Cheney y la Fuerza
22 de octubre de 2025, 10:37
Nota de la traductora: En esta traducción, se ha respetado el uso de palabras y expresiones en español que aparecían en el texto original en inglés. Estas palabras forman parte de la identidad cultural de los personajes y contribuyen a enriquecer la narrativa. Dado que Bella y Angie son de ascendencia latina, suelen incluir palabras en español en sus frases. Estas palabras estarán en cursiva. Por favor, tenlo en cuenta al encontrarlas.
.
Capítulo 29: Cheney y la Fuerza
Bella
.
Ben Cheney parece un buen tipo, quizá demasiado bueno.
Quiero decir, sonaba realmente amable por teléfono cuando lo llamé: muy entusiasmado por verme. Debería sentirme agradecida, especialmente porque es el primer agente de talentos que realmente me ha prestado atención desde que dejé el grupo de Felix. Sin embargo, su disposición tan inmediata me pone un poco en guardia. Fue muy fácil concretar esta reunión para esta noche cuando apenas lo llamé ayer. Además, faltan solo dos días para Acción de Gracias. ¿Qué clase de agente con un mínimo de respeto por sí mismo sigue reuniéndose con posibles clientes dos días antes de Acción de Gracias? Por lo general, hay que saltar por aros en llamas para conseguir una cita con un agente: soportar horas y horas de recordatorios por parte de sus asistentes sobre lo valioso que es su tiempo, sobre cómo uno debería agradecer a las estrellas por el simple hecho de que le hayan devuelto la llamada, y ni hablar de que le concedan una reunión. Y recibir una respuesta en época de fiestas… eso es una broma.
Pero llamé, y la asistente de Ben lo puso al teléfono en menos de veinte segundos, así que solo hay dos opciones: o Ben Cheney es increíblemente maravilloso; o está tan desesperado por conseguir clientes que acepta reunirse con cualquiera.
O quizás este negocio ya me está convirtiendo en una perra cínica, y ni siquiera he llegado a estar cerca de la categoría de Prima Ballerina como para justificar semejante actitud.
La oficina de Ben está en el centro de Brooklyn, en el sótano de una vieja casona de piedra rojiza, a unas cuadras del Barclays Center.
La oficina de Felix está en Midtown Manhattan, en el piso veinte de un reluciente rascacielos en la Quinta Avenida, justo frente a Bryant Park.
Mientras Edward y yo bajamos los estrechos escalones hasta el sótano y tocamos el timbre de estilo antiguo, recuerdo cómo me sentí la primera vez que fui a ver a Felix: emocionada, eufórica y honrada. Eli estaba conmigo ese día, y recuerdo haber pensado en la suerte que tenía de contar con un coreógrafo tan increíble a mi lado, de haber captado no solo su atención, sino también su afecto. En aquel entonces, Eli personificaba todo lo que yo creía amar del mundo de la danza: talento, estilo, una sensación intangible, irreal, que no podía explicar del todo, como si cuando bailábamos, el mundo nos perteneciera.
Mientras esperamos a que nos abran la puerta, levanto la vista hacia Edward, hacia esa virilidad y fortaleza contenida que simplemente emana de él, y con esa rápida mirada veo todo lo que no supe ver cuando Eli estaba a mi lado aquel día, tanto por ingenuidad como por ceguera. Edward es talentoso de muchas maneras; sus manos crean belleza a partir de los materiales más básicos, pero es su alma la que, a pesar de todas sus dificultades, ha conservado la capacidad de amar, y eso es lo que más me asombra. Su estilo masculino, rudo y directo es lo más sexy que he visto jamás. Quiero decir, Edward con su ropa de trabajo… Dios, no hay nada como eso. En cuanto a esa sensación irreal… no, no está aquí ahora. Esas sensaciones irreales están reservadas para cuando estoy en medio de un baile tan puro y tan mío que me pierdo en él, o para cuando Edward me hace el amor y me pierdo flotando en sus brazos en un éxtasis absoluto. Y así es como debe ser, porque tener a Edward a mi lado ahora se siente tan real, tan sólido y tangible como cualquier cosa que jamás haya imaginado.
Eli me llevó con Felix por la gloria, para que, si algún día triunfaba, él pudiera decir que fue quien me descubrió.
Edward está aquí con los hombros rígidos y la mandíbula apretada porque este mundo de danza, audiciones y agentes es nuevo para él, pero ha venido por la misma razón por la que yo lo acompañaré mañana por la noche a su reunión de AA: apoyo.
S & S
La oficina de Ben es una mezcla ecléctica de carteles de danza, fotos enmarcadas de lo que asumo son sus pocos clientes, y varios objetos de colección de Star Wars esparcidos por todas partes.
Miro hacia arriba, observando el enorme y oscuro póster de Darth Vader en plena batalla épica con su sable de luz contra… ¿cómo se llama? ¿Luke Skygrazer o algo así? Mientras tanto, Ben revisa mi portafolio y me hace preguntas, empujando sus gafas sobre su nariz cada pocos segundos y carraspeando con nerviosismo. Su cabello rizado y castaño cae sobre su frente, cubriéndole las gafas, y él se la pasa soplándolo hacia arriba, lo que, a su vez, empaña los cristales. Es inquieto, y su evidente incomodidad me hace dudar aún más, porque este es el hombre que se supone que debe conseguirme audiciones, hablar en mi nombre y abrirme camino. Felix podrá haber sido un imbécil, pero cuando hablaba, todos escuchaban. Su voz imponía respeto; sus costosos trajes y apariencia impecable exigían atención.
Ben no es desagradable a la vista; es bastante alto y delgado, y lleva unos bonitos pantalones de vestir azul… con unos Converse blancos y sucios en los pies. Su camisa blanca de vestir está arrugada y desabrochada en el cuello, y su cabello es un desastre salvaje sobre su cabeza. Pero mientras el cabello de Edward, aunque indomable, lo hace ver increíblemente sexy, como si el viento acabara de jugar en él o, más probablemente, un par de manos ansiosas, el de Ben simplemente da la impresión de que ha tenido un mal día y no le dio la gana de arreglarse.
Edward y yo estamos sentados juntos en un sofá de dos plazas, viejo pero cómodo. Lo miro de reojo mientras Ben sigue repasando su propio currículum y su limitada experiencia. Llevo un vestido, y Edward tiene una mano en mi rodilla, trazando pequeños círculos discretos sobre mi rótula. Su otra mano está entrelazada con la mía. Cuando siente mi mirada, me devuelve la mirada y arquea una ceja antes de señalar con el mentón un modelo redondo de Lego que descansa en la esquina del escritorio de Ben, atestado de papeles y fotos.
Inclino la cabeza de lado, entrecerrando los ojos para estudiar lo que parece ser un gran planeta circular con un cráter cerca del centro.
Cuando vuelvo a mirar a Edward, sus ojos están divertidos. Creo que me murmura «la Estrella de la muerte», pero no estoy segura, y no tengo la menor idea de qué demonios es una Estrella de la muerte, así que pongo los ojos en blanco al estilo Mel. Edward reprime una risa, disimulándola con un carraspeo.
Ben levanta la mirada y se detiene a mitad de frase.
—Lo siento, estoy divagando. ¿Alguno de ustedes tiene preguntas hasta ahora?
—No, no —respondo, sacudiendo la cabeza.
Ben sigue mirándome, y después de unos segundos, suspira profundamente y deja mi portafolio sobre su escritorio desordenado. Me pregunto en silencio qué probabilidades hay de que vuelva a encontrarlo.
—Isabella —comienza.
—Por favor, llámame Bella. —Sonrío. Aunque no creo que esta reunión lleve a nada, él parece un buen tipo.
—Bella. —Su sonrisa se relaja mucho más. No puedo evitar notar que cuando se suelta y se relaja, resulta mucho más encantador y menos desconcertante. Si fuera así todo el tiempo, tal vez podría llegar a verlo como alguien a quien consideraría como mi agente.
—Fuiste representada por Felix Arroyo. Solo puedo imaginar las diferencias que estarás notando ahora entre él y yo.
Mi cara se enciende. A mi lado, siento a Edward tensarse. Los círculos que dibujaba en mi rodilla se detienen de golpe.
Ben continúa antes de que pueda decir algo.
—Felix es… todo un agente. Tiene casi veinte años de experiencia, maneja talentos de alto nivel, además de una lista bastante impresionante de promesas en ascenso. Ser representada por Felix es todo un logro; ser quien lo dejó… —deja la frase en el aire.
Trago con dificultad.
—Tuvimos… diferencias artísticas.
Me mira sin pestañear, y de repente ya no parece el tímido, nervioso y crecidito trekkie o Vaderista o lo que sea que me pareció hace un momento. Ahora parece un hombre que sabe exactamente lo que quiere decir, pero que también sabe que necesita unos segundos para encontrar las palabras adecuadas.
Y me pregunto cuánto sabe. Cuánto ha dejado salir Felix sobre lo que pasó…
Cierro los ojos con fuerza y me pongo de pie.
Edward se levanta conmigo.
—Ben, gracias por tu tiempo, pero no creo que esto…
—Bella, por favor, no te vayas. Solo dame una oportunidad.
—Mira, estoy segura de que eres una gran persona, pero…
Ben mira a Edward con desesperación.
—Edward, ¿te importaría darnos unos minutos a Bella y a mí?
—Sí, sí me importaría —responde Edward con un filo cortante en la voz, apretando con fuerza mi mano—. ¿Estás lista? —me pregunta. Asiento, y con su otra mano en la parte baja de mi espalda, nos guía hacia la puerta.
Ben murmura una maldición en voz baja detrás de nosotros mientras Edward abre la puerta para que yo salga. Pero justo cuando doy un paso afuera, él grita:
—¡Felix Arroyo es un imbécil que no merece ni una maldita onza de la reputación que se ha construido! Bueno, tal vez una onza, pero eso es todo.
Me doy la vuelta de golpe.
Ben tiene los puños apretados a los costados. Sus gafas cuelgan torcidas sobre su nariz, su tez pálida está enrojecida, y su pecho delgado sube y baja agitadamente.
»Te ha puesto en una lista negra… bueno, no exactamente en una lista negra porque estamos en el 2014 y no en el Hollywood de la posguerra, sino en un New York preapocalíptico, pero ese es otro tema —balbucea—. Digamos que ha dejado vagamente claro a algunos de los nombres importantes que no deberían trabajar contigo.
Por lo que me parece una eternidad, simplemente me quedo ahí parada. Mis piernas, usualmente fuertes, se sienten como gelatina. Estoy tan agradecida de que Edward esté aquí porque prácticamente me estoy apoyando en él con todo mi peso mientras sus manos me rodean la cintura, evitando que me desplome sobre la alfombra manchada.
—¿Qué? —logro preguntar con un hilo de voz.
—Mira, no tengo idea de lo que pasó entre Felix y tú o con los otros que él ha considerado «indignos», y no voy a preguntarlo; no es mi trabajo. Mi trabajo, si decides dejar que te represente, es ponerte en el mapa, conseguirte audiciones para que puedas ser contratada y darlo todo para que tu talento sea apreciado como se merece —sisea, y de repente es una persona completamente diferente a la que vi cuando entramos—. Pero creo que mereces saber a lo que te enfrentas, trabajemos juntos o no.
Sostengo su mirada sincera y luego miro a Edward. Sus fosas nasales se dilatan, pero no dice nada; no grita ni maldice como lo habría hecho el Edward que conocí al principio. Oh, puedo verlo en sus ojos, está desesperado por soltar un rugido, y estoy tan agradecida por la contención que está mostrando, porque necesito llegar al fondo de esto, y no podré hacerlo si Edward pierde el control ahora.
—¿Quieres esperarme afuera? —le pregunto en voz baja.
Respira hondo.
—Bella, a menos que tú quieras que espere afuera, me quedo aquí contigo.
Sonrío levemente y le aprieto la mano, y con un gran suspiro, nos guío de regreso al sofá. Ben nos observa sentarnos.
—¿Qué hago? —pregunto finalmente.
Ben se apoya contra su escritorio y cruza los tobillos con aparente despreocupación, metiendo las manos en los bolsillos.
—Bueno, lo primero es lo primero. La audición en la que estuviste el fin de semana… es martes por la noche ahora, y sé con certeza que la producción está atrasada y que están buscando tomar una decisión rápidamente.
—Probablemente ya escogieron a alguien más —digo, sintiendo cómo mi corazón se hunde hasta los pies. No era una gran producción, pero de verdad pensé que tenía una oportunidad.
—No, aún no lo han hecho —responde Ben—. Después de que me llamaste ayer, hice algunas llamadas y averigüé que todavía están «considerando sus opciones». —Sonríe burlón, haciendo comillas en el aire antes de volver a meter las manos en los bolsillos.
—¿Hiciste llamadas por mí incluso antes de que nos conociéramos?
—Bella, solo quería tener una mejor idea del talento que estaría manejando si decides trabajar conmigo. Por favor, no te sientas obligada en ningún sentido. Si decides irte sin asociarte conmigo, simplemente les diré que te contacten directamente o que llamen al nombre que me des cuando me devuelvan la llamada.
—¿Dijeron que te devolverían la llamada?
Saca las manos de los bolsillos y cruza los brazos sobre su pecho; luego vuelve a cruzar los tobillos.
—Puede que no trabaje en una oficina lujosa en Manhattan, pero no estoy completamente sin conexiones, Bella. Estoy esperando su respuesta en este momento.
Me quedo ahí, atónita, sin palabras. Puedo sentir la mirada de Edward sobre mí, su mano firme aferrada a la mía, transmitiéndome su fuerza.
—Mira —dice Ben, su tono cambiando de nuevo de seguro y en control a la ansiedad que mostró cuando llegamos—, no tienes que decidir ahora mismo. Mientras tanto, conozco a alguien que trabajó en las audiciones y ha accedido a enviarme una copia de la tuya, solo para que tenga una imagen más clara de lo que estamos tratando. Basándonos en lo que me digan cuando me llamen, tú y yo podemos volver a hablar. Pero, consigas el papel o no, Bella, por favor, no te sientas obligada. Para que esta relación funcione —señala entre él y yo, y luego lanza una mirada cautelosa a Edward antes de volver a mí—, tiene que haber confianza y un deseo mutuo de trabajar juntos. Yo tengo que confiar en que quieres trabajar conmigo, y tú tienes que confiar en que haré todo lo posible por ti.
Asiento.
—Ben… si no te molesta la pregunta, ¿cuántos clientes representas actualmente?
Traga saliva.
—Serías la cuarta.
Muerdo mi labio y asiento lentamente otra vez.
—Mencionaste… a otros como yo, a quienes Felix ha puesto en la lista negra.
Frunzo el ceño y escucho la exhalación brusca de Edward a mi lado, sintiendo su cálido aliento contra mi mejilla.
—No puedo decirte quiénes son, Bella. No querrías que tu nombre saliera en una conversación así, ¿cierto?
Bajo la cabeza y la sacudo.
—No, no querría —admito.
De repente, Ben da un par de pasos y se arrodilla frente a nosotros. Alzo la vista y me encuentro con unos ojos azules suaves, amables y, de cerca, mucho más inteligentes de lo que les había dado crédito antes.
—Hey, no dejes que esto te desanime, Bella. Sí, Felix es poderoso, pero todo se trata de convencer a una o dos personas adecuadas de que te den una oportunidad. Una vez que te pongamos ahí afuera, no importará lo que el gran Felix Arroyo tenga que decir. —Sonríe con burla—. ¡Vas a superarlo! —me anima, y luego suelta con entusiasmo—. ¡La Fuerza está contigo! —exclama con un estallido de energía—. Piensa en Arroyo como el Emperador Palpatine y en la lista negra como la Estrella de la muerte, y nosotros tres somos la Alianza Rebelde que la va a hacer volar en pedazos y acabar con el lado oscuro.
Lo miro en blanco. Luego miro a Edward.
Él sonríe de lado y señala con la cabeza el planeta redondo de Lego otra vez.
—La Estrella de la muerte.
S & S
—Estás muy callado —le señalo a Edward durante el trayecto de diez minutos de regreso al estudio, donde Mel está con Angie.
Cuando se queda en silencio de esta manera, sé que está sumido en pensamientos profundos.
Suspira, con la mirada fija en el parabrisas mientras maneja con una mano y con la otra sostiene la mía, aferrándola con firmeza.
—Estoy formulando mi propia lista negra en la cabeza. —Una sonrisa fría se curva en las comisuras de su boca.
—Edward.
Suelta una risa baja, pero no tiene ni una pizca de humor.
—Me alegra que al menos puedas fingir que es una broma —le digo—. Realmente no estoy tan sorprendida, Edward. Lo sospechaba… en las últimas audiciones… algo se sentía raro. Al menos ahora sé lo que está pasando, y ¿sabes qué? Le creo a Ben cuando dice que podemos superar esto. Felix tiene influencia, pero no lo controla todo.
Y mientras lo digo, realmente lo creo, porque ¿qué es lo peor que podría pasar? Pase lo que pase, seguiría teniendo a Edward y a Mel.
Y a mi estudio.
Sí, tengo mi estudio, con mis niños que me miran como si ya hubiera actuado en todos los grandes escenarios del mundo, niños que ponen su corazón y alma en cada movimiento, incluso cuando esos movimientos son torpes y no tan gráciles. Pero son reales.
Y estoy empezando a darme cuenta de lo mucho mejor que es lo real que…
Edward estaciona la camioneta y se gira hacia mí. Me había perdido tanto en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que ya habíamos llegado.
Sus ojos verdes están oscuros y encendidos.
—No voy a fingir que, si alguna vez veo a ese hijo de puta de Felix, no me costará no estrellarlo contra una pared, pero él no es el primero en mi lista —gruñe, con las fosas nasales ensanchándose. Se toma un segundo para apartar la mirada y respirar hondo antes de volver a fijar sus ardientes ojos en mí—. El otro… ese es el que decía que se preocupaba por ti, el que debería haber estado protegiéndote y asegurándose de que bastardos como Felix nunca te pusieran un dedo en encima —Se interrumpe y desvía la mirada otra vez, luego, de repente, me jala hacia sus brazos, enterrando su rostro en la curva de mi cuello.
Medio minuto después, lo siento relajarse, sus hombros se sueltan y respira profundamente, dejando suaves besos en mi mejilla.
—¿Mejor? —pregunto.
Resopla.
—Sabes cómo me pongo.
—Lo sé, Edward. Pero si se aparece en la obra… o en el estudio, solo ignóralo, bebé, ¿sí? —Me aparto un poco y lo miro a los ojos—. Él es parte del pasado. No importa. Solo te queda un mes en esos lofts, y luego tú y Emmett van a empezar ese otro trabajo que me contaste, y después, con suerte, la construcción del edificio de oficinas. Él no es nada en el gran esquema de las cosas, ¿sí?
Edward me sostiene la mirada, pero no responde.
S & S
Angie y yo estamos sentadas al frente mientras la pongo al tanto de todo. Edward está cubriendo con plástico las dos habitaciones traseras del estudio, las que va a remodelar. Mel está en el estudio uno, con la música a todo volumen, practicando los pasos que repasamos ayer. Ya estamos entrando en las rutinas para los recitales de mayo. Entre los recitales y las competencias que comienzan en marzo, la temporada de primavera es un caos total. Y si por algún milagro llego a conseguir el papel para el que audicioné…
Suspiro mientras observo a Edward trabajar, los músculos de sus brazos flexionándose con cada martillazo, descargando su frustración. Su camisa se levanta un poco mientras estira el plástico, dejando al descubierto la parte baja de su espalda y la tinta oscura allí…
—Pero ¡qué hijo'e la fruta madre que le parió ese Felix! —Angie hierve de furia a mi lado—. No entiendo cómo sigues aquí sentada, Nena, porque si fuera yo, ya me habría montado en el próximo tren a la City, habría irrumpido en ese edificio, subido ese elevador —mientras habla, mueve la cabeza y el dedo índice de lado a lado—, ¡habría entrado como una tormenta en esa oficina de la crika y le habría metido el pie por el culo! —remata con un dramático giro de cabeza y dedo.
—¡Shh! —frunzo el ceño, tratando de callarla—. Edward ya está lo bastante alterado, y Mel no necesita enterarse de nada de esto.
—Chica, ya me imagino. ¡Papichulo debe estar que explota! ¿Qué espera para meterle una gaznatá a ese come mierda de Eli?
—¡Shh! ¡Angela, por favor! ¡No le metas más ideas en la cabeza! ¡No viste lo molesto que estaba este fin de semana cuando le conté todo!
—Ay, Bellita, ¡por supuesto que está molesto! ¡Ningún hombre quiere escuchar que un imbécil, pendejo, maricón lastimó a su mujer! ¡Eli se merece que le partan la cara! Hace tiempo que quiero hacerlo yo misma. Ahora que Edward sabe todo, tal vez él y yo podríamos…
—¡Angie, ya basta! —digo con firmeza—. Ya no somos niños. Que Edward descargue su ira solo le traería problemas.
No le he contado a Angie sobre el alcoholismo de Edward, y no pienso hacerlo a menos que él diga que está bien. Y sé que Angie en realidad no quiere que Edward le dé una paliza a Eli. O sea, en teoría sí, pero no en la práctica. Solo está desahogándose, sin darse cuenta del frágil equilibrio en el que Edward se mantiene con su temperamento y su adicción.
En la investigación que he hecho, he leído que el alcoholismo exacerba el temperamento, y probablemente por eso Edward tiene una mecha tan corta. El hecho de que lleve menos de un año sobrio aún mantiene su sistema en una especie de caos, lo que hace que le cueste más controlarse. Estoy ansiosa por asistir a algunas reuniones con él y conocer a Carlisle mañana en su reunión de AA de los miércoles. Quiero aprender todo lo que pueda sobre su enfermedad, y sí, sé que al final del día la mayor parte del trabajo recae sobre él, pero quiero ayudarlo en lo que pueda.
Desafortunadamente, con todos estos malditos problemas, estoy empezando a sentir que soy más una carga que un apoyo para su bienestar.
—Está bien, Bellita, lo dejo —Angie hace un puchero. Pero luego, con más entusiasmo—: Ahora cuéntame más sobre el fin de semana… lo bueno —se ríe con picardía—. ¿Fue tan increíble como pensabas?
Me hace reír la facilidad con la que puede cambiar de tema.
Pero frunzo los labios, entrecerrando los ojos porque está siendo demasiado curiosa.
—¡Dios, sí! ¡Mejor! ¡Mil veces mejor de lo que jamás imaginé!
Angie se ríe tan fuerte que Edward se gira a mirarnos. Le sonrío y le lanzo un beso. Entonces Angie empieza a soplarle besos con ambas manos, como si fuera una diva de ópera agradeciendo a su público. Edward sacude la cabeza, divertido, y vuelve a su trabajo.
—¡Dime, dime, dime! ¡Dime detalles, mi amor! —exige, rebotando en su asiento y estirando las manos en un gesto de «dámelo todo».
—¡Vete p'al carajo! ¡No voy a entrar en detalles!
—¿Me estás jodiendo? —se queja, rebotando de indignación—. ¿Me vas a decir que llevo meses esperando el 4 -1 -1 (15) de cuando ustedes dos finalmente se dieran con todo y ahora no vas a soltar nada? ¿Qué clase de mejor amiga eres? —Me empuja, y me río.
—Primero que nada, no fue «darnos con todo». —Frunzo el ceño—, fue hacer el amor. Y segundo, no, no voy a contarte.
—Hacer el amor —se burla con una sonrisa cínica. Pero luego su sonrisa se desvanece y me mira con una expresión diferente—. ¿Hicieron el amor? Bellita, ¿tú y Papichulo están enamorados? ¿Enamorados de verdad?
Sonrío ampliamente.
Ella suelta un chillido y me envuelve en sus brazos, riendo a carcajadas.
—¡Dios mío, estás enamorada! —grita—. ¡Estás enamorada!
Edward se detiene otra vez y nos observa.
—Papichulo, ¡tú y mi Bellita están enamoraaaados!
La empujo, ella me empuja de vuelta, y Edward nos mira. Con una risa baja, sacude la cabeza y vuelve a su trabajo.
S & S
Después de unos minutos, Angie y yo nos unimos a Mel en el Estudio uno. Las tres comenzamos a bailar juntas, practicando lo que hemos enseñado hasta ahora de la rutina. Estoy en medio de mostrarle a Mel cómo va a ir el resto cuando la puerta del salón se abre y Edward entra, seguido por Ben.
—Ben, ¿qué pasa? —pregunto, acercándome rápidamente a él. Mi corazón comienza a latir con fuerza porque esto solo puede ser una noticia muy buena o muy mala.
Él levanta las manos con las palmas hacia arriba.
—Antes de que te emociones o te preocupes, todavía no he escuchado nada concreto. Solo quería ponerte al tanto de lo que sé hasta ahora.
—Oh. Está bien.
Por el rabillo del ojo veo a Angie y a Mel a cada lado de mí, así que hago presentaciones rápidas, ansiosa por llegar a las noticias de Ben.
Ben sonríe a Mel, y luego creo que también le sonríe a Angie, pero su cara se contrae en una expresión extraña, como una especie de sonrisa temblorosa, así que no estoy segura de qué está haciendo.
—Tú, eh… ¿también eres bailarina? —le pregunta a Angie, empujando sus gafas sobre su nariz. Los rizos vuelven a caerle sobre los ojos, y me pican las manos por quitárselos de la cara. ¿Cómo puede siquiera ver?
—Más o menos, Papi, pero no de manera profesional. Solo enseño aquí. —Se encoge de hombros, cruzando los brazos sobre el pecho. Noto cómo los ojos de Ben bajan un segundo antes de volver a subir rápidamente mientras ajusta sus gafas.
—Oh. Porque, ehm… ehm… si necesitaras un representante… ya sabes, yo podría…
—Sí, sí, podría representarte —termino por él, con tono impaciente, porque vamos, me estoy muriendo por saber—. ¿Qué noticias tienes, Ben?
Ben la sigue mirando por unos segundos más antes de empujar sus gafas una vez más y meter las manos en los bolsillos, volviendo la atención hacia mí. Edward aparece a mi lado y empuja suavemente a Mel hacia delante para ponerse él a mi lado y deslizar su brazo alrededor de mi hombro.
—Recibí la copia de tu audición que me iba a enviar mi contacto. Es… de lejos… una de las mejores audiciones que he visto —dice, casi sin aliento.
Su expresión me hace sonreír mientras Edward besa mi sien y murmura:
—Por supuesto que lo fue.
Mel asiente con vehemencia.
—¡Obvio que sí! —dice Angie.
Ben la mira.
Carraspeo.
—Oh. Bueno, así que llamé nuevamente a la junta porque, honestamente, no entiendo qué es lo que está demorando la decisión en este punto. Dijeron que están haciendo las determinaciones finales, pero Bella, te lo juro, si no consigues este papel, van a tener que lidiar seriamente conmigo, ya sea que me tomes como tu agente o no —dice, visiblemente indignado.
—Gracias, Ben. —Sonrío con genuina gratitud, porque sí, me siento cómoda con este tipo dulce y un poco nerd representándome—. Creo que… puedo decir honestamente que, sin importar cómo termine esto, me sentiría orgullosa de que fueras mi agente.
Su sonrisa ilumina toda su cara. Suspira, se sopla el cabello fuera de los ojos y vuelve a ajustarse las gafas.
Cuando se va, Angie se gira hacia mí.
—Coño, nena, ¿por qué no me dijiste que tu nuevo agente estaba buenísimo?
—¿Quién, Ben Cheney? —me burlo.
—¿Viste esos rizos dulces cayéndole sobre la frente? ¿Y qué lindo se veía cuando se puso todo molesto? Como un adorable y nervioso leoncito. —Imita sonidos de león bebé y araña el aire con las manos—. Y cada vez que empujaba sus gafas… oh, cielos, yo le habría ayudado a quitárselas de la cara… con la lengua.
—¿Ben Cheney? —repito incrédula.
—Oye, no es Papichulo —dice con una sonrisa burlona, levantando las palmas y señalando con la barbilla a Edward—, pero ya sabes lo que dicen de los nerds.
Levanto una ceja, esperando.
—Que siempre llevan sus reglas de treinta centímetros con ellos.
Entonces se deshace en carcajadas y se aleja meneando las caderas.
S & S
—Punta-tap, Atrás-adelante, Punta-tap, Atrás-adelante
Después de que Angie se va y Edward empieza a empacar sus herramientas, Mel y yo seguimos practicando solas.
De repente, ella se detiene a mitad de paso, con las manos en las caderas, y me mira.
—Bella, ¿qué está pasando con tu exnovio y tu antiguo agente?
El talón de mi pie derecho se congela a mitad de un paso.
Mi primer instinto es decirle que no es nada, que no tiene por qué preocuparse y que personas como Felix y Eli no afectan su vida.
Pero algún día (y probablemente más pronto de lo que imagino) Mel empezará a conocer chicos… chicos que eventualmente se convertirán en hombres… y cuando lo haga, quiero que tenga la confianza para defenderse y seguir su corazón sin importar lo que digan los demás.
—Ven —le digo, sonriendo y señalando con la cabeza la pared de espejos. Camino hasta ahí y me deslizo hasta el suelo, apoyando la espalda contra el espejo frío. Mel me sigue. Doblo las piernas y las rodeo con mis brazos, disfrutando la suavidad de mis calentadores de piernas contra mi piel. Mel hace lo mismo, observándome con expectación.
Con un largo suspiro, empiezo.
—Hace unos años, cuando conocí a Eli y a mi antiguo agente, hice algunas cosas de las que no me siento orgullosa. Me dejé convencer de que ciertas cosas estaban bien, incluso que eran divertidas, cuando en el fondo de mi corazón no era lo que sentía. Y aunque era joven, no puedo culparlos completamente, pero al mismo tiempo, ellos aprovecharon sus posiciones en ese entonces y todavía lo están haciendo ahora.
—Así que cometiste errores. —Se encoge de hombros.
—Sí, lo hice.
—Mamá solía decirme que todo el mundo comete errores. Que nadie es perfecto. Que lo que importa es cómo intentamos corregir esos errores.
—Tu mamá tenía razón. —Sonrío—. Desafortunadamente, a veces nos toma un tiempo de siquiera empezar a intentar arreglar nuestros errores.
—Como el tío Edward con su bebida.
Respiro hondo, observando a esta hermosa niña que sabe mucho más de lo que le damos crédito. No, no debería ser tratada como una niña pequeña, pero al mismo tiempo, siento que es mi responsabilidad ayudar a preservar parte de su inocencia, porque sé demasiado bien que cuando la pierdes por completo, nunca recuperas algo.
—Sí, como tu tío con la bebida. Pero tu tío lo está intentando ahora; está dando lo mejor de sí, y eso es lo que importa.
—Lo sé —asiente pensativa—. Ya ni siquiera toca la botella debajo del lavamanos.
—¿Qué botella debajo del lavamanos?
—Solía guardar una botella debajo del lavado del baño —susurra, desviando la mirada hacia la puerta cerrada antes de volver a mí—. La escondía en la caja del Drano, pero yo la medía cada noche para asegurarme de que nunca la bebiera.
Quiero llorar. No porque esté decepcionada de Edward, sino porque me doy cuenta de lo poco que sé sobre su lucha, de lo difícil que debe ser si tenía, o tiene, una botella escondida debajo del lavado del baño.
Y Dios… Mel midiendo esa maldita botella noche tras noche.
Cierro los ojos y trato de respirar entre labios fruncidos, mis piernas temblando tanto que tengo que apretarlas fuerte para que no sea tan evidente.
—No te enojes con él —Mel suplica en voz baja—. Te juro que no la ha tocado en mucho tiempo. Sé cuándo algo ha sido movido, y no la ha tocado. ¡Por favor, no te enojes con él! No debería haber dicho nada.
Abro los ojos y trago el nudo en mi garganta, envolviéndola en mis brazos.
—Shh, no estoy enojada con él —digo con voz temblorosa—. Estoy orgullosa de él por nunca haberla bebido.
—Yo también —susurra.
Mi corazón se rompe de nuevo, por una niña que nunca está segura de qué debería decir y por un hombre que todavía está aprendiendo a lidiar con todo.
—Mel, siempre puedes hablar conmigo —le aseguro, sosteniéndola.
Ella sonríe levemente.
—A veces suenas como mi mamá.
Me río.
—No soy tu mamá, pero me encantaría que me vieras como alguien en quien confiar… como una hermana mayor.
Mel me mira horrorizada.
—Eew, ¡no puedes ser mi hermana mayor! ¡Estás saliendo con mi tío! Si fueras mi hermana mayor, entonces el tío Edward también sería tu tío y eso sería… ¡asqueroso!
Estallo en carcajadas, escondiendo la cara entre las rodillas para intentar calmarme.
—¿Y qué tal mi tía? —pregunta Mel de repente.
Dejo de reír y la miro. Tiene una sonrisa traviesa.
»Igual serás la tía Bella cuando te cases con el tío Edward.
—Mel —siseo, solo de pensar en que Edward no necesita esta presión extra—, ni se te ocurra decir eso frente a…
Edward abre la puerta y entra.
—¿Listas para irnos?
La sonrisa de Mel se ensancha mientras me mira a mí y luego a Edward.
—¡Mel!
—¿De qué hablan ustedes dos? —pregunta Edward, entrecerrando los ojos.
—Nada, tío Ed. Solo charla de chicas. No metas la nariz donde no te llaman.
—Mel —la reprendemos Edward y yo al mismo tiempo.
Ella pone los ojos en blanco.
—Lo siento, lo siento.
S & S
(15) El 4-1-1 es una referencia a la línea telefónica de información en ., que antes se marcaba para obtener datos, como direcciones o números de teléfono. Con el tiempo, se convirtió en una expresión coloquial para referirse a información en general, especialmente en el contexto de chismes o noticias jugosas.
S & S
*Palabras originalmente en español: (también conocido como maldiciones en español a la Angie):
Pero ¡qué hijo'e la fruta madre que le parió ese Felix!
Crika – Regionalismo usado en las islas del caribe para vulva/coño.
Chica, ya me imagino
Papichulo
Meterle una gaznatá a ese come mierda de Eli – Siendo gaznatá (gaznatada) una bofetada, golpe en la cara.
Pendejo, maricón
¡Dime, dime, dime! ¡Dime detalles mi amor!
¡Vete p'al carajo!
Coño, nena