Cita
12 de septiembre de 2025, 20:47
—¿Sigues sin poder resolver el misterio? —preguntó burlonamente Moriarty, tendiéndole una taza de té—. ¿Necesita alguna pista, detective?
Sherlock puso los ojos en blanco.
—Te lo agradezco, pero no —dijo, tomando con ambas manos el platito y la taza que le eran ofrecidos.
Desde que eran pareja ambos habían asumido aquella dinámica que bien podía parecer extraña: Jim continuaba ofreciendo sus servicios como criminal consultor y, Sherlock por su parte, ofrecía los suyos como detective consultor.
Eran conscientes de que muchas veces sus intereses podían verse enfrentados, pero habían aceptado el trabajo del otro y se habían prometido que ninguno de sus negocios traspasaría la barrera de lo profesional.
A fin de cuentas, los asuntos que trataban nunca eran propios sino de terceros y no tenían porque afectarles personalmente.
Sin embargo, de una manera innata y lógica para dos mentes magníficas y orgullosas, aquellos negocios habían terminado por convertirse en un pequeño juego que ambos mantenían entre sí sin que jamás se convirtiera en algo nocivo.
Durante los casos, Moriarty jugueteaba con la idea de conocer todos los detalles del mismo frente a Sherlock y, si este conseguía resolverlo, se pavoneaba delante del criminal por haber logrado ganar.
Esto nunca fue un problema, ni motivo de discusión y ambos estaban seguros de que jamás lo sería puesto que, como la propia existencia de su relación demostraba, su amor era mucho más grande e importante que los problemas y asesinatos que perpetraran los demás.
—Lo resolverías mucho más rápido con mi ayuda, pero si la quieres, tendré que pasarte mis honorarios —le susurró Jim en el oído.
—Vete al infierno —respondió divertido Sherlock.
La mano de Moriarty voló velozmente hacia el mentón de su pareja, haciéndole girar la cabeza con brusquedad, en un ademán posesivo y sensual.
—¿Me estás proponiendo una cita? —susurró nuevamente el criminal, rozando con sus labios la boca del detective—. Acepto con gusto.
Sherlock intentó mantenerse firme y sereno, sosteniendo la mirada penetrante y seductora de su pareja, pero no pudo evitar notar que estaba temblando por la emoción y la tensión de tenerle tan cerca.
Sin poder aguantar más, se abalanzó hacia adelante y permitió a sus labios juntarse en un beso lleno de fiereza y anhelo.