Capítulo 5
                                                    12 de septiembre de 2025, 21:15
                                            
                Nota: Pregunta, que es ‘Junior High School DxD’, mientras buscaba en la wikifandom de DxD, termine encontrando con esta historia. Esta historia de que trata me gustaría saber si alguien lo ha leído.
Capítulo 5
Europa, 2008
Isaías nunca imaginó que su vida sería marcada por la espada. Criado en un orfanato, huérfano desde temprana edad, fue reclutado por la iglesia para formar parte de un proyecto secreto. El Proyecto de la Espada Sagrada fue algo en lo que él, junto con muchos otros huérfanos, puso su esperanza: una oportunidad de pertenecer a algo grande, de encontrar una razón para vivir.
Bajo la supervisión de Valper Galilei, ellos fueron preparados para empuñar las Espadas Sagradas con el fin de lograr un poder inimaginable. Sin embargo, el proyecto nunca cumplió las expectativas. Los jóvenes huérfanos fueron considerados prescindibles cuando el proyecto no demostró los resultados esperados.
Cuando Valper Galilei decidió eliminarlos, muchos de los jóvenes fueron sacrificados. Isaías fue testigo de la muerte de todos sus amigos, y el odio se apoderó de él. Las Espadas Sagradas, en especial Excalibur, se convirtieron en el símbolo de su tragedia, la razón detrás de la muerte de aquellos que fueron sus compañeros, sus hermanos.
Su escape fue el último vestigio de esperanza. Con la ayuda de sus amigos, logró huir de la instalación, pero el veneno que había inhalado durante su huida le estaba cobrando la vida. Su cuerpo caía rendido, agotado por las heridas y el veneno que se expandía por su organismo.
El aire estaba helado, y la nieve caía con lentitud, cubriendo el suelo en un manto blanco que parecía eterno. Cada respiración de Isaías producía un débil vaho, casi imperceptible debido a lo débil que se encontraba. Su cuerpo yacía entre los árboles de un bosque, con la vida escapándose de él a cada segundo que pasaba.
No sentía dolor, solo un frío que lo envolvía desde dentro. Su visión borrosa capturaba fragmentos del paisaje a su alrededor, pero nada tenía sentido. No importaba dónde mirara, solo veía sombras de lo que había perdido: los rostros de sus amigos, los gritos de agonía que habían llenado la sala de experimentos, y el brillo cruel de las Espadas Sagradas que los habían condenado.
Sus dedos se cerraron débilmente sobre la nieve. "¿Es este mi fin?" pensó, mientras el veneno seguía su curso, reclamando cada rincón de su cuerpo.
Pero entonces, una voz suave y cálida rompió el silencio.
“¿Quieres vivir?”
Su mirada cansada se alzó y, entre la neblina de su visión, vio una figura arrodillada junto a él.
Era una chica de apariencia majestuosa. Su cabello largo y carmesí contrastaba con la nieve que la rodeaba, y sus ojos azules, tan profundos como el cielo en verano, lo miraban con una mezcla de compasión y determinación. Vestía un elegante abrigo de invierno, pero no parecía afectada por el frío que lo consumía.
Por un momento, Isaías creyó que estaba viendo a un ángel.
“¿Quieres vivir?” repitió ella, extendiendo una mano hacia él.
Isaías no respondió de inmediato. Su mente, atrapada entre el dolor físico y la devastación emocional, vacilaba. Las palabras de la chica resonaban en su cabeza, mezclándose con los ecos de los gritos de sus amigos, las promesas que habían hecho juntos, y la culpa que lo consumía por haber sido el único en escapar.
“Vivir...” murmuró con voz débil, apenas audible.
"¿Para qué?" pensó. "¿Qué sentido tiene si ellos ya no están aquí? Si todo lo que queda en mi corazón es odio..."
Pero entonces, un recuerdo fugaz cruzó su mente. Las palabras de su mejor amigo, Matthias, antes de sacrificarse para que él pudiera escapar.
“Isaías, vive por nosotros. Haz que nuestra existencia signifique algo.”
Su pecho se llenó de una mezcla de rabia y determinación. No podía dejar que sus muertes fueran en vano. Si quedaba algo que pudiera hacer en este mundo, sería vengarlos.
Alzó la mirada hacia la chica frente a él. Sus labios estaban pálidos, pero logró articular una respuesta.
“Sí... quiero vivir. Aún no puedo... morir.”
La chica sonrió con dulzura, aunque había una firmeza en su expresión que demostraba su carácter. “Entonces, acepta mi oferta. Te daré una nueva oportunidad, una nueva vida. Pero tendrás que caminar un nuevo camino, lejos de lo que conoces. ¿Estás dispuesto?”
Isaías no entendía del todo lo que significaba su oferta, pero en ese momento no importaba. No podía permitirse morir, no cuando el peso de las promesas y las vidas de sus amigos recaía sobre él.
Con el poco control que le quedaba, extendió su mano temblorosa hacia ella. Sus dedos apenas rozaron los de la chica, pero ese contacto fue suficiente.
Una cálida energía comenzó a fluir desde la chica hacia su cuerpo, envolviéndolo en una luz carmesí que contrastaba con la nieve fría a su alrededor. Isaías sintió cómo esa energía luchaba contra el veneno que lo estaba matando, reparando su cuerpo y llenándolo de una fuerza que nunca había sentido antes.
Mientras la luz lo envolvía, su mente comenzó a desvanecerse. La última imagen que vio antes de perder el conocimiento fue el rostro de la chica, su mirada firme y protectora.
“Descansa. Cuando despiertes, tu vida comenzará de nuevo,” dijo la chica, con una voz que parecía acariciar su espíritu.
Cuando Isaías despertó, ya no estaba en el bosque. Sus ojos se abrieron lentamente, y lo primero que notó fue el techo decorado con intrincados detalles. Estaba en una cama cómoda, rodeado por un ambiente cálido y lujoso.
Fue entonces cuando la puerta de la habitación se abrió, y la misma chica que lo había salvado entró, llevando una pequeña bandeja de comida.
“Me alegra ver que despertaste,” dijo ella con una sonrisa.
Isaías la miró, confuso. “¿Quién eres?”
Ella colocó la bandeja sobre la mesa junto a la cama y se sentó en una silla cercana. “Mi nombre es Rias Gremory. Soy la cabeza de una noble familia de demonio, y ahora... soy tu maestra.”
Los ojos de Isaías se abrieron con sorpresa. “¿Demonio? ¿Qué significa esto?”
Rias le explicó con paciencia lo que había sucedido. Le habló de los demonios, de las ‘Evil Piece’ y del pacto que había hecho con él para salvarlo. Le explicó que ahora era parte de su nobleza, un [Caballero], y que su vida anterior como humano había terminado.
“¿Por qué me salvaste?” preguntó Isaías, todavía tratando de procesar todo lo que le estaba diciendo.
Rias lo miró fijamente. “Porque vi en ti un potencial que no podía dejar pasar. Pero, más allá de eso, vi a alguien que tenía una razón para seguir luchando. No tienes que contarme qué es lo que buscas, pero si decides quedarte a mi lado, te prometo que te ayudaré a encontrarlo.”
En los días que siguieron, Isaías comenzó a adaptarse lentamente a su nueva vida. Aunque seguía cargando con el peso de su pasado, comenzó a ver un nuevo camino frente a él.
Fue entonces cuando Rias le ofreció un nuevo nombre.
“El nombre Isaías pertenece a tu vida pasada. Pero ahora, como parte de mi nobleza, me gustaría darte un nuevo nombre, uno que refleje tu renacimiento.”
Isaías la miró en silencio, pero asintió.
“De ahora en adelante, serás Yuuto Kiba,” dijo Rias con una sonrisa.
Yuuto aceptó el nombre, sabiendo que no era solo un símbolo de su nueva vida, sino también una forma de honrar la promesa que había hecho a sus amigos: seguir adelante, vivir por ellos, y algún día, vengarlos.
❅────✧❃✧────❅•
Norte de Europa.
El frío viento del norte azotaba con fuerza, haciendo que incluso los árboles más robustos crujieran bajo su intensidad. La nieve cubría todo el terreno, pero el escenario no estaba en calma: los ecos de una batalla resonaban por todo el valle, sacudiendo la paz de las tierras asgardianas.
En medio de un claro cubierto de nieve, una joven adolescente destacaba por su energía indomable. Izayoi Saigou, con una sonrisa amplia y un brillo de pura emoción en los ojos de ella, esquivaba el ataque de un martillo que podría haber destrozado una montaña.
“¡Vaya, pensé que los dioses nórdicos serían más rápidos!” gritó ella mientras daba un salto hacia atrás, dejando un rastro de nieve volando con el impacto de su movimiento.
Frente a ella, un grupo de dioses menores observaba con expresiones de frustración. Uno de ellos, empuñando el enorme martillo que había fallado, apretaba los dientes con fuerza.
“¡Niña insolente! ¿De verdad crees que puedes enfrentarte a los dioses de Asgard?” rugió el dios, levantando nuevamente su martillo.
Izayoi se llevó una mano a la cintura, fingiendo estar pensativa. “Hmm… Pues, considerando que ya voy ganando, diría que sí.”
¡Explosión!
Un rayo cayó del cielo, iluminando el campo de batalla por un instante. A lo lejos, Senji y Kuroka observaban la escena desde una colina cubierta de nieve.
Kuroka, abrazándose a sí misma para protegerse del frío, suspiró. “Esta niña tiene un tornillo suelto, nya. ¿Por qué siempre esta emocionada de pelear con Dioses?”
Senji, sentado en una roca cubierta de nieve, mantenía sus ojos fijos en Izayoi, analizando cada uno de sus movimientos. Su expresión permanecía tranquila, pero había un leve destello de aprobación en su mirada.
“Le gusta probar la veracidad de las leyendas contados en los libros, por eso, ella siempre está interesada de pelear con los Dioses.”
Ella bufó, dejando escapar un vaho al aire helado. “Ella es un poco extrema.”
Senji ladeó la cabeza ligeramente, sin apartar la vista del campo de batalla. “Izayoi no es como otros humanos. Tiene el poder, pero a ella todavía le falta la experiencia de seguir creciendo. Si no aprende ahora, será demasiado tarde cuando enfrente una verdadera amenaza.”
Kuroka chasqueó la lengua, ella observaba cómo Izayoi esquivaba un rayo que partió un árbol cercano. “Espero que tengas razón, porque si la matan, te lo recordaré por el resto de tu vida, nya.”
De vuelta en el campo de batalla, ella se movía con una agilidad impresionante, esquivando golpes y lanzando ataques rápidos. Sin embargo, los dioses estaban empezando a coordinarse mejor, rodeándola y limitando sus movimientos.
“Bien,” dijo ella, flexionando sus rodillas mientras levantaba las manos, “parece que al fin están actuando como un equipo.”
Uno de los dioses lanzó su lanza hacia ella con una velocidad vertiginosa. Izayoi saltó hacia atrás, pero la lanza cambió de trayectoria en el aire, guiada por un hechizo.
“¡Eso es trampa!” gritó ella mientras la lanza casi rozaba su hombro.
Otro dios aprovechó su distracción y cargó hacia ella con un escudo en alto. Izayoi apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para bloquear el impacto, que la lanzó varios metros hacia atrás, su cuerpo hundiéndose en la nieve.
“¿Te cansaste, niña?” preguntó uno de los dioses, con una sonrisa de superioridad.
Desde la nieve, ella comenzó a reír, su risa resonando como un eco en el claro. Lentamente, se levantó, limpiándose la nieve de su ropa.
“No está mal,” dijo ella, estirando los brazos. “Me alegra que al fin estén peleando en serio, porque ahora puedo mostrarles algo nuevo.”
Un destello brillante comenzó a rodear el cuerpo de la chica, iluminando el campo de batalla. Bajo los pies de la chica, comenzó a temblar ligeramente, y su energía se concentró en su palma derecha.
“Vamos a ver cómo manejan esto,” dijo ella con una sonrisa desafiante.
Un ataque explosivo rodeó a todos, los dioses obligados a retroceder y levantar sus armas para protegerse.
En la colina, Senji observaba la explosión de energía con una expresión neutral, pero sus ojos brillaban con una mezcla de aprobación y precaución.
“Está perdiendo el control,” murmuró.
Kuroka, quien ahora estaba de pie junto a él. “¿Vas a intervenir o la dejarás seguir?” Ella frunció el ceño.
Senji se levantó lentamente, sacudiendo la nieve de su abrigo. “Ya es suficiente por hoy. Ella necesita saber cuándo detenerse.”
Sin decir más, comenzó a caminar hacia el campo de batalla, dejando que sus pasos resonaran sobre la nieve.
Senji apareciendo en el campo de batalla, observo a los dioses cubiertos de heridas menores, jadeando por el esfuerzo. Izayoi, ella se encontraba de pie donde respiraba por el agotamiento de haber usado esa habilidad.
“Es suficiente,” dijo Senji con voz firme, caminando hacia Izayoi.
Ella se giró hacia él, con una sonrisa cansada pero orgullosa. “¿Lo viste? Estuve increíble, ¿no?”
Senji se detuvo frente a Izayoi, cruzando los brazos. “Lo hiciste bien, pero podrías haber terminado esta pelea mucho antes si hubieras usado la cabeza.”
Izayoi infló las mejillas, claramente molesta. “¡Vamos, al menos podrías felicitarme un poco más! ¿No viste cómo los hice retroceder?”
“Sí, y también vi cómo te dejaste rodear por tu propia imprudencia,” respondió Senji. “La fuerza no lo es todo, Izayoi. Necesitas aprender cómo manejar tus cartas.”
Los dioses, aunque exhaustos, asintieron con respeto hacia Senji. “Tu aprendiz tiene potencial, pero todavía es demasiado impulsiva.”
“Lo sé,” dijo Senji, girándose hacia ellos. “Y por eso la traje aquí. Gracias por su tiempo.”
Uno de los dioses, sosteniendo su martillo sobre el hombro, se rió entre dientes. “Tienes agallas para entrenar a una humana aquí. Pero, ella es increíble, es momento de retomar un régimen entrenamiento para derrotar a esa niña, no, Izayoi Saigou. En el futuro buscare la revancha donde conseguiré la victoria.”
Izayoi levantó un puño, donde ella sonreía con arrogancia. “¡Cuando eso pase, te pateare devuelta el trasero, Thor!”
Senji suspiró y comenzó a caminar hacia la colina. “Vámonos. Hay que seguir el viaje.”
Izayoi lo siguió, murmurando para sí misma, mientras Kuroka, esperándolos en la colina, ella negaba con la cabeza.
“Definitivamente somos un grupo problemático, nya…”
Historia Paralela: ¿Primera pelea?
Japón, 1982 - Preparatoria de Kioto (Un tiempo antes de la ¿Primera Cita?)
La luz del sol iluminaba el campus de la Preparatoria de Kioto mientras los estudiantes corrían de un lado a otro, ocupados con sus actividades cotidianas. Las hojas de los cerezos caían suavemente con la brisa, dándole al ambiente un toque idílico que contrastaba con el caos que reinaba en la sala de profesores del segundo piso.
Dentro de esa sala, Senji Muramasa y Serafall Leviathan discutían… otra vez.
Ambos trabajaban como maestros, una oportunidad que Senji había tomado con la esperanza de mantener un perfil bajo mientras vivía como un humano. Sin embargo, no contaba con que Serafall terminaría siguiéndolo a este lugar. Su presencia no solo ponía a prueba su paciencia diaria, sino que parecía estar diseñada para hacer imposible cualquier intento de una vida tranquila.
En esta ocasión, la discusión giraba en torno al evento escolar que tendría lugar en dos semanas. Cada clase debía organizar algo para el festival cultural, y como los encargados de coordinar, Senji y Serafall tenían que decidir cómo ayudarían a sus respectivos grupos.
“¡Es una idea perfecta!” exclamó ella con entusiasmo, mostrando un dibujo en el que los estudiantes de su clase estaban vestidos con elaborados trajes de chicas mágicas y magos. “¡Mira esto, Senji-chan! Mi clase hará un desfile de cosplay de chicas mágicas y magos. Será brillante, lleno de colores, ¡y adorable!”
Senji, sentado en una silla con los brazos cruzados, miró el dibujo por un momento. Había estado escuchando las explicaciones de Serafall durante los últimos veinte minutos, y cada palabra que decía hacía que su paciencia se agotara un poco más.
Finalmente, suspiró profundamente y cerró los ojos, inclinándose hacia atrás en su silla. “¿No crees que estás llevando esto demasiado lejos, Serafall? Es un festival escolar, no un espectáculo de televisión.”
“¡Claro que no es demasiado!” respondió ella, golpeando la mesa con ambas manos mientras lo miraba con sus ojos brillantes. “El cosplay de chicas mágicas siempre es un éxito. ¡Y, además, es lo que más les gusta a los estudiantes! Es divertido, creativo, y… ¡mágico!”
Senji abrió un ojo para mirarla, evaluando si valía la pena responder a su energía inagotable. Al final, decidió que debía expresar lo que realmente pensaba, aunque sabía que podría haber consecuencias.
“¿No estás muy vieja para hacer cosplay?”
El silencio que siguió a sus palabras fue ensordecedor.
Por un instante, el mundo pareció detenerse. Los estudiantes afuera dejaron de correr, los pájaros dejaron de cantar, y el viento dejó de soplar. Serafall, la sonrisa de ella se congeló en su rostro mientras un leve tic comenzaba a manifestarse en su ceja derecha.
Senji apenas tuvo tiempo de registrar el peligro antes de que todo explotara.
“¿¡QUÉ HAS DICHO!?”
Con un movimiento más rápido de lo que cualquier humano podría percibir, Serafall cerró el puño y lanzó un golpe directo a la cara de Senji. El impacto fue tan fuerte que la silla en la que estaba sentado se deslizó hacia atrás y, para su mala suerte, chocó contra la ventana abierta detrás de él.
La silla se inclinó hacia atrás, y con un ruido ensordecedor de cristales rompiéndose, Senji salió volando por la ventana del segundo piso, aterrizando en el patio del instituto con un sonido seco.
Los estudiantes que estaban afuera se detuvieron al ver a su maestro tirado en el suelo, con fragmentos de vidrio a su alrededor. Algunos lo miraron con asombro, otros con confusión, y unos pocos más comenzaron a susurrar entre ellos.
Desde la ventana rota, Serafall asomaba la cabeza, aún con el puño en alto y una expresión de pura indignación en el rostro.
“¡Nunca debes decirle eso a una señorita!” gritó ella, sacudiendo su dedo hacia él como si estuviera reprendiendo a un niño.
Senji, todavía tumbado en el suelo, dejó escapar un largo suspiro mientras miraba al cielo. Sabía que había cruzado una línea, pero no pudo evitar murmurar para sí mismo: “Lo sabía… debería haberme quedado callado.”
Un grupo de estudiantes se acercó rápidamente para ayudarlo a levantarse. Una chica preguntó con preocupación: “¿Está bien, Muramasa-sensei?”
Él asintió lentamente mientras se sacudía el polvo de su camisa. “Estoy bien… solo necesito un momento.”
Mientras tanto, Serafall regresó a la sala de profesores como si nada hubiera pasado, donde ella retomaba sus bocetos de trajes de chicas mágicas y murmurando para sí misma sobre lo maravillosa que sería la presentación de su clase.
Varios minutos después, Senji regresó a la sala, esta vez con una expresión de pura exasperación. Cerró la puerta detrás de él y se cruzó de brazos, mirando a Serafall, quien seguía trabajando en sus dibujos como si el incidente anterior nunca hubiera ocurrido.
“¿Sabes que eso fue completamente innecesario, verdad?” dijo finalmente, rompiendo el silencio.
Serafall levantó la mirada, donde ella parpadeaba inocentemente. “¿A qué te refieres?”
“De sacarme volando por la ventana.”
Ella sonrió y se encogió de hombros. “No debiste decir algo tan grosero. Nunca se le dice a una dama que es demasiado vieja para algo. Es sentido común, Senji-chan.”
Senji masajeó sus sienes, tratando de mantener la calma. “Eres imposible...”
“¡Y tú eres un gruñón!” replicó ella, sacándole la lengua.
A pesar de su frustración, Senji no pudo evitar notar la energía contagiosa de Serafall. Por muy irritante que fuera, su presencia tenía un extraño efecto en el ambiente, haciéndolo más ligero y menos monótono.
Finalmente, dejó escapar un suspiro y se dejó caer en una silla. “Haz lo que quieras con el desfile de cosplay. Solo no me metas en ello.”
“¡Trato hecho!” exclamó ella con una sonrisa radiante, levantando su dibujo como si fuera un trofeo. “Y no te preocupes, Senji-chan, ¡estoy segura de que incluso tú encontrarás esto divertido eventualmente!”
“Lo dudo,” murmuró él, apoyando la cabeza en la mesa.
Mientras Serafall volvía a hablar sobre colores y diseños, Senji no pudo evitar pensar que, aunque su vida estaba lejos de ser tranquila, al menos nunca sería aburrida con ella cerca.
                
                
                    