ID de la obra: 811

Drabbles Sheriarty

Slash
R
En progreso
2
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 30 páginas, 9.263 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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Misericordia

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—¿Dónde aprendiste a coser heridas? —Míster Maguire fue un gran maestro en ese sentido —respondió Jim, dando la última puntada en la brecha de la frente, esa que desentonaba con la piel pálida y suave de Sherlock. Tras guardar la aguja y el hilo en el botiquín se giró para enfrentar el rostro confuso de su pareja. —Pensaba que ya te lo había contado, Lorcan Maguire fue el que me acogió de niño. Me enseñó todo lo que debía saber antes de volar por mi mismo... —Conozco bien a ese hombre —murmuró Sherlock—. Sería un fracaso de detective si no conociera a Lorcan Maguire... es famoso por matar a sus víctimas de una forma lo suficientemente particular para atraer la atención de cualquier interesado en crímenes y ganarse el apodo de "Mordisco". Moriarty sonrió. —Nunca hubiera pensado que era posible arrancar la yugular tan solo con la fuerza de la mandíbula —dijo, sentándose en el sillón frente al detective—. Pero él podía hacerlo. —A veces tengo curiosidad en saber que harías si algo parecido me pasa —bromeó Holmes. Una sombra, oscura y temible, cruzó el rostro de Jim. —Ojalá Dios tenga la suficiente misericordia del mundo para impedirlo —dijo, con las facciones de su cara tensas por la ira—, porque si comete el error de alejarte de mí no dejaré siquiera cenizas tras mis pasos. —Hola, Moriarty —dijo juguetonamente Sherlock pero, al no ver correspondida su broma, puso los ojos en blanco y se levantó de su sillón. Luego se acercó hasta su pareja, quien se mantuvo sentado mirando a un punto fijo con los ojos envueltos en fuego; estaba claro que el pensamiento de Sherlock malherido o muerto no se alejaba de su poderosa mente. —Lo siento, Jim. Solo era una broma, nadie me hará daño mientras esté a tu lado. Ante aquellas palabras y el beso en la frente que recibió, el criminal pareció volver en sí. Alzó la cabeza y encontró los ojos azules del detective observándole con tristeza y preocupación. —Nunca permitiré que te hagan daño, no me importa a quien tenga que morder —le aseguró, con un tono aún firme pero más relajado. Sherlock le acarició la mejilla con suavidad mientras adornaba su rostro con una media sonrisa que satisfizo enormemente al otro hombre.
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