ID de la obra: 777

Mil motivos para odiarme

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R
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2
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planificada Maxi, escritos 216 páginas, 112.248 palabras, 25 capítulos
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CAPÍTULO 24

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Se mantuvo junto a Julio en la última fila pese a que Mimi le dijo que estaba bien si querían estar al lado de Mateo, mas Mikasa no podía. El ambiente estaba destrozado y la pena era tan angustiosa que hacía que el aire fuera difícil de respirar. Observaba totalmente destrozada la imagen de Mateo, abrazado por sus dos inseparables amigos, totalmente ido. No había hecho ningún comentario desde que su padre cayó totalmente inerte en aquella plaza, aunque tampoco había pasado tiempo a su lado, pues él se refugió en su habitación y ella lo hizo en el orfanato. Se hizo un silencio letal tras aquello y mucha gente se marcó a fuego la lección recibida: no había salida y nadie debía traicionar a la corona. No obstante, ella había sido la culpable de todo aquello. Si no hubiera querido marcharse Mateo padre seguiría vivo y aquella idea la perforaba de punta a punta, bajando su mirada sin poder evitar derramar alguna lágrima furtiva. La mano de Julio sobre su hombro la asustó, dedicándole una furtiva mirada. —Mikasa. —Si no hubiera intentando marcharme, Julio… —Sé lo que sigue a eso, Mikasa… Y no es verdad. Él no merecía este final, lo sabemos, pero también debes saber que esto es una guerra… —Una de desgaste… —Julio emitió un débil sonido de sorpresa al no entender qué era lo que acababa de decir la morena. La observó reír con debilidad sin poder evitar emocionarse una vez más— Ese fue el último consejo que me dio Mateo padre… Me dijo: Esto es una guerra. No como aquellas que conoces, sino una guerra de desgaste y hay que saber jugar con todo lo que hay sobre el tablero. Juega con la información, juega con los aliados y no temas a errar para hacerte más fuerte. —Repitió las palabras tal cual las recordaba, reviviendo aquel momento junto a él tras el juicio de Quinta. Le recordó molesto porque no vio necesario hacerle algo así, pero aquella conversación fue muy importante para ella— Me dio muy buenos consejos y me decía que no podíamos hacernos responsables de todo lo que le pasa a la gente que amamos… Parece como si se estuviera preparando para esto… —Igual algo sabía, Mikasa… Hombres como él saben mucho, pero dicen poco. Y ahí es donde está su poder. —Julio alzó la mirada hacia Mateo hijo, observando como se le iba acercando la gente para darle el pésame y él respondía con la máxima entereza posible— Deberíamos darle el pésame cuanto antes para que pueda descansar. Mikasa asintió con el corazón encogido al ver cada vez más cerca el momento de enfrentarse a la realidad de Mateo. Sabía qué se sentía cuando perdías a alguien amado, pero en aquel momento todo había sido diferente a como ella lo había sentido, pues aunque quisieran animarla era cierto que la culpa, una vez más, volvía a hacerse con su interior. Llegaron frente al derrotado compañero, correspondiendo al abrazo en silencio sin ser capaz de dedicarle una simple mirada. La morena se marchó igual que llegó al entierro: acompañada por Julio quien, después de como estaban las cosas, no quería dejarla sola. La acompañó al orfanato y aunque le insistió en que no era necesario, Julio no se marchó hasta que no la vio entrar en el lugar. El calor era acogedor y el sonido de su llegada hacía que los adultos salieran para recibirla. Recibió varios abrazos que sintió inapropiados, pues ella no era la que necesitaba algo así, pero correspondió con cordialidad. Entró al comedor para dirigirse hacia el moisés que custodiaba a su pequeña, la cual dormía de forma plácida a la vez que disfrutaba del pequeño mecer que su abuelo le daba, quien en susurro, y junto a Emma como asistente, le daba el parte de cómo se había portado, a lo que sólo pudo agradecer con una triste sonrisa. Decidió ir a darse un baño antes de la cena. Lo necesitaba, pero no porque se sintiera sucia o algo por el estilo, sino porque quería tener un escondite para poder desahogarse todo lo posible. Ocultar sus lágrimas con el agua y que así nadie le preguntara nada. Escondió su rostro entre sus piernas, intentando llorar el máximo posible sin emitir sonido alguno. Gritaba, maldecía y lloraba en silencio, agarrando su cabello con fuerza y perdiendo el control de su respiración. ¿Por qué tenía que estar viviendo todo aquello? ¿Qué mal había hecho para que todo hubiera cambiado de forma tan abrupta? ¿Qué debía hacer para deshacer todo el mal que había creado? Echaba de menos a sus amigos y los quería a todos a su lado para que la ayudaran a entender qué estaba pasando con ella, qué pieza estaba mal con ella en toda aquella historia y así intentar descargar un poco todo aquel peso que su alma no dejaba de arrastrar con ella. Estaba en un círculo vicioso de dolor, pesar y depresión que no paraba de consumirla. ¿Cuánto iba a ser capaz de aguantar? Porque a cada segundo que pasaba la sensación era cada vez peor. Llamaron a la puerta con suavidad, haciendo que corriese a lavarse la cara. Megumi había acudido para darle aviso de que la cena estaba lista. Sólo asintió sin ser capaz de girarse para mirarla, recibiendo un abrazo por la espalda en silencio, lo que la hizo romper a llorar de nuevo, pero esta vez sin contener el sonido de su pena. La cena transcurrió como era habitual y cuando todo se recogía y los niños eran acostados, la calma se hacía con el lugar. El comedor entonces pasaba a ser el lugar de los adultos, quienes hablaban y compartían sus cosas. Mikasa se hizo dueña de la pequeña mecedora que había al lado de la chimenea. Mecía a su pequeña con calma, mientras la observaba alimentarse y llegados a ese punto se preguntaba también si el alimento que su hija estaba recibiendo de ella estaba siendo adecuado, pero acariciar su moflete rechonchito cuando soltaba el agarre de su dedo hacía que todo el mal que existía, desapareciese. Las conversaciones continuaban ajenas a ella y el silencio se hizo de pronto cuando tocaron a la puerta. Fue Artur quien abrió y dio paso a un Mateo deprimido. Saludó con cierto nerviosismo antes de empezar a recibir abrazos y condolencias. Le empezaron a preguntar si estaba bien y entonces no pudo evitar llorar débilmente. —Es que… Bueno… —Sus palabras se cortaban y con nerviosismo se rascaba su nuca— John tenía guardia y no… Quería quedarme solo, así que quería saber si me podía quedar aquí… —La respuesta no tardó en hacerse llegar, observando como Megumi y Lisa rápidamente fueron a preparar la habitación que iba a ser suya esa noche y las que desease. Cuando le dieron espacio, su mirada se clavó en la asiática, quien se la apartó con pesar— Siento no haber hablado… Estaba un poco ido… —Mikasa sólo negó sin apartar la mirada de su nena. Mateo acarició sus manos con nerviosismo antes de sentarse en el asiento que había a su lado, acariciando con cuidado la negra melenita de pelo que aquella bebé tenía— Era un viejo bobo… Pero buen padre y amigo y estoy seguro de que odiaría que te sintieras culpable por esto, Mikasa. —Mikasa volvió a negar con debilidad, intentando aguantar las lágrimas una vez más— Fue una decisión propia. Nadie me obligó y cuando alguien toma una decisión debe saber que existen consecuencias. Yo quería que fueras libre y ahora estás más atrapada que nunca, cosa que igual se podría haber evitado si hubiéramos sido más listos, más expertos, pero somos unos idiotas que nos creemos con suerte. —Rió con debilidad antes de llorar con calma— Le echo de menos. Muchísimo. Nos llevábamos bien y cuando mamá murió nos unimos más aún, pero él siempre decía que daba igual cómo, que él era el que debía morir primero porque un padre nunca tiene que ver morir a un hijo… Y una parte de mí se calma con eso, Mikasa… Imagina que me hubieran matado a mí… No quiero ni imaginar cómo se habría sentido… Y si lo hago se me parte el alma en mil pedazos… Y por eso siempre he querido proteger a Sasha… Incluso cuando ni siquiera sabíamos qué era y vimos a su madre entrar en pánico cuando verbalizó la posibilidad por primera vez, porque fue lo que pasó, ¿sabes? —Esto último se lo susurró a la bebé con un tono divertido— Siempre le seré sincero con eso. —¿Con qué? —Con el hecho de ser el resultado de una noche de borrachos, algo que revienta a su tío. —Rió con debilidad— Quiero joderle vivo, Mikasa. Y lo voy a hacer. No sé cómo, pero le voy a putear todos y cada uno de mis días y te juro que voy a conseguir que se vuelva aún más loco todavía. Y si muero, lo haré con esta misión propia. Y no quiero que derrames ni una sola lágrima si eso pasa. —No prometo nada. —No me honres con lágrimas, hazlo poniéndole mi nombre al siguiente bebé asiático que venga de tu parte. Buscaré la mejor botella de vino, te lo juro. —Por favor… Rió con debilidad antes de pedirle a la nena, pues había terminado su comilona y le apetecía cargarla para darle palmitas y ayudarla a expulsar así sus gases— Mikasa, tenemos que ponernos en forma. Nos están dando por todas partes y es algo que debemos evitar, sobre todo si tenemos que proteger a los nuestros. —He tomado una decisión sobre eso, Mateo. Voy a dejar el cuerpo para solicitar formar parte de la Policía Militar. —Aquello le cortó el aire al contrario, hasta el punto de no ser capaz de mediar ni una palabra. Lo había dejado totalmente descompuesto— Ten a tus enemigos cerca, ¿no? Pero lo que busco es que no me saquen de los muros y ver si soy capaz de sacar información estando cerca de la corona. Después de lo de… Bueno, igual Eren cree que me tiene bajo su yugo. —Ostras, Mikasa, ¿cuándo has planeado eso? —La mencionada sólo pudo sonrojarse antes de responder, mas la risa de su compañero la cortó— Yo creo que aceptaré lo que tengan preparado para mí, que seguramente sea degradarme, pero bueno… He pensado en tomar un perfil bajo y hacerme con toda la información posible. Un poco como tú, haciéndole creer a Eren que me ha hecho comprender la lección por completo. Tras aquello, la conversación, el intercambio de planes del uno y del otro continuó un rato más y aunque se sentían como profesionales, era cierto que no iban a tomar ninguna decisión si sopesarla con el resto del grupo y compañeros, ya que necesitaban el consejo de alguien aún más versado en el arte de la guerra de desgaste.

***

Estaba nerviosa. Muy nerviosa, pero llevaba su plan estudiado por completo. Habían intercambiado ideas entre todos ellos y Julio les había dado una formación crucial, aunque al principio sólo supo deshacerse en halagos por aquella decisión de la morena. Era como si se hubiera crecido ante tanta adversidad. Llevaba sus papeles agarrados con fuerza, la máxima que le permitía aquellos temblores que se dejaban ver, pero tenía que ser valiente, como siempre lo había estado siendo. Tragó saliva con intensidad una vez que el carruaje paró en la entrada del palacio. Le abrieron la puerta, pues ya había solicitado una reunión con sus reyes y siendo quien era no es que le fueran a impedir la entrada. La acompañaron dos guardias reales hasta una de las salas principales de reunión, siendo ella la primera en llegar. Dejó sus papeles sobre la mesa antes de suspirar con intensidad, rogándose internamente que se tranquilizara, que todo iba a ir bien. La puerta que había al fondo de la sala se abrió a los pocos minutos de entrar, dando paso a la feliz familia de reyes, quienes venían acompañados por su primogénita. Mikasa no pudo evitar sonreír ampliamente antes de acercarse a la pequeña heredera, quien a sus cinco meses ya empezaba a dar muestras del peligro que iba a ser de cara a futuro. Recibió una risotada de la contraria, comenzando a jugar con ella antes de poder cargarla en brazos. —¿Por qué no has traído a Sasha? —Cuestionó Eren con sequedad mientras caminaba hacia los documentos que había traído Mikasa. —Es un viaje largo y hace mucho frío. —Respondió nerviosa, pues no esperaba que aquella fuera la primera pregunta por parte del rey. —¿Entonces no vas a traerla nunca? —Eren, por favor… —Historia agarró de nuevo a su hija, buscando ofrecerle así algo de apoyo a la morena, quien no podía ocultar demasiado bien su nerviosismo. —No digo eso, Eren, pero no venía con la intención de hacer ninguna reunión familiar. —¿Entonces a qué has venido? —Quería solicitar un cambio. —Escuchó suspirar con sorpresa a su hermano, quien estaba totalmente centrado en aquel documento que solicitaba justo aquel cambio— No sé qué te parecerá… —¿Qué motivo hay de verdad en todo esto? —Dejó los papeles con desdén antes de sentarse en una de las sillas que había libres para observar con intensidad a Mikasa— ¿Ahora quieres servir a la corona? —Esa es la excusa formal, pero con vosotros no tengo que mentir, ¿verdad? —Alternó su mirada entre ambos— No quiero salir de los muros y dejar a Sasha sola. Me sé defender y confío en que haría bien mis misiones, pero… Ya no estoy centrada. —No queda nada de la Mikasa que conocí… —¿Y cómo era esa Mikasa, Eren? —Alzó sus hombros con rapidez antes de dejarlos caer con pesadez— No sé cuántas veces he escuchado eso en sus variantes. Armin pensaba igual, Historia seguro que también e incluso si le preguntas a Jean, él te dirá que tampoco soy lo que era… ¿Y qué hago? Lo perdí todo y tú me salvaste. Lo he dado todo por ti hasta que me expulsaste y cuando lo haces y la vida se me da la vuelta por completo… Tampoco está bien. Pues lo siento, Eren, pero soy madre ahora mismo y mi vida va a girar por completo alrededor de mi hija. Y por eso no quiero salir de los muros. No quiero poner mi vida en peligro y dejar a mi hija huérfana. —A mí no me parece una locura y yo ya he comprobado a Mikasa en este ámbito. —Aportó Historia mientras se acercaba a los documentos, agarrándolos con la mano que le quedaba libre. —¿Puedo poner una condición? —La morena acentuó aún más la mirada en Eren, quien mantenía su morro torcido por la molestia que sentía por todo lo que acababa de escuchar por parte de su hermana— Vendréis a vivir a palacio. —No. —¡Y volvemos a lo mismo! —Gritó entonces con molestia. —¡Sí, Eren, volvemos! Ya te he dicho que no me gusta el palacio y no quiero que mi hija se críe aquí. ¡Ya está hablado! Y dijiste que no ibas a controlar mi vida. —Entonces no hay cambio. —Sonó tan tajante que Mikasa sintió el fracaso en cada poro de su piel, no pudiendo evitar mirar a Historia con súplica para que la ayudase a convencerle. —Eren, por favor… —Historia alternó su mirada entre ambos, observando con detenimiento la desilusión que se había dibujado en el rostro de la morena— ¿Prefieres tenerla en el peligro antes que a nuestro lado simplemente porque no acepta venir a palacio? —No lo entiendes. —¡No, claro que no! Por eso quiero que lo expliques. Te ponía enfermo tener a Mikasa lejos, pues ahora es ella la que te está pidiendo estar cerca de nosotros, ¿quién te entiende? Habrá cambio, lo decido yo. Si no la quieres a tu lado, estará al mío, pero no va a salir de los muros porque no quiero que Sasha se quede sola. —Eren chasqueó con molestia, pues se estaba viendo acorralado por su mujer y eso no le hacía ninguna gracia. Le quitó los papeles a la rubia con enfado antes de salir del lugar totalmente enrabietado, cerrando tras él con un impresionante portazo, el cual consiguió hacer saltar a la morena— Yo estoy acostumbrada ya… Mikasa asintió con rapidez sin poder evitar sentir pena por aquel comentario de la rubia— Pues no deberías… —Tienes razón, ¿sabes? —La morena fue a añadir algo cuando la rubia le cortó— También soy de las que piensa que Mikasa ha cambiado, pero también te digo que no me disgusta esta nueva versión tuya. —Pues yo siento que la odio, Historia. —Sonrió de forma amarga antes de negar con rapidez— Pero da igual, no quiero hablar de ello. —Cuenta conmigo para lo que necesites, ¿vale? Estoy en tu bando, así que no lo olvides. —La reina se levantó de su asiento para despedirse de la contraria— Tengo reuniones varias por llevar a cabo. Supongo que no tardarás en recibir las novedades y aunque sé que no te gusta el palacio, quiero que sepas que siempre será un lugar seguro para vosotras. La morena sólo pudo asentir antes de ver como su reina abandonaba la estancia con su hija. Se quedó una vez más sola, con la sensación de querer ahogar todos los nervios y tensión que había pasado en una copa de vino, pero se había hecho el juramento de no beber para mantenerse lo más centrada posible.

***

No era habitual en él actuar de forma individual, sin decirle a ninguno de sus compañeros qué iba a hacer, pero en su ser se había sembrado una molestia que iba creciendo según iban pasando las horas. Había recibido el alta hacía un par de meses, haciendo que su ausencia en el trabajo se hubiera acumulado más de lo que habría deseado, cosa que una parte de sí lo agradecía para tener su mente ocupada, mas cuando el trabajo llegaba a su fin las ideas rápidamente volvían a oprimirlo desde el interior. Se agobiaba, no podía conciliar el sueño y en cada segundo que tenía libre de pensamiento, Mikasa aparecía en su mente. Intentaba olvidarla, pero no podía y en caso de querer poder, no le dejaban. Aunque aún le faltaba una confirmación como tal, sabía que había sido el blanco fijo de su rey por un motivo que tenía nombre propio. Llamó con decisión a aquella imponente puerta de la cual no tardó en hacerse llegar la orden para que él entrase. Lo hizo igual de decidido que su llamada, cerrando tras él sin apartar la mirada de quien estaba tras aquel enorme escritorio. —Tu petición me ha sorprendido mucho, Kirstein. —Fue su saludo. Se acomodó en su asiento mientras aprovechaba para darle la opción al contrario de sentarse en el sillón que había enfrente. —Quería aclarar cosas. —¿Cuál de todas? ¿La traición por vuestra parte o la de tu rey? —Jean no contestó, limitándose a tragar saliva con malestar— ¿Sabes cómo se percibe el recibir una ayuda con la intención de crear un golpe a traición? —Le juro que esa no era mi misión. —Levantó entonces los papeles que traían consigo— Son mis órdenes y mi misión. Quiero que las tenga. —¿Ahora me respetas y me tratas de usted? —Jean chasqueó con molestia, pues era cierto que se había excedido en un inicio con la figura del príncipe y ahora estaba intentando arreglarlo un poco— ¿Cómo de desesperados estáis como para dar tanta información de pronto? —¿Eren fue quien dio la orden? Igor volvió a insistir en que el contrario tomase asiento, el cual esta vez aceptó y aprovechó para dejar sus documentos delante del príncipe— No los necesito, Kirstein. El suero hizo que ese joven hablara y sí, fue Eren el que le mandó atacarte. —¿Se sabe el motivo? —Igor negó y Jean sólo pudo recostarse sobre aquel sillón para empezar a darle vueltas a la respuesta, pues qué tan grave era lo que había hecho para que Eren quisiera darle caza. —¿Cómo de unidos son? —¿Quiénes? —Eren y su hermana. Meditó levemente si debía ser sincero con su respuesta, ya que tampoco le daba seguridad el cómo podía utilizar el príncipe de Paraka esa información, mas luego era cierto que lo que le iba a contar era de dominio público, tampoco es que fuera a contar nada secreto— Cuando Mikasa era pequeña mataron a sus padres, tras lo cual quisieron venderla, pero Eren fue quien la rescató. Entre ambos se deshicieron de los secuestradores y Mikasa pasó a formar parte de la familia de Eren. Y desde entonces Eren ha sido el mundo de Mikasa, ella está sólo por y para él. —Ya no. —Un débil qué salió de los labios contrarios, dejándole aturdido— La misión del joven era deshacerse de Jean Kirstein por haber corrompido a Mikasa. —Carcajeó de forma nerviosa por aquella afirmación mientras negaba con rapidez. Intentó hablar, pero sólo le salía tartamudear por la tensión que le suponía todo aquello que acababa de escuchar— Así que tienes unas dotes increíbles en la cama, Kirstein. Y tienes que compartirlas. —Empezó a rascarse la cara con nerviosismo antes de levantarse para dirigirse hacia la ventana, pues sentía que le faltaba el aire— ¿La quieres? Dirigió su mirada hacia Igor, quien le observaba con atención— Desde el primer día que la vi. Pero estábamos borrachos, ¿vale? Ella más que yo y sé que no estaba en su momento más lúcido. —¿Intentas quitarle mérito a lo vuestro? —Dejamos claro que fue un error y ya está. ¡Si se le explica a Eren debería entenderlo! No entiendo porqué está siendo tan radical. —¿Y si ella también se ha enamorado y ella ha solicitado venir para estar con su amor recién descubierto? —Que no, Igor. No intentes buscarle ninguna explicación, que no la hay. —El que quieres negarlo eres tú, pero no me parece una conversación necesaria entre nosotros. No somos amigos y ya sé más de ti, Mikasa y Eren de lo que me gustaría. ¿Cómo voy a mirarla ahora a la cara? —El contrario entrecerró sus ojos con duda ante lo último— En un mes parto hacia tu islita, pero entre paradas varias, tardaré un par de meses en llegar. Es una reunión formal para ver si nuestras relaciones pueden prosperar. —¿Verás a Mikasa? —Igor alzó sus hombros con rapidez— No me ha respondido a ninguna carta y no sé hasta qué punto me está ignorando después de todo. —¿Quieres que haga de cartero? Los de Paradis sois una cosa tremenda. Hace rato que me tratas de tú, me cuentas tus intimidades, pero no tus secretos en la cama y encima, tengo a tu rey intentando liarla de forma muy grave… Sois de estudio. —No quiero agobiarla… Pero si la ves, le puedes decir que sigo a su lado y que puede contar conmigo para lo que necesite. Que no tenga miedo si lo tiene y que no dude… Por favor… —Hizo una leve reverencia al terminar, dando por finalizada aquella extraña reunión que había tenido con el príncipe de Paraka. No se molestó en pedirle ir con él porque sabía que aquello podía desembocar en algo peor si Eren se enteraba, pero si sus palabras llegaban a Mikasa, ya podía darse por satisfecho.

***

Tras tres meses de largo viaje, afianzando diferentes tratados por el camino, el príncipe de Paraka, Igor Gelar, pisaba por primera vez el suelo de Paradis. Una comitiva real le esperaba animada para darle la bienvenida a una de las tierras más conflictivas y terroríficas del mundo. Observó la seguridad del puerto con aquellas barras blancas de material desconocido para él que parecían cercar el sitio hasta el cielo, pero nunca llegaban a cerrarse. La gente se atrevía a hacer vida con cierta tranquilidad pues el pasillo de barrotes les aseguraba que aquellos asquerosos seres no entrasen para devorarlos. Estaba tan ensimismado con aquella creación, que no se percató de aquella joven que se acercó para darle el saludo inicial. —Bienvenido a Paradis, príncipe Gelar. Siéntase como en casa y no dude en pedir cualquier cosa que necesite. —La joven le hizo aquel típico saludo militar que tenía tan interiorizado y la reacción de aquel príncipe la dejó descompuesta, pues daba la sensación de que no la esperaba allí— ¿Va todo bien, señor Gelar? —¿Cómo te llamas? — Cuestionó de golpe, pues aquella joven era tal y como se la habían descrito y en ningún caso pensó que iba a tener aquel encuentro tan repentino con ella— ¿Eres Mikasa Ackerman? —Aquello alertó a la contraria, ya que no esperaba que alguien de tan lejos, con quien tenía contacto por primera vez, supiera su nombre— Qué suerte, supongo. Jean se pondría feliz de saber que iba a hacerte llegar su mensaje tan pronto. Los ojos de la contraria se llenaron de lágrimas, las cuales contuvo para tapar la boca del contrario con toda la rapidez posible, dejando al resto de guardias totalmente extrañados por aquella actitud de la asiática— Jean… No existe… Ni se te ocurra volver a mencionarle…
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