entre sueños

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Invierno. Una mañana brumosa. A tu alrededor hay un bosque. Un lago de montaña. Tu cuerpo está sumergido en el agua. El frío te acecha. Todos tus instintos te gritan que nades. Pero no puedes resistirte a esta fuerza invisible. Por mucho que lo intentes, tu cuerpo no te obedece. Finalmente, te dejas llevar por la corriente. Sólo eres un observador. Atrapado en este sueño. Poco a poco la mente se acostumbra. El agua que te rodea ya no parece hostil. Más bien, te envuelve de forma comprensiva. Arrullándote. En un intento de purificarte. Dispuesta a quitarte las preocupaciones cotidianas. Pero al cabo de un momento la tranquilidad se rompe con el piar de los pájaros. Una imagen inquietante se despliega sobre ti. Tres cuervos negros persiguen a un pájaro pequeño. Furiosos aleteos hieren el aire. Los cuervos picotean sin piedad al indefenso pajarillo. A pesar de sus esfuerzos por resistirse. Los sentimientos encontrados te abruman. No es justo. No debería ser así. El grito se congela en tu garganta. Sólo eres un observador. Atrapado en este sueño. La lucha continúa. Pero el resultado está cantado. Un último golpe. Y el pájaro cae. Al mismo tiempo, todo se enfría bruscamente. El lago se congela de hielo en un santiamén. Estás atrapado. Inhala. Y el cielo, que se había convertido en un campo de batalla, desaparece. Oculto tras intrincados patrones de hielo. Los sentimientos, que te abrumaban hace un segundo, también se congelan. No los olvidarás. No los perdonarás.