soy responsable de ella en este momento, y realmente necesito confirmar que todo esto esté en orden.
¿No es así?
Mel sonríe mientras busca la información de contacto de su tío y luego se acerca el teléfono a la oreja.
—La enviaste a recogerme? —pregunta en lugar de saludar—. Uf, tienes que estar bromeando —murmura, mirando al suelo—. Bien. Bien. ¡Dije bien!
—Déjame hablar con él —le pido, extendiendo mi mano hacia el celular. Mi corazón late al triple cuando Mel me lo entrega.
—¿Edward?
—¿Sí? —Su voz es baja y apresurada, como si estuviera en medio de algo. Escucho murmullos de voces de fondo.
—Es la señorita Bella, um... Bella —repito, mirando a Heidi, quien todavía me mira furiosa—. ¿Está bien que Mel se vaya a casa con esta mujer, Heidi?
—Sí. Sí, está bien —dice rápida y tranquilamente. Me siento un poco estúpida por hacer esto porque obviamente está distraído en este momento, pero fue lo más responsable y ahora me ha dado su respuesta.
—Bueno. Solamente estaba comprobando dos veces. Lo siento, no quise molestarte.
—Está bien. No me estás molestando. Y gracias por llamar. —Todavía suena apresurado, pero tal vez ya no esté tan distraído. Durante dos segundos, dudo con el teléfono en la oreja, sintiendo como si hubiera algo más que debería decir; tal vez algo que quiera decir. Pero cuando el silencio se prolonga, le devuelvo el teléfono a Mel.
Lo toma y lo mete en su bolso. —¡No puedo creer esto! Es un...
—Oye —la interrumpí y luego tiré de ella por la muñeca a un par de metros de distancia de la Perra de Plástico, ignorando la actitud de esa con el obvio chuparse los dientes, la mirada furiosa y la impaciencia.
—Mira, es obvio que esta mujer no te gusta, pero ¿debería preocuparme que ella te lastime?, porque esa es una historia totalmente diferente.
Mel niega con la cabeza a regañadientes.
«Entonces hazle caso a tu tío, ¿de acuerdo? Y muéstrale algo de respeto. Simplemente está haciendo todo lo posible para que te recojan a tiempo para que puedas llegar a casa y terminar tus deberes temprano.
Me mira fijamente y de repente parece completamente avergonzada, bajando la vista a sus pies.
—Lo siento, señorita Bella.
—No me pidas disculpas. No es conmigo con quien fuiste grosera e irrespetuosa por teléfono.
Simplemente asiente, sin dejar de mirar al suelo.
—Está bien entonces —digo más suavemente—. Te veré el miércoles, Mel.
—Está bien, adiós, señorita Bella —responde Mel con mucha más tranquilidad.
La miro alejarse. La señorita Plástica me mira fijamente antes de seguir a Mel con sus tacones de prostituta.
S&S
Entonces, durante las siguientes semanas, Heidi, o como ahora la llama Angie, «la puta plástica», viene a recoger a Mel. Empiezo a arrepentirme de haberle pedido a Edward que recogiera a Mel a tiempo. Lo único que quise decir es que la niña necesita un horario. Además, era genial pasar el rato con ella. Algo así como la hermana pequeña que nunca tuve. O algo así.
No es porque no pueda soportar ver a la amiga o novia de Edward o lo que sea que ella sea. No, eso no es todo.
De todos modos, es bueno que Mel llegue temprano a casa. Necesita una verdadera rutina.
Un viernes, estoy en medio de la clase de hiphop de Mel cuando una de mis niñas se enferma. La clase se detiene y corro hacia donde ella está inclinada vomitando. Cuando finalmente terminan los vómitos, la pobre niña se pone a llorar.
—Está bien, cariño; está bien. —Le acaricio la espalda—. Vamos a limpiarte y a que tomes un poco de aire fresco. Jake, lleva al resto de la clase al estudio tres. Está vacío ahora mismo. Limpiaré esto después de que Lexie se asee.
—Señorita Bella, ¿hay algo que pueda hacer para ayudar? —pregunta Mel.
—Sí, por favor, pídale a la señorita Angie que llame a los padres de Lexie Ryan y les diga que está enferma y que necesita que la recojan. Gracias, Mel.
—No hay problema; y luego empezaré a limpiar aquí.
Le sonrío, luego llevo a Lexie al baño y la ayudo a lavarse. Después, salimos al fresco aire otoñal.
—¿Te sientes mejor? —pregunto, abrazándola con cuidado en caso de que se sienta débil.
—Sí, un poco, pero me siento mal.
—Está bien—, le acaricio el brazo con dulzura.
Angie se une a nosotros. —La mamá de Lexie estará aquí en unos diez minutos.
—Gracias, Angie —murmuro—. Hazme un favor, ¿puedes pedirle a Jess que vaya a limpiar? Mel se ofreció voluntaria para hacerlo, pero necesita volver a su clase…
Me detengo porque Angie no me presta atención. En cambio, su mirada parece estar en algún lugar más allá de mí, con una sonrisa llena de picardía.
—Bellita, yo me encargo de todo. Quédate aquí y toma un poco de aire fresco, ¿vale? Oye, Lex, ¿qué tal si esperamos adentro para que puedas sentarte?
—Gracias, pero voy a ayudar a Jess a limpiar el...
—Yo ayudaré a Jess a limpiar. ¡Quédate aquí, coño! ¡Quédate aquí! —prácticamente gruñe, pasando un brazo alrededor del hombro de Lexie y guiándola rápidamente de regreso al interior.
Así que me quedo afuera porque realmente necesito un poco de aire fresco. No soporto el hedor del vómito, pero la pobre Lexie necesitaba ayuda. Cierro los ojos e inhalo profundamente, respirando los aromas de Brooklyn: cocina variada mezclada con gases de escape de automóviles y gasolina. Hay olor a cigarrillos... cigarrillos y trabajo duro y sudor y algo todavía limpio a pesar de todo...
Cuando abro los ojos, Edward está parado a unos metros de distancia, fumando y simplemente… mirándome.
—¿Estás bien? —pregunta, dando una larga calada antes de dejar caer la colilla a medio fumar al suelo y pisotearla con su pesada bota.
—Sí. Acabamos de tener una niña que se enfermó durante la clase. A veces sucede.
Él asiente, sus ojos se alejan de mí y miran al frente, al tráfico que pasa por Smith Street.
—Fuiste muy... tierna con ella.
—¿Lo fui? Así es como me trataba mi madrastra cuando me enfermaba cuando era niña, así que… supongo que así es como se supone que debes hacerlo. —Me encojo de hombros y miro al frente también. Si él no me mira mientras me habla, entonces yo no lo miraré.
Excepto que mis ojos no deben haber recibido el memorándum sobre el bloqueo de «Edward» porque se mueven hacia las esquinas de sus órbitas en contra de mis deseos, intentando al menos echar un vistazo de reojo.
—Supongo —coincide, como si no estuviera del todo seguro—. Algunas mamás son realmente geniales, mientras que hay otras a quienes no les importa nada. Tuviste suerte con tu madrastra.
—Sí, supongo que sí. —Mis cejas se fruncen ante su confuso discurso y, a través de mi mirada indirecta, puedo distinguir el cabello revuelto, vaqueros gastados y una camiseta negra.
—Llegas temprano —señalo.
Resopla. —Sí, supongo que lo hago, ¿eh?
—¿Cómo es que tu... amiga no va a recoger a Mel hoy?
Carajo, espero que eso no haya sonado tan malicioso como en mi cabeza. Por favor Dios, que no suene tan malicioso.
—Los abuelos de Mel vendrán a recogerla esta noche. Viven en la ciudad. Pasa un fin de semana al mes con ellos y tengo que prepararla para partir.
—Ah, ¿tus padres? —pregunto con curiosidad, rompiendo mi pacto conmigo misma y volviéndome hacia él.
Se gira y encuentra mi mirada, y esos ojos… Jesús, esos ojos. Recorren mi cuerpo de arriba a abajo, y mi piel hormiguea en todos los lugares donde llegan sus ojos. Quiero que me vea, pero no quiero que me vea. ¿Por qué me mira así si no quiere mirarme para nada? ¿Por qué su mirada es tan ardiente, tan oscura? ¿Por qué nunca puedo ser la primera en apartar la mirada?
Resopla de nuevo. —No, mis padres no. Mis padres ya no están.
Espero a que dé más detalles, pero claro, estoy pidiendo demasiado. Cuando el silencio entre nosotros comienza a extenderse hacia un territorio incómodo, empiezo a darme la vuelta para regresar al interior.
—Entonces, ¿cuánto tiempo llevas bailando, Bella?
Si por casualidad estaba escuchando atentamente, no hay manera de que se perdiera mi minúsculo grito de sorpresa por el hecho de que en realidad estaba iniciando una conversación conmigo.
—Uh… según mi papá, aprendí a bailar antes de aprender a caminar. Solía bailar en mi silla alta, en mi columpio, mientras dormía… —Me río entre dientes.
Él sonríe. Señor Todopoderoso, sonríe, y siento como si me hubieran asignado los asientos delanteros del espectáculo más increíble del mundo.
—Puedo creer eso. Lo haces tan… naturalmente.
Debe de ver la pregunta en mi expresión porque mueve esa mandíbula angulosa hacia el gran ventanal del estudio.
—¿Estabas mirando? —murmuro.
Asiente y da un paso más hacia mí. —Es… difícil no mirarte cuando estás tan… obviamente involucrada en lo que estás haciendo. Cuando queda tan claro cuánto lo amas.
Traga saliva y veo su manzana de Adán balanceándose. Mi aliento se queda atrapado en mi garganta.
—Lo disfruto.
—Es bueno disfrutar lo que haces.
—¿Qué hay de ti, Edward? ¿Qué te gusta?
Él sonríe y se pasa una mano por el cabello, apartando la mirada de mí. —¿Qué disfruto? —resopla—. Ya no estoy seguro de lo que disfruto.
Él encuentra mi mirada nuevamente con ojos penetrantes, y eso me marea, me hace sentir como si estuviera dando vueltas y vueltas, así que, bajo mis ojos a sus hombros, más allá de su fuerte pecho, hasta donde sus pulgares se enrollan alrededor del cinturón. Sus manos manchadas están extendidas sobre sus delgados muslos. Sin pensarlo conscientemente, extiendo la mano y envuelvo mi mano alrededor de una, liberándola de la presilla de su cinturón. Creo que escucho una inhalación, pero mi sangre late demasiado fuerte entre mis oídos para estar segura, y no puedo mirarlo. En lugar de eso, inspecciono su mano extendida en la mía. Es grande, con dedos largos y nudillos anchos; áspera y delicada a la vez. Trazo la pintura y el yeso en sus dedos, siento los callos en su palma antes de darle la vuelta.
—Bueno, trabajas con las manos, pero lo disfrutas, ¿no? —murmuro temblorosamente.
Le toma unos segundos responder. —Sí, supongo que sí. ¿Cómo supiste eso?
Levanto la mirada. Me está observando con mucha atención. —Soy adivina. Tengo sangre gitana en mí.
Arquea una ceja. —¿Tú?
Me río suavemente de él. —No, no es cierto. Estoy bromeando.
Sonríe.
—Es que… —continúo—, tus manos son las manos de quien pone todo de sí en lo que hace.
Nos miramos a los ojos en silencio; sus ojos verdes son más oscuros que hace un rato, y siento que, si me deja seguir mirándolos, aprenderé todo lo que no dirá en voz alta.
—Sabes que puedes esperar adentro —le digo—. No puedes fumar ahí, pero puedes esperar y...
Duda por una fracción de segundo antes de retirar su mano de la mía y guardarla en su bolsillo. Luego da un paso claramente vacilante hacia la puerta...
...y se da vuelta.
—No. Me quedaré aquí afuera. Hazle saber a Mel que estaré aquí cuando termine, ¿de acuerdo?
¿Sabes qué? Vete a la mierda. No tengo tiempo para esto.
No lo digo, pero lo pienso porque cuando me mira es como si quisiera decir muchas cosas, pero no lo hace. Y apenas me mira. Y creo que tengo vómito en alguna parte de mis pantalones cortos. E incluso si Jess está limpiando el salón, tengo que asegurarme de que lo saque todo porque no quiero un salón de clases lleno de niños enfermos.
¿Y por qué un chico que apenas me mira o me habla me pone tan nerviosa?
—Sí, claro. Se lo haré saber. Cuídate —murmuro y me vuelvo para caminar de regreso
—Entonces, ¿qué vas a hacer este fin de semana?
Estoy segura de que está hablando con otra persona. Debe haber un amigo suyo parado a un lado que no noté. Quizás alguien que conoce acaba de pasar.
Pero cuando me doy vuelta, esa mirada acalorada está sobre mí. Bueno, está en mi trasero, pero cuando me doy la vuelta, rápidamente la mueve hacia mi cara.
—¿Yo? ¿Qué estaré haciendo? —Trago grueso—. Bueno, un par de veces al mes, Angie y yo impartimos clases de fin de semana para los equipos de competición. Los sábados son solamente un par de horas, pero este sábado no es uno de esos fines de semana. Quiero decir, lo hicimos hace un par de fines de semana. No el fin de semana que acaba de pasar porque tuve una audición...
—¿Tuviste una audición? ¿Cómo te fue?
—No lo logré, pero está bien. —Y sí; está bien. Ahora mismo todo está bien.
—Eso es una pena. No puedo imaginarte intentando algo y no consiguiéndolo.
—Sucede. —Sonrío—. Mucho. En fin, como decía, el sábado pasado tuve eso, pero este sábado no tengo nada. Ni clases ni nada. Tampoco tenemos ninguna el domingo.
Y esta es mi forma larga y balbuceante de decir que este fin de semana soy completamente libre.
»Así que no tengo nada que hacer este fin de semana —logro decir finalmente, con el corazón en un puño.
Él sostiene mi mirada y luego abre la boca.
Y le mete un cigarrillo.
—Bueno, disfruta tu fin de semana, de cualquier manera.
Si pudiera lanzar dagas con los ojos, el tío de Mel sería atravesado con unas cincuenta.
—Tú también disfruta el tuyo. —Sonrío y luego me doy la vuelta y sacudo mi trasero al estilo Angie mientras camino tranquila y suavemente de regreso a mi estudio.
S&S
(7) Ser una Rockette es más que un empleo: significa estar entre las bailarinas selectas que han sido parte de la tradición navideña por décadas en el teatro Radio City Music Hall en Manhattan, en la ciudad de Nueva York.
S&S
*Palabras originalmente en español*
Nenita
¿Qué pasa?
Tetas
Nalgas
Coño, carajo, puñeta
Puta plástica