CAPÍTULO 01
12 de septiembre de 2025, 4:56
—Sólo quiero que desaparezcas de mi vida, Mikasa. —Fue tajante con sus palabras. La miraba con un odio rezumante, de aquellos que cortaban el aliento si te acercabas mucho a su espacio personal. Tenía sus dientes apretados con una intensidad que, de forzar un poco más, se los partiría en mil pedazos. Su respiración había tomado una calma que daba pánico, como si haberla expulsado así de su vida hubiera sido lo mejor que le habría podido suceder. Caminó dos pasos hacia ella y sin dudarlo, agarró la bufanda con la rabia que le tenía inundado por completo. Tiró de ella con tal fuerza que empezó a estrangular aquel fuerte cuello, haciendo que la que era su hermana adoptiva empezase a intentar deshacerse de aquella presión— Vete. No quiero volver a verte.
Mil cuchillas más abalanzándose sobre ella. No pudo contener las lágrimas y sin apartar la vista de él cuestionó si todo lo que estaba diciendo era cierto. ¿En qué momento todo había cambiado tanto? Eren no era así. Es cierto que siempre se alejaba de ella, ¡lo había notado! Pero había preferido seguir mirando hacia otro lado. Era su hermano, era quien le había dado motivos para vivir. Su vida no tenía ningún sentido si no hubiera sido por él. Si la iba a odiar tanto, ¿por qué la salvó? Quiso llamarlo, pero la bufanda le oprimía tanto que le fue imposible. Sólo pudo gemir débilmente, consiguiendo que se la soltase. Cayó de rodillas mientras tosía para recuperar el aliento perdido. Alzó su mirada para ver cómo le estaba dando la espalda para marcharse.
—¡Eren! —Le llamó sin aire— Te daré siempre… Mil motivos para odiarme… Todos los días… Pero no me apartes… —Intentaba recobrar el aire con rapidez para evitar que se marchara, pero todo fue el balde. Notó un fuerte golpe en su costillar derecho, lo que hizo que se desplazase sin fuerza unos metros por el suelo. Sonaron ciertas risas que pronto se vieron calladas para pasar a carraspeos nerviosos. El ambiente se volvió tenso y horrible— Eren… —Susurró antes de notar como la alzaban por las axilas para dirigirla fuera de aquella sala. La tiraron como un peso muerto sobre el suelo mojado por la lluvia que hasta hacía escasos minutos había caído por la ciudad. No pudo volver a levantarse y sólo se quedó desahogándose allí— ¿Por qué…? —Se susurró más para sí que para nadie de los presentes. ¿Qué le quedaba ahora?
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Cogió aire con intensidad antes de abrir la puerta de aquella taberna a la que la habían invitado. Sonidos alegres contrarrestaban su estado de ánimo, el cual no estaba consiguiendo recuperar en ningún momento. Se estaba esforzando, pero por alguna razón no podía aceptar el hecho de que Eren la hubiera expulsado así de su vida. No quería nada más de él, sólo estar a su lado para protegerlo y asegurar que lo que más le importaba estaba bien.
Sus pensamientos se vieron rotos ante el saludo de sus compañeros, quienes la esperaban con una amplia sonrisa, la cual se vio algo pesada al verla entrar tan deprimida.
—¡Mikasa, menos mal que has venido! —Anunció entonces Armin, quien corrió hacia ella para abrazarla con el más puro de los cariños. Ella sólo pudo asentir— Anímate, Mikasa. No quiere a ninguno a su lado, no te castigues así.
—Armin…
Una leve palmada en su hombro izquierdo la animó a caminar hacia la mesa donde estaban todos reunidos. Jean aprovechó que acababa de ir a por una nueva tanda de vino para dar el paso de sentarla junto a él. Todo el mundo sabía qué había ocurrido y el motivo por el que su compañera se había aislado tanto de todos. En una situación normal a nadie le habría dado el descanso que decían que merecía, pero una orden de las altas esferas ordenó que si ella lo solicitaba, que la dejasen hacer para recuperarse. La observó de reojo y como siempre, volvía a quedarse prendado de ella. No podía evitarlo.
—¡Venga, chicos, que es la última noche antes de zarpar! —Rompió el hielo mientras empezaba a llenar los diferentes vasos que la taberna les había aportado.
Ante aquello no pudo evitar mirar a su compañero con sorpresa— ¿Os vais? —Preguntó de golpe. No se había enterado de nada en aquel mes que estuvo totalmente desaparecida ayudando en el orfanato y una vez más había vuelto a alejarse de todo por no saber gestionar bien nada. ¿Si sus amigos se iban qué iba a hacer ahora?— ¿Todos…? —Cuestionó como si disparara una bala.
Jean suspiró de forma tendida— Tienes todo el tiempo del mundo para intentar recuperar fuerzas, Mikasa. No podemos perder a la mejor soldado que tenemos, pero el mundo no ha dejado de avanzar y seguimos con las negociaciones. Mañana partimos sin fecha de vuelta.
Aquello le dio un vuelco al corazón— Sin fecha de vuelta… —Susurró sin perder un atisbo de sorpresa.
—Pero no te preocupes que en cuanto nos despistemos todos estaremos de vuelta, pudiendo vivir una vida en paz. —Añadió entonces su mejor amigo.
—¿Os… Vais todos? —Lanzó una mirada fugaz hacia los compañeros que quedaban de su escuadrón. Obtuvo un asentimiento general de los presentes.
—¿Te vas a poner ahora triste porque nos marchemos? —Bromeó ahora Jean antes de darle un largo trago al vino. Intentaba disimular que se sentía totalmente perdido por aquella reacción. ¿Igual ahora Mikasa necesitaba de sus amigos para poder enfrentarse a la realidad del abandono de Eren? No tenían la confianza suficiente como para hablar de esos temas, pero no podía negar que le interesaba mucho saber cómo se estaba sintiendo y si podía ayudarla en algo.
La morena bajó los hombros con pesadez a la par que su mirada— Entonces… ¿Esto ha sido sólo para despediros? —¿Qué estaba pasando ahora de pronto? ¿Por qué todo le estaba doliendo tanto? Nunca había sido sincera con nadie sobre lo que sentía, pero desde hacía un tiempo todo su mundo había dado un vuelco y ni ella misma sabía muy bien qué era lo que debía sentir. ¿Qué estaba bien? ¿Qué Mikasa era ahora y por qué ni ella misma se estaba reconociendo? La mirada de sorpresa de la encargada del orfanato fue la primera en hacerle ver que algo dentro de sí había cambiado para siempre. Y ahora, después de un tiempo alejada de todo, cuando quería retomar las riendas de su vida, todo vuelve a cambiar. Pareciera que estuviera destinada a estar sola. Igual debía empezar a asimilarlo.
—Mikasa… —La voz de Armin sonó preocupada— No es un adiós, pero es cierto que no sabemos cuánto tiempo estaremos fuera y queríamos reunirnos aquí para despedirnos y hacerte saber que pase lo que pase, aunque estemos lejos, estamos a tu lado. Así que por favor, no lo dudes. Cuando sientas que algo va mal, escríbenos. —Pidió mientras le acercaba un papel doblado— Esta son las direcciones que nos han dado. Cualquier cosa que necesites no dudes en escribirnos.
Asintió débilmente mientras aceptaba aquel papel. Lo abrió con cuidado para leer ambas direcciones, las cuales desconocía por completo. Volvió a doblarlo para guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta.
—¡Chicos, vamos a intentar disfrutar! Vamos a recordar a todos nuestros compañeros y a dejar constancia de que esto es una primera parte… De lo que está por venir. —Fue Connie el que tomó la voz cantante, alzando su vaso para brindar con todos.
La noche transcurrió animada, incluso para la depresiva Mikasa quien sólo se limitó a beber un vaso de vino que aún no había terminado, pues su falta de costumbre hacía que cualquier gota de alcohol le sentase como si hubiera bebido cien botellas de golpe. El calorcito y el leve mareo lo llevaba notando desde el primer trago, lo que la ayudó a olvidar un poco el pesar que llevaba encima. Mas de pronto todo dio un giro al venirle miles de recuerdos a la mente. Recuerdos que no paraban de correr por su alrededor. Cinco años habían dado para mucho y ahora estaba siendo consciente del pesar de muchas pérdidas. Qué caprichoso era el maldito alcohol.
—Bueno, chicos, uno que se marcha. —Dispuso Connie terminando su bebida.
—¿¡Ya!? —Fue más bien una queja del castaño— Si seguro que papá y mamá te lo habrán dejado todo dispuesto para que su nene no se canse mucho.
—¡Cállate, Jean! —Gritó lanzándoe una bolita de papel que había hecho en un segundo— Voy a aprovechar para despedirme de Sasha. —Su voz se entristeció levemente— No quiero irme sin hacerlo.
—Sasha… —Justo una de las últimas imágenes que se le vino a la mente fue ella. Su corazón se volvió a achicar, aunque aquellas sensaciones no las mostraba y se las guardaba para sí. Mañana aprovecharía para ir a verla también y hablar con ella, pues hacía tiempo que no se pasaba por allí.
—Bueno, que me voy. —Anunció levantándose y viendo como tras él parte de los presentes hacían lo mismo— ¿Y vosotros?
—Se nos ha pegado el tiempo, así que más vale que nos vayamos también. —Respondió una jovencita con una amplia sonrisa y coloretes marcados.
Quedaron tres allí: Jean, Mikasa y Armin, quienes observaban la marcha de la gran mayoría con atención. Un largo silencio se hizo entre ellos.
—Mikasa. —Llamó Armin ahora con pesadez— E intentado convencer para que vinieras, pero algo no nos ha dejado. —Aquello sorprendió a la muchacha— No sé qué se está cociendo aquí, pero ten mucho cuidado. —Bajó su tono de voz, intentando mantener la compostura para no levantar sospechas— Eren está irreconocible, ya lo sabes. Ni yo sé qué le ha pasado en todo este tiempo, pero hace tiempo que no me deja acercarme a él y eso me tiene muy intranquilo.
—No te agobies, Armin. —Cortó Mikasa con su característica impasividad— Eren me echó de su vida y a mí tampoco me quiere cerca. No sé qué haré mientras no estéis, pero supongo que pronto me darán órdenes. Lejos de Eren, claro.
—No lo sé, Mikasa. De verdad que no lo sé, pero la sensación de que algo malo se está creando me tiene intranquilo y quisiera que te vinieras conmigo. Por eso…
—No.
Chasqueó entonces Jean con pesadez. Sabía perfectamente la respuesta que iba a dar, no obstante no podía evitar sentir molestia por aquello— No te cuesta nada, Mikasa. —Añadió entonces terminando la bebida de un trago.
—No. Me tengo que quedar aquí por algún motivo y eso haré. No me voy a acercar a Eren, no voy a seguir con ello porque no quiero que me odie de más. Igual necesita tiempo, no lo sé, pero a lo mejor tengo que quedarme para cuidarle o yo qué sé. —Ahogó sus palabras en la bebida— Es hora de irse.
Se levantó con decisión, mas su cuerpo se balanceó sin ningún tipo de control siendo Jean quien logró sujetarla, seguido de un silbido divertido— Guau… Te hacen falta más celebraciones, eh. —Añadió abrazándola con cuidado.
Aquello la sorprendió por completo, pero más el hecho de escuchar los nerviosos latidos del corazón que el abrazo del mismo. No sabía cómo reaccionar así que sólo se dejó guiar por su compañero. Salieron y el aire fresco de la madrugada los acarició con suavidad.
—Qué buena noche. —Aportó Armin con delicadeza sin obtener ninguna respuesta, lo que le sorprendió y no pudo evitar mirar de reojo para ver a Mikasa protegida por los fuertes brazos de Jean y se sintió mal de golpe. ¿Acaso Mikasa no merecía algo mejor que lo que estaba viviendo? Se había enterado de cosas de Eren y desconocía si ella las sabía, pero de hacerlo no podía ni imaginar el dolor que debería estar sintiendo— Yo tengo que ir por aquí, ¿vosotros?
—Acompañaré a Mikasa a casa, si no te importa. La veo inestable de más y no me gustaría que se viera envuelta en problemas. —Dijo risueño.
—Pues me fío de ti. Cuídala y nos vemos mañana. Mikasa… —Se acercó a ella para pedirle un abrazo de despedida. La morena se alejó de los brazos de su compañero y le abrazó con una fuerza débil, algo muy raro en ella. Sus brazos le temblaban y si Mikasa no fuera como era seguramente le habría pedido irse con ellos o que no se marchasen, pero sabía que iba a guardar silencio y que iba a dejar todo ir a su curso— Por favor… Avísame de cualquier cosa. —La notó asentir con debilidad— Hasta mañana, Jean. Nos vemos, Mikasa.
Se despidieron una última vez antes de comenzar a caminar hacia el hogar de Mikasa. El silencio predominaba entre ambos, pero no era incómodo ni mucho menos pues después de tanto tiempo al final era el estado natural entre ambos cuando se encontraban en soledad. Había muros formados entre ellos y los respetaban, sabían hasta dónde iban a llegar o eso creían.
—Jean. —Respondió con un leve sonido a la llamada— ¿Por qué somos tan parecidos?
Frunció el ceño ante la pregunta, ¿qué quería decir con que eran tan parecidos? La miró dibujando una sonrisa jocosa y despreocupada en su rostro— ¿De qué hablas?
—Ambos seguimos y deseamos cosas que no vamos a tener nunca. ¿Por qué somos así?
—Mikasa, ¿tan fuerte te ha sentado el vino? —Añadió con una risa nerviosa, ¿qué le pasaba? Nunca había dicho algo así y no había duda de que lo estaba dejando completamente fuera de juego.
—Puede ser, perdona. —Se disculpó escondiendo su rostro entre su bufanda, tal y como era habitual en ella cuando no quería que sus emociones se dejasen ver.
—Pero no lo sé, supongo que es la chispa de la vida. O porque somos kamikazes, no lo sé. ¿A qué ha venido eso? —Su corazón se paró de golpe al notarla abrazarle con fuerza. Escondió su rostro en el pecho contrario y simplemente se quedó así— Mikasa… —Sólo pudo corresponderle al abrazo sin añadir nada más.
¿El muro acaso se estaba agrietando?
—Es mi despedida, que hemos llegado. —Anunció entonces y aquello lo despertó por completo, pues aquella actitud desde la salida de la taberna le había pillado tan desprevenido que no sabía ni en qué momento y lugar se encontraba.
—Es… Cierto.
Mikasa se separó de él y sin saber muy bien ni cómo ni porqué se habían unido por un cálido beso. Las masculinas manos de su compañero acariciaban sus mejillas con suavidad a la vez que notaba un leve temblor en ellas. Las cogió con suavidad antes de alejarse de aquellos labios, ¿qué les estaba pasando? Y ya todo fue perder el control.
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Era noche cerrada cuando despertó debido a un fuerte dolor de cabeza. No recordaba cómo había llegado a su casa, pero se sentía cálida por algún motivo y su cuerpo tenía cierta pesadez ajena que le aportaba cierta paz. Un ronquido la asustó, girándose con cuidado para ver a Jean dormir a su lado con una tranquilidad envidiable. Se tapó la boca con sus manos por la impresión. Un calor empezó a emanar de su cuerpo y si hubiera sido un colosal habría empezado a soltar vapor sin ningún tipo de control. Se sentó de golpe y las sábanas al caer mostraron que su cuerpo estaba totalmente despojado de sus ropas. Jean se movió hacia el lado derecho, dándole así la espalda. Levantó las sábanas para ver el trasero desnudo de su compañero. ¡No podía ser! Se abrazó por sus piernas intentando asimilar qué estaba haciendo en su cama con Jean y ambos desnudos. ¡No es que fuera tonta, ni mucho menos, pero cuándo llegaron a esa situación! Fue el alcohol, ¿por qué se dejó llevar por completo?
Se levantó con cuidado y salió de la habitación para encerrarse en el baño y darse un baño. Perdió el control del tiempo debido a los miles, ¡millones de pensamientos! que le venían a la mente, intentando recordar lo ocurrido sin suerte, por lo que al salir observó que empezaba a amanecer. Tapada con un albornoz finito se quedó apoyada en la puerta de la habitación, observando a su compañero dormir plácidamente.
—Jean… —Le llamó con una vergüenza inimaginable. El llamado sólo se removió débilmente sobre su sitio— Está amaneciendo… —Añadió en tono bajo y es que por más que quisiera no le salía un tono mayor y fue entonces cuando le notó moverse con algo más de intensidad— ¿Jean? —Volvió a llamarle y en esta ocasión el aludido levantó su cabeza— Está… Amaneciendo.
Se sentó de golpe sobre la cama. Otro inconsciente que no recordaba nada de lo que había ocurrido. La miró interrogante mientras tragaba saliva con nerviosismo, pero el problema es que se le había quedado la boca seca.
—Mikasa, ¿qué…?
—Creo que sí, que nos hemos acostado. Yo no recuerdo nada, ¿y tú?
Negó con nerviosismo antes de suspirar de forma agobiada— Yo… Joder, ¡lo siento, Mikasa! Te juro que nunca he pretendido aprovecharme de ninguna situación. Yo…
—Ya está hecho, Jean. —Sonaba tranquila, aunque por dentro tenía una cantidad de sentimientos que no lograba definir— Ambos sabemos que ha sido un error, ¿verdad? Que no se va a repetir y que no significa nada. ¿Verdad, Jean? —Su voz empezó a ser cada vez más penetrante y él sólo pudo asentir con desazón.
—Será mejor que me vaya. Lo siento, de verdad. Te juro que lo siento. —Se disculpaba una y otra vez mientras salía de la cama y se vestía con nerviosismo. Ella no pudo evitar observar con atención y retuvo muchos detalles de su compañero en un segundo. Tardó dos segundos en estar listo para marcharse. Se volvió a disculpar con una pena terrible antes de correr hacia la salida.
—Jean. —Le llamó ahogada, como si algo desconocido quisiera salir de su interior— Ten cuidado. —Fue lo único que pudo decir.
—Tú también, Mikasa.
La puerta se cerró tras él y sin saber qué pasó en ese instante sintió que todas sus fuerzas la abandonaron y sus piernas no fueron lo suficientemente fuertes como para sostener su peso— ¿Qué te pasa, boba? —Se preguntaba entre lágrimas. Agarró su pecho con fuerza, como si intentase arrancarse el corazón de golpe.¿Qué le pasaba últimamente? ¿Por qué sentía que estaba funcionando tan mal? ¿Por qué sólo podía estar sintiendo cosas tan tristes? ¿Y por qué dejaba que todos esos sentimientos la condenasen? Estaba siendo una máquina de errores. Los cometía en fila y sin miedo, pero cuando se sucedían sentía como si una aguja se clavase en su corazón y empezaba a moverse en su interior, provocando una hemorragia difícil de contener.
Y allí se quedó hasta que el sol se alzó en lo más alto. Eren ahora ya no era el único que tenía razones para odiarla, puesto que ahora estaba empezando a tenerlos para sí misma. Qué idiota era.