Capítulo 1
16 de agosto de 2025, 14:10
Él luchó por aferrarse a fragmentos de su vida, pero cada día es una batalla contra un enemigo invisible que le roba su ser. La ansiedad y la frustración se mezclan con la tristeza profunda, creando un tormento constante. Sus seres queridos, impotentes, lo ven desvanecerse, sus corazones rotos al verlo perdido en su propia mente.
Él está presente, pero la esencia de quién es se desvanece lentamente. Los recuerdos que una vez definieron su vida se pierden en un mar de olvido, dejando solo fragmentos dispersos de lo que una vez fue. En su lucha diaria, nos recuerda la fragilidad de la memoria y la importancia de valorar cada momento antes de que se convierta en un susurro distante en el viento del tiempo.
Bingo Heeler-
Mientras el sol comenzaba a ocultarse, pintando el cielo de tonos violetas y dorados, la casa de la familia Heeler estaba ordenada y limpia. Chilli se había dedicado a limpiar junto con las niñas. Con la escoba en las manos, se aseguraba de que Bluey y Bingo limpiaran bien la casa, solo para garantizar que sí se hiciera el aseo.
"¡Vamos, niñas! Un último esfuerzo y tendremos la casa reluciente antes de que llegue papá," animó Chilli, barriendo los últimos restos de polvo hacia el recogedor.
Bluey, con un plumero en la mano, saltaba de un mueble a otro, esparciendo más polvo del que limpiaba. "¡Soy la Hada del Polvo! ¡Desaparece, suciedad!"
Bingo, por su parte, se había enfundado unos calcetines viejos en las manos y patinaba por el piso de madera, frotando con entusiasmo. "¡Mira, mamá! ¡Estoy puliendo el suelo como un patinador profesional!"
Chilli no pudo evitar reír ante el entusiasmo de sus hijas. Nunca pensó que decirles que la primera en terminar iba a obtener doble ración de helado motivaría tanto a sus hijas a tomar el aseo como un juego. "Muy bien, mis pequeñas ayudantes. Pero recuerden, el objetivo es limpiar, no crear más desorden."
De repente, Bluey tuvo una idea brillante. "¡Oh! ¿Y si hacemos una competencia de limpieza?"
Los ojos de Bingo se iluminaron. "¡Sí! ¿Podemos, mamá? ¿Podemos?"
Chilli consideró la propuesta por un momento. Si bien temía que esto pudiera resultar en más caos, también sabía que era una forma de mantener a las niñas motivadas. "Está bien, pero con algunas reglas. Nada de correr con objetos puntiagudos o frágiles, y el área debe estar más limpia al final, no más desordenada. ¿Entendido?"
"¡Entendido!" respondieron las niñas al unísono.
"Bien, entonces. En sus marcas... listos... ¡a limpiar!" anunció Chilli.
Bluey y Bingo salieron disparadas en diferentes direcciones. Bluey se dirigió a la sala de estar, determinada a desempolvar cada superficie que encontrara. Bingo, por su parte, se enfocó en la cocina, decidida a dejar el piso tan brillante que pudieran verse reflejados en él.
Chilli observaba, dividida entre la diversión y la preocupación, mientras sus hijas se afanaban en su tarea. "Recuerden, niñas, ¡calidad sobre cantidad! Y la chancla, si la llegan a cagar".
Bluey, en su entusiasmo, casi derribó una lámpara. "¡Ups! Lo siento, mamá. ¡Pero mira qué limpio está este estante!"
Mientras tanto, Bingo había descubierto que podía deslizarse más rápido si rociaba un poco de agua en el suelo. "¡Mírame, mamá! ¡Soy un cohete limpiador!"
"¡Bingo, cuidado!" advirtió Chilli, pero era demasiado tarde. Bingo se deslizó directamente hacia una pila de cojines, enviándolos volando por toda la habitación.
"¡Oh, no!" exclamó Bingo, mirando el desastre que había causado.
Bluey, viendo la oportunidad, gritó: "¡Yo los atrapo!" y comenzó a saltar de un lado a otro, atrapando los cojines en el aire como si fueran mariposas.
Chilli no pudo contener la risa ante la escena. "Bueno, supongo que esa es una forma de ordenar los cojines. Y también te salvaste de la chancla."
Bingo suspiró dramáticamente mientras siguió con el aseo. Después de unos minutos de caos controlado, las niñas finalmente lograron poner todo en su lugar. Bluey había logrado desempolvar casi todos los muebles, aunque algunos tenían más polvo que antes. Bingo, por su parte, había dejado el piso de la cocina brillante, aunque un poco mojado.
"Muy bien, niñas," dijo Chilli, inspeccionando su trabajo. "Han hecho un gran esfuerzo. Ahora, ¿qué les parece si trabajamos juntas para los toques finales?"
"¡No!" exclamaron ambas, queriendo irse a jugar o algo que no implicaba aseo.
Chilli rápidamente sacó su teléfono y les mostró una imagen de un helado a sus hijas. "Creo que ya no quieren este triple porción de helado con chispas de chocolate".
Las niñas comenzaron a babear saliva en abundancia al saborea el helado que se miraba en la imagen. "Hugh, eso es extorsión". Dijo Bluey mientras sacudía un poco más el polvo que había en una lámpara.
Chilli sonrió con esa mezcla de ternura y firmeza que solo una madre puede dominar. "Extorsión, Bluey, es lo que ustedes intentan hacer cuando se niegan a seguir trabajando. Ahora, ¿qué les parece si terminamos bien y luego disfrutamos del helado juntas?"
Bingo, con sus ojitos redondos y brillantes, intentó otra táctica. "¿Y si terminamos un poquito menos y el helado es solo un poquito más pequeño?"
Chilli se cruzó de brazos, aún sonriendo pero sin ceder. "No creo que funcione así, cariño. El trato es que trabajamos juntas para dejar la casa perfecta y luego celebramos con helado. No hay atajos."
Bluey, siempre la estratega, frunció el ceño en un gesto pensativo. "¿Y si solo desempolvamos las cosas grandes? Nadie nota el polvo en las cositas pequeñas, ¿verdad?"
Chilli se inclinó hacia Bluey, su tono suave pero firme. "El polvo es polvo, grande o pequeño. Lo que importa es que hagamos un buen trabajo. Además, así el helado sabrá mejor, sabiendo que lo ganamos con nuestro esfuerzo."
Bingo suspiró dramáticamente, dejando caer la esponja en el balde con un sonido acuoso. "Está bien, mami... Pero el helado tendrá chispas de chocolate, ¿verdad?"
Chilli rió suavemente, acariciando el cabello de Bingo. "Claro que sí, cariño. Pero primero, terminemos el trabajo. ¡Vamos, equipo!"
Durante la siguiente media hora, la familia Heeler trabajó en armonía. Chilli enseñó a Bluey cómo usar correctamente el plumero para no esparcir el polvo, mientras Bingo aprendía a escurrir bien el trapeador para no dejar charcos.
"Recuerden, niñas," dijo Chilli mientras trabajaban, "limpiar no se trata solo de hacer que todo brille. Se trata de cuidar nuestro hogar y crear un espacio agradable para toda la familia."
"Mamá, no quedemos que nos des una lección como lo hace papá". Reclamó Bingo.
Chilli guardo su celular miró a Bingo, pensando en cómo le respondería. "Agradecerle a Dios que tienes mamá y papá. Hay niños que no tienen ni una de los dos". Respondió Chilli, pensando en una escena de una novela colombiana.
"Mamá, otra vez intentas de hacerlo". Dijo Bluey acercándose a su madre.
"¡Sí no terminan no hay helado!" Exclama Chilli, esperando que las niñas distraerse con el aseo. Para su fortuna funcionó.
Mientras terminaban de limpiar, escucharon el sonido de un auto estacionando frente a la casa.
"¡Papá está en casa!" gritó Bingo emocionada.
"¡Rápido!" exclamó Bluey. "¡Tenemos que terminar antes de que entre sino no hay helado!"
En un frenesí de actividad, las tres se apresuraron a poner los últimos toques. Chilli rápidamente pasó la aspiradora por la alfombra de la entrada, Bluey acomodó los últimos libros en la estantería, y Bingo dio un último repaso al espejo del pasillo.
Justo cuando escucharon las llaves en la puerta, Chilli y las niñas se apresuraron a la entrada, con las escobas, trapeadores y plumeros aún en las manos, sus pelajes ligeramente despeinados por el esfuerzo.
La puerta se abrió y Bandit entró, deteniéndose en seco ante la vista de su familia, todas con sonrisas expectantes y herramientas de limpieza en mano.
"Wow," dijo Bandit, mirando alrededor con asombro. "¿Me fui por un día o por una semana? ¡Este lugar está impecable!"
Chilli se acercó para darle un beso de bienvenida. "Las niñas y yo decidimos darte una sorpresa. Han trabajado muy duro toda la tarde."
Bluey y Bingo corrieron a abrazar a su padre. "¡Papá! ¿Te gusta cómo quedó la casa?" preguntó Bluey emocionada.
"¿Te sorprendimos?" añadió Bingo, saltando de arriba a abajo.
Bandit se agachó para abrazar a sus hijas. "Me han sorprendido completamente. La casa se ve fantástica. ¡Buen trabajo, equipo de limpieza!"
"¡Yo fui la Hada del Polvo!" declaró Bluey orgullosa.
"Y yo el Cohete Limpiador," añadió Bingo.
Bandit levantó una ceja, mirando a Chilli con una mezcla de diversión y confusión.
Chilli se encogió de hombros con una sonrisa. "Larga historia. Te contaré durante la cena."
Pasaron las horas, y después de unas horas había llegado la hora de dormir. Bandit, Bluey y Bingo estaban en camino a los cuartos de las niñas. El problema para Bandit era que las niñas no se querían ir a dormir. Sabía que cantarles una canción para dormir no iba a funcionar esta vez. Estaban tan inquietas que ni xilófonos mágicos las harían quedar quietas. "A veces quisiera que crecieran rápido", pensó Bandit mientras subía las escaleras.
"¡Papá, mira! ¡He encontrado una piedra brillante!" exclamaba Bluey, sosteniendo un pedazo de vidrio pulido por el tiempo.
"¡Esa es la gema de la luz de la luna, Bluey! Es muy poderosa," respondía Bandit, siguiéndole el juego con entusiasmo.
Bingo, no queriendo quedarse atrás, corría hacia ellos con un puñado de hojas. "¡Y yo he encontrado las hojas de la invisibilidad! Aunque ahora están verdes". La risa y la emoción llenaban el aire mientras continuaba su ida a la cama. Bandit amaba estos momentos, aunque eran duros no los cambiaría por nada en el mundo. Era un tesoro cada segundo que jugaba con sus hijas.
En el corazón de una casa llena de color y alegría, Bandit se encontraba en medio de una de sus famosas "aventuras". Aunque en realidad eran los juegos que se inventaban sus hijas. Era el tipo de juego que solo un padre cariñoso y devoto como él podría dar vida. Con Bluey y Bingo a cada lado, su jardín se transformaba en un patio de juegos mágico.
"¿Y para qué son las hojas de la invisibilidad?" Preguntó Bluey apuntando el vidrio hacia su hermana.
"Para hacerte invisible, duh", respondió la cachorra de 5 años.
Bandit, con una gran sonrisa en su rostro, se agachó y adoptó la postura de un dragón, extendiendo sus brazos y haciendo que sus hijas se rieran con sus gruñidos y rugidos. "¡Comiencen a correr o si no me las voy a comer!" Bandit, completamente inmerso en su papel, comenzó a moverse hacia ellas, haciendo que sus hijas se murieran de risa y se escondieran en sus cuartos.
Las risas de Bluey y Bingo resonaban por toda la casa mientras corrían, esquivando los "ataques" de su padre dragón. Bandit las perseguía con pasos pesados y exagerados, rugiendo y soplando "fuego" imaginario. Las niñas usaban sus "poderes mágicos" para defenderse.
"¡Rápido, Bingo! ¡Usa las hojas de invisibilidad!" gritó Bluey entre risas.
Bingo, siguiendo el juego, se cubrió con las hojas y exclamó: "¡Ya no puedes verme, papá dragón!"
Bandit, fingiendo confusión, miró a su alrededor. "¿Dónde está Bingo? ¡Ha desaparecido!" Su actuación hizo que las niñas rieran aún más fuerte.
Mientras tanto, Bluey alzó su "gema de la luz de la luna" y declaró: "¡Contempla el poder de la luz, dragón malvado!"
Bandit fingió ser cegado por el brillo imaginario, tapándose los ojos y tropezando cómicamente. "¡Oh no, la luz! ¡Mi única debilidad!"
Las niñas aprovecharon la "debilidad" de su padre para escapar hacia sus habitaciones, riendo y gritando de emoción. Bandit las siguió, manteniendo el juego vivo hasta el último momento.
Chilli observaba desde la cocina, una suave luz iluminaba el ambiente mientras ella se dedicaba preparar la cena para su amado esposo. Sus pensamientos se perdían en la gratitud por tener a Bandit a su lado, un hombre que irradiaba ternura y complicidad con sus hijas. A medida que el aroma del tocino dorado llenaba la cocina, recordaba con cariño los momentos de risas y juegos en familia que compartían. "Realmente soy afortunada de tener a hombre en mi vida", reflexionó Chilli con una mezcla de amor y admiración. Con delicadeza, apagó la estufa, sintiendo en su la calidez de la comida
Ya arriba Bandit por fin había logrado llegar al segundo piso. Lo que fue todo un reto. Y todo por no usar condon a tiempo. Un error que no volvería a repartir.
Una vez en sus cuartos, las niñas saltaron a sus camas, todavía riendo y jadeando por la emoción del juego. Bandit, volviendo a su papel de padre, comenzó a arroparlas.
"Bueno, mis valientes guerreras, creo que han derrotado al temible dragón por hoy", dijo con una sonrisa cariñosa.
Bluey, aún con energía, preguntó: "¿Podemos jugar más mañana, papá?"
Bandit asintió. "Por supuesto, cariño. Pero ahora es hora de descansar. Mañana nos esperan nuevas aventuras".
Una cálida brisa vespertina irrumpió en las habitaciones de las niñas, dio la vuelta a la página casi terminada del libro para colorear y jugó con las hojas de la flor artificial.
"Bandit, llamaron de la escuela para avisar que se suspenden las clases por unos días para una fumigación de termitas". Avisó Chilli mientras colgaba el teléfono. "¡No, la comida! ¡No te quemes!"
Cuando Bandit escucho eso sus ojos comenzado a entrecerrarse y abrirse rápidamente. Bluey y Bingo se miraron con alegría. "¡Nos podemos ir a dormir tarde!".
La habitación ya estaba vacía porque Bingo y Bluey no se iban a acostar temprano hoy. Y el esfuerzo sobrehumano que hizo Bandit pata llevarlas a la habitaciones había sido en vano. "Por eso no volvimos a tener hijos".
En ese momento se dirigió hacia la cocina. Fue hasta que...
"Voy a revisar si las niñas ya se fueron a dormir". Pensó Bandit mientras se dirigió a los cuartos de las niñas. Para su sorpresa no estaba ahí. "¡Niñas! ¿Dónde están?" Preguntó Bandit alzando la voz.
"Aquí estamos en la sala". Respondió Bingo mientras se acomodaba en el sillón.
Bandit suspiró con alivio. "¿Cómo bajaron las escaleras estás niñas?" Se preguntó el Heeler azul. Comenzó a baja las escaleras y dirigirse a la sala.
Cuando llegó a la sala, encontró a Bingo y Bluey sentadas en el sillón, rodeadas de juguetes y libros esparcidos por todas partes. La habitación estaba en completo desorden, y Bandit no podía creer que sus hijas hubieran logrado hacer tanto estrago en tan poco tiempo.
"¿Qué ha pasado aquí?" preguntó Bandit, intentando mantener la calma. "¿Cómo llegaron?"
Bingo y Bluey se miraron entre sí, y luego miraron a su padre con ojos inocentes. "No hemos hecho nada, papá", dijo Bingo. Y Bluey también lo miró. "Recuerda que mañana no tendremos clases"
"¿Y como saben eso?" Preguntó Bandit, de manera geruina.
"Les avise hace unos segundos". Respondió Chilli.
Bandit parpadeó, confuso. "¿Hace unos segundos? Pero... yo acababa de preguntar por ellas en sus habitaciones..."
Chilli se acercó a Bandit, su expresión se suavizó al ver la confusión en su rostro. "Sí, Bandit. Te lo dije justo después de recibir la llamada. ¿Estás bien?"
Bandit asintió lentamente, aunque en el fondo no estaba tan seguro. "Sí, solo... debe ser el cansancio."
"Papá esta quedando sordo". Bromeo Bluey mientras Bingo soltó una pequeña risa.
Chilli las fulmino con la mirada. "¡Bluey, no hagas ese tipo de bromas! No sabes que la lengua tiene mucho poder de invocar cosas no deseadas".
"Lo. Lo siento". Respondió la niña con tartamudeo en su voz.
Chilli lo observó por un momento más antes de sonreírle con cariño. "Está bien, amor. Vamos a relajarnos un poco esta noche".
En ese instante Chilli fue por la comida que había preparado y para su marido y puso el canal de belleza en la televisión. Bandit se sentó en el sillón y le subió el volumen a la tele. Aunque esta vez en vez de aparecer chicas hermosas paseando por una pasarela había una fila por hombres musculosos y bronceados. Aparentemente estaba pasando en ese momento un concurso de belleza versión masculina.
"Mi amor, que estabas viendo". Exclamó Bandit, sorprendido por lo que había visto.
"Acabo de cambiar el canal. Si quieres toma el control y pon tu partido de Cricket". Respondió Chilli mientras llegaba con una bandeja el cual tenía tostada recién horneana junto con tocino y o un poco de huevos revueltos.
En ese momento cuando iba a cambiar el canal por alguna razón había olvidado Dónde estaba el control.. "¿niñas, saben donde esta el control?"
Las niñas se rieron mientras miraba como su papá no podía encontrar el control que estaba en sus manos. Bandit parpadeó confundido, mirando a sus hijas reírse. "¿De qué se ríen?" preguntó, aún sin darse cuenta de que tenía el control en su mano.
Chilli, que acababa de dejar la bandeja con la comida, no pudo evitar sonreír ante la escena. "Cariño," dijo suavemente, "el control está en tu mano."
Bandit miró su mano derecha y, efectivamente, ahí estaba el control remoto. Soltó una risa nerviosa. "Vaya, parece que estoy más cansado de lo que pensaba."
"¡Papá está perdiendo la cabeza!" exclamó Bluey entre risas.
"¡Bluey!" la reprendió Chilli, aunque no pudo evitar una pequeña sonrisa. "No te burles de tu padre."
Bingo, siempre la más empática, se acercó a Bandit y le dio un abrazo. "No te preocupes, papá. A veces yo también olvido dónde dejo mis cosas."
Bandit le devolvió el abrazo a su hija menor, agradecido por su dulzura. "Gracias, cariño. Supongo que todos tenemos días así."
Chilli se sentó junto a su esposo, poniendo una mano sobre su hombro. "¿Estás seguro de que estás bien, amor? Has estado un poco distraído últimamente."
Bandit asintió, cambiando finalmente el canal al partido de cricket. "Sí, estoy bien. Solo un poco cansado con todo el trabajo y... bueno, ya sabes," dijo, mirando de reojo a las niñas que ahora estaban concentradas en el programa.
Chilli entendió la indirecta. Sabía que Bandit a veces se sentía abrumado por la energía inagotable de las niñas, especialmente en días como hoy cuando no tenían escuela.
"¿Qué te parece si mañana me encargo yo de las niñas por la mañana?" sugirió Chilli. "Tú puedes dormir un poco más."
Bandit la miró con gratitud. "Eso sería genial, gracias". Aunque no sabía que había agradecido.
Sin que el lo notará Bandit presión el control remoto al canal de reversa, volviendo a la programación de concurso de hermosura de varones. Las niñas no tardaron en darse cuenta y interesarles el programa.
"Papá, no creo que seas tan guapo", dijo Bingo, provocando una exclamación de su padre.
"¡Que! ¿Porque? Si soy uno de los arqueológicos más guapos de Australia.
Bluey soltó una risita. "Así es, papá, creo que te estás perdiendo en la parte de guapo". Bromeo la heeler azul.
"Creo que soy lo suficientemente atractivo, hijita". le respondió Bandit a su esposa en busca de ayuda.
Chilli fingió reflexionar sobre su respuesta, lo que provocó otra exclamación escandalosa por parte de Bandit. "¡En serio pensaste la respuesta!", exclamó Bandit mientras sus hijas se reían.
"¿Y cómo puedo apreciar tu belleza si ni siquiera lo he visto?" Preguntó de manera sarcástica Chilli mientras que está bien soltaba una risas junto con sus hijas.
Bandit trató de defenderse, dándole a su voz el tono más ofendido, pero nadie pareció creerle.
Bingo y Bluey se miraron y pegaron unas calcomanía de cero sobre su padre.
"Papá tiene razón", dijo Chilli. "Creo que es suficiente televisión para ustedes hoy".
Bluey cayó de rodillas y levantó las manos al cielo dramáticamente. "Mamá, no puedes privarnos de la alegría de la televisión, ¡no es pedagógico!", exclamó Bluey sin saber que carajo significaba esa palabra que vio en la caricatura de su padre de personas amarillas, a lo que Chilli se echó a reír. "Bueno, ¿así que ya cambiaste de opinión sobre la belleza de tu padre?".
"Sí, papá tiene elegancia la de Francia". Respondió la Heeler azul.
Mientras la familia Heeler continuaba bromeando sobre la apariencia de Bandit, el concurso de belleza masculina seguía desarrollándose en la televisión. Bandit, fingiendo estar ofendido, decidió seguir el juego.
"Muy bien, familia, ya que todos piensan que no soy lo suficientemente guapo, vamos a ver cómo se hace realmente," dijo, señalando la pantalla con un gesto dramático.
Chilli rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. "Está bien, veamos un poco más. Pero solo porque creo que será divertido ver tu reacción de envidia de esos hombres".
Los concursantes desfilaban por la pasarela, mostrando sus cuerpos tonificados y sonrisas brillantes. Bluey y Bingo observaban con una mezcla de fascinación y confusión. Bandit no quería que su princesas estuvieran expuestas a tal espectáculo, sin embargo no quería ponete en contra de su esposa.
"Papá," preguntó Bingo, "¿por qué todos esos hombres brillan tanto?"
Bandit se rascó la cabeza. "Bueno, cariño, creo que es aceite o algo así. Para que sus músculos se vean más... ¿musculosos?"
Chilli soltó una risita. "Se llama bronceador, amor. Lo usan para que su piel se vea más dorada bajo las luces."
"Oh," dijo Bluey, "¿como cuando papá se queda dormido en la playa y se pone todo rojo su piel?"
Todos estallaron en risas, incluso Bandit. "Muy graciosa, jovencita," dijo, revolviendo el pelaje de Bluey.
A medida que avanzaba el concurso, la familia comenzó a elegir sus favoritos. Sorprendentemente, Bandit se encontró bastante involucrado en el espectáculo.
"¡Oh, vamos!" exclamó cuando uno de los concursantes tropezó ligeramente durante el desfile en traje de baño. "Ese chico tiene dos pies izquierdos. ¡No puede ganar!"
Chilli lo miró con una ceja levantada. "Vaya, vaya, parece que alguien se está tomando esto muy en serio."
Bandit se sonrojó ligeramente. "Bueno, si vamos a ver esto, al menos deberíamos apoyar al mejor, ¿no?"
Finalmente llegó el momento de anunciar al ganador. La tensión en la sala de los Heeler era palpable, cada uno apoyando a un concursante diferente.
"Y el ganador del Concurso de Belleza Masculina de Australia es... ¡Jake Thompson!"
Bingo saltó de alegría. "¡Sí! ¡Ganó mi favorito!"
Bandit fingió decepción. "Ah, no puedo creerlo. El mío quedó en segundo lugar."
Chilli le dio un codazo juguetón. "¿Ves? No eres tan buen juez de belleza masculina después de todo."
Cuando el programa terminó, Bluey tuvo una idea brillante. "¡Oye! ¿Y si hacemos una pijamada familiar?"
Los ojos de Bingo se iluminaron. "¡Sí! ¡Podemos dormir todos en la sala!"
Bandit y Chilli intercambiaron miradas. Ambos estaban cansados, pero la emoción en los ojos de sus hijas era difícil de resistir.
"Chicas, ¿se han cepillado los dientes?" Preguntó Chilli para desviar el tema.
Bluey hizo una mueca. "¿Por qué cepillarnos los dientes si aún no nos acostamos?", refunfuñó, pero aun así caminó a regañadientes hacia el baño.
Chilli suspiró, reconociendo la resistencia habitual de sus hijas a la hora de dormir. "Vamos, niñas. Cepillarse los dientes es importante, incluso si aún no nos acostamos. Además, si lo hacen ahora, podremos tener más tiempo para una historia antes de dormir."
Los ojos de Bluey y Bingo se iluminaron ante la mención de una historia. "¿Una historia de verdad?" preguntó Bingo con entusiasmo.
"Sí, una historia de verdad," confirmó Bandit, uniéndose a la conversación. "Pero solo si se cepillan los dientes ahora mismo."
Las niñas intercambiaron miradas y luego salieron corriendo hacia el baño, sus pequeñas patas resonando en el piso de madera.
Chilli se volvió hacia Bandit con una sonrisa cansada. "Buena jugada, cariño. Aunque ahora tendremos que cumplir con esa historia."
Bandit se encogió de hombros. "Bueno, siempre podemos improvisar algo. Además, me vendría bien un poco de tiempo de calidad con las niñas después de este día tan... extraño."
Chilli asintió, recordando los momentos de confusión de Bandit a lo largo de la tarde. "¿Estás seguro de que te sientes bien? Has estado un poco distraído hoy."
"Estoy bien, de verdad," insistió Bandit, aunque una sombra de duda cruzó por su rostro. "Probablemente solo sea el cansancio. Ya sabes cómo son las niñas cuando no tienen escuela."
Antes de que Chilli pudiera responder, Bluey y Bingo regresaron del baño, sus sonrisas brillantes mostrando sus dientes recién cepillados.
"¡Listo!" exclamó Bluey. "¿Podemos tener nuestra pijamada ahora?"
Bandit y Chilli intercambiaron miradas. La idea de una pijamada familiar sonaba encantadora, pero también agotadora después de un largo día.
"¿Qué les parece si hacemos un pequeño fuerte en la sala?" sugirió Chilli, buscando un compromiso. "Podemos traer algunas mantas y almohadas, y tener nuestra historia allí."
Las niñas saltaron de alegría ante la idea. "¡Sí! ¡Un fuerte!" gritó Bingo.
"¡Yo traeré las almohadas!" se ofreció Bluey, corriendo hacia las habitaciones.
"¡Y yo las mantas!" añadió Bingo, siguiendo a su hermana.
Bandit se levantó del sofá, estirándose. "Supongo que es mi turno de mover los muebles."
Chilli le dio un beso rápido en la mejilla. "Yo te ayudo. Entre los dos será más rápido."
Mientras las niñas corrían de un lado a otro, trayendo almohadas, mantas y incluso algunos de sus peluches favoritos, Bandit y Chilli trabajaron juntos para crear un espacio acogedor en la sala. Movieron la mesa de centro a un lado y utilizaron el sofá como base para el fuerte.
"¿Recuerdas cuando hacíamos esto de niños?" preguntó Chilli mientras extendía una manta sobre el respaldo del sofá. "Lo que se pierden ahora los niños por estar todo el día en ese pinche celular."
Bandit sonrió, sosteniendo el otro extremo de la manta. "Cómo olvidarlo. Aunque en ese entonces, el objetivo era mantenernos despiertos toda la noche viendo películas de terror."
Chilli soltó una risita. "Oh, sí. Y luego pasábamos días sin poder dormir bien."
"¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya tenemos todo!" anunció Bluey, regresando con una pila de almohadas tan alta que apenas podía ver por encima.
Bingo la seguía de cerca, arrastrando una manta enorme que se extendía detrás de ella como una cola.
"¡Excelente trabajo, equipo!" les felicitó Bandit. "Ahora, ¿quién quiere ayudar a papá a construir el mejor fuerte del mundo?"
Las siguientes dos horas se llenaron de risas, creatividad y un poco de caos mientras la familia Heeler trabajaba juntos para crear su fuerte. Usaron sillas para sostener las mantas, creando un techo improvisado. Bluey insistió en colgar algunas luces de hadas que tenía en su habitación, dando al interior del fuerte un brillo mágico.
"¡Necesitamos una entrada secreta!" declaró Bingo, sosteniendo una manta más pequeña.
"Buena idea, cariño," dijo Chilli, ayudándola a colgar la manta como una cortina en uno de los lados del fuerte.
Mientras tanto, Bandit y Bluey trabajaban en hacer el interior lo más cómodo posible, amontonando almohadas y mantas suaves para crear un nido acogedor.
"Papá," dijo Bluey mientras acomodaba un cojín, "¿crees que los arqueólogos también hacen fuertes?"
Bandit se rascó la barbilla, fingiendo pensar profundamente. "Bueno, supongo que de cierta manera sí. Cuando los arqueólogos hacen excavaciones, a veces tienen que construir estructuras temporales para proteger los sitios que están estudiando. Es como un fuerte gigante para proteger la historia."
Los ojos de Bluey se iluminaron. "¡Guau! Entonces, ¿somos como arqueólogos ahora?"
"Por supuesto," asintió Bandit con seriedad. "Estamos protegiendo el importante hallazgo de... ¡La razón de usar protección!"
Bluey soltó una risita y abrazó a su padre. "Eres el mejor arqueólogo-papá del mundo. Y no te preocupes, el fuerte nos protege a todos."
Finalmente, después de mucho trabajo y ajustes, el fuerte estaba completo. Era una estructura impresionante que ocupaba gran parte de la sala, con mantas de colores creando un techo ondulado y las luces de hadas dando un ambiente mágico al interior.
"¡Tada!" exclamó Bingo, haciendo una reverencia frente a su creación.
"Es perfecto," dijo Chilli, admirando el trabajo en equipo de su familia.
"Ahora," anunció Bandit con voz solemne, "declaró este fuerte oficialmente... ¡abierto!" Hizo un gesto dramático, apartando la "entrada secreta" para que todos pudieran entrar.
Las niñas gritaron de emoción y se apresuraron a entrar, seguidas por sus padres. Dentro, el espacio era sorprendentemente acogedor. Las almohadas y mantas creaban un nido suave y cálido, y las luces de hadas daban una atmósfera encantadora.
"Es como estar dentro de una nube mágica," susurró Bingo, sus ojos brillando con asombro.
"O en la guarida secreta de un dragón amistoso," añadió Bluey.
Chilli se acomodó en un rincón, apoyándose contra el sofá. "Bueno, niñas, creo que es hora de esa historia que les prometimos."
"¡Sí!" exclamaron Bluey y Bingo al unísono, acomodándose rápidamente junto a su madre.
"La puta madre. Esa niñas tiene más energía que yo y Chilli a estas horas". Bandit se sentó al otro lado, creando un círculo familiar acogedor dentro del fuerte. Obviamente no iba a decir groserías enfrente de las niñas. "¿Qué tipo de historia quieren escuchar esta noche?"
Bluey y Bingo se miraron, como si estuvieran teniendo una conversación silenciosa. Finalmente, Bluey habló: "Queremos una historia de aventuras, pero también con algo de misterio."
"Y con un final feliz," añadió Bingo. "No como las que lees tú de Fanfiction".
Bandit y Chilli intercambiaron miradas, ambos pensando en cómo cumplir con las expectativas de sus hijas.
Bandit se acomodó en su lugar, aclarándose la garganta de manera teatral. "Muy bien, niñas, prepárense para una historia llena de aventuras, misterio y, por supuesto, un final feliz. Esta es la historia de cómo mamá y yo nos conocimos y nos enamoramos."
Bluey y Bingo aplaudieron emocionadas, sus ojos brillando con anticipación.
"Todo comenzó en una mañana soleada," empezó Bandit, su voz adoptando un tono misterioso. "Yo era un valiente explorador en busca de un tesoro legendario: el Hueso Dorado de la Felicidad Eterna."
Chilli soltó una risita, pero dejó que Bandit continuara con su versión infantil de los hechos.
"Estaba caminando por un parque, siguiendo un mapa muy antiguo, cuando de repente..." Bandit hizo una pausa dramática, "¡me tropecé con una raíz y caí de cara en un charco de lodo!"
Las niñas estallaron en carcajadas, imaginando a su padre cubierto de barro.
"Y justo en ese momento," continuó Bandit, "apareció una hermosa princesa guerrera. Era vuestra madre, por supuesto."
Chilli interrumpió suavemente. Aunque le dolía las orejas que vez que Bandit usaba el español castellano sabía que por ser melodramático tenia que aceptarlo. "Cariño, creo que te olvidas de un pequeño detalle. ¿No recuerdas que estaba haciendo?"
"¡Oh, cierto!" exclamó Bandit, chasqueando los dedos. "La princesa guerrera estaba paseando a su fiel compañero, una rata gigante y asqueroso llamado... eh..."
"Puffin," susurró Chilli, sonriendo.
"¡Muffin!" repitió Bandit. "Una rata que en realidad era una poderosa hechicera disfrazada. Sí, eso es."
Bluey y Bingo se miraron, fascinadas por cómo la historia iba tomando forma. Ante sus ojos era tan realista.
"Como iba diciendo," continuó Bandit, "allí estaba yo, cubierto de lodo, cuando esta hermosa princesa guerrera se acercó con su rata mágico. Me miró y..."
"Le ofrecí un pañuelo," intervino Chilli. "Recuerda, cariño, que siempre llevo pañuelos conmigo."
"¡Claro, el pañuelo mágico!" exclamó Bandit, incorporando rápidamente el detalle. "La princesa sacó un pañuelo de su bolsillo, pero no era un pañuelo común. Oh, no. Era un pañuelo mágico que podía limpiar cualquier suciedad en un instante."
Las niñas miraban a sus padres con los ojos muy abiertos. "¿Y no hay una escoba mágica? Preguntó Bluey.
"Solo la que usa Muffin para volar". Respondió Bingo, sacando unas carcajadas junto a su hermana.
"Gracias a ese pañuelo mágico," continuó Bandit, "quedé limpio en un abrir y cerrar de ojos. Fue entonces cuando pude ver claramente el rostro de la princesa y... ¡me enamoré al instante!"
Chilli se sonrojó ligeramente, pero su sonrisa mostraba que estaba disfrutando de la narración tanto como sus hijas.
"Pero nuestra historia de amor no podía ser tan simple," dijo Bandit, adoptando nuevamente un tono misterioso. "Porque resulta que la princesa guerrera también estaba en una misión. Ella buscaba..."
Bandit hizo una pausa, mirando a Chilli en busca de ayuda.
"El Collar de la Sabiduría Infinita," sugirió Chilli, siguiendo el juego.
"¡Exacto!" exclamó Bandit. "El Collar de la Sabiduría Infinita. Y resulta que, según nuestros mapas, tanto el Hueso Dorado como el Collar estaban escondidos en el mismo lugar: la Cueva de los Desafíos." Esperaba que las caricaturas y animes que vio en sí niñez funcionará en crear una historia. 'Carajo, como lo hacen los escritores de fanfics.
"¡Ooh!" exclamaron Bluey y Bingo al unísono. Sin prestar mucho atención a la mala trama de la historia. Al menos Bandit podría crear la historia sin el miedo o la vergüenza de él rechazo de sus hijos.
"Así que decidimos unir fuerzas," continuó Bandit. "La princesa guerrera, la rata y yo, el valiente explorador, nos embarcamos en una aventura épica."
"Deja de decirle rata a Muffin". Dijo Chilli, un poca molesta por la comparación. Las ratas no eran tan molestos como lo era Muffin.
"Está bien Chilli, aunque yo nunca dije nombres." Respondió Bandit para luego seguir contando la historia.
"Así que decidimos unir fuerzas. La princesa guerrera, la rata mágica y yo, el valiente explorador.
Bluey y Bingo se rieron, imaginando a una rata voladora. Tal vez un día de estos tiraría a Muffin del techo.
La historia continuó con Bandit exagerando todo lo que pasaba con su personaje. Al menos las niñas se miraban distraídas.
"Y así," dijo Chilli, "terminó nuestra gran aventura, pero fue solo el comienzo de nuestra vida juntos."
"Y vivieron felices para siempre," añadió Bluey con una sonrisa.
"Y tuvieron dos hermosas hijas," concluyó Bandit, abrazando a Bluey y Bingo.
Las niñas bostezaron, el sueño finalmente alcanzándolas después de la emocionante historia.
"Creo que es hora de dormir," susurró Chilli, arropando a las niñas con las mantas del fuerte.
Bluey y Bingo aplaudieron emocionadas cuando la historia llegó a su fin.
"¡Esa fue la mejor historia que nos contaron!" exclamó Bluey.
"Me gustó mucho Estrella," dijo Bingo con un bostezo. "Es dulce como yo."
Bandit sonrió, acariciando el pelaje de Bingo. "Y tú eres tan observadora como ella, cariño."
Chilli notó que los ojos de las niñas comenzaban a cerrarse. "Creo que es hora de que nuestras propias exploradoras del cielo nocturno se vayan a dormir."
"Pero mamá," protestó Bluey débilmente, "no estamos cansadas..."
"Claro que no," dijo Bandit con una sonrisa, mientras acomodaba una manta sobre Bluey. "Solo están descansando los ojos, ¿verdad?"
Bingo ya se había acurrucado junto a su hermana, abrazando su peluche favorito. "Buenas noches, Luna y Estrella," murmuró antes de cerrar los ojos.
Chilli y Bandit observaron a sus hijas por un momento, sus corazones llenos de amor por estas pequeñas que llenaban sus vidas de alegría y aventuras.
"¿Deberíamos llevarlas a sus camas?" susurró Chilli.
Bandit negó con la cabeza. "Nah, dejémoslas aquí esta noche. Después de todo, construimos este fuerte para una razón."
Chilli asintió, acomodándose junto a las niñas. Bandit hizo lo mismo del otro lado, creando un cálido nido familiar dentro del fuerte.
"Buenas noches, mis exploradoras," susurró Bandit, besando suavemente las frentes de Bluey y Bingo.
"Buenas noches, mis estrellas," añadió Chilli, acariciando sus mejillas.
Y así, bajo el techo de mantas y luces de hadas, la niñas Heeler se quedó dormida, soñando con aventuras en el cielo nocturno y el brillo de las estrellas. El fuerte que habían construido juntos se convirtió en su propio pequeño universo por esa noche.
Chilli se dirigió a su habitación, con un aire de sospecha en su rostro. Bandit la siguió, notando que algo no estaba bien.
"¿Qué pasa, Chilli?" preguntó Bandit, intentando sonar inocente.
Chilli se detuvo en la puerta de su habitación y se volvió hacia él. "Cuando subiste a dejar a las niñas, prometiste que no me habías escuchado", dijo, con un tono acusatorio.
Bandit se encogió de hombros. "No sé de qué hablas, Chilli. No dije nada".
Chilli cruzó los brazos sobre su pecho. "Pero las niñas dijeron que pusiste una cara", insistió.
Bandit se rió. "Ah, eso. Bueno, puede que haya puesto una cara, pero no fue nada serio. Solo estaba un poco cansado, eso es todo".
Chilli lo miró con escepticismo, pero Bandit podía ver la risa en sus ojos. "Estás mintiendo, Bandit", dijo, con una sonrisa.
Bandit se acercó a ella y la abrazó. "Te amo, Chilli", dijo, besándola suavemente en la mejilla.
Chilli se relajó en sus brazos y lo besó de vuelta. "Yo también, Bandit".
Juntos, se deslizaron hacia la cama, rodeados por la tranquilidad de la noche. Bandit se acomodó bajo las sábanas, sintiendo el peso del día desaparecer. Chilli se acurrucó junto a él, y pronto ambos se sumieron en un sueño profundo, rodeados por el amor y la paz de su hogar.
Esa noche transcurrió tranquilamente, pero Bandit no podía sacudirse la sensación de que algo no estaba del todo bien. Decidió no mencionarlo más, no queriendo preocupar a Chilli ni a las niñas.