Pero Mátame
12 de septiembre de 2025, 20:47
Sherlock podía sentir cómo las yemas de los dedos le latían, acompañando al suave temblor, casi imperceptible, que acompañaba a sus músculos.
Debía hacerlo...
¿Pero quería?
Frente a él, Jim Moriarty le observaba fijamente con el rostro contraído por el dolor. Un dolor que no era físico, sino emocional.
Le había perseguido por todo el mundo con el objetivo de desmantelar toda la organización criminal que había creado; dispuesto a romper cada uno de los hilos que formaban su telaraña de dolor y miedo.
O al menos eso era lo que decía.
—¡Vamos, hazlo! —le gritó Moriarty.
Sherlock apretó con más fuerza el mango de la pistola y el temblor de sus manos aumentó.
Le había perseguido por el mundo...
¿Para esto?
¿Para matarle junto a aquel acantilado?
—¡Dispárame! —insistió Jim—. Dispárame, pero mátame, no soportaría vivir sin ti.
Ahora tenía los labios y los puños apretados. Sherlock admiró su figura que, a pesar de las circunstancias, no había perdido nada de su habitual elegancia.
—Hazlo —repitió el criminal, con la voz ahora completamente rota, mientras una pequeña lágrima escapaba de sus oscuros ojos.
Sherlock le miró una vez más: había tomado una decisión.
Con un rápido movimiento, deslizó la pistola entre sus manos y la descargó. Cuando tuvo el cargador y la pistola vacía, dejó caer ambas piezas al suelo.
El metal chocó con un ruido sordo contra el césped.
—No he estado buscándote todo este tiempo para matarte —proclamó Sherlock, avanzando unos pasos hacia el criminal.
Cuando llegó hasta él, aún se detuvo un par de segundos para admirarle, mientras éste le observaba confundido. Tras lo cual, alzó su mano y Jim se apartó instintivamente, creyendo que le golpearía. Sin decir nada, Sherlock le acercó su mano hasta la mejilla y secó el rastro de aquella amarga lágrima.
—Te amo, James Moriarty —confesó.