ID de la obra: 81

entre sueños

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planificada Mini, escritos 3 páginas, 2 capítulos
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Sueño 2

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***

Una niebla negra te envuelve, densa como alquitrán. No sabes donde estás. Debe ser un sueño. En cuanto tus ojos se acostumbran a la falta de luz, comienzan a delinearse en la oscuridad las monumentales formas del castillo, tan familiar: ante ti se alza la majestuosa escalera principal. Concentrando esfuerzos para dar un paso, te ralentizas, como si no estuvieras seguro de poder lograrlo, pero, extrañamente, tu cuerpo obedece la orden, y comienzas a ascender poco a poco, con paciencia, escalón por escalón. Una vez alcanzado el último peldaño, sientes como si ese sitio no quisiera que permanecieras allí ni un milisegundo más. Como si ya hubieras pasado demasiado tiempo en ese lugar, esperando a que se te permitiera entrar. En ese mismo instante, las puertas talladas se abren con estrépito, como si una ráfaga de viento invisible las hubiera empujado. Te quedas sorprendido: parecía como si no estuvieran hechas de roble macizo en absoluto. Y como si no recordaras haber intentado abrirlas de niño — apostando con tus hermanos mayores, tomando impulso y empujando una y otra vez las pesadas hojas, sin éxito. Entonces te parecían enormes… y siguen siéndolo. Das un paso adelante: las puertas se cierran de golpe tras de ti con un estruendo, y te encuentras en la sala del trono. Frente a ti, como era de esperarse, se alza el trono solitario. El único trono. ¿De quién es? ¿Del padre o de los hermanos? No. Esa respuesta es tan clara que no dudas de su certeza, y, guiado por ese conocimiento surgido de las profundidades del subconsciente, ocupas tu lugar legítimo, a pesar de que no te corresponde por derecho de herencia. Apenas sucede esto, una figura aparece a tu espalda, fundiéndose con la penumbra circundante. Ha estado esperándote todo ese tiempo. La sientes, con cada fibra de tu cuerpo, avanzar con pasos suaves, como si una fiera felina se deslizara por el bosque, acercándose a ti. Uno. Dos. Tres. Está muy cerca. La tentación de volverte es grande, pero también lo es el miedo de ahuyentarla. Un instante más, y unas ataduras invisibles inmovilizan tu cuerpo. Un suspiro de alivio se escapa de tus labios: la decisión ya ha sido tomada por ti. Dedos delicados, cubiertos de sangre espesa, sostienen una corona sobre tu cabeza: es un obsequio. Una pregunta irracional cruza por tu mente: ¿por qué ella tarda tanto? Si habéis pasado por tanto juntos… Ahora, el deseo de poseer se convierte en dolor; finalmente, la corona desciende sobre tu frente, y unas manos femeninas se cierran sobre tu pecho, abrazándote con una calidez que quema, pero que también te otorga paz. La batalla ha terminado, y estás dispuesto a entregarte a esa oscuridad, tan distinta de la que habías sentido en la vigilia.
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