ID de la obra: 780

Escritos GoFushi

Slash
NC-17
En progreso
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 14 páginas, 4.905 palabras, 4 capítulos
Descripción:
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Volcán de Azúcar y Piel

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Satoru despertó envuelto en el dulce y cálido abrazo del aroma a panqueques recién hechos. Se deslizó fuera de la cama, llevando solo la tela suave de su pantalón de pijama.   Guiado por la fragancia que se intensificaba, llegó a la cocina. Allí, de espaldas a él, Megumi preparaba el desayuno, ataviado únicamente con un delicado delantal verde pastel que apenas cubría la parte baja de su desnudez.   Con pasos ligeros y felinos, Gojo se acercó por detrás. Sin previo aviso, rodeó la delgada cintura con sus brazos, pegando su pecho a la espalda del oji-verde. Un jadeo ahogado y un sobresalto instantáneo escaparon de los labios del pelinegro.   El alfa se deleitó con la fragancia a bosque recién regado por la lluvia, que emanaba de la glándula de olor en la nuca del omega. La inhaló profundamente, sintiendo cómo una ola de calma y ardiente deseo barría la serenidad sobre su ser. No pasó un segundo antes de que liberara sus propias feromonas, una esencia poderosa de mar fresco en un día soleado, envolviendo a Fushiguro en una promesa de seguridad y amor incondicional.   Rozó la tierna piel del cuello con sus labios, sintiendo cómo esta se tensaba sutilmente bajo el roce. Bajó con un suave rastro de besos hasta la clavícula, justo donde su rostro fue apartado con un toque firme y molesto.   Satoru se apartó, observando a Megumi con la confusión de un cachorro regañado sin razón aparente.   El pelinegro lo guío con la mirada hacía la encimera. Entonces Gojo entendió. En medio de sus mimos, el revoltoso alfa había arruinado el desayuno por distraer a su omega.   Por la expresión irritada, el mayor no tardó en deducir que el de cabello ónix había pasado gran parte de la mañana preparando el "Volcán de Azúcar" que tanto le gustaba. Este manjar era una torre de esponjosos panqueques con un cráter central, rellenado en capas de chocolate fundido, fresas frescas, crema batida nevada y rodajas de plátano caramelizado, coronado con otro panqueque que se adornaría con pequeños conejitos de chocolate y un cerco de fresas picadas, todo finalizado con hilos de miel brillante.   Ahora, todo aquello yacía a medio hacer. La crema batida se desbordaba sobre gran parte del plato y se pegaba a la resina epóxica de la barra, mientras el chocolate se esparcía sin un rumbo fijo. El intenso aroma a dulce llenaba la cocina como una densa niebla. El oji-azul sonrió con una picardía incontrolable.   —¡El Volcán de Azúcar hizo erupción, Gumi! —exclamó.   La risa suave y profunda del alfa rompió la tensión que las feromonas de enfado del omega habían creado. No obstante, su alegría se apagó al ver el ceño fruncido de Fushiguro.   —Me tomó casi toda la mañana —la seriedad y una decepción evidente resaltaron en su voz, la cual se fue apagando en un susurro. Su meticuloso esfuerzo se había esfumado. Ahora, debía encargarse de la masacre azucarada antes de que se volviera una trampa pegajosa e invitara a una invasión de hormigas. Soltó un suspiro áspero y frustrado.   El albino se quedó en silencio, sus labios curvándose de forma felina hacia arriba.   Megumi deshizo el agarre en su cintura y extendió la mano hacia un trapo para empezar a limpiar el dulzón desastre. Sin embargo, un destello fugaz y blanco impactó contra su mejilla. Era un ataque de crema batida. Su mirada afilada y letal atravesó a Gojo, quien se encogió en su lugar, con la pose exacta de un niño sorprendido en plena travesura.   —Megum... —las palabras se le atascaron en la garganta. De su propio rostro resbalaba una sensación espumosa y fría. Tomó un poco con sus dedos, los llevó a su boca y los lamió con deleite. El dulzor explosivo del azúcar y la suave nube láctea de la nata invadieron su lengua, un contraste escalofriante de frío y dulce.   La diversión y la pura picardía brillaban ahora como gemas en sus zafiros.   El aroma a mar fresco y limpio del alfa actuaba como un ancla poderosa, luchando por derretir la capa de frustración de Megumi. Sin embargo, el desastre azucarado sobre la encimera seguía gritando el esfuerzo perdido. Su ceño fruncido pugnaba contra un temblor dulce que le subía por la espalda, mientras sus feromonas de irritación se veían irremediablemente manchadas y endulzadas por el aroma empalagoso de las nubes blancas que los rodeaban.   No permitió que el azabache pudiera siquiera terminar de alcanzar el trapo. Satoru lanzó un contraataque veloz que impactó de lleno, manchando el delantal y la piel de color lechoso del cuello del omega.   —Pff... —soltó el alfa, una risa contenida que murió cuando el siguiente proyectil impactó justo en su boca. Era un golpe de crema batida con tintes de chocolate que inmediatamente deleitó su paladar.   Gojo se acercó con un propósito renovado, inclinándose para lamer la nata del cuello del pelinegro. Detuvo un nuevo ataque con su mano, forzando la porción de crema a impactar contra el rostro del omega. Sin inmutarse, la lengua cálida y firme de Satoru se deslizó sobre la piel, borrando el rastro azucarado en una pasada lenta y deliberadamente sensual.   Megumi se inclinó hacia atrás, un quejido ahogado en su garganta. Las manos del alfa no perdieron tiempo, colándose ya entre el delantal y el bóxer. Rozaron la entrada sensible del pelinegro mientras acariciaban los suaves y firmes glúteos. El gemido que escapó del oji-verde fue una rendición silenciosa.   Con un movimiento fluido, el albino elevó a su esposo sobre el mármol frío de la barra, y procedió a lamer el resto de la crema batida que había quedado en su rostro. Los sabores danzaron y chocaron cuando sus bocas se unieron en un beso profundo, un vals azucarado que rápidamente se convirtió en una feroz lucha por dominar.   En un hábil y audaz movimiento, Satoru se encargó de hacer desaparecer el delantal, enviándolo a aterrizar en algún rincón del salón.   Su boca viajó de vuelta al cuello, donde se dejó embriagar hasta el aturdimiento por las feromonas excitadas que clamaban por más. Lamió y mordió con propiedad, dejando marcas que, claramente, difícilmente se ocultarían.   Una fresa cubierta de chocolate impactó contra sus labios, interceptando el camino que llevaba a la boca contraria. La mirada jade, encendida e impaciente, suplicaba por el siguiente movimiento.   Gojo mordió la fruta como un depredador saboreando a su presa acorralada. El dulzor del chocolate y el jadeo húmedo del azabache encendieron el instinto más primitivo del alfa: el deseo de marcar y consumir. Tomó otra fresa envuelta en chocolate, comenzando a dibujar y a pintar sobre la piel blanquecina del pecho, que se estremeció por el contacto frío. Los trazos rodearon los botones rosados que se tensaron inmediatamente ante el toque fresco. El omega dejó escapar un gemido. Satoru dibujaba trazos que jamás podrían describir por completo todas las emociones y la devoción que Megumi causaba en su mundo.   La tela del bóxer se oscureció y humedeció justo donde se ajustaba con más presión.   El alfa limpió parte del delicioso rastro chocolatoso con un apetito voraz y deseo crudo, obteniendo a cambio jadeos entrecortados y húmedos. Se mordió el labio inferior, deleitándose con la exquisita vista. La parte inferior de su pijama, sentía una tensión palpable que no había existido cuando despertó.   Sin poder seguir conteniéndose, el peliblanco mordió con exquisita posesividad el rosado "botón de gomita", provocando que Fushiguro se estremeciera de pies a cabeza con un gemido sonoro que complació ruidosamente al oji-azul.   Compartió el sabor dulce con su pareja mientras sus cuerpos se unían entre roces urgentes y embestidas suaves y rápidas a través de la ropa humedecida.   El omega rompió el beso, su aliento caliente chocando contra los labios del alfa.   —Es tarde... —su voz, ahora jadeante y excitada, rozó la boca de su esposo, quien frunció el ceño al echar un vistazo al reloj de la pared.   —Aún no termino mi desayuno —declaró. El trabajo podía esperar, pero el deseo ardiente en sus manos no. No iba a permitir que su delicioso omega se enfriara.   Sin más demora, lo cargó del regazo como a una princesa. El mundo más allá de la cocina desapareció mientras las pocas prendas que les quedaban volaban de un tirón por la gran habitación.   La húmeda y cálida entrada lo recibió gustosa, envolviéndose alrededor del alfa.   Satoru apretó a Megumi entre sus brazos, el omega gimiendo y estremeciéndose con cada estocada profunda en su punto dulce. El alfa lamió los restos de crema batida y chocolate de su piel, dejando un pegajoso rastro azucarado que sellaba el momento.   Fushiguro se aferró con desesperación, embriagándose con el torrente de feromonas de su alfa. Sus uñas se clavaron en la piel ajena cuando las embestidas se volvieron erráticas, pero peligrosamente certeras, recibiendo un gruñido gutural como respuesta. No aguantaría mucho más.   —¡S-satoru...!   Gojo unió sus labios en un beso profundo, ahogando los gemidos desesperados del omega. Él también estaba peligrosamente cerca.   Uno, dos, tres... Esas embestidas fueron suficientes para que ambos llegaran al clímax. El alfa lo llenó por completo en una descarga que los dejó sin aliento.   —Gumi... —llamó, antes de besarlo con ternura.   Megumi lo atrajo hacia él con una fuerza renovada, volviendo a unirse en un solo cuerpo, un movimiento que hizo jadear al peliblanco.   —Aún falta mi desayuno —susurró, su aliento caliente y agitado chocando directamente contra el oído de Satoru.   —¡Qué clase de esposo sería si dejara con hambre a mi precioso omega! —respondió el albino, la voz ronca por el esfuerzo.   Sus labios se unieron nuevamente, y sus cuerpos, pegajosos y satisfechos, volvieron a fusionarse en un solo ser.               Palabras: 1, 604 [NoxVulpes~]
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