ID de la obra: 750

Sabo’s Path - “Legado”

Het
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 72 páginas, 20.954 palabras, 11 capítulos
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“La llama que no quiero encender”

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—¡Dios! ¡Cómo amo esto! De verdad, amaba esta isla. Cerré los ojos llevando mi cabeza para atrás, disfrutándolo. Lo había dicho tantas veces, pero mierda de verdad que lo hacía. No me quiero ir jamás. —Maddy, tu madre está afuera esperándote. Ugh, justo cuando estaba sintiéndome mejor. Dejo la cerveza sobre la mesa y giro hacia la entrada del bar. Hace días que mi madre me insistía que conociera al primer comandante de la tripulación mi padre. No quiero. ¿Por qué tengo que relacionarme con su tripulación ahora después de tanto tiempo? Gruñí sobresaltando a los meseros. Esta gente siempre iba de puntillas alrededor mío. —Voy —digo arrastrando mis pies hacia la salida. Salgo y veo a mi madre voltear hacia mí. —Madeleine. —Ya lo sé mamá —digo estirando mis brazos para calmarme. No quería discutirme con ella, no cuando tengo que dejarla, pues estoy segura que tendrá que ver con eso—. No quiero dejarte sola. —confieso. —Cariño, es por tu bien. Necesitas conocer quién era tu padre. Esto también te ayudará a prepararte para la vida. Me llevo las manos en las caderas. —Tú me preparas bien para la vida. —Estás hecha para cosas grandes hija, no para quedarte en este pueblito conmigo. Tu padre era— —Sí, sí. Barbablanca. El gran pirata —la interrumpo dirigiéndome hacia nuestro hogar. Ni siquiera lo vi una vez. No me interesa en lo absoluto. Cuando falleció todo mi mundo se puso de cabeza pues mamá estaba decidida a hacer algo para ayudar, comunicándose con Marco el Ave Fénix. —Sólo necesitan saber que el legado de Barbablanca aun existe. —Van a tirarme sus expectativas y sueños encima y no es mi responsabilidad. —Es sólo de nombre cariño. No tendrás que hacer nada. ¿Usarme de nombre? Ni lo sueñen. A mi nadie va a utilizarme. Ya estamos todos adultos como para que necesiten unos cuantos una niñera. Llegamos a casa y me permito respirar tranquila. Hogar dulce hogar. Aquí puedo ser yo. —Maddy— Abro la puerta y un hombre alto rubio con lentes está sentado en la mesa tomándose un café, deteniéndome en seco. Lo miro unos segundos hasta que al fin pillo quién es. Oh, mierda. Esto es real. Hasta ahora no tomaba en serio a mamá, pero ver al mismísimo Marco escudriñandome hace que todo se sienta más real. Mierda mamá, tuviste que liarte con un pirata de gran calaña. —Hola —dice empujando la silla para atrás, poniéndose de pie—. Tu debes ser Maddy. Me quiero morir ahora mismo. Aprieto el pomo de la puerta con mucha fuerza que siento a punto de deformarlo. —Lo siento Marco —dice mamá pasando con dificultad a mi lado a través de la puerta, dándome un empujón a propósito—. No le pude mencionar que ya estabas aquí. Fue una trampa. Ella sabía que no vendría si me lo decía. Mi sangre empieza a hervirme. —Está bien. No se preocupe. ¿Quieres sentarte un momento? —Prefiero estar parada. —digo cruzándome de brazos, acercándome a la mesa. —De acuerdo. Me presento formalmente —dice y me extiende la mano—: Me llamo Marco, soy el primer comandante de la tripulación de Barbablanca. —Madeleine... —Ay, no quería decirlo. Apreté los dientes unos segundos y luego estreché su mano—Newgate. —Un placer —dice guardando las manos en su bolsillo sin dejar de observarme... o juzgarme. ¿Quién sabe? —¿No se parecen mucho? —dice mi mamá tomándome de los hombros orgullosa. —Tienes el color de cabello, ojos y actitud de tu padre. Puedo suponer que la fuerza también, considerando que casi rompes la puerta al verme—ríe—. Aunque sacaste la belleza sin duda de tu madre. Ugh, no quería oír todo esto. Me vuelvo a cruzar de brazos, clavándome mis uñas. —Ah, gracias —me obligo a sonreír cuando de verdad quisiera estar en cualquier otro lugar. —¿Sabes por qué estoy aquí? —Mi madre se encargó de darme una idea. —Como sabrás, Barbablanca falleció hace unas semanas y soy el encargado de poner en condiciones esta situación. Siendo honesto... cuando tu madre se comunicó conmigo pensé que era mentira. Hay mucha gente utilizando la muerte de Barbablanca para llamar la atención pero investigando a fondo pude constatar que sí eres su hija. Adiós a mi idea de que todo esto era un error. Ingenua de mí creer esto a esta altura de las circunstancias. —Seré honesta contigo Marco. No quiero hacer esto. —¡Maddy! —No tengo intenciones de ser pirata, ni ser utilizada para un orden mayor. Sólo quiero vivir mi vida bajo mis condiciones sin que nadie me obligue a nada. Marco asintió, sonriéndome ligeramente. Hasta parecía orgulloso. —Lo entiendo. Si eso es lo que deseas, lo respetaré. De mi parte, también siento que ya es momento de cerrar una era. —Marco... pero— —Sé las consecuencias que trae en el mundo que él se haya ido, pero no se puede evitar. Es parte del tiempo y la vida —sonríe a mamá cansado. Trago al ver al hombre frente a mí y su inmensidad. Marco de verdad era un hombre increíble lidiando con toda esa responsabilidad. —No voy a obligarte, sin embargo quisiera pedirte que me acompañes por las cosas de tu padre. No sé qué piensas al respecto pero si yo fuera tú, me interesaría por el otro lado de mi historia. Lo respeto. A este hombre lo respeto. Habla con sinceridad y es directo, también considera mis opiniones. No es la imagen de un pirata que esperaba. —¿Piensas cambiar la visión que tengo de ese hombre? —No pienso cambiar nada. Creo que eres bastante inteligente para sacar tus propias conclusiones. Bien, me fío de este hombre. —De acuerdo, iré contigo. No estará mal saber un poco más —me siento en la mesa desafiándolo con la mirada—. Pero no pienso quedarme ni ser un símbolo de esperanza y quién sabe que cosas más. —Es un hecho. Avísame cuando estés lista para irte, te estaré esperando. Con esta breve conversación, Marco se retira de la casa. Me permito desparramarme de la silla liberando toda la tensión contenida ante esta situación. ¡Carajo! Justo a una chica tan tranquila como yo le suceden estas tonterías. ¡Maldita sea! —No puedo creerlo Maddy, estuviste a punto de ser la mujer más poderosa de todos los mares. —Ese era Barbablanca, no yo. El zapato me iba a quedar grande. —¿Tienes una mínima idea de lo que acabas de rechazar? —¿Rechazar ser miserable e infeliz siendo la sombra de alguien más? Pues... sí, creo que sí tengo una idea. —Eres tan terca hija mía. Eres imposible. —De seguro lo saqué de él. —Entonces puedes tener chance de asemejarte a él. No se rinde. En serio no se rinde esta mujer. —Voy a prepararme. Mientras más rápido lo haga más rápido terminará —digo escapándome a mi habitación. . . . Apoyada en el barandal al barco observo el vasto mar frente a mi, indiferente. Debo admitir que Marco supo convencerme porque no había chance que me subiera a un barco por mi cuenta y menos a la de un pirata. —¿Te sientes bien? ¿Tienes mareos? —dice Marco acercándose. —No. Sólo estoy pensando en cómo terminé arrastrada a esto —miro hacia atrás y las diez cabezas que me estaban mirando vuelven su atención a sus tareas cotidianas. Están así desde que me vieron en el puerto subiendo al barco—. ¿Puedes hacer algo para que me dejen de mirar así? —Lo siento, los rumores de que eres la hija de Edward Newgate ya corrieron por la isla. Tienen curiosidad con respecto a ti. Puse los ojos en blanco. —Pues lamento pinchar su globo lleno de ilusiones. Se coloca al lado mío. —¿Cuantos años tienes Maddy? —Veintiuno. ¿Puedo hacerte una pregunta? —Adelante. —¿Cómo mi madre se puso en contacto contigo? —Tenía un vivre card mío —se removió incómodo—. Al parecer el viejo se lo dió. ¿Qué? ¿De verdad? Ahora tenía muchas preguntas que hacerle a mamá. Mierda. ¿por qué no se me ocurrió preguntarle antes? Estaba tan a la negativa que no quería hablar del tema. Sí, bueno, mi culpa. —Bueno, al parecer nunca se conoce del todo a una persona. Me mira de reojo. Lo ignoro. —Las pertenencias de tu padre están guardadas en la isla donde está su tumba, junto a la de Portgas D. Ace. Tenemos que hacer dos paradas para llegar ahí así que será un viaje largo. La siguiente isla está a una semana de aquí. —Portgas D. Ace —reflexioné para mí—. Falleció en vano ya que ese chico terminó con la misma suerte que él. —Te equivocas. Volteo a verlo analizándolo. —¿En qué me equivoco? No me está mirando. ¿En qué estoy equivocada? ¿Qué se consiguió salvar ese día? ¿A ese pirata Monkey D. Luffy? No fue de provecho ni de logro de nadie esa patética guerra. Sonríe. —¿Por qué sonríes? Fallecieron muchos de los tripulantes de Barbablanca ese día. Si Portgas D. Ace no hubiera ido detrás de Marshall D. Teach no hubiera pasado nada de eso. Al fin se atreve a mirarme. —¿Qué? ¿Me dirás que no? Aunque la cuestión está en la existencia de Teach. Ese lunático en busca de poder que mató a Thatch por esa maldita fruta Yami Yami. Y ahora tiene la Gura Gura —fruncí el ceño extrañada—. ¿Por qué no me estás diciendo nada? —Sabes mucho considerando el hecho de que no te interesa el mundo de los piratas ni el propio Barbablanca. Abrí la boca y la volví a cerrar. Me negué a mirarlo. —¡Señor Marco! Venga un momento. —Disculpa, tengo que irme. — dice y aprieto el pasamanos al verlo irse con una sonrisa engreída. Maldición, me dejé llevar. No quería que creyera que realmente me importa. Era mamá la que seguía fielmente los movimientos de la tripulación, no yo. Sólo terminaba oyéndola informándome sin querer. A mí no me interesaba. No me interesaba. La débil llama en mi pecho está defendiéndose contra todo mi esfuerzo de sofocarla. Marco lo percibió y eso no quería. Lo estaba haciendo bien hasta ahora. "—Estás hecha para cosas grandes hija, no para quedarte en este pueblito conmigo." Las palabras de mi mamá agregan combustible al fuego. Sí, quizás sí quiero hacer algo. Quizás sí me gustaría tener el poder para mejorar las cosas. ¿Pero ser pirata? Jamás. Yo jamás podría ser pirata. Me niego a seguir los mismos pasos que el que me engendró. Si haría algo lo haría con mi esfuerzo. Me siento en la cubierta ante la sorpresa de mis pensamientos. Maldición, ¿qué diferencia tengo con Portgas D. Ace ahora? Me mordí el labio al recordar las veces que lo critiqué porque se negaba tanto de ser hijo de Gol D. Roger. Quizás estabas celosa de que se proclamara hijo de tu padre. —¡Agh! — grité sin intención, llevándome las manos a mi cabeza. El grito fue tan fuerte que todos se quedaron congelados, como estatuas, por un segundo. Mis pensamientos están alborotados desde que se murió ese viejo. No podía estar en paz. —Señorita, ¿se encuentra bien? —se me acerca un pirata. —Sí, déjame en paz. Quiero estar sola. El hombre asintió, indeciso de qué hacer. Veo que un compañero lo llama y va junto a él. —¿Qué pasó?¿De qué hablaron? —Nada en específico. Le pregunté si estaba bien. —Woah, sí que tienes valor para hablar con la hija de Papá. —Sí ¿no? Da un poco de miedo. Es muy imponente como su padre. Puedo escucharlos tarados. Me pongo de pie y decido ir de vuelta a mi camerino, no queriendo saber nada más por hoy. Espero que esa una semana pase pronto para llegar a la siguiente isla y este viaje se ponga mejor.
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