Capítulo 28
22 de octubre de 2025, 10:38
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CAPÍTULO 28
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La noche del viernes, realmente deseé haber podido quedarme en mi cama, en mi apartamento. Después de la cena de ensayo, Angela quería que su corte nupcial durmiera en su nueva casa. Tess y Marci compartieron la habitación de invitados, Barb durmió en el sofá, y yo compartí la cama con Angela, lo cual no fue ideal en absoluto. Como había dormido una siesta tan larga durante el vuelo de regreso a casa, no podía dormir. No quería mantener despierta a Angela la noche antes de un día tan importante, así que me quedé acostada, mirando al techo y tratando de no moverme. Fue una tortura.
—La que se supone que debe estar dando vueltas soy yo —murmuró Angela en la oscuridad.
—Lo siento —susurré—. Estaba intentando quedarme quieta.
—Por favor, duerme un poco —suplicó Angela—. Voy a necesitarte mañana. Estoy muerta de miedo, Bella.
—¿Miedo de qué? —pregunté, girándome de lado para mirar a mi amiga—. Tú y Ben son perfectos el uno para el otro en todos los sentidos. Ya están casados, si lo piensas bien. Solo están cumpliendo con las formalidades.
—No me preocupa casarme con Ben —suspiró Angela—. Estoy más nerviosa por tropezar con mi vestido, o verme ridícula en las fotos, o quedarme completamente sin voz en el altar. ¿Y si no entregan las flores a tiempo? ¿Y si...?
—¿Y si intento dormir en el sillón de Ben en la sala? —sugerí—. Te estoy manteniendo despierta. Y tienes razón; mañana es un día muy importante. No te preocupes por nada de eso, Angela. No voy a permitir que nada salga mal. Te lo prometo. Estaré aquí para ti en cada paso del camino. Todo va a estar increíble. Ya lo verás.
—Te amo, Bells —murmuró Angela en su almohada, quedándose dormida otra vez. Tan silenciosamente como pude, me levanté y salí de la habitación.
Creo que finalmente me dormí justo antes del amanecer. Sentí como si apenas hubiese cerrado los ojos por un momento antes de que Jake me despertara empujando suavemente mi hombro.
—Santo cielo, Guardián de la Cripta. Te ves horrible —frunció el ceño Jake cuando me senté y bostecé.
—Gracias por señalarlo, señor Obviedad —respondí con voz ronca—. ¿Qué haces aquí?
—Ben me pidió que le entregara una nota de amor a Angela —Jake puso los ojos en blanco—. Como fue tan amable de eximirme de la despedida de soltero para que pudiera acompañarlas a Las Vegas, ahora me está tratando como su perrito faldero. Ya le llevé comida de desayuno a él y a los muchachos en el hotel. Ahora supongo que soy el chico de los mandados.
—Oh. Bien —asentí—. ¿Qué hora es?
—Casi las ocho.
—Mierda. Tengo que levantarme —me quejé. El dúo de estilistas que Angela había contratado debía llegar a las nueve para comenzar a arreglarnos el cabello y el maquillaje. Tenía el presentimiento de que iban a tener mucho trabajo conmigo, si me veía tan mal como me sentía. Alcancé mi celular, que seguía conectado al cargador, presioné el botón y fruncí el ceño al ver que la pantalla seguía sin responder.
—¿Qué pasa? —preguntó Jake.
—Pensé que se había acabado la batería, pero la luz indica que tiene carga. Simplemente no enciende. Creo que se descompuso.
—¿Y eso es un problema porque…?
—Mi vida está en ese teléfono, Jake —me froté la cara—. Es la única forma que tengo de contactar a Edward.
—Idiota —Jake suavizó la palabra con un codazo juguetón en mi brazo—. Edward no es toda tu vida. Estás aquí con tus mejores amigos, ¿recuerdas?
—Lo sé —me quejé—. No lo decía en ese sentido. Es solo que…
—Si Edward quería contactarte, pudo haber llamado al hotel —me recordó Jake—. Y vas a verlo mañana en su casa.
—No, no lo hará —intervino Marci, soplando el vapor de su café mientras pasaba por la sala.
—¿Perdón? —parpadeé, mirándola.
—Lo siento. No quería escuchar, pero estás en medio de la sala.
—¿Qué quisiste decir? —pregunté, enderezándome.
—¿Mencionaste a un tal Edward, cierto? —preguntó—. Llamó a la habitación del hotel.
—¡¿Qué?! —mi voz se alzó—. ¿Cuándo? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Lo olvidé. —Se encogió de hombros Marci y dio un sorbo a su café—. En serio, ni siquiera se me cruzó por la mente hasta que los oí hablar. Llamó el jueves por la noche. De hecho, creo que llamó varias veces. Pero solo hablé con él una vez.
Me quedé boquiabierta, y giré la cabeza para mirar a Jake con los ojos muy abiertos. Debió darse cuenta de que estaba a punto de lanzarme sobre ella, así que puso una mano sobre mi pierna para mantenerme tranquila y le habló a la chica, completamente ajena, con una voz deliberadamente suave.
—¿Recuerdas qué dijo?
—No sé —Marci negó con la cabeza—. Estaba súper borracha, ¿sabes? O sea, de verdad muy borracha.
—Intenta recordarlo —dije entre dientes.
—Fue la noche que fuimos a ver el show de Thunder from Down Under, y me traje al guapo portero del club. ¿Cómo se llamaba? ¿Scott? ¿Steve?
—¿Puedes saltarte a la parte del mensaje? —pregunté, resoplando.
—¡Lo estoy intentando! —Marci se sentó en una silla y frunció el ceño—. Estábamos intentando… ya sabes, y el teléfono empezó a sonar. El tipo… ¡Steve! ¡Era Steve! Ahora me acordé. Bueno, Steve contestó el teléfono como tres veces, pero quien fuera que estaba llamando colgaba enseguida.
—¿Y luego? —la animó Jake a continuar.
—Entonces, la siguiente vez que sonó, contesté yo. El tipo preguntaba por alguien llamada Isabella. Al principio ni siquiera me di cuenta de que eras tú —Marci puso los ojos en blanco—. Supongo que tiene sentido. Bella es diminutivo de Isabella, ¿no?
—¿Qué dijo?
—Quería hablar contigo. Le dije que tú y el tipo escritor estaban en la cama.
—¿Tipo escritor? —preguntó Jake.
—Dijiste que escribías libros, ¿no? Para ganarte la vida.
—Vendo libros. Vender. Tengo una librería —le corrigió Jake—. Gran diferencia.
—Básicamente es lo mismo —replicó ella.
—Ni de cerca —dije, dejando caer la cara entre las manos—. ¿Dijo algo más? ¿Dejó algún mensaje?
—Claro. Déjame pensar —Marci volvió a sorber su café, totalmente ajena al hecho de que yo estaba al borde del colapso—. Tal vez no lo repita tal cual. Estaba hablando de un artículo de revista. Dijo que era una estrella, creo. Luego dijo que había desactivado tu teléfono y que no te acercaras a su casa. ¡¿Ves?! Esa es la parte que me hizo recordar que llamó.
Sonrió como si esperara que le diera una galleta. Yo más bien quería darle un puñetazo.
—¿Marci? ¿Eso es todo? —preguntó Jake.
—¡No! También dijo algo sobre un tal Tom; que Tom iba a encargarse de eso.
—¿Quién es Tom? —Jake me miró.
—El abogado de Edward —gemí.
—Dios. Es muy temprano para esto —Marci agitó la mano en el aire—. Me voy a dar una ducha.
—¿Jake?
—Vamos afuera —sugirió mi amigo, tomándome del brazo y guiándome hacia las puertas del patio. Una vez que cerró el vidrio tras de nosotros, me giré hacia él.
—¿Qué demonios?
—Mierda, Bella. Lo siento —Jake negó con la cabeza—. ¡Por lo menos ya sabes por qué no funciona tu celular!
—¡Pero no tengo idea de qué está pasando! —me quejé, sintiendo que los ojos se me llenaban de lágrimas.
—¿Qué fue eso del artículo de revista?
—No lo sé —retorcí los dedos entre sí—. Espera. ¡El reportaje de portada de Edward! Se supone que su edición de STACK salía esta semana. ¿Crees que tenga algo que ver con eso?
—Ese artículo se terminó hace como un mes. Me dijiste que Edward tenía que aprobarlo.
—¿Y si lo cambiaron? —pregunté, temiéndome lo peor—. ¿Y si cuando Riley terminó con Victoria, se enojó y cambió todo? ¡Dios mío!
—¿Qué?
—¡Riley es escritor, Jake! ¿Y si Edward piensa que estuve con Riley en Las Vegas? ¡Marci le dijo que yo estaba en la cama con un escritor!
—Bella, tienes que calmarte. ¡Estás suponiendo un montón de cosas!
Jake tenía razón. Estaba asumiendo tantas cosas que iba directo a una crisis nerviosa… pero nada más tenía sentido.
—Necesito ver ese artículo —le dije—. Jake, necesito verlo.
—Está bien, pero sígueme la corriente. Angela no necesita saber que todo esto está pasando.
—Está bien —asentí, limpiándome la nariz y acomodándome la blusa.
—¿Qué hacen ustedes dos? —preguntó Angela cuando volvimos a la sala.
—Vamos a ir a la gasolinera a comprar bebidas energéticas —le dijo Jake.
—Hay toda una cafetera llena en la cocina…
—¿Ves esto? —Jake agitó la mano frente a mí—. El café no va a ser suficiente para arreglar este desastre.
—Vaya, gracias —murmuré.
—Oh. Está bien —frunció el ceño Angela—. Vuelvan rápido, ¿sí? Tú tienes que peinarte y maquillarte antes que yo.
—Solo serán unos minutos —prometí. Tal vez estaba en medio de una crisis personal, pero me negaba a dejar que eso arruinara el día de Angela. Había hecho una promesa, maldita sea.
Fuimos a tres gasolineras antes de encontrar una que vendiera la revista STACK. En cuanto la tuve en mis manos, contuve el aliento y pasé las páginas. El artículo era… maravilloso. Riley había escrito un reportaje increíble. ¿Y las fotos? Las fotos eran impresionantes. Tuve que limpiarme una lágrima de la mejilla mientras le sonreía a Jake.
—¿Entonces? ¿Está bien? —me preguntó.
—Más que bien —asentí, soltando un profundo suspiro de alivio—. Es un artículo precioso.
—Eso significa que puedes dejar de preocuparte, ¿cierto? —Jake sonrió.
—Sí —asentí—. No sé a qué se refería Marci cuando mencionó una revista, pero no hay forma de que Edward esté molesto por esto.
—Quiero una copia —sonrió Jake—. Tal vez Edward me la firme.
—Compra una para Ben y Angela también —asentí.
—¿Fanático de El León? —preguntó el tipo de la caja cuando Jake puso dos revistas más sobre el mostrador y señaló que también pagaría la mía.
—Podrías decir eso —Jake sonrió.
—Hey… ¿No eres tú la chica que sale con Edward Cullen? —me preguntó entonces el cajero, haciendo que levantara la vista del artículo.
—¿Mmm?
—¡Claro! ¡Te reconozco! ¿De Star, cierto? Mierda. Qué lástima.
Instantáneamente, sentí que el estómago se me hundía. Giré la cabeza en cámara lenta. ¿Cómo no lo vi? Estaba tan concentrada buscando una copia de STACK en el estante de revistas, que mis ojos habían pasado por alto por completo la fila de revistas de chismes y periódicos justo al lado de la caja.
Y ahí estaba.
La revista que sostenía se me cayó de los dedos mientras me inclinaba hacia adelante para agarrar la última edición de Star.
No. No, no, no, no, no…
El titular, a todo lo ancho de la portada, decía: «El León, un jugador dentro y fuera del campo".
Debajo del escandaloso encabezado había una foto mía usando una camiseta de béisbol y poco más. Era la selfie que me había tomado en la cama de Edward. ¿Y lo peor? La revista había montado capturas de los mensajes de texto que Edward me envió esa noche y los había photoshopeado alrededor de mi imagen. Sacados de contexto, eran malos. Destructivamente malos. Vi rojo.
Foto. Ahora. Soy tu jefe, y puede que tu trabajo
dependa de ello, señorita Swan.
¿Quieres mandarme mensajes subidos de tono?
Eso es todo. Estás despedida.
Me temblaban tanto las manos que apenas podía pasar las páginas, pero cuando llegué a la parte central de la revista, supe que iba a vomitar. Tenía los ojos llenos de lágrimas y no podía leer las palabras que se mezclaban borrosamente, pero aun así, pude ver claramente la foto que me había tomado con Jackie en el estadio. No solo el artículo hacía ver a Edward como un jefe asqueroso y sin escrúpulos, sino que también habían hecho lo impensable: habían incluido una foto de su hijo.
—Baño… —murmuré, dándome la vuelta para correr hacia el fondo de la tienda.
No llegué más lejos que el lavamanos antes de empezar a vomitar. Me aferré a los bordes de la porcelana, con arcadas y sollozando.
Esto era todo. No tenía ni idea de cómo ese pasquín de chismes había conseguido esas fotos y mensajes de texto de mi teléfono, pero ahí estaban, alterados y distorsionados hasta convertirse en algo asqueroso y equivocado. Lo más importante para Edward en el mundo era Jackie y proteger su privacidad. ¡Con razón mi teléfono había sido desactivado! Por supuesto que Edward no querría que me acercara a su casa. Y tenía todo el sentido del mundo que su abogado estuviera involucrado.
Me dejé caer al suelo, llorando con la cara entre las manos.
—Bells. Vamos, chica. Tienes que recuperarte —escuché la voz de Jake por encima de mí.
—Me dejó —negué con la cabeza—. Él… me dejó.
—¡Arriba! —ordenó Jake. Metió las manos debajo de mis brazos y me levantó—. Lávate la cara. ¡No podemos hacer esto ahora!
—No… lo entiendo —sollozaba, intentando calmarme—. ¡Te juro que no le di esas cosas a nadie, Jake!
—Mierda. Ya lo sé —respondió con voz áspera—. Y lo vamos a arreglar, te lo prometo, pero ahora mismo no hay nada que podamos hacer.
—Tengo que hablar con Edward…
—Ni siquiera tienes cómo contactarlo —me recordó Jake—. Juega esta noche en Chicago. ¡Estará en casa mañana!
—¡Dijo que no quería que fuera a su casa!
—Entonces… yo iré a su casa —insistió Jake—. Haré lo que sea necesario, Bella. Te lo juro. No voy a dejar que te cierre la puerta sin darte la oportunidad de defenderte. Vas a poder decirle que no tuviste nada que ver con esto. Así que, él tiene un abogado. Pues buscaremos uno para ti, si hace falta. Pero por ahora, necesito que te recuperes. Y rápido. Angela se casa en unas horas, y tú tienes que estar lista.
—Tienes razón —le dije, asintiendo. Las palabras de Jake me sacaron de la espiral. No tenía tiempo para derrumbarme ahora. Eso vendría después—. Solo… dame un minuto, ¿sí? Vete antes de que te metas en problemas. Te alcanzo en el auto.
Me sentía débil mientras abría el grifo y me echaba agua fría en la cara. Este podría ser uno de los peores días de mi vida, pero no iba a permitir que arruinara lo que debía ser uno de los más felices para mi mejor amiga. Después de unos minutos, sentí que recuperaba el control sobre mí misma. Resoplé, me sequé el rostro y enderecé los hombros antes de levantar la cabeza y caminar con toda la dignidad que pude reunir.
—¿Estás bien? —preguntó Jake cuando me uní a él afuera.
—Estaré bien —murmuré—. Solo quiero terminar este día.
—Mañana resolveremos todo —me dijo Jake, colocando su mano sobre la mía—. No estás sola en esto. Estoy contigo, niña.
—Gracias —le respondí, apretando sus dedos.
Me senté en una silla de la cocina, escuchando a las damas de honor de Angela parloteando a mi alrededor mientras una estilista recogía mi cabello en un hermoso peinado. ¿Lo siguiente? Maquillaje, y después cargar todo en el auto alquilado para terminar de arreglarnos en la iglesia.
¿Y después? Horas de fotografías de la boda. En serio, horas. Tres, para ser exacta. Fue una sesión perfectamente organizada para tomar fotos de la familia, el cortejo nupcial y los padrinos sin que la novia y el novio se vieran entre sí. Las fotos con Ben y Angela juntos se tomarían después de la ceremonia.
Fue más fácil de lo que pensaba mantener mis preocupaciones al margen durante los momentos acelerados del día. Me enfoqué en Angela y en su felicidad, pero cuando estuve de pie al frente de la iglesia, viendo a dos de mis amigos más cercanos casarse, supe que las lágrimas que me corrían por las mejillas tenían muy poco que ver con la ocasión. Al ver a Ben y Angela prometerse amor, sentí que mi corazón se rompía en pedazos por el amor que me habían arrebatado.
—Uf. Tenemos que retocarte el maquillaje —comentó Barb después de la ceremonia—. ¡Antes de que vuelva el fotógrafo!
—Todos lloran en las bodas —Jake intervino rápidamente para cubrirme—. ¡Si yo estuviera usando rímel, también tendrías que ayudarme a mí! —Le sonreí con tristeza, agradecida de que me cubriera. Jake se estaba ganando el premio al mejor amigo del día.
Frente al espejo del baño en la iglesia, mientras intentaba arreglar mi maquillaje, me di una charla interna. Basta. Ya fue suficiente. Sí, quería buscar un rincón en el bosque detrás de la iglesia para acurrucarme y llorar, pero más que eso… una justa rabia empezaba a arder dentro de mí. Yo sabía que no le había dado esas fotos y mensajes a nadie, así que, ¿cómo habían llegado a manos de la prensa?
Victoria.
Cerré los ojos, maldiciendo suavemente entre dientes. ¿No me había dicho Alice que había visto a Victoria buscándome en mi oficina el día del evento benéfico? Ese día había estado trabajando en mi teléfono. ¿Lo dejé ahí, donde Victoria tuvo acceso a mis fotos privadas y conversaciones con Edward?
Tenía que haber sido ella. Sabía que estaba detrás de esto. Pero ¿cómo iba a explicarle todo esto a Edward, especialmente si ya había decidido que yo era culpable? Si Victoria estaba al mando de toda esta situación, seguramente también era la persona que, sin duda, fingía defender a Edward frente al escándalo que ella misma había creado. Probablemente llevaba todo el día dando entrevistas y haciendo llamadas, prometiendo a quien la escuchara -incluido Edward- que lideraría al equipo para descubrir quién había sido el responsable de una invasión tan atroz a su privacidad. Claro, Jake había prometido ir a casa de Edward y asegurarse de que yo tuviera la oportunidad de hablar con él, pero no sabía lo terco que podía ser Edward, ni el alcance de su influencia. Si Edward quería desaparecer completamente de mi vida, podía hacerlo. Mierda. Mierda, mierda, mierda.
Cuando volví a pararme frente a la cámara del fotógrafo, ya no tenía que preocuparme por fingir una sonrisa para aparentar felicidad. En cambio, tenía que concentrarme en no arruinar las fotos con una cara de perra furiosa. Jake me miró con cautela, sin duda intentando evaluar mi cambio de humor. Le ofrecí una pequeña sonrisa amarga, de labios apretados. Oh, sí. Estaba claramente al borde de perder el control.
Fuera lo que fuera que estaba haciendo, era suficiente para mantener a Angela y a Ben completamente ajenos a mi tormenta interna. Sonreían. Reían. Eran escandalosamente felices. Todo estaba como debía estar.
Interpreté bien mi papel durante la recepción, todo el tiempo contando los minutos hasta que terminara la fiesta y pudiera irme. Estar sola en mi miseria era preferible a tener que bailar con el primo de Ben, Mike. Ese hombre era insoportable. Trataba de impresionarme, coqueteando conmigo en cada oportunidad. En lugar de sentirme halagada, me sentí deprimida al imaginar que eso era lo que me esperaba: estar soltera otra vez.
Antes de tener que soportar otro giro más por la pista de baile, me escabullí por una puerta lateral para salir a una terraza en penumbra. La fresca brisa de septiembre enfrió mis brazos desnudos, y me los froté arriba y abajo, tratando de darme algo de calor.
¿Qué demonios iba a hacer? Edward me había dejado, y aunque había hecho esfuerzos por volverme más independiente, todos mis esfuerzos giraban en torno a mi relación con él. Ya no tenía trabajo. Eso significaba que no podría quedarme en mi nuevo apartamento. Ya no tendría un auto de la empresa para conducir y ya había vendido mi camioneta. ¡Ni siquiera tenía un teléfono!
Claro, había ahorrado algo de dinero este verano. Podría arreglármelas por un tiempo, pero probablemente tendría que mudarme con Jake. Todas esas comodidades que había estado disfrutando podrían reemplazarse.
Pero a Edward no.
¿Cómo demonios iba a poder superarlo?
—¿Bella?
Me estremecí cuando el viento trajo a mis oídos el eco de su voz. ¿Así iba a ser ahora? ¿Lo escucharía en el silencio? ¿Lo sentiría estando sola?
—Edward —susurré, bajando la cabeza mientras me apoyaba en la baranda, dejando que las lágrimas cayeran libremente una vez más.
Pero entonces giré de golpe. Casi perdiendo el equilibrio, me tambaleé y me aferré a las solapas del saco frente a mí. Inmediatamente, me vi envuelta en un pecho fuerte, rodeada y sostenida con fuerza por unos brazos que conocía bien. Inhalando entrecortadamente, aspiré su aroma familiar. Las rodillas casi se me doblaron.
»¿Edward? —¿Mi colapso había sido tan grande? Me desmoroné. De no ser por sus brazos sujetándome, me habría desplomado. Con la cara presionada contra su camisa, sollozaba desconsoladamente. Edward me abrazó con fuerza, mecía mi cuerpo de lado a lado—. ¡No… no puedo creer que estés aquí! —lloriqueé—. ¡Se suponía que debías estar jugando en Chicago!
—Sí. Me van a multar por no presentarme —dijo Edward, alzando las manos para sostenerme la cara—. ¡Lamento tanto no haber podido llegar antes!
—Yo… —parpadeé rápidamente, tratando de procesar que Edward estaba frente a mí, abrazándome—. No estaba segura de volver a verte.
—¿Por qué demonios pensarías eso? —El tono iracundo de su voz me hizo levantar la mirada. Edward fruncía el ceño, y se lo veía genuinamente confundido. Su expresión me hizo enderezar los hombros y retroceder un paso.
—¿Tal vez porque desactivaste mi teléfono y dejaste un mensaje para que no me acercara a tu casa? —El enojo que sentía dio a mi voz un tono mordaz. Había pasado el día entero en el infierno.
—Desactivé tu teléfono después de intentar localizarte por horas. ¡Nunca lo contestaste!
—No lo llevaba conmigo —expliqué.
—Aguanté tanto como pude —dijo entonces—. Pero necesitaba desactivar la línea y entregarla a las autoridades.
—Sí —asentí—. Puedo entenderlo.
—Por eso traté de llamarte a la habitación del hotel, pero ya te habías ido a dormir.
—¡Estaba con Jake! —solté entonces—. Sé lo que te dijo la prima de Angela, que estaba en la cama con algún escritor, pero te juro que no estaba con nadie más, Edward.
—Santo Dios —negó con la cabeza—. Sé que estabas con Jake. Nunca pensé otra cosa.
—Pero… pero… —me mordí el labio—. Yo pensé…
—¿Pensaste que asumiría lo peor? —Edward ladeó la cabeza—. Me dijiste una vez que no eras una infiel y que no permitirías que yo te acusara de hacer algo así. Un «límite», me dijiste. Jamás lo consideré, Bella. Ni siquiera se me cruzó por la cabeza pensar que estabas con otro. Te lo juro.
—Ay, Dios —gemí, cubriéndome la cara con las manos. Estaba tan convencida de que Edward asumiría lo peor de mí, que yo misma había asumido lo peor de él—. ¡Edward, lo siento tanto!
—Le dije a la chica que contestó el teléfono que estaba al tanto del artículo que saldría en la revista Star. No quería que vinieras a mi casa el domingo porque sabía que las rejas de la entrada estarían llenas de paparazzi. Quería ayudarte a evitar esa pesadilla. No quería que te preocuparas, porque ya tenía a Tom trabajando en todo. No sabes cuánto lamento que hayas tenido que pasar por esta humillación. Tus fotos… las fotos privadas que compartimos… fueron publicadas para que el mundo entero las viera, solo por tu relación conmigo. ¡Lo siento tanto, tanto!
—¡Victoria! —exclamé entonces—. ¡Sé que ella está detrás de esto, Edward! ¡Estuvo en mi oficina! ¡Tuvo acceso a mi teléfono!
—No —negó con la cabeza de inmediato ante mi acusación.
—¡Vamos! —bufé—. ¿De verdad sigues intentando ver lo mejor en ella? ¡Tienes que creerme, Edward!
—Espera un segundo —tomó mis manos entre las suyas—. No estoy diciendo que no lo haya hecho. Sé que fue ella.
—¿Lo sabes?
—En eso he estado ocupado. Revisamos las grabaciones de seguridad de la casa, Bella. Victoria no tocó tu teléfono. Estoy bastante seguro de que consiguió todo eso desde el mío.
—¿Qué?
—Tenía acceso más fácil a mi teléfono. —Encogió los hombros—. Pudo tomarlo en el clubhouse en cualquier momento que yo estuviera jugando. Y usaba casi la misma contraseña para todas mis cuentas, lo cual fue muy estúpido de mi parte. ¿Los mensajes? ¿Las fotos? Todo salió de mi teléfono, Bella, no del tuyo.
—Jackie salió en esa revista horrible —gemí entonces—. Si no hubiera tomado esa foto…
—¿Estás bromeando? ¿Las fotos que me enviaste ese día? Todas… me encantaron, Bella. Me repugna que un tabloide de mala muerte decidiera usarlas para pintarme como un mal padre, pero nada de lo que dice ese artículo es cierto. Tom ya está iniciando acciones legales.
—Menos mal que no te mandé nudes —solté entre lágrimas, medio riendo.
—¿Puedes perdonarme? —Edward me limpió las lágrimas con los pulgares—. Esa foto que me enviaste… en la portada de esa revista… nadie más que yo debió verla. Han violado tu privacidad, y eso es culpa mía.
—Soy yo quien debería pedirte perdón —negué con la cabeza, aferrándome a sus antebrazos—. Pensé que ya me habías juzgado y que me habías sacado de tu vida, Edward.
—Jamás haría eso —replicó—. Dios, Bella. Eres todo para mí. Todo. No tenía idea de dónde encontrarte, salvo irrumpiendo en la boda, y vine tan pronto como pude.
Entonces me besó. Lento, profundo, reconfortante y completo.
—¿Y Victoria? —pregunté cuando por fin nos separamos.
—Está siendo procesada —me prometió Edward—. Le pidieron que presentara su renuncia inmediata a la organización de los Cardinals. Ni siquiera su tío pudo salvarla de lo que hizo. Y voy a buscar justicia, Bella. No se saldrá con la suya por meterse con mi familia.
—Me enfermé al ver que involucraron a Jackie…
—No fue solo Jackie, Bella —Edward sonrió—. Tú también eres mi familia.
—¿De verdad?
—Bueno, espero que lo seas —soltó una risa—. No habrías pasado por todo este infierno si no dudaras de mi compromiso contigo, así que déjame arreglar eso. Sé que quieres tu espacio ahora, y puedo ser paciente, pero tienes que saber que lo quiero todo, Bella. Quiero casarme contigo, tener hijos contigo, envejecer contigo. Y esperaré todo el tiempo que necesites, siempre y cuando me digas que podemos tener ese futuro juntos.
—¡Edward!
Esta vez fui yo quien le echó los brazos al cuello y le besó la boca. Edward me devolvió el beso con toda la intensidad de las promesas que acababa de hacer. Este hombre no hacía nada a medias. Entregaba todo de sí en lo que quería, y yo le pertenecía por completo.
—¿Eso fue un sí? —preguntó Edward, entrelazando nuestros dedos y llevando mi mano a sus labios para besarme los nudillos—. Porque estoy listo para ponerte un diamante en este dedo, señorita Swan.
—Primero trabajemos en conseguirte un anillo a ti. —Me reí—. Uno de campeón de la Serie Mundial, y luego hablamos del resto.
FIN.
~*~*¿Ves? ¡Las reseñas son MUCHO mejores que asumir lo peor! jajaja *~*~