ID de la obra: 591

Jardín de los Recuerdos Olvidados

Het
R
En progreso
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Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Maxi, escritos 160 páginas, 64.255 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
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Capítulo 2

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A la mañana siguiente, Bandit se despertó sintiéndose desorientado. Miró a su alrededor, tratando de recordar dónde había puesto sus pantuflas. Usualmente las dejaba junto a la cama, pero esta mañana no las veía por ningún lado. Se levantó con cuidado, intentando no despertar a Chilli, y comenzó a buscar por la habitación. "¿Dónde las habré puesto?" murmuró para sí mismo, rascándose la cabeza. Después de varios minutos de búsqueda infructuosa, decidió bajar descalzo. Ya las encontraría más tarde. En la cocina, Bandit se dispuso a preparar el desayuno para la familia. No iba a irse a ningún lado sin hacer algo útil por Chilli. Abrió la nevera, buscando los huevos, pero se quedó mirando el interior con el ceño fruncido. ¿Dónde estaban los huevos? Juraba haberlos comprado ayer. "Buenos días, cariño," dijo Chilli, entrando a la cocina y dándole un beso en la mejilla. "¿Qué estás buscando?" "Huevos... Los huevos," respondió Bandit, cerrando la puerta de la nevera. "Juraría que los compré ayer, pero no los veo por ningún lado." Chilli lo miró con extrañeza. "Bandit, los huevos están en la encimera. Los sacaste hace un momento, ¿recuerdas?" Bandit se giró y, efectivamente, allí estaba la caja de huevos. Se sintió avergonzado y un poco confundido. "Oh, claro. Qué tonto soy. Debe ser que aún estoy medio dormido." Chilli le dio una palmadita en el hombro. "No te preocupes, a todos nos pasa. ¿Quieres que te ayude con el desayuno?" "No, no, yo puedo," insistió Bandit, queriendo demostrar que estaba perfectamente bien. "Tú ve a despertar a las niñas para que vayan a la escuela." "Bandit, las niñas no van a la escuela hoy," respondió Chilli, observando atentamente a su marido. Cuando Bandit iba a responder, le llegó el recuerdo de la noche de ayer. "Oh, sí. Ya recordé. No sé cómo me pude olvidar. Aunque ve por ellas para que les pueda decir adiós." Chilli subió a despertar a Bluey y Bingo, mientras Bandit se concentró en preparar el desayuno. Sin embargo, se encontró varias veces buscando utensilios en los lugares equivocados. ¿Desde cuándo guardaban los platos en el cajón de los cubiertos? Se sacudió la confusión y continuó con su tarea. Cuando la familia se sentó a desayunar, Bluey comenzó a contar emocionada sobre un proyecto escolar. "¡Y tenemos que hacer una presentación sobre un lugar histórico de Australia!" exclamó la pequeña Heeler azul. "Papá, ¿me puedes ayudar? Tú conoces muchos lugares históricos por tu trabajo." Bandit sonrió, feliz de poder ayudar. "Por supuesto, cariño. ¿Sobre qué lugar te gustaría hacer tu presentación?" Bluey pensó por un momento. "¡Oh! ¿Qué tal sobre ese lugar con las grandes piedras en círculo? ¿Cómo se llamaba?" Bandit frunció el ceño, tratando de recordar. Sabía exactamente a qué lugar se refería Bluey, lo había visitado docenas de veces en sus excavaciones, pero por alguna razón, el nombre se le escapaba. "Eh... es ese lugar en Inglaterra, ¿verdad?" dijo, ganando tiempo. "Con las piedras grandes..." "¡Stonehenge!" exclamó Chilli, notando la dificultad de Bandit. "¿Es ese el lugar que dices, Bluey?" "¡Sí, ese mismo!" respondió Bluey emocionada. "¿Me puedes contar más sobre Stonehenge, papá?" Bandit asintió, agradecido por la ayuda de Chilli. "Claro, cariño. Stonehenge es un monumento prehistórico muy famoso. Fue construido hace miles de años y..." Bandit se detuvo en seco. Las palabras que seguían parecían desvanecerse antes de que pudiera formarlas. Conocía la historia de Stonehenge al dedillo; había enseñado sobre el sitio en numerosas ocasiones, pero en ese instante, su mente se quedó en blanco. Chilli, que había estado observando en silencio, sintió un nudo en el estómago. Esto no era simplemente olvido; había algo más profundo sucediendo. Decidió intervenir antes de que la situación empeorara. "¿Sabías, Bluey, que algunos creen que Stonehenge fue utilizado como un calendario gigante?" comentó Chilli, tomando suavemente la palabra. "Las piedras están alineadas con los solsticios, lo que significa que podían predecir el cambio de estaciones." Bluey miró a su madre. "¡Guau! ¿Cómo lo sabían, mamá?" "Es un misterio," respondió Chilli con una sonrisa forzada, pero sin dejar de lado su preocupación por Bandit. "Pero seguro que a papá le encantaría llevarte allí algún día para que lo veas con tus propios ojos, ¿verdad, Bandit?" Bandit asintió, pero su mente estaba en otra parte. El alivio de que Chilli hubiese desviado la atención se mezclaba con un temor creciente que no podía ignorar. Algo estaba mal, y no se trataba solo de un mal día. Mientras observaba a Bluey emocionada con la conversación, sintió una punzada de miedo. ¿Y si lo que le estaba sucediendo no era pasajero? Después de que Bluey se fue a jugar, Chilli se acercó a Bandit, colocando una mano en su brazo. "Cariño, ¿estás bien?" le preguntó en voz baja, pero con un tono firme. Bandit evitó su mirada, sintiéndose vulnerable. "No lo sé, Chilli. Nunca antes me había pasado algo así. Es como si mi mente estuviera... nublada." Chilli lo miró con una mezcla de compasión y preocupación. "Vamos a resolverlo juntos, Bandit. Mañana mismo podemos ir al médico y ver qué está pasando." "No necesito ir al médico, solo es cansancio", respondió Bandit mientras iba a comer. Después del desayuno, Bandit se preparó para ir al trabajo. Estaba revisando unos documentos importantes para una excavación cuando se dio cuenta de que no podía encontrar sus llaves. "¿Chilli?" llamó, revolviendo los cajones del escritorio. "¿Has visto mis llaves?" Chilli apareció en la puerta del estudio. "Las dejaste en el cuenco de la entrada, como siempre. ¿No las viste?" Bandit se pasó una mano por el rostro. "No, no las vi. Gracias, cariño." En el camino al trabajo, Bandit no pudo evitar sentirse preocupado. Estos pequeños olvidos y confusiones se estaban volviendo más frecuentes. Trató de convencerse de que solo era estrés, que, con tanto en qué pensar, era normal olvidar algunas cosas. En la oficina, Bandit se sumergió en su trabajo, esperando que la rutina familiar lo ayudara a sentirse más centrado. Sin embargo, pronto se encontró luchando con tareas que antes realizaba sin esfuerzo. "Bandit," dijo su compañero de trabajo, Mark, asomándose a su oficina. "¿Tienes listo el informe sobre la excavación del mes pasado? El jefe lo necesita para la reunión de esta tarde." Bandit parpadeó, confundido. "¿El informe? Oh, sí, claro. Estaba trabajando en eso." Miró su escritorio, tratando de recordar dónde había dejado el archivo. "¡¿Dónde está el informe?!", se preguntó Bandit, más desesperado. Sabía que su trabajo dependía de que se encontrara el informe. Una ola de preocupación lo invadió mientras sentía que había arruinado todo. "Tranquilo, Bandit, ahorita lo encontramos," dijo uno de sus compañeros. Después de unos momentos de búsqueda frenética, lo encontró bajo una pila de otros documentos. "Aquí está," dijo, entregándoselo a Mark. "Lamento la demora." Mark lo miró con preocupación. "¿Estás bien, Bandit? Pareces un poco distraído últimamente." "Estoy bien," insistió Bandit, forzando una sonrisa. "Solo un poco cansado. Ya sabes cómo son las niñas." Mark asintió, aunque no parecía convencido. "Si necesitas algo, solo dímelo, ¿de acuerdo?" Bandit asintió, agradecido por la preocupación de su amigo, pero también incómodo por la atención. No quería que nadie pensara que no podía hacer su trabajo. A lo largo del día, Bandit se encontró luchando con tareas que antes realizaba sin esfuerzo. Los nombres de sitios arqueológicos que conocía como la palma de su mano ahora parecían escurrírsele de la memoria. En una reunión, se encontró repitiendo la misma pregunta dos veces, ganándose miradas extrañadas de sus colegas. Cuando llegó la hora de presentar sus hallazgos recientes en una conferencia del departamento, Bandit se sintió nervioso como nunca antes. Normalmente, estas presentaciones eran pan comido para él, pero hoy se sentía inseguro. Comenzó bien, hablando con fluidez sobre el sitio de excavación y los artefactos encontrados. Pero, a medida que avanzaba, notó que le costaba recordar fechas y nombres específicos. Titubeó, buscando las palabras correctas. "Y entonces, en el estrato correspondiente al... al..." Bandit se detuvo, su mente en blanco. ¿Cómo se llamaba ese período? Lo sabía, estaba seguro, pero el nombre simplemente no venía a su mente. "¿Al período Neolítico?" sugirió amablemente una colega desde el público. "Sí, exacto," dijo Bandit, sintiéndose avergonzado. "Gracias. Como decía, en el estrato correspondiente al período Neolítico..." Continuó con la presentación, pero podía sentir las miradas preocupadas de sus colegas. Cuando terminó, varios se acercaron a preguntarle si se encontraba bien. Nadie podía creer que Bandit Heeler estaba fallando de tal manera. "Estoy bien, de verdad", insistió Bandit. "Solo un poco cansado. He estado trabajando mucho últimamente." Pero, en el fondo, Bandit sabía que algo no estaba bien. Estos lapsos de memoria, la confusión, la dificultad para concentrarse... todo iba más allá del simple cansancio. Sin embargo, la idea de admitirlo, de buscar ayuda médica, le aterraba. ¿Y si era algo serio? ¿Cómo afectaría eso a su familia, a su trabajo? Esa noche, de vuelta en casa, Bandit trató de actuar con normalidad. Jugó con las niñas, ayudó a Chilli con la cena e incluso contó uno de sus famosos cuentos antes de dormir. Pero su mente estaba en otra parte, preocupada por los eventos del día. Cuando finalmente se acostó junto a Chilli, ella notó su inquietud. "¿Está todo bien, cariño?" preguntó, acariciando su mejilla. Bandit consideró contarle todo, compartir sus miedos y preocupaciones. Pero al ver la preocupación en los ojos de Chilli, no pudo hacerlo. No quería ser una carga; no quería que se preocupara. "Todo está bien", mintió, forzando una sonrisa. "Solo estoy pensando en un proyecto complicado del trabajo." Chilli lo besó suavemente. "No te presiones demasiado, amor. Sabes que eres brillante en lo que haces." Bandit asintió, sintiéndose culpable por no ser completamente honesto. Pero se prometió a sí mismo que manejaría esto solo. Tenía que ser fuerte por su familia. Chilli se acercó a él. "Sabes que las niñas están dormidas", dijo mientras lo acariciaba y subía las sábanas sobre ellos. Los días siguientes fueron un desafío constante para Bandit. En el trabajo, se encontraba cada vez más a menudo perdiendo el hilo de sus pensamientos o buscando palabras que antes venían a él naturalmente. Sus colegas comenzaron a notar estos cambios, intercambiando miradas preocupadas cuando creían que no los veía. Una tarde, mientras revisaba unos artefactos recién desenterrados, Bandit se quedó mirando fijamente una herramienta de piedra. Sabía que era importante, que tenía un nombre específico, pero por más que lo intentaba, no podía recordarlo. "Oye, Mark," llamó a su colega, tratando de sonar casual. "¿Cómo se llama esta herramienta de nuevo? Se me ha ido el nombre." Mark se acercó y miró el objeto. "Es un raspador, Bandit. Lo usaban para trabajar pieles y madera." "Claro, un raspador," repitió Bandit, sintiéndose tonto. ¿Cómo había podido olvidar algo tan básico? En casa, las cosas no eran mucho mejores. Bandit se encontraba cada vez más confundido con las rutinas diarias. Una noche, mientras ayudaba a Bluey con su tarea, se dio cuenta de que no podía recordar cómo resolver un problema matemático simple. "Papá," dijo Bluey, mirándolo con curiosidad. "¿Estás seguro de que así se hace? No parece correcto." Bandit miró la hoja de ejercicios, sintiendo una oleada de pánico. Los números parecían bailar frente a sus ojos, negándose a tener sentido. "Eh, tal vez deberíamos preguntarle a mamá," sugirió, tratando de ocultar su confusión. "A veces, ella es mejor en estas cosas." Bluey asintió, aunque Bandit pudo ver la preocupación en sus ojos. Su hija mayor era perceptiva y temía que empezara a notar que algo no estaba bien con su padre. Aunque decidió no preguntarle directamente, ya que confiaba en que les diría si algo malo estaba pasando. Una mañana, mientras se preparaba para el trabajo, Bandit no pudo encontrar su maletín. Buscó por toda la casa, cada vez más frustrado y ansioso. "¡Chilli!" llamó, su voz teñida de desesperación. "¿Has visto mi maletín? No puedo encontrarlo por ningún lado." Chilli apareció en la puerta de la cocina, sosteniendo el maletín en cuestión. "Está aquí, cariño. Lo dejaste en la cocina anoche, ¿recuerdas?" Bandit tomó el maletín, sintiéndose avergonzado y confundido. No tenía ningún recuerdo de haberlo dejado allí. "Gracias," murmuró, evitando la mirada preocupada de su esposa. "Bandit," comenzó Chilli suavemente. "¿Estás seguro de que todo está bien? Has estado un poco... distraído últimamente. Y cuando digo un poco, me refiero a que estás demasiado distraído." Bandit sintió una punzada de culpa. Sabía que Chilli se preocupaba por él, que solo quería ayudar. Pero la idea de admitir que algo andaba mal, de mostrar debilidad, le resultaba insoportable. "Estoy bien, de verdad", insistió, forzando una sonrisa. "Solo he estado un poco estresado con el trabajo. Ya sabes cómo son estas cosas." Chilli no parecía convencida, pero no presionó más. "Está bien, cariño. Pero sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa, ¿verdad?" Bandit asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Quería contarle todo, compartir sus preocupaciones. Pero el temor a lo desconocido, a lo que estos síntomas podrían significar, lo mantenía en silencio. En el trabajo, las cosas seguían empeorando. Bandit se encontraba cada vez más a menudo perdiendo el hilo de sus pensamientos en medio de las reuniones o mirando fijamente la pantalla de su computadora, incapaz de recordar qué estaba haciendo. Un día, mientras daba una charla a un grupo de estudiantes sobre técnicas de excavación, Bandit se quedó en blanco a mitad de una frase. Los estudiantes lo miraban expectantes, pero las palabras simplemente no venían. "Y entonces... entonces..." tartamudeó, sintiendo que el pánico se apoderaba de él. "Lo siento, ¿dónde estaba?" Un estudiante en la primera fila levantó la mano tímidamente. "Estaba hablando sobre las técnicas de estratigrafía, profesor." "Ah, sí, por supuesto," dijo Bandit, tratando de recomponerse. "Gracias. Como decía..." Continuó con la charla, pero podía sentir las miradas confusas y preocupadas de los estudiantes. "Mierda, no puedo seguir, pero si paro, no habrá nadie que me reemplace", pensó Bandit mientras seguía explicando el tema. Solo podía esperar a terminar su discurso y pedirle a Dios que no se le olvidara otra parte importante de la lección. Después de todo, no quería que los alumnos reprobaran por su culpa. Cuando terminó, se apresuró a salir del aula, sintiéndose humillado y asustado. En su oficina, Bandit se sentó pesadamente en su silla, con la cabeza entre las manos. Ya no podía negarlo, algo estaba muy mal. Estos no eran simples olvidos o momentos de distracción. Era algo más serio, algo que estaba afectando su capacidad para hacer su trabajo, para ser el padre y esposo que su familia merecía. Por un momento, consideró llamar a su médico y hacer una cita para un chequeo. Pero el miedo a lo que podría descubrir lo paralizó. Bandit respiró profundamente, tratando de calmarse. "No puedo dejar que esto me venza", se dijo a sí mismo. "Tengo que ser fuerte por Chilli y las niñas." Con su determinación renovada, Bandit se sumergió en su trabajo. Pasó horas repasando sus notas, memorizando datos y fechas que antes conocía de memoria. Se quedaba hasta tarde en la oficina, revisando una y otra vez sus informes para asegurarse de que no hubiera errores. Pero, a pesar de sus esfuerzos, los problemas persistían. Una tarde, mientras presentaba sus hallazgos en una importante conferencia arqueológica, Bandit se encontró luchando para recordar los nombres de los sitios que había excavado recientemente. "Y en el sitio de... de..." Bandit se detuvo, su mente en blanco. Podía ver el lugar claramente en su mente, recordaba cada detalle de la excavación, pero el nombre simplemente no venía. El silencio en la sala se hizo pesado mientras sus colegas esperaban expectantes. "¿Te refieres al sitio de Willunga?" sugirió amablemente una colega desde el público. "Sí, exacto," dijo Bandit, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza. "Gracias. Como decía, en el sitio de Willunga..." Continuó con su presentación, pero podía sentir las miradas preocupadas de sus colegas. Cuando terminó, varios se acercaron a preguntarle si se encontraba bien. "Estoy bien, de verdad," insistió Bandit, forzando una sonrisa. "Solo un poco cansado. He estado trabajando mucho últimamente." Pero, en el fondo, Bandit sabía que no estaba bien. Estos lapsos de memoria, la confusión, la dificultad para concentrarse... todo iba más allá del simple cansancio. Sin embargo, la idea de admitirlo, de buscar ayuda médica, le aterraba. ¿Y si era algo serio? ¿Cómo afectaría eso a su familia, a su trabajo? En casa, Bandit se esforzaba por mantener una fachada de normalidad. Jugaba con las niñas, ayudaba con las tareas del hogar e intentaba ser el esposo y padre que siempre había sido. Pero cada vez le resultaba más difícil seguir el ritmo de la vida familiar. Una noche, mientras ayudaba a Bingo a prepararse para dormir, la pequeña le pidió que le contara su cuento favorito. "Por favor, papá," suplicó Bingo con ojos brillantes. "Cuéntame la historia del Caballero Bandit y la Princesa Chilli." Bandit sonrió, recordando cuánto le gustaba a Bingo esa historia. Comenzó a narrar, pero a medida que avanzaba, se dio cuenta de que no podía recordar partes importantes del cuento. Y eso era algo malo. Técnicamente, era la historia de amor entre él y Chilli. "Y entonces, el Caballero Bandit se enfrentó al... al..." Bandit se detuvo, su mente en blanco. ¿Cómo se llamaba el villano de la historia? Bingo lo miró con curiosidad. "¿Al Dragón de las Sombras, papá? Siempre dices que es el Dragón de las Sombras." "Claro, el Dragón de las Sombras," repitió Bandit, sintiendo una punzada de tristeza. ¿Cómo había podido olvidar eso? "Gracias, cariño. Como decía..." Bingo era pequeña, pero era muy madura para su edad. Notó, durante las últimas semanas, que algo no estaba bien con su papá. Y sabía que toda su familia lo sabía, pero ninguno tenía el coraje para preguntarle. Todos tenían la esperanza de que él contara todo lo que le estaba pasando en la mente. Bandit continuó la historia, haciendo su mejor esfuerzo para recordar los detalles, pero su mente seguía divagando. Bingo, observadora como siempre, notó la dificultad de su padre. "Papá," interrumpió suavemente, "¿estás bien? Últimamente pareces... diferente." Bandit se tensó por un momento, pero rápidamente forzó una sonrisa. "¿Diferente? ¿Qué quieres decir, cariño?" Bingo arrugó su pequeña frente, pensativa. "No sé... a veces pareces olvidar cosas. Y te ves cansado todo el tiempo." El corazón de Bandit se aceleró. No quería preocupar a su hija, pero tampoco quería mentirle directamente. Optó por desviar la conversación. "Oh, ¿sabes qué? Creo que es porque he estado trabajando mucho últimamente," dijo, fingiendo un tono ligero. "¿Qué te parece si mañana jugamos a ese nuevo juego que inventaste? ¿Cómo se llamaba...?" "¡El hotel!" exclamó Bingo, momentáneamente distraída. "¿De verdad jugaremos?" "Por supuesto," asintió Bandit, aliviado por el cambio de tema. "Pero ahora, es hora de dormir. Mañana será un gran día de juegos." Besó a Bingo en la frente y se levantó para apagar la luz. Pero antes de que pudiera salir, la voz de Bingo lo detuvo. "Papá... sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad? Soy pequeña, pero puedo entenderte." Bandit sintió un nudo en la garganta. Se volvió hacia su hija, conmovido por su madurez y preocupación. "Lo sé, cariño. Eres muy inteligente y valiente. Te prometo que si hay algo importante que necesites saber, te lo diré. Por ahora, solo necesito que seas mi dulce Bingo y que sigamos jugando y divirtiéndonos juntos. ¿De acuerdo?" Bingo asintió, no del todo convencida, pero dispuesta a confiar en su padre. "De acuerdo, papá. Te quiero." "Yo también te quiero, mi pequeña," respondió Bandit, cerrando suavemente la puerta. En el pasillo, se apoyó contra la pared, cerrando los ojos por un momento. Odiaba tener que evadir las preguntas de Bingo, pero ¿cómo podía explicarle lo que estaba pasando cuando ni siquiera él lo entendía completamente? Por ahora, lo mejor que podía hacer era seguir siendo el padre que sus hijas conocían y amaban, por el tiempo que fuera posible. Con un suspiro, Bandit se enderezó y se dirigió a su habitación, donde Chilli lo esperaba. Esa noche, acostado junto a Chilli, Bandit no podía dormir. Su mente daba vueltas, repasando todos los momentos de confusión y olvido de las últimas semanas. Sabía que no podía seguir así, que algo tenía que cambiar. Pero el miedo a enfrentar la verdad lo paralizaba. "¿Bandit?" La voz suave de Chilli lo sacó de sus pensamientos. "¿Estás despierto?" "Sí," respondió en voz baja. Chilli se giró para mirarlo en la oscuridad. "¿Qué pasa, cariño? Has estado muy inquieto últimamente." Bandit consideró por un momento contarle todo. Pero al ver la preocupación en los ojos de Chilli, no pudo hacerlo. No quería ser una carga, no quería que se preocupara. "No es nada," mintió, forzando una sonrisa que sabía que ella no podía ver en la oscuridad. "Solo estoy pensando en un proyecto complicado del trabajo." Chilli lo abrazó, apoyando su cabeza en su pecho. "Sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa, ¿verdad? Estamos juntos en esto, pase lo que pase." Bandit sintió un nudo en la garganta. "Lo sé," dijo, abrazándola con fuerza. "Te amo, Chilli." "Yo también te amo," respondió ella, besándolo suavemente antes de volver a acomodarse para dormir. Bandit se quedó despierto mucho después de que Chilli se durmiera, mirando al techo en la oscuridad. Sabía que no podía seguir así, que algo tenía que cambiar. Pero la idea de admitir que necesitaba ayuda, de mostrar debilidad, iba en contra de todo lo que creía sobre ser un buen padre y esposo. "Tengo que ser fuerte," se dijo a sí mismo. "Por Chilli, por las niñas. No puedo dejar que esto me venza." Con esa determinación, Bandit finalmente se quedó dormido, decidido a enfrentar lo que viniera con toda la fuerza que pudiera reunir. Pero en el fondo de su mente, una pequeña voz le susurraba que tal vez, solo tal vez, ser fuerte también significaba pedir ayuda cuando la necesitaba. A la mañana siguiente, Bandit se despertó sintiéndose desorientado. Por un momento, no reconoció la habitación en la que estaba. El pánico lo invadió brevemente hasta que los detalles familiares comenzaron a tomar forma: las cortinas que Chilli había elegido, las fotos familiares en la pared, el olor del café que llegaba desde la cocina. Se levantó lentamente, tratando de sacudirse la confusión. En el baño, mientras se cepillaba los dientes, se quedó mirando su reflejo en el espejo. Las ojeras bajo sus ojos eran más pronunciadas que nunca, y había una expresión de preocupación constante que no recordaba haber visto antes en su rostro. "Vamos, Bandit," se dijo a sí mismo. "Tienes que mantenerte firme." Bajó a la cocina, donde Chilli ya estaba preparando el desayuno para las niñas. Bluey y Bingo charlaban animadamente sobre sus planes para el día. "Buenos días, papá," dijo Bluey alegremente. "¿Nos vas a llevar al parque hoy después del trabajo?" Bandit parpadeó, tratando de recordar si había hecho esa promesa. "Eh... sí, claro," dijo, aunque no estaba seguro. "Si termino temprano en el trabajo." Chilli le lanzó una mirada curiosa. "Cariño, ¿no recuerdas? Hoy es sábado. No tienes que ir a trabajar." Bandit sintió que el suelo se movía bajo sus pies. ¿Cómo había podido olvidar qué día era? "Oh, cierto," dijo, tratando de sonar casual. "Lo siento, aún estoy medio dormido." El desayuno transcurrió con normalidad, pero Bandit notó que Chilli lo observaba con más atención de lo habitual. Trató de actuar con normalidad, participando en la conversación y riendo con las ocurrencias de las niñas, pero por dentro, el miedo y la confusión crecían. Después del desayuno, mientras Chilli limpiaba la cocina, Bandit decidió llevar a las niñas al parque como había prometido. Pensó que el aire fresco y la actividad física podrían ayudarlo a aclarar su mente. En el parque, Bluey y Bingo corrieron hacia los columpios, riendo y gritando de emoción. Bandit las siguió, determinado a disfrutar este tiempo con sus hijas. "¡Empújame, papá!" gritó Bingo desde el columpio. Bandit se acercó y comenzó a empujar suavemente a su hija menor. El ritmo familiar del columpio, el sonido de la risa de Bingo, todo parecía normal. Por un momento, Bandit sintió que todo estaría bien. Pero entonces, mientras empujaba a Bingo, un repentino mareo lo invadió. El parque a su alrededor pareció girar, y por un momento, no supo dónde estaba o qué estaba haciendo. "¿Papá?" La voz preocupada de Bluey lo trajo de vuelta a la realidad. "¿Estás bien?" Bandit parpadeó, tratando de enfocarse. Bingo había dejado de reír y lo miraba con preocupación desde el columpio. "Estoy bien, cariño," dijo, forzando una sonrisa. "Solo me mareé un poco. Debe ser que no desayuné lo suficiente." Pero Bluey no parecía convencida. "Papá, has estado actuando raro últimamente. ¿Seguro que estás bien?" La preocupación en la voz de su hija mayor fue como un puñal en el corazón de Bandit. Se dio cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, sus problemas estaban afectando a sus hijas. "Estoy bien, de verdad," insistió, agachándose para estar al nivel de los ojos de Bluey. "Solo he estado un poco cansado con el trabajo. Pero no tienen que preocuparse por mí, ¿de acuerdo?" Bluey asintió, aunque no parecía completamente convencida. Bandit se enderezó, determinado a no dejar que este incidente arruinara el día de sus hijas. "¿Qué les parece si vamos a los toboganes?" sugirió, tratando de sonar animado. Afortunadamente no estaba Mackenzie, así podrían ir a jugar en el tobogán. Las niñas aceptaron con entusiasmo, y pronto estaban corriendo hacia la zona de juegos. Bandit las siguió, pero su mente estaba en otra parte. El incidente del mareo lo había asustado más de lo que quería admitir. ¿Y si le hubiera pasado algo mientras empujaba a Bingo en el columpio? ¿Y si hubiera puesto a sus hijas en peligro? Mientras observaba a Bluey y Bingo jugar, Bandit se dio cuenta de que no podía seguir ignorando sus problemas. No solo se trataba de él ahora; su condición estaba afectando a toda su familia. De vuelta en casa, después de un almuerzo tranquilo, Bandit se excusó diciendo que necesitaba descansar un poco. Se retiró a su estudio, cerrando la puerta detrás de él. Se sentó en su silla, mirando fijamente la pantalla apagada de su computadora. Sabía lo que tenía que hacer, pero el miedo lo paralizaba. ¿Y si los médicos encontraban algo realmente malo? ¿Y si no podía seguir trabajando? ¿Cómo cuidaría de su familia? Pero entonces recordó la preocupación en los ojos de Bluey en el parque, la confusión de Bingo cuando no pudo recordar los detalles de su cuento favorito. Recordó todas las veces que Chilli lo había mirado con preocupación en las últimas semanas. Con manos temblorosas, Bandit tomó su teléfono y marcó el número de su médico. Mientras esperaba que respondieran, cerró los ojos y respiró profundamente. "Consultorio del Dr. Thompson, ¿en qué puedo ayudarle?" respondió una voz amable al otro lado de la línea. Bandit tragó saliva, reuniendo todo su coraje. "Hola, soy Bandit Heeler. Necesito hacer una cita con el Dr. Thompson. Es... es urgente." Bandit colgó el teléfono después de programar la cita con el Dr. Thompson para la semana siguiente. Se quedó sentado en silencio por varios minutos, contemplando la decisión que acababa de tomar. Una parte de él se sentía aliviada por haber dado finalmente este paso, pero otra parte estaba aterrorizada por lo que podría descubrir. Se levantó y caminó hacia la ventana de su estudio, observando el jardín donde Bluey y Bingo jugaban alegremente bajo la supervisión de Chilli. Verlas así, tan despreocupadas y felices, hizo que el corazón de Bandit se encogiera. ¿Cómo podía siquiera considerar la posibilidad de no estar ahí para ellas en el futuro? "No," se dijo a sí mismo en voz baja. "No puedo pensar así. Tengo que ser fuerte por ellas." Pero incluso mientras se decía estas palabras, una voz en el fondo de su mente le susurraba que tal vez ser fuerte no significaba enfrentar todo solo. Tal vez ser fuerte significaba admitir que necesitaba ayuda. Bandit sacudió la cabeza, tratando de alejar estos pensamientos. Decidió unirse a su familia en el jardín, determinado a disfrutar el resto del día sin preocupaciones. "¡Papá!" gritó Bingo emocionada cuando lo vio salir. "¡Ven a jugar con nosotras!" Bandit sonrió, sintiendo cómo el peso en su pecho se aligeraba un poco. "¡Allá voy, calabaza!" respondió, corriendo hacia sus hijas. Durante las siguientes horas, Bandit se sumergió en el juego, dejando que la risa de sus hijas ahogara temporalmente sus preocupaciones. Jugaron a las escondidas, construyeron un fuerte con cajas de cartón, e incluso improvisaron una pequeña obra de teatro en el patio trasero. Mientras actuaba como un dragón feroz persiguiendo a las "valientes caballeras", Bandit se dio cuenta de lo mucho que había extrañado estos momentos de despreocupación. En las últimas semanas, incluso cuando jugaba con las niñas, una parte de su mente siempre estaba distraída, preocupada por sus lapsos de memoria y confusión. Cuando el sol comenzó a ponerse, Chilli llamó a todos para la cena. Mientras se lavaban las manos, Bluey miró a su padre con una sonrisa brillante. "¡Fue muy divertido, papá!" exclamó. "Hacía tiempo que no jugábamos así." Bandit sintió una punzada de culpa al darse cuenta de que sus hijas habían notado su distanciamiento. "Tienes razón, cariño," dijo, agachándose para estar a su nivel. "Lo siento si he estado un poco distraído últimamente. Pero prometo que vamos a jugar así más seguido, ¿de acuerdo?" Bluey asintió entusiasmada y le dio un fuerte abrazo antes de correr hacia la cocina. Bandit se quedó un momento más en el baño, mirándose en el espejo. Vio el cansancio en sus ojos, pero también vio determinación. No importaba lo que pasará, se prometió a sí mismo que lucharía con todas sus fuerzas por estos momentos con su familia. Durante la cena, Bandit se esforzó por mantenerse presente y participativo en la conversación familiar. Escuchó atentamente mientras Bluey contaba sobre su proyecto escolar y Bingo describía el dibujo que había hecho de Lila ese día. Chilli lo observaba con una mezcla de alivio y curiosidad. Podía ver que su esposo estaba haciendo un esfuerzo consciente por estar más presente, y aunque se alegraba por ello, no podía evitar preguntarse qué había provocado este cambio repentino. Después de acostar a las niñas, Bandit y Chilli se sentaron en el sofá de la sala, disfrutando de un momento de tranquilidad. Chilli se acurrucó junto a él, apoyando su cabeza en su hombro. "Ha sido un buen día," comentó ella suavemente. Bandit asintió, abrazándola con más fuerza. "Sí, lo ha sido." Hubo un momento de silencio antes de que Chilli hablara de nuevo. "Bandit, ¿hay algo de lo que quieras hablar?" Bandit sintió que su corazón se aceleraba. Una parte de él quería contarle todo a Chilli en ese momento: sus miedos, sus preocupaciones, la cita médica que había programado. Pero otra parte, la parte que siempre había sido el pilar fuerte de la familia, se resistía. "No es nada importante," dijo finalmente, odiándose un poco por no ser completamente honesto. "Solo he estado pensando en lo afortunado que soy de tenerlos a todos ustedes." Chilli lo miró, y por un momento Bandit temió que pudiera ver a través de su fachada. Pero ella simplemente sonrió y lo besó suavemente. "Nosotros también somos afortunados de tenerte." Esa noche, acostado en la cama, Bandit no podía dormir. Su mente daba vueltas, repasando los eventos del día y anticipando la cita médica que se avecinaba. Se preguntó si debería haber sido honesto con Chilli, si debería haberle contado sobre sus preocupaciones. "Es para protegerla," se dijo a sí mismo. "No tiene sentido preocuparla hasta que sepa con certeza qué está pasando." Pero incluso mientras se decía estas palabras, una parte de él sabía que estaba siendo injusto. Chilli era su compañera, su igual. Habían enfrentado juntos muchos desafíos a lo largo de los años. ¿Por qué este debería ser diferente? Los días siguientes pasaron en una especie de nebulosa para Bandit. En el trabajo, se esforzaba por mantener la concentración, revisando sus notas obsesivamente para asegurarse de no cometer errores. En casa, trataba de estar más presente con su familia, jugando con las niñas y ayudando a Chilli con las tareas del hogar. Pero a medida que se acercaba el día de su cita médica, Bandit sentía que su ansiedad aumentaba. Comenzó a tener problemas para dormir, pasando horas dando vueltas en la cama, imaginando los peores escenarios posibles. Una noche, incapaz de conciliar el sueño, Bandit se levantó silenciosamente y bajó a la cocina. Se sirvió un vaso de agua y se sentó en la oscuridad, tratando de calmar su mente inquieta. "¿Papá?" La voz suave de Bluey lo sobresaltó. Se giró para ver a su hija mayor de pie en la puerta de la cocina, frotándose los ojos soñolientamente. "Hey, cariño," dijo Bandit en voz baja. "¿Qué haces despierta?" Bluey se acercó y se sentó junto a él en la mesa. "Escuché un ruido y vine a ver qué era. ¿Por qué estás despierto, papá?" Bandit consideró inventar una excusa, pero al mirar a los ojos preocupados de su hija, sintió que no podía mentirle. "Solo estaba pensando, cariño," dijo suavemente. "A veces los adultos tienen muchas cosas en la cabeza y es difícil dormir." Bluey asintió con seriedad. "¿Es por eso que has estado actuando diferente últimamente?" Bandit sintió un nudo en la garganta. ¿Tan obvio había sido? "Sí, supongo que sí," admitió. "Lo siento si te he preocupado, Bluey." Bluey extendió su pequeña mano y la colocó sobre la de su padre. "Está bien, papá. Todos nos preocupamos a veces. Pero recuerda lo que siempre nos dices a Bingo y a mí: cuando estamos preocupados, debemos hablar con alguien que nos quiera." Bandit sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos. La sabiduría simple pero profunda de su hija lo golpeó con fuerza. "Tienes razón, cariño," dijo, abrazando a Bluey. "Eres muy lista, ¿lo sabías?" Bluey sonrió y le devolvió el abrazo. "Aprendí del mejor." Después de llevar a Bluey de vuelta a la cama, Bandit regresó a su habitación con una nueva resolución. Su hija tenía razón: no podía seguir enfrentando esto solo. Necesitaba compartir sus preocupaciones con Chilli. A la mañana siguiente, mientras las niñas desayunaban, Bandit le pidió a Chilli que hablaran en privado. En el estudio, con la puerta cerrada, Bandit finalmente se abrió a su esposa. "Chilli," comenzó, su voz temblando ligeramente. "He estado teniendo algunos problemas últimamente. Problemas de memoria, confusión... Y tengo miedo." Chilli lo escuchó en silencio mientras Bandit le contaba todo. Los olvidos en el trabajo, los momentos de desorientación, el miedo que sentía por lo que podría significar. Le habló de la cita médica que había programado y de cómo había estado luchando con la decisión de contarle o no. Cuando terminó, Chilli lo abrazó con fuerza. "Oh, Bandit," dijo suavemente. "¿Por qué no me lo dijiste antes?" "No quería preocuparte," admitió Bandit. "Quería ser fuerte para ti y para las niñas." Chilli se apartó un poco para mirarlo a los ojos. "Bandit, ser fuerte no significa enfrentar todo solo. Somos una familia, ¿recuerdas? En las buenas y en las malas. Hasta que la muerte nos separé." Bandit asintió, sintiendo como si un peso enorme se hubiera levantado de sus hombros. "Lo sé. Lo siento." "No tienes que disculparte," dijo Chilli. "Pero a partir de ahora, nada de ocultar tus pedos con migo., ¿de acuerdo?" Bandit asintió, sintiéndose agradecido por tener a Chilli a su lado. "De acuerdo." Los días previos a la cita médica fueron más fáciles de sobrellevar ahora que Chilli estaba al tanto de la situación. Ella lo apoyaba en el trabajo, ayudándolo a organizar sus notas y recordándole citas importantes. En casa, se aseguraba de que tuviera tiempo para descansar y mantenía a las niñas ocupadas cuando Bandit necesitaba un momento de tranquilidad. Finalmente, llegó el día de la cita. Bandit se sentó en la sala de espera del consultorio del Dr. Thompson, sus manos entrelazadas con las de Chilli. A pesar de su nerviosismo, se sentía más fuerte sabiendo que no estaba solo. "¿Sr. Heeler?" llamó la enfermera. "El doctor lo verá ahora." Bandit se puso de pie, respirando profundamente. Chilli le dio un apretón reconfortante en la mano. No podía creer que lo acompañó a la cita médica. La esperanza era una de las cosas más estresante que tenía que hacer. Probablemente la razón principal por la cual no quería ir al médico desde el principio. Sin embargo la compañía de su esposa hacía que la espera fuera mucho menos estresante. "Estaré aquí cuando salgas," dijo ella con una sonrisa alentadora. Bandit asintió y siguió a la enfermera hacia el consultorio. El Dr. Thompson, un hombre mayor de aspecto amable, lo saludó con una sonrisa. "Bandit, ¿cómo estás? Ha pasado tiempo desde tu último chequeo." Bandit se sentó, sintiéndose repentinamente nervioso. "Estoy... bueno, en realidad, no estoy seguro de cómo estoy, doctor. Es por eso que estoy aquí." Durante la siguiente hora, Bandit le contó al Dr. Thompson todo lo que había estado experimentando. El doctor escuchó atentamente, haciendo preguntas ocasionales y tomando notas. "Entiendo que esto debe ser muy preocupante para ti, Bandit," dijo el Dr. Thompson cuando Bandit terminó. "Vamos a hacer algunos exámenes para tratar de determinar qué está causando estos síntomas. Puede ser algo tan simple como estrés o falta de sueño, o podría ser algo más serio. Pero lo importante es que estás aquí, buscando ayuda. Ese es el primer paso." Bandit asintió, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. "¿Qué tipo de exámenes serán, doctor?" "Comenzaremos con algunos análisis de sangre y una resonancia magnética," explicó el Dr. Thompson. "También te voy a referir a un neurólogo para una evaluación más detallada. Puede parecer abrumador, pero te aseguro que estamos siendo exhaustivos para poder darte el mejor cuidado posible." Después de programar los exámenes y recibir algunas recomendaciones preliminares, Bandit salió del consultorio sintiéndose agotado pero un poco más esperanzado. Chilli se levantó inmediatamente al verlo. "¿Cómo fue?" preguntó, buscando en su rostro alguna señal. Bandit le contó todo lo que el doctor había dicho mientras caminaban hacia el auto. Chilli escuchó atentamente, haciendo preguntas ocasionales y ofreciendo palabras de apoyo. "Bueno, al menos ahora tenemos un plan," dijo Chilli cuando Bandit terminó. "Y pase lo que pase, te recuperarás." Bandit asintió, sintiéndose agradecido una vez más por tener a Chilli a su lado. "Por ti, lo haré," repitió. En los días siguientes, Bandit se sometió a los exámenes que el Dr. Thompson había ordenado. La espera de los resultados fue angustiante, pero Bandit se sorprendió al descubrir que compartir sus preocupaciones con Chilli y, en cierta medida, con las niñas, hacía que todo fuera más llevadero.
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