“La alegría de estar juntos”
11 de septiembre de 2025, 21:59
—¡Aloise! ¡No creerás esto! — dice Faber apareciendo al lado mío en la borda.
—¿Hmm? —tomo el diario y casi se me salen los ojos.
—¡Sí! ¡Los sombreros de paja volvieron!
¿Ya habían pasado los dos años? El tiempo pasaba muy rápido.
—¿Se lo mostraste a Ace?
—Sí, estaba muy contento que decidió ir a nadar. Su hermanito es increíble.
Me reí levemente. Ace y yo decidimos, luego de compartir más tiempo con ellos, que le diríamos su identidad. Ambos quedaron petrificados del asombro y miedo al saberlo, ya que sus vidas corrían riesgo al involucrarse con un "criminal" como él. Sin embargo debido al caso de que Ace no estaba arriesgándose a ser descubierto y vivía su vida tranquilo, creo que ambos también estaban tranquilos. Ellie había declarado que le parecía injusto desde un inicio el juicio hacia Ace, ya que él no tenía responsabilidad alguna de los actos de su padre siendo él otra persona viviendo su vida. Faber había coincidido con ella.
—Iré a mostrárselo a Ellie. — dice corriendo cruzándose con un Ace mojado caminando a mi.
—¿Te mostró el periódico? — me preguntó.
—Sí. No sabía que ya habían pasado dos años, fue súper rápido. — se sentó a mi lado. — ¿No tienes frío?
—Nah, estoy bien. ¿Qué estás haciendo?
—Escribiendo un poco. ¡Hey! ¡No te sacudas el cabello que mojas todas mis hojas! — dije cerrando esperando que termine lo que estaba haciendo. Revolotea más el cabello y le clavo el codo en el costado.
—¿A dónde va Luffy ahora? — dice llevando mi cabello detrás de la oreja.
—Va a la Isla Gyojin. Algún día me gustaría ir allí contigo, es precioso.
—Iremos pero por lo mientras hay que buscar donde nos quedaremos un año. ¿Qué tal está?
—Mejor, necesita que le vea un doctor. Las náuseas ya pararon.
—Va a ser una locura tener un bebé aquí. — dice divertido.
—¿Te gustaría?
Se inclina sobre mí seductoramente. —Me encantaría. Sabes que amo a los niños.
Podíamos llevar ya un año y meses casados y él aún podía hacerme sentir intimidada bajo sus ojos. Merodean mi rostro mientras los míos caen en las gotas que se deslizan en su pecho. Me mordí el labio para calmarme el hambre.
—No hagas eso. —se me escapa.
—¿Que no haga qué?
—Ya lo sabes, no te hagas.— le digo empujándolo y se vuelve a lanzar sobre mí tomando esta vez mis labios. Los acepto con gusto abrazándolo.
—Te amo un montón Ace. — digo presionando mi dedo indice en su mejilla. Él me sonríe.
—Yo también. — responde abrazándome fuerte empapándome la ropa. Me alejo lo suficiente para verme. —Ahora tendrás que cambiarte conmigo.
—Lo hiciste a propósito.
—Claro.
Se pone de pie y me tiende una mano para ayudar a levantarme. Vuelvo a fijarme en el anillo que lleva en la mano y sonrío. Ace se había vuelto mi compañero de vida, en mi esposo y estaba encantada por ello. Tomo su mano y al ponerme de pie me lanzo de vuelta a abrazarlo. Él sin entender me corresponde.
—Me dio un ataque de alegría.
—Eres muy expresiva en unas pero eres tímida en otras. —me toma de la mano —Qué misterio.
Tocamos la puerta de su habitación para pasar y escuchamos la voz de Faber accediendo. Ellie estaba sentada en la cama junto con Faber.
—¿Puedes decirle que deje de preocuparse tanto? Estoy bien.
—Hay cosas que ya no puede hacer, ¿verdad?
Ace y yo intercambiamos miradas. Esto sería un caos si no nos detenemos en una isla con un doctor que lo tranquilice.
—Ven conmigo. — dice Ace sacándolo de la habitación. Yo tomo su lugar sentándome junto a ella.
—¿Estás emocionada?
—Sí, más bien asustada.
—No te preocupes, Ace nos dirigirá a una isla donde quedaremos ya que nadie tiene experiencia aquí en partos.
Ellie se ríe. —¿Sabes a dónde vamos?
—No lo sé. Ace dijo que no me preocupara ya que sabe a dónde ir.
Revisamos los mapas que habíamos encontrado y nos pusimos a estudiarlos. Ace me confirmó que estábamos lejos del recorrido habitual de los piratas así que no debíamos temer. Conocía las islas de alrededor de cuando viajaba con su tripulación cuando aún no se había unido a Barbablanca.
—¿Fue un mal momento para embarazarme?
—Claro que no. No hay un momento perfecto para esto. — digo abrazándola.
—Si les es inoportuno en su viaje—
—Ellie, no tenemos un destino fijo. Con gusto los acompañaremos el tiempo que lo requiera. Somos compañeros de viaje.
—Gracias Aloise.
—Ni lo digas. ¡Voy a ser tía!
Se rió ante mi emoción que la contagie enseguida.
—¿Y ustedes cuándo?
—¿Cuándo qué?
Me miró escéptica a mi falsa duda.
—Ace y yo nos vamos a tomar nuestro tiempo. Si sucede que así sea.
—Me alegra saber que piensan tenerlos.
—Claro. Ver a Ace de papá me ilusiona mucho.
—Es muy bueno tratando con niños.
Asentí. —¿Quieres una fruta? Iré a traértelo.
—Te lo agradecería.
Ingresando a la cocina, veo a Faber sentado en la mesa mientras Ace está cocinando. Los dos voltean a verme.
—¿Cómo está?
—Está bien Faber. Tranquilízate.
—¿Quieres un poco? Estoy haciendo sopa de miso.
—¡Sí! Llevaré a Ellie una fruta y vuelvo.
—Voy contigo.
Ace puso los ojos en blanco al verlo tomar la fruta y salir conmigo.
Cuando regreso de conversar con los dos, Ace está sirviendolo en la mesa. Tomo la cuchara y lo pruebo.
—Delicioso como siempre.
—Claro, porque soy yo cocinando.
Le codeo haciendo que se encoja. Me toma de la cintura y me arrastra con él a sentarme encima suyo dándole la espalda.
—¿A qué isla iremos?
—Samerah. Es una isla en la que vivían muchos herboristas debido a las plantas medicinales que crecen por allí. En mi viaje a Drum corría el rumor que la mayoría de los doctores exiliados terminaron en esta isla volviéndola la nueva nación médica.
Vaya, no tenía conocimiento de ello. —¿Queda muy lejos? ¿Cuánto nos tomaría?
—Como una semana. —dice y me da una cucharada de la sopa.
—Tienes que enseñarme a cocinar.
Se ríe —Haré el esfuerzo. — dice antes de dar un bocado. Luego deja la cuchara de vuelta en la mesa.
—¿No te parece extraño?
—¿Qué cosa?
—Que fueran al Nuevo Mundo aquellos doctores. ¿Por qué no ir a una isla cercana?
—No lo sé. No lo he pensado mucho.
Continuamos comiendo tranquilamente conversando de muchos temas y el tiempo pasa lentamente para ambos.
He notado su mano traviesa en mi muslo que me estimula. No dice nada más mientras se concentra en darme de comer observándome atento cuando mete la cuchara en mi boca. Asciende un poco más cada vez que la sopa queda menos y siento que estoy quedando satisfecha de sopa.
—¿Quieres más? — me pregunta con los ojos nublados. Sus dedos acarician mi muslo repetidamente esperando mi respuesta.
Asiento y su mano sube a los botones de mi pantalón.
—Ace, no.
Mete la mano dentro y su dedo ingresa dentro de mi provocándome una mueca lo que lo hace sonreír arrogante. Lo sé porque lo escucho burlón.
—Estamos en la cocina.
—Mira la puerta.
—No—¡Ah!
Siento que mueve su dedo y me sujeto de su nuca, aprovechando para estirarle el cabello. Se le borra la sonrisa cuando mete el segundo dedo. Mi espalda cae a su pecho, apoyando mi cabeza por la de él. Me giro a verlo.
Maldita sea. El rostro de placer de Ace no ayudaba a calmarme.
Jadeé sobre sus labios mientras con su brazo libre me aprisiona por la cintura a él. Me remuevo sobresaltada al sentir sus dedos revoloteando en mi interior. Lo siento duro cuando ve cómo me muerdo los labios.
Mi otra mano cayó débil en su muñeca. Un falso intento de que se detenga pero no lo hace.
Una y otra vez, sin detenerse, me va empujando más a la lujuria.
—Ace, por favor.
—Qué. —espeta. No pregunta.
—Al menos en la habitación.
Su mano sale de mi pantalón y yo me retuerzo contra él por la perdida de excitación. Se lleva los dedos en la boca y los saborea, luego me toma de la cintura y me mece contra su miembro.
Jadea durante el beso.
—Qué hermosa es mi esposa. — murmura ronco.
No puedo responderle. Pongo mis manos sobre las suyas concentrada en la sensación. Se detiene poco después para besarme y llevarse todo de mí, haciendo que trague a la impresión.
—¿En la habitación entonces?
Asiento embelesada. Me inclino a darle otro beso pero más dulce y suave haciendo que él me abrace con fuerza. Al soltarme se lleva una mano a la cara y se ríe a carcajadas dejándome descolocada.
—¿Qué pasó?
—Me dio un ataque de alegría.
Le sonrío y doy un beso en la mejilla lo cual lo hace estallar en una enorme sonrisa.
—Vamos. — dice poniéndome de pie. Toma los platos y los sumerge en agua. —Prometo lavarlos después.