ID de la obra: 557

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Het
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planificada Mini, escritos 312 páginas, 119.719 palabras, 30 capítulos
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Capítulo 19

Ajustes de texto
. CAPÍTULO 19 . Esa noche, estaba lista para la llamada que Edward había prometido. Tan pronto como la casa estuvo despejada y asegurada para la noche, subí a la habitación de Edward. Disfruté felizmente de esa gran ducha suya, sonrojándome mientras pensaba en cómo Edward había compartido el espacio conmigo más temprano ese día. Mi cuerpo aún llevaba la firma invisible de sus manos y labios sobre mi piel. Cinco días. Estaría fuera por cinco días, y luego podría estar con él de nuevo. Me acosté en su cama para ver el partido en una enorme pantalla plana montada en la pared. Con grandes y lujosas almohadas apoyándome por detrás, me sentí un poco como la reina de este castillo. Sabía que estaba viviendo en tiempo prestado. La señorita Spreckles volvería antes de que me diera cuenta. Pero por ahora… Por ahora iba a aprovechar la invitación de Edward para dormir en su habitación. Me hacía sentir más cerca de él mientras estaba fuera, aunque en realidad la habitación no tenía mucho en ella: algunos artículos de tocador en el baño, una revista enrollada para mantener abierta una página sobre la mesa junto a su cama, los gemelos que había usado en nuestra cita para cenar descansando sobre su cómoda y una gran estantería casi vacía incrustada en la pared. Fruncí el ceño y mordí mi labio. La habitación era hermosa, pero bien podría haber sido la de un hotel. Me pregunté si Edward la veía de la misma forma, solo como otro lugar para dormir entre partidos. Pensándolo bien, recordé que Edward me había dicho que también tenía una casa en Washington. Allí vivía durante la temporada baja. ¿Planeaba volver allí en otoño? Los Cardinals tenían buenas posibilidades de llegar a los playoffs este año, pero incluso eso solo extendería su compromiso con el equipo hasta octubre. ¿Y después? No dispuesta a dejar que mi ánimo se viera afectado por un futuro incierto, me levanté después del partido y me tomé un tiempo para prepararme para mi videollamada. Sabía que el único objetivo de Edward era comprobar que estaba quedándome en su habitación, como me había pedido, pero yo tenía algo más en mente. Tal vez me sentía un poco traviesa, pero tenía la sensación de que Edward lo apreciaría. Mentalmente, calculé cuánto tiempo le tomaría terminar en el estadio y volver a su habitación. Se prepararía para dormir antes de llamarme, y esa llamada llegaría a mi teléfono justo en… —¡Hola! —Hola. —La sonrisa de Edward llenó la pantalla de mi teléfono—. Señorita Swan, ¿siempre usa una gorra de béisbol para dormir? Sonreí y bajé el borde de mi gorra. —Estaba viendo a mi novio patear traseros en San Diego esta noche. —Reí—. ¡Pensé que debía vestirme para la ocasión! —¿Qué demonios llevas puesto? —Edward se rio. —Una camiseta de béisbol. —Me encogí de hombros—. Eso es todo. —¡Dios, mujer! —Edward puso los ojos en blanco y se pasó una mano por la cara—. Muéstrame. Rápidamente me puse de rodillas sobre la cama de Edward y alejé el teléfono lo suficiente para que pudiera ver que llevaba puesta la camiseta blanca de béisbol. Estaba abierta por delante y solo tenía puesta una sencilla ropa interior de algodón debajo. Cada parte esencial de mí estaba cubierta, pero Edward me miró como si le acabara de enviar un regalo. —Eso es lo más sexy que he visto en mi vida. —Sonrió ampliamente. —No es como si estuviera desnuda. —Reí—. Pero es lo más cerca que vas a estar en una videollamada, así que disfrútalo. —Eso planeo. —Se rio—. Envíame una foto así. Quiero tenerla en mi teléfono. —Cuando terminemos de hablar. —Me reí, recostándome contra las almohadas—. Jugaste un gran partido esta noche. —Estoy jodidamente exhausto. —Edward se frotó los ojos—. Ha sido un día larguísimo. —Entonces no te quedes hablando mucho conmigo. —Fruncí el ceño—. Necesitas recuperar el sueño. —Lo sé. Tengo que irme. Te llamaré mañana para ver cómo estás, ¿de acuerdo? —Edward… —Mordí mi labio—. Antes no solías llamarme cuando estabas fuera. No quiero que sientas que tienes que hacerlo ahora. —No es una obligación. —Edward negó con la cabeza—. Te extraño. Hará que el tiempo pase más rápido mientras estoy aquí. —Está bien. —Sonreí—. Bueno, buenas noches, Edward. Supongo que hablaremos mañana. —Buenas noches, Bella —dijo, bostezando. Nuestra llamada, corta pero dulce, terminó, y me giré para dejar mi teléfono sobre la mesa de noche. Di un pequeño salto cuando vibró bajo mis dedos. Curiosa, presioné un botón para ver un mensaje de texto de Edward. ¿Creíste que lo olvidaría? ¡Mándame esa foto! Solté una risita y negué con la cabeza. ¡Era tan tonto! Eres terriblemente mandón Escribí, riéndome mientras respondía. Tú primero. Necesito un nuevo fondo para mi nueva pantalla de bloqueo. La foto de Edward llegó y la guardé de inmediato. Su cabeza estaba girada hacia un lado, y la imagen capturaba su mandíbula afilada bajando por su pecho desnudo. Estaba recortada justo en la parte superior de sus pantalones de pijama, lo que me hizo sonreír. Voy a deslizar sobre esos abdominales cada vez que use mi teléfono. Lo decía completamente en serio. Foto. Ahora. Soy tu jefe, y puede que tu trabajo dependa de ello, señorita Swan. Me puse de nuevo de rodillas y traté de imitar su pose. Tomé unas cuatro fotos antes de quedar satisfecha con una. Cabeza girada, la gorra de béisbol bien baja y suficiente piel a la vista, desde el escote hasta el borde superior de la ropa interior que llevaba… Linda. ¿Sexy, incluso? Casi completamente inocente. Presioné el botón de enviar. Esa la guardo para cuando la necesite. ¡Muy bonito, Edward! Me reí. Sí. Muy bonito. Mmmm… ¿Quieres mandarme mensajes subidos de tono? ¡Ni loca! Solté una carcajada, todavía riéndome por la broma entre nosotros. Eso es todo. Estás despedida. Apagué mi teléfono por la noche y me acurruqué bajo las sábanas. Me quedé ahí en la oscuridad, todavía sonriendo. Tal vez, solo tal vez, los próximos cinco días pasarían más rápido de lo que pensaba. No podría haber estado más equivocada. Mantenerme ocupada, como siempre, era mi mejor línea de defensa. Había mucho por hacer en la casa en preparación para el fin de semana del 4 de Julio, y cuando digo que me mantuve ocupada, quiero decir que me volví ligeramente obsesiva. Quería que todo estuviera absolutamente perfecto cuando la familia de Edward viniera de visita. Me preocupaba que Edward me presentara a sus padres, lo que podrían pensar sobre el hecho de que estuviéramos saliendo. ¿Viéndonos? ¿Viviendo juntos? ¿Durmiendo juntos? Me estremecí. No quería que nadie cuestionara la legitimidad de mi contratación para este trabajo. Tampoco quería que me acusaran de descuidar mis responsabilidades solo porque Edward y yo teníamos una relación. Pasé mi día libre con Angela, lo cual fue una distracción bienvenida y muy necesaria. Condujimos hasta West County para que me mostrara la casa que ella y Ben habían decidido comprar. Fuimos a probarnos vestidos y nos reímos durante la cena. Nos quedamos despiertas hasta la medianoche, atando lo que parecían miles de pequeños moños en bolsitas de dulces que se usarían como recuerdos de boda. Fue un día productivo, algo que realmente necesitaba. Pasar tiempo con Angela me recordó una realidad completamente diferente en la que necesitaba empezar a enfocarme: el mundo que existía para mí más allá de la propiedad de Edward. Finalmente, comencé a buscar apartamentos en línea y envié cartas de consulta a los distritos escolares que tenían mi currículum en sus archivos. Pude respirar un poco más tranquila al saber que ya estaba acumulando un colchón financiero lo suficientemente decente en mi cuenta de ahorros como para manejar la mudanza y sostenerme por un tiempo si no conseguía un nuevo trabajo de inmediato. Pensar en ello me ponía triste, pero era algo que definitivamente debía hacer. El verano no duraría para siempre, y necesitaba prepararme para el otoño. Por fin… por fin, era hora de que Edward regresara a casa. Tomó un vuelo nocturno desde la Costa Oeste, y yo dormía profundamente cuando se metió en la cama conmigo. Me despertó el sonido de su risa baja detrás de mí. —¿Edward? —murmuré y luego bostecé. Respiré hondo por la nariz y sonreí al reconocer el aroma del jabón de Edward. Girándome hacia la fuente del olor, suspiré y presioné mi nariz contra la piel fría y húmeda de su pecho desnudo—. Mmmm… hueles bien. —Pensé que podía haberte despertado cuando llegué. Traté de ser silencioso mientras me duchaba. —Edward envolvió sus brazos a mi alrededor mientras me acurrucaba contra él—. Estabas completamente dormida. ¿Sabías que hablas en sueños? —¡No lo hago! —bostecé de nuevo. —Sí que lo hiciste. —Me besó la coronilla, aún riéndose—. Fue adorable. —Menos mal que dijiste que puedes dormir a pesar de cualquier cosa. —Parpadeé, tratando de despertarme—. ¿Qué dije? —Cuando me metí en la cama, besé tu hombro y me preguntaste: «¿Qué es esta insensatez?» —¿«Insensatez»? —me reí entonces—. No puede ser. No creo haber usado esa palabra en mi vida. —Eso fue lo que dijiste. —Se encogió de hombros—. Mmmm… Vuélvete a acomodar. Cuando hice lo que me pidió, Edward nos situó para poder abrazarme por detrás. —Se siente jodidamente bien poder volver a casa y abrazarte así. —Opino lo mismo. —Sonreí en la oscuridad. Edward dejó un pequeño beso en mi oído, y me estremecí cuando el aire de su exhalación hizo cosquillas en mi cuello. Apretó su abrazo, y yo presioné mi cuerpo contra su regazo. —Estate quieta. Vuelve a dormir —me dijo Edward. —¿Qué? —sonreí, moviendo mis caderas para frotar mi trasero contra él—. ¿Nada de insensatez? —Bella… —Edward gruñó en tono juguetón—. Me la estás poniendo difícil. —Pensé que estaba siendo fácil. —Me reí. Deliberadamente presioné contra él de nuevo y fui recompensada con el sonido de su gemido bajo mientras hundía el rostro en mi cabello. —Estoy tratando de portarme bien. —¿Bien? —pregunté, girando la cabeza para mirarlo por encima del hombro—. ¿Por qué intentas portarte bien cuando me gustaría que te portaras mal? —Me estás matando, Smalls. (7) —Edward rio y me tomó del hombro, girándome sobre mi espalda para poder mirarme de frente. Apoyado a medias sobre mí, con su peso sostenido en un brazo, apartó mi cabello de mi rostro y me miró con una expresión curiosamente tierna—. No quería hacer esto. —¡Oh! —Fruncí el ceño y mordí mi labio, tratando de apartarme. Extrañamente, me sentí como una pervertida que intentaba coaccionar a su pareja para tener sexo—. Solo estaba jugando, Edward. No quise hacerte sentir… —No. —Edward me mantuvo en mi lugar—. Estoy arruinando todo esto. —Cerró los ojos, dándome un momento para apreciar la belleza esculpida de su rostro bajo la tenue luz matutina que empezaba a filtrarse en la habitación. Incapaz de resistirme, alcé la mano y pasé un dedo por el contorno de su mandíbula. Edward giró el rostro hacia un lado, besando mi muñeca antes de volver a mirarme—. Por más que desee reencontrarme con cada centímetro de tu hermoso cuerpo en este momento, me dije a mí mismo que no lo haría. No quería que pensaras que el sexo es la única razón por la que anhelaba volver a casa. —No pensaría eso. —Negué con la cabeza y sonreí lentamente—. Pero tampoco me ofendería si fuera una de las razones. —Oh, créeme, lo he estado esperando con ansias. —Me dedicó esa sonrisa ladeada que tanto me gustaba—. Pero estaba tratando de ser respetuoso. —A veces eres extrañamente chapado a la antigua. —Me reí—. Aprecio el gesto, Edward. De verdad. —¿De verdad? —De verdad, de verdad. —Asentí. Hundí los dedos en la parte trasera de su cabello y tiré suavemente hasta que Edward cedió y bajó la cabeza para besarme, despacio y con ternura. Suspire contra sus labios—. Te extrañé. —Yo también te extrañé. Cuando levanté los brazos sobre mi cabeza, Edward captó la señal y deslizó mi camiseta fuera de mi cuerpo. Bajó el rostro para esparcir besos y suaves mordiscos sobre la piel recién expuesta, haciéndome retorcer. Enredé mis dedos en su cabello, mordiéndome el labio y temblando mientras mi cuerpo cobraba vida bajo su tacto. Cuando se deslizó bajo las sábanas y trazó círculos con su lengua alrededor de mi ombligo, alcé las caderas para que pudiera retirar la última barrera de ropa entre nosotros. Entonces, Edward reapareció y giró mi cuerpo de espaldas hacia él. En la misma posición de antes, con su pecho contra mi espalda, Edward succionó y mordisqueó suavemente mi cuello, bajo mi oído y a lo largo de mi hombro. Su palma abierta recorrió mi cuerpo hasta llegar entre mis piernas, obligándome a enterrar el rostro en la almohada para ahogar los suaves gemidos que escapaban de mi boca. Sus dedos eran magia, tocándome como si conociera cada nota de mi cuerpo. Me incliné hacia adelante, necesitando más, posicionándome para él. Luego, levantó mi pierna para deslizarse dentro de mí, y ambos suspiramos al unísono. No creo haberme sentido jamás tan conectada emocionalmente con alguien como en ese momento. Edward se movía dentro de mí, lenta y profundamente. Mi cuerpo respondía instintivamente al suyo, retrocediendo y avanzando, cediendo y reclamando. A diferencia de la primera vez que estuvimos juntos, esto no era frenético. Era casi como un baile perfectamente coreografiado. De hecho, era tan hermoso que probablemente habría podido llorar. Tuve que morderme el labio hasta casi hacerlo sangrar para evitar susurrar las palabras de amor que se me atoraban en la garganta. Fue aún más difícil cuando sus dedos volvieron a buscarme. La combinación de su tacto y el ritmo pausado de su cuerpo deslizándose dentro del mío me llevó directo al borde. —¡Oh! Edward… —susurré con voz entrecortada. Mis muslos se tensaron alrededor de su mano mientras las profundas oleadas de placer me sacudían. Edward sintió cómo mi orgasmo se apoderaba de mí y esperó a que lo atravesara antes de retirar su mano y aferrarse con fuerza a mi cadera. Me inclinó un poco más hacia adelante y se hundió en mí con más ímpetu, sus movimientos volviéndose menos controlados. Fueron tres, cuatro embestidas más antes de que sintiera su cuerpo tensarse. Gimió contra la parte trasera de mi cuello mientras se dejaba ir. Me quedé ahí, sintiendo su respiración agitada contra mi cabello. Edward salió de mi cuerpo con lentitud, pero siguió enroscado a mi alrededor, sosteniéndome con fuerza en el refugio de sus brazos. En cuestión de minutos, su respiración se calmó y su cuerpo se relajó hasta quedarse dormido. Permanecí despierta un buen rato, escuchando su respiración y sintiendo el latido constante de su corazón contra mi espalda. Edward había logrado su propósito esta noche. Me sentí respetada, cuidada. Finalmente, con el amanecer asomándose en el horizonte, caí dormida en sus brazos. Cuando desperté, si no fuera por la maleta de Edward abierta en el suelo junto a la cama, podría haberme convencido de que su regreso había sido un sueño. Estaba sola en la cama y la casa permanecía en silencio. Rápidamente, bajé a mi habitación para ducharme y vestirme antes de que el resto del personal llegara. —¿Bella? —Edward levantó la vista cuando pasé por la puerta de su oficina—. ¿Puedes venir un momento? Necesito hablar contigo. —Claro. —Me arreglé el cabello de manera instintiva—. ¿Qué pasa? —Siento haberme ido esta mañana. Tenía una llamada temprano con Riley Biers por el artículo que está escribiendo. Te veías tan tranquila que no quise despertarte. —Está bien. —Sonreí—. ¿Cómo te fue con la entrevista? —Bien. —Edward se encogió de hombros—. Pero en realidad no es eso de lo que quería hablar contigo. Estaba revisando tu pedido de compras para el próximo fin de semana. —¿Algo está mal? —pregunté, preocupada. Rodeé el escritorio de Edward para mirar la pantalla de su computadora. —Tienes muchas… —Edward empezó, presionando los labios juntos— …comidas saludables. —Tú comes esto todo el tiempo. —Fruncí el ceño—. No estaba segura de qué pedir para tu familia. —Creo que ahora que la sesión de fotos terminó, puedo relajarme un poco con la dieta. —Edward se rio y se dio una palmada en su abdomen plano—. Después de todo, es el 4 de Julio. —¿Así que menos verduras frescas y más carne roja? —Levanté una ceja—. Puedo hacer eso. —¿Y qué tal menos agua mineral? —Edward resaltó un artículo en la lista y lo eliminó—. Y más cerveza. —¿Nacional o importada? —pregunté—. ¿Heineken? ¿Guinness? —Vitamina R. —Edward rio—. Cerveza Rainier, si puedes conseguirla. En lata. Mucha. Si no, Natty Light servirá. —Okay… —Incliné la cabeza hacia un lado. ¿Su familia quería cerveza barata?—. ¿Algo más? —Pizza, papas fritas, salchichas, chuletas de cerdo, hamburguesas. Piensa en la típica comida estadounidense para el 4 de Julio. No hace falta nada sofisticado. —Edward fue bajando por la lista en su computadora, eliminando más elementos—. Cualquiera de ellos preferiría un sándwich de jamón antes que una ensalada con brotes. ¿Sabes a qué me refiero? —¿Qué tipo de comida le gusta a Jackie? —pregunté. —Me encanta que quieras saberlo. —Edward sonrió ampliamente y dio unas palmadas en su rodilla. Me senté sobre su regazo y rodeé sus hombros con mis brazos, jugueteando con su cabello en la nuca—. No le gusta la comida que está mezclada. Por ejemplo, no comerá macarrones con queso. Le gustan los fideos, pero solos. Le gusta el queso en rebanadas, pero no derretido. —Entendido. —Sonreí. —Perros calientes, pero sin kétchup ni mostaza. Le gusta la mantequilla de maní, pero no la que tiene trozos. —¿Refrescos? —Sin cafeína. —Edward se encogió de hombros—. Esa es una regla de Lauren. Pero beberá prácticamente cualquier cosa que tengamos en el refrigerador, solo que no le gusta el hielo. —Bueno saberlo. —Asentí—. No quiero arruinar esto. —No puedes. —Edward sonrió—. Solo sé tú misma. No vas a estar sola, Bella. Yo estaré aquí, y el personal de cocina ya ha trabajado con Jackie. —Bien. —Sé que estás organizando todos los detalles y haciendo los pedidos, pero cuando mi familia esté aquí, realmente me gustaría que tuvieras que trabajar lo menos posible. Quiero que puedas disfrutar y conocerlos. Que ellos te conozcan a ti. Tengo un equipo maravilloso. Déjalos hacer su trabajo. —Si eso es lo que quieres. —Sonreí. —Lo que quiero es llevar tu lindo trasero de vuelta arriba a la cama. —Edward se rio y me dio una palmada en la parte baja de la espalda—. Pero tengo que terminar unas cosas aquí. ¿Puedes pedirle a la señora Waters que reúna al equipo de cocina alrededor de las 10:00? Quiero tener una reunión con ellos. Si estás libre esta tarde, pensé en llevarte a almorzar. —¿Quieres salir? —Estoy a punto de presentarle a mi familia a la mujer con la que salgo. Pensé que sería bueno poder decir que al menos te he llevado a más de una cita. —Edward rio. —Seguro, me encantaría. —Sonreí. A las 10:00, Edward dirigió una reunión matutina en la cocina. Recordó al personal las tareas adicionales que debían hacerse con la visita de su familia al final de la semana. —Bella no solo trabaja para mí, sino que también estamos en una relación —dijo Edward, sorprendiéndome con su anuncio—. Estará disponible si la necesitan, pero me gustaría que pudiera pasar tiempo conociendo a mi familia. Cuento con ustedes para que todo funcione sin problemas y la traten con el mismo respeto de siempre. Me sonrojé hasta las orejas cuando la señora Waters me guiñó un ojo y luego, riéndose, le dijo a Edward que había ganado la apuesta entre las amas de llaves. —¡Aposté 20 dólares a que ustedes dos lo harían oficial antes del feriado! Para el almuerzo, Edward me llevó a Grafton, Illinois. Caminamos de la mano mientras explorábamos pequeñas tiendas a lo largo de la carretera junto al río, y luego nos detuvimos a comer en una vinoteca. Sorprendentemente, Edward pasó el día sin que nadie lo reconociera ni se le acercara. Pedimos helados y nos sentamos en un área con césped cerca del río, disfrutando del momento antes de tener que volver a casa. Edward se recostó sobre sus codos, observando un bote pontón pasar sobre el agua. —¿Te gusta la navegación? —preguntó. —Claro. —Asentí. —Doc tiene un bote de pesca. —Edward se encogió de hombros—. Solíamos salir todo el tiempo. Creo que algún día me gustaría tener uno. No tiene mucho sentido ahora mismo, sin embargo. —Tus veranos son demasiado ocupados como para poder disfrutarlo de verdad. —Fruncí el ceño. —Tengo una idea. —Edward sonrió, incorporándose—. Vayamos de viaje juntos cuando termine la temporada. Algún lugar donde podamos usar una lancha rápida. ¿Una isla, quizás? —¿En serio? —Sonreí. —Siempre nos ha ido bien cerca del agua. —Edward rio—. ¿Qué te parece? —Suena increíble. —Sonreí. Me daba esperanza cada vez que Edward mencionaba nuestra relación más allá de la temporada de béisbol, aunque aún hubiera muchas cosas inciertas. Sentí que mi sonrisa se desvanecía y me mordí el labio—. Pero… —Pero ¿qué? Mi posibilidad de hacer un viaje con Edward dependía de si tendría trabajo en otoño. —Lo pensaré, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Asintió, frunciendo el ceño. Miró el agua, de repente con un aire taciturno. Odié haber cambiado el tono de nuestra conversación—. ¿Lista para irnos? —Sí. Dejé mi helado a medio comer en un basurero mientras regresábamos al auto, caminando en silencio a su lado. Edward tenía las manos metidas en los bolsillos y los hombros encorvados. No hablamos, y a pesar del intenso sol de verano sobre nosotros, sentí un escalofrío interno. Ese mismo escalofrío me acompañó cuando me desperté en mitad de la noche y descubrí que Edward no estaba a mi lado. Silenciosamente, me puse una camiseta de manga larga sobre mi ropa de dormir y bajé las escaleras. Después de recorrer la casa y no encontrarlo, finalmente lo vi afuera, en el patio. —¿Edward? —pregunté, tirando de los puños de mi camisa para cubrir mis palmas—. ¿Qué haces aquí afuera? —No podía dormir —respondió Edward en la oscuridad—. Y antes de que sugieras tu truco de la leche tibia, déjame decirte que ya lo intenté. No sé cómo puedes beber esa porquería. Es asquerosa. —Lo siento. —Encogí un hombro—. ¿Quieres otra cosa? ¿Té caliente, tal vez? ¿Descafeinado…? —No. —Edward se enderezó en la silla donde estaba recostado—. Esperaba no despertarte. —Ojalá supiera qué hacer para ayudarte —le dije—. Tienes un juego mañana. Estarás realmente cansado. —Ven aquí y déjame abrazarte —dijo entonces. Caminé hacia él y me senté sobre su regazo, pasándole los dedos por el cabello mientras él frotaba su mejilla áspera contra mi camisa. —¿Qué pasa, Edward? —¿Por qué crees que algo pasa? —Su respuesta quedó amortiguada contra mi camisa, así que puse un dedo bajo su barbilla y levanté su rostro para mirarme. —Porque has estado actuando raro desde la tarde. —¿Tan obvio? —Uh, sí. —Resoplé—. Pensé que estábamos pasando un buen rato en nuestra cita, y entonces… —Y entonces me dijiste que necesitabas pensarlo antes de irte de viaje conmigo cuando termine la temporada. —Bueno, es que tengo que pensarlo —repliqué. —O quieres irte de viaje conmigo, o no. Es bastante simple. Incluso a la luz de la luna, pude leer la expresión de Edward. ¡Había herido su orgullo! —¿Acaso crees que esto es mi forma de decirte que en realidad no me gustas tanto? —No lo sé. —Bajó la mirada—. ¿Tal vez? —Déjame aclararte algo. Estoy muy metida en ti, Edward. Estoy muy metida en nosotros. —Levantó la vista hacia mí, y lo besé suavemente en los labios—. Me encanta que me hayas invitado a un viaje. Solo me preocupa en dónde estaré trabajando en otoño. Si consigo un empleo, probablemente estaré en periodo de prueba y no podré tomarme días libres de inmediato. Hay muchas cosas que debo considerar. —¿Solo es eso? —Solo es eso. —Encogí los hombros—. ¿Así que dejarás de estar de mal humor, por favor? —No estaba de mal humor. —Puso cara de ofendido. —Estabas completamente de mal humor. —Me reí—. ¿Podemos volver a la cama ahora? Solté una carcajada cuando Edward se puso de pie y me echó sobre su hombro. Me dio una palmada en el trasero, haciéndome reír aún más. No creía que fuera posible que Edward se sintiera inseguro, pero ahí estaba. Al menos, lo hablamos. Estábamos mejorando en esto de la comunicación. MVP (7) La frase «Me estás matando, Smalls» (You're killin' me, Smalls) es una referencia a la película The Sandlot (Nuestra pandilla). En la película, uno de los personajes, Ham Porter, la dice en tono frustrado pero juguetón a otro niño llamado Scotty Smalls cuando hace algo torpe o ingenuo. Con el tiempo, la frase se ha convertido en una expresión común en inglés para expresar desesperación de manera divertida. En este contexto, Edward la usa con Bella en un tono juguetón porque ella lo está tentando y le está haciendo difícil portarse bien. *~*~Las reseñas son mejores que una imagen de Edward como pantalla de bloqueo. ¡Deja una!~*~*
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