“Verdad a medias”
11 de septiembre de 2025, 21:16
Nanami revolvió pensativo su café mientras analizaba lo que Gojo acababa de informarle. Era una situación muy delicada y, considerando a Itadori-kun en la ecuación, había una alta probabilidad de que si esto se sabía genere pánico y caos entre los hechiceros. Lo desconcertaba su actitud por la señorita Akari. Si era el Gojo que conocía, ya habría finiquitado la situación. Así que considerando que pidió su ayuda y la de Mei Mei, la curiosidad que parecía tener por la extranjera estaba yendo a más. Se tomó el café considerando las opciones que podrían evitar la muerte de la hechicera.
—Ya teniendo a Sukuna no querrán agregar a otra maldición más, probablemente decidan matarla. —Mei Mei llega a la misma conclusión que él estaba pensando. —A diferencia de Itadori-kun, que debemos juntar los dedos y luego matarlo, Akari-san ya posee a la maldición en ella.
—Teniendo en cuenta que es una hechicera —continuó Nanami favoreciendo a Mei Mei— hay una posibilidad alta de que pueda fallecer en labor lo cual también complicaría las cosas.
Convocó una reunión de emergencia con las personas en quienes confiaba y que conocían a Akari para armar una estrategia ante el caso. Teniendo en cuenta la gravedad de la situación consideró necesario que al menos ellos tuvieran conocimiento sobre esto y que quizás pudieran darle una mano.
Satoru escuchaba las opiniones de sus colegas ante todo esto impotente. Debía haber alguna manera en la que podría salvarla.
—¿Sukuna habrá detectado la maldición de Akari-san?
—Lo más probable es que sí.
—Será mejor separarlos — espetó Nanami a Gojo.
—Podría ir a Kioto.
—Tienes que estar bromeando Mei Mei. Ahí no perderán la oportunidad para asesinarla, ya lo hemos visto con Yuji.
—¿Cómo piensas que se quede en Tokio si está Sukuna? — Nanami cortó el aire con lógica implacable.
—Tiene razón Gojo. — añadió Mei Mei jugando con un mechón de cabello.
Maldición. No estaba siendo objetivo. Quería mantener a Akari cerca suyo. ¿Pero entonces qué haría con los viejos? Sentía su cabeza palpitar como si los Seis Ojos le apretaran las sienes.
—Sólo nosotros sabemos lo de Akari — dijo finalmente, apretando los dientes. — y vamos a mantenerlo así.
—¿Y cuál es la coartada? — replicó Nanami sin rodeos. —Debemos protegerla y a la vez separarla de Sukuna, debe ser algo convincente. Si algo no cuadra, la ejecutarán y usarán eso como excusa para iniciar otra purga. No todos tenemos tu inmunidad... ni tu ego.
—La maldición está sellada dentro de ella. Si la matan, la liberan. —Gojo bajó un poco el tono, más grave de lo habitual. —Lo cual sería... catastrófico. Sukuna y esa cosa en el mismo plano no es una combinación que quiero ver en mi peor pesadilla.
—Entonces necesitamos una mentira funcional. —intervino Mei Mei. Cruzando las piernas con elegancia. —Algo que puedan creer... y temer. Una versión de la verdad que los mantenga lejos de ella. Al menos hasta que sepamos qué hacer con esa cosa. — Se genera un silencio por unos minutos hasta que vuelve a hablar. —Podemos decir que está atada a la maldición por un contrato maldito heredado. Algo ancestral, maldito, sellado con sangre. Y si ese contrato se rompe... desata una segunda catástrofe.
Nanami asintió lentamente. —Y agregamos que si alguien la mata, el contrato castiga al asesino. No se necesita mucho más. Los altos mandos temen dos cosas: perder poder... y perder control. Les estamos ofreciendo ambas.
—Les estamos ofreciendo miedo. —corrigió Gojo con una sonrisa seca. —Y esa es la moneda más valiosa del mundo Jujutsu.
—Voy a necesitar una compensación adecuada por todo esto ya que lo mencionas...—sonrió emocionada.— Pero me gusta. Lo haremos convincente. Yo me encargaré de los documentos que lo avalen, tengo los contactos adecuados para ello.
—Tenemos que enviarla lejos de Sukuna. — insiste Nanami. —A un templo restringido o un santuario sellado, con una buena historia de purgación detrás. ¿Tienes un lugar donde puedas esconderla? Es vital que esté aislada y protegida.
—La tengo. Estará fuera del radar de Sukuna. — negó ante el escenario que estaba cruzando por su mente. —Si la maldición se libera, si se junta con Sukuna... —pasó la mano por su cabello blanco. No quería admitir aquello pero era cierto. —no sé si ni siquiera yo podría detenerlos a ambos.
—Entonces hagámoslo bien. Rápido. Y sin errores. — declaró Nanami.
Mei Mei asintió —Como siempre.
—¿Y luego qué harás con la maldición de Tau? — hace la pregunta que tanto quería evitar escuchar.
—Encontraremos una solución.
—¿Encontraremos? ¿Por qué me suena a plural? Ya estoy haciendo mucho por ti aquí.
El celular de Satoru suena y reconoce el número que lo está llamando.—Sí que son rápidos. Entonces cuento con ustedes para armar nuestra defensa.
Gojo siempre le daba más trabajo.
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Akari no podía permanecer quieta mientras deambulaba por el departamento. La habían engañado. La habían traído hasta aquí para matarla y así sembrar el caos... con el maldito de Tau a la cabeza.
¿En qué estaba pensando Satoru? ¿Qué podían hacer ahora?
Se dejó caer en el sofa, intentando desentrañar su mente, buscar respuestas pero no encontraba nada. Ella creyó que, por los años, la historia de hechicería, por el avance que había aquí a diferencia de su país, la habían descubierto por sus habilidades.
Fue una ingenua. Y eso la enfurecía aún más. La habían llevado directo a una trampa. ¿Quién se había comunicado con Yaga? ¿Quién había enviado su solicitud? Nada tenía sentido.
Satoru apareció frente a ella, de repente, haciéndola saltar del susto. —¿Dónde estabas?
—Tenía que elaborar las condiciones de tu existencia. Bien. — dice posando ambas manos sobre sus hombros, como si hablara del clima. — ¿Estás lista para ser una bomba inestable capaz de destruir el mundo de la hechicería?
—¿Qué?
—Escucha, Akari. No puedes decirle a nadie sobre Tau. A nadie. Deja que Mei Mei, Nanami y yo nos encarguemos de esto.
—¿Qué piensan hacer?
Satoru se alejó caminando por la habitación con las manos en los bolsillos y se dejó caer en el sillón. Cerró los ojos y permaneció en silencio. ¿No va a decirme nada?
—Satoru. Dime que piensan hacer.
—Le daremos a los Altos Mandos una historia que los asuste lo suficiente como para no tocarte. Eso es todo.
—¿Qué? — sintió que se le iba el aire.— ¿Qué historia?
—Que tienes una maldición ancestral sellada en el cuerpo. Que si te matan, se libera... y se une al hechicero más poderoso del momento.
Akari quedó paralizada. Esa mentira... era descomunal.
—¿Y quién sería ese "hechicero más poderoso"?
Le regaló una sonrisa ladina —Adivina.
—¿Me estás diciendo que si alguien me mata, Tau se ataría a ti?
—Eso dirán los documentos... que "encontramos". — bostezó, con una risa ligera al final.—Mei Mei los va a falsificar, así que quédate tranquila, van a parecer auténticos.
—¿Y eso te parece gracioso? Me están usando como un maldito ultimátum ambulante.
—Prefiero que te vean como una bomba que no pueden tocar, a que te vean como un problema que deben eliminar.
No podía creer lo que estaba sucediendo. —¿Y si descubren que es mentira?
—No lo harán. No por un tiempo. — dijo con seriedad y su tono logró calmar su ansiedad. — Y ese tiempo es justo lo que necesitamos para encontrar una solución real... o sellarlo mejor.
—¿Y mientras tanto?
Satoru le extendió la mano.
—Mientras tanto, estás conmigo. Y mientras estés conmigo, nadie te va a poner un dedo encima.— Hizo una pausa. —Además, siempre quise tener una novia maldita legendaria. Me da muchísimo prestigio.
Akari suspiró, frotándose los ojos. —No soy tu novia. — murmuró.
Satoru le sonrió sin molestarse por su rechazo.
—¿Ah no? Entonces va a ser más difícil justificar lo sobreprotector que soy.
El silencio se apoderó del ambiente. Akari se quedó observando un punto fijo, procesando todo. Sabía que la mentira les había comprado tiempo, pero también los metía en un juego más grande. Algo que ya no controlaban.
—Voy a tener que llevarte lejos de Tokio, es peligroso que estés cerca de Sukuna.
—¿No sería mejor volver a mi país? — preguntó agotada.
—No. —Su respuesta fue inmediata que la dejó impactada. —Aquí podremos protegerte mejor. Yo me encargaré de que no te suceda nada.
—Si me trajeron aquí debe haber alguna condición. Quizás si regreso...
—No vas a regresar. —sentenció, sin dudar.
—¿Cómo que no? —Miró a Satoru como si se hubiera vuelto loco. —¿Disculpa?
No lo iba a permitir.
Por primera vez se estaba atreviendo a sentir, a abrirse a lo que surgía entre ellos.
Y aunque Akari tuviera al mismísimo Satanás dentro, no pensaba alejarse.
Se había decidido.
Sí, la acababa de conocer. ¿Y qué? La quería.
Y la tendría. Él era Gojo Satoru.
Nadie se interpondría entre ellos.
—¿Vas a obligarme a quedarme Satoru? — se cruzó de brazos.— Será mejor que te expreses con más claridad.
O quizás fuera Akari quien se interponga. Entrecerró los ojos, analizando las posibilidades y sus siguientes movimientos.
No le estaba gustando cómo la estaba mirando. Recordó las advertencias de Yaga y los chicos y tragó nerviosa.
"—... Ahora mismo usted ha captado su curiosidad y él es muy persistente a las cosas que lo intrigan."
—No les daremos la satisfacción de retroceder. — dice, encogiéndose de hombros.
—No es retroceder Satoru es—
Calló al verlo ponerse de pie. ¿Qué estaba sucediéndole? ¿Gojo?
Él percibió su cambio de actitud y fue como si lo hubiera apuñalado.
—Escucha. No voy a obligarte a que te quedes. — se cruzó de brazos. — Pero te advierto que si no tomas acciones con respecto a esto aquí, donde me tienes a mí y a otros hechiceros... bueno, sinceramente no te veo con mucho futuro fuera de aquí.
Tenía razón. Se removió incómoda.
—Ahora, creo que es momento de descansar. Ya es pasada la medianoche y tenemos que lidiar con muchas cosas en la mañana. Puedes quedarte en la habitación si te sientes cómoda conmigo. Si no, puedo llevarte a otra parte. De igual manera, estaré cerca.
—Lo siento Satoru.
Exhaló lentamente para calmarse. —No, yo lo siento. Me expresé mal.
La verdad que había dicho lo que quería decir, pero para dejarla tranquila... mentiría. Usaría sus influencias para evitar que se fuera
Akari volvió a recuperar la calma al verlo reconocer su error. Estaba haciendo todo esto por ella. ¡Dios, tremendo engaño estaba organizando para evitar que la mataran! Se llevó una mano a la frente. La realidad la golpeó como un balde de agua helada.
—¿Qué pasa? — le preguntó al verla mortificada.
—Te estoy causando muchos problemas. Vas a tener que mentir—
—Ya no le des mucha vuelta, Akari. No es como si fuera la primera vez que les oculto algo a esos viejos. — señaló la camiseta sobre el respaldo del sofa. —Itadori ¿recuerdas? Además, si nos empiezan a causar problemas, los mataré a todos y fin de la historia.
—No puedes estar hablando en serio.
Hoy tenía la boca floja. Tenía que parar o la iba a asustar. —Es broma. Lo resolveremos. Ya es hora de descansar para ti. — dijo acercándosele. —Siento que nuestra noche haya terminado así.
Akari lo consoló con una sonrisa — Ya tendremos nuestra cita real pronto.
Eso esperaba. Tomó su mentón y lo levantó para verla mejor. Quería besarla, quería agarrarla, levantarla y llevarla a la habitación para hacerla suya, pero tenía que comportarse. Maldita sea, su paciencia se agotaba teniendo en cuenta lo delicado de la situación. Probablemente Akari no estaba en la misma sintonía que él por todo lo que había pasado.
El tacto de Satoru la quemó. Observó cómo la comía con la mirada, aunque se mantenía sereno. No percibía de él ningún otro movimiento. Cuando se atrevió a tomarle de la muñeca, él despertó, tomó su mano y la besó con suavidad.
—Puedes hacerte de mi ropa si deseas para dormir más a gusto. Sería un placer para mí saber que, de alguna forma, puedo tocar ese cuerpo tuyo.
Akari se quedó sin habla. Hasta ahora no había sido tan directo. Satoru sonrió.
—Buenas noches Akari. — dijo, empujándola suavemente hacia el dormitorio.
—Buenas noches Satoru, que descanses.
Lo vio mirándola cerrar la puerta con una sonrisa en los labios. Pero había algo distinto en él... Algo en su mirada que no le gustó ¿Qué estaba pasando?
Satoru se quedó observando la puerta cerrada. No iba a permitir que se la arrebataran. No mientras él siguiera con vida.