Intercambio de Calor bajo las Sábanas
11 de septiembre de 2025, 18:18
El regazo de Mikasa hace tiempo ya había sido abandonado por el toque de Annie, sin embargo, la rubia aún estaba sentada inusualmente cerca. ¿O solo era la primera vez que lo notaba?
—¡Eh, Annie! ¡Mikasa te está viendo las cartas, boluda!—Le advierte Reiner, agarrándole las manos y acomodándolas de manera que no entren al campo de visión de Mikasa. De todas maneras, no eran las cartas lo que ella miraba...
—¡Chito! Nadie te llamó, metido.—Annie contestó, como si le diese igual si Mikasa hiciese trampa.
—De seguro vos también aprovechaste para mirarle las cartas cuando la agarraste, Reiner.—Jean teoriza.
—Basta, no se peleen por algo así.—Interrumpe Armin. Él siempre es la voz de la razón.
La partida transcurre con normalidad, con cada jugador más agitado conforme el tiempo pasaba, pero bajando cada vez más la voz; no querían que descubriesen que las chicas estaban en el cuarto de los chicos a estas horas de la madrugada, ¿qué podrían pensar? De todas maneras, ¿dónde estaba Eren? ¿Se fue con Sasha? Pero ella está durmiendo... ¿No?
A menos que haya algo que no sepa.
Al finalizar el juego, Mikasa se levanta abruptamente, esta vez con éxito, antes de que Connie vuelva a mezclar y repartir las cartas, ganándose las miradas de todos en la habitación.
—Ya me voy a dormir, no es prudente quedarse hasta muy tarde cuando tenemos que levantarnos en unas cuantas horas.—Anunció, su clásica expresión seria antes de dirigirse hacia la puerta.
—Yo también ya me voy.—Annie la sorprende, abriendo la puerta para ambas con una mano mientras que con la otra sostenía un farol de mano. Mikasa no objeta y sale de la habitación, la más baja cerrando la puerta detrás suyo, y se disponen a caminar al cuarto correspondiente en silencio.
Hasta que Annie habla.
—Sasha no va a estar ahí cuando lleguemos.
Mikasa se detiene, y también Annie, por consecuencia. «No sabés eso» es lo que quiere responderle, pero Mikasa tampoco tiene esperanzas de encontrar a la castaña al atravesar la puerta de la habitación.
—Es difícil de creer que Sasha se vaya a dormir con la panza vacía, ¿no?—Mikasa mira al suelo, sin saber qué pensar.—Y Eren...
Annie da unos pasos hacia la pelinegra, el contraste de su estatura haciendo innecesario que Mikasa levantara demasiado la cabeza.
—No pienses en ellos. No pienses en Eren...—Annie se sonroja, claramente teniendo más cosas que decir en mente, pero mordiéndose la lengua para resumir caminando, y Mikasa sigue sus pasos antes de volver a caminar a su lado.
. . .
Por supuesto. Al abrir la puerta, las chicas encontraron una habitación vacía, sin señales de la muchacha que supuestamente había abandonado la juntada para descansar.
La cabeza de Mikasa maquinaba a mil por hora, pensando a dónde se había ido, si Eren fue con ella, cuándo habían decidido en esto, qué estaban hacien—
—Mikasa, vení a la cama.—La más alta es forzada de sus pensamientos excesivos e insanos, encontrándose en el mundo real a la rubia en la cama que comparten.—Ya es tarde, vos lo dijiste.
—S-Sí, ahí voy...—Mikasa se quita su calzado para entrar a la cama, y Annie apaga la tenue luz del farol antes de correrse a un costado para darle su espacio.
El lecho donde descansaban estaba frío, apenas calentado por el cuerpo de Annie previamente en el lugar de Mikasa, y la segunda no podía evitar que su piel se erice. Si yo tengo frío, ella, que es más chiquita que yo, debe de estar...
Sus ojos rasgados, lentamente acostumbrándose a la oscuridad de la habitación familiar, divagaron por el entorno hasta llegar a su única compañía esa noche.
—¿Vos también tenés frío?—Preguntó la de pelo azabache sin pensarlo mucho. Sintió cómo la otra chica se acomodaba en la cama para mirarla de vuelta, y le acercó su mano para que la agarre. Mikasa entiende lo que quiere que haga, y la toma, el contacto inmediatamente robándole la calidez de sus manos.
—Estás helada...
—Y vos muy calentita.
No es verdad, Mikasa apenas siente la punta de sus dedos con el frío que hace, pero en comparación a los de Annie, ella debe de ser un buen calefactor. Mikasa tiene el impulso de frotar sus manos juntas, de agarrar más de ella y mantener su temperatura corporal al grado que ella considere apropiado, pero su autocontrol es más fuerte que sus deseos, y se limita a seguir el intercambio de calor con solo su mano.
—Podemos robarle la frazada a Sasha, y devolvérsela cuando vuelva.—Piensa la más alta en voz alta. Su contraria esboza una sonrisa y se arrastra para estar más cerca.
—Mirala a la Mikasa, cómo resuelve.—Y esas palabras logran hacer sonreír a la mencionada.—¿Pero qué vamos a hacer cuando inevitablemente vuelva? Ella va a estar más fría que las dos, vamos a tener que devolvésela. Lo mismo con Krista e Ymir.
—Mmm, en eso tenés razón. Entonces, lo único que nos queda es...—Mikasa detiene sus palabras abruptamente, dándose cuenta a dónde está yendo esta conversación.
—¿Es...?—Su compañera le ruega terminar su oración. Y todavía conectadas por sus manos, Annie empieza a divagar por el brazo de Mikasa, manos ásperas con callos tocando a su similar, y la receptora de este toque siente la circulación de su sangre apresurarse a sus cachetes.
Mikasa se sentía expuesta, ojos azules parecían que atravesaban el escudo que protegía su alma con manos que parecían analizar cada rincón que la compone con suma atención. No podía decidir si esto es algo que le agrada o si debería de temerlo y resguardarse.
Annie pacientemente espera que termine de hablar, y tragando saliva, Mikasa finalmente completa la frase.—Es... Abrazarnos... Acurrucarnos juntas y pegarnos a la otra... Si, si no te molesta, obvio...
—Sos re boluda, Mikasa.—Es la única respuesta que se le da antes de agarrarla por la cintura y apretarla junto a ella, cuerpo frío contra otro aún más frío, con las esperanzas de que el calor que liberan vaya paradógicamente al otro.
De repente, Mikasa pega un salto: Annie le había metido la mano helada adentro de la remera, y ella sabe que fue a propósito, si esa sonrisa pícara a la luz de la luna es indicador suficiente.
«Esto no va a quedar así» Es lo que piensa al instante la de pelo corto, y le toca el cuello con su mano igualmente fría, observando con satisfacción cómo le cambia rápidamente la expresión de júbilo con la maldad cometida, y es el turno de Mikasa de sonreír. La rubia le da un golpe indoloro a la otra soldado, juntando sus pies con los de ella, ambos pares con la misma temperatura.
La mano en el cuello de la muchacha no tarda en templarse, y es en ese entonces donde ambas se vuelven conscientes de la extrema proximidad en la que se encuentran.
Sin embargo, no es suficiente...
Quiero más...
Con una pureza e inocencia en su accionar, Mikasa empuja apenas su mano hacia ella, incentivando a que su compañera acerque su rostro al de ella. El cuerpo de Annie impaciente pero lento: después de todo, solo podés besar a alguien por primera vez una sola vez.
Para ellas, el mundo pareciese detenerse ahí mismo, no existía nadie más que ellas dos en ese momento. Sus narices chocando, piernas entrelazadas, mejillas ruborizadas por el frío y por el afecto que sienten por la otra.
Ese nervioso comienzo desencadenó algo más pasional, labios inexpertos gradualmente agarrando confianza y estableciendo un ritmo más rápido y con nuevos elementos. Sus lenguas se encontraban, entrelazaban y separaban para que las dueñas pudiesen respirar, para luego resumir el frenesí de amor.
Sus manos rondaban por el cuerpo de la otra, pero ya no sentían el fresco de la noche, solo el fuego ardiente que consumía sus almas juntas como si de combustible se trataran.
—Mikasa, Mikasa...—Annie exclamó, su voz quebradiza y lágrimas cristalinas en sus ojos color cielo, y la nombrada lentamente se detuvo.
—Eu, ¿qué pasa?—Pero no dio respuesta.—¿Estás bien? Respondeme, por favor. ¿Te hice algo?
La boca de la rubia se abrió, mas ninguna palabra logró escapar de ahí. Se limitó a aferrarse a su amante, quien la rodeó en brazos y acarició su pelo desatado. Lágrimas caían por sus cachetes, y Annie solo podía pensar en la traición que cometió a su patria atreviéndose a enamorarse de una eldiana, su enemiga a quien debía de masacrar junto al resto de su gente.
Y sin embargo, se encontraba compartiendo la misma cama, intercambiando saliva, calor y aire que ella. ¿Con qué derecho?
No solo estoy traicionando a Marley, sino que también conspirando contra Mikasa... Contra todos...
Al cabo de unos minutos, el llanto silencioso de Annie cesó por su cuenta, Mikasa secando las lágrimas restantes en su rostro con la manga de su remera.
—Annie, mirame, por favor.—Y la mencionada obedeció, mirándola con ojos rojos e hinchados, y a Mikasa se le hundió el corazón verla en tal situación.—Ya está, ¿sí? Estamos acá; estoy acá. No importa nada más...
—Vamos...—Continuó la más alta, sin debilitar su abrazo, su mirada perdida en la oscuridad de la habitación.—Vamos a superar esto, y todo lo que nos aviente el mundo. Somos de las mejores de nuestra tropa, sin duda estamos preparadas para enfrentarnos a lo que sea.
Al bajar la mirada, Mikasa se encontró con una Annie completamente deshecha. Estaba ya dormida, su agarre en Mikasa débil, con la boca abierta y los ojos no cerrados por completo. La pelinegra intentó no reír ante la exposición de este lado tan tierno y vulnerable de su aliada, en su lugar exhalando un suspiro.
La puerta cruje y se abre, revelando a Ymir y Krista, sus caras dando a entender que estaban exhaustas. ¿Cuánto tiempo había pasado? Al final, ellas, imprudentes, también se quedaron hasta muy tarde.
—¿Todavía no volvió Sasha?—Krista indaga mientras se mete a la cama junto con su novia.
Y, hablando Roma, una castaña tomada por la puerta se asoma. La cabeza de Sasha por los cielos, si su sonrisa bobalicona, gracioso andar y olor a vino significan algo.
—Ah, boeno... ¿La pasaste bien, Sasha? Ganadora, te empedaste con todo el vino de reserva.—Ymir le festeja, chiflándole hasta que Krista le tapa la boca.
—Ymir, un poco más de consideración, Annie está durmiendo ya, y Sasha está claramente chupada...
Sasha se desploma en la cama más cercana, cayendo dormida al instante. «Es mejor que haga como ella y me duerma ya, mañana pregunto por detalles...» Piensan las tres jóvenes despiertas, concluyendo aquella madrugada rebosante de besos y emociones.