ID de la obra: 804

Hermanas

Het
G
En progreso
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 39 páginas, 10.236 palabras, 5 capítulos
Descripción:
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Hermanas

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Fin del Mundo. “¡Kyaaaah! ¡Shiro-nee, bájame ahora!” La voz de una niña retumbaba por el bosque, temblorosa entre el llanto, la furia… y el miedo genuino. Una pequeña de cabello blanco como la nieve colgaba de una cuerda suspendida desde una roca afilada, justo sobre un río brillante que corría en dirección al límite del mundo de Little Garden. Sus ojos carmesíes brillaban por la humedad acumulada. La rabieta era visible en su rostro. “¡Jajajaja! ¡No creí que esto fuera tan divertido!” exclamó con entusiasmo una joven que sostenía la cuerda entre sus manos enguantadas. Ella era la encarnación del poder, el estilo y la arrogancia: Shiro Muramasa, también conocida como el [Señor Demonio] White Queen. Su uniforme militar blanco resplandecía bajo el cielo celeste. Llevaba una gorra de almirante, adornada con un emblema de sol naciente, justo al centro brillaba la esfera de un reloj. Su cabello blanco, atado en dos coletas perfectamente simétricas, ondeaba con el viento mientras sonreía con crueldad. Su ojo derecho, rojo sangre, centelleaba de emoción. El izquierdo, de un azul gélido con un reloj girando lentamente, observaba cada reacción de su hermana menor. “¡No me mires con esos ojos raros! ¡Ya bájame, Shiro-nee!” “¿Raros? ¡Pero si son de familia!” rió burlona. Un instante después, una nueva presencia apareció caminando con elegancia sobre el aire. “Vaya, vaya... no te la acapares tú sola.” Kurumi Muramasa, la otra hija de Senji, descendió lentamente. Su belleza era oscura y encantadora. Cabello negro atado en dos largas coletas, una ligeramente más corta que la otra emulando las agujas de un reloj. Vestido gótico carmesí y negro, adornado con volantes. En su cabeza, un gran lazo de red carmesí sujetaba su cabello. Su piel era de un blanco perlado. Su ojo derecho, rojo, brillaba con picardía, mientras que el izquierdo, un reloj dorado e inorgánico, se mantenía en la posición de las 3 en punto… por ahora. “Kurumi-nee, ¡no vengas tú también!” suplicó Alicia. “Oh, hermanita… si eres tan ruidosa, no puedo ignorarte,” musitó Kurumi con una sonrisa afilada. Tomó la cuerda y comenzó a mecerla con movimientos en zigzag, provocando gritos de terror en la pequeña. “¡Uwaaah! ¡Voy a caer! ¡Voy a desaparecer! ¡Voy a desaparecer en los confines del mundo!” Shiro cruzó los brazos. “¿Desaparecer? Por favor. El Fin del Mundo conecta a muchos lugares. Podrías terminar en la Puerta de Segundo Dígito y caer encima de Leviatán o alguien de los [Doce Devas]. Quién sabe.” “¿¡QUÉEEEE!?” Kurumi soltó una pequeña carcajada. “Shiro, deberías haberla amarrado mejor. Esto se está aflojando.” “Eh, que se suelte un poco. Es divertido verla patalear.” Las dos hermanas, ambas reconocidas como [Señores Demonios] —White Queen y Nightmare—, observaban a su pequeña hermana sin la más mínima intención de compasión. “¡Papá! ¡Papaaaaaa! ¡¡Te voy a acusar con papaaaa!!” … Muy lejos, en la sede central de Thousand Eyes, Puerta Exterior #3345. “Tch…” Senji Muramasa, con su jinbei oscuro y el cabello blanco desordenado, frunció el ceño mientras bebía su té de manzanilla. “Esa voz… no hay duda.” “¿De nuevo te están culpando de algo, Sengo?” preguntó Shiroyasha, relajada mientras observaba el cielo por la ventana. Senji resopló. “No es nada de eso. Pero… Kurumi y Shiro están jugándole una broma pesada a Alicia.” “Con hijas como esas, ni siquiera necesitas enemigos.” … De vuelta al río, Alicia colgaba en silencio. Las lágrimas se habían detenido. El miedo se transformaba lentamente en rabia. “Algún día… yo seré más fuerte que ustedes dos…” Kurumi y Shiro se miraron. Luego, se echaron a reír al unísono. “¡Eso sí quiero verlo!” dijo Shiro. “Cuando llegue ese día… espero que me ataques con toda tu fuerza, hermanita,” susurró Kurumi con voz melodiosa. Pero ninguna de las dos notó cómo el ojo izquierdo de Alicia, por un breve instante, brilló con un tono carmesí oscuro… muy parecido al de su padre. … Alicia seguía colgando de la cuerda. Sus pequeñas manos estaban aferradas al nudo que sujetaba su cintura. Su carita, sonrojada por la frustración, no dejaba de mirar con rabia a sus hermanas. Shiro aún reía mientras giraba la cuerda como si fuera un columpio de ejecución. Kurumi, por su parte, había sacado un pequeño reloj de bolsillo que no dejaba de hacer tic, tic al compás de los movimientos. “Quizá deberíamos soltarla ahora,” murmuró Kurumi, divertida. “¿Y perdernos el espectáculo? Nah.” En ese momento, un viento helado se levantó, trayendo consigo una fragancia familiar. Ambas hermanas se detuvieron. Tap. Tap. Tap. Un sonido de pasos livianos se escuchó tras ellas. “... ¿Qué hacen?” preguntó una voz suave, firme… y muy fría. Kurumi entrecerró los ojos. Shiro frunció los labios en una mueca divertida. “Hoh… si no es Leticia Draculea,” susurró Kurumi. “Qué coincidencia.” “Madre de la mocosa,” añadió Shiro con tono despreocupado. Frente a ellas, una niña de cabello rubio rizado atado con un gran lazo negro, de piel pálida y ojos rojos, flotaba elegantemente a unos pocos metros. Llevaba una camisa negra con cuello, corbata gris adornada con una cruz, y un abrigo rojo que ondeaba como una capa corta. Su minifalda blanca con dobladillo rojo, medias a rayas negras y grises, y botas negras de tacón corto, completaban su apariencia de noble vampiresa. “Oh no...” susurró Shiro en tono teatral, alzando un dedo a sus labios. “¿La mamá vino a regañarnos?” “¿Acaso están tan ociosas que necesitan atormentar a una niña?” preguntó Leticia, con una calma que helaba más que cualquier don demoníaco. Alicia, con lágrimas en los ojos, alzó la cabeza desde su colgante prisión. “¡Mamáaaaaa!” Leticia suspiró, cerrando los ojos un instante. Entonces, desató el lazo negro de su cabello. De inmediato, su cuerpo comenzó a cambiar. Su silueta se expandió en un parpadeo, y la niña se convirtió en una mujer alta, de figura esbelta, una belleza madura con un aura imperial. Su cabello rubio caía en cascada, y sus ojos rojos brillaban con el fulgor de una antigua nobleza. Kurumi dio un paso atrás con elegancia. “Ups. Se quitó la cinta. Eso no es buena señal…” Shiro silbó. “Eso quiere decir que ahora está en “modo mamá seria”.” Leticia abrió su mano, y una presión envolvió la zona como si una fuerza invisible les recordara que estaban ante una auténtica Vampira Pura Sangre y también un Señor Demonio que fue temido en el pasado. “¿Debo recordarles que me es completamente legal atacar a quienes pongan en peligro a mi hija? Incluso si ustedes dos son hijas de Sengo.” “Técnicamente, nunca dijimos que la íbamos a soltar...” intentó justificarse Shiro. “Alicia no recibió daño físico. Fue recreativo,” añadió Kurumi. Leticia no respondió. Alzó una ceja. “Mira, ni siquiera eres nuestra madre,” dijo Shiro finalmente, rascándose la cabeza. “Y aún así, te comportas como si tuviéramos que obedecerte.” “Y sin embargo... están reculando,” respondió Leticia. Silencio. Kurumi sonrió. “En realidad, solo vinimos a jugar un poco. No queremos peleas hoy. Hace siglos que no nos divertíamos de esta forma.” Shiro soltó la cuerda. Alicia gritó un segundo, hasta que una sombra saliendo de Leticia se movió en agarrar a Alicia, llevándola a salvo hacia su madre. La madre la abrazó con cariño, acariciándole el cabello. Alicia se agarró a su cuello con fuerza. “Gracias mamá…” Shiro se giró en el aire, flotando de espaldas. “Kurumi, ¿nos vamos?” “Sí, sí. No queremos otro sermón con aroma a mamá.” “¡Shiro-nee! ¡Kurumi-nee! ¡¡Las voy a derrotar algún día!!” gritó Alicia entre sollozos. Shiro levantó la mano y le dedicó un saludo de despedida sin girarse. “Estaremos esperando, hermanita.” Kurumi sonrió con dulzura. “Hazlo interesante cuando llegue ese día, ¿vale?” Y con eso, ambas desaparecieron en una onda de distorsión temporal. … Leticia, aún en su forma adulta, acarició la cabeza de su hija. Su expresión se suavizó. “Eres fuerte, Alicia. Pero nunca tengas miedo de pedir ayuda.” “No… lo haré. Gracias, mamá.” Ambas se quedaron en silencio. La luz del río brillaba bajo ellas, y el cielo de Little Garden parecía más tranquilo de lo habitual. Leticia sonrió, bajando su mirada. “Me pregunto… ¿cómo será tu destino?” Una semana había pasado desde el incidente en el borde del Fin del Mundo. El sol flotaba alto sobre los cielos fragmentados de Little Garden, dibujando figuras abstractas sobre los techos inclinados de la residencia. Dentro, tres figuras descansaban en la terraza, rodeadas de dulces, cojines y la suave brisa del mediodía. Alicia, con una expresión curiosa, rompió el silencio. “Oigan… Shiro-nee, Kurumi-nee…” sus ojos carmesíes se entrecerraron con un leve parpadeo, como si observara más allá de las pupilas de sus hermanas. “¿Cuándo tendré el mismo tipo de ojos que tienen ambas?” Kurumi, que tomaba una taza de té sostenida con gracia, desvió su mirada al oír la pregunta. Su dedo índice acarició ligeramente su labio inferior, pensativa. “¿El ojo de reloj, dices?” repitió suavemente, antes de soltar una risita traviesa. Sus recuerdos la llevaron a una conversación pasada con su padre. “Papá respondió que…” hizo una pausa dramática, como disfrutando del misterio. “Alicia tranquilamente podría manifestar un ojo de reloj, pero la consecuencia sería grave para él.” Alicia ladeó la cabeza, visiblemente confundida. “¿Consecuencia para… papá? No entiendo.” Kurumi asintió con lentitud. “Dio más información… aunque muy críptica. Dijo que si Alicia manifestaba un ojo de reloj y usaba su poder… eso lo terminaría matando lentamente. Como si su existencia se deshilachara poco a poco.” Shiro, que estaba acostada con los brazos tras la cabeza, observaba las nubes sin decir nada. Finalmente, habló con calma. “Entonces eso significa que Alicia… no posee un ojo de reloj propio.” “¿Eh?” Alicia abrió más los ojos. “A ver, piensa,” continuó Shiro, sentándose con una sonrisa despreocupada. “Si tú no tienes uno… pero puedes manifestarlo… eso quiere decir que no lo estás obteniendo, sino tomando prestado.” Kurumi entrecerró los ojos, empezando a unir las piezas. “Robando, para ser más precisas,” murmuró. “Robando temporalmente el ojo de reloj de papá.” Shiro chasqueó los dedos, como si confirmara la teoría. “Y como ese poder no te pertenece, si lo usas… estás drenando al verdadero dueño. En este caso, a nuestro padre.” Un breve silencio envolvió a las tres. El viento movió los cabellos blancos de Alicia mientras bajaba lentamente la cabeza. En su interior, muchas preguntas nuevas nacían… pero ninguna respuesta fácil asomaba. “Entonces… si lo uso… podría matarlo.” “Lentamente, sí,” respondió Kurumi sin dulzura, aunque no con crueldad. “Pero solo si lo usas en exceso. Tal vez papá aparezca muerto.” “Ya veo, ya veo…” repitió Alicia, sus ojos comenzando a brillar con un leve destello carmesí. Kurumi notó ese brillo y entornó sus propios ojos, como si calculara algo. “…Aunque, ahora que lo pienso,” dijo con una media sonrisa. “Papá no explicó por qué puedes robarle ese ojo. Eso es lo que más me intriga.” Shiro soltó una pequeña risa, alzando un dedo juguetonamente. “¿No es obvio? Alicia es la favorita.” Kurumi se encogió de hombros con gracia. “O la más peligrosa…” Alicia no dijo nada. Solo abrazó sus rodillas, con una sonrisa leve y pícara en su rostro. Su cabello blanco brillaba con los rayos solares, y su ojo izquierdo… por un instante, parecieron reflejar manecillas de reloj girando a un ritmo lento. Shiro y Kurumi intercambiaron una mirada. Solo era cuestión de tiempo. Autor: Estaré primero muerto antes de lograr en completar la historia de [Señor Demonio] Rey Oni Sengo. Llorando en soledad.
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