Honestamente, no sé qué pasó.
11 de septiembre de 2025, 17:16
La sensación de convertirse en polvo fue extrañamente pacífica. Se habían cumplido más de veinte años de una guerra perdida desde el primer momento y esa última ofensiva fue suicida para todos, todos salieron del refugio con el mismo pensamiento: ese movimiento sería el último.
Por eso no dudo cuando leo le pidió que agotara todo de sí para abrir esa puerta en el tiempo, no quedaba esperanza en su línea del tiempo, no quedaba nadie para hacerle frente a las pesadillas venidas de otro universo y si su portal podía darles una oportunidad para salvar el mundo su desaparición sería un precio muy bajo para pagar. No se trata de él, de su familia o de su propia vida, era apuntar a algo más grande y pagaría el precio con gusto.
Se dio el placer de ver una vez más al hermano que le quedaba con vida y al niño que ayudo a criar y mantuvo alta su esperanza para no flaquear en el ese momento al ver su cuerpo disolverse en cientos de partículas brillantes que se esparcieron por el viento. La última muestra de la existencia de Miguel ángel Hamato en forma de un portal dorado.
Por eso el frio que se le pegaba a la piel al estar recostado sobre una superficie de concreto desnudo llamo su atención incluso antes de que su cerebro procesara lo que ocurría. Estaba muerto, no debería sentir frio o como se le clavan en la piel cintos de pequeñas piedrecillas típicas de una superficie sin limpiar.
Abrió los ojos y lo primero que pudo ver fue un brillo dorado que lo envolvía, era como si el polvo en el que se había disuelto al abrir el portal volviera a asentarse sobre el reconstruyéndolo poco a poco, pudo ver, también, un cielo gris que envolvía un ambiente igualmente gris y frio, edificios bajos de ventanas oscuras y colores frio, silenciosos. Aguzo el oído, pero apenas pudo escuchar un par de vehículos pasar, sin música, sin voces ni pasos, nada que indique que haya vida en esa ciudad. Un cambio extraño para su rutina siempre llena de sonidos y voces.
Se endereza levemente y siente todo su cuerpo gemir en agonía, dolía cada centímetro de su piel y soltó un gemido debido a la molesta sensación; aun así, agradeció internamente el poder sentir dolor, eso significaba que, de alguna misteriosa manera, estaba vivo, respirando y sufriendo. Ahora solo debía averiguar cómo y por qué.
Escucho voces susurrando a su derecha y volteo la cabeza hacia el sonido, apenas y puede identificar un par de voces que discuten en voz baja y se acerca, Miguel Ángel siente un temblor recorrerle el cuerpo, recuerdo de tantas batallas, tantas perdidas envuelven su cerebro y lo hacen reaccionar en consecuencia. Si quienes se acercan son una amenaza sabrán de primera mano porque es llamado el guerrero místico más poderoso de la historia.
Deja que su energía lo cubra, un brillo dorado lo envuelve y se coloca en posición de ataque a pesar de su cuerpo le pide un descanso, lo habrá una vez que se sienta a salvo.
Cuatro sombras aparecen en la periferia de su vista y se mueve para enfrentarlos, sus manos brillando amenazantes; escucha un jadeo venir de las criaturas frente a él a pesar de no poder verlas en la oscuridad, gruñe para indicarles que se queden dónde están, que si se acercan sufrirán las consecuencias. Puede ver el brillo de dos espadas gemelas aparecer en las manos de una de las figuras, un largo bastón en otra y escucha el sonido del viento remolinear alrededor de las cadenas que una tercera gira rápidamente, puede sentir la confusión y la desconfianza brotar de ellos en oleadas y, por millonésima vez en la vida, agradece su sentido de empatía que le permite leer el ambiente a su alrededor.
—No sé quién eres pero no te conviene amenazarnos — una voz joven pero firme habla —somos más que tu
Mikey resopla, se ha enfrentado con éxito a enormes ejércitos, derrotar a cuatro no es reto para él así que sisea fuerte y profundo, un lindo rasgo que aprendió con los años compartiendo vida con Donnie, seguro de que el sonido los asustara y sabe que tiene éxito cuando los cuatro se detienen en seco.
— No tengo tiempo para jugar con ustedes — responde tratando que su voz no de indicios del dolor que siente — les conviene dejarme en paz.
Unas cadenas doradas comienzan a brotar de su cuerpo rodeándolo a modo de barrera protectora, la luz que brota de ellas ilumina la azotea dejando ver a los que están frente a él y se sorprende al ver que son tortugas, cuatro tortugas con pañuelos de colores cubriendo su rostro, colores similares a los que vestían sus hermanos y él mientras estaban con vida. Azul, rojo, morado y naranja le devuelven la mirada, se veían jóvenes, apenas unos adolescentes. Una de ellas, la máscara naranja lo observaba con asombro mientras que las otras dejaban ver recelo en su rostro.
— Mierda — masculla al darse cuenta de la situación, de algún modo había aparecido en un universo similar al suyo, uno donde una versión de sus hermanos y él existían; deja que sus poderes se apaguen y se pone de pie, lento y adolorido, llevando sus manos al frente en un gesto que intentaba ser apaciguador — no voy a hacerles daño — dice antes de sisear de dolor y llevar una mano hasta su vientre tratando de apaciguar el dolor.
— Estás herido — la tortuga de naranjo exclama y camina hacia él a paso veloz, sus hermanos intentan atraparlo antes de que llegue a él pero no lo alcanzan, Mikey ríe suavemente, al parecer algunas cosas se mantienen similares porque es lo mismo que él habría hecho al ver a alguien sufriendo dolor. Cuando el joven está cerca coloca una mano sobre su cabeza y le acaricia.
— Si, estoy herido pero no te preocupes, viviré — dice tratando de sonar sincero, observa a los hermanos y sonríe al ver en sus rostros la misma preocupación por el menor que sus propios hermanos hubieran mostrado en una situación similar — empezamos con mal pie — les dice — pero de dónde vengo estoy muy acostumbrado a las amenazas y a reaccionar en respuesta — pequeña alegoría al terror sufrido en los últimos veintitantos años.
La desconfianza no abandona a los demás pero al menos sus armas están bajadas, sabe que puede derrotarlos fácilmente pero no le atrae la idea de atacar a las tortugas de este lugar.
— Déjame ver esas heridas — una tortuga alta de pañuelo morado ofrece a regañadientes y se acerca a él acomodando su bastón en la espalda, Mikey sonríe para sus adentros y asiente a su petición. Se sienta en posición de loto porque, comparado con los locales, el alto, bastante más alto que ellos…
Espera, al final de su vida su energía mística había consumido su cuerpo y su altura había disminuido bastante llegando a casi la misma que tenía en su adolescencia, no debería ser tan alto ahora a no ser que…
Se mira las manos, puede ver las cicatrices en ellas pero no las arrugas que lo habían acompañado los últimos años de su ajetreada vida, se las lleva a la cara y siente, por primera vez en años, su rostro liso y su cabello cubriendo toda su cabeza, de alguna manera resucito con un aspecto que correspondía a sus casi cuarenta años… sin un espejo no podía comprobarlo pero lo sentía, no se sentía tan viejo y agotado como antes de abrir el portal. Si no fuera por el dolor y el cansancio de su cuerpo intentaría salir corriendo y saltando como cuando era joven.
— Eres una tortuga adulta — la voz del morado lo saca de su línea de pensamiento — nunca había visto una tortuga mutante tan mayor — bueno, eso era una ofensa, aún estaba en la flor de su vida, no era tan viejo, gracias.
— Bueno si, pero no soy un viejo — se queja — aun no cumplo los cuarenta — infla las mejillas mientras el menor lo examina. Dirige su mirada al niño de naranja quien lo mira con profundo interés en sus ojos celeste cielo.
—Amigo, eres muy alto — exclama con admiración y Mikey puede identificar la emoción que tenía en su juventud — y brillas — agrega moviendo las manos con entusiasmo. Mikey ladeo la cabeza mirándolo intrigado ¿estas tortugas no tenían místico o ninpo? Porque si no no entiende cómo es que sus poderes llamen su atención. Iba a preguntar cuando el de morado hablo.
— No veo heridas aparte de las que ya están cerradas — comenta con su mirada fija en sus brazos y las cicatrices en forma de rayo que los cubren — no sangras en ninguna parte.
Bueno, eso era un alivio.
—Supongo que el dolor viene de haber caído aquí — le dice en respuesta, por el rabillo del ojo puede ver como las otras dos se han acercado a ellos manteniendo una postura tensa y desconfiada — gracias por revisarme.
— ¿Por qué usas peluca? — la voz del menor de ojos celestes llama su atención y no puede evitar reír.
— No es una peluca, pequeño — responde — es todo natural y hermoso — algo de la sincera arrogancia de Leonardo brota de su voz y vuelve a reír al recordar como su hermano mayor se quejaba de que a él le creciera pelo lo que lo hacía lucir aún más adorable — me hace adorable — le guiña un ojo al pequeño provocándole una risita al más joven.
— Bueno — la voz del de mascara azul llama su atención y la de sus hermanos — ya que, al parecer, no eres una amenaza, podrías contarnos quien eres y que haces aquí.
Mikey mira a su alrededor antes de fijar su profunda mirada en el chico que le hablo.
— Me gustaría, primero, saber dónde es aquí — pregunta, la ciudad en si no es identificable para él.
— Estas en Nueva York — exclama el naranjo abriendo los brazos — la mejor cuidad — agrega con una amplia sonrisa. Mikey se queda helado, esta Nueva York era muy diferente a la que recordaba de antes de la invasión, gris, fría y carente de la energía rebosante que conocía tan bien.
— Hmmm — murmura y dirige su mirada a los jóvenes frente a él — no tengo muy claro por qué estoy aquí realmente, algo paso que… — oh, es algo complicado explicarles a unos niños que momentos antes estaba muerto, convertido en una especie de polvo místico luego de abrir un portal al pasado —me trajo aquí — hace una mueca que intenta ser una sonrisa —y con respecto a quien soy… — debería decirle su verdadero nombre o quizás inventar algo de lo mantenga en el anonimato hasta que entienda bien su situación, se decide por esto último — puedes llamarme Luo — dice poniéndose de pie y elevándose en toda su altura por encima de ellos, era al menos unos quince centímetros más alto que el más alto de ellos — ahora, si no es mucho pedir, podrían indicarme un lugar donde quedarme, no conozco bien este sitio y no sé si es peligroso o si es adecuado para una tortuga como yo — no sabe nada de este lugar y no podía asegurar que la gente de la ciudad acepte a los mutantes o a los yokai.
Y de verdad necesita un sitio donde dormir, no saber que paso o porque paso lo está agotando mentalmente y quiere tener un colapso en un lugar seguro.
Mantiene una sonrisa que intenta ser confiable, aunque por dentro está a punto de caer.
— Puedes venir con nosotros a nuestra casa— ofrece la tortuga de naranjo.
— ¡Mikey! — exclaman las otras tres y Ángelo agradece a su prudencia por no decirles su nombre real hubiera dado pie a confusiones y más interrogaciones.
— ¿Qué? — pregunta el joven — es una tortuga como nosotros y está perdido, necesita que lo ayudemos — alecciona el joven de naranjo y Ángelo no puede evitar un resoplido divertido, era una escena bastante familiar, aunque su propio arco de salvar al desconocido fuera mucho tiempo atrás.
— No quiero ser una molestia —se apresura a decir para evitar un conflicto — me conformo con un lugar cálido y tranquilo donde descansar antes de saber qué hacer.
— Creo que llevarlo a casa es una buena idea — menciona el de morado, Donatello si es que el patrón de colores se mantiene igual piensa Ángelo — puedo monitorear su salud si está cerca — “Y mantenerme vigilado ¿No es así? No creas que no conozco a los de tu clase” piensa la tortuga mayor recordando a su querido hermano tecnológico. Los otros dos, Raphael y Leonardo supone, parecen tener la misma línea de pensamiento por que se miran y asienten.
— Es una buena idea, pareces cansado y sería mejor que te quedaras en un lugar seguro esta noche — dice el azul disimulando sus intenciones en un tono de voz que intenta parecer sincero. Vamos, Ángelo vivió una vida detrás de esos patrones, los conoce bien.
Pero al menos una cosa es verdad, estar en la guarida de estos chicos será lo más similar a estar en casa en esta ciudad desconocida.
— Esta bien — acepta —a gradezco la oferta — mantiene un tono alegre en su declaración, ya podrá desplomarse en algún rincón y sufrir en silencio, una buena noche de sueño ayudará bastante y se siente demasiado cansado para hacer algo más. Mañana podrá pensar mejor.