Besos
12 de septiembre de 2025, 20:47
Llevaban al menos 5 minutos seguidos besándose, sin apenas responder a alguna tregua para mantener el aliento en sus pulmones y, para este punto, ni Jim ni Sherlock podían estar seguros de si seguían en la cocina.
Todo había comenzado como tantas otras veces, un intercambio de besos tiernos que había terminado por convertirse en un jugueteo tierno y dulce, ante el cual ninguno de los dos se atrevía a romper el contacto.
Estaban demasiado a gusto disfrutando de la boca del otro, saboreando cada rincón y la suave sensación de sus labios. Sherlock le rodeaba la cintura a Moriarty, y este tenía los brazos alrededor de su cuello, lo cual hacia que sus cuerpos se mantuvieran pegados, conectando y coordinando sus respiración tranquilas.
Aquello era la paz, algo que nunca habían creído poder experimentar y ahora disfrutaban en la persona que también era su mayor terremoto.
De pronto, su contacto fue interrumpido por un olor fuerte y desagradable. Refunfuñando, ambos separaron los labios y trataron de encontrar la fuente de aquel terrible olor.
Casi de manera simultánea, entró en su campo de visión una espesa humareda negra que escapaba del horno. Ahora con más urgencia, se separaron el uno del otro y corrieron hasta aquella zona.
Sherlock apagó el horno y Jim se dispuso a abrir la puerta del mismo, tras lo cual se colocó unos guantes de cocina y sacó un pequeño molde que contenía una masa oscura y quemada.
—Nuestra cena... —identificó Sherlock.
La pena que rodeaba sus palabras llegó directa hasta el corazón de Jim, quien apartó a un lado el molde.
—¿Qué te parece si llamo a Moran para que nos traiga algo cuando vuelva? —propuso con el afán de reconfortar a su pareja.
—Mientras no nos traiga una cabeza... —bromeó el detective aunque, unos segundos después pareció reflexionar—, sin embargo, un cerebro no me vendría mal, hace días que estoy pensando en un nuevo experimento.
—Por estas cosas te amo —dijo con una gran sonrisa Moriarty—. ¿Le digo que nos traiga italiano y me cuentas más de ese experimento tuyo?
El detective pareció complacido ante la elección y asintió con la cabeza, pero, antes de que Jim tomara su teléfono volvió a hablar:
—Yo también te amo, Jim.
Acto seguido, se inclinó para besarle la punta de la nariz.