Capítulo 9
                                                    12 de septiembre de 2025, 21:15
                                            
                Capítulo 9
Habíamos regresado a Tokio. Aún podía sentir en el aire el rastro tenue de la explosión de anoche, como si las cenizas y el caos quisieran recordarnos lo sucedido. Nuestro objetivo era claro: buscar cualquier indicio de lo que le había ocurrido a Senji. Pero hasta ahora, no habíamos encontrado absolutamente nada.
“No hay forma de investigar lo que pasó con Senji…”
La voz de Kuroka rompió el silencio, aunque sonaba tan cansada como mi propio ánimo. Estábamos buscando respuestas en un lugar que parecía decidido a ocultarlas.
Me detuve en seco frente a una calle llena de escombros. Los restos de una casa, o más bien lo que alguna vez fue una, ahora eran solo pedazos de madera y concretos dispersos por todas partes. Mi mirada se fijó en un pequeño charco de agua mezclada con cenizas.
"Eso no significa que vayamos a rendirnos, Kuroka," respondí con firmeza.
Ella me miró de reojo, su doble cola felino moviéndose lentamente con un gesto que conocía bien: frustración contenida.
“Ya revisamos este lugar y no hay ningún rastro de energía de Senji,” replicó ella. “Es como si… simplemente hubiera desaparecido.”
No quería admitirlo, pero tenía razón. No había nada aquí, ni siquiera un leve eco de su presencia espiritual, lo cual era absurdo. Senji no podía desaparecer, así como así, no sin dejar algún tipo de pista.
"Aún así," insistí, "hay algo raro en todo esto. Una explosión tan grande no ocurre sin un motivo, y menos cuando él estaba justo en el centro."
Kuroka suspiró y cruzó los brazos, sus orejas de gata bajaron un poco, reflejando su desánimo.
"¿Entonces qué propones, Izayoi-chan?"
Mis ojos recorrieron nuevamente el área, buscando cualquier cosa fuera de lugar. Mi instinto me decía que algo se nos estaba escapando, algo importante.
"Vamos a dividirnos. Tú busca en los alrededores, y yo revisaré lo que queda de esa casa."
"¿Estás segura? Podrías terminar atrapada en algo más grande," dijo ella, aunque no había preocupación en su voz, solo una advertencia.
"Por supuesto que estoy segura," repliqué con una media sonrisa. "Además, si hay problemas, sabes que puedo manejarme."
Ella dudó un momento antes de asentir.
"Está bien. Pero si encuentras algo, avísame de inmediato, ¿entendido?"
"Sí, sí, lo que digas, Kuroka."
Mientras ella se alejaba, me acerqué a lo que quedaba de la estructura. Cada paso que daba sentía como si el suelo quisiera tragarse cualquier evidencia, pero no podía rendirme. Senji era muchas cosas, pero desaparecer sin pelear no era una de ellas.
Cuando llegué al centro de lo que solía ser el hogar, algo llamó mi atención. Entre los escombros, había un objeto que no encajaba con el resto: una marca quemada en el suelo. Era un círculo, o al menos lo que quedaba de uno. Su forma irregular y los símbolos apenas visibles me hicieron detenerme.
"¿Un sello?" susurré.
Extendí la mano y pasé los dedos por encima del dibujo. Aunque estaba incompleto, podía sentir un leve rastro de energía mágica. Era antigua, densa, y no pertenecía a Senji.
Esto no era solo una explosión. Alguien lo había planeado.
"Senji… ¿qué demonios hiciste?"
Mientras continuaba hurgando entre los escombros, sentí algo que hizo que mi cuerpo se tensara. Era una presencia débil, casi imperceptible, como un susurro en el aire. Pero para alguien como yo, con sentidos superhumanos, aquello era tan evidente como un rugido en medio del silencio.
Mis ojos recorrieron el entorno, buscando el origen de esa energía. Aunque trataba de esconderse, era claro que alguien me estaba observando.
"Sal de ahí ahora mismo," advertí, mi voz baja pero firme. "O puedo asegurarte que no disfrutarás lo que viene después."
No hubo respuesta inmediata, pero tampoco movimiento. El silencio se alargó por unos segundos, tensando el ambiente como una cuerda a punto de romperse.
"Última advertencia."
Sin esperar más, recogí una roca del suelo y la lancé hacia el lugar donde sentí la presencia. No necesitaba usar toda mi fuerza, solo lo suficiente para forzar a quien estuviera allí a revelarse. La roca cortó el aire, y antes de que pudiera impactar, alguien emergió de las sombras.
Era una chica. Más baja que yo, con un porte elegante que contrastaba con el caos a nuestro alrededor. Su kimono negro con detalles celestes fluía suavemente con cada paso, como si ignorara la suciedad y los escombros bajo sus pies. Su cabello blanco, tan sedoso que casi parecía brillar, caía en suaves ondas alrededor de su rostro. Pero lo que más llamaba la atención eran los pequeños cuernos negros que sobresalían de su frente.
Sus ojos dorados con pupilas finas me miraban con una mezcla de diversión y curiosidad. Una mano delicada sostenía un abanico que usaba para cubrir parcialmente su rostro, aunque no podía ocultar la sonrisa creciente que se dibujaba en sus labios.
"Vaya, vaya," dijo con una voz suave y melódica. "Qué sentidos tan afilados tienes, jovencita."
Fruncí el ceño, mi cuerpo aún en tensión. "¿Quién eres? Y más importante, ¿qué haces aquí?"
La chica no respondió de inmediato. En lugar de eso, inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluándome.
"Ah, qué maleducada soy," dijo finalmente, cerrando el abanico con un movimiento fluido y elegante. "Mi nombre es Shiroyasha. Y tú… debes ser Izayoi Saigou."
"¿Cómo sabes mi nombre?"
"Digamos que he oído hablar de ti," respondió ella con una sonrisa que no hizo más que aumentar mi desconfianza.
Mis manos se apretaron en puños mientras la miraba fijamente, intentando descifrar si era una amenaza. "Eso no responde mi pregunta. ¿Qué quieres?"
Ella no parecía intimidada por mi tono, todo lo contrario. Dio un paso hacia adelante, sus ojos dorados brillando con una intensidad que me puso los pelos de punta.
"Quiero saber qué pasó aquí, igual que tú," dijo ella, su voz calmada pero llena de intenciones ocultas.
"¿Y por qué debería creerte?"
Shiroyasha soltó una pequeña risa, cubriéndose los labios con el abanico nuevamente. "Porque si quisiera hacerte daño, ya lo habría intentado."
No pude evitar soltar una carcajada seca. "¿De verdad crees que podrías hacerlo? Te ves como si una brisa pudiera derribarte."
Sus ojos brillaron con una chispa de diversión. "Oh, pequeña Izayoi, las apariencias pueden engañar."
Algo en su tono me inquietó, pero no iba a mostrar ninguna debilidad. "Si estás aquí por Senji, será mejor que hables de una vez."
Ella asintió ligeramente, como si estuviera concediéndome algo. "Tal vez sí, tal vez no. Pero algo me dice que este lugar es solo el principio de una historia mucho más interesante."
La sonrisa de la chica permaneció intacta mientras sus ojos dorados se clavaban en los míos, como si estuviera diseccionándome. Esa mirada me molestaba más de lo que quería admitir, como si supiera algo que yo ignoraba.
"Entonces, Shiroyasha, ¿qué es lo que realmente quieres?" pregunté, endureciendo mi tono para mostrar que no estaba para juegos.
Ella soltó una risa suave, cubriendo sus labios con el abanico. "Siempre tan directa, Izayoi. Supongo que eso es parte de tu encanto."
"Ahórrate los halagos." Crucé los brazos, sin apartar la mirada. "Si tienes algo que decir, dilo ahora."
Shiroyasha cerró su abanico con un movimiento elegante y lo dejó descansar sobre su palma. "Muy bien, iré al grano. Estaba aquí evaluándote, pequeña. Y debo decir que no me has decepcionado."
"¿Evaluándome?" repetí, arqueando una ceja.
"Exacto. Verás, soy… digamos, una vieja amiga de Senji. Y quería saber si la jovencita que lo acompaña es tan prometedora como él decía."
Su mención de Senji hizo que mi corazón diera un vuelco. "¿Qué sabes sobre Senji?"
La diversión en su rostro se suavizó por un instante, lo suficiente para que notara un destello de algo más profundo. Algo que no quería admitir.
"Mucho más de lo que imaginas, Izayoi," respondió en un tono más serio. "Y lamento decirte esto, pero… Senji está muerto."
Sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. "¿Qué…?"
"No es una broma," añadió Shiroyasha, aunque su sonrisa volvió a aparecer, esta vez más tenue. "La explosión de anoche no fue casualidad. Fue el resultado de alguien que intentó matarlo. Y lo logró… en cierto modo."
"No… no puede ser." Las palabras apenas salieron de mi boca mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
Shiroyasha dio un paso hacia mí, con una expresión que combinaba diversión y melancolía. "Relájate, pequeña. No es el fin del mundo. Bueno, al menos no para él."
La miré, confundida y furiosa al mismo tiempo. "¿De qué demonios estás hablando?"
"Senji, como probablemente ya sabes, es un caso especial," explicó ella, moviendo el abanico como si estuviera contando una historia trivial. "Por su naturaleza, no puede ser eliminado de forma permanente. Digamos que… tiene un contrato con el ciclo de la reencarnación. Así que, técnicamente, sí, murió. Pero ya está de camino de vuelta."
"¿Qué significa eso exactamente?"
"Significa que, en este mismo instante, podría estar reencarnándose en cualquier lugar de este mundo," respondió, riendo suavemente. "Tal vez como un bebé, tal vez como un joven en una aldea lejana… o incluso como una flor, si el universo se siente juguetón."
Su risa ligera me enfureció. "¿Cómo puedes reírte de esto? ¡No es un juego!"
"Para él lo es," dijo Shiroyasha, sus ojos dorados brillando con malicia. "¿Sabes cuántas veces ha jugado este mismo truco? Morir y reencarnar, dejando a todos los demás lidiar con el caos que deja atrás. Créeme, Izayoi, esta no es la primera vez, y no será la última."
"¿Por qué lo haría?"
Ella encogió los hombros, como si la respuesta fuera obvia. "Porque es Senji. Le encanta ver cómo reaccionan los demás, cómo intentan darles sentido a sus acciones. Es su forma de jugar con el destino."
Apreté los puños, sintiendo la frustración hervir dentro de mí. "¿Y qué se supone que haga ahora?"
"Eso depende de ti, pequeña." Shiroyasha volvió a abrir su abanico, cubriendo su rostro parcialmente. "Puedes quedarte aquí y llorar por su ausencia, o puedes moverte y encontrarlo. Porque te aseguro que estará en algún lugar… esperando."
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Cada fibra de mi ser quería gritar, pero también sabía que tenía razón.
Shiroyasha dio un paso atrás, girando ligeramente sobre sus talones. "Bueno, ha sido divertido conocerte, Izayoi. Ahora que sé de lo que eres capaz, no me cabe duda de que estarás bien. Nos veremos pronto… o tal vez no. Todo depende de ti."
"Espera," la llamé antes de que pudiera desaparecer. "Si eres tan amiga de Senji, ¿por qué no lo buscas tú misma?"
Ella se detuvo y me miró por encima del hombro, con una sonrisa enigmática. "Porque esta vez, el juego es tuyo, no mío."
Y con esas palabras, Shiroyasha desapareció en un parpadeo, dejando tras de sí solo el eco de su risa y una nube de preguntas en mi mente.
❅──────✧❃✧──────❅•
Dos años después
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes en Japón, una figura joven destacaba bajo el cielo matutino. Entre los árboles que formaban un paisaje sereno, se escuchaba el sonido rítmico de una espada de madera cortando el aire.
Zekka Miyamoto, una hermosa chica de apenas catorce años, entrenaba con una dedicación que superaba su corta edad. Sus movimientos, aunque aún toscos, eran rápidos y llenos de pasión. Su cabello oscuro estaba atado en una coleta desordenada, mientras que pequeñas gotas de sudor brillaban en su frente bajo la luz del sol.
El dojo improvisado donde practicaba estaba compuesto por poco más que un claro rodeado de piedras. A su alrededor, marcas en los troncos de los árboles y restos de bambú cortado daban testimonio de su constante esfuerzo.
"Musashi Miyamoto..." El nombre resonaba en su mente, una inspiración que la había impulsado a tomar una espada por primera vez. Su abuela le había contado historias del legendario espadachín, un ancestro cuyo legado pesaba tanto como motivaba. Desde aquel día, Zekka había decidido que ella también dominaría el arte de la espada.
"¡Hyaaaah!"
Zekka lanzó un grito mientras realizaba un corte descendente, su postura temblando ligeramente al completar el movimiento. Se detuvo para recuperar el aliento, apoyando la espada de madera en el suelo y observando sus manos enrojecidas por el esfuerzo.
"Necesito ser más fuerte..." pensó, con los dientes apretados. Su entrenamiento, aunque arduo, todavía no lograba satisfacer las expectativas que se había impuesto.
Sin embargo, ese día algo diferente estaba por suceder. Una suave brisa recorrió el claro, más fría de lo habitual, y el sonido de pasos ligeros resonó entre los árboles. Zekka levantó la cabeza, alerta, buscando el origen de aquella perturbación.
De la sombra de un árbol surgió una figura que Zekka nunca habría esperado ver. Una mujer alta y esbelta, con cabello blanco y una expresión relajada, avanzaba hacia ella con una sonrisa enigmática. Vestía un kimono ajustado, decorado con patrones que evocaban elegancia y peligro, y portaba dos espadas en su cintura.
"Vaya, parece que la sangre de los Miyamoto sigue fluyendo fuerte", dijo la mujer, deteniéndose a pocos pasos de Zekka. "Aunque... parece que necesitas un poco de pulido."
Zekka retrocedió instintivamente, levantando su espada de madera como si fuera una barrera entre ellas.
"¿Quién eres?" preguntó, tratando de mantener su voz firme, aunque sus ojos revelaban una mezcla de sorpresa y desconfianza.
La mujer se inclinó ligeramente, llevándose una mano al pecho en un gesto elegante.
"Soy Miyamoto Musashi", dijo con una voz clara y segura, como si esas palabras fueran suficientes para explicarlo todo. "Y he venido aquí porque tengo curiosidad por ti, Zekka Miyamoto. ¿Te importaría si te observo un poco?"
Zekka parpadeó, desconcertada por la mención de su nombre. Pero más que eso, el peso de aquella declaración la dejó sin palabras.
"¿Miyamoto... Musashi?" repitió, incrédula.
"Así es", respondió la mujer con una sonrisa traviesa, desenvainando una de sus espadas con movimientos tan fluidos que parecían bailar con el viento. "Digamos que soy una versión distinta al legendario Musashi de este mundo. Pero no te preocupes por los detalles. Ahora, ¿qué tal si me muestras qué tan lejos has llegado?"
El corazón de Zekka latía con fuerza. A pesar de la confusión, sintió una extraña conexión con aquella mujer que afirmaba ser Musashi Miyamoto.
"De acuerdo", dijo finalmente, levantando su espada de madera con ambas manos.
Musashi adoptó una postura relajada, como si su espada fuera una extensión natural de su cuerpo.
"Perfecto", dijo con una chispa de emoción en su mirada. "Muéstrame el espíritu que tienes, Zekka Miyamoto.”
❅──────✧❃✧──────❅•
El sol brillaba intensamente sobre el camino hacia la Academia Kuoh, donde Izayoi caminaba con una confianza despreocupada, las manos detrás de la cabeza, mientras observaba el cielo despejado. A su lado, Kuroka avanzaba con pasos gráciles, luciendo una expresión tranquila, aunque sus ojos reflejaban una leve melancolía.
"¿Sabes, Nyaa~? No pensé que llegaría el día en que Shirone y yo volviéramos a ser tan cercanas", comentó Kuroka, rompiendo el silencio mientras recordaba los días con su hermana, Shirone.
Izayoi dejó escapar una ligera risa, desviando la mirada hacia ella.
"Te tomó bastante tiempo, ¿no crees? Pero diría que valió la pena. Al menos ya no tienes que esquivar sus golpes cada vez que te ve."
Kuroka bufó, aunque no pudo evitar sonreír al recordar los primeros encuentros con su hermana menor tras años de separación.
"Fue complicado... pero ella tenía todo el derecho de estar enojada conmigo. Dejé que las cosas se desmoronaran entre nosotras. Pero gracias a ti, pude dar el primer paso, nyaa~."
"Bueno, no fue fácil", admitió Izayoi, encogiéndose de hombros. "Tuve que aguantar muchas peleas entre ustedes. Diría que incluso aprendí a esquivar mejor gracias a eso."
Kuroka soltó una risa ligera, pero sus ojos se suavizaron mientras miraba al frente. Habían pasado meses desde que ella y Shirone, lograron reconciliarse. Fue un proceso largo y lleno de emociones encontradas, pero la paciencia y la persistencia habían jugado un papel crucial en unirlas nuevamente.
"No sé qué hubiera hecho sin ti, Izayoi", dijo ella, dejando escapar un suspiro. "Supongo que te debo más de lo que puedo contar."
Izayoi giró la cabeza hacia ella, mostrando su característica sonrisa confiada.
"Bueno, ¿qué puedo decir? Soy increíblemente talentoso en resolver problemas familiares. Pero no es necesario que me lo agradezcas. Lo importante es que las dos volvieron a ser hermanas."
El silencio que siguió fue cómodo, mientras ambas avanzaban hacia las imponentes puertas de la Academia Kuoh. Desde la distancia, podía verse el campus, con estudiantes caminando por los alrededores y disfrutando del inicio de la mañana.
Ambas cruzaron las puertas de la academia, con el sonido de sus pasos resonando en el camino pavimentado.
Dentro del despacho del Consejo Estudiantil, Sona Sitri revisaba meticulosamente un informe mientras Rias Gremory estaba sentada frente a ella, con los brazos cruzados y una mirada tranquila pero atenta. Ambas estaban discutiendo las implicaciones de los cambios recientes en la Academia Kuoh, que había comenzado a aceptar estudiantes masculinos por primera vez.
Rias se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas.
"Sona, ¿ese chico que mencionaste hace dos años? El que te llamó la atención por su potencial... ¿es él el mismo que has estado preparando para este momento?"
Sona levantó la mirada de los documentos, su expresión seria suavizándose apenas.
"Sí, es él. Genshirou Saji. Ha demostrado ser dedicado, trabajador y, lo más importante, alguien en quien puedo confiar plenamente."
Rias arqueó una ceja, esbozando una sonrisa divertida.
"Así que finalmente lo encontraste digno de un rol importante. Me pregunto cuánto esfuerzo pusiste en moldearlo para que cumpliera tus estándares tan estrictos."
Sona ajustó sus gafas con un gesto elegante, aunque en sus ojos había un leve destello de orgullo.
"Mucho, pero valió la pena. Saji ha superado todas mis expectativas. Aunque todavía tiene mucho por aprender, estoy segura de que hará un gran trabajo."
Rias rió suavemente, recostándose en el sillón.
"Es interesante. Tú siempre tienes una estrategia a largo plazo, mientras que yo me dejo llevar más por mis instintos. Supongo que, en este caso, tus métodos funcionan mejor."
Sona cruzó las manos sobre el escritorio, devolviendo la mirada a Rias.
"Ambas tenemos enfoques diferentes, pero nuestros objetivos son similares: queremos rodearnos de personas que realmente valgan la pena."
Rias asintió, observando el cuidado con el que Sona hablaba de Saji. Era evidente cuánto confiaba en él.
La conversación, que hasta ahora había sido relajada, dio un giro más serio cuando Sona tomó el informe que había estado revisando y lo deslizó hacia Rias. Su expresión cambió a una de total concentración.
"Rias, hay algo más de lo que debemos hablar."
Rias tomó el documento y lo leyó detenidamente. Sus ojos se entrecerraron al ver el nombre destacado: Issei Hyoudou. Pero lo que captó toda su atención fue el término que aparecía en negrita debajo de su nombre: Sekiryuutei.
"El Sekiryuutei..." murmuró Rias, dejando el documento sobre el escritorio. "Sona, ¿qué tanto sabes sobre él? ¿Es realmente lo que parece?"
Sona asintió, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y cálculo.
"Todo indica que es auténtico. Su Sacred Gear, Boosted Gear, lo confirma. Pero hay algo más: el peligro que representa. Sabemos lo que ocurrió en el pasado en el Inframundo, y lo último que necesitamos es un descontrol que pueda desatar un desastre similar."
Rias se cruzó de brazos, su expresión oscureciéndose.
"Lo entiendo. Pero no puedo permitir que alguien así entre en mi nobleza. Es demasiado arriesgado. Si se descontrola o si alguien lo utiliza como arma contra nosotros, sería una catástrofe. Además, no lo necesito. Ya tengo todo lo que mi grupo requiere."
Sona asintió lentamente.
"Entiendo tu postura, y en gran medida, la comparto. Pero no podemos ignorarlo. Si no hacemos algo, otra facción podría reclutarlo. En las manos equivocadas, el Sekiryuutei sería una amenaza incluso mayor."
Rias exhaló profundamente, apoyándose en el respaldo de su silla.
"Entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Lo reclutarás para tu nobleza?"
Sona guardó silencio por un momento, mirando el informe frente a ella. Finalmente, negó con la cabeza.
"No por ahora. Quiero observarlo primero. Necesitamos entender quién es realmente antes de tomar una decisión tan arriesgada. Lo vigilaré de cerca y, si las circunstancias lo permiten, tomaré una decisión informada."
Rias se levantó, mirando a Sona con una mezcla de respeto y preocupación.
"Eso suena como algo que harías. Espero que estés preparada para lidiar con las consecuencias, sea cual sea el camino que elijas. Yo, por mi parte, me mantendré al margen en este asunto."
Sona asintió, despidiéndose con una mirada firme.
"Gracias, Rias. Estoy segura de que encontraré la mejor forma de manejarlo."
Rias salió del despacho, dejando a Sona sumida en sus pensamientos mientras observaba el documento. La presencia del Sekiryuutei en la Academia Kuoh era un cambio significativo, y manejarlo correctamente sería un desafío para cualquiera.
El sol brillaba sobre los terrenos de la Academia Kuoh, iluminando los caminos llenos de estudiantes que iban y venían. Entre ellos, tres figuras destacaban por sus risas y la energía que irradiaban, aunque no necesariamente por razones admirables.
Issei Hyoudou, acompañado de sus dos inseparables amigos, Matsuda y Motohama, caminaba hacia el edificio principal con expresiones de pura emoción.
"¡Chicos, este es el paraíso!" exclamó Issei, levantando los brazos como si estuviera dando gracias al cielo. "¿Pueden creerlo? ¡Chicas por todos lados! ¡Y ahora que es mixto, nosotros somos los afortunados que podrán estar cerca de ellas!"
Matsuda, con una sonrisa traviesa, ajustó su mochila y asintió.
"¡Claro que sí! ¿Viste a esa de primero con el cabello largo? Me pregunto si sería nuestra senpai en algo más que los estudios."
Motohama, empujando sus gafas con un brillo casi científico en sus ojos, añadió:
"Basándome en mi habilidad de calcular proporciones, te puedo decir que tiene un busto perfecto de 87 centímetros. ¡Una obra maestra!"
Issei se detuvo un momento, llevándose las manos a la cabeza como si estuviera teniendo una epifanía.
"¡Este lugar es un sueño hecho realidad! Estoy seguro de que mi destino es estar rodeado de chicas hermosas. ¡La vida comienza ahora, muchachos!"
Las risas de los tres resonaron en el pasillo mientras se dirigían a sus respectivas aulas. Aunque la mayoría de los estudiantes alrededor les lanzaban miradas de disgusto o vergüenza ajena, ellos estaban demasiado inmersos en su conversación para notarlo.
En ese instante, una figura femenina pasó junto a ellos. Su cabello negro ondeaba tras ella, y su porte elegante llamó la atención de todos los que estaban cerca, incluyendo a Issei.
"¡Whoa! ¿Quién es esa diosa?" murmuró, deteniéndose en seco mientras sus amigos lo empujaban hacia adelante.
"Deja de soñar, Issei. Primero necesitamos sobrevivir a las clases," dijo Matsuda con una sonrisa burlona.
"Sí, pero recuerda," respondió Issei, con una mirada decidida. "¡Esta escuela es mi campo de batalla, y no pienso perder!"
Y con ese espíritu, Issei dio un paso más en lo que sería una jornada llena de desafíos, risas y, sin duda, problemas.
                
                
                    