Los días pasan
11 de septiembre de 2025, 13:11
Han pasado doce días desde que volví al tratamiento.
No llevo la cuenta exacta, pero mi cuerpo sí.Cada mañana se siente como empujar un bloque de concreto con el pecho.Cada noche llega con una niebla que me apaga antes de terminar una sola página del libro en mi buró.
Los efectos secundarios no son sutiles. La somnolencia me atrapa incluso cuando estoy despierto. No de esa que se cura con café o una caminata al sol. Es una somnolencia que me desconecta de mí mismo. Camino más lento. Pienso más lento. Siento… menos.
O eso quiero creer. Porque en realidad, siento todo.Solo que como si no fuera mío.Como si alguien más viviera dentro de este cuerpo parecido al mío.
La rutina se ha vuelto una lista de casillas:Comer. Tragar pastillas. Fingir que funciono. Repetir.
No he hablado con Jade.
No he querido.No podría, aunque lo intentara.
Cada vez que la veo cruzar el pasillo con él, con ese amigo de manos manchadas de óleo y voz serena, siento como si el mundo se hiciera más pequeño.Ella ya no me busca.Ya no gira a verme.
Camina diferente ahora. Como si su ritmo ya no necesitara el mío.
Y aún así… sigue aquí.En mi cabeza.En mis pulmones.En el dibujo que empecé hace semanas y nunca terminé.
Solo sus ojos.
Los tengo a medio trazo, detenidos en una hoja que he vuelto a mirar demasiadas veces. Como si esperaran algo de mí. Como si supieran que nunca tuve el valor de decirle todo lo que dolía. Todo lo que no supe manejar. Todo lo que no pude ser para ella.
La he visto tres veces esta semana.Nunca sola.
Él siempre está cerca.Con esa facilidad para entrar en cualquier conversación como si ya perteneciera.Comparten hojas, risas, materiales.Y a veces ni se dicen nada, pero es esa clase de silencio que no incomoda.
Ese silencio que yo extraño.
Mi pecho reacciona con rabia cada vez que los veo juntos.Pero es una rabia pasiva, de esas que no se gritan ni se lloran. Solo se sienten como una presión constante en la boca del estómago.Como cuando sabés que algo se está terminando y no puedes hacer nada más que mirar.
Hoy volví a casa y mi mamá me dejó pasta servida en la mesa.No bajé.El olor me pareció demasiado.O tal vez fue la idea de tener que fingir que estuve bien.Subí a mi cuarto, cerré la puerta y me tiré en la cama con la ropa puesta.
El cuarto está oscuro, aunque aún no sea de noche.No he abierto las cortinas en tres días.Me gusta así.La luz se siente ajena. Como si tampoco tuviera permiso de estar.
A veces pienso que me estoy volviendo un eco.Una versión pálida de mí mismo.Como esas notas de voz que uno no se atreve a borrar, pero tampoco escucha más.
Quisiera odiarla.A Jade.Quisiera que el enojo me sostuviera lo suficiente para soltar todo.Pero no puedo.Porque la sigo esperando… aunque ya no sepa para qué.
Miro el cuaderno.La hoja con sus ojos sigue ahí, con el trazo detenido como si respirara.Me tiembla la mano cuando la toco.Parece que me está mirando.
Y entonces hago lo único que puedo.
Agarro una hoja nueva. Un bolígrafo.Me cuesta empezar, pero cuando lo hago, ya no puedo parar.
Jade,
No sé si esta carta es para ti o para mí. Tal vez las dos cosas. Tal vez ninguna.
Estoy enojado. Mucho. Pero no contigo… o no del todo. Estoy enojado porque no puedo estar a tu lado sin sentir que todo en mí se desborda. Porque te miro desde lejos y no sé cómo acercarme sin romper algo.
Me enoja que estés bien. Me enoja que no parezcas necesitarme. Me enoja no poder ser esa persona que camina contigo como él lo hace ahora.
Pero más que todo eso, me duele.
Me duele no haberte dicho lo que sentía en el momento correcto. Me duele que no hayas hecho nada con lo que sí dije. Me duele que estés construyendo algo con alguien más mientras yo apenas sostengo lo poco que queda de mí.
No te odio. Quisiera poder hacerlo, pero no puedo.
Solo estoy cansado. Y triste. Y roto de una forma que no sé explicar sin que suene a excusa.
Esta carta no te la voy a dar. Al menos no por ahora.
Pero necesitaba escribirla.
Porque siento que si no dejo salir estas palabras, voy a seguir encerrado en todo lo que nunca pudimos ser.
Leo
Doblo la hoja con lentitud.La guardo en un sobre viejo.Sobre él escribo su nombre:Jade.Solo eso.
Camino hasta mi cuaderno de dibujo.Arranco la hoja con sus ojos. La observo un segundo más.
Y la deslizo dentro del sobre, junto con la carta.
Lo cierro.Me arrodillo frente a la cama.Saco la caja metálica.Esa donde guardo los dibujos que nunca enseño.Las versiones de mí que nadie ve.
Dejo el sobre adentro.
Cierro la caja.
Y con ella, cierro también algo más.
Apago la luz.Me tumbo sobre las sábanas frías.No lloro.No pienso.Solo dejo que mi cuerpo se de por vencido al cansancio de esta rutina.