Cadenas
12 de septiembre de 2025, 20:47
Si alguien mirara por la ventana de Baker Street (de preferencia una persona bastante desconectada del mundo) no vería nada extraño, tan solo dos hombres tomando el té juntos en aquella fría noche de invierno. Pero para cualquier londinense bien informado habría supuesto un caso de los más extraño la escena que allí se representaba: El peligrosísimo criminal consultor James Moriarty (a quien se creía muerto desde hacia dos años) y el famosísimo detective Sherlock Holmes, sentados uno frente al otro en la sala de estar.
—¿Me has echado de menos? —preguntó el criminal, con una sonrisa coqueta en los labios.
—No sabes cuanto..., ha sido muy difícil no tratar de dar contigo mientras fingía desmantelar tu red.
—No importa las cadenas que impongas a tu mente —le respondió Moriarty-, mientras me ames, siempre viviré en ti, me buscarás y recordarás. Eso me mantendrá vivo.
—Pero ahora lo estás —dijo Sherlock, sintiendo como el aire se volvía pesado al recordar el día que Jim había fingido su muerte delante de él. Aunque siempre había sabido que se trataba de un truco, no había podido evitar sentir nauseas al imaginar que aquello fuera real.
—Solo quiero avisarte —continuó Jim—, para que no vuelvas a pretender que era capaz de olvidarme.
—Nunca he querido hacerlo, solo actuaba para no llamar la atención —se defendió Sherlock—, habría levantado sospechas si mostraba que echaba de menos a la persona que me había obligado a fingir mi propia muerte.
Su tono no había sonado fuerte ni enfadado pero si firme. No pensaba permitir que Moriarty dudara ni por un instante de cuanto le había echado de menos.
—Te he llorado cada noche... —le confesó dejando su taza de té a un lado y agachando la cabeza cuando notó que los ojos se le llenaban de lágrimas.
—Solo bromeaba, Sherly —le dijo Jim, apartando su propia taza y levantándose para avanzar hacia el detective. Al llegar hasta él, se dejó caer sobre su regazo y le rodeó el cuello con sus brazos—. Te amo —le susurró, frotando sus narices.
Sherlock sonrió ante la cercanía de su pareja y le abrazó por la cintura.
—Jim, te amo como nadie pudo ni podrá jamás hacerlo...