Entrada extra
22 de octubre de 2025, 10:38
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Entrada extra del MVP
*Punto de vista de Edward
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Me senté junto a Bella en el avión y miré mis dedos entrelazados con los suyos mientras ella sonreía y miraba por la ventana. Nunca sabía qué pasaba por la mente de esa mujer, pero me imaginaba que se maravillaba con la hermosa extensión de tierra y mar sobre la que volábamos. Yo, en cambio, me maravillaba de que se me permitiera tomarle la mano a Bella.
Al deslizar el pulgar contra su suave piel, no podía quitarme la sonrisa boba de la cara, pensando en todos los otros lugares suaves que me permitía conocer. Justo esa mañana, me había regañado cuando desaté la parte de arriba de su bikini y se la quité mientras estaba recostada boca abajo en la silla de playa, pero me sonrió por encima del hombro y me dejó hacerlo de todos modos.
Claro, ayudaba que estuviéramos completamente solos en nuestro propio tramo privado de playa.
Bella finalmente había aceptado dejarme llevarla de vacaciones, y aunque se burló diciendo que me había excedido, no discutió que merecía consentirme un poco después de una temporada tan larga y difícil. Turtle Island, en Fiji, fue nuestra escapada de una semana de la rutina agitada y la cobertura implacable de la prensa.
Primero fue la prensa cubriendo cada ángulo de toda esa mierda que Victoria había armado con la revista Star.
Oh, sí. Jerry se encargó de eso. Victoria fue despedida de inmediato de su puesto en la organización de los Cardinals. Convocamos a una conferencia de prensa para anunciar que alguien desde dentro había robado fotos e información privada de mi teléfono para tergiversarme ante la revista Star. Me pidieron amablemente que no mencionara a Victoria por su nombre durante el anuncio oficial. Cumplí con esa petición después de que los dueños y yo llegamos a un acuerdo: la organización de los St. Louis Cardinals haría una donación muy, muy generosa a Campo de Juego Nivelado. Era suficiente para garantizar que CJN operara cómodamente al menos durante sus primeros años, lo cual es más de lo que la mayoría de las organizaciones benéficas nuevas puede esperar. Era mejor que arrastrar el nombre del equipo por el lodo en los tribunales.
Curiosamente, esos esfuerzos no protegieron la reputación de Victoria. Verás, parece que alguien muy cercano a mí resultó ser amigo de cierto periodista deportivo de la revista STACK y le contó todos los detalles sucios para un reportaje que Riley Biers estaba escribiendo sobre la mala gestión de atletas profesionales. Señaló a agentes codiciosos y contadores corruptos. También nombró específicamente a Victoria como ejemplo de explotación de la privacidad en el manejo con los medios. El artículo salió en portada y recibió atención nacional, lo cual la vetó efectivamente del mercado deportivo profesional. Gracioso cómo resultan esas cosas, ¿eh? Me imaginaba a Victoria eventualmente como una cuarentona amargada, brincando sobre la verga de algún jugador de ligas menores solo para revivir sus días de gloria. Bien jodida. Era más de lo que merecía.
Por supuesto, todo esto pasaba mientras el equipo se dirigía a la postemporada. Y sí, gracias a Dios, no dejé que nada de eso afectara mi rendimiento en el campo. Mis compañeros se unieron y jugaron pese al drama en la organización, y finalmente ganamos la Serie Mundial. Eso sí que fue digno de prensa.
Y la prensa continuó mientras iniciábamos el proceso de demanda contra la revista Star. Publican mierda ridícula en su panfleto todo el tiempo, pero cruzaron la línea al publicar una foto privada de mi hijo. Quise encontrar al editor que aprobó el artículo y partirle la cara. La demanda parecía una solución más civilizada. Bella también estaba involucrada en su propio nombre en esa demanda. Cada vez que pensaba en cómo la habían expuesto, con su hermoso cuerpo en la portada de esa basura de revista, me hervía la sangre. Nadie volvería a verla así. A ella no le gustaba cuando me ponía posesivo, pero esa mujer es mía. Mía. Completamente mía.
Tal vez apreté un poco más fuerte sus dedos pensando en eso. Bella volteó a mirarme.
—¿Qué pasa?
—¿Eh? —Parpadeé, saliendo de mis pensamientos, y aflojé mi agarre, sonriéndole—. Perdón.
—Te veías muy serio hace un segundo. ¿En qué pensabas?
—Mi cabeza anda por todos lados. —Me encogí de hombros—. Ojalá nos hubiéramos quedado en Fiji una semana más.
—Pero entonces nos perderíamos la cena de Acción de Gracias —me recordó—. Sabes que le prometiste a Jackie.
—Deberíamos volver después de Acción de Gracias. —Me reí—. Unos días con mi familia y volveremos a necesitar descanso y relajación.
—¡No son tan malos, Edward!
—Lo dices ahora. —Levanté su mano hasta mi rostro para besarle los nudillos—. De todos modos, tú también estabas en tu propio mundo por allá. ¿En qué pensabas?
Fui recompensado con ese sonrojo tan característico que le tiñó las mejillas.
—Estaba… pensando en anoche —susurró, apoyándose contra mi costado.
Anoche.
Yo tampoco la iba a olvidar pronto.
Estaba recostado en una silla, disfrutando del atardecer sobre las aguas color azul celeste de la Laguna Azul, cuando Bella salió a acompañarme. Aún llevaba puesto la bata blanca que se había puesto después de nuestro masaje más temprano, y sostenía dos copas de champaña entre las manos.
—¿Brindamos por nuestra última noche en el paraíso? —preguntó, montándose a horcajadas sobre mi regazo mientras yo me incorporaba.
—Cada noche contigo es un paraíso —le solté como un idiota. Fue cursi, y me sentí completamente estúpido por decirlo, pero Bella se rio y me hizo sentir mejor. Los dos alzamos nuestras copas en un brindis silencioso y dimos un sorbo. Iba a ser difícil dejar este lugar.
—Me alegra que no lo hayas recortado demasiado —murmuró Bella, pasando los dedos por la parte superior de mi cabello—. Me gusta un poco largo.
—Me lo voy a cortar antes de que empiece a jugar en primavera —le advertí. Por supuesto, también estaba recordándole que nuestras agendas locas volverían a comenzar en tan solo unos meses. Creo que todavía me preocupaba que fuera demasiado para ella. Ella solo sonrió y se inclinó para besarme.
—Entonces… rápatelo todo. Me divertiré viéndolo crecer otra vez, León —susurró contra mis labios. Esa reafirmación me llenó de alivio, y la besé otra vez. Con fuerza.
Entonces fue evidente que ambos teníamos la misma idea en mente. Aflojé el cinturón de su bata lo suficiente para que la tela se deslizara por sus hombros antes de bajar lentamente la copa de champán fría por la franja de piel expuesta entre sus pechos. Bella se estremeció y dio un pequeño suspiro entrecortado que inmediatamente me puso duro debajo de ella. Me encantó la forma en que reaccionó ante mí, y definitivamente notó la forma en que yo reaccionaba ante ella. Podía notarlo por la forma en que se movió en mi regazo y se balanceó contra mi cuerpo.
Pronto, nuestras copas fueron arrojadas a la arena y yo estaba atacando su pecho con mi boca y mis manos. Rápidamente nos deshicimos de mis calzoncillos, los apartamos para que ella pudiera hundirse en mi polla y, entonces, tal como le dije, estaba en el paraíso.
Cielos. Había estado con muchas mujeres, lo sé, pero ninguna como ella. No con esta extraña conexión espiritual. Cada parte de mí amaba a esta mujer. La imagen de ella rodando sus caderas sobre mí y el viento del océano tirando de su cabello como una sirena mitológica venida del mar, con el cielo rosa y azul del atardecer detrás de ella, era como algo salido de una fantasía y una imagen que se quedaría grabada en mi cerebro para siempre. Agarré sus caderas con fuerza, probablemente lo suficientemente fuerte como para dejar moretones, luchando contra el instinto más bajo de darle la vuelta debajo de mí y follarla duro. Sin embargo, podía decir que necesitaba algo diferente. Estaba feliz de dejar que Bella tomara la iniciativa, haciéndome el amor en esa silla en nuestra cala privada. Y era perfecto. Absolutamente jodidamente perfecto.
Necesitaría tener esa imagen conmigo. Obviamente, durante los próximos días no íbamos a tener ni un minuto a solas.
Alice y Jasper llegaron a casa de Emmett y Rose como una hora después que nosotros.
—¡Mira ese bronceado! —rio Alice, abrazando a Bella.
—Demasiado tarde —respondió Bella—. Necesitaba este color antes de la boda de Angela. Tal vez así no me hubiera visto tan horrible con ese color que eligió.
—Esa noche te veías hermosa —la corregí.
—¿Quieres hablar de verte horrible? —Alice dio una vueltita.
—¡Cállate! ¡Estás preciosa!
Era raro ver a mi hermanita toda grande y redonda, lista para dar a luz, pero tenía que darle algo de crédito a Jasper. La consentía hasta el maldito cansancio. Se sentaba en un sillón reclinable con los pies en alto, y él estaba ahí para cada uno de sus caprichos.
»—Amor, ¿me traes un poco de agua?
»—Amor, ¿me traes una almohada para la espalda?
»—Amor, ¿me alcanzas unas galletitas?
Tres horas después de llegar a casa de Emmett y Rose, ya me estaba escondiendo en el garaje de mi hermano con el resto de los hombres, tomando cerveza e intentando encontrar algo de paz. Tenía los nervios de punta.
—¿Amor? —dije, imitando la voz de mi hermana—. ¿Me traes otra de esas cervezas?
Jasper me lanzó un puñetazo de broma y sacó una botella fría de la nevera antes de pasármela.
—Acostúmbrate —dijo Emmett, lanzando una botella vacía al basurero y echando un brazo sobre los hombros de Jasper—. Todo esto es práctica, hombre. Cuando llegue ese bebé, vas a estar corriendo de un lado a otro para ayudar. Es parte de ser papá.
Él hablaba desde la experiencia. Aunque Rose no tuvo los gemelos que él había predicho, la nueva bebé ciertamente se hacía notar en la casa de los Cullen - McCarty. Y, al igual que su madre, ya tenía a Emmett completamente envuelto en su pequeño dedo.
—No puedo esperar. —Sonrió Jasper—. De verdad, no puedo jodidamente esperar.
Siempre le había tomado el pelo a Jasper por su relación con Alice, pero creo que ese campocorto ridículo iba a ser un muy buen padre. Estaba emocionado.
—¿Chicos? ¿Van a mover el trasero o qué? ¡Lauren y Eric acaban de llegar, y el juego está por empezar! —gritó mi madre desde el porche trasero.
De inmediato puse mi cerveza a un lado y salí trotando por el costado de la casa. Cualquier momento lejos de Jackie era demasiado. Gracias a Dios, lo habían mantenido ajeno a todo el lío con la revista. Lauren se había puesto en modo de protección total y se comunicó con sus profesores y la administración de la escuela, por si algún medio intentaba colarse por ahí. Por suerte, no ocurrió nada. Aparte del artículo de Star que me retrataba como un padre de mierda que tenía que pagarle a alguien para cuidar a su hijo, no se había publicado nada sobre Jackie. Estaba agradecido por eso.
—¡Papá!
Me quitó el aliento. Apenas dejó caer su mochila en el suelo al verme, y corrimos el uno hacia el otro por el césped hasta que pude levantarlo en brazos.
—¡Ahí está mi niño! —Sonreí contra su cuello. Desde que era un bebé, ese había sido mi lugar favorito para enterrar la cara y respirar su aroma. Dios… ya estaba más grande de lo que recordaba, pero seguía oliendo igual. Pronto. Pronto podríamos pasar más tiempo juntos. Lo necesitaba, y por la forma en que sus brazos delgados se apretaron alrededor de mis hombros, sabía que él también.
—¿Trajiste las cosas que te pedí? —le pregunté al dejarlo de nuevo en el suelo para levantar su mochila.
—Mamá ayudó —asintió Jackie.
—¿Lauren? —Miré hacia mi exesposa. Hacía tiempo que no la veía. Lucía bien.
—Trajimos todo —asintió—. ¿Puedo tener un abrazo?
La abracé y besé suavemente su mejilla, dándole un apretón breve antes de estrechar la mano extendida de Eric.
—¿Cómo va todo, hombre?
—Va bien —Eric sonrió—. ¿Y dónde está esa nueva novia de la que Jackie no deja de hablarnos?
—Eh… aquí mismo —dije, girándome justo cuando Bella bajaba por los escalones del frente. Llevaba puesto un delantal de cocina y se limpiaba las manos con un paño.
—Hola, Bella —saludó Jackie con una sonrisa, mirando al césped.
—Hola, campeón —respondió Bella, poniéndose en cuclillas—. Me alegra muchísimo verte.
—¡Por fin te conozco! —le dijo Lauren, abrazándola con entusiasmo apenas Bella se puso de pie.
—Igualmente —rio Bella, lanzándome una mirada sorprendida por encima del hombro de Lauren.
—Debí advertirte que es abrazadora. —Me encogí de hombros.
—¡Cállate! —me regañó, agitándome la mano—. Parece que ya están ocupadas en la cocina. ¿Puedo ayudar?
—Estamos pelando papas —asintió Bella, y ambas mujeres se encaminaron hacia la casa.
—Si conozco a Esme, debe estar cocinando como para un ejército —comentó Lauren.
—Bueno, es un grupo grande —respondió Bella.
Grupo grande. Enorme. Pero no hay mejor tipo de grupo para compartir una fiesta.
Doc y Esme. Emmett, Rose, Sophie, Grant y la pequeña Ellery. Alice y Jasper. Eric y Lauren. Jackie, Bella y yo. La casa estaba llena, cálida y repleta de amor.
Después de una cena enorme, todos nos apretujamos en la sala del sótano para ver el partido de fútbol.
—¿A dónde vas? —le pregunté a Jackie, que tomó su mochila y empezó a subir las escaleras.
—Hay mucha gente —frunció el ceño.
—¿Demasiado ruido? —preguntó Bella desde donde estaba sentada sobre mis piernas—. ¿Todavía tienes tus audífonos? Tal vez puedas escuchar música.
—Están rotos —respondió Jackie, bajando la mirada y empujando la alfombra con la punta del zapato.
—¡Oh, no! —dijo Bella con tristeza genuina, tan dulce que me hizo sonreír. Sabía cuánto le importaba de verdad.
—Te compraremos unos nuevos, amigo —le dije, pasando las palmas en los brazos del sillón.
—¿Bella? ¿Tú puedes arreglarlos? —sugirió Jackie, y tuve que contener la sonrisa.
—Oh… no lo sé —dijo ella, mordiéndose el labio inferior—. Supongo que depende de qué tan dañados estén. —Me miró en busca de ayuda, y yo solo me encogí de hombros. Jackie sacó los audífonos de su mochila, y Bella se deslizó de mis piernas para sentarse junto a él en el suelo. Me arrodillé junto a ellos.
—¿Les pusiste baterías nuevas? —preguntó Bella, inspeccionando el objeto en sus manos.
—Hace ruido —le dijo Jackie. Le dio un par de sacudidas, y se escuchó un claro traqueteo dentro.
—Tal vez se soltó un imán —sugirió Doc desde su asiento.
—¿Esos audífonos tienen imanes? —preguntó Esme.
—Podría ser un cable o algo así —aportó Rose—. ¡Emmett, busca un destornillador!
—No necesitamos herramientas —negó Bella con la cabeza—. Creo que puedo abrirlo…
—Con cuidado. No vayas a romper la carcasa —le advertí, conteniendo la respiración mientras ella hacía palanca en el costado del auricular. El plástico se soltó con un chasquido fuerte, y la sala quedó en silencio cuando el objeto suelto cayó en su regazo. En cuanto se dio cuenta de qué era, Bella se tapó la cara con las manos y se encorvó. Sonreí y recogí el anillo que le había pedido a Lauren que ayudara a Jackie a esconder por mí.
—¡Es una sorpresa para ti! —gritó Jackie, aplaudiendo emocionado—. ¡Papá quiere que te cases con nosotros! —Frunció el ceño de inmediato y me miró con preocupación—. Digo… con él. Papá quiere que te cases con él. ¿Lo arruiné?
Le agarré la cabeza y lo besé, emocionado de que nuestro plan hubiera salido perfecto.
—No lo arruinaste. ¡Lo hiciste perfecto!
Todos en la sala comenzaron a hablar al mismo tiempo. Aparentemente, Lauren sí había guardado el secreto. Todos estaban sorprendidos y felices. Le sonreí a Lauren y le dije «gracias» en silencio mientras ella asentía.
—Oh, por Dios. Oh, por Dios —susurró Bella con la voz entrecortada, limpiándose las lágrimas que le recorrían el rostro.
—Ya que estoy de rodillas —dije, riendo con nerviosismo—, supongo que puedo pedírtelo oficialmente. ¿Isabella Swan? Jackie tiene razón. Quiero que te cases con nosotros. Con todos nosotros. Te amo. Por favor, sé mi esposa.
—¡Sí! —gritó ella, lanzándose a mi cuello con tanta fuerza que casi me hace caer. Mi familia aplaudió mientras yo la abrazaba, riéndome feliz.
—¿Puedo ponerte el anillo ahora?
Ella extendió la mano, y deslicé el diamante en su dedo.
—¿En qué estabas pensando? —me regañó de inmediato, todavía entre lágrimas—. ¡Pudiste haber arruinado los audífonos de Jackie al poner esto ahí!
—Ni siquiera son los mismos —me reí, encantado de que siguiera preocupada por el regalo favorito de mi hijo—. Compramos otro par, por si acaso. Estos son para ti.
—Ahora tengo mis propios «teléfonos» mágicos —rio Bella. Jackie se sentó en su regazo, y yo los rodeé a ambos con los brazos.
Los audífonos que Bella le compró a Jackie fueron lo que me convenció de que ella era perfecta para mí y para mi hijo. ¿Los que compré para ella? Me ayudaron, por fin, a ponerle un anillo en el dedo.
Sí… realmente eran mágicos.