ID de la obra: 750

Sabo’s Path - “Legado”

Het
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 72 páginas, 20.954 palabras, 11 capítulos
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Descripción:
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“No es una mala compañía”

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Bajo del barco barriendo con la mirada todo el puerto. Escucho a los hombres de Marco esforzarse en bajar cajas y barriles. ¿Habrá un bar cerca? Tengo unas ganas tremendas de tomarme litros de cerveza. No, mejor, algo mucho más fuerte. Tardamos más que una semana y necesito estar en tierra. Era una isla bastante rural, nada muy fuera de otro mundo. —Maddy — escucho la voz de Marco—, ¿a dónde vas? —Buscaré un bar o un restaurante para cenar. No quiero quedarme en el barco. —Bien, sólo no vayas muy lejos. —Claro. — por favor. No soy una niña. La ciudad es viva en mercado. Hay un montón de puestos de frutas, verduras y carnes expuestos mientras buscan desesperadamente llamar la atención de compradores. Veo juegos de puntería o de pescar en la otra hilera de la calle. Las luces tenues de las guirnaldas le da un ambiente festivo y agradable. Veo a un hombre bebiéndose una botella que quién sabe de qué es, pero que de algún lado lo habrá comprado. —Disculpe. ¿Dónde puedo encontrar un bar aquí cerca? El señor pestañea varias veces y luego parece enfocarme. —Oh vaya, mira qué tremenda belleza se ha atrevido a hablarme. —¿Sabe dónde hay una o no? Veo que se pasa la lengua por los dientes antes de hablar. —Gira aquí a la izquierda luego a la derecha. Dos cuadras derecho y encontrarás el lugar. —Gracias. —¿No te gustaría compañía? —Antes muerta. Se ríe. —Vaya que eres atrevida. Le pongo los ojos en blanco y paso de él. Siguiendo sus instrucciones llego al bar que se encontraba bastante concurrido. Unos cuantos giran a verme y, o se quedan un buen rato haciéndolo o pasan de mi a su bebida. Camino hacia donde se encuentra el bartender. La mirada de desaprobación que me hecha no me pasa desapercibida. —Un trago de vodka, solo. Y que no sea suave —ordeno, apoyando los codos en la barra. —No debería venir aquí sola señorita. —¿Por qué no? ¿Hay algún problema? Sepa que me puedo defender sola si es eso lo que le preocupa. Apenas me sirve, lo tomo y le doy un trago sin pensarlo. El ardor en la garganta me arranca una mueca, pero no retrocedo. Sí, esto era lo que necesitaba. A mi lado, aparece un joven rubio elegantemente vestido me observa con una mezcla de sorpresa y diversión. Lleva un sombrero bastante particular y sonríe como si acabara de presenciar algo entretenido. —Sírvame un Boulevardier por favor. —solicita y luego voltea hacia mí— ¿Te molestaría si me siento a tu lado? Lo primero que llama mi atención en él es la quemadura en su ojo izquierdo. Tenía el pelo medio ondulado, desordenado y unos bonitos ojos. Considerando que fue cortés conmigo al pedirme permiso y su vestimenta, probablemente sea un noble. ¿Qué hacía aquí? —Adelante —le digo mirando a otro punto del bar. —Gracias —se quita el sombrero y lo pone a un lado. ¿Por qué se está sentando a mi lado? ¿Acaso quiere ligarme? Me río con sorna. Quizás un shot más me mejore el ánimo. Le pido otro al barman que me lo deja frente a mí y luego se va a preparar más allá el boulenosequé. —Supongo que te vio como una mujer frágil que necesita compañía. —Tú sentándote a mi lado sólo afianza el hecho. —Lamento eso. Pensé que ayudaría para que te dejaran en paz. Suspiré resignada. —Bien, no hay problema. El bartender regresó y dejó el... eso frente a él. Asintió en agradecimiento y tomó un pequeño sorbo antes de volver a mirarme de reojo. —¿Primera vez en esta isla? —preguntó, con una sonrisa casual. Yo encogí los hombros. —Quiero uno yo también. —me dirijo al barman, luego a él— No es la gran cosa. Un par de calles y ya viste todo. —Supongo que no es la isla, sino la gente lo que puede hacerla interesante. —comentó, como si soltara el pensamiento al aire. ¿Se está haciendo el galán o...? —No me interesa la gente —retruqué de inmediato, y noté cómo se le curvaba apenas una esquina de la boca, como si le divirtiera mi hostilidad. Maldición. Dijo que iba a ayudarme a estar en paz pero él estaba siendo un bicho molesto. —¿Ni siquiera los que tienen historias interesantes? —alzó una ceja. Rodé los ojos. Me acerqué la bebida a los labios. —¿Habrá alguien aquí con una historia interesante? Él soltó una risa baja. —Quizás. A veces las historias de los demás nos enseñan lecciones que pueden servirnos para nuestras vidas. Bebí para no tener que responder de inmediato. Hm, whisky. ¿Y quién se creía este tipo? ¿Un predicador? Aunque había algo en su voz... algo que no era condescendiente. Parecía, más bien, como si hablara desde la experiencia. —¿Y tú? —le pregunté finalmente, apoyando el codo en la barra—. ¿Cuál es tu historia interesante? Lo vi pensar un segundo, luego sonrió de una forma extraña. No triste, no alegre. Algo más complejo. —Digamos que... dejé atrás una vida que no era realmente mía. —sus ojos brillaron apenas, como una chispa contenida—. Ahora ando buscando algo que sí lo sea. Algo en su tono me hizo fruncir el ceño. Bueno amigo, yo estoy a punto de hacer lo mismo. —¿Y vas a encontrarlo en un agujero como este? —le disparé, sin filtrar mi sarcasmo. Me gané una mala mirada del bartender. El chico soltó una carcajada sincera. —A veces, los mejores tesoros están donde menos esperas. Le achiné los ojos. No logro entender si está hablando en serio o me está coqueteando. Iba a decir algo más, pero en ese instante la puerta del bar se abrió de golpe, golpeando la pared con un estruendo. Un grupo de hombres de la Marina entró, armados, escaneando el lugar con miradas duras. ¡Qué buena suerte la mía! La música se detuvo. Varios clientes dejaron caer sus vasos o se congelaron a mitad de sus movimientos. —¡Por órdenes del cuartel general, este local queda clausurado temporalmente! —gritó el que parecía al mando—. Todos deben presentar identificación. ¡Ahora! Yo apreté los dientes. Maldición. ¿Por qué ahora? —Mierda —susurré, y miré a mi acompañante. Para mi sorpresa, no parecía nervioso. No, el muy condenado tenía una expresión tranquila, serena... casi demasiado serena. Se acomodó el sombrero sobre la cabeza otra vez, ocultando mejor su rostro. —Quédate tranquila. —me dijo en voz baja, antes de volverse hacia el bar y dejar un par de monedas sobre la barra—. Yo manejo esto. ¿"Manejo esto"? ¿Qué se cree que es, el maldito sheriff del lugar? Los marines comenzaron a revisar uno por uno, empujando y gritando. Algunos hombres borrachos trataban de resistirse y eran golpeados sin piedad. Sudé frío al ver a uno de los oficiales acercarse a nuestra parte de la barra. —Identificaciones. ¡Ahora! Busqué en mi bolsillo algo que pudiera servir, improvisando una historia en mi cabeza, pero antes de que pudiera hablar, el rubio sonrió de esa forma amable que me irritaba. —Por supuesto, oficial. —dijo, con voz educada. Sacó algo del bolsillo interior de su chaqueta. No alcancé a ver qué era, pero en cuanto el marine lo miró, su expresión cambió: palideció un poco, tragó saliva, y se echó hacia atrás, como si de pronto viera una amenaza invisible. —D-disculpen... no los vimos bien. Sigan con su velada. —balbuceó, y giró apresuradamente para retirarse. Yo me quedé mirándolo, atónita. ¿Qué demonios acababa de pasar? Soltó una risita baja, apenas audible. —Te dije que te quedaras tranquila —murmuró, terminándose de un sorbo su bulebra. ¿Quién diablos era él? Giró levemente su cuerpo hacia mí, apoyando un codo en la barra con toda la calma del mundo. —¿Y bien? ¿Te gustaría seguir bebiendo aquí... —hizo una pausa dramática, señalando sutilmente cómo los marines aún revisaban gente— o prefieres un lugar donde no tengamos que preocuparnos por uniformes? Lo miré de reojo, sopesando la situación. Por un lado, no me fiaba ni un poquito de él. ¿Quién diablos se maneja así con la Marina? ¿Y qué le mostró para que le temieran tanto? Pero por otro lado... ¿qué mejor excusa para salir de allí que un chico con una sonrisa tan condenadamente segura? Me bajé del taburete, dándole un sorbo final a mi trago. —¿Conoces un buen lugar? Él sonrió como si hubiera ganado algo importante. —Confía en mí. No te decepcionaré. Hm, atrevido comentario de su parte. Me ofreció su brazo, caballerosamente. Lo dudé medio segundo antes de aceptar a regañadientes. —Más te vale. —murmuré, siguiéndolo hacia la salida. Cuando pasamos cerca de los marines, sentí sus miradas clavadas en nosotros. Pero ninguno se atrevió a detenernos. Una vez fuera del bar, la brisa de la noche me despeinó un poco el cabello, y el bullicio del mercado nocturno nos envolvió. —¿Y entonces? —pregunté— ¿a dónde me llevas, noble misterioso? Soltó una risa corta. —A un lugar donde el alcohol sabe mejor y la compañía es aún más interesante. No sé si era una amenaza o una promesa, pero decidí seguirlo. Total... siempre podía romperle el rostro si se pasaba de listo. —Aún no te lo he preguntado. ¿Cuál es tu nombre? —Madeleine, ¿y el tuyo? —Sabo —se lleva una mano al pecho—. Un placer. Su gesto me hizo reír, él me sonrió amable. Actuaba demasiado cortés que me parecía un tipo súper raro. No conocí a ningún chico antes que se expresara como él. Siempre fueron brutos o patanes. —¿Siempre eres así de educado o es solo para impresionar? —Siempre —responde, todavía sonriendo. —Entonces... Sabo. ¿Estás de camino por aquí en busca de tu nueva vida? —Planeo partir pronto. Me detuve unos días para cerciorarme de algo. —¿Algo como qué? Sus ojos conectan con los míos. Algo dentro mío grita ¡Peligro! pero no pienso moverme de aquí hasta que me responda. —Estoy poniendo mi barco en condiciones. Ha sido un viaje largo hasta aquí. —Comprendo. Definitivamente hay algo raro en él, sólo que no sé qué exactamente. Llegamos poco después a otro bar. Era más acogedor y animado, con mucha mayor variedad de gente. Definitivamente había más mujeres compartiendo que en el anterior. Nos acercamos de vuelta a la barra para pedir nuestras bebidas, pero esta vez soy solo yo la que hizo un pedido. —Está mejor ¿no? Suspiro notoriamente. Dudé demasiado de él. —Sí, mucho mejor. —Me alegra que sea de tu agrado. Escuchamos unas exclamaciones y aplausos de una mesa al otro lado del bar. Parecían estar jugando cartas en su mesa. —¿Cómo sabemos si los mismos marines vienen poco después también a este bar? —Este bar está mejor reglamentado que el otro, así que es poco probable. ¿Qué hacías tú en un lugar como ese? ¿Por qué no venir aquí en primer lugar? Me sirven mi trago y me lo llevo a la boca callando las preguntas que quiero lanzarle. —¿Y tú qué haces en esta isla? —También estoy de paso y como tú quiero dejar una vida que no será propiamente mía. Así que quiero hacer mi camino. Levanta las cejas. —¿Estás segura de que no es lo que quieres? ¿Me va a cuestionar a mí sobre qué es lo que quiero? —Segura —cruzo los brazos por la barra inclinándome hacia él. No se inmuta—. Voy a vivir mi vida a mi manera, no como los demás esperan de mí. Me sonríe. —Eso es bueno oír. Se quedó en silencio unos segundos, con la mirada perdida. —Sería genial... —empezó despacio, eligiendo bien sus palabras— vivir en un mundo donde nadie tenga que seguir un destino impuesto. Donde uno pueda elegir su propio camino, aunque eso signifique ir en contra de todo lo que otros esperan de ti. Sus ojos se iluminaron un segundo con una intensidad que no supe descifrar. Como si esas palabras tuvieran más peso del que parecía. Turbó definitivamente mis sentimientos. No habla sobre ti, recuerda. Habla sobre él. —Suena a que sigues luchando contra eso. —digo llevando mi bebida a la boca, evitando que mi nerviosismo se note. —Sí. —Sonrió, pero esta vez su sonrisa no fue ligera, sino cargada de algo más profundo—. Internamente. ¿Tú no?
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