ID de la obra: 697

¿Hay alguna esperanza para mi?

Mezcla
NC-21
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planificada Mini, escritos 21 páginas, 5.434 palabras, 3 capítulos
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Capítulo 2

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Notas:
“Me tengo que ir igualmente” Con esas palabras, comenzó a correr y saltar entre edificios, sin embargo, Eraserhead no es que tuviese precisamente poca experiencia con persecuciones, pero realmente no quería que este encuentro se convirtiese en una persecución, quería que el adolescente confiase en él. De esta manera, Eraserhead se preparó para seguirle el ritmo, a la distancia y cuidadosamente para que el niño verde no se diese cuenta. Después de unos minutos corriendo y saltando por los edificios, Eraserhead se dio cuenta de que este niño era demasiado ágil y rápido, estaba prácticamente a la altura del pro-hero. Pero no parecía haberse dado cuenta del aún presente pro-hero, no hacía ningún gesto exagerado, ni aumentaba la velocidad. Cada vez se adentraban más a la parte descuidada deMusutafu, edificios abandonados y calles donde reinaba el desorden y la maldad. Mientras corrían, Eraserhead también se dio cuenta de otra cosa, el niño parecía favorecer más el lado izquierdo de su cuerpo, como si tuviese alguna lesión en el torso o la pierna, o tal vez ambos. El parón en seco del niño saco de sus pensamientos a Eraserhead, solo se encontraba a un techo de distancia y rápidamente se escondió detrás de ese sobretecho por si acaso al niño le daba por girarse en su dirección. Pero no, el niño ni siquiera se giró, más bien, comenzó a andar hacia la dirección contraria hasta que llegó al bordillo del edificio. Después de unos segundos en los que Eraserhead estaba preparando su arma de captura para la peor de las situaciones posibles. El niño, con las manos en los bolsillos dió un pequeño salto hacia delante con la pierna derecha para comenzar a caer. En ese preciso momento el corazón de Eraserhead cayó hasta su estómago. Corrió lo más rápido que pudo hacia el bordillo con el arma de captura preparada. Todo en la situación eran nervios y ansiedad hasta que Eraserhead escuchó un estruendo metálico que provenía del callejón en el que saltó el niño. Reconocía ese golpe de metal. Era muy familiar. Eran unas escaleras de emergencia. Había unas escaleras de emergencia…. Aizawa dejó soltar un suspiro de alivio realmente largo mientras se acercaba al borde del edificio y allí se encontró de cara a un edificio abandonado. No muy llamativo. No muy grande. Pero su intuición le decía algo. Definitivamente debería investigar más sobre él más tarde… Después de la carrera que el niño se pegó para poder despejar su mente, por fin llegó a su autoproclamada casa. Vivía en uno de los apartamentos de un edificio abandonado. Las condiciones eran completamente nefastas. Paredes mugrosas, goteras por todas partes, una humedad que te calaba los huesos si te quedabas más de cinco minutos… En invierno un frío insoportable. Por supuesto, solo habían puertas instaladas en cuatro apartamentos contados en todo el edificio, al fin y al cabo era un edificio cuya construcción se detuvo debido a la falta de financiación, apenas les dió tiempo a poner nada más. Se había acomodado en uno de los apartamentos del quinto piso ya que tenía un acceso fácil. Era práctico acceder por la ventana desde el tejado del otro edificio. Por otro lado, si accedía por el tejado, simplemente tenía que bajar un piso ya que el edificio tenía seis plantas. El “apartamento” no tenía puertas, tampoco las necesitaba, nunca nadie había irrumpido allí. Las gruesas paredes de hormigón hacían que el lugar fuese mucho más resguardado de lo que Izuku se imaginaba, aunque eso no quita que en invierno sus dedos de los pies comiencen a entrar en la primera fase de necrosis por congelación. El “apartamento” si es que se podía llamar así era… simple por así decirlo. Estaba todo vacío, sin ningún tipo de decoración o mueble, ¿de dónde podría sacar el niño ese tipo de cosas? Tenía dos habitaciones, una un poco más pequeña en la cual se encontraba un colchón que pese al lugar, no se encontraba en tan malas condiciones, de hecho, aunque no se pudiese adivinar Izuku era un chico bastante limpio (con lo que podía controlar). También había dos cajas. En una de ellas se encontraba su ropa, aunque realmente no tenía mucha, simplemente un par de mudas de ropa interior y un par de camisetas de manga corta aparte de unos pantalones cortos. Toda su ropa era negra (casi grisácea debido a las veces que las ha lavado). La otra caja contenía algún que otro equipo para poder realizar sus misiones con éxito, alguna que otra daga y equipos de soporte secretos para ocultar las dagas en diferentes partes del cuerpo. En la habitación conjunta (la cual era un poco más amplia) había simplemente una pequeña alfombra de tatami con dos pequeñas cajas a su lado. Eran botiquines con todo lo necesario para curar quemaduras de primer y segundo grado, pinzas, hilo y aguja y por supuesto desinfectante y vendas, tanto normales como compresivas para poder salvarse la vida a sí mismo cada vez sin tener una infección mortal. Era simple, una habitación era para dormir, la otra para curarse y luego estaba el baño, no había nada más que necesitase. Lo que para todo el mundo seguramente fuese un sucio edificio abandonado, para el niño de pelo verde, para él era el único sitio en el que podía encontrar un poco de paz dentro de su miserable y triste vida. No era mucho pero era su hogar. Una vez llegó al apartamento, entró por la entrada ya que había accedido por el sexto piso. Al entrar simplemente dio un pequeño suspiro, por fin estaba a salvo. Este lugar significaba seguridad, significaba protección y sobre todo paz. Llegó y se fue directamente hacia su cama (en realidad es un simple colchón) solo para quedarse ahí mirando… ver esa cama le daba emoción, tener una cama para sí mismo es un sueño que nunca hubiese imaginado que lo merecía. Después de un par de minutos se asomó por la ventana de su dormitorio para predecir la hora observando la posición de la luna. “Bueno, creo que ya es hora de empezar con la rutina” dijo, “Deberían ser alrededor de las 05.30 así que ya toca ponerse en marcha” dijo el niño quitándose la ropa y tendiendola en el colchón. Solamente se quedó con los calzoncillos y con las vendas, no había nada más que tapase su cuerpo, sin embargo, las vendas parecían prácticamente una capa más de ropa, cubrían probablemente el 90% de su cuerpo. En realidad la mayoría de ellas eran vendas compresivas que ayudaban al niño con su dolor… ese continuo dolor que le recordaba que él no era libre y que nunca lo iba a ser, no tenía ese derecho y el sensei lo sabía bien, por eso le daba los gustos de probar un poco lo que nunca tendrá realmente… libertad. Mientras tarareaba, el niño se acercó al baño mientras se quitaba la vendas compresivas de todo el cuerpo: “Esto por aquí… y esto otro por allá mmm mhmmm mmm” finalmente acabó de quitarse todas las vendas compresivas. Solo le faltaba el muslo izquierdo el cual estaba enredado en vendas curativas, las cuales estaban empapadas de sangre, de esta manera, se dirigió hacia la sala de curación y se sentó para comenzar a destapar el vendaje. Mientras tarareaba, “mmmm hostias eso sí que no me lo esperaba” dijo mientras destapaba el vendaje, “ya decía yo que estaba cojeando demasiado solo para haber un pequeño desgarro de músculo” dijo el niño mientras le venían flashbacks del momento en el que se hizo esta “pequeña lesión” como la llamaba en sensei. Fue exactamente hace tres días en el laboratorio, era un día especial. Debían probar el ataque de un nuevo Nomu. Tipo motosierra. Todo estaba listo y perfecto para proceder con la primera prueba de ataque del Nomu no.35. Izuku se encontraba en una pequeña sala de observación. Paredes completamente blancas, excepto una, en la que se encontraba un enorme cristal que ocupaba prácticamente toda la pared. Izuku se encontraba en esa sala, colgado, atado por cadenas de metal. Restringido de manos y piernas. Ellos debían retenerle de tal manera para evitar que pudiese cargarse a los Nomu, aunque ellos sabían que el niño no lo haría. No puede. El niño sabe que si desobedece una mínima regla u orden ella sufriría. Y él no puede dejar que ella sufra. El no es así. Aún después de todo lo que le han hecho, no puede dejarla a su suerte para que muera. Aún después de todo. Simplemente no puede. En su mente, hacer eso sería convertirse completamente en lo que ellos querían. En lo que ellos estaban deseando convertirle. Un monstruo. Protegerla era lo único que le mantenía cuerdo para querer seguir hacia delante. Pero. En realidad… él ya era un monstruo, obedecía cada orden del sensei con frialdad y sin sentimientos. Sea lo que sea, sin culpa, sin remordimiento, sin miedo. No lo sentía. No es que no lo sintiese. Es que no se permitía sentirlo. Si en algún momento mostrase un pequeño signo de vitalidad. De sentimiento. De emociones. Sensei rompería hasta el último de ellos para convertirlo en su mascota favorita. Por eso no podía permitirlo. Nada. Solo obedecía. Era como una muñeca. Como un recipiente. “AGH” jadeó de dolor el niño, volviendo a la consciencia
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