Drabbles Sheriarty

—Menudas ideas tienes... —protestó Sherlock, rebuscando en el montón de pequeñas llaves que había en el suelo. —Dime que no estás disfrutando —se burló Jim. Sherlock puso los ojos en blanco. Su pareja, en una de esas ocasiones que decidía sorprenderle con alguna romántica excentricidad, había considerado divertida la idea de esposarles a ambos con un mismo juego de esposas y mezclar la llave que les liberaría entre un montón de otras que parecían idénticas. —Jim, no me iba a ir —refunfuñó el detective, escogiendo otra llave y probándola en la cerradura. —Tan sólo me he asegurado —respondió el criminal, frunciendo el ceño y formando un puchero. La tierna imagen ablandó el corazón de Sherlock, retirando de manera inmediata cualquier muestra de enfado que podía haber albergado hasta el momento. Las facciones de su rostro se suavizaron y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Si lo pensaba con detenimiento Jim le había ofrecido lo que siempre anhelaba: un reto. —Está bien —dijo, inclinándose para robarle un breve beso—. Te lo agradezco. Moriarty sonrió, reconociendo en la respuesta de su pareja la comprensión del por qué de sus acciones. Con rapidez, se tiró al suelo desde el sillón en el que había permanecido sentado hasta el momento y se reunió con Sherlock, permitiendo a sus cuerpos ponerse en contacto. —Te ayudo —le dijo, robándole otro beso antes de alcanzar una pequeña llave.