Cuando el silencio por fin llega.
12 de septiembre de 2025, 8:24
Notas:
Holaa, que tal?
Como prometi este capítulo es más largo, por cierto,
aviso importante!!!!! Este capítulo es bastante bastante duro, pero también os aviso que habrán capítulos seguramente más duros...
⚠️ Warnings: violencia explícita, tortura, abuso, trauma psicológico, autolesiones, ataque de pánico.
Bueno espero que os gustee.
-Inicio flashbacks de Izuku (tres días atrás)-
“AGH” jadeó de dolor el niño, volviendo a la consciencia.
Se encontraba en el laboratorio, esas inolvidables paredes blancas, excepto una, en la que se encontraba un enorme cristal que ocupaba prácticamente toda la pared.
Izuku se encontraba en esa sala, colgado, atado por cadenas de metal. Restringido de manos y piernas.
Ya había vuelto completamente a la conciencia en tan solo un segundo, ya se encontraba totalmente alerta de todo.
No era de extrañar, no podía permitirse no estarlo.
Para él, todo esto era simple rutina.
Le noqueaban, le ataban, se despertaba y comenzaba todo.
Era lo normal.
No había que alarmarse, pero siempre había que estar alerta.
Entonces se abrió una puerta del laboratorio y apareció Sensei seguido de un ayudante.
“Ayy Izukuu, mi precioso juguete” Dijo mientras se acercaba a abrazarle. Izuku, aun estando colgado podría intentar apartarse o luchar.
Pero no lo hizo. Sabía que eso no serviría de nada.
Ya había dejado de intentarlo hace mucho tiempo. Luchar solo significaba más dolor…
“¿Cómo has estado?? Mi pequeño juguete…” Dijo mientras daba una vuelta alrededor de Izuku observándolo.
Al llegar a su espalda levantó el brazo para rozar el trasero de Izuku.
“¿Te han tratado bien mis ayudantes durante mi pequeña ausencia??” Dijo mientras regresaba al frente con una sonrisa asquerosa.
Asqueroso.
Para el Sensei y sus ayudantes era pura diversión y placer.
Para Izuku, el infierno.
El simple roce le asqueaba. No podía más. A Izuku se le subió la bilis del asco, pero tuvo que devolverla al fondo de su estómago.
“Si todo normal. Siguiendo la rutina de siempre…” Respondió a los segundos.
“ Bien…Bien… Eso es bueno. Recuerda Izuku. La rutina significa que todo está yendo bien, que lo has hecho todo bien…”
Izuku se quedó en silencio.
“Eres un buen chico… No. Espera, ¿qué estoy diciendo? No eres un buen chico. No puedes hacerte llamar así. No después de todo lo que has hecho”
Izuku tragó saliva. Sus ojos mostraban indiferencia, su sonrisa aún seguía ahí. No podía irse. No quería tenerla. Pero no podía quitársela de la cara. Ni su caparazón ni su interior mostraban nunca nada.
Ningún sentimiento.
Ninguna emoción.
Hace tiempo que no lo hacen.
Pero por algún motivo, se sentía débil ante esta situación.
Como si estuviese a punto de llegar a una especie de límite. De punto de no retorno.
Como si tuviese… miedo a las siguientes palabras que pudiesen salir de la boca de sensei.
“Un juguete. Eso es lo que eres.” Dijo mientras se acercaba a Izuku… y esa sonrisa de Sensei, esa sonrisa no paraba de crecer.
Un escalofrío recorrió la columna de Izuku.
Y entonces Sensei comenzó a silbar mientras caminaba y se acercaba a la salida de la sala, solo para entrar al puesto de control de la sala.
Otra vez. Otra vez volvía a silbar. Otra vez esa maldita melodía.
Ni un solo día. Ni un solo día podía quitarse ese puto silbido de la cabeza.
Siempre estaba presente.
En cada situación.
En cada momento.
Siempre silbaba esa exacta melodía.
Cuando Izuku se encontraba en esa mesa de metal de la sala de tortura. Cuando abrían su cuerpo para hacer algún experimento o implante. Cuando le daban los informes. Cuando le daban de comer. Cuando le acompañaba al servicio. Cuando le tenían que vestir con nueva ropa porque la había ensuciado o roto. Cuando le bañaban. Cuando entrenaba. Cuando tenía que soportar los asquerosos jadeos de placer de los ayudantes del Sensei mientras usaban su puto cuerpo para desquitarse. Cuando tenían alguna reunión.
Siempre.
Siempre.
Siempre.
Siempre.
Siempre estaba ahí.
Persiguiendo a Izuku.
Incluso cuando Sensei no estaba.
El silbido sonaba en su cabeza como un continuo recordatorio de que no era libre. Ni estaba cerca de estarlo.
Nunca lo sería..
La voz del altavoz sacó a Izuku del trance.
“Buenoo mi querido juguete. Hoy tenemos la primera sesión para probar el ataque de un nuevo Nomu. Es de tipo motosierra. Se llama Nomu no.7535, pero abreviar y llevarnos todos mejor le diremos no.35, vale Izuku??”
“Espero que seas un buen chico y te portes bien.” Dijo Sensei por el altavoz.
Izuku se giró hacia el cristal para mirar a Sensei. Era de mala educación no mirar a alguien mientras este hablaba.
“Si” Respondió mientras asentía y tragaba saliva.
La sonrisa de Sensei se agrandaba cada vez más. Verle así de obediente… que maravilla de juguete había creado!
“Ah! Y recuerda… no grites” Dijo mientras apretaba un botón, en ese momento se abrieron unas puertas de metal y apareció el no.35.
Entró a la sala tranquilamente sin ningún movimiento brusco, ojeaba la habitación. Hasta parecía… curioso.
Aunque no tenía sentido se supone que eran experimentos que carecían de voluntad propia, pensamiento independiente o emociones.
Probablemente solo estuviese recopilando datos, por lo que nadie le dió importancia.
El Nomu era de un tamaño bastante más reducido que los otros Nomus. Normalmente medían unos dos metros y medio casi tres, pero este era ligeramente más alto que el promedio de humanos. Probablemente no mucho más de dos metros.
Su cuerpo era como todos los otros Nomus, piel morada y una musculación notable. Lo que le diferenciaba eran las motosierras. Tenía una motosierra en cada brazo y una en el cráneo (Como Denji de chainsaw man cuando se transforma).
Todos los nomu tenían un código clave de activación para hacer las tareas. El código normalmente se componía por dos palabras específicas. Si cualquiera supiese las palabras clave podría controlar a los nomu.
Sin embargo, también tenían niveles de jerarquía para recibir órdenes. Y solo el Sensei y otra persona más estaban en lo más alto de la jerarquía. Ellos ni siquiera tenían que usar palabras clave, los nomu reconocían las voces como su creador y obedecían cada orden.
“Siguiendo ese patrón” pensó Izuku para sí mismo, “no soy nada diferente a un puto Nomu jejje. Que gracia… justo en lo que nunca me quería convert-”
“No.35” Sonó la voz del sensei interrumpiendo los pensamientos de Izuku, “ Delante tienes a tu objetivo” El nomu paró de curiosear la sala para mirar a Izuku. Ahí estaba su objetivo. Colgado en el centro de la sala. “A por el”
El Nomu no necesitó más órdenes para activar la rotación de las motosierras y abalanzarse sobre Izuku.
“MMHHMM!!!!!!!!!!” Sonó el primer grito ahogado de Izuku mientras una de las motosierras le desgarraba la carne del brazo derecho.
Antes de que se pudiese recomponer del primer desgarre, el Nomu continuó atacando.
Una vez.
Y otra vez.
Y otra.
Y una cuarta.
Una quinta…
Después de Dios sabe cuánto tiempo, Izuku ya había perdido la cuenta del número de veces que el Nomu había atacado.
Realmente no le importaba, simplemente contaba el número de ataques para poder distraerse de todo.
De la situación.
Del dolor.
De sus propios gritos ahogados.
Pero sobre todo.
Sobre todo de esa melodía.
Ese silbido que sonaba por los altavoces de la sala.
El Nomu se había parado delante de Izuku esperando nuevas órdenes. De mientras, Izuku analizó la situación…
Sabía que no iba a lograr sobrevivir a esta prueba. Había cogido resistencia a este tipo de tortura, pero nunca había perdido tanta sangre a la vez.
Al menos no que él recuerde…
Y tampoco hacía falta ser un genio para saberlo.
Solo hacía falta mirar la escena.
Era horrible.
Desagradable.
Una sala de experimentación que anteriormente era blanca, tintada de rojo.
Y en el medio había un niño colgado de cadenas de hierro.
Totalmente demacrado..
Tenía desgarres por todo el cuerpo, sin dejar un casi un rincón por destrozar.
Hacía falta un puto milagro para evitar que muriese. Y Sensei no estaría feliz con ello.
Nada feliz.
Izuku siempre debía aguantarlo todo, sin importar que.
Sensei siempre se enfadaba mucho cuando Izuku moría.
La rutina cambiaba.
Y no se lo podía permitir.
No podía.
Porque cualquier error de Izuku le costaría muy caro.
Mucho dolor.
Y recaería sobre ella también.
Eso es lo único en lo que pensaba Izuku, mientras notaba que todas sus fuerzas se desvanecían poco a poco. Como si se le estuvieran escapando de las manos.
Pensaba que se había acostumbrado a esta sensación, pero parece ser que no del todo…
Ya ni podía mantener los ojos abiertos.
Todos sus sentidos estaban aturdidos. Lo veía todo borroso.
Apenas sentía su cuerpo. Casi todos sus músculos, huesos y nervios estaban destrozados.
Habían mutilado cada parte de su cuerpo.
Las únicas dos cosas que todavía podía distinguir era ese olor con el que estaba tán familiarizado.
La sangre.
Y como no, su tormento.
Esa melodía.
Ese silbido interminable que corrompía cada vez más su mente.
Y así, Izuku notaba como se le cerraban lentamente los párpados mientras lo último que recordaba era ese silbido…
-Fin del flashback-
-Vuelta a la actualidad-
Había pasado casi una semana desde que se encontró con esa judía verde en el techo. No podía parar de pensar en ello.
Así que investigó.
Estuvo prácticamente toda la semana encerrado entre la UA y la estación de policía (a excepción de sus patrullas).
Justo después de la patrulla de hoy, Eraserhead volvió a su apartamento. Era un piso de dos plantas. Pero bastante sencillo. Tampoco es que pasase mucho tiempo en él.
En cuanto llegó, encendió la máquina de café. Se duchó y el café se preparaba mientras se cambiaba a ropa de calle. Nada llamativo. Una camiseta de manga corta negra y unos pantalones de chándal negros.
Se tomó su primer café del día y preparó todo para pasar todo el día fuera.
En una mochila empacó su traje de héroe por si surgía alguna emergencia, sus gotas de ojos, su ordenador y sus gafas, últimamente sentía la vista muy cansada.
Probablemente una mezcla del estrés y cansancio.
Eran aproximadamente las 6.30 de la mañana cuando el pro-hero entró a la estación de policía.
No había mucha gente, era domingo.
De hecho, era uno de sus únicos días de la semana libres.
Aún así, no podría dejar esto de lado.
No podía quitarse de la cabeza esa pequeña judía verde. Parecía tan… rota.
Llevaba toda la semana buscando. Buscando cualquier cosa.
Una posible coincidencia, un documento o algún informe. Algo.
Cualquier cosa.
Después de horas y horas investigando, Eraserhead ya casi se tenía que ir a comenzar su patrulla.
Hoy en verdad no tenía por qué ir, pero realmente necesitaba despejarse.
Para darlo por finalizado para Eraserhead por hoy, estaba buscando en el programa de identificación de personas de Musutafu.
Gracias a los nuevos avances tecnológicos tenían un nuevo programa que podía identificar a una persona con una pequeña descripción de su apariencia y estilo de vida.
Aunque tenían demasiada información en blanco para poder obtener un resultado exacto o preciso.
Aún así, el programa redujo significativamente la búsqueda.
Buscaban a un niño de entre 10 y 15 años. Delgado, de estatura baja, aproximadamente 164 centímetros. Pelo verde y pecas en la cara.
El mayor problema para la identificación era su edad. Normalmente el registro de los niños se renovaba a los 5, a los 10 y a los 15 años.
“Por cuestión de probabilidad deberíamos descartar registros recientes a los 15 años.
Dudo que en el estado en el que se encontraba haya ido a renovar el registro hace tan solo unos pocos meses.... Así que el último registro de este niño tuvo que ser a los 10 años” dijo Eraserhead.
“Voy a realizar la búsqueda en el programa, te aviso cuando cargue por completo” contestó Tsukauchi.
Incluso había involucrado a Tsukauchi en ello…
Después de 10 minutos, el detective llamó a Eraserhead.
“Bueno, he intentado corregirlo, pero el programa no me deja eliminar aquellos perfiles de los niños cuyo registro no se ha actualizado desde los 5 años de edad.
Sin embargo, si que cumplen con el perfil descrito.” Tsukauchi hizo un pequeño parón para pensar.
“Pero me parece demasiado arriesgado sacar conclusiones con una edad tan temprana. Solo tienen 5 años, apenas se puede obtener información de ellos Shōta.”
El pro-hero miraba fijamente hacia la mesa. Intentando encontrar un por qué. Un cómo. O algo que encajase. Hasta que,
“Lo tengo, Tsukauchi. Solo por descartar el peor de los casos, coje los perfiles de los niños que no se hayan actualizado desde los 5 años e investiga por qué, alguno podría estar asociado a algún caso de desaparición o secuestro.”
Hizo un pequeño parón para seguir pensando. Debía haber algo más…
“Investiga también muy de cerca casos de mudanza sospechosos, sin ningún destino de mudanza o con demasiada poca información sobre ella.
Averígualo todo. Podrían ser casos de secuestros encubiertos.” Terminó por decir Aizawa antes de tomar sus cosas e irse a su casa para prepararse para su patrulla nocturna.
En casa simplemente se hizo un café, se cambió a su traje de héroe y partió.
Esta semana había sido inquietamente tranquila.
El sensei no había llamado al niño ni una vez.
Nunca fue así.
Nunca le dejaba estar tanto tiempo fuera.
Siempre le llamaban para algo. Por cualquier tontería.
Pero, ¿una semana entera sin contactar con él?
nunca.
Estaba empezando a volverse loco.
¿Y si ya no le hago falta?
¿Y qué pasa con ella?
¿Y si me desecha?
¿Y si lo único que le ha dado algún tipo de utilidad a mi vida desaparece?
¿Qué hay de mi?
Entonces llegaron unos flashbacks.
...
“Muerete de una puta vez hombre”
…
“¿No puedes ver que estás molestando a todo el mundo con tu presencia?”
…
“Ahora enserio Izuku, ¿cómo puedes ser tan inutil en la vida?”
…
“¿Cómo pude dar a luz a un niño así?”
…
“Nunca vas a ser útil en nada, ¿lo tienes asumido no?”
…
“No le toquéis a ver si os pega algo”
…
¿Por qué no acabas ya con la miseria de tu vida? Si quieres te ayudo buahaahahah”
…
“Que asco me da por dios”
…
“Este no es mi hijo, ¿verdad so puta?! Seguro que me has engañado con el primer inutil que pillaste por ahí!! Una escoria así no puede ser mío”
…
“No. No no no No No No NOo NO NO NO NO!”
Había empezado a entrar en pánico. Notaba como se le comenzaba a encoger el pecho como si le fuese a explotar por dentro.
Se cogió el pecho mientras comenzaba a hiperventilar para conseguir un pizco de oxígeno.
Le dolía tanto el corazón pensaba que se iba a morir.
Esta vez de verdad. Sin trucos.
Hasta que dió cuenta,
si muriese por esto solo volvería de nuevo ¿verdad?
Otra vez más.
El corazón se le iba a salir del pecho sin previo aviso.
No podía respirar.
Gateó como pudo hacia la pared y se sentó apoyando la espalda hacia ella.
Se acurrucó sobre sí mismo recogiendo sus piernas en sus brazos, empujandose cada vez más hacia la pared como si pudiese simplemente desaparecer cuanto más se apretase contra ella.
La bilis comenzó a subir.
Todo le daba vueltas. Demasiadas vueltas.
Tenía que pararlo.
Ya estaba cansado de todo.
Y comenzó a darse cabezazos contra la pared.
UNo
Y otro
Y otro
La sangre comenzó a desbordarse con cada golpe contra la pared, pero realmente tenía que pararlo. Debía salir de ese infinito bucle que le atrapaba.
Otro
Y otro
Y otro…
Realmente todo se tranquilizó….
Entonces, paró de golpe.
No se lo podía creer.
No escuchaba nada.
No escuchaba ese silbido.
Ya no estaba en su cabeza.
Estaba vacía.
Por fin.
Después de no sabe cuánto tiempo,
su cabeza dejó de resonar.
Aunque fuera solo por un momento,
pero era suficiente para él.
…
Notas:
Buenooooo.
Este ha sido el tercer capítulo. No prometo tampoco ninguna alegría para el siguiente capítulo, pero lo intentaré.
Recordar, después de la tormenta viene la luz... jejje.
Bueno hasta el viernes que vieneee.