Dulce Leche
12 de septiembre de 2025, 5:24
Megumi se congeló al ver un líquido blanco brotar de sus pechos. Hilos de leche se deslizaban por su torso desnudo. Recién se levantaba de la cama para lavar sus dientes y preparar el desayuno, pero esto lo tomó por sorpresa antes de siquiera poder vestirse.
Esto lo hizo entrar en pánico y llamó a su esposo, que dormía cómodamente después de haber estado dentro de Megumi toda la noche. El albino se levantó rápidamente con preocupación al ver al amor de su vida arrodillado en el suelo.
—Amor, ¿estás b...? —sus palabras quedaron a medias al ver a su hermoso esposo cubierto por leche que salía de sus pezones. La imagen fue tan erótica para él que se puso duro, haciendo que Megumi frunza el ceño en señal de molestia ante su situación.
—Lo siento… —se disculpó con una suave y dulce sonrisa al ver el disgusto de su esposo.
Lo cargó con cuidado como una princesa de cuento, como si fuera lo más frágil de este mundo. La leche ya había dejado de salir, y lo llevó a la bañera. Depositó un tierno beso en su frente, metiéndose junto a él en la tina, dejando que el agua tibia del grifo cubriera sus cuerpos.
Megumi cerró el grifo cuando creyó que ya era suficiente agua y empezó a enjabonar su cuerpo, pero Satoru detuvo su mano y besó su cuello, olfateó su glándula odorífica, dejándose embriagar por el dulce aroma de la menta y la naturaleza, bajando en un camino de pequeños besos, lamiendo las partes que aún no tenían jabón. Con su mano libre jugueteó con los botones rosas del oji-verde, sacándole suaves gemidos. Los acarició, presionó y pellizcó, sintiendo un líquido cálido resbalar entre sus dedos, que de inmediato llamó su atención.
Su lindo esposo estaba lactando de nuevo. Lo besó en los labios ahogando un par de gemidos y jadeos cuando el albino introdujo su lengua explorando cada rincón de su boca que conocía perfectamente. Se separaron en busca de aire, siendo un hilo de saliva lo que aún unía sus labios.
Gojo bajó hasta los lindos y rosados pezones para lamerlos y succionarlos, sacando no solo leche dulce, sino también suaves y sonoros gemidos de Megumi. Podía sentir en su abdomen la excitación de su pareja ante tal sensación.
Sonrió tomando el redondo y pálido trasero restregando toda su longitud entre los glúteos contrarios. Continuó sin dejar de lamer y morder los botoncitos rosas. Provocando que el pelinegro se estremezca por el placer.
—Mé-mételo ya... —jadeó, intentando controlar su respiración.
Satoru levantó un poco a Megumi y se acomodó en su entrada, entrando por completo en una sola estocada que hizo arquear la espalda de su esposo en respuesta al placer. Habían hecho el amor toda la noche, así que su miembro entró con facilidad.
Megumi se aferró a su cuello mientras movía sus caderas, ocasionando que parte del agua en la bañera se desbordara. Gojo guió sus movimientos colocando sus manos a cada lado. El menor de ellos se corrió primero, dejando una marca en el cuello contrario durante el orgasmo.
El peliblanco cambió de postura, acomodando a ambos en una posición más cómoda dentro de la bañera.
Entró nuevamente en Megumi, dando estocadas rápidas y precisas, haciendo que su amado gima por lo alto aferrándose al cabello de su esposo y al borde de la bañera. Por su parte, Gojo aferró su boca a esos lindos pezones, succionando cuanta leche sea posible. El pelinegro comenzó a arañar su espalda ante la sobreestimulación que recibía.
El oji-verde miró brevemente cómo Satoru se aferraba a su pecho mientras bebía de ellos. La escena de estar amamantando a su esposo le pareció caliente y excitante. Ante esa imagen, se corrió por segunda vez.
El albino dio un par de embestidas más para finalmente correrse dentro, llenando al amor de su vida con su semilla.
Se dieron un momento para darse tiernos y pequeños besos mientras recuperaban el aliento. Observaron el desastre que habían hecho; el agua de la bañera estaba esparcida por todo el cuarto de baño.
Megumi frunció el ceño ante la idea de tener que limpiar y el tiempo que les llevará eso. Satoru besó su pequeño puchero sabiendo perfectamente lo que pasaba en la mente de su pareja. El oji-verde se relajó ante las suaves caricias que su amado le brindaba. Creyó que era un buen momento para recordarle a su esposo la situación. Se acercó a su oído y susurró:
—Megumi, ¿cómo llamaremos al bebé?
El menor salió de su ensoñación y observó atónito el rostro sonriente de Gojo, esperando alguna señal que le indicara que su esposo estaba bromeando, pero esa señal nunca llegó.
—No creerás que la leche de tus pechos y el ligero cambio en tus feromonas son solo una casualidad, ¿o sí?
Sus lágrimas resbalaron por sus mejillas inconscientemente. Estaba feliz. Habían planeado tener un bebé desde hacía tiempo y al fin se les había concedido su deseo. Van a ser papás.
Satoru abrazó suavemente a Megumi y llenó su rostro con besos que llenaron de calidez su corazón.
Está embarazado. Se siente como idiota por haberse alarmado con la repentina leche brotando de sus pechos. No había otra explicación para eso.
—Te amo, Megumi —besó esos labios que tanto adora probar.
—Te amo, Satoru —su rostro enrojeció al decir el nombre.
El mayor soltó una pequeña risa —¿Aún te sonrojas por eso? —no podía creer que su lindo Megumi-chan aún se sonrojara por decir su nombre de pila, pese a que ya tienen 6 años de matrimonio. Se conocieron en su primer año de universidad cuando los acomodaron en el mismo salón, y, aunque tuvieron sus diferencias al principio, terminaron siendo novios y se casaron al finalizar sus estudios.
Besó los labios de su esposo, pero de inmediato rompió el beso al sentirse incómodo por algo.
Megumi frunció el ceño entendiendo perfectamente la mirada del albino y lo que pasaba por su mente.
El bebé chuparía los rosados pechos de su amado y bebería de ellos a su antojo.
—No puedes sentir celos de tu propio hijo.
—¡Megumiii…! —alargó las letras de su nombre en un falso lloriqueo. Hizo un gesto que reflejaba su envidia y malestar ante esa idea.
Abrazó a su esposo en un intento por consolarlo, dando pequeñas caricias en su cabeza.
—Espero que no tenga tu personalidad... —rogó Megumi para sí mismo.
—¿Eh?
Palabras: 1,070
[Nox Vulpes~]