Capítulo 10
22 de octubre de 2025, 10:38
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CAPÍTULO 10
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—¿Pasaste un buen día con tus amigos? —preguntó Alice, dejándose caer a mi lado en el sofá.
—Sí, lo hice. —Sonreí—. Gracias.
—Sabes, cuando termine este lugar, deberías invitarlos.
—No sé. —Fruncí el ceño y jugué con el cordón de mis pantalones de pijama—. Edward dijo que no podía invitar a nadie a menos que él diera el permiso.
—¡Bah —Alice agitó la mano—. Probablemente fue porque aún no te conocía. Quiero decir, podrías haber estado organizando fiestas enormes y destrozando este lugar mientras él no está, ¿no? Hablaré con él al respecto. Además, ¡me gustaría conocer a tus amigos!
—Creo que les agradarías. —Sonreí.
—¡Oooh, mira! ¡Nuestros chicos! —Alice señaló la pantalla de televisión mientras se anunciaba la alineación titular de los Cardinals. Sabía que cuando ella decía «nuestros chicos», se refería al equipo, pero no pude evitar sonrojarme al recordar la forma en que Edward me había dicho que había estado tratando de coquetear conmigo. Quiero decir, ¿podría ser que él estuviera interesado en ser «mi chico» como Jasper lo era para Alice?
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.— Ella sonrió.
—¿Por qué tú y Edward tienen apellidos diferentes?
—Tenemos padres diferentes —Alice se encogió de hombros—. Doc Cullen es el tercer marido de mi madre. El padre de Edward era un tipo muy malo. Solía tratar muy mal a Edward y a nuestra madre. Ella lo dejó y se divorció, y unos años después conoció a mi padre. Luego llegué yo y… Todos fuimos muy felices durante un tiempo.
—¿Qué pasó?
—Mi papá murió en un accidente automovilístico.
—¡Lo lamento!
—Yo tenía solamente cuatro años en ese momento —Alice sacudió la cabeza—. Cuando mamá conoció a Doc Cullen, nos mudamos a Washington para vivir con él y su hijo, Emmett. Mi madre no tenía mucha prisa por casarse de nuevo, así que estuvieron juntos unos cinco años antes de que él finalmente la convenciera de casarse. Doc se ofreció a adoptarnos a Edward y a mí, a darnos su apellido. Edward decidió que prefería ser un Cullen ya que su propio padre era un pendejo, pero a mí me gustaba la idea de seguir siendo una Brandon.
—Esa es una historia bastante interesante.
—Me alegro de haber tomado esa decisión —dijo Alice sonriendo—. No es que no ame a Doc. Es mi padre, pero no me gustaría que el nombre de mi hermano estuviera asociado a mi negocio de diseño. Emmett tiene esposa e hijos y dirige su propia empresa de construcción, y la gente siempre le pregunta si es pariente de Edward. Supongo que es porque Edward jugó para los Marineros y la gente sabe que somos de esa zona. De todos modos, nunca sabría si la gente querría contratarme por mi conexión con Edward o si me querían por lo que soy... No quiero aprovecharme de su éxito. Voy a mantener mi nombre después de casarme con Jasper también. Por la misma razón.
—Parece que lo tienes todo resuelto.
—Ya te lo dije. A veces sé cosas. Por ejemplo, ¡supe que me iba a casar con Jasper en el momento en que lo vi!
—¿Y puedes ver el resultado de este juego? —dije bromeando y señalando el televisor.
—¡Vamos a ganar! —Alice sonrió.
Resulta que Alice no lo sabe todo. Los Cardinals perdieron por un marcador abultado. Fue casi vergonzoso.
—Supongo que debería estar contenta de que Edward no esté en casa mañana. —Suspiré y apagué la televisión—. Se pone de muy mal humor cuando el equipo pierde.
—Jasper también lo hace —Alice hizo una mueca—. Pero lo llamaré por FaceTime más tarde, cuando haya tenido tiempo de volver al hotel. ¡Siempre se siente mejor cuando le muestro mis tetas!
—¡Ay, cielos! —Gemí riendo.
—Su entrenador va a reestructurar el bullpen y mañana estarán en mejor forma —Alice dijo encogiéndose de hombros—. Esta noche perdieron el control en el montículo.
—Mañana es un partido de día, ¿verdad?
—Sí. El lanzamiento inicial es a la 1:15. —Alice asintió—. Me voy arriba. ¡Te veo mañana!
—Diviértete con tu videochat —dije sonriendo.
Al final del partido del sábado, tenía la sensación de que Alice iba a tener que mostrarle a Jasper mucho más que sus pechos para sacarlo de su mala racha. Los Cardinals perdieron contra los Dodgers una vez más. A Jasper le contabilizaron un error durante el partido y Edward casi fue sacado del campo después de discutir con el árbitro por un mal lanzamiento. Fue horrible.
No escuché a Edward llegar a casa el sábado por la noche, pero yo estaba vestida y lista para el domingo temprano por la mañana. No estaba segura de a qué hora Edward querría tener la charla que había prometido, pero tenía la necesidad muy femenina de lucir lo mejor posible. Me había rizado el cabello en suaves ondas y llevaba una linda minifalda con una blusa azul (sabía que a Edward le gustaba el azul) junto con un par de bailarinas.
Para el mediodía, era evidente que Edward tenía la intención de dormir hasta tarde. Cuando todavía no había dado señales de vida, ya no pude ignorar el rugido de mi estómago. No quería hacer ruido en la cocina y arriesgarme a despertarlo después de que acababa de regresar de un agotador viaje, así que me cambié rápidamente a un cómodo par de pantalones cortos y sandalias, recogí mi cabello en una cola de caballo, agarré mi bolso y salí por la puerta.
Para las 2:00 pm, parecía un completo desastre. Aparqué en el garaje y lancé una mirada fulminante a la molesta bolsa de comida para llevar de Taco Bell que estaba en el asiento del pasajero de mi camioneta. El estúpido aire acondicionado seguía sin funcionar, y el oxidado vehículo casi se había recalentado mientras estaba en la fila del autoservicio. Seguía teniendo hambre, pero ahora tenía el trasero empapado por haber manejado en un calor de treinta y dos grados centígrados. El rímel estaba corrido debajo de mis ojos, mi cara estaba roja, y mi cabello, sudado y pegado al cuello. Y ahí estaba Edward, de pie en la puerta, gloriosamente sin camisa, mirándome con una extraña mezcla de emociones en el rostro. Por más que lo intentara, no podía ni empezar a adivinar qué estaba pensando.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser tan hermoso? Incluso recién salido de la cama, con el pelo parado en todas direcciones y necesitando urgentemente una afeitada, se veía increíble con solo una pantaloneta deportiva. Esperaba verme bonita cuando me volviera a ver, y ahora... Uf. Me veía y me sentía asquerosa. También estaba bastante segura de que olía tan mal como uno de los burritos de frijoles empapados que humeaban en el fondo de la bolsa a mi lado.
—¿Hola? —saludé torpemente a Edward mientras salía de la camioneta y caminaba hacia él, aunque deseaba poder correr y esconderme—. ¡Bienvenido a casa!
— ¿Qué es eso? —Edward frunció el ceño.
—¿Taco Bell? —Levanté la bolsa arrugada en señal de interrogación.
—¡No! ¡Eso! —Edward señaló con el dedo hacia un lado y me di vuelta para ver lo que parecía ser vapor saliendo del capó redondeado de mi camioneta.
—Ahh —gruñí—. Hace mucho calor. Olvidé ponerle más refrigerante.
—Te olvidaste de dispararle y acabar con su sufrimiento —respondió Edward.
—Sé amable. —Fruncí el ceño—. Es un clásico.
—¡Un clásico pedazo de mierda!
—¡Oye! —Insultada, entrecerré los ojos y me mantuve firme—. Para tu información, mi padre compró esa camioneta cuando yo tenía quince años. Le encantaba y pensaba arreglarla, pero se enfermó y no pudo.
—El valor sentimental no te salvará si ese auto se estropea mientras lo estás conduciendo.
—Esta cosa es un tanque —argumenté—. ¡Nunca me ha fallado!
—Bueno, no me gusta. —Edward cruzó los brazos sobre el pecho e inclinó la cabeza de una manera arrogante y superior que me hizo apretar los dientes.
—En realidad no me importa lo que te guste —sentí que mi voz se elevaba—. ¡No es asunto tuyo lo que yo conduzco!
—¡Ni hablar! —Edward bajó los brazos y dio dos pasos hacia mí. Algo en la expresión de su rostro me dijo que debía dar un paso atrás, pero no lo hice—. ¡Cuando trabajas para mí y vives en esta casa, tu seguridad es mi responsabilidad!
—Da igual —resoplé, pasándolo de largo para entrar en la casa. No era así como me imaginaba que sería cuando Edward regresara—. ¿Sabes?, eres muy parecido a esa camioneta —dije por encima del hombro—. ¡Grande, de color óxido y echando vapor! ¡Encuéntrame más tarde, cuando hayas decidido no descargar tu mal humor conmigo!
Teniendo en cuenta el tiempo que me llevó comerme el almuerzo, uno podría pensar que esos burritos de frijoles eran una comida de siete platos. Después, me di una ducha y me pinté las uñas de los pies. Luego terminé el último capítulo del libro que había estado leyendo. Finalmente, cuando no pude pensar en nada más que hacer para ayudarme a evitar a Edward, volví a subir las escaleras. Encontré al hombre sentado en su gran sofá de cuero, mirando un partido de béisbol.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Edward.
—¿Y tú? —respondí desde la puerta—. ¿Cómo sabías que yo estaba aquí?
—Puedo ver tu reflejo en la pantalla —señaló Edward—. ¿Vas a seguir merodeando por ahí o te unirás a mí?
—No estoy merodeando —murmuré mientras entraba en la habitación—. Solo quería asegurarme de que estuvieras de mejor humor... —Me mordí el labio—. De todos modos, vine a disculparme. No debí haber sido tan grosera antes. Tenía calor y hambre. Y realmente no era así como quería darte la bienvenida a casa.
—No estaba descargando mi mal humor contigo. —Edward me miró—. De hecho, no estaba de mal humor en absoluto.
—Seguro que así sonaba.
—Me desperté y no pude encontrarte. Te pido disculpas si confundiste mi preocupación con una agresión, señorita Swan. No me gusta pensar en ti conduciendo un vehículo inseguro.
—Pensé que estarías de mal humor. Ya sabes, porque los Dodgers les ganaron.
—Por eso estoy viendo esta grabación —dijo Edward apuntando un control remoto a la pantalla para avanzar rápidamente la imagen—. Si no me gusta algo, depende de mí cambiarlo. ¿No estás de acuerdo?
—Claro. —Me encogí de hombros—. ¿En qué ayuda esta grabación? —Edward extendió la mano para mover un cojín para que yo pudiera sentarme en la esquina del sofá.
—Si observo con atención, puedo analizar los movimientos del lanzador —explicó Edward—. Observo algunas de sus señales. ¿Entiendes a qué me refiero?
—¿Como en el póquer? ¿Algo que te delate?
—Exactamente. Tomemos a este tipo como ejemplo. ¿Ves cómo baja un poco el hombro justo ahí?
—Supongo. —Miré la pantalla con los ojos entrecerrados.
—Lo va a tirar afuera. —Edward asintió, con los ojos fijos en el movimiento frente a él.
Observé cómo se desarrollaba el juego. Efectivamente, Edward tenía razón.
—Pensé que Alice era la que tenía una forma extraña de saber las cosas. —Sonreí.
—No es clarividencia —respondió Edward—. Es solo mucha práctica.
—Bien, entonces si puedes ver estas señales tan fácilmente —comencé—, ¿por qué no llegaste a la base durante el último juego?
—¡Ay! —Edward hizo una mueca—. Créeme. Es mucho más fácil hacerlo cuando estás sentado aquí mirando el vídeo de un partido en cámara lenta. ¡Intenta localizarlos desde una distancia de dieciocho metros cuando el lanzador se prepara para lanzar una pelota de béisbol a unos ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora en tu dirección!
—¡Caramba! —murmuré, mordiéndome el labio.
—¡Caramba, tienes razón! —Edward se rio.
—Me gustaría poder leerte así —le dije. Sentí que se me calentaban las mejillas cuando él levantó una ceja y me miró—. Tal vez hoy te haya ayudado, ¿sabes? —tartamudeé—. Si hubiera podido adivinar que estabas preocupado o lo que sea… en lugar de pensar que solo estabas siendo un gran cabezón.
—¿Cabezón? ¿En serio? —Edward se rio—. ¡Has estado pasando mucho tiempo con Ali!
—Pasamos un tiempo juntas este fin de semana. ¡Ha estado trabajando bastante!
—¡Genial! —Edward sonrió—. Es curioso saber que te gustaría leerme, especialmente considerando que yo estaba sentado aquí pensando lo mismo sobre ti.
—¿En serio? —Me sentí avergonzada y miré hacia abajo—. Soy más bien un libro abierto.
—Al contrario. Me resulta muy difícil adivinar qué está pasando por esa cabeza tuya.
—¿No puedes leer mis señales? —Sonreí.
—Quizás algunas de ellas. —Edward sonrió—. No puedo pasar por alto ese rubor, ¿verdad?
—Como dije, libro abierto.
—Pero no es tan sencillo —Edward negó con la cabeza—. A veces, las pistas pueden ser engañosas y uno termina cuestionándose a sí mismo, especialmente cuando se refiere de tratar de entender a las mujeres.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—Siempre he pensado que las mujeres, en general, son como pitchers.
—¿Disculpa?
—Lanzadores, señorita Swan. Pitchers, con «P» (3).
—Ah, de acuerdo —asentí, relajándome de nuevo en mi asiento.
—Entonces… las mujeres. Ellas están ahí paradas en el montículo. ¿Y el bateador? Es ese un pobre e indefenso hombre parado ahí arriba, en el cajón de bateo.
—Continúa… —instruí, curiosa sobre a dónde quería llegar Edward con todo esto.
—El hombre está confundido, ¿no? Quiero decir, está ahí parado, agarrando su bate...
—¿Esta historia es para adultos?
—Concéntrate, señorita Swan —dijo Edward, sonriendo y sacudiendo la cabeza—. Lo que quiero decir es que la mujer va a hacer todo lo posible para que él se ponga nervioso. Le está tirando todo tipo de cosas, pero, sobre todo, pinta las esquinas.
—¿«Pinta las esquinas»?
—Eso significa que los lanzamientos están cubriendo los bordes del plato.
—Está bien… —Asentí.
—Cada lanzamiento que hace una mujer tiene como objetivo hacerte replantearte tu postura. —Edward inclinó la cabeza—. Se hace la difícil, ¿sabes? A veces quiere que te estires para alcanzarla. A veces quiere que te alejes del plato.
—¡A veces te lanza una pelota rápida a la cabeza y te ves obligado a comer tierra!
—Ya entiendes la idea —dijo Edward sonriendo.
—¿Qué clase de lanzadora soy? —le pregunté entonces, siguiéndole el juego.
—Tengo la sensación de que eres de la peor clase. —Edward frunció el ceño—. Te quedas en el montículo y tiras las letras.
—No conozco ese término.
—Es un lanzamiento que llega justo por el medio del plato. No hay curva ni giro adicional. Es lo más sencillo que existe. Lo que estás lanzando llega a la altura del pecho, a las letras de la camiseta del bateador. Si el bateador se moviera un poco hacia su trayectoria, recibiría un golpe justo aquí—. Edward se dio una palmada en el centro del pecho con la palma abierta. La intensa mirada en sus ojos me hizo tragar saliva.
—¿Qué tiene de malo un lanzamiento como ese? —pregunté en voz baja.
—Un lanzamiento perfecto es poco común —Edward respondió—, y todo lo que nos enseñan sobre el juego nos dice que no debemos confiar en él. Si nos apresuramos a hacer el swing, nos poncharemos. Si dudamos demasiado, esperando a ver si el fondo se cae, también nos poncharemos. Un lanzamiento verdaderamente perfecto no se da a menudo. La mayoría de las veces, cuando sucede, nos llaman la atención mientras estamos allí parados y lo vemos pasar.
—Pero ¿qué pasa si confías en tu instinto? —pregunté—. ¿Te arriesgas y te lanzas?
—¿Si conectas? —Edward levantó la comisura de su boca en una suave sonrisa que hizo que mi pulso se acelerara. Se inclinó hacia mí y habló con una voz profunda y ronca—. ¿Y acertaste en el punto preciso? Bueno, entonces vete a darle la vuelta al cuadro.
—Eso es un jonrón, ¿no? —Mi voz temblorosa salió casi en un susurro.
—Si tienes suerte, será un grand slam, cariño.
Dios mío. No había forma de que me perdiera la señal de Edward. La señal de Edward estaba, unos pocos centímetros de mi cara y acercándose rápido. ¡Estaba totalmente a punto de besarme! Y, como si tuviera la peor suerte del mundo, de repente fui dolorosamente consciente de que aún tenía un terrible caso de aliento a burrito de Taco Bell. ¡No bueno! (*)
—¿Ya empezaste a ver las grabaciones sin mí? —gritó una voz fuerte con un marcado acento sureño desde el vestíbulo—. Dijiste a las 5:00, ¿verdad? —Edward y yo nos alejamos el uno del otro de inmediato. Me puse de pie de un salto para ver que Jasper y Alice acababan de entrar por la puerta. Dadas las circunstancias y los restos agrios de salsa picante en el fondo de mi boca, estaba extremadamente agradecida por la interrupción.
—Trajimos hamburguesas y cervezas —anunció Alice.
—No puedes entrar aquí cuando quieras. —Edward se pasó las manos por el pelo y se puso de pie—. ¿Tengo que recordarte que te mudaste, Ali? Señorita Swan, ¡recuérdame cambiar las cerraduras!
—Está bien. —Asentí y me reí un poco mientras Alice le hacía una mueca a su hermano.
—Tranquilo. La próxima vez tocaré el timbre. —Alice puso los ojos en blanco.
—Ali pensó que Bella querría salir a ver una película o algo mientras los dos trabajamos en esas grabaciones —sugirió Jasper.
—Eso suena divertido —Sonreí y acepté la oferta con entusiasmo. Me sentía un poco temblorosa y necesitaba un poco de aire fresco—. A menos que Edward me necesite aquí...
—No. Vete. —Edward frunció el ceño—. No te necesitaré esta noche, señorita Swan. Podemos continuar nuestra conversación más tarde. Que se diviertan, chicas.
—¡Genial! —Alice sonrió.
—Pero, por el amor de Dios, deja que Alice conduzca. No quiero que saques esa camioneta esta noche.
—Necesito un minuto —dije mientras salía apresuradamente de la habitación. La llegada de Alice no podría haber llegado en un mejor momento. Necesitaba algo de espacio para procesar todo lo que acababa de ocurrir. O todo lo que casi había ocurrido. Edward ciertamente tenía una opinión muy hastiada de las mujeres. ¿Dónde encajaba yo en todo eso?
Al igual que Edward cuando miraba las grabaciones de sus juegos, sabía que probablemente volvería a reproducir toda esta escena una y otra vez en mi cabeza más tarde. Por ahora, aceptaría con gusto la distracción que Alice me proporcionaba. Pero primero... ¡realmente necesitaba cepillarme los dientes!
MVP
(3) Acá es un juego de palabras que al traducir se pierde. Edward dice "pitchers" (lanzador) y Bella entiende "bitchers" (perras/brujas)
(*) Originalmente en español.
*Aprendiendo béisbol*
Bullpen: Zona donde los lanzadores practican y se preparan antes de entrar al juego.
Montículo: Pequeña colina donde el lanzador lanza la pelota.
Dodgers: Equipo profesional de béisbol de Los Ángeles.
Pitcher: El jugador que lanza la pelota hacia el bateador.
Pintar las esquinas: Lanzar la pelota cerca de los bordes del área de strike para dificultar el bateo.
Plato: Base principal donde el bateador se coloca y al que los corredores regresan para anotar.
Swing: Movimiento del bateador para intentar golpear la pelota.
Ponchado: Cuando el bateador falla tres intentos de golpear la pelota y queda eliminado.
Grand Slam: Un jonrón (golpe que manda la pelota fuera del campo) con bases llenas, sumando cuatro carreras.
~*~*¿Te interrumpen cuando estás a punto de ir al jardín? ¡No es bueno! Las reseñas son mucho mejores que la salsa picante. ¡Deja una! *~*~