CAPÍTULO 23
Obviamente la noticia no iba a tardar en llegarle y su visita, una vez en conocimiento su alumbramiento, no se iba a hacer esperar de más. Historia se había presentado con su hija y con un pequeño detalle para su sobrina. Fue recibida con el mayor de los respetos y la rubia se percató enseguida de la tensión que había en el ambiente, mas sabía que su conversación no se debía dar ni con la encargada del orfanato ni con los padres de Sasha ni con los de Jean. Subió con confianza, como si el lugar fuera suyo, hacia la habitación de la morena, abriendo con cuidado, pues tampoco sabía en qué situación se encontraba Mikasa. No obstante, la morena estaba cambiando a su hija, mientras le preguntaba a Emma si todo iba bien por el baño, lo cual le sorprendió. Mikasa estaba hecha para ese mundo, para ser madre. Su hija se dejaba hacer sin apartar ni un segundo su mirada de su madre y Emma obedecía y ayudaba con total devoción. —Historia… —La llamó con un hilo de voz totalmente sorprendido. Cogió a la nena con cuidado, apoyando su cabecita sobre su hombro izquierdo antes de caminar hacia ella—Supongo que no has recibido la noticia con mucha alegría… —Al final no estabas bromeando tanto… —Su tono sonó acusativo, aprovechando para dejar a la pequeña Ymir sobre la cama para poder coger y conocer a su primera sobrina. —Eren está siendo un problema. —Añadió a la par que ayudaba a Historia a coger a su hija, observándola con atención antes de dirigirse hacia su sobrina, abrazándola con cariño y aprovechando para hablar juguetona con ella. La mini-rubia reía animada ante el trato con su tía. —¿Hasta el punto de querer irte a las horas de haber parido? —No recibió respuesta, mas sí que fue capaz de ver cómo la morena le dedicaba una mirada de reojo, como si no estuviera segura de si debía dar respuesta— ¿Mikasa? —¿Qué sabes de Eren, Historia? —Creí que estábamos en el mismo equipo, un aliado que me iba a comprender en todo, pues ambos sabemos lo que es estar totalmente atrapados… Pero nuestros métodos son diferentes, aunque poco sé de sus planes. —Está totalmente ido… —No sabes con cuánta rabia gritó cuando le anunciaron que habías sido madre y que tenías planeado marcharte de aquí. —Historia entonces empezó a mecer a la nena, mientras le dedicaba suaves caricias en su rostro— Eres un calco de mamá, ¿eh? —Me ha prohibido marcharme de aquí… Y dijo que no estaba teniendo a Sasha en prioridad, que ésto me quedaba demasiado grande… —Agachó entonces su mirada al notar cómo, de nuevo, su ánimo se venía abajo al recordar la escena que tuvo lugar horas antes. Aquella confesión dejó sin palabras a la reina, quien no pudo evitar sentir un enorme pesar en su corazón. La imagen. Volvió a recordar la imagen de Mikasa cuidando a la vez tanto de su hija como de Emma, quien se encontraba observando en silencio, sentada en un cómodo sillón que había en una de las esquinas de la habitación. Cuando su mirada se chocó con la de la nena, la última sólo pudo dedicarle una tímida sonrisa, a la cual correspondió— Pues está totalmente equivocado, Mikasa. Creo que está demasiado cegado por la rabia… —Te juro que lo que hice, lo hice por ella, Historia… —No tienes que justificarte. —La rubia se acercó entonces a la morena para sentarse a su lado, aprovechando para dejar a su sobrina sobre los brazos de su hija. La prima mayor al principió reaccionó con impresión por verse con algo tan diminuto sobre sí misma, pero al ver las risas de las adultas, su manita derecha se posó sobre la barriguita de su prima— Emma, ¿quieres unirte tú también? —La respuesta no se hizo de rogar y la mencionada rápidamente subió a la cama para estar junto a las dos bebés— ¿La cogió? —Mikasa dirigió su mirada hacia la reina, no entendiendo por dónde quería ir— Eren, ¿cogió a Sasha? —En aquel instante Mikasa recordó el comentario de Historia la mañana tras su parto: Eren ni siquiera había mirado a su hija. Tras aquel recuerdo sólo pudo agachar su mirada con pesar, pues no podía ni imaginar cómo debía sentirse su amiga— No tienes culpa de nada. Sus prioridades son diferentes a las mías y ya está. Recuerda que dijimos que viviríamos por y para nuestras hijas y que si había que destruir el mundo, se destruiría. —Historia, ¿puedo preguntarte algo? —La rubia asintió con seguridad, la cual se desvaneció levemente cuando la mirada de la morena se acentuó más en ella— ¿Y serás sincera? —Historia volvió a asentir, ahora con algo más de tensión— ¿Intentaste que Jean volviese antes de tiempo, tal y como te pedí a modo de favor? Ahí se rompió todo. En su interior explotó una bomba sin ningún tipo de cuidado, destrozando por completo su interior. Tragó saliva con pausa, como si estuviera meditando qué debía decirle. La traicionó. En cuanto se quedó sola y tuvo la primera reunión con Eren para ver cómo debían abordar el tema de su hija de cara a futuro, ella le contó a su marido lo que le había rogado Mikasa. Obviamente, la rabia brotó con rapidez del interior de Eren, recibiendo la negativa y la prohibición de hacerlo. Y sin saber muy bien el motivo, obedeció. Centró su mirada en su sobrina, quien hacía leves muecas por el contacto tanto con Emma como con su prima. La acarició con cariño, pues algo en su interior sentía pena y envidia. Ella se casó con Eren porque creía que podría saborear la libertad, pero obtuvo todo lo contrario, mientras que Mikasa, en una noche desenfrenada, daba a luz a una niña que justo estaba iluminando su camino. Hablaba de Jean con cariño y si Jean supiera que acababa de ser padre, seguramente le podían dar por saco al mundo que habría venido a recuperar a las dos mujeres de su vida. Y eso lo envidiaba. Mikasa estaba siendo recompensada por la vida, mientras que ella seguía agonizando en una espiral de la que no iba a ver la salida en la vida. Le dedicó un leve asentir— Lo hice, pero fue imposible. Les anuncié mi maternidad y mi matrimonio con Eren, pero todo se complicó de más. —¿Le diste a entender algo…? —No, eso no. Era una carta general y tampoco sé cómo habría afectado al grupo. Pero te aseguro que lo intenté, como prometí. Mikasa bajó sus hombros con pesadez, totalmente derrotada antes de acudir a coger a su hija, quien empezaba a verse algo agobiada por el poco tacto de su prima. La meció con cariño antes de hablarle con dulzura— Es triste, ¿sabes? Es triste estar así y que él se lo esté perdiendo… —Besó entonces la frente de su nena— Eren se alegró de que no hubiera sacado nada de Jean, pero yo sí quería que tuviera algo suyo. ¡Ni aunque fuera el pelo castaño, Sasha! Pero nada… —Rió con debilidad, derramando un par de lágrimas de emoción. —Se le caerá la baba igual con su niña, Mikasa. —Creo que ha sido el destino… Si no se hubiera parecido a mí… Ahora no la tendría conmigo. Aquel comentario hizo que la reina entrecerrase sus ojos con extrañeza— ¿Qué quieres decir? La morena entonces dirigió su mirada hacia su reina, quien la observaba totalmente impaciente por recibir su respuesta. Mikasa se acomodó ahora apoyando la espalda en el cabecero de la cama— Si lo que te voy a decir, se lo haces llegar… Me dará igual, Historia.***
Su mundo casi se vio en ruinas después de volver tras su encuentro con Mikasa en el puerto. En su mente sólo se le repetía una y otra vez aquella imagen de Mikasa totalmente devastada, por la cual su corazón se le hacía pequeño y en su pecho se le instalaba una presión imposible de deshacer. Se sentía culpable, pero él no era el culpable. Mikasa casi llevó a cabo una locura y estaba seguro de que ella no había sido consciente de aquello hasta que se encontraron. Si no hubiera sido por él, a saber qué hubiera pasado con su hermana. Y no se podía permitir el perderla. Obviamente, no había sido recibido con gusto por sus compañeros. Le observaban en silencio, totalmente molestos por haber perdido una oportunidad de oro como la de poder probar por primera vez el suero con un recién nacido. Que las pruebas hasta el momento no eran satisfactorias era un secreto entre el equipo de Jimmy, el propio Jimmy y Lucas. No obstante, confiaban en que los genes Ackerman fueran lo suficientemente fuertes como para adaptarse a él y empezar a desarrollar su ejército puro. Mas Mikasa, de nuevo, lo había echado todo a perder. —Voy a disculparme por haber jodido el plan. —Rompió el silencio el rey, siendo totalmente atrevido debido a la tensión que se sentía en el ambiente. No recibió respuesta, por lo que sólo pudo suspirar de forma tendida— No podía. ¡Es mi familia! Y es idéntica a Mikasa, no tiene nada de Jean y… —No vas a conseguirla, Eren. —Cortó Lucas de golpe, haciendo que la mirada del rey se fijase en él con rabia— La has perdido por completo. Esa bebé era el último muro que os mantenía separados, Eren. ¿O acaso has estado pensando en jugar a la familia feliz los tres? ¡Por dios! Si casi se lanza a la mar simplemente para encontrarse con el padre de su hija. ¡Y eso era lo que había que impedir! —Las palabras salían con muchísimo coraje. Lucas odiaba que sus planes no saliesen bien, pero más odiaba que sus compañeros no hicieran su parte y Eren, últimamente, estaba siendo insoportable. La mirada del rey se tornó desesperada, como si la persona responsable de ella fuera un niño pequeño cuyo reproche había herido por completo sus sentimientos, pero a eso a Lucas le daba igual. Realmente el rey era un peón para el control de los territorios, algo que después entre Jimmy y él iban a gestionar, mas necesitaban una mente fácil de corromper y con influencia para llevarlo a cabo. Y el rey fue perfecto, sorprendiendo a ambos por haberle conseguido en el equipo. —Todo es culpa de Jean… Es el único que tiene que desaparecer… —Me da igual, Eren. Ahora mismo me da igual quién es el verdadero culpable, pues sólo me interesaba la puñetera niña. ¿Qué solución nos das ahora? Porque esto lo retrasa todo. —Sin duda, ahora estamos totalmente vendidos. Podemos hacer pruebas en diferentes recién nacidos, pero no va a ser igual sin los genes Ackerman. —Jimmy hablaba por primera vez, mientras aprovechaba para rascarse la frente con pesadez, totalmente desolado por la oportunidad perdida. —En los bajos fondos hay gente del clan. —Aportó Lucas rebuscando entre sus papeles, tal y como habituaba siempre que necesitaba atar alguna cosa de sus planes. El rey entonces no pudo evitar alzar una de sus cejas con inquisitorio— ¿Entonces para qué queréis a la pequeña Sasha…? —¡Oye, oye, para ahí, Eren! Que ahora sientas amor y pena por la pequeña Sasha no quita que tú también has querido deshacerte de ella. Recuerda que cuando te enteraste del embarazo de tu hermana te alegraste y que estuviste de acuerdo en hacerla un sujeto primario en la investigación. —Lucas se levantó entonces de su asiento para acercarse al rey, quien había bajado su mirada con pesadez, pues aunque le costase admitirlo: Lucas no estaba errado en nada. Había odiado a la pequeña Sasha desde que se enteró, ¡pero porque era un fruto indeseado! Ni Jean ni Mikasa habían pensado en tenerla, en ser padres, ni estaban juntos y sólo fue el resultado de un acto erróneo, ¿por qué entonces su hermana había cambiado tanto por ella? Con lo fácil que habría sido todo sin aquel error indeseado. Mas fue cogerla, observarla, y sentir un amor indescriptible por ella. Era un calco de Mikasa y no podía hacerle daño, algo dentro de su interior se lo impedía, pero ni Jimmy ni Lucas eran capaces de entenderle y seguían machacándole sin parar— Esa niña no es tuya, Eren. Nunca lo será y es la unión más pura entre Jean y Mikasa, por lo que en cuanto se entere el papá, ni dudes de que vendrá a hacer arder el mundo. Y seguro que se las llevará. A las dos. Y Mikasa no se opondrá porque ya ha querido irse con él. La has perdido por completo… Y el único culpable de ello has sido tú. —Lucas era tan terrible con sus palabras, que las mismas se iban clavando en el interior del rey, consiguiendo que su fortaleza se fuera disolviendo tras cada estaca verbal que le dedicaba. Sólo pudo taparse el rostro con dolor, pues de verdad que Lucas estaba siendo muy hiriente— Habrá que buscar a alguna de las trabajadoras de los suburbios que sea del linaje Ackerman. No queda otra. —El tono de voz le cambió por completo, aprovechando para dirigirse hacia su compañero, quien tenía dibujada una débil sonrisa en su rostro. —¿Crees que esas mujeres estarán dispuestas a ceder sus hijos, en caso de tenerlos? —Aportó Jimmy con cierta inseguridad. —Mi rey, tienes que hacerte responsable de este incoveniente que nos has causado. —Lucas tuteaba, pues tenía tanta superioridad, que podía permitirse incluso reírse de su majestad siempre que quisiera. El mencionado sólo alzó su mirada con duda, pues Lucas podía salir por cualquier lado— Tú ya tienes el poder de los titanes originales, por lo que, si te mejoramos con el suero de Jimmy, puede que tu siguiente descendencia pueda salir con resistencia al mismo. Jimmy no pudo evitar exclamar casi sin aire. Lucas era retorcido, una bestia siniestra peor que él y que le daba igual todo si con ello era capaz de conseguir sus objetivos. Era un sádico con poder y sin límite, una mezcla peligrosa se mirase por donde se mirase. —¿Qué quieres decir, Lucas? —El rey nos va a dar un sujeto de pruebas, como nos había prometido. Obviamente, darnos a la heredera de la corona estaría feo y Mikasa no va a acceder a darnos a su hija… Por lo que el rey, muy amablemente, va a tener hijos fuera de matrimonio con alguien de la línea Ackerman. —¡No voy a estar teniendo hijos por vuestro capricho! —Gritó con enfado, golpeando la mesa con rabia. —¡Oh, sí que lo harás, Eren! No habría hecho falta si no hubieras sido tan débil. Ya tendríamos lo que deseamos, pero no has sido capaz. Recuerda que esto es parte de nuestro futuro, así que atente a las consecuencias cuando eres un incompetente. El rey tragó saliva con pesadez, pues no quería estar encamándose con diferentes mujeres para ir generando una descendencia que les fuera útil a sus dos compañeros. No quería. No quería tener más hijos. Ya tenía una y no la quería, no fue deseada, aunque sí esperada, mas no era algo que hubiera deseado. ¿En qué momento lo complicó todo tanto? ¿Por qué siempre que deseaba una libertad todo se torcía y entonces se le hacía tan lejana? Se sentía destruido, totalmente desolado y con la sensación de que nadie podría ayudarle. Se sentó en la silla que había justo a lado para intentar asimilar todo lo que se le venía. —No somos tan crueles, mi rey. Puedes elegir la que más te guste. —Lucas observó con una sonrisa maquiavélica como el rey se agarraba el pelo con fuerza. No sabría decir el motivo, pero adoraba ver al ser humano sufrir. Sentía cierto placer en ello y someter a su rey a algo así le fascinaba. ¡Si hasta le daría las gracias por ser tan idiota y no haber sido capaz de arrebatarle a su hermana su hija! Se levantó para agarrarle por los hombros con ánimo— Sé que no es algo que desees, pero estamos contigo, Eren. —Le susurró, consiguiendo que un inerte rey sólo pudiera asentir con debilidad.***
Quienes pertenecían al clan Ackerman ya vivían como ratas, pero después del mandato real, consiguieron que se sintieran más acorralados de lo que estaban. El ejército real empezó a reclutar a todas las jóvenes pertenecientes a dicho clan, lo que hizo que los bajos fondos se sintieran aturdidos por aquel extraño proceder de la realeza. ¿Qué motivo había tras aquello? Las jóvenes fueron llevadas a las afueras de la ciudad. Los gemidos de terror no cesaban, pues el pánico a lo desconocido, a no saber qué era lo que estaba ocurriendo, estaba haciendo que muchas de ellas estuvieran horrorizadas sin más. Fue un camino largo en general y todas ellas fueron guiadas con brusquedad al interior de un castillo abandonado, pero no destruido por el paso del tiempo. Las pusieron en fila en una gran sala, presidida por tres hombres que las observaban con atención. Uno de ellos, con papeles en la mano, se levantó para corroborar lo que ponía con lo que veía. —Bien, supongo que estaréis agobiadas y asustadas por lo brusco del momento. —Habló Lucas mientras caminaba de un extremo a otro de la fila— No vamos a haceros nada malo, al contrario. Todas pertenecéis al clan Ackerman y os necesitamos. Hoy algunas de vosotras vais a ser seleccionadas por el rey para complacer a su majestad. Sin más. —Observó como las jóvenes dirigían su mirada hacia el monarca— Todo esto es secreto. Ni la reina lo sabe, así que quienes no seáis elegidas os rogamos silencio. Si alguna de vosotras se va de la lengua, antes de acabar con vuestra vida, acabaremos con la de los vuestros, ¿queda claro? —Tuvo un aterrado asentimiento general— Genial. Lucas caminó hacia el asiento real, observando a Eren, quien había pasado las dos últimas semanas mentalizándose sobre lo que se le venía. Lucas le había pasado los informes con la información de las jóvenes para que fuera eligiendo y así poder adelantar el trabajo. Eren suspiró con pesadez antes de levantarse hacia las jóvenes. No sentía nada por ellas y no sabía si elegir alguna que le pareciera mona o si simplemente elegir una al azar, pues el resultado no le podía importar menos. Tocó el hombro de cuatro de ellas, todas ellas morenas de pelo liso y largo. No eran asiáticas, pero de primeras eran las que más le podían recordar a la única que le hacía sentir algo bueno en su interior. Había estado planeando su propio plan y sabía cómo iba a querer hacerlo para que el momento no le fuera tan desagradable, más de lo que le pudiera ser. Una vez elegidas, caminó de vuelta a su asiento en silencio. Ante aquello, Lucas dio las últimas órdenes a quienes se tenían que marchar. Observando a las cuatro que el rey había elegido y no podía evitar sonreír con su malicia habitual, pues la Ackerman asiática era un peso pesado para el rey y le tenía totalmente loco. Buscó las fichas de las elegidas para hacerse con sus nombres. —Vosotras no volveréis a casa, sino que viviréis en una residencia real y estaréis por y para el rey cuando se os necesite. No saldréis sin supervisión y vuestra vida pasará a ser nuestra en su totalidad. Vuestras familias recibirán una compensación y será el único dinero que se destinará a vosotras. ¿Claro? —Las chicas asintieron. Una de ellas se mantuvo seria, observando al rey con desafío, mientras que las otras tres no pudieron evitar romper a llorar por lo que se les venía encima— Vuestro objetivo es darle descendencia al rey y como tal, esos niños serán parte de la corona y tal y como nazcan, se os serán confiscados. —Lucas. —Eren cortó el diálogo del mencionado, quien se giró con sorpresa por aquello— La hermana de quien me desafía, Virginia. —Eren señaló a la mencionada, quien lloraba agarrada al brazo derecho de su hermana— Esa no la quiero para mí, sino para Jean. —Un débil qué salió por sorpresa de los labios tanto de Lucas como de Jimmy— Su misión será hacer que Jean se enamore de ella. Es la más parecida a Mikasa y yo sé que a él le tiran mucho las morenas. Si no es capaz de cumplir su misión, su hermana morirá entre terribles sufrimientos. Lucas carraspeó con sorpresa, intentando a la vez recuperar algo de saliva. El rey tenía unas cosas a veces que le volvían loco, pero suerte que ya se estaba acostumbrando a ello.—Bien, pues… Si haces el favor de apartarte del grupo, ya hablaremos sobre tu proceder. A la elegida le costó, mas al ver como uno de los guardias se acercaba a ella y como su hermana se ponía a la defensiva, optó por obedecer. Lo hizo en silencio sin poder dejar de sollozar.***
Por primera vez se le permitía el acceso al reino de Julio. Había pasado un mes desde que había sido madre y su figura había vuelto con rapidez a lo que era, aunque no se iba a negar que Mikasa no había dejado de entrenar desde su alumbramiento. Su niña estaba preciosa y había pasado una pena terrible cuando Mateo le pidió visitar a Julio con urgencia, pues las cosas se estaban empezando a poner feas y había pedido su presencia. En un inicio pidió llevar a su nena con ella, pero el abuelo Jean se la arrebató de los brazos con una protección que hacía pequeña a la madre, por lo que tuvo que hacer de tripas corazón y salir con el alma en sus pies. Entrar en aquella taberna era como entrar a un mundo completamente diferente, siendo recibida por los diferentes integrantes del lugar como una eminencia. Julio se encontraba tomando la primera copa del día, la cual finalizó de un trago al verla. —¡Mikasa Ackerman, qué placer! ¿Ya te han dado el alta? —Su voz sonaba emocionada, mientras caminaba hacia ella con los brazos abiertos, como si fueran amigos de toda la vida que se reencontraban después de mucho tiempo. —Me han obligado. No tenía intención de dejarla tan pronto. —Respondió con pesadez. Sentía un apego enorme hacia su niña y tenía un mono difícil de definir. Quería volver enseguida a casa para estar con ella y asegurarse de que estaba bien. —Bueno, mamá tiene que trabajar para poder proteger y mantener a la princesita del hogar, igual que el papá. —Mikasa entrecerró sus ojos por aquel último comentario— ¿Es mentira? —¿Para qué me has hecho venir, Julio? —Cortó de pronto, pues responder aquella pregunta era dar información de más y aunque el trío de amigos le habían dicho que era de fiar, prefería asegurarse por sí misma antes de abrirse a toda aquella gente. —Directa al grano, como me gustan. —Julio rió con ánimo antes de ser regañado por la joven que había tras la barra, la cual parecía rondar la edad de Mikasa y Mateo. Julio se defendió con un leve qué, pero de nada sirvió. Fue derrotado— Es mi hija, Amanda. La única a la que le permito que me regañe. —La presentó con diversión y orgullo. La mencionada saludó con ánimo, siendo correspondida por los dos compañeros— Nuestra primera reunión se debe a que hace dos semanas el ejército del rey hizo una visita a mis suburbios para llevarse a todas las jóvenes del linaje Ackerman. Todas las que se conocen que son del linaje, claro. ¿Alguna idea del por qué? —Mikasa y Mateo se miraron sorprendidos, intentando a la vez no querer verbalizar qué idea se les estaba pasando por la mente tras aquella afirmación contraria. El silencio se alargó más de lo esperado, haciendo que Julio se desesperase— No sirve de nada el no verbalizar algo, chicos. Estamos en un mundo de mierda en el que pasan cosas de mierda. El equipo fantástico de Eren quería a tu hija Mikasa para probar el suero, eso lo sabes, has leído los informes, ¿verdad? —Mikasa asintió con pesar, pues recordar aquello, con su hija lejos de sí, la hacía entrar en pánico por si pasaba algo en su ausencia— Pero… —Mi hija nació antes de lo esperado y entorpeció todos los planes. Julio asintió con un leve sonido de acompañamiento— Y sabes que tu casi fuga casi hace que se la pongas en bandeja, ¿verdad? —Prefiero no hablar de ello. —No puedes girar la mirada ante eso, Mikasa. No son errores, al contrario. Los necesitas para aprender de cara al futuro y poder proteger a tu hija de todo esto. Eren está loco. —Ya lo sé. Y sé que el que mi hija sea tan parecida a mí ha sido lo que la ha salvado, pero no tendré más oportunidades así. Julio asintió con cierto ánimo— ¿Ves? Eres lista, sabes entender la situación. Sólo necesitas confianza y perder el miedo. —Mikasa sólo pudo asentir ante aquello— Volvieron todas menos cuatro. Ninguna ha querido hablar, supongo que el rey y su equipo han sabido callarlas bien, pero tengo una mente retorcida como ellos, aunque el saber qué se cuece es gracias a Rivo, que ya me ha chivado que tres son para que le den descendencia al rey. Y con esa descendencia, hacer lo que querían hacer con tu hija. —¿Y la cuarta? —De esa no tenemos información. De las otras tres, pues que tienen cierto parecido contigo, aunque no son asiáticas. Duro, ¿verdad? —Se rascó la nuca con cierta incomodidad, pues hasta que no observó como Mikasa chasqueaba con molestia, no se percató de lo insensible y retorcido que él también estaba siendo— De todas formas, morena, no quiero que se sigan llevando a más de mi gente. Y ni hablar de si es para los caprichos de esos locos. —¿Historia está al tanto de eso? —Observó al contrario alzar sus hombros con duda— ¿Entonces quieres que vayamos a salvar a esas pobres chicas? —¿Te ves capaz? —Aquella pregunta pilló por sorpresa a Mikasa, quien sólo se limitó a asentir de forma débil con cierto nerviosismo— Es imposible y no sé si es buena idea que tú te metas en este lío tan de buenas a primeras. Yo tengo otro plan. —¿Cuál? —No dejes de lado a Eren, Mikasa. Haz de tripas corazón. Te necesitamos cerca de él. Tu enemigo es nuestro enemigo y el rey te quiere a su lado. No digo que te vendas, ni mucho menos, pero a los enemigos hay que tenerlos cerca. —Esa lección ya la sé, Julio. —¿Entonces? —Guardó silencio pensando en el motivo por el que no quería estar al lado de Eren. Era algo obvio para todos, incluso para ella, pero verbalizarlo le aterraba. Era como si esas palabras cogieran vida y se formase una realidad a su alrededor. Y quería evitarlo a toda costa, por mucho que Julio dijera lo que dijera— Mikasa. —Alzó su mirada tras el llamamiento, saliendo del estado pensante en el que se había dejado llevar— Tu hija y la gente que te rodea estarán bien. Estamos en el mismo bando y te juro que a la gente que está conmigo no le pasa nada. Si necesitáis refugio, aquí nos tenéis. No lo dudes. —¿Me lo juras? —Julio asintió con seguridad, pues no estaba mintiendo ni un poco. Eren y su equipo era el enemigo común de todos los presentes y cuando se aliaba con alguien, lo hacía a morir— Entonces… —Dudó unos segundos antes de asegurar sus palabras, pues temía pecar de confiada, aunque era cierto que en ese mundo de mierda pocas opciones tenía— Iré a ver a Eren, aunque no sé cómo saldrá… —Sé positiva, Ackerman. Saldrá de locos. —Julio carcajeó con emoción, pues para él su comentario final había sido súper acertado y por lo tanto, súper gracioso. El resto de la gente se mantuvo en silencio, no estaban en la misma sintonía del humor. La risa se cortó cuando alguien del equipo de Julio irrumpió con nerviosismo. Le faltaba el aire, pero eso no le impidió ponerse al lado de su jefe. Julio le rogó calma antes de que continuase y la noticia heló a todos los presentes, más en concreto a Mateo, quien salió corriendo hacia el lugar indicado como si le hubieran activado el modo automático. Mikasa salió corriendo tras él, intentando llamar su atención, pero a medida que se iban acercando a la plaza, el número de personas reunidas iba en aumento. Tal era la cantidad de gente, que Mikasa le perdió de vista. Le llamaba sin cesar, intentando encontrarle entre la multitud, pero era inútil. Optó entonces por salir del gentío para rodearlo y ver si era capaz de toparse con alguien de la guardia real, y su mirada se topó con Eren al final de la plaza, presidiendo lo que estaba por ocurrir. —¡Eren! —Le llamó con intensidad a la vez que seguía acercándose a él, mas de pronto unos guardias le cortaron el paso— Por favor, quiero hablar con Eren. —Rogó con un débil tono de voz. Observó como su hermano la observaba desde la distancia y ella sólo pudo rogarle en silencio— Por favor… —Le pidió una última vez, lo que surtió efecto y la orden no se hizo de esperar. Se acercó a él, viendo cómo se mantenía acompañado por sus dos amigos inseparables. Le agarró con debilidad por la muñeca para llamar su atención— ¿Por qué…? —Por tu culpa, Mikasa… —Aquello pellizcó el corazón de la contraria, quien sólo pudo gemir con dolor— Si no hubieras intentado marcharte, esto no estaría pasando. —Pero él no tiene la culpa, no sabía nada. Y… Y… Es exagerado, Eren… Además, si es mi culpa, ¿por qué no me castigas a mí? Sabes que lo hice mal y me disculpo por ello. Te juré que no volverá a pasar… Eren guardó silencio, pues no sabía cómo responder a eso. ¿Castigar a Mikasa? En su momento más furioso lo habría hecho, ya lo pensó cuando estaba seguro de que iba a arrebatarle a su hija, pero ahora mismo no podía. Ella había sufrido un encantamiento y estaba seguro de que no estaba siendo la Mikasa de siempre por culpa de eso, pero es que, además, la gente de su nuevo grupo de amigos la estaba animando a hacer esas locuras, por lo que debía hacerles entender que no debería tomarle tan a la ligera. Iba a hacerles ver que sus acciones no iban a quedar sin consecuencias. El rey caminó para alzarse ante su pueblo allí reunido. Mikasa le observó temblorosa sin poder creerse que fuera a ser capaz de hacer algo así. —Hace un mes un grupo de gente casi burla nuestra seguridad. Tenemos enemigos fuera que ansían cualquier tipo de debilidad para intentar destruirnos, más allá de los titanes. Que tengamos tantos controles para salir y entrar no es por puro capricho, sino para evitar que nuestra seguridad se vea corrompida. —Su voz vibraba en un tono fuerte, haciendo que recorriera cualquier esquina de la plaza y que cada persona allí se dejase hipnotizar por ella— Por ese motivo existen diferentes eslabones en nuestra seguridad, por lo que si uno de ellos no es capaz de mantenerla… Deberá pagar un precio. Y su vida, entended, es un precio nimio en comparación a la seguridad de nuestras familias. —Hizo entonces un débil gesto y dos guardias no tardaron en aparecer sobre el escenario de madera que había levantado para dicho evento. Todo el mundo se cuestionaba por qué habían empezado a montar algo así y hoy iban a obtener esa respuesta— El comandante Silva permitió hace un mes que un grupo de gente quisiera abandonar sin documentación ni aviso nuestras tierras. ¿El motivo? Vender información al exterior. —¡Mentira, Eren! —La voz de Mateo hijo se hizo hueco entre el discurso del rey, quien le observó con intensidad— ¡Es mentira! No le hagáis caso, ¡él nunca haría algo así! —Obviamente un hijo siempre intentará proteger su apellido. El comandante Silva lo ha confesado todo y ha aceptado sus delitos, por lo que hoy será ejecutado en público a modo de aviso para el futuro. Todos aquellos que opten por y para nuestra seguridad, deberán ser conscientes de que un paso en falso será fatal, ¡para nuestras familias y luego para nosotros! —Su voz cada vez iba tomando más intensidad. Señalaba al comandante con furia por aquella traición que había cometido, aportando más intensidad a su discurso. —¡Eren, por favor! —Mikasa gritó desde atrás, mas fue agarrada por Lucas con fuerza. Se intentó deshacer de su agarre, pero siempre olvidaba lo fuerte que era. —Yo soy padre y no voy a dejar que nada ni nadie le haga daño a mi hija… ¡Por eso quiero eliminar todo mal de raíz! —Agarró entonces la pistola que guardaba en su cinturón. —No te preocupes, hijo… Sigue por este camino y nunca abandones a Mikasa… —El sonido del disparo resonó de forma letal en toda la plaza. El tiempo se ralentizó y Mateo sólo pudo retener en sus retinas aquella última imagen de su padre hablándole así en silencio. Estaba siendo sujetado por varios guardias reales, pero ahora de nada servía pues Mateo había dejado de forcejear. Su padre no había tenido culpa de nada, ¡él no sabía nada de la huída de Mikasa! ¿Por qué Eren hacía eso? Una parte de sí lo entendía y sabía que era la consecuencia por haber intentado ayudar a Mikasa en su huída, pero nunca llegó a imaginar que con ello estaba firmando la sentencia de muerte de su padre. Y entonces lo recordó. Recordó las últimas semanas a su lado y cómo se había mantenido ausente y distante. ¿Cuándo empezaron a interrogarlo? ¿Y cuándo firmó su sentencia de muerte? Se sentía horrible por no haberse dado cuenta a tiempo y ahora era capaz de reconocer cómo se sentía Mikasa, con esa rabia e impotencia que había nacido en su interior tras aquel asqueroso espectáculo. El mundo se le había caído encima y no había sido capaz de ver las señales y quizá, sólo quizá, si las hubiera visto igual su padre no habría muerto delante suya. Su cuerpo cayó inerte con un semblante pacífico y eso destrozó aún más a quienes conocían al comandante Silva. Aunque estuviera aterrado, él siempre se mostraba afable y seguro. Nunca existieron malas caras ni malas respuestas. Incluso él siempre se cuestionaba cómo había sido capaz de llegar tan lejos siendo tan desastre. Todo aquel que tuvo trato con Mateo Silva padre y le vio morir aquella tarde sintió que algo dentro de su interior murió con él. Y así, la primera pieza de la tiranía había sido puesta sobre el tablero.