ID de la obra: 554

Spin & Sway

Het
NC-17
En progreso
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 583 páginas, 214.110 palabras, 49 capítulos
Descripción:
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Porque él tiene que pagar

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Capítulo 25: Porque él tiene que pagar Edward . No hay ninguna advertencia antes de que ella comience a mover su cabeza arriba y abajo a lo largo de mi longitud, agarrando mis muslos para hacer palanca y creando una fricción rítmica que borra cualquier otro pensamiento. Con un gemido profundo, echo la cabeza hacia atrás mientras ella emite sus propios sonidos profundos desde el fondo de su garganta. Las vibraciones reverberan a lo largo de mi polla y mierda, carajo, joder. —Bella... Bella... nena... espera... —Jadeo, pero ella trabaja ansiosamente alrededor de mi cabeza y luego lame la punta, pequeños dardos rápidos de su lengua y luego un golpe largo y profundo. »¡Mmph! —gruño, tambaleándome hacia atrás, pero ella sujeta mis caderas con fuerza mientras el instinto guía mis propios movimientos. Me meto en su boca caliente, me agacho, acuno su cabeza entre mis manos, deslizo mis dedos dentro de su cabello y me aferro. »Sí, Bella. Sí, nena, así. La presión desciende desde mi estómago hasta mi polla. Deslizo mis manos alrededor de su cuello y aprieto el cabello de su nuca, guiándola suavemente hacia adelante y hacia atrás. Ella gime y aplana su lengua a lo largo de la parte inferior de mi longitud, y el calor de su boca sube y baja por las venas, de punta a base. Había algo… algo en sus ojos… algo que quería… Con la boca abierta, lanza su lengua más abajo y luego siento que su boca rodea una de mis bolas. »Mierda. Luego la otra. Las toma a ambas en su boca y gira su lengua caliente alrededor de ellas... esa lengua húmeda da vueltas y vueltas hasta que me ahogo en calor. Mientras tanto, ella emite estos sonidos: tarareos y gemidos. —Edward... cielos, Edward, sabes tan bien. —Carajo —siseo—. Oh, mierda, nena. Mi equilibrio vacila una vez más porque la cabeza me da vueltas demasiado deprisa; había algo... Pero Bella me sujeta fuerte. Su boca no rompe la succión y cuando cierro los ojos, todavía la veo detrás de mis párpados, de rodillas frente a mí… Abro los ojos. Sí, su boca está alrededor de mí... Bella me está haciendo estas cosas... y había algo... algo que quería preguntar... algo que quería decirle... algo está pasando... Ella pasa su boca por el interior de mi muslo, saboreando la piel allí, más zumbidos en la parte posterior de su garganta. Solamente puedo emitir un gruñido ahogado. El aire frío golpea los lugares sobre los que parpadea su cálida lengua. Me endurece aún más. Sé que su boca siente la congestión porque sus ojos se abren, pero continúa moviendo la cabeza hacia adelante y hacia atrás, ahueca sus mejillas, me succiona más profundamente en su garganta y la presión aumenta... —Bella, espera... había algo... Bella... Bella espera... Bella, maldita sea, espera. Se aleja y cae de espaldas. A mi cerebro le toma un segundo procesar el hecho de que su boca ya no está a mi alrededor. Cuando miro hacia abajo, ella me mira con ojos salvajes y horrorizados. Esos ojos... están frenéticos. Mantienen mi mirada durante un largo momento antes de cerrarlos y agachar la cabeza. Mientras tanto, mi corazón se acelera. Mi pecho se agita y admito que todavía me cuesta pensar y procesar. Cierro los ojos con fuerza durante unos segundos, intentando conectarme, regular mi respiración, pensar, pero mi polla palpita. Me agacho y me levanto los pantalones y la ropa interior y hago una mueca. Todo el tiempo, trato de recordar lo que estábamos diciendo, de qué estábamos hablando antes… antes de que Bella se arrodillara. »—Edward, te quiero dentro de mí, ahora. »—Tenemos menos de dos horas... »—Eso debería ser suficiente. —… la primera vez que te haga el amor quiero tener toda la noche…para mostrarte y decirte lo que siento… Bella... Bella con los ojos frenéticos, con un toque de desesperación. No es ella. No es la Bella que conozco. Mi pecho se aprieta. Todavía está mirando al suelo. Me agarro el pelo y me arrodillo frente a ella. —¿Bella? No levanta la vista, ni siquiera mira en mi dirección, y sé que algo anda mal. Algo anda jodidamente mal. »Bella. Mantiene la cabeza gacha y los hombros caídos, sin la postura de bailarina perfecta que siempre la he visto mostrar. »Bella —digo más fuerte. Como ella no responde, extiendo la mano, y cuando las yemas de mis dedos tocan su rostro, se lanza a mis brazos, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello con fuerza, clavando sus uñas en mi espalda. —¡Lo lamento! —llora—. Edward, lo siento —dice a través de un sollozo ahogado—. ¡Lo lamento! Trago saliva y con cuidado envuelvo mis brazos alrededor de su cintura mientras ella entierra su rostro en mi hombro, y luego simplemente nos arrodillamos allí, sobre el frío piso de madera. —Bella, mírame. No levanta la vista. »Bella, mírame. La humedad se filtra a través de mi camisa hasta mi piel, y luego pronuncia más palabras ahogadas, disculpas ahogadas que no tienen sentido, y no tengo ni idea, ni puta idea de qué está pasando. —Mierda —maldigo en voz baja—. Bella, ¿qué pasa? ¿Qué está sucediendo? Pero ella sigue llorando y siento como si mi corazón estuviera literalmente a punto de salirse de mi pecho. Mis pulmones están tan apretados que apenas puedo respirar porque lo sé. Sé que de alguna manera esto tiene algo que ver con él. Respiro profundamente, tratando de llevar algo de aire a mis pulmones y calmar mi corazón acelerado. Luego me siento en el suelo y coloco a Bella en mi regazo mientras ella se aferra a mí. —Mírame. —Cuando todavía no lo hace, apoyo su mandíbula en mi mano y le obligo a levantar la cabeza. —Bella, maldita sea, mírame. Finalmente levanta su mirada. Ojos rojos e hinchados se encuentran con los míos, llenos de un miedo que nunca había visto en ellos. Y sé que prometí que esperaría, pero no puedo. Ya no. Necesito saber. Necesito saberlo ahora. —Dime qué te hizo, Bella. Su labio inferior tiembla y suelta un sollozo ahogado, intentando apartar la mirada de nuevo, pero sostengo su rostro firmemente en mi mano. »Dime. —No fue... yo... yo... —Todo su cuerpo tiembla, sus escalofríos se filtran en mis piernas, y ahí es cuando me doy cuenta de que está más que asustada. Está jodidamente aterrorizada. Se supone que debo cuidar de ella. Prometí que cuidaría de ella y está sentada en mi regazo, jodidamente aterrorizada. —Ey. — Paso mis dedos por su cabello mientras ella llora en silencio, forzando una sonrisa tranquilizadora en mi rostro—. Oye, shhh. —Beso sus labios, salados por sus lágrimas, acaricio suavemente sus mejillas con mi boca y luego recorro su frente. —Soy yo, nena. Soy yo. No tengas miedo —susurro—. No tengas miedo. Continúo presionando mi boca contra su piel; su cara, su nariz, su frente, su cabello, su cuello, en todas partes le demuestro apoyo, y después de un tiempo, sus temblores comienzan a disminuir, eventualmente reducidos a estremecimientos irregulares y luego a suspiros entrecortados. Respira profundamente, su control sobre mí se afloja y disminuye su desesperación. Y por fuera me estoy tranquilizando con ella. No dejo de intentar consolarla, besarla, acariciarle el pelo, aliviar su terror. Pero por dentro estoy ardiendo. Finalmente encuentra mi mirada, sus ojos oscuros están exhaustos. —Conocí a Eli en una audición. Él era el coreógrafo y al principio... —Se calla, mordiéndose el labio—. Teníamos un... tipo de relación diferente. Él tenía... el control... y yo... —Se encoge de hombros—. Él fue mi primer… novio de verdad, mi primer cualquier cosa, todo. No lo sabía. —¿Te lastimó? —Es la pregunta que está en primer plano; la que no puedo... la que no he podido sacudirme hace semanas. —Yo… —Sus ojos se alejan de mí—. Quiero decir… fue consensuado. Sostengo su barbilla entre mi pulgar y mi dedo índice y fuerzo que vuelva a mirarme. —¿Qué. Te. Hizo. Él? ¿Te lastimó? —pregunto con los dientes apretados. —A veces —dice, con los ojos bajos, en una voz tan baja que ni siquiera reconozco. Tan pronto como esa palabra sale de su boca, sé cómo va a ser esto: voy a matarlo. Voy a envolver mis manos fuertemente alrededor de su cuello y expulsaré hasta el último maldito aliento de sus malditos pulmones. Tal como están las cosas, cada instinto me ruega que salga corriendo de este maldito apartamento y encuentre a ese pedazo de basura ahora mismo. Mis manos se cierran en puños, sintiendo ya su garganta aplastada entre ellas. —¿Qué más te hizo? —gruño, mis manos apretándolas y abriéndolas con ansiedad. —Edward… —¡¿Qué más?! —exijo. Da un salto sorprendida y se le corta la respiración, y sé que tengo que controlarme, lo sé, pero apenas puedo ver con claridad, y mucho menos pensar. —Mi antiguo agente, Felix —dice con la voz temblorosa—. Él y Eli son amigos. Eli me consiguió una entrevista con él. Felix era un buen agente representante. Me consiguió mi primer trabajo. El jurado ni siquiera esperó hasta el día siguiente para darme su respuesta. —Resopla y luego vuelve a mirar hacia otro lado—. Esa noche salimos a celebrar: Eli, Felix, Carmen y yo, otra bailarina que Felix representaba y que también había conseguido un papel en la producción. No da más detalles más allá de eso, y solamente me lleva unos segundos descubrir por qué. —¡Oh, demonios! —Respiro, cerrando los ojos—. ¡Ah, cielos! —Eli… y Felix… me dijeron que así era la industria. —Cuando abro los ojos, las lágrimas se acumulan alrededor de su labio superior—. Que era normal , y yo... Eli... pensé que lo amaba. —Se frota la cara—. Quería… complacerlo. Pensé… pensé que eso era el amor. Pero no me sentía bien —dice, bajando la cabeza—. Quiero decir... se supone que no debes compartir a la persona que amas. Mi visión se vuelve borrosa. Me tiemblan las manos. Siento náuseas, como si acabara de beberme una botella del whisky más potente que pueda imaginarse. »Después de un tiempo… le dije a Eli que ya no quería a Felix como mi agente. A él no le gustó, pero… comencé a darme cuenta de que… no me importaba lo que él quisiera… y que no me gustaba ni quería… muchas cosas. Y luego rompimos y quise dejarlo todo atrás. Me mantuve alejada de Felix, pero ya había cometido el error de iniciar un negocio con Eli, y luego te conocí. —Sonríe, las lágrimas corren por su rostro nuevamente mientras acuna mi rostro—. Y quería ser buena para ti, Edward. Quería creer que nada de eso había sucedido. Miro fijamente la forma en que sus lágrimas siguen cayendo, recorriendo su piel suave y de tono miel, pero lo único que siento es frío por dentro. —¿Fueron solamente ellos? Sostiene mi mirada y sacude la cabeza negando, sollozando abiertamente y dejando caer sus manos de mi cara. —¡Seguías llamándome perfecta y te dije que estaba lejos de serlo, Edward! ¡Te lo dije! Los giros dentro de mi cabeza se intensifican. Es peor. Peor que cualquier resaca, que cualquier mañana después, que cualquier temblor. Un cable eléctrico. Soy un cable eléctrico, temblando en el suelo. »Edward… Ella pone su mano en mi cara, y me aparto bruscamente de su toque porque soy un cable eléctrico, y no tocas un cable eléctrico. La dejo en el suelo y me levanto, tratando de recuperar algo de control, algo de equilibrio, pero la sangre late fuerte entre mis oídos, hierve en mis venas. »Di algo. No estoy seguro de cuánto tiempo ha pasado cuando dice eso. »Edward, por favor —suplica—, di algo. No puedo pensar. No puedo pensar. Agarro la parte superior de mi cabeza con ambos puños, tirando con fuerza hasta que todo lo que veo son manchas bailando ante mis ojos. »¡Di algo! Me doy la vuelta. —¡Déjame pensar, Bella! Sus labios tiemblan. —Lo siento. Lo siento. —¿Lo sientes? Asiente y luego jadea bruscamente cuando en dos pasos rápidos caigo de rodillas y bajo la cabeza a su nivel. —¿Por qué lo sientes? —siseo. —Lamento haberte mentido —solloza—. Lamento no haberte dicho la verdad y te dejé creer que era algo que no soy. Sostengo su mirada. —¿Sigue siendo ese el tipo de relación que deseas? —¡No! —llora, agarrando mis hombros—. ¡No, Edward! ¡No! —Entonces no estoy seguro de por qué te disculpas, Bella, y tus disculpas me están confundiendo muchísimo en este momento. Su pecho se agita. Baja la mirada y sacude la cabeza. —Me disculpo porque… no soy perfecta. No soy lo que pensabas... —Cuando me la chupaste ahora mismo, ¿me veías a mí... o...? Levanta sus ojos rápidamente hacia mí y, por un segundo, brillan con su propio fuego. —Te vía, Edward —gruñe enojada—. Te vi. Pero sabía… sabía que no te lo había contado, y me había prometido a mí misma que te lo diría primero, y como no lo hice… —Las lágrimas comienzan a caer de nuevo—, y me di cuenta de lo que estaba haciendo, como estaba… mintiéndote… Cierro los ojos y expulso una larga bocanada de aire por mis fosas nasales, inundado de alivio, rabia y tanta mierda que ni siquiera puedo... —No puedo compartirte, Bella —admito, mi voz temblando a pesar de mis esfuerzos por mantenerla firme—. Ni físicamente ni mentalmente. —Nunca me has compartido, Edward. Nunca. De ninguna manera. Trago fuerte, sintiendo como si todo el aire hubiera sido succionado de este apartamento. Mis manos tiemblan a mis costados, y durante unos segundos, pienso en lo fácil que sería calmar el temblor, quitar el ardor y atenuar todo hasta que simplemente lo olvide... —¿Edward? —Solo... —Cerré los ojos con fuerza—. Solo dame un minuto. Tengo que controlarme, lo sé. El problema es que no sé cómo. Murmuro la oración en mi mente, pero no funciona. Camino de un lado a otro como un animal enjaulado, rastrillando mi cabello, frotándome la cara con fuerza, pero nada de eso sirve. Hay un fuego, un infierno ardiente que arde dentro de mí, está en mis huesos y en mis venas, y solamente se me ocurren dos formas de apagarlo, y las quiero a ambas ahora mismo, con una necesidad abrasadora que tengo. No lo sentí en un tiempo. Quiero matarlo. Matarlo, y luego tomarme una copa, y el solo hecho de pensar en ello… solamente pensar en ello hace que mi sangre bombee, mi pulso se acelere. —Dime dónde encontrarlo. De repente, los brazos de Bella rodean mi espalda, sus manos se aplanan contra mi estómago y presiona su cabeza contra mi columna. —No, Edward. No. No voy a dejar que hagas esto. Me giro en sus brazos. Me mira con esa mirada aterrorizada en sus ojos otra vez. —¿Lo estás protegiendo después de lo que hizo? —rugí. —¡NO! ¡Quiero protegerte! —¿De él? —Resoplé con incredulidad. —¡No, Edward! ¡De ti mismo! Por favor, bebé —grita—. ¡Por favor, detente y piensa! ¡No puedes hacer esto! ¡Piensa en todos los problemas que causará! —¡A la mierda eso! —gruño, alejándome de ella—. ¿Estás bromeando? Me alcanza, pero levanto mi brazo fuera de su alcance. —Edward, por favor… —¡No! ¡No! ¡A la mierda eso! ¡No! Voy a lastimarlo, Bella —siseo—. Voy a... —Golpeo mis puños, la rabia se filtra en mis venas, coloreando el aire a mi alrededor en una negrura húmeda, oscura y absorbente. »Él te lastimó —digo con los dientes apretados, mi respiración es corta y superficial—. Te lastimó. Te usó. ¡Te compartió! —aúllo. —Edward —se ahoga—. Piensa en tu trabajo. Más importante aún, ¡piensa en Mel! —me grita—. ¡Piensa en Mel! Dejo caer la cabeza hacia atrás y lanzo un rugido largo y furioso que sigue y sigue. Mi puño conecta con la pared más cercana, y cuando lo retiro mis nudillos están manchados de sangre, paneles de yeso y pintura, y una parte de mí sabe que tengo que parar. Tengo que controlar esto. Pero ella es mía. Es mía y él la lastimó. Mi frente se apoya contra la pared mientras intento regular mi respiración, cuando siento nuevamente unos brazos cálidos alrededor de mi cintura. —Edward. —Oigo lágrimas en su voz otra vez mientras presiona su boca contra mi espalda, cálida y húmeda. »Lo lamento. Lo siento —repite en un susurro ahogado—, y entiendo si ya no me quieres, pero por favor, no dejes que esto socave tu control. Por favor, cariño. Por favor —suplica—. Piensa en Mel. Piensa en Emmett, Carlisle y tu hermana. Mel depende de ti, Edward. Por favor. Por favor, no pierdas el control por mi culpa. Mi corazón se detiene por completo. Cada último aliento se escapa rápidamente y me giro en sus brazos nuevamente. —¿Qué dijiste? Sus labios tiemblan, pero sostiene mi mirada. »¿Estás…? —Sacudo la cabeza—. ¿Estás… loca? ¿Si ya no te quiero? Y me odio a mí mismo. Me odio a mí mismo casi tanto como lo odio a él porque me doy cuenta: soy yo el pendejo por el que ella está aterrorizada en este momento. No él, sino yo. —Oh, cielos, nena. —La envuelvo en mis brazos, presionándola contra mi pecho tan completamente que puedo asfixiarla. Sus hombros se hunden y se queda inerte en mis brazos, llorando de nuevo. Así que la sostengo mientras ella me abraza, su toque vacilante e inseguro, y quiero aullar de nuevo. Juré que la protegería. Prometí ser el mejor hombre posible para ella y, en cambio, he... ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho aquí esta noche? —Bella. —Mi voz suena estrangulada en mis oídos—. Bella, abrázame fuerte. Su agarre solamente se aprieta minuciosamente, tembloroso e inseguro. —Por favor, Bella. Por favor abrázame fuerte. —Tomo sus manos, deslizo mis dedos entre los de ella y los guio debajo de mi camisa, sobre mis costillas. Tiene las manos frías, pero las mantengo ahí. Esperando. Cuando finalmente curva sus dedos alrededor de mi piel, exhalo contra su cabello. Me hace cosquillas en la nariz y presiono mi cara con fuerza contra ella. El calor inunda todo mi cuerpo mientras mi corazón late espasmódicamente. Pero está latiendo. Está latiendo y siente su corazón, y eso es todo lo que importa. Eso es todo lo que importa. —Bella... —Su cabeza está presionada contra mi pecho. La guío hacia arriba para mirarme a los ojos y sentir más autodesprecio de lo que jamás creí posible. Sus ojos hermosos, expresivos y generalmente brillantes parecen cautelosos y aprensivos. »Te amo, Bella. Nunca he dicho eso en voz alta. Carajo, creo que nunca lo he sentido realmente por nadie más que por mi familia, y ni siquiera por todos ellos. Y seguro que nunca pensé que alguna vez sentiría eso por una chica. Me estudia por un momento y luego comienza a llorar de nuevo, bajando la mirada, pero yo levanto sus ojos hacia los míos. —Una vez pensaste que estabas enamorada, pero yo nunca lo pensé, Bella. Nunca. Pero ahora… —mis fosas nasales se dilatan y mi garganta se aprieta—, no soy un hombre muy expresivo, y soy una mierda expresando mis pensamientos y sentimientos en palabras, especialmente cuando se trata de ti. Lo único que puedo hacer es mostrártelo, y ahora incluso lo he jodido. —No, Edward. —Niega con la cabeza. —¿Crees que porque me dices que te mintieron y manipularon, que se aprovecharon de ti, eso cambiará algo? ¿Después de la mierda que te he contado sobre mí, Bella? —Resoplo—. Ni siquiera puedo recordar la mitad de la mierda... quiero decir, ¿qué carajo? —Estás tan... enojado —solloza. —¡Estoy jodidamente furioso! No sé qué voy a hacer cuando lo vea. No lo sé, Bella. Realmente, no lo sé. —Aprieto y abro los puños nuevamente, todo mi cuerpo vibra ansiosamente. Traga y asiente, extendiendo la mano para acunar mi cara. Cierro los ojos, tratando de dejar que la calidez de su toque me calme, me calme como suele hacerlo. »Pero nada de esta ira es por ti, Bella. Te juro que no lo es. Ese maldito pedazo de basura… —gruño—, se suponía que él debía cuidarte, protegerte, amarte —siseo de manera desigual, cerrando los ojos con fuerza de nuevo, alejando las imágenes que nadan en mi cabeza—. Maldita sea, y él es tu jodido socio comercial, y ni siquiera puedo permitírmelo... si tuviera el dinero... —Shh. —Inclina su cabeza hacia arriba y presiona su boca suavemente contra la mía, consolándome ahora, y siempre es así. Siempre termina así: ella cuidándome. »No me importa eso —murmura contra mi boca—. Te tengo y todavía me quieres. Eso es todo lo que me importa. —Siempre te querré. Yo siempre… Ya ni siquiera puedo hablar. Dejo caer la cabeza, agotado mental y físicamente, y la acerco porque la necesito. La necesito con cada fibra de mi ser, y sus manos no son suficientes, ni mucho menos. Necesito sentir su cálido cuerpo junto al mío, y tal vez entonces… tal vez entonces… —Solo... carajo... —Respiro en su cabello—. Me calmaré. Solamente déjame abrazarte. Por favor, déjame abrazarte. Desliza sus brazos alrededor de mi cuello y se funde conmigo. —Estoy aquí, Edward. Estoy aquí. Y la ira… lleva un tiempo, pero siento que disminuye. No del todo, pero con cada segundo que pasa que Bella está en mis brazos, que sé que está a salvo, la furia se erosiona hasta el punto en que creo que puedo funcionar… donde puedo comenzar a respirar de nuevo. Ella calma a los demonios furiosos, siempre lo hará. Pero ella no siempre puede estar aquí a mi lado para hacerlo, y voy a volver a verlo. Y cuando lo haga, él pagará por lastimarla. Nota de la autora: ¿Qué piensas? Así que ahí lo tienes. Él lo sabe, y será mejor que Eli se cuide la espalda ahora.
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