ID de la obra: 646

Would it be enough if I could never give you peace?

Het
NC-17
En progreso
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autor
Tamaño:
planificada Midi, escritos 88 páginas, 29.270 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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Ella

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"Me estás poniendo atención, Leo?" la voz de mi mamá ensordeció el tren de pensamientos que me había hecho olvidarme del plato de cereal frente a mí. "Sí mamá, perdón" Trato de levantar la cuchara del plato para comer pero me detengo. "¿De verdad tengo que ir hoy?" Miro a mi mamá a los ojos y ella me regresa una sonrisa sincera acercándose a mi con los brazos abiertos. Darle abrazos a mi mamá no era usual, pero desde inicios de este año, no he podido parar de hacerlo, de encontrar calor y seguridad en sus brazos, de dejar que la presión en mi pecho se disipe aunque sea un poco. "Está bien tener miedo Leo, pero no dejes que te cegue de lo bonito que eventualmente encontrarás" Sus palabras solo me hacen abrazarla con más fuerza. Quiero creerle, pero algo en mi cabeza me hace incapaz de hacerlo, el nudo en mi garganta vuelve inmediatamente. El miedo no es algo ajeno a mi, siempre ha estado presente en mi vida, pero estos días me pesa más, tirando de mi pecho y causando ese dolor impertinente y consistente en mi corazón. "¿Te parece si llegando vemos una película, de esas de terror que te gustan?" me preguntó con una pequeña risa terminando el abrazo. "Sí mamá" traté de darle mi mejor intento de sonrisa. Agarré mi mochila que uso desde la secundaria, le di un último vistazo a mi plato de cereal sin terminar y suspiré dirigiéndome hacia la puerta. --------------------- Las calles son las mismas de siempre, pero mis audífonos ya no funcionan como antes. Mis pensamientos me ahogan, obligándome a enfrentar lo que viene. Mi ansiedad parece no calmarse, miles de escenarios aparecen en mis pensamientos una y otra vez. Para. Deja de pensar. No seas estúpido. Pero mamá dice que está bien. Entonces, ¿por qué me siento así? Mierda. La mano de mi mamá encuentra mi hombro. "¿Listo?" No, ni un poco. Quiero correr, volver a casa, encerrarme en mi cuarto y no volver a salir. Quiero gritar que tengo miedo de entrar al colegio de nuevo, que nada de esto parece normal ni real, no debería de estar aquí. "Creo... no estoy seguro" No puedo levantar la mirada de mis pies, no quiero ver su cara de decepción. Ya sé que no debería tener tanto miedo. 0Lo sé. "Está bien no tener seguridad sobre las cosas Leo, recuerda, no estás solo esta vez ¿cierto?" parece darle un apretón reconfortante a mi hombro. "No estoy solo," repito. Pero la frase se siente vacía, como si no terminara de encajar en mi pecho. "Si sientes que hoy no es tu día, podemos intentarlo mañana, estaré atenta al teléfono. Te quiero Leo, quiero que lo sepas y no lo olvides, hoy no." Las últimas palabras hacen que la presión en mi pecho pulse y mis ojos ardan levemente. No llores. No en frente de ella. "Gracias mamá, haré lo mejor que pueda" le doy esa sonrisa que he aprendido a odiar últimamente, esa que no la convence ni a ella ni a mí y salgo del coche.   El aire frío de la mañana se hace presente al salir. Respiro hondo, pero el aire no llena por completo mis pulmones. No puedo hacer esto. Los pasillos están llenos de gente, pero al cruzar la entrada siento que todo está demasiado abierto, como si faltaran paredes para contenerme. Todo es un desastre, el ruido y las voces hacen eco en mi cabeza y el piso parece tambalearse bajo mis pies. Un impulso me hace querer salir corriendo, pero sigo caminando hasta que encuentro mi salón. Me quedo parado frente a la puerta, incapaz de decidir si entrar o no. Antes de que mis pies decidan traicionarme, abro la puerta. El aula es más pequeña de lo que recordaba, aunque su fachada espaciosa intenta engañar a simple vista. Las ventanas anchas dejan entrar la luz de la mañana, dándole un aire casi acogedor, pero la disposición de los pupitres lo contradice: demasiadas filas, demasiado juntas, como si estuvieran diseñadas para forzar la cercanía entre los estudiantes. El eco de las voces rebota en las paredes, haciéndome sentir que hay más ruido del que realmente existe. Trato de enfocar mi vista en algo más que no sean miradas no bienvenidas y escaneo el salón en busca de un lugar. La mayoría de los asientos están vacíos, pero ninguno parece darme la seguridad de que alguien no se sentará a mi lado. Enfócate. En cualquier momento, las mejores opciones serán ocupadas. Sin pensarlo mucho, me dejo caer en la penúltima fila, junto a la ventana. No es perfecto, pero tampoco incómodo. Desde aquí, tengo una vista despejada del pizarrón y del resto del salón sin sentirme demasiado expuesto. Apoyo el codo en el escritorio y miro hacia afuera, intentando darle un respiro a mi mente. Observo los árboles del patio moviéndose con el viento, la gente entrando a prisa por la puerta principal, el cielo pálido de la mañana. Me obligo a concentrarme en los pequeños detalles, en cualquier cosa que haga que el nudo en mi pecho afloje un poco. Entonces, algo cambia en mi visión periférica. Rizos dorados se mueven con suavidad de lado a lado, captando mi atención sin quererlo. Son seguidos por una mirada de ojos cafés profundos, serios pero sin dureza. Hay algo en su expresión que me desconcierta: elegancia sin esfuerzo, una serenidad natural que contrasta con el caos en mi cabeza. Un respiro se atora en mi garganta. No sé por qué. Sus pasos son deliberados pero delicados, como si fueran medidos meticulosamente. Miro a mi alrededor pero nadie más parece haber notado su presencia, mis ojos la buscan sin pensarlo. Ella sigue escaneando el salón, indiferente al murmullo que nos rodea. Su tranquilidad es contagiosa. O tal vez solo es la distracción que mi mente necesitaba, porque de repente, el ruido ya no me parece tan insoportable. Con pasos decididos, se dirige hacia mí. No… no hacia mí. Deja caer su mochila de un hombro sobre la silla justo enfrente. El golpe seco me obliga a apartar la mirada. Se sienta con un suspiro de molestia, su cabello rubio cayendo como una cascada a ambos lados de su rostro. Deja de mirarla. Podría voltear en cualquier momento. ¿O ya se dio cuenta? ¿Ese suspiro fue por mí? Perfecto. Seguro piensa que soy un idiota que no puede dejar de verla. Ella, indiferente a mi pánico, saca sus útiles con una delicadeza que parece casi ensayada. Sus dedos, finos y seguros, están adornados con anillos dorados de distintos tamaños, pero hay uno de una pequeña mariposa que capta mi atención . La joya es discreta, nada ostentosa, pero en sus manos parece valer millones. Wow. Nunca había visto nada igual. Basta, Leo. Mira a otro lado. "Buenos días, chicos" dice una voz desde la puerta. Un hombre delgado, de cabello castaño alborotado, entra al salón cargando un maletín negro. Lo deja sobre la mesa del profesor y suspira, como si ya estuviera cansado. Agradezco que mis ojos finalmente hayan encontrado otra cosa en qué enfocarse. Sus pantalones cafés están arrugados, la camisa azul rayada también. Parece como si todo su atuendo hubiera estado guardado por semanas y solo lo hubiera sacado esta mañana, sin planchar nada. Pero no se ve descuidado. Se ve... distraído. Como alguien hundido en sus pensamientos. "Mi nombre es Elías.Espero estar en el salón correcto" Su voz suena cansada, pero no ausente "Diré los nombres de la lista. No tienen que decir presente con que levanten la mano, bastará para notar su presencia" Recorre el salón con la mirada, atento a cada rincón, hasta que sus ojos se cruzan con los míos... y se quedan ahí unos segundos. No sé si está analizando o simplemente observando. Intentando disimular que la ansiedad me carcome, fuerzo una sonrisa que apenas curva mis labios. Él asiente lentamente, como si confirmara que lo que traté de esconder está expuesto a plena vista. Mis palmas sudan sin advertencia. ¿Fue demasiado? ¿Acaso me veo mal? "Sé que trabajar en equipo puede ser una tortura para algunos de ustedes" dice, mostrando una leve sonrisa "pero para mí es una de las mejores formas de crear arte auténtico. El conflicto, la resiliencia y el esfuerzo de colaborar me parecen fascinantes." Escanea el salón con la cabeza en alto, deteniéndose un momento en cada rostro. "Así que, para su primer proyecto, necesitaré que trabajen en parejas." Hace una pausa breve antes de continuar "Quiero que creen una pieza que retrate una emoción compleja, algo que no se vea a simple vista: inseguridad, abandono, euforia... Mientras habla, busca dentro de su maletín, esparciendo hojas y papeles sobre su escritorio de manera descuidada. El arte siempre ha estado conmigo. Desde pequeño, amaba dibujar cualquier cosa que mis ojos alcanzaran a ver, y con el tiempo, me volví bueno en ello. Las ideas, por más fugaces que fueran, terminaban plasmadas en una hoja que mi mamá llama cada vez "una obra de arte". Me cuesta verlo así. Para mí, el dibujo siempre ha sido un escape. Cada vez que agarro un lápiz, mis manos parecen aflojarse, como si tuvieran voluntad propia, proyectando cada línea que mi mente imagina. Crear una pieza no sería el problema. El problema será encontrar una pareja para trabajar en equipo. "Les daré unos minutos para encontrar a su compañero" dice el profesor, sin levantar la mirada de sus papeles. El pánico me golpea antes de que pueda frenarlo. ¿Minutos? No voy a lograr encontrar a alguien. No quiero recibir un no como respuesta. Sería devastador. Pero tampoco quiero quedarme solo y darle lástima al profesor. Miro a mi alrededor, sintiendo que cada segundo pesa más. Si tan solo encontrar a alguien fuera fácil... El sonido de una silla arrastrándose hacia atrás me hace levantar la mirada de mis manos. Ahí está ella, de nuevo. No me mira. Sus labios, apretados en una línea recta, le dan una expresión de concentración cansada. No parece molesta. Solo... agotada. No sé qué me obliga a abrir la boca, pero no puedo detener las palabras que salen "¿Puedo trabajar contigo?" Mi voz apenas es un susurro, pero parece suficiente para que ella fije su mirada en mí. "¿Disculpa?" pregunta, ladeando un poco la cabeza, confundida, como si dudara de lo que acaba de escuchar. Seguro no me escuchó. Repítelo. Mis cuerdas vocales parecen no funcionar, pero logro forzar las palabras otra vez "¿Puedo trabajar contigo?" Ella sostiene el contacto visual, sin apartarse, como si estuviera estudiando cada facción de mi rostro. El calor sube, extendiéndose de mis orejas a mis mejillas. "Está bien " dice en voz baja, bajando la mirada hacia sus manos. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa, apenas un destello. Eso me arranca una sonrisa también, tímida pero inevitable.
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