Capítulo 18
22 de octubre de 2025, 10:38
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CAPÍTULO 18
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Me resultó muy incómodo pensar en volver a ver a Edward al día siguiente. Supongo que le pasa a casi todo el mundo después de haber tenido algún tipo de actividad sexual con una nueva pareja. Tenía que comportarme como si lo que había ocurrido la noche anterior no fuera gran cosa, ¿no? Pero ¿cómo podía hacerlo si para mí era algo muy importante?
Me vestí para trabajar con una camisa sencilla y una falda bonita, dándome ánimos para comportarme como una profesional. Subí las escaleras como si fuera una mañana cualquiera, preparada para empezar de inmediato con mi lista de tareas diarias, pero cuando vi a Edward inclinado sobre la encimera de la cocina mientras bebía su café y leía el periódico, sentí que se me calentaba la cara de inmediato.
—Buenos días, señorita Swan. —Edward me miró, sus ojos probablemente me resultaban demasiado familiares mientras los dejaba recorrer mi cuerpo antes de recordar quién era y centrar su atención una vez más en el papel que sostenía.
—Edward. —Asentí y me aclaré un poco la garganta.
—¿Dormiste bien?
—Muy bien. Gracias —murmuré, sintiendo que mi rostro se calentaba una vez más. Él sonrió contra su taza de café, y esa pequeña sonrisa de satisfacción… Me quedé mirando durante demasiado tiempo la forma en que su labio inferior se curvaba alrededor del borde de su taza. Vi que se le cerraba la garganta mientras tomaba un trago. Dejé que mis ojos se detuvieran en los largos dedos que sostenían la taza contra su rostro. Me mordí el labio, mi cuerpo respondiendo automáticamente a su sensualidad involuntaria. ¿O era realmente tan involuntaria? El brillo cómplice en sus ojos me hizo pensar que, tal vez, él sabía exactamente lo que estaba pensando. Hasta ahí llegó el fingir que no me afectaba.
—¿Señorita Swan? —preguntó Edward, dejando caer el periódico sobre el mostrador mientras se dirigía hacia mí. De pie junto a mí, giró la cabeza para susurrarme algo al oído—. A menos que quiera que me comporte de forma totalmente inapropiada delante del resto de mi personal, tiene que dejar de mirarme como si quisiera desayunarme. —Dejó que su mano se moviera de su costado para que el dorso de sus dedos rozara la piel desnuda de mi pierna justo en el dobladillo de mi falda.
—¿Qué? —parpadeé y sacudí la cabeza—. No estaba... —Pero él y yo sabíamos que sí.
—Te pusiste esto hoy para volverme loco, ¿no? —Ambos sabíamos que eso también era verdad.
No tuve oportunidad de responder. Edward se alejó rápidamente cuando la señora Waters entró a la cocina con una pila de toallas de mano limpias para guardar.
—Buenos días, Edward. Bella.
—Buenos días —dijimos al tiempo.
—¿Ya desayunaste? —la señora Waters le preguntó a Edward.
—No. ¿Te importaría prepararme una tortilla? —preguntó Edward—. ¿Claras de huevo con jamón? Tengo una sesión de fotos a finales de semana y necesito cargarme de energía antes de ir al gimnasio.
—Te avisaré cuando esté listo —le dije.
—Estaré en mi oficina. —Edward asintió antes de tomar su taza de café para llevársela—. ¡Gracias, chicas!
—Parece que hoy está de buen humor —comentó la señora Waters, mientras se disponía a dejar las toallas en su sitio antes de empezar a cocinar—. Debe ser porque el equipo ganó ayer.
—Probablemente —Sonreí. Tenía la sensación de que el estado de ánimo de Edward tenía menos que ver con las estadísticas de victorias y más con nuestro encuentro en la piscina anoche. La idea me hizo tan feliz que casi salí corriendo para hablar con el jugador de béisbol.
Llamé a la puerta de la oficina de Edward y sonreí cuando me dijo que entrara. Edward estaba sentado en su escritorio, mirando la pantalla de su computadora. Sonrió cuando vio que le llevaba su plato de desayuno y un vaso de jugo de naranja.
—Gracias, Bella —dijo sonriendo cuando dejé su comida en la mesa—. Ven aquí. —Caminé alrededor de su escritorio y me reí un poco cuando Edward me jaló para sentarme en su regazo. Casi de inmediato, metió sus dedos en mi cabello y giró mi cabeza para poder besarme. Me derretí en el momento de inmediato, suspirando porque terminó demasiado pronto—. Quise hacer eso cuando te vi en la cocina —susurró Edward contra el costado de mi cara, depositando un beso allí también—. Entraste con esas mejillas luciendo tan rosadas y dulces, y me mató no poder decirte buenos días como es debido.
—Esto es lindo. —Sonreí.
—Realmente voy a tener que repensar las cosas. —Edward frunció el ceño—. No es que quiera atraer una atención innecesaria a nuestra relación o darle al personal motivos para chismear, pero tampoco quiero ocultar esto. Me parece mal. Parece que debería haber un punto intermedio.
—Lo que tú decidas. —Me encogí de hombros.
—Dame un poco de tiempo para aclarar las cosas, ¿vale?
—Seguro.
—Lo siento, tengo que trabajar esta mañana.
—Yo también tengo trabajo que hacer —le recordé—. ¡Ah! Pero tengo que salir a hacer un recado. Cuando estaba afuera, encontré el teléfono de Sam. Debe haberlo dejado caer ayer. Pensé en llevarlo a la tienda de Jake para que se lo pueda dar.
—¿Tienes que hacer eso ahora mismo?
—¿No te asustarías si pensaras que has perdido el tuyo? —pregunté, levantando las cejas. Edward asintió rápidamente y le revolví la parte superior del cabello con los dedos—. De todos modos, necesito comprar uno o dos libros nuevos. Resulta que tengo mucho tiempo libre cuando mi novio está fuera de la ciudad por trabajo.
—¿Tienes novio? —Edward sonrió ampliamente.
—Bueno, creo que sí —bromeé, mientras buscaba una revista que había en el centro del escritorio—. Así que tendrás que decirme por qué tienes fotos de hombres desnudos en tu oficina, Edward.
—Ese es Arrietta —resopló Edward—. Estuvimos hablando en la reunión sobre la edición 2016 de Body Image de la revista de ESPN. STACK quiere hacer algo similar con mi sesión, pero, por supuesto, están considerando un ángulo ligeramente diferente para no copiar este estilo por completo.
—Oh —asentí y pasé las páginas—. Bueno, esto es de buen gusto, ¿no? Quiero decir, ¿Lo que hicieron? Todas sus partes privadas están cubiertas.
—¿Decepcionada?
—¡No! —Enrollé la revista y le di un golpecito en el brazo—. ¡Solo quería decir que, si hacen bien las fotos, no quedarás totalmente expuesto!
—Eso es lo que espero —asintió Edward—. No quiero que esto sea algo de lo que mi hijo se avergüence en el futuro.
—Simplemente sé claro con ellos. —Me encogí de hombros—. Y asegúrate de tener los derechos de edición finales.
—¿Vendrás conmigo? —preguntó Edward.
—¿A dónde?
—Donde será la sesión. Es el sábado por la mañana —dijo Edward—. Va a ser un proceso largo, pero puedes ser mi asistente o algo así. Me sentiría más cómodo si estuvieras ahí.
—Claro, si es lo que quieres —sonreí.
—Podría ser algo bueno —dijo Edward riendo—. Dijiste que tenías curiosidad por saber cómo estoy hecho. Sería una buena oportunidad para que me miraras y evaluaras las cosas. —Movió las cejas para hacerme reír y salté de su regazo.
—Me voy. —Sacudí la cabeza—. Volveré en una hora más o menos.
—Ya habré terminado para entonces —asintió Edward—. Podemos pasar un rato juntos antes de que me tenga que ir al estadio.
—Está bien. —Sonreí. Me incliné y lo besé una vez más. ¡Dios, me encantaba poder hacerlo ahora!—. ¡Hasta luego!
Jake no estaba en su tienda. Molly me dijo que no pensaba venir hasta más tarde. Le dejé el teléfono a Sam después de escribirle un mensaje para avisarle a Jake dónde lo había encontrado y luego pasé unos minutos mirando las estanterías en busca de un par de libros nuevos para llevar a casa. Al hacerlo, encontré un libro que pensé que a Edward le podría gustar: The Last Days of Summer, de Steve Klugel. Lo agregué a mi bolso y salí de la tienda para caminar de regreso a mi auto. No había avanzado más de una cuadra cuando escuché que alguien me llamaba desde el otro lado de la calle.
—¿Bella? ¡Bella Swan!
Me protegí los ojos del sol y me di vuelta para ver quién me había llamado. Vi a Riley Biers sentado en una mesa frente a un café, haciéndome señas para que me acercara. Sonreí y crucé la calle para saludar.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
—Visitando mis viejos lugares —Riley se rio entre dientes—. Se supone que me iba a encontrar aquí con alguien para almorzar, pero aún no ha llegado. ¿Y tú? ¿Qué haces?
—Compré un par de libros —me encogí de hombros, sosteniendo mi bolsa frente a mí.
—The Loop ha cambiado mucho en los últimos años —comentó Riley—. Está genial.
—Han trabajado mucho para revitalizar el área —sonreí—. Un amigo mío es dueño de la librería que está más abajo en la calle.
—Espero que te den descuento. Llevas un buen botín ahí.
—Sí, lo hacen. —Sonreí.
—¿Tienes tiempo para un café?
—Oh. Eh… —Mordí mi labio y miré la hora en mi teléfono.
—Vamos. Será rápido. ¡Tu jefe no puede tenerte tan ocupada!
—De hecho, tengo que regresar…
—Ahora que lo pienso, probablemente tu agenda sí esté bastante apretada —Riley frunció el ceño—. Quería tener una especie de reunión previa a la entrevista con Cullen esta semana, pero Victoria dice que está ocupado.
Sabía que Edward había despejado su agenda mientras estaba en casa para que pudiéramos pasar más tiempo juntos, pero no iba a decirle a Riley que yo era la razón por la que Edward aún no se había reunido con él.
—Supongo que tengo unos minutos —sonreí para apaciguar al hombre. Como Jake no había estado por ahí, mi visita había tomado menos tiempo del que pensaba—. Pero nada de preguntas sobre Edward Cullen, ¿de acuerdo?
—¡Totalmente fuera de récord! —Riley levantó las manos en señal de rendición—. Nada de papel, ni pluma, ni dispositivos de grabación escondidos. Si quieres, puedes revisarme para asegurarte de que no llevo un micrófono.
—No, gracias —dije, resoplando mientras me sentaba frente a él—. Solo una taza de café y luego me tengo que ir.
Quince minutos después, me dirigía a mi auto. ¿Quince minutos después? Estaba en casa. ¿Aproximadamente dos minutos después de mi llegada? Quería tirarle un libro a la cabeza a Edward Cullen.
—¡Bella! —me llamó la señora Waters en cuanto entré en la casa—. Edward está haciendo ejercicio abajo. Me pidió que te enviara inmediatamente con él cuando regresaras.
—Está bien. —Sonreí. La idea de ver a Edward todo sonrojado y sudoroso mientras hacía ejercicio era suficiente para hacerme prácticamente correr escaleras abajo para encontrarme con él. ¿Sonrojado? Sí. ¿Sudado? Sí. ¿Casi mirándome con enojo cuando doblé la esquina? ¿Qué demonios? La sonrisa desapareció de mi rostro inmediatamente.
—¿Edward?
—¿Tuviste un buen paseo? —Edward casi escupió las palabras mientras cruzaba la habitación a zancadas. Parecía que podría haber arrancado la puerta del refrigerador de sus bisagras cuando la abrió de un tirón para sacar una botella de agua.
—Supongo. Compré algunos libros que parecen interesantes.
—¡Mentira!
La rabia en la voz de Edward se sintió como una bofetada. Di un paso atrás, nerviosa.
—¿Qué te pasa? —pregunté. ¿Estaba en medio de algún ataque de ira inducido por el ejercicio? ¿Todavía usaban esteroides los jugadores de béisbol? Edward no parecía del tipo que lo haría. Además, pensé que ahora hacían pruebas a los atletas para esas cosas. Aun así, no había visto este lado feo del temperamento de Edward en mucho tiempo, y esta vez estaba dirigido hacia mí. Tuve que obligarme a cuadrar los hombros y enfrentarlo.
—¿Por qué no me cuentas sobre tu pequeña cita, eh? —Edward me miró con desdén—. ¿Es por él que te pusiste esa faldita hoy, Bella? ¿Para verte bonita para el tipo por el que saliste corriendo a encontrarte?
—¿De qué estás hablando? —pregunté.
—¡No te hagas la tonta! —Edward apretó la botella de plástico con tanta fuerza que pensé que podría aplastarla—. Sabes, es lindo y divertido cuando realmente estás confundida sobre algo, pero fingir ignorancia no te queda. Eres una mujer inteligente, Bella, así que deja de decir tonterías.
—Me estás asustando —le dije, sintiendo que mi voz empezaba a temblar—. Si solo me dices por qué crees que…
—Recibí un lindo mensaje de Victoria —Edward metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono, extendiéndolo hacia mí, aunque no estaba lo suficientemente cerca como para leer la pantalla que señalaba con un dedo furioso—. ¡Me dijo que estuviste desayunando con Riley Biers esta mañana!
—¿Riley?
—Oh. ¿Ya estás recuperando la memoria? —preguntó Edward—. ¡Sí! Ella me dijo que lo viste en el juego la otra noche también. Un «viejo novio», creo que dijo. ¡Qué curioso que nunca lo mencionaste!
—¡Simplemente me lo encontré! —elevé la voz entonces—. Y te lo habría dicho, pero no tuve tiempo. ¡Empezaste a atacarme en cuanto llegué!
—¡No te hagas la víctima aquí! ¡Maldita sea! —Edward lanzó su botella de agua al otro lado de la habitación, y yo me di la vuelta y prácticamente salí corriendo por el pasillo para alejarme de él. Ni siquiera alcancé a entrar completamente en mi cuarto antes de que Edward me alcanzara. Me agarró del brazo y me empujó adentro antes de cerrar la puerta con fuerza detrás de nosotros.
—¿Qué estás haciendo? —Me solté de su agarre de un tirón—. Esta conversación se acabó, Edward. No voy a hablar contigo cuando estás actuando como...
—¿Como qué? ¿Como mi padre? —gritó Edward—. ¡Vamos, dilo! ¡Eso es lo que estabas pensando!
—Si no te gusta que te comparen con él, entonces no me compares con mi madre —le grité de vuelta—. ¡No soy una… una infiel! ¡No salí con otro tipo! ¡Nunca haría algo así!
—Si no eres culpable, ¿por qué saliste corriendo?
—¡Porque tienes que controlar tu temperamento! —repliqué con furia—. No puedo hablar contigo cuando estás así. ¡No quiero y no tengo por qué hacerlo!
—¡Mierda! —Edward se pasó las manos por el cabello y se giró, dándome la espalda. Vi cómo luchaba por calmarse, respirando hondo—. ¡Mierda, Bella! ¿Sabes cuánto dolió recibir ese mensaje?
—Si quieres hablar de esto como personas civilizadas, puedes sentarte y lo hablamos, pero no voy a permitir que sigas lanzando cosas como un cavernícola.
—Bien. —Sus hombros se desplomaron y caminó hasta sentarse en la silla en la esquina de mi habitación—. Bien. Hablemos.
—Bien —dije, lamiéndome los labios y acomodándome la blusa, tratando de recomponerme. Con toda la calma que pude reunir, me senté en el borde de la cama y lo enfrenté—. Fui a la tienda de Jake a devolver el teléfono de Sam, como te dije. Compré unos libros. Incluso te compré uno, imbécil.
—¿Dónde encaja Riley en esta historia? —preguntó Edward con voz baja. La tensión en su mandíbula era la única señal de que aún estaba molesto. Se estaba esforzando en calmarse, y yo apreciaba ese esfuerzo.
—Jake no estaba, y cuando salía de la tienda, Riley me vio desde donde estaba esperando a alguien con quien había quedado. Me invitó a tomar un café, y como terminé en la tienda más rápido de lo que pensaba, me pareció una buena idea ser amable, considerando que él es quien va a trabajar en tu artículo para STACK. No fue una cita, y no fue planeado.
—¿Estaba tratando de obtener información sobre mí? —Edward se enderezó un poco en la silla.
—No me preguntó ni una sola cosa sobre ti —negué rápidamente con la cabeza—. Hablamos sobre el nuevo tranvía que ahora pasa por Delmar y sobre cómo ha cambiado la zona. Eso fue todo.
—¿Por qué no me dijiste que lo habías visto la otra noche?
—¿Honestamente? —me encogí de hombros—. Se me olvidó. No fue la gran cosa. Me reconoció de una clase que tomamos juntos hace años. No es como si hubiéramos pasado tiempo juntos. No sé de dónde sacó Victoria la idea de que alguna vez tuvimos algo. Aparte de esa clase, ni siquiera lo conocía. Alice estaba pasando por algunas cosas esa noche, y supongo que me enfoqué más en eso. ¡Se me olvidó por completo!
—Bella… —Lo escuché. Oí el tono de disculpa en su voz al decir mi nombre, y negué con la cabeza.
—No, Edward. ¿En serio? Dijiste que estabas dolido porque Vickie te envió un mensaje. Bueno, ¡yo también estoy dolida! ¿Cómo pudiste pensar algo tan vil de mí? —Sentí que las lágrimas me ardían en los ojos, y solté un sollozo ahogado—. ¡Tengo mis propias inseguridades con las que lidiar! Y sería muy fácil para mí ponerme celosa y desconfiar de cualquiera con quien puedas estar o pasar tiempo cuando no estás en casa. ¿Crees que me gustó saber que te quedaste hasta tarde después de tu vuelo la otra noche para cenar con Victoria? Lo odié, pero confío en ti. Esa relación quedó en el pasado. Te estoy dando mi confianza, Edward. No hay otra forma de que podamos tener una relación si no podemos hacer eso el uno por el otro.
—Bella… Lo siento muchísimo.
—Está bien —me sequé los ojos y miré hacia otro lado. Edward cruzó la habitación y se sentó al borde de mi cama, alcanzando mis manos para sostenerlas entre las suyas.
—No solo digas «está bien» si no estás bien —pidió Edward—. Por favor. Por favor, perdóname. Me comporté como un pendejo celoso, y lo siento. Es solo que… Eres mía, Bella, y no soporto la idea de—
—¡Detente ahí! —dije, girándome para mirarlo—. ¡No soy tuya, Edward! ¡Yo me pertenezco a mí misma!
—Lo sé, pero…
—¡Nada de peros! —Sacudí la cabeza—. La persona con la que elijo compartir mi vida debe ser alguien que no cuestione mi moral. Si yo creo en ti, entonces tú crees en mí. Te sentaste en esta habitación la primera noche que me besaste, Edward. ¿Lo recuerdas? Me dijiste que no permitirías que te llamaran mentiroso. Bueno, yo no voy a permitir que me acuses de ser infiel. Lo digo en serio. Es un límite para mí. Tú decides si puedes manejarlo o no.
—Puedo. Puedo —asintió rápidamente—. Trabajaré en ello. Lo prometo.
—Bien —apreté los labios.
—¿De verdad me compraste un regalo?
—Tienes suerte de que no te lo lanzara —bufé—. Pensé que con uno de los dos tirando cosas era suficiente.
—Tu padre debió de ser un gran hombre —Edward sonrió suavemente, acariciando mis nudillos con el pulgar.
—¿Por qué lo dices?
—Crio a una mujer muy fuerte —Edward bajó la mirada—. Para ser tan pequeña, sabes cómo defenderte bien y ponerme en mi lugar.
—Mi padre te habría sacado de mi porche con una escopeta —me reí entonces—. Pero, para que conste, estoy considerando hacerme un tatuaje.
—¿De qué?
—Un domador de leones —bromeé. Edward se rio ante eso y se levantó.
—¿Estamos bien?
—Estamos bien —asentí.
Edward se fue una hora después para prepararse para el partido. Esa noche, los Cardinals perdieron. A la mañana siguiente, en lugar de encontrarme con un monstruo de mal humor, salí de mi habitación y vi un ramo de margaritas envueltas colocadas en la entrada. Parecía que Edward iba a cumplir su palabra. Estaba intentándolo.
—Buenos días, Bella —me dijo Sarah cuando entré a la cocina—. La señora Waters necesitaba un par de horas libres esta mañana. Espero que esté bien que ajustáramos el horario.
—Perfectamente bien —asentí—. ¿Tenemos algo donde pueda poner estas flores? —pregunté, llevando mis margaritas al fregadero.
—Claro. Aquí mismo —Sarah me pasó un florero antes de regresar a la zona de la estufa—. El señor Cullen acaba de regresar. Me pidió que te preguntara si quieres acompañarlo a desayunar esta mañana.
—¡Oh! Bueno, gracias. —Sonreí.
—Te está esperando en el comedor. Adelante, ya te llevo un poco de café.
Arreglé rápidamente mis margaritas y las llevé conmigo a la otra habitación. Edward estaba sentado en la cabecera de la mesa con un lugar preparado junto a él. Levantó la vista de los papeles que leía y sonrió cuando entré.
—¿Te gustan?
—Son hermosas —respondí. Coloqué el florero sobre la mesa y me acerqué para sentarme.
—No son nada elegantes. —Negó con la cabeza Edward—. Tuve que comprarlas en una gasolinera. Todo lo demás estaba cerrado para cuando salí del clubhouse anoche.
—¿Quieres decir que no obligaste a algún pobre dueño de una florería a abrir sus puertas a las 2 de la mañana solo para ti? —Hice los ojos grandes en broma, y Edward sonrió.
—Mmm… —Edward asintió, siguiendo la corriente—. Estas margaritas son de la variedad Disculpaticus por ser un tontus maximus, creo.
—¿Te acabas de inventar eso? —Solté una carcajada.
—Estaba escrito en el cartel —sonrió—. Para pobres desgraciados que necesitan desesperadamente ayuda en las primeras horas de la mañana.
—Bueno, gracias. —Sonreí—. No tenías que hacerlo.
—Quería hacerlo —Edward extendió la mano por el borde de la mesa y tomó la mía, entrelazando nuestros dedos—. Después de cómo me comporté ayer, no puedo decirte lo aliviado que estoy de que sigas aquí.
—Te lo dije —dije, apretando sus dedos—, no soy de las que se rinden.
Edward llevó mi mano a sus labios y besó el dorso de mis dedos. Me quedé inmóvil cuando Sarah entró en la habitación. Sin embargo, Edward no soltó mi mano, simplemente giró la cabeza para sonreírle a su ama de llaves.
—Gracias, Sarah —le dijo Edward—. Puedes dejar los platos ahí. Nosotros nos serviremos.
De acuerdo… Supongo que esa era la manera de Edward de dar pequeños pasos hacia dejarle saber a su personal que él y yo compartíamos algo más que una relación laboral. Mi rostro se calentó, y mantuve la mirada baja mientras Sarah colocaba platos con huevos, salchichas y tostadas frente a nosotros antes de salir de la habitación nuevamente.
—¿Tienes hambre? —preguntó Edward.
—No tanta como tú. —Me reí, observando cómo Edward finalmente soltaba mi mano para empezar a servirse una enorme cantidad de comida en su plato.
—Tengo un metabolismo rápido. —Se encogió de hombros.
—Entonces… —tomé un trozo de tostada y mordí una esquina—. Sarah dijo que saliste esta mañana. ¿Me perdí algo en tu agenda?
—No. Conseguí una cita temprana con mi doctor —respondió Edward, encogiéndose de hombros otra vez.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —frunció el ceño—. Terry es… bueno, es mi terapeuta. —Luciendo incómodo, Edward se frotó la nuca—. No lo había visto en un tiempo. Pensé que sería una buena idea intentar retomar algunas sesiones.
—Edward… —dije en un susurro, sorprendida.
—No. Está bien, Bella —me regaló una suave sonrisa—. Realmente me afectó cuando dijiste que te asusté ayer.
—Eso no fue lo que quise decir… exactamente. —Torcí mi servilleta entre los dedos—. ¿Nerviosa, tal vez?
—Necesito que sepas que nunca, jamás… —Edward negó con la cabeza y cerró los ojos, respirando hondo—. Soy una persona apasionada, Bella. Me dejo llevar fácilmente. Estaba molesto y me comporté de forma agresiva. Pero nunca te haría daño físicamente. No quiero que esa idea cruce tu mente, jamás.
—¡No pienso eso! —negué rápidamente con la cabeza.
—Necesito retomar algunas formas de canalizar mi energía de una manera más saludable —Edward esbozó una sonrisa—. Eso es lo que dijo Terry, de todas formas. Me hará bien tener algunas sesiones con él.
—Si tú crees que es lo mejor.
—Lo creo. Me hará bien a mí y nos hará bien a nosotros. Quiero mostrarte que estoy completamente comprometido contigo, Bella.
—Yo también lo estoy —susurré. Sabía que Edward tenía un carácter difícil. Lo sabía, y aun así acepté todo esto. Pero él estaba dispuesto a trabajar en ello. ¿Cómo podría hacer otra cosa que no fuera apoyarlo en este proceso? Estaba completamente comprometida, sin reservas, y era una realización extraña para llegar mientras desayunábamos, pero fue justo en ese momento cuando me di cuenta. Miré a Edward, quien sonrió mientras llenaba pensativamente mi vaso con jugo de naranja, y comprendí… Estaba enamorada de Edward Cullen. Con unas margaritas compradas en una gasolinera frente a mí en la mesa y un bocado de huevos revueltos en la boca, el escenario no era precisamente romántico… pero ahí estaba. Dios, ayúdame.
Sin embargo, a las 3:00 a. m. del sábado, no me caía tan bien que digamos.
—Definitivamente no eres una persona madrugadora —Edward se rio mientras conducía. Dejé que mi cuello se apoyara contra el reposacabezas y solté un quejido.
—Dijiste que era una sesión temprana. ¡No sabía que estaríamos despiertos antes de que saliera el sol!
—Tú no fuiste quien jugó un partido anoche —Edward bostezó—. Pero este es el único momento en que podemos hacerlo. Tengo que tomar un avión esta tarde para San Diego, y solo he dormido un par de horas.
—Lo sé —murmuré—. Pobre jugador de béisbol profesional. ¡Ser famoso apesta!
—A veces. —Edward se rio—. No tienes que venir, ¿sabes? Podríamos llevarte de vuelta a casa.
—Nah. —Sonreí y le apreté la mano—. No me lo perdería.
—¿Quieres verme desnudo tan desesperadamente? ¡Solo tenías que pedirlo, señorita Swan!
—¡Cállate! —Mis mejillas se calentaron. Creo que yo estaba más tímida por la sesión de fotos de Edward que él mismo.
Edward nos condujo a través de una entrada privada con portón. Era extraño y casi inquietante estar en el estadio tan temprano por la mañana. El lugar era enorme, silencioso y completamente vacío. Edward tomó mi mano mientras me guiaba por los túneles. Debo admitir que fue muy interesante ver el clubhouse donde los jugadores se preparaban para cada partido. Me sentí especial. Hasta que Victoria entró en la sala.
Se veía deslumbrante, como siempre. Con un ajustado traje rojo, falda corta y tacones de más de diez centímetros, Victoria parecía más lista para ser fotografiada para una revista que para estar trabajando. ¿Acaso dormía en Gucci? Quizás no dormía en absoluto. Tal vez colgaba boca abajo, como un murciélago vampiro. Eso al menos explicaría cómo cada rizo rojo de su impresionante cabello estaba perfectamente en su lugar.
Yo, por otro lado, llevaba unos jeans cómodos, una sudadera universitaria holgada, nada de maquillaje y mi cabello sin cepillar recogido en un moño desordenado en la parte superior de mi cabeza. ¡Ni siquiera eran las 4:00 a. m., por el amor de Dios! Pero bueno, no me importaba. Yo era la que sonreía como el gato de Cheshire cuando vi cómo los labios rojos y brillantes de Victoria se apretaron en una fina línea al notar que Edward sostenía mi mano.
—Buenos días, Edward. Isabella. —Victoria se apartó el cabello del rostro—. No sabía que estarías aquí esta mañana.
—Debes ser Riley —dijo Edward, saludando al hombre que entró detrás de Victoria. Soltó mi mano solo para extenderle la suya—. Bella me dijo que fueron juntos a la universidad.
—Y no ha cambiado nada. —Riley se rio—. Mírala. ¡Podrías pasar por una de 19 otra vez!
Si me preocupaba que las cosas fueran incómodas cuando Edward conociera a Riley, no tenía por qué. Edward estaba siendo cordial y amigable. Bueno, tal vez un poco posesivo cuando soltó la mano de Riley y pasó su brazo alrededor de mi cintura para mantenerme cerca de su lado.
—¿Así que tú estás escribiendo el artículo?
—Sí —asintió Riley, con los ojos moviéndose de un lado a otro entre Edward y yo, evaluando la situación—. Pero hoy no se trata de la entrevista. Solo pensé que podríamos conocernos un poco para captar la esencia de lo que quieres transmitir. Voy a estar presente durante la sesión y echar un vistazo al lugar para incluir algunos detalles de contexto.
—Bueno, me alegra que pudieras venir —le dijo Edward—. Sé que es temprano, pero creo que es más cómodo para ambos reunirnos ahora, ya sabes, antes de que tenga las bolas al aire.
—¡Edward! —Suspiró Vickie, rodando los ojos—. El lenguaje.
—Él está escribiendo sobre mí. No voy a fingir ser alguien que no soy. No quiero que sea un artículo aburrido y acartonado —Edward miró a Riley—. Sé auténtico.
—Entendido —asintió Riley—. Sin filtros. He escrito para STACK los últimos años. La mayoría de mis entrevistas son en vestuarios. Estoy acostumbrado a esto.
—Bueno, entonces… —murmuré, saliéndome de debajo del brazo de Edward—. Voy a necesitar un café. —Un eufemismo, en realidad. Iba a necesitar un tanque de cafeína para sobrevivir el día lidiando con Victoria.
Nos reunimos con el fotógrafo de Edward y un diseñador gráfico que había preparado algunos tableros con bocetos para definir las ideas conceptuales.
—Estoy un poco preocupado por cómo se van a organizar las fotografías —les dijo Edward, haciéndose a un lado en el sofá para que pudiera sentarme a su lado—. Arrieta es un pitcher, ya sabes. La posición de su pierna durante el wind-up ayudó a mantener todo… cubierto.
—Bueno —comenzó el diseñador, señalando los tableros—, por eso ideamos estas opciones para que las revises. No pensamos que te sentirías cómodo saltando desnudo contra la pared del jardín central hasta capturar la toma perfecta. Hemos ideado una alternativa artística.
—Muéstrenme —dijo Edward, asintiendo. Me incliné hacia adelante con los codos apoyados en las rodillas, completamente fascinada con el proceso. Edward se veía inteligente y sexy cuando estaba en modo profesional.
—Se me ocurrió la idea de un blog reciente —comentó el fotógrafo—. Durante un juego, uno de los comentaristas dijo que hacías honor al apodo de 'El León' por la forma en que te mueves en el césped para abalanzarte sobre una jugada. Dijo que es como si fueras parte del campo. No importa dónde golpeen la pelota, mágicamente apareces.
—Es halagador —Edward se rio—. ¡Ojalá fuera tan fácil!
— La pintura artística en el cuerpo está en auge ahora mismo —continuó el fotógrafo—. Trajimos a tres de los mejores artistas. Pueden hacer arte corporal en 3D y pintarte para que te integres con el paisaje. Podemos usar las citas del comentarista como una especie de superposición.
—¿Estaría camuflado? —Edward se enderezó un poco más—. ¡Me gusta eso!
—¡Genial! —El diseñador juntó las manos con entusiasmo—. Solo necesitamos que apruebes dos de estos diseños. Cada sesión será un desafío, ya que a los artistas les tomará un par de horas pintarte para cada toma. Pero por eso tenemos tres de ellos. Normalmente, este tipo de pinturas puede llevar cinco o seis horas. Si trabajan juntos, reducirán ese tiempo significativamente.
Edward descartó de inmediato la idea de ser pintado como un león real, agazapado en el campo.
—Es demasiado literal —negó con la cabeza—. Y es cursi.
—¿Y si lo posamos en el plato? —sugirió Victoria—. Podríamos llamarlo El Rey de los Diamantes. Los artistas podrían pintarlo plateado… ¡Brillante!
—Ni de chiste —Edward puso los ojos en blanco, haciendo que Victoria frunciera el ceño ante su rápido rechazo—. No voy a cubrirme de purpurina. Me gusta la idea de ser parte del campo. ¿Qué ideas tienen para eso?
Al final, Edward eligió dos poses que le gustaron. En una, estaría pintado contra la pared del fondo, con los brazos extendidos y de espaldas a la cámara. En la otra, estaría acostado en el césped, boca arriba, en el jardín central.
—Debo advertirte —le dijo el diseñador—. Pintarte contra la pared no será complicado. Pero la otra toma… llevará bastante tiempo a los artistas hacer todo el trabajo de detalle necesario para que te camufles con el césped.
—¿Vickie? —llamó Edward—. Llama a Mike por mí y dile que no llegaré a San Diego a tiempo para la práctica de bateo. Y consígueme un vuelo más tarde, ¿quieres?
—Claro. —Suspiró ella, claramente molesta por ser tratada como una secretaria. Edward me había pedido que asistiera a esta sesión como su asistente. Supongo que la única ayuda que necesitaba de mí era apoyo moral. Me mantenía cerca de su lado, y me encantaba.
—¿Te gustan estos? —preguntó Edward, rozando sus labios sobre el dorso de mis dedos mientras miraba los tableros con los conceptos que había elegido.
—Me gustan mucho. —Sonreí, apoyándome contra él—. ¡Estoy emocionada por ver cómo queda!
—Te quedas conmigo, ¿verdad?
—Por supuesto —asentí—. Mientras no estorbe.
—Quizás terminemos poniéndote un pincel en las manos —se rio una de las artistas al pasar junto a nosotros—. Esto va a ser largo. Vamos a salir a prepararlo todo. Salgan cuando estén listos.
—Toma, esto es para ti —dijo otra artista, lanzándole un pedazo de material beige a Edward.
—¿Qué es? —preguntó él, alcanzándolo con su mano.
—Es una funda de modestia —le dijo mientras salía por la puerta.
—¿Una qué? —Edward desenrolló el objeto, y yo me tapé la boca para contener una carcajada.
—¡Es un maldito hilo dental! —Edward gruñó.
—Mejor que dejarlo todo a la vista. —Me reí.
—¡No mucho! —Estiró la tela delantera entre sus dedos, aún con el ceño fruncido—. ¿Cómo se supone que voy a meter todo ahí?
—Te las arreglarás —me reí aún más—. Voy afuera para dejarte cambiar. Te veré allá.
—¿Te llevas mi bolsa? —Edward preguntó, levantándose—. Hay algunas cosas ahí que podría necesitar.
—Sin problema.
Edward colocó su dedo bajo mi barbilla y levantó mi rostro hacia él.
—Gracias por estar aquí hoy para mí, Bella.
—Gracias por querer que esté aquí —susurré justo cuando él bajó su rostro para besarme.
—Tus arreglos ya están listos —anunció Victoria desde la puerta, interrumpiendo el último momento privado que Edward y yo tendríamos en la mañana. Giré el rostro hacia ella, satisfecha al ver que parecía prácticamente furiosa. Bien merecido lo tenía, enterarse de lo mío con Edward de esta manera. Ella era quien había causado tantos problemas al contarle mentiras a Edward sobre Riley y yo. Ese día no había tenido buenas intenciones, y lo sabía. Podía insistir todo lo que quisiera en que había sido un error inocente, pero yo no confiaba en ella.
—Nos vemos afuera —le sonreí a Edward antes de agarrar su bolsa y dirigirme a la puerta.
Las luces del estadio estaban encendidas, inundando todo el campo con una claridad tan intensa que rivalizaba con la luz del mediodía, pero a diferencia de una tarde de finales de junio, ¡hacía frío! Diecisiete grados Celsius con brisa me hacían agradecer estar vestida con una sudadera. Me froté los brazos y caminé hacia donde los artistas de pintura coropal habían tenido la amabilidad de preparar una silla para mí, justo al lado de donde estarían trabajando.
—¿Pensaste que estaba bromeando? —Uno de los artistas sonrió, entregándome un rodillo de esponja—. Te vamos a hacer ayudar a cubrirlo con el color base.
—¡Genial! —Sonreí. Esto iba a ser divertido. Los artistas, Kim, Jane y Brad, revisaban páginas para dividir el trabajo en secciones.
—¿Están seguros? —pregunté—. No quiero arruinar nada.
—No puedes —sonrió Jane—. Lo vamos a cubrir de verde. Luego añadiremos las sombras y la textura. Esa parte la puedes dejar para nosotros. —Me guiñó un ojo.
—Oh, maravilloso —comentó Victoria con tono sarcástico, acercándose justo al final de nuestra conversación—. Asegúrense de que no haya nada amateur en el producto final, ¿de acuerdo? Hoy no estamos en una clase de pintura con dedos. Edward no tiene tiempo para tonterías.
—¿Quién le metió ese palo por el trasero? —murmuró Brad cuando Victoria se alejó tambaleándose en sus tacones. Me reí.
—No gané el Premio de Arte de Pintura Artística Corporal los últimos tres años para aguantar su boca insolente —refunfuñó Kim.
—Su actitud no refleja la del cliente —me apresuré a asegurarles—. Edward es muy relajado. Ya verán.
Y lo vieron. Edward fue todo un campeón. Aunque parecía incómodo caminando hacia el campo con una bata de baño, mantuvo la compostura.
—Por Dios, qué viento —se quejó—. ¡Se me van a congelar las bolas!
—¿Podemos pedir que traigan algún tipo de calentador? —preguntó Jane a alguien que trabajaba cerca.
—Tenemos las pinturas en un calentador para intentar hacerlo más llevadero para ti —dijo Brad—. Pero no voy a mentir; igual se sentirán frías en tu piel.
—Solo hagámoslo —dijo Edward, dejando caer su bata—. Nací en Chicago y crecí en el Noroeste del Pacífico. Puedo soportarlo.
Debo admitir que no pude evitar mirar. La pequeña tanga que le habían dado a Edward para cubrirse no dejaba mucho a la imaginación. ¿Y su cuerpo? Guau… quiero decir, guau. Parecía una especie de estatua de mármol, cubierta al frente por algo no más grande que una diminuta hoja de higuera.
—No te atrevas a juzgarme por la contracción —murmuró Edward, haciendo que mi rostro se sonrojara al darme cuenta de que había notado que lo estaba mirando—. Hace un frío de mierda.
—De mí no recibirás juicios. —Me reí, alcanzando su gorra de béisbol para ponérsela sobre su cabello despeinado—. Ahí tienes. ¡Al menos eso mantendrá tu cabeza caliente!
Era bueno que Edward estuviera tan en forma físicamente. Lo posaron contra la pared con los brazos extendidos y un guante en una mano, como si estuviera alcanzando una pelota. Los artistas incluso colocaron una pequeña caja de madera junto a él para que apoyara un pie, haciéndolo parecer como si estuviera en movimiento. Básicamente, se equilibró en esa posición sobre una pierna mientras los artistas trabajaban para cubrirlo con pintura. Al principio, me divertí rodando mi pincel de pintura por la parte trasera de las piernas de Edward, pero demasiado pronto fue momento de apartarme y dejar que el equipo hiciera el trabajo más complicado.
La mejilla de Edward estaba apoyada contra la pared, y charlaba con los artistas mientras lo pintaban. Me encantaba escuchar sobre el trabajo que hacían en diferentes sets de películas y sesiones fotográficas. Era extremadamente interesante. Edward se mantenía positivo y amigable, relajando la situación, aunque el proceso fuera físicamente agotador. Los artistas hicieron un gran trabajo dándole espacio para moverse y estirarse cada treinta minutos más o menos. Luego lo volvían a posicionar y seguían trabajando. Tardaron un poco menos de tres horas antes de que estuviera lista para retirar mi silla y dejar que comenzaran a tomar fotos.
De cerca, no tenía forma de saber qué tan efectivos habían sido los artistas al camuflar la figura de Edward, pero cuando el fotógrafo me llamó para que viera su encuadre, quedé completamente impresionada.
—¡Oh, guau! ¡Edward! ¡Esto es increíble! —exclamé con una sonrisa mientras miraba la pantalla que el fotógrafo me mostraba—. Es como si pudiera verte, pero no pudiera al mismo tiempo. ¡No sé cómo explicarlo!
—¿Cuándo puedo mirar? —preguntó Edward, aún con la cara contra la pared.
—Ven acá —le indicó el fotógrafo—. Creo que tenemos suficientes tomas con las qué trabajar.
Edward se giró, cubriéndose la entrepierna con su guante de béisbol, y trotó hacia donde estábamos. No pude evitar reírme al verlo correr desnudo por el campo. Victoria salió a unirse a nosotros mientras Edward miraba las fotos.
—¡Me gusta! —Edward sonrió, aliviado.
—Sigo pensando que es ridículo —bufó Victoria—. Eres una estrella. ¡Estás destinado a destacar! Todo esto hace que te camufles. Tú deberías destacar, Edward.
—Hicieron un trabajo fantástico —dijo Edward, ignorándola y dirigiéndose a los pintores—. Gran trabajo.
—¿Quieres tomarte quince minutos antes de empezar con la siguiente sesión? —preguntó el fotógrafo.
—Suena bien. ¿Bella?
—¿Sí?
—¿Podrías traerme algo caliente para beber? Café o lo que sea. Necesito hablar con Victoria un momento.
—Claro. —Sonreí.
Cuando doblé la esquina para regresar con la bebida de Edward, casi me atropella Victoria. Algo del café en el vaso salpicó sobre mí, y fruncí el ceño mientras intentaba limpiarlo con el puño de mi sudadera.
—¿Por qué tanta prisa? —pregunté. No me perdí la pequeña sonrisa satisfecha que tenía Victoria justo antes de que su rostro cambiara a una expresión falsa de arrepentimiento.
—¡Lo siento tanto, Isabella! Estoy retrasada para una conferencia telefónica, así que tengo que irme. ¡Mi trabajo nunca termina! No sé qué haría Edward sin mí. ¡Espero que eso no manche! ¡Adiós!
—Adiós —le hice una mueca a su espalda mientras salía. Bruja. ¡Claramente no estaba arrepentida!
—No está lleno, lo siento —le dije a Edward mientras le entregaba su bebida—. ¡Llevo algo de él encima!
—Gracias —dijo Edward, aceptando el vaso de poliestireno caliente con gratitud—. ¡Tengo los dedos entumecidos!
—¿Solamente eso? —bromeé.
—Cada centímetro de mí está congelado, Bella —Edward se rio—. ¡Puedes ofrecer tus servicios de calentamiento más tarde si quieres!
—Encantada. —Sonreí. Oh, vaya, ¡cómo me encantaría hacerlo!—. Victoria tenía prisa…
—Le dije que se fuera. —Se encogió de hombros Edward.
—¡No lo hiciste!
—Sí, lo hice. —Soltó una risita—. Me estaba irritando, así que le dije que se largara.
—Bueno, definitivamente sabe cómo tergiversar las cosas a su favor. —fruncí el ceño.
—Para eso le pagan —suspiró Edward—. Y es excelente haciéndome quedar bien ante la prensa.
—Tú mismo te haces quedar bien en la prensa —lo corregí.
—Estaba actuando como una bruja porque no me gustó su sugerencia de cubrirme en polvo de diamante o lo que sea que quería. Me da igual. Su actitud estaba desanimando a todos. Estas personas están haciendo lo mejor que pueden.
—Son realmente talentosos —asentí.
—Voy a estar acostado por allá —Edward señaló un lugar—. Traje el libro que me compraste, porque no sabía si tendríamos tiempo libre hoy, pero estaba pensando que tal vez te gustaría sentarte conmigo y leerme un poco para pasar el tiempo, si quieres…
—¡Me encantaría!
Prepararon a Edward para acostarse en el césped, y yo me tumbé a unos pocos centímetros de distancia de él. Me estremecí al sentir lo frío que estaba la grama debajo de mí, incluso a través de mi ropa. Me hizo tener un nuevo respeto por lo que Edward estaba soportando para llevar a cabo esta sesión.
—Vaya —susurré, mirándolo—. ¿Cómo puedes hacer esto?
—Hace más frío aquí afuera que antes —Edward hizo una mueca—. Al menos la pared bloqueaba algo del viento.
—Esto significa mucho para ti —mordí mi labio—. No te someterías a esto si no fuera así.
—Va a ser algo enorme para la fundación —asintió Edward—. Será la donación que necesitamos para empezar.
—Quería hablarte sobre eso —le dije—. Es algo en lo que he estado pensando.
—Dispara.
—No quiero entrometerme. Es solo una idea…
—¿Bella? Me encantaría escucharla —Edward hizo una mueca y se movió un poco—. Perdón. Esto hace cosquillas.
—Es un poco raro estar aquí acostada contigo mientras tres personas pintan tu cuerpo —me reí.
—Mantenme distraído. —Edward se rio entre dientes—. Cuéntame tu idea.
—¡Oh, claro! —asentí—. Bueno, estaba leyendo un artículo sobre Dolly Parton el otro día.
—¿Y?
—¿Su parque temático, Dollywood?
—¿Sí?
—Han construido una sala de calma para personas con autismo. Es como un lugar tranquilo donde las familias pueden ir si alguien tiene una sobrecarga sensorial por las luces y sonidos del parque. Es una zona segura y silenciosa donde pueden ir un rato para reagruparse y calmarse. ¿No es genial?
—Suena increíble —Edward sonrió.
—Entonces, sé que tomaría un par de años si realmente quisieras hacerlo, pero ¿y si pudieras conseguir que alguien en el estadio done uno de los palcos para algo así?
—Sigue… —Edward asintió.
—Levanta las paredes para mantener el ruido afuera. Usa un sistema de filtración de aire. Te sorprendería cuántas personas pueden tener aversión a todos los olores durante un juego. Pon algunos juguetes sensoriales ahí. ¡Apuesto a que muchas personas tienen problemas para llevar a sus hijos a un partido porque puede ser demasiado abrumador para algunos de ellos!
—¡Señorita Swan, es usted un genio!
—Y si funciona bien, apuesto a que podrías asociarte con otros equipos para que instalen el mismo tipo de áreas. ¡Podría ser algo realmente increíble, Edward!
Mis palabras se cortaron cuando Edward me sorprendió girándose de lado, agarrándome la cara y besándome con firmeza.
—¡Oigan! ¡Todavía no es hora de descanso! —Jane se rio—. ¡Vuelve aquí!
—Perdón —Edward se rio, dejando que lo pusieran de nuevo en posición—. No pude evitarlo.
—¿Entonces te gusta la idea? —Me reí.
—Creo que vale la pena investigarlo —Edward sonrió.
—¿Quieres que te lea ahora?
—Claro.
Edward extendió la mano para tomar la mía mientras le leía, pero después de unos capítulos, noté que sus dedos se habían relajado. Miré hacia él y vi que se había quedado dormido allí en el césped. Cerré el libro y me giré de lado, observándolo descansar. Nunca entenderé cómo lograba dormir tan plácidamente mientras tres pintores movían pinceles sobre su cuerpo, pero observar el proceso me mantenía interesada. Miré durante un largo rato antes de sentir que también me quedaba dormida.
Un poco más tarde, Kim me despertó suavemente al empujarme el hombro.
—Ya terminamos. —Me sonrió—. ¿Quieres despertarlo para que podamos tomar las fotos?
Kim, Jane y Brad empacaron sus cosas y estiraron sus propios cuerpos cansados mientras despejaban el área de trabajo. Me acerqué y toqué suavemente la barbilla de Edward con la punta de un dedo.
—¿Hmm? —Abrió los ojos adormilado—. ¿Cuánto tiempo he estado dormido?
—Unas dos horas y media —soltó Brad, sorprendiéndome. ¡No me había dado cuenta de que habíamos dormido tanto!—. El mejor «lienzo» que hemos tenido en mucho tiempo. No tuvimos que preocuparnos de que te movieras y nos arruinaras el trabajo.
—Dios, estoy tieso —Edward se quejó—. ¡Que el fotógrafo empiece a trabajar para que pueda levantarme y moverme! ¡Necesito ir al baño!
—¡Yo también! —me levanté y me estiré antes de apurarme para encontrar un baño. Pobre Edward, él todavía tenía que esperar a que terminaran la sesión.
Cuando volví al campo, observé desde la distancia cómo el fotógrafo subía a una escalera sobre Edward para tomar fotos aéreas. Se movió de un lugar a otro con eficiencia y rapidez. Tres horas de pintura solo tomaron veinte minutos para ser fotografiadas.
—¡Terminamos aquí! —gritó el fotógrafo. Edward no perdió tiempo en ponerse de pie y envolverse en su bata para ir a los baños.
Cuando regresó, ya estaba vestido y nos encontró a todos sonriendo frente a la pantalla que mostraba lo que el fotógrafo había capturado. Era increíble. Cada brizna de césped estaba perfectamente replicada en un intrincado patrón sobre el cuerpo de Edward, haciendo que realmente pareciera parte del campo de juego. Estaba maravillada con la fotografía. A Edward también parecía gustarle, aunque claramente estaba listo para irse.
—Mándame las imágenes para revisarlas más tarde, ¿de acuerdo? —pidió Edward—. Gracias a todos por su trabajo hoy. De verdad, ha sido genial, pero necesito irme.
Me apresuré a empacar nuestras cosas y seguí a Edward de regreso a su auto.
—¿Estás bien? —pregunté, sintiéndome un poco agitada tras intentar seguir su ritmo.
—Sí, estoy bien —asintió—. Ni siquiera estoy tan cansado, pero esta pintura ya está seca y me pica como loco. Ahora mismo solo puedo pensar en meterme bajo una ducha caliente.
—Puedo prepararte algo de comer mientras te quitas la pintura —le sugerí.
—Eso sería genial. —Suspiró.
Una vez de vuelta en la casa, me apuré a prepararle un plato de sopa caliente y un sándwich. Cuando no bajó después de casi media hora, comencé a preocuparme. Edward no me había dicho a qué hora salía su nuevo vuelo. Temiendo que pudiera perder la noción del tiempo, subí las escaleras para buscarlo.
—¿Edward? —llamé, golpeando suavemente la puerta de su habitación antes de abrirla. Podía escuchar la ducha todavía corriendo en el baño.
—¿Bella?
—¡Perdón! —dije, deteniéndome cerca de la puerta del baño—. No estaba segura de a qué hora sale tu vuelo…
—Vickie me consiguió un asiento en uno que sale a las 2:30 —respondió Edward—. ¿Qué hora es ahora?
—Ni siquiera es mediodía. Tienes tiempo —suspiré—. Bueno, el almuerzo está listo cuando lo quieras.
—¡Espera! ¡No te vayas! —llamó Edward. Me detuve, esperando—. ¿Puedes… puedes venir aquí un minuto?
¿Edward quería que entrara mientras se estaba duchando? No necesitaba pedírmelo dos veces.
—¿Necesitas algo? —pregunté, entrando en el cuarto lleno de vapor. Apenas podía distinguir su figura a través de la condensación en las paredes de la ducha. La puerta se abrió y asomó su cabeza mojada, mirándome.
—¿Puedes ayudarme aquí? —Edward parecía un poco avergonzado—. Me quité toda la pintura del frente, pero no puedo quitarla de mi espalda. Pensé que si me quedaba bajo el agua lo suficiente se ablandaría, pero esta cosa es como pegamento.
—¿Me estás pidiendo que me duche contigo? —Sonreí, cruzándome de brazos mientras me apoyaba contra la pared.
—En otras circunstancias, sería un sueño hecho realidad —Edward se rio—. Pero parece que asesiné a Kermit la rana aquí. Hay verde por todas partes. Y realmente necesito tu ayuda.
—Claro, Edward —me reí ante su descripción de la situación—. Te echaré una mano.
Él volvió a meterse bajo la ducha, y yo reuní el valor necesario para desnudarme y unirme a él. Era intimidante saber que estaría en la ducha con él sin ropa. Siempre había sido una persona modesta, y me sentía tímida. Pero somos adultos, ¿verdad? Además, ya me había visto en bikini, que no cubre mucho. ¿No había sido Edward valiente más temprano al estar prácticamente desnudo frente a todo un equipo de trabajo? Si él podía hacer eso, yo podía con esto.
—Bien, veamos con qué estamos lidiando —dije, respirando profundamente antes de abrir la puerta de la ducha para entrar detrás de él. Edward estaba bajo el chorro de agua, con la espalda hacia mí.
No mires su trasero. No mires su trasero.
Por supuesto, miré su trasero.
Su trasero perfectamente esculpido, firme, apretado y mojado.
Entonces, quise morderlo.
¡Concéntrate! ¡Se supone que estoy aquí para ayudar!
—Tienes un verdadero desastre aquí atrás —le dije, tratando de mantener mi voz neutral y profesional. Tenía razón. Gotas de pintura verde mezcladas con agua eran evidentes en casi todas las superficies. Podía ver dónde Edward se había frotado la piel hasta enrojecer, intentando quitar la gruesa franja de pintura que aún cubría el centro de su espalda—. ¿Dónde está tu jabón?
Edward extendió la mano detrás de él y me entregó una esponja llena de espuma. Inhalé profundamente, suspirando. Olía delicioso. Cuando presioné la esponja contra el centro de su espalda, él dio un pequeño salto.
—Perdón —me reí.
—Solo… eh, haz lo que puedas —me dijo Edward. Su voz sonaba profunda, áspera. Sonreí mientras comenzaba a trabajar, complacida al pensar que tal vez Edward estaba tan afectado por la situación como yo. Pero tenía razón: mi presencia en la ducha era más una necesidad que otra cosa. Eso no significaba que no pudiera disfrutarla, por supuesto.
—No sé cómo pudiste dormir tan profundamente mientras esas personas te pintaban —le dije mientras hacía suaves círculos para aflojar la pintura seca en su piel.
—Me concentré en ti para olvidarme de ellos —respondió Edward—. Además, puedo dormir a través de casi cualquier cosa. Es el resultado de años viajando con jugadores ruidosos.
—Ahh —asentí, mordiéndome el labio mientras observaba cómo la pintura se diluía en un agua verde claro que corría por los músculos de su espalda hacia ese trasero tan, pero tan apetecible. Las partes traseras de sus piernas también eran impresionantes. Sus pantorrillas… Incluso tenía tobillos atractivos. Definitivamente no estaba manteniendo mi mente en el trabajo—. Estoy realmente impresionada con cómo resultó todo.
—Estoy impresionado contigo —dijo Edward entonces—. Eso que sugeriste sobre construir una sala de calma… cuanto más lo pienso, más me gusta. Voy a pedirle a Dave que investigue la logística.
—Eso es maravilloso. —Sonreí—. ¿Sabes qué? Esto no tomó tanto tiempo como pensaba. En realidad, no estaba tan pegada. Simplemente no podías alcanzarla. —Mi mano ya se deslizaba sobre su espalda enjabonada sin evidencia de pintura restante. Hice un pequeño puchero, deseando que la tarea no hubiera terminado. Estaba disfrutándolo. Su piel mojada se sentía como seda bajo mis manos, y quería seguir tocándolo.
—¿Ya lo quitaste todo? —preguntó Edward.
—Sí. —Suspiré. No pude ocultar la decepción en mi voz—. Ya no te pareces el Gigante Verde. ¡Felicidades! Eres tú de nuevo.
—¡Perfecto!
Edward giró hacia mí tan rápido que no tuve tiempo de entender lo que estaba pasando hasta que mi espalda estuvo presionada contra la pared de la ducha. La esponja cayó de mis dedos cuando Edward me besó con fuerza, aplastando su cuerpo contra el mío. Rodeé sus hombros con mis brazos para mantenerme en pie. Todo rastro del frío que antes había calado en mis huesos desapareció al instante, y sentí mis extremidades convertirse en lava fundida. Me pegué a su pecho, gimiendo contra su boca.
—Dios, Bella —jadeó Edward—. ¡Te sientes tan increíblemente perfecta!
—Tú también —respondí, cerrando los ojos mientras bajaba su rostro para colocar ardientes besos en mi cuello. Literalmente, sentía que mis rodillas flaqueaban. Antes había supuesto que Edward estaba afectado por la idea de que yo estuviera en su ducha, pero ahora lo sabía con certeza. Presionó contra mí la evidencia de cuánto lo había afectado, arrancándome otro gemido mientras tiraba de su cabello para besarlo una vez más. Los sonidos que salían de mi boca me hacían parecer una loca de deseo, ¡y me encantaba! Nunca en mi vida me había sentido tan excitada por un hombre.
—¿Sientes lo que me haces? —gruñó Edward—. ¡Maldición, mujer! —Se arrodilló frente a mí, dejando besos en mi pecho y costillas. Cuando puso su boca en mi pecho, sentí que mis rodillas empezaban a temblar.
—No puedo —dije mientras negaba con la cabeza.
—Lo estás haciendo bien —dijo Edward contra mi estómago. Tiré de su cabello para obligarlo a mirarme.
—No. Quiero decir que no puedo mantenerme de pie. Edward… —empecé a deslizarme por la pared de la ducha, y él me agarró por las caderas, levantándome mientras se ponía de pie. Volví a rodear sus hombros con mis brazos mientras él me asaltaba con besos que hacían que todo mi mundo girara.
—El sexo en la ducha no es mejor que el sexo en la piscina —gruñó Edward—. No voy a hacerlo aquí.
—Entonces llévame a la cama —le rogué—. Si me dices que tengo que esperar velas y rosas, ¡voy a gritar!
—Oh, haré que grites —Edward sonrió con picardía y me levantó en sus brazos. Pateó la puerta de la ducha para abrirla y salió conmigo—. Y por mucho que me encantaría darte romance ahora mismo, no hay suficiente tiempo.
—No necesito romance —susurré, besando su hombro—. Solo necesito…
—Sé lo que necesitas, cariño —dijo Edward, colocándome en su cama. Ambos estábamos mojados, pero el aire a nuestro alrededor no se sentía frío. Estaba caliente por completo. Edward deslizó su cuerpo sobre el mío, haciéndome arquearme bajo él—. Por favor dime que estás protegida —dijo—. No sé si tengo condones…
—No necesitas uno —prometí, casi jadeando contra su boca—. Estoy tomando la píldora. Por favor…
—¡Gracias a Dios!
A pesar de todas mis anteriores reflexiones sobre si Edward era un fanático del culo, podía admitir que estaba equivocada. Parecía completamente embelesado con mis pechos mientras los amasaba, los besaba y tiraba de mis pezones con sus labios y dientes hasta que me sentí tan frustrada que realmente podría haber gritado.
Y luego dejó que esos dedos increíblemente talentosos comenzaran a trabajar en el resto de mi cuerpo, sonriendo ante mis reacciones como si supiera exactamente lo que me estaba haciendo. ¡El hombre estaba satisfecho de sí mismo y yo me estaba volviendo loca!
—Por favor —dije entrecortadamente, agarrando su almohada a ambos lados de mi cabeza—. ¡Por favor!
—¿Me deseas? —preguntó Edward—. ¡Dilo, Bella!
—Ya lo sabes —respondí, gimiendo. Cuando siguió provocándome, me agaché y rodeé con mi mano su miembro duro y suave. Y... Ah, sí. ¡Definitivamente tenía una constitución impresionante! Deslicé mis dedos a su alrededor, explorando su cuerpo y sonriendo cuando fue su turno de cerrar los ojos y emitir el gemido más delicioso, bajo y gutural que jamás podría imaginar.
Al parecer, eso fue suficiente para hacerle saber exactamente lo que quería. Edward ya no quería jugar más. Sin más preámbulos, levantó mis piernas por ambos lados de mis caderas y se empujó contra mi cuerpo.
Fue… perfecto. Salvaje. Caliente. Era todo lo que podría haber esperado y, a diferencia de cualquiera de mis relaciones anteriores, no hubo torpezas incómodas. Era como si Edward estuviera programado para saber exactamente qué hacer para ponerme en un frenesí absoluto. Estábamos totalmente sincronizados y me costaba respirar. Ni siquiera quería hacerlo. ¡Respirar estaba sobrevalorado!
—¡Mierda, Bella! —gimió Edward encima de mí, embistiendo fuerte y rápido y golpeándome profundamente en un ángulo tan perfecto. Sabía que no tardaría mucho, y no fue así. Cuando se estiró debajo de mí para inclinar mi cuerpo hacia él, grité. No estoy segura de lo que grité. Podría haber sido su nombre. Podría haber sido una serie de malas palabras incoherentes. Me sentí como una mujer poseída sin ningún control. Estoy bastante segura de que lo arañé. No lo sé. Pero lo que sea que haya ocurrido, no tardó mucho en llegar allí también. Su cuerpo se tensó y sentí que encontraba la liberación dentro de mí, que era algo que nunca había hecho antes a pesar de estar tomando la píldora. Pero se sentía perfecto y correcto, y sostuve la cara de Edward contra mi pecho cuando casi se derrumbó sobre mí. Ambos estábamos sudorosos y temblando. Casi quería llorar, pero en su lugar salió una risa. Me tapé la boca con las manos para tratar de sofocar el sonido.
—¿Algo gracioso? —preguntó Edward, girando la cara para poder mirarme. Su cabello mojado le caía sobre los ojos y sus mejillas estaban muy sonrojadas. ¡Incluso después de hacer ejercicio en el gimnasio, nunca lo había visto tan agotado!
—¡Nada! —resoplé. No pude evitar reírme otra vez, y Edward también se rio, se apartó y me hizo cosquillas en los costados mientras subía a la cama para descansar a mi lado. Se dio la vuelta y quedó boca arriba, respirando con dificultad y mirando hacia el techo.
—No me lo creo. Lo tomaré como un duro golpe a mi ego si no me dices qué te hace tanta gracia.
—¡No sabía que podía hacer esos sonidos! —Me reí y me tapé la cara con las manos—. ¡Dios mío!
—¿Entonces es una risa alegre?
—¡Es una risa muy feliz!
—Te dije que te haría gritar —dijo, con aire satisfecho. Se giró hacia mí y levantó la cabeza para mirarme—. Ven a San Diego conmigo.
—No puedo. —Negué con la cabeza y sonreí ampliamente.
—Claro que puedes. Tómate el día libre mañana. Llamaré a tu jefe. No le importará.
—No puedo —resoplé, dándole una palmada en el pecho con la mano—. Victoria te consiguió ese vuelo de último minuto, y tendrás suerte si llegas al juego a tiempo. No tengo tiempo para hacer planes de viaje.
—No quiero dejarte ahora mismo. —Edward frunció el ceño. Levantó mi mano y besó cada uno de mis dedos mientras hablaba—. No se siente bien.
—Estaré aquí cuando regreses —prometí.
—¿Aquí mismo? —preguntó Edward, alzando las cejas y luciendo esperanzado—. ¿Aquí, en mi cama? ¿Esperándome?
—Si quieres —asentí.
—Hmm… —Edward se dio la vuelta y volvió a tumbarse boca arriba con una sonrisa en el rostro—. Lo que quiero es que duermas en mi cama todas las noches. Quiero que mis almohadas huelan a ti cuando llegue a casa. ¿Qué te parece?
—¿No te preocupa lo que pueda pensar el resto de tu personal? —le pregunté.
—¡Que se jodan! —rio Edward—. Nadie tiene turnos tan tarde como para darse cuenta. Te haré una videollamada después del juego. Quiero verte aquí arriba.
—Está bien. —Sonreí, mordiéndome el labio—. Será mejor que te muevas ahora. Vas a necesitar otra ducha antes de ir al aeropuerto.
Lo vi asentir antes de darse la vuelta para levantarse. Y sí, lo vi caminar de regreso hacia la ducha. No me negaría esa vista. Era una a la que tendría que acostumbrarme. Iba a ver mucho la espalda de Edward Cullen cada vez que el trabajo lo obligara a irse. Ojalá pudiéramos habernos quedado acostados juntos todo el día, explorando este nuevo aspecto de nuestra relación, pero simplemente no iba a ser así. Lo único que me impedía llorar al pensar en eso era concentrarme en lo genial que sería verlo cuando regresara a casa. Y sí, lo estaría esperando aquí mismo.
~*~*Las reseñas son mejores que la pintura corporal. ¡Deja una!~*~*