Protegerte
12 de septiembre de 2025, 20:47
A Reggie Harrington le apodaban "El Cuchillo" por su habilidad tan extraordinaria para controlar cualquier tipo de arma blanca, y era ampliamente conocida la larga lista de hombres a los que había degollado.
Sin embargo, su poderosa habilidad escondía un secreto: una torpeza absoluta con las armas de fuego.
Precisamente aquello, era lo que permitía a Jim estar tan tranquilo en aquella habitación mientras se apuntaban mutuamente con sus pistolas.
No le había pasado desapercibido el ligero temblor en la mano izquierda del que había sido su socio por tanto tiempo, y que hacía fácil reconocer su nerviosismo.
—Nunca pensé que alguien como tú pudiera verse reducido a algo tan patético, Jim —se burló el criminal—. Te has convertido en la putita de un detective.
Eso era lo que les había llevado hasta aquella situación. Ahora comprendía que llevar a Sherlock a una de sus reuniones, por muy camuflado que fuera, no podía traer más que problemas.
Reggie le había reconocido en el baño, y le habría ensartado la garganta con una de sus navajas si Jim no hubiera entrado corriendo para salvarlo.
Ahora, el detective se encontraba tirado en el suelo, observando con una mueca horroriza la escena.
—¿Sabes qué no puedo dejarte vivo, verdad? —dijo Moriarty, sin un mínimo temblor en la voz.
—Comparto tu deseo de morir...
—Yo ya no tengo ese deseo —le interrumpió Jim, mirando de reojo a Sherlock—, ahora ya no.
—Me gustará mucho recordárselo a tu detective cuando mis muchachos...
Un fogonazo escapó con gran estruendo de la pistola de Moriarty, pillando por sorpresa a su adversario.
—Salgamos de aquí —le dijo a Sherlock, sin prestar la más mínima atención al cadáver que se hallaba tendido sobre el suelo cubierto de sangre.
—P-pero..., ¿y él? —tartamudeó el detective, alternando su mirada entre su pareja y el cuerpo.
—Los asesinatos son muy comunes tras este tipo de reuniones..., en el gremio criminal nadie investiga. Un criminal menos equivale a más poder para cada uno —explicó Moriarty y, tendiéndole una mano, añadió con voz cálida—. Vamos Sherly, tenemos que irnos antes de que alguien nos encuentre.
Sherlock le tomó la mano y se puso en pie. Ambos caminaron hacia la puerta, pero antes de salir Jim se detuvo en seco y se giró para mirarle.
—Ese hombre estaba a punto de matarte, tómate esto como la prueba de que nunca permitiré que alguien te dañe —le dijo con ternura, acariciándole la mejilla.